Brindis de Año Nuevo
Champaña, sidra... leche... Cada cual bebe lo que quiere para recibir el Año Nuevo, verdad?. Y que bueno es cuando te toca repartir la bebida!.
Brindis de Año Nuevo
¿Qué hace todo el mundo el 31 de Diciembre a las 12 de la noche? Brindar, por supuesto, brindar por la llegada del Año Nuevo, deseando que traiga lo mejor. ¿Y qué hace una gran parte de la gente después de brindar? Dedicarse a la pirotecnia, claro!. Sobre todo si hay chicos en la familia.
Yo no soy muy afecto a los fuegos artificiales, pero a los mocosos les encantan. Y así fue como después del brindis, los besos y los abrazos, una horda de pequeños demonios con edades entre cinco y doce años salió a la calle para tirar petardos, encender bengalas y disparar fuegos artificiales. El despliegue de la artillería iba a estar al mando de un adolescente de diecisiete años llamado Mario, un sobrino lejano que hace tiempo yo no veía y que había crecido mucho desde entonces (y que dicho sea de paso, se había puesto muy guapo). Claro que a los padres el general artillero no los convencía, y ante su renuencia el muchachito me encaró directamente (¿por qué a mí?) y me pidió:
" ¿Nos acompañas, tío? ".
" No, a mí no me gustan los petardos, y . . ."
" Anda, vamos! " dijo él. Y rodeándolo, el grupete de salvajitos saltaba mientras le hacía coro: " Sí, vamos tío, vamos!! ".
Me maldije por tener el sí fácil, y gruñendo en broma asentí en acompañarlos recibiendo como recompensa besos de los niños . . . y un efusivo abrazo de mi sobrino.
Feliz con su rol de maestro de ceremonias, Mario inició el show inundando el lugar con una multitud de luces de colores deslumbrantes y con explosiones como para demoler casas.
Todo venía bien y parecía que no iba a haber ningún inconveniente, cuando una de las luces de bengala estalló antes de lo debido y dispersó chispas por todos lados. Por fortuna ninguno de los chicos resultó herido, pero Mario recibió el fogonazo muy de cerca y una pequeña esquirla le entró en el ojo.
Corrí para ver que tan seria era la herida, pero tapándose el ojo mientras sonreía el muchacho me dijo que estaba bien. Lo revisé y parecía que efectivamente no tenía nada, pero decidí que lo mejor era que lo viera un médico. Como todo adolescente protestó, pero las madres que nos rodeaban incluyendo la del muchacho (que habían venido alertadas por los delatores mocosos) me dieron la razón. Así que sin esperar más lo hice subir en el carro, y lo llevé al hospital más cercano.
En la Mesa de Entrada del nosocomio nos derivaron a Oftalmología, y después de esperar unos minutos en el consultorio apareció el médico de guardia. ¡Guau! Qué cosa linda, por favor! Tendría unos veintisiete años, pelo castaño muy corto, ojos color miel, mentón cuadrado, nariz recta y boca carnosa. Vestía sólo el uniforme hospitalario, y por la casaca entreabierta asomaba el espeso vello del pecho.
Sonrió al vernos, y cuando se acercó inundó el ambiente con su suave perfume. Me estrechó la mano, y nos miramos por unos instantes tan intensamente que empecé a empalmarme.
" Bueno, bueno! Imagino que tú debes ser el herido, no? " dijo dirigiéndose a Mario, que tenía una mano sobre el ojo afectado.
" No. Bueno, sí. Quiero decir, creo que no tengo nada. Mi tío insistió en traerme " respondió Mario, señalándome con la cabeza mientras simulaba un gesto de fastidio.
" Y creo que hizo bien. Vamos a revisarte, y a ver si tu tío tenía razón. Y por cierto, tienes un tío muy joven " dijo palpándome con la mirada.
Se desinfectó las manos con alcohol, y se puso a revisar al chico con total profesionalismo. Yo lo miraba extasiado, gratificándome los ojos con semejante bombón. La tarea lo obligaba a reclinarse sobre Mario, y esa posición destacaba sus nalgas redondas y firmes.
En un momento dado empezó a hablarme.
" Bueno, por fortuna sólo tiene irritada la córnea. No es grave, pero hiciste bien en traerlo. Pero ven, mira ".
Me acerqué, parándome detrás del doctor mientras él le iluminaba el ojo afectado con una pequeña linterna. Estaba tan cerca que nuestros cuerpos se rozaban, la piel de mi brazo acariciaba la de él, mi pelvis rozaba su culo. La proximidad de ese ejemplar tan deseable me excitaba mucho, y sin que pudiera evitarlo mi verga se endureció furiosamente.
Traté de serenarme, pero en ese momento sentí la mano libre del médico cerca de mis muslos. Sin pensar lo que hacía me moví hasta dejar como por casualidad mi paquete sobre su palma, y cuando él notó lo que era . . . lo apretó suavemente. Tragué duro, y mis pulsaciones aumentaron vertiginosamente. Después retiró su mano, dejándome completamente acelerado.
" Bueno, ahora voy a ponerte unas gotas, y quiero que cierres los ojos " le dijo a Mario. Sacó un gotero de su casaca, le puso las gotas al chico y cuando Mario cerró sus ojos se volvió hacia mí, me tomó la barbilla y me sorprendió con un beso rápido en la boca. Sonrió, y se volvió hacia su paciente.
" Muy bien, ábrelos. Eso es. Ahora voy a colocarte una pomada, y luego voy a taparte los ojos por unos minutos para que te haga efecto. Después sólo voy a colocarte un parche en el ojo lastimado, y ya podrás irte ".
Pasó a mi lado para buscar las cosas necesarias para la cura, y cuando lo hizo me apretó otra vez el paquete dejándome al borde de la corrida. Volvió a su paciente, y después de aplicarle el ungüento le colocó una venda atándosela por detrás de la cabeza.
" ¿Ves algo? " le preguntó al adolescente.
" No, nada ".
" Perfecto. Ahora debes quedarte así unos minutos ", dijo mientras echaba el cerrojo en la puerta del consultorio. Después se acercó a mí, y tomándome de la mano me llevó hacia el extremo opuesto de la habitación. Entonces su boca volvió a devorar la mía, y mientras mis lenguas peleaban casi con desesperación mis manos se posaron en ese culo divino, masajeándolo con placer.
Luego de unos minutos de húmeda batalla mi bonito doctor se arrodilló, y bajándome el cierre de la bragueta sacó a relucir mi verga que a esa altura ya estaba durísima y babeante. Después abrió la boca y la engulló de una, iniciando una mamada alucinante. Su boca subía y bajaba por mi picha, dejando una estela brillante de baba espesa en cada recorrida. Cada tanto se enterraba la verga hasta la garganta, llegando con sus labios a la base del tronco, prodigándome un placer indescriptible.
" Tío, estás ahí? " preguntó de pronto Mario.
" Sí, aquí estoy ", respondí tratando de mantener serena la voz.
" Hay un ruido raro. ¿Lo oyes? " preguntó Mario con un gesto de extrañeza dibujado en su rostro.
" Mmm . . . no, yo no oigo nada ", respondí intentando controlar mi respiración para sofocar los jadeos que me provocaban la concienzuda tarea del oftalmólogo.
" ¿Y el doctor? ".
" Ehh . . . salió. Debe estar ocupado con otro paciente. Pero no creo que tarde mucho en regresar " dije mientras mi mamador asentía con un suave movimiento de cabeza que también sacudía mi tranca.
" Uf! Ya me cansé de estar con esto en los ojos. Creo que me lo voy a quitar " dijo Mario llevándose las manos a la venda.
" NO!!! " exclamé alarmado, mientras el bonito médico casi se atraganta con mi verga en la boca. " Ni se te ocurra!!. Mejor espera a que venga el médico ".
Comprendiendo que la cosa podía complicarse en cualquier momento, el doctor aceleró el ritmo de su mamada para provocarme la corrida. A decir verdad no tuvo que esforzarse mucho: entre todo el tratamiento previo de lengua que le había dado a mi verga y el morbo que me causaba imaginar que el adolescente pudiese llegar a vernos en esa situación, al cabo de unos segundos sentí las inequívocas señales de la corrida. Entonces tomé suavemente de los cabellos a mi precioso doctor, y manteniéndole firme la cabeza comencé a escupir trallazos de leche caliente en la boca del joven médico, que la recibió gustoso mientras emitía suaves gemidos. Después, estando aún de rodillas él sacó su durísima verga, y bastaron unos pocos meneos para que comenzara a lanzar chorros de blanca guasca en el piso.
Desagotados los dos nos acomodamos la ropa rápidamente, y después de poner un papel sobre la espesa acabada el bello doctor me dio un último beso de lengua . . . que me hizo probar mi propia lefa.
Siguiendo la farsa, el médico fue sigilosamente hasta la puerta, le quitó el cerrojo, y después la abrió y cerró ruidosamente como para simular que recién había entrado.
" Bueno, cómo sigue mi paciente? " dijo mientras me guiñaba un ojo.
" Bien. Pero ya quíteme esto, por favor ".
" Sí, a eso he venido ".
El médico retiró la venda de los ojos de Mario, le colocó otras gotas, y tal como había dicho le puso un parche sólo en el ojo lastimado.
" Listo, amigo! Ya puedes irte. Debes venir mañana para control, y si todo está bien podremos quitarte el parche ".
Salimos del consultorio, y antes de cruzar el umbral le di la mano al joven médico mientras le decía:
" Gracias por su atención, doctor. Y Feliz Año Nuevo!. Lástima que no hayamos podido compartir una champaña ".
" No " me dijo él. " Yo soy abstemio. Sólo brindo con leche " agregó sonriendo con picardía, haciéndome subir los colores mientras Mario me miraba con una expresión extraña.
Antes de abandonar el hospital llamé a casa y avisé que el muchacho estaba bien, y que ya íbamos hacia allí. Luego subí al carro, y emprendimos el regreso. Habíamos andado un tramo en silencio, cuando de repente Mario dijo:
" Bueno el doctor, no? ".
" Sí ", asentí. " Un tipo muy amable y profesional. Te atendió rápido y . . . ".
" No, me refiero que era bueno mamando ".
Casi chocamos. Detuve el carro, y lo miré azorado.
" ¡¡¿Qué estás diciendo?!! ".
" Vamos, tío. Los oí. El ruido de una mamada es inconfundible. Y después me acomodé mejor y los vi. Por tu cara se ve que la chupaba muy bien ".
" Amigo, estás en problemas ", pensé.
" Yo . . . ehh . . . Mario, yo no . . ."
" No, tío, está todo bien. Yo no voy a decir nada. Bueno . . . eso depende de ti ".
" ¿Me vas a chantajear? " preguntó riendo nervioso.
" Mmm . . . no sé. Pero si me dejas que te dé el mismo tratamiento que dio el doctorcito, no voy a decir nada en casa " me dijo mientras me guiñaba su ojo libre.
Mudo por la sorpresa, abrí grande los ojos . . . y mi rebelde verga pegó un estirón.
" Vamos, tío. Hoy cuando te vi no sabía como encararte, pero esto resolvió mi problema. Y ahora . . . estás en mis manos ".
" Pero . . . eres un muchachito, y además pariente mío . . . "
" ¿Y? Anda, tío. Yo también quiero brindar con leche ".
Bueno, que podía hacer!. Estaba acorralado, y no tuve más remedio que acceder . . . . con absoluto gusto.
Y se ve el chico tenía bastante experiencia, porque manejaba la lengua como los dioses.
Pero esa es otra historia.