Brujita (3 y fin)
Una despedida indecente
Casi un mes y no respondía a ningún mensaje, ni obviamente había vuelto por el local donde yo trabajaba. Recordé que Don Alfredo parecía conocerle y él le facilitó mi número la primera vez. Intenté convencerlo para que me ayudara enviándole un mensaje él o llamándole sin darle muchos detalles, pero no coló.
-Vuelve al trabajo, anda... -es lo único que obtenía de mi jefe.
Nada de nada. ¿Por qué no me lo quitaba de la cabeza? "Es solamente otro tío más", me repetía a mí misma, "Como si no tuvieras pollas donde elegir, Vania", "No es tan especial", "¿O si lo es?", y cuando entraba en esas conversaciones mías, conmigo misma, para animarme al final era peor.
Hasta que, en una de esas mañanas tontas de compras con María en un centro comercial, lo vi. No me parecía un tío que fuera de compras al centro comercial solo, pero allí estaba, solo. Y de repente me entró el pánico. María se percató y conocía nuestra corta historia casi con detalles y, aunque yo no quería, vio mi pánico y decidió interponerse como amiga.
Me quedé en la puerta de una tienda observando como ella le hablaba con carácter. No sabía de qué estaban hablando, pero él parecía avergonzado y María volvía con una sonrisa que yo ya conocía. Eso eran buenas noticias. Dijo que estaba con su ex de compras y que tenía razón en que me debía una disculpa o un adiós decente. Me llamaría en cuanto pudiera. María parecía convencida, pero yo no lo creí así, y de todas formas, si era verdad, ojalá fuera un adiós totalmente indecente en la cama. ¿Pero por qué soy así? No merecía que pensara en sexo lo más mínimo.
Esa misma tarde, en mitad de mi horario de trabajo me llamó y tuve que esconderme en el baño para hablar tranquila con él. Me derretí con una conversación amable y educada como lo era él. Me dijo que volvía con su ex, que no pretendía hacer daño, bla, bla, bla... no creí nada, pero me excitó tanto que me llamara de verdad, que no me contuve y no dejé de repetirle una y otra vez que quería volver a verle, que me daba igual si tenía novia ¡Que lo quería como follamigo aunque fuera! Bueno, no con estas últimas palabras y me dijo que ya vería que podía hacer los próximos días y que me portara bien "nena". ¿Nena? Eso no era propio de él, pero me calentó. ¡Uf, soy muy buena nena cuando quiero!
Así lo entendí, y así lo hice no le molesté más, ni un mínimo mensaje. Y después de unos días volví a sentirme sola y fatal. Me había vuelto a esquivar dignamente o eso creía, pero finalmente me escribió muy brevemente varios días. Conversaciones muy simples y vacías, hasta que un día, en una de esas, el tono iba subiendo y acabó confesando que quería volver a verme vestida de brujita, como cuando le volví loco la primera vez. Me encantó leer eso ¡pero yo ya no tenía ese vestido!
Esa misma noche le mandé, ya muy tarde, algunas fotos con una lencería negra de encaje. Fotos que no enseñaban mucho pero muy sugerentes para provocarle. Hasta yo me masturbé con mi sesión de fotos ¡y él no me contestó hasta el día siguiente! Por supuesto le gustaron, pero para mi sorpresa volvió a insistir en el disfraz de brujita, así que mi propia sumisión a sus deseos, me hizo ir a buscar otro disfraz igual que el que tiré. Lo encontré en la misma tienda y esa misma noche le volví a mandar un par de fotos de brujita, pero menos sugerentes y funcionó. Me contestó al instante.
-Quiero ver que hay debajo de la faldita de brujita -fue su mensaje más atrevido hasta el momento. Yo me sorprendí, pero no dudé en enviarle el culito levantado con unas braguitas rosa bien ajustadas. -¿Y por delante? -me volvió a sorprender, pero automáticamente le enseñé mis braguitas por delante abierta de piernas en una silla.
Iba a complacerle con lo que fuera. Era absurdo pudiendo tenernos como nos habíamos tenido ya, pero yo también sabía jugar a ese juego. Me dijo que se estaba tocando así que tampoco me corté nada en pedirle una foto de su polla. Me la mandó y mi boca y mi culo babearon por tenerla una vez más. Rápidamente me puse más zorrita que brujita.
-¿Y la tuya? Quiero verla excitada también -escribió. Y me quedé de piedra, pero feliz.
Empecé a tocarme mirando la foto de su polla. No le escribía, solo me frotaba, pero él no dejaba de escribir. No leí sus mensajes, solo busqué mi dildo "superman", me aparté las braguitas y me rocé el ano masturbándome solamente con la punta. Conseguí tenerla durita y le mandé foto inmediatamente. Abierta, con la punta del dildo asomando y mi pollita erecta. No sé qué había escrito antes, pero su siguiente mensaje fue: "Voy a tu casa". Y yo obviamente era lo que más deseaba.
-Quiero que follemos como animales y mi compañera está aquí y no podremos -escribí, pero ya no me contestó.
Cuando llegó con el coche se lo expliqué y decidió llevarme a un motelito a las afueras. Motelito maravilloso, con su garaje privado y su pequeño jacuzzi al lado de la cama. Y para que la cosa no se enfriara por el camino, aunque eso era difícil, Cesar iba conduciendo con la polla fuera disfrutando de mis lametazos cortos, recostada casi bajo el volante.
No dio tiempo casi ni a cerrar la puerta. Ni siquiera me dejo ver cómo era la habitación. Me puso contra la pared, me bajó las braguitas que ya olían a excitación desde hacía rato, y me puso su miembro entre las nalgas. ¡Dios! ¡Que duro estaba! Eso me puso a mil, y mi ano reaccionó con gusto. No podía evitar sus movimientos y tampoco quería. No tardó en penetrarme fuerte. Embestidas desesperadas a las que yo les proporcionaba ayuda y profundidad. Me encantó que me follara contra la pared. Se iba a salir de mí y lo agarré como pude para que siguiera.
-Espera, espera, no quiero correrme aún -interrumpió desesperado-, ¡brujita mala! -sonrió finalmente.
Entonces fue cuando vimos la habitación y puso el jacuzzi en marcha y me llevó a la cama. Una cama enorme en la que me puse mirando al jacuzzi y ofreciéndole a él todo mi culito abierto con mis manos. Ahí en la cama me folló mucho más cómodos y con unas repeticiones rápidas y deliciosas. Parecía que él aguantaba mejor que antes su orgasmo controlándome a su antojo. Hasta mi pollita se puso dura enseguida, que ya venía loca de las penetraciones contra la pared.
El jacuzzi se estaba llenando y fuimos rápidamente adentro desvistiéndonos como podíamos con besos y mordiscos. ¡Todo muy loco! Y allí dentro sí que no aguantó tanto. Me apoyé en el borde y me abrí de piernas todo lo que pude para él. Me penetraba con furia. Menos mal que no tenía un pene grande, si no, hubiera roto mi culito de verdad. Aunque la verdad era que, en ese momento con el agua calentita y las penetraciones furiosas, sentía que podía con dos pollas a la vez en mi agujerito.
Estaba muy puta y fuera de mí. Me agarré fuerte a él besándole, mordiéndole, frotando mi pollita en su pecho con los movimientos y ayudando a que no dejara de penetrarme ni un segundo. Se corrió enseguida dentro de mí, pero yo también estaba a punto y, de nuevo, no le dejé salir de mi hasta que me corrí en su pecho abrazada a él.
Nos quedamos un buen rato en el jacuzzi antes de irnos y sentí que fue la mejor despedida que pudo darme. Porque, aunque yo quería repetir eso más veces él volvió con su novia y yo de alguna forma me quedé más tranquila y desinteresada, pensando en cómo superarlo en el próximo polvo.