Brigada Anti-Vicio

Un agente joven. Primera vez que patrulla solo y de paisano. El barrio rojo. Droga, sex-shops, prostíbulos… Mucho vicio. Allí, en medio, una colegiala.

La primera misión

Hace fresco, no hay luna, el cielo completamente negro… Eso sí, muchas farolas. Algún callejón sin luz.

Mi primera misión solo y de paisano. La pasada semana aún estaba poniendo multas de tráfico. Hace dos meses que se aprobó el traslado pero no se hizo efectivo hasta ayer.

Es una misión fácil… un poco miserable, pero fácil. Debo pasear hasta recibir proposiciones de alguna prostituta. Entonces debo detenerla y llamar a los compañeros para que la lleven a comisaría… Si es posible, repito la operación. Soy nuevo, no me conocen… debería funcionar.

La prostitución es delito en este país… Pero sabemos que sólo por eso no van a ir a la cárcel. Detenerlas es como hacer un censo… el principal interés es ficharlas antes de soltarlas. A veces, aparece alguna en busca y captura por otro delito o, tal vez, llevan droga, incluso un arma ilegal. En ese caso, la detención pasa a ser condena y puntúa más.

Primera presa. Mujer alta, ya rozando la treintena. Short más corto que sus bragas. Medias de rejilla. Tacones rojos, escote, tetas operadas, rubia de bote, al menos un kilo de maquillaje.

Me acerco a su esquina… viene hacia mí. Sonríe… me propone diversión. Acepto… Acordamos un precio: fundamental, eso es lo que la define como prostituta. Caminamos hacia mi coche. Aparqué el coche camuflado en un descampado cercano. Al ver lo solitario del lugar, ella siente un poco de miedo. Aun así continúa. Llegamos al vehículo. Ella vuelve a dudar. Me habla:

  • Cariño, ¿No eres de los malos, verdad? -dice.
  • Todo lo contrario soy de los buenos.

Al mismo tiempo, le enseño la placa. Ahora sí que se asusta. Da media vuelta. Intenta salir corriendo. La agarro de un brazo. No dudo: llave de judo acompañada de zancadilla. No le hago daño pero la hago caer sobre el lateral del coche. Le junto las manos. Le pongo las esposas a la espalda antes de que reaccione. La cacheo… Protesta un poco, forcejea... Está asustada, temblando. Llamo, se la llevan en otro camuflado… Cojo otro par de esposas del maletero.

Vuelvo a la zona caliente… Camino lentamente. Oigo una voz suave:

  • Guapo, ¿Me haces un favor?

Me vuelvo… ¡¡¡Qué!!! No debe ser una ramera. Una chica jovencísima. Entre dieciocho y veinte. Si fuera menor, debo detenerla igual… la retendrán hasta localizar a sus padres. Minifalda vaquera, sandalias de tacón medio, top blanco… ¡¡¡Qué top!!! No… ¡¡¡Qué tetas!!! Dos orgullosas montañitas de carne… No creo que pueda abarcarlas con la mano. ¡¡¡Quien pudiera tocarlas, acariciarlas!!! Las imagino suaves, jugosas... Veo todo el hemisferio superior de cada una. No hay canalillo… con ese tamaño se apretujan una a otra. Desafían a la gravedad. Los pezones miran de frente. Tiene que ser un sujetador tipo wonder-bra. No es posible que esas masas se mantengan derechas. Parecen naturales… No creo que se haya operado tan joven.

  • Por favor… si vienes conmigo no tendré que chupársela a algún cerdo.

Pues sí que es puta… Al hablar me fijé en su cara. Jovencísima… Dos ojos negros, enormes, brillantes. Pelo negro, de azabache, muy rizado. Piel blanca, parece suave, seguramente cálida. Los labios pintados de rojo intenso, un color rotundo, artificial… las mejillas rosadas que los flanquean son naturales ¿Cómo una chica así hace esto en la calle? No me extrañaría verla de compras en un centro comercial, trabajando en una tienda o en una cafetería, yendo a clase…

Acepto la propuesta. Caminamos de nuevo hacia el coche mientras acordamos un precio. No parece asustada. Me ha tomado del brazo como si fuéramos novios.

Llegamos… Todavía no actúo. Ella me despierta muchas dudas. Subimos al asiento de atrás. No sé si he hecho bien. Me besa… Al notar mis dudas pregunta:

  • ¿Qué pasa, no quieres?
  • Eres muy niña… no serás menor...

Se ríe… me enseña el carnet. Parece auténtico. Diecinueve años. Una prostituta nunca enseña esto a un cliente. Novata, sin duda. ¿Qué la ha llevado a esto?

  • ¿Te llamas Saray?
  • Sí, no es nombre artístico...

Ninguna da su nombre verdadero a un cliente. O miente muy bien o no sabe mentir en absoluto. En todo caso, debo acabar con esto… Le enseño la placa…

De nuevo cara de pánico. Quiere salir. La sujeto por las muñecas. Sin hacerle daño, pero con firmeza, le pongo las esposas. Esta vez delante… El reglamento es colocarlas siempre a la espalda en el primer momento de un arresto. Pero eso se me hace difícil sin salir del coche.

  • No, no, por favor… a comisaría no… -dice ella con voz asustada.

Continúa suplicando, sollozando, llorando…

¡¡¡Ehhh!!! No hagas eso… Me está tocando la entrepierna. La tengo que parar. ¡¡¡Ahhh!!! Sí… me gusta… Cierro los ojos y levanto la cabeza. Me dejo llevar por la sensación. Las esposas tintinean… dos eslabones unen los grilletes, menos de diez centímetros de separación entre sus manitas y aun así puede masturbarme.

¡¡¡Ahhh!!! ¿Qué haces? Se ha puesto de rodillas en el estrecho suelo del asiento de atrás. Ha bajado un poco el top… sus enormes senos están ahí… libres. ¡¡¡Ahhh!!! Coloca mi polla entre ellos. ¡¡¡Ahhh!!! Esto es demasiado… cómo resistir… Nunca me habían hecho esto. Ella ha cogido una teta con cada una de sus manos. Mi polla aplastada entre las dos grandes masas de carne… Me masturba frotando… Sigo oyendo el ruidito insistente de las esposas. No apreté mucho, sólo lo suficiente para retenerla pero tanto movimiento le tiene que doler.

¡¡¡Ahhh!!! Sin dejar de frotar mi pene con sus pechos, ha empezado a usar la lengua… está chupando la punta con maestría. ¡¡¡Ahhh!!! No puedo más… me voy a correr ya… Le acaricio el pelo, así la ayudo a mantener el equilibrio. Querría aguantar un poco el semen para follarla… ¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡No puedo!!! Me abandono al orgasmo… expulso una avalancha de leche caliente. Ella la traga sin dudar…

Desde luego no es tan novata como puta… Espero que al menos no sea menor. Nadie nos vio… ¡¡¡Qué demonios!!! Le quito las esposas… ella se recompone el top, se arregla un poco y se va sin decir palabra. Me quedo allí tirado… por un lado satisfecho, por otro sintiéndome culpable, mal policía, corrupto, putero…

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Me recompongo… Todavía es la una de la mañana. Al menos debo continuar la misión… Una a una caen tres más. El capitán estará contento. Antes de salir, repasé las fotos de las que ya están fichadas… Nos interesa la “sangre nueva”. Creo que todas lo son. Sabina también, claro… pero a esa no la he visto.

Seis y media de la mañana, falta poco para el amanecer. Vuelvo al coche de retirada… Algo llama mi atención… algo no, alguien.

Parece estar descansando sobre el capó de un coche. Viste de chica normal, pero provocativa… muy provocativa. Taconazos negros, short rosa… no deja ver las bragas pero bien ajustado. Top blanco de encaje… Bajo él se adivinan dos tetas, creo que justo del tamaño de mi mano. Contrarias a las de Saray… Más pequeñas, pero seguramente más firmes; duras y frescas como las manzanas. Lleva una mochila rosa.

Su cara es redonda y hermosa, su pelo rubio, muy rubio… No me suena que esté fichada. De hecho, dudo si es del “oficio”. A lo mejor sólo le gusta gustar… A todas les gusta gustar…

Al pasar junto a ella, despeja mis dudas:

  • ¿De retirada, chico? Venga… date una alegría. Te la chupo en tu coche por poco dinero.

Vale, acepto… Mi última víctima del día. Al decir “por poco dinero”, podría esposarla ya. Espero un poco… Llegamos al coche. Ella se apoya en la puerta mirándome lasciva. Me propone precio… ya está: pongo la placa en su cara. Pone cara de fastidio pero no intenta huir. En cinco segundos está esposada con las manos a la espalda y sentada en el asiento de atrás. Ya no necesito llamar a nadie. La llevo yo mismo…

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Me ducho en comisaría y me dirijo a la salida… Vaya noche… Hay que descansar. Cuando ya veía la puerta me avisan: me llama el capitán…

  • Lo has hecho muy bien, novato, cuatro putas sin fichar -me dice.
  • Detuve a cinco...
  • La última es la mejor… ya la conocíamos… Macarena, una gran profesional…
  • No me sonaba. ¿Estaba en las fichas?
  • Cambió el pelo, el maquillaje, el estilo… Va de estudiante calentona. Pero sigue siendo la maestra de las mamadas. Su nombre de guerra es Miryam, pero realmente se llama Macarena, nombre de virgen.

Me pidió que lo siguiera…

  • Chico, te has ganado ser bautizado como uno de los nuestros.

No entendí muy bien… Me llevó a una pequeña sala oscura. Por el ventanuco se veía la sala de interrogatorios. Un despacho grande. Todo pintado de grande. Muy iluminado con luces en el techo pero sin ninguna luz natural. Por aquella ventana se podía ver sin ser visto.

Allí estaba la tal Macarena. Preparada para interrogatorio. Sola, sentada en un taburete estrecho, en el centro de la sala, bajo una de las lámparas. Era la típica espera para “ablandar” al acusado. Le habían quitado zapatos y cinturón. Esposas por delante, seguramente apretadas hasta el límite: presión soportable pero incómoda. Desde que la detuve, lleva más de dos horas esposada.

  • ¿Por qué se la va a interrogar? -pregunté.
  • ¿No registraste la mochila? Tenía dos gramos de cocaína...

No dije nada. Claro que la había registrado… no vi nada ilegal. Maquillaje, un teléfono, condones y algunas chuches. A estas chicas les encantan las chuches…

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Ocurre lo que me temía. El capitán entra en la sala de interrogatorios. Le enseña la droga supuestamente encontrada. Ella lo niega. Él la amenaza, pueden ser dos años de cárcel…

Continúan un rato… él amenaza, ella niega…

Él acaba soltándose:

  • Practica un poco tu especialidad y lo olvidamos.

Ella duda, se da la vuelta, veo su cara de enfado… Se vuelve, dice secamente:

  • Vale, pero dame una raya de eso…

El capitán abre la bolsa y la vierte sobre la mesita que hay pegada a la pared. La divide en tres rayas.

  • ¿Por qué tres?
  • Porque luego vendrá el jovencito que te trincó...

¿Qué? Veo como el capitán sorbe por la nariz una de las rayas. Ella se levanta y se acerca… Extiende las manos, como pidiendo que al menos le quiten las esposas. No hay piedad:

  • Estás muy guapa con las pulseritas.

Veo como ella consume otra raya. Me voy de la sala espía, no quiero ver más. Afuera me espera el sargento. ¿Qué me quiere decir?

  • Chico, debes entrar ahí cuando salga él. Deja que te la mame o bésala en la frente, como quieras, pero si no entras, el capitán te hará la vida imposible.
  • Tengo que ser cómplice de esto. Eso me convierte en uno de los vuestros.
  • Eres listo, chaval...

Tras un rato, el capitán sale con el rostro enrojecido, jadeando… Al verme me da una palmadita en el hombro y me invita a entrar… Entro nada convencido. Cierro la puerta lentamente, veo a Macarena esperando de pie, todavía con las esposas, el rostro también enrojecido, creo que más por el enfado que por otra cosa.

  • Tómate la raya y bájate los pantalones, que quiero acabar rápido.
  • No tomaré droga y no es necesario que me chupes nada.
  • ¿Ahora vas de bueno?
  • Te detuve porque era la ley… ahora no quiero saltármela…
  • Registraste mis cosas, sabes que la droga no es mía…
  • Lo sé…
  • Pues mira, a mí me apetece otra. El cerdo de tu capitán invita...

Ella sorbe la última raya. Después, se masajea las muñecas como puede.

  • Me molestan mucho las esposas -dijo.

Se lo merece… le suelto las manos. Al menos estará un rato a gusto.

  • ¿Sabes? Ya me iba a dormir cuando te ví pasar -me dijo-. Te eligieron bien para la misión. Pareces un estudiante tímido de cara aniñada. El perfecto cliente de las putas. Inofensivo…  Perfecto para esconder la placa y el par de esposas.
  • ¿Y por qué me llamaste?

Por toda respuesta, se arrodilla delante de mí y me baja pantalón y calzoncillo. ¿Qué? Sin mediar palabra comienza a chuparme la polla. ¡¡¡Ahhh!!! Vaya respuesta… ¿Le apetecía chupársela al estudiante tímido?

¡¡¡Ahhh!!! Ella sigue chupando y yo acariciándole el pelo. Desde mi posición (de pie, apoyado en el borde de la mesa), intento quitarle el top. Quiero probar la consistencia de aquellos pechos. Es difícil desde arriba… ¡¡¡Ahhh!!! Y más recibiendo aquel tratamiento húmedo y aterciopelado.

A punto de correrme, la paro con suavidad. Ella entiende… sabía que quería pasar a la penetración. Me pide buscar un preservativo en su mochila, lo encuentro y se lo doy. Entonces la desnudo, me arrodillo frente a ella, puedo tocar sus tetas… firmes/duras. Puedo besarlas…

Le bajo el pantalón… las bragas. Le acaricio la vulva… la beso… la chupo… Ella se retuerce, gime, parece disfrutar. Acaba cabalgando sobre mí… Me coloca el preservativo en la punta del pene, lo estira con la boca, ¡¡¡Ahhhh!!! Se coloca sobre el miembro, ¡¡¡Ahhh!!! Ha bajado hasta el fondo… ¡¡¡Ahhh!!! Arriba, abajo… arriba, abajo… Me está castigando, se está vengando del arresto… Me está follando… ¡¡¡Ahhh!!!

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Yo vivía y trabajaba en la capital. Hace dos días que ordenaron mi traslado aquí… a esta ciudad portuaria e industrial. Conseguí a toda prisa un apartamento de alquiler. Tras mi primera misión desayuné en una cafetería y llegué a la cama siendo ya las diez de la mañana. Dormí diez horas del tirón...


Penélope:

Penélope trabaja en la comisaría. Personal civil administrativo. Es guapa y de trato agradable. Hoy no trabajo de noche… He quedado con ella en una cafetería, a media tarde. ¿Me gusta? Sí… Y me gusta quedar con una chica normal, no quiero tratar sólo con putas.

Los compañeros me han tomado el pelo, la llaman “la monjita”. Sí, es pequeña, de apenas metro cincuenta y muy discreta: pantalones holgados, jerseys de cuello alto. No le gusta enseñar su cuerpo, aunque no puede ocultar sus formas femeninas y dos enormes pechos redondos que podrían competir con los de Saray. ¿Qué?, ¿Por qué las comparo?.

A mitad del café, la veo acercarse a mi mesa. ¡¡¡Parece otra mujer!!! Sandalias con cuña de esparto, falda vaquera, justo por encima de la rodilla. Blusa sin mangas con escote barco. Apenas veo la parte de arriba de sus pechos, pero el volumen del escote me dice que están ahí enteros, frescos, morenos como el resto de su piel... Su cara aniñada exhibe una gran sonrisa, labios pintados de coral, ojos verdes, el pelo negro, liso y muy corto, como un chico…

La cita va bien. Tomamos algo, paseamos por el centro, entramos en tiendas. Conversación, risas…

Propongo ir al cine, entonces ella reacciona inesperadamente. Prefiere “Netflix”... allí al lado, en su apartamento.

Accedo, ¿Quién se negaría? Alucino cuando la veo seleccionar sin dudar: “50 sombras de Grey”... ¡¡¡Vaya con la monjita!!!

Al poco tiempo, la tengo apoyada sobre mi pecho. Noto el calor de su cuerpo. La rodeo con un brazo por su cintura… Ella acepta, se arrima más.

Cuando me doy cuenta le estoy besando el cuello, ella acepta… me ofrece su boca. Fundo mi boca con la suya, hundo mi lengua hasta el fondo… El sabor es indescriptible, dulce, fresco, como una fruta roja y madura.

Le quito la blusa… Ahí abajo, mantenidos en su sitio por un firme sujetador están los dos grandes premios: sus magníficos senos.

Llegado a este punto, saludo a ambos con un dulce beso, paseo mi lengua por el canalillo. Como un niño travieso, maniobro al mismo tiempo, para desabrochar el sujetador. Lo retiro suavemente… beso con calma ambas tetas. Primero la izquierda, luego la derecha… chupo los pezones con dedicación. Ella sonríe mientras emite gemidos casi inaudibles. Parece disfrutar, aunque de repente dice:

  • ¡¡¡Oye!!! Quería hacer un juego…
  • ¿A qué quieres jugar?
  • A que soy una buscona, de esas que arrestáis en las noches de redada.

Vaya… La discreta Penélope tiene dentro guardada a una mujer viciosa y atrevida. Me encanta que la reserve y me la enseñe en la intimidad.

El apartamento no es muy grande pero podemos escenificarlo. Tal y como está: desnuda de cintura para arriba, ella espera en la esquina del salón. Yo me acerco… le entro a lo loco: “¿Qué tal nena?”, ella responde también directa, sonriendo… Nos inventamos una conversación desvergonzada, sobreactuada… Intento meter mi mano por dentro de su falda…

  • No, gratis no...

Entonces me pide dinero… Exagera: un millón de euros… Yo acepto, pero enseguida le enseño la placa. Ella suplica no ser detenida, sobreactúa cada vez más. Tengo las esposas. No sé cómo reaccionará. Acerco un grillete a su muñeca. Ella se ríe, finge resistirse pero se ríe. Cierro el grillete alrededor de su muñeca, no aprieto, un par de pasos del trinquete, lo justo para que no se pueda soltar… Hago lo mismo con la otra muñeca. Ella me besa con pasión…

Con suavidad, cojo la cadena que une sus muñecas, tiro despacio. La llevo como a una detenida real, pero con extrema delicadeza. Caminamos hacia el dormitorio… ella me guía entre bromas.

A mitad de camino, le desabrocho la falda con la mano izquierda… la derecha sujeta las esposas. Ella está indefensa y lo disfruta. Le meto mano bajo sus braguitas de blonda. Está caliente… muy caliente.

Llegamos a la cama. La tumbo con cuidado. Zapatos todavía puestos. Las bragas en los tobillos. Al no poder sacarlas con las sandalias abrochadas casi es como si le hubiera atados los pies.

¡¡¡Ahhh!!! No la puedo penetrar por delante… no puede abrir las piernas. La coloco de costado… La penetro con cuidado, con el pene desde atrás. Al tiempo que la penetro toqueteo su clítoris… de vez en cuando estrujo sus tetas… son carnosas, consistentes.

Noto como gime, chilla, se retuerce, convulsiona… Llega al orgasmo… intenta separar los pies y no puede, casi rompe las bragas… intenta separar las manos y no puede, espero que no se haga daño. Continúo penetrándola unos segundos, me dejo ir… siento el líquido salir, cálido, denso, pegajoso, huelo su olor inconfundible, me siento muy húmedo...

Le libero las manos, la descalzo, le quito la braga… espero que no se haya estropeado. Juro que no contaré nada a los compañeros de la comisaría.


El encuentro:

Tras trabajar de noche salgo por la mañana. Penélope entra en ese momento. Discreta, recatada, como siempre… Comprueba que nadie nos ve. Me da un beso… Quedamos para esa noche. No sé si tengo novia, pero esto se parece bastante. Llevamos cuatro semanas: saliendo, compartiendo cafés, meriendas, cenas… paseando, durmiendo los dos en mi casa, los dos en la suya...

Voy a desayunar a la cafetería de siempre. Está justo en el límite con el barrio rojo. Muchas veces vienen a desayunar las busconas. Muchas ya me conocen. Pero aquí no me temen… saben que ya no estoy de servicio. Hoy hemos vigilado a unos supuestos traficantes.

Entonces las veo aparecer… una morena bajita y una rubia más alta… Saray y Macarena… Ambas vienen agotadas en busca de descanso y energía. Ambas me miran. Ambas tienen un aspecto muy provocativo…

Macarena lleva un vestido negro ajustado… ¿De cuero?, ¿De látex) De algo sintético pero deja ver todas sus curvas. La prenda termina recta justo por encima del pecho, ahí se adivinan sus dos tetas. Tamaño medio, medio tirando a pequeño, pero bajo esa prenda llaman más que si enseñara escote. El vestido tiene una cremallera central, de arriba a abajo… Hoy varios hombres han pagado por abrirla, seguro… Por encima lleva una camisa blanca que apenas le debe proteger un poco del frío. Zapatos de tacón blancos, a juego con la camisa.

Saray… Dios cómo está Saray. Short de cuadros hasta la mitad del muslo. Medias negras, zapatos de tacón rojos… El top… no sería ella sin un top, es casi igual al que llevaba el día que la conocí. Cambia el color… ahora es negro. Ahí están sus pechos poderosos. Estando de pie frente a ella vería los vería en su plenitud, dos lunas pegadas, algo apretujadas entre sí. Desde mi silla sólo los adivino. Su pintalabios es de un rojo rotundo, a juego con los zapatos.

No me dicen nada, se sientan. No puedo evitar que mi oído preste atención máxima en esa dirección. Piden dos cafés y mucha bollería… Por lo que oigo, comparten un apartamento. Protestan por un tal Lalo… Algo me dice que hablan de un chulo. Pasan a hablar más bajito… ya no sé qué dicen.

Pago al camarero, miro el móvil… Me voy a ir a dormir. Una voz me hace levantar la vista…

  • ¡¡¡Inspector!!!

Es Macarena, me habla directamente… no sonríe pero tampoco está enfadada. Pienso que me respeta. El día que la detuve hice lo que pude para que la soltaran esa mañana. Ella me habla muy bajito:

  • Mi amiga, Saray… quiere dormir contigo.

¡¡¡Ehhh!!! ¿¿¿Qué???

  • Vaya cara pones… ¡¡¡ESO que he dicho!!!… No te cobrará y no podrás detenerla. Si aceptas, espera aparcado en el siguiente callejón, ahí nadie verá nada… ¿Tienes coche?
  • Sí…
  • Pues en diez minutos salimos por la puerta… si no estás ahí, no pasa nada.

¿¿Ehhh??? No debo… Soy policía. Algún día tendré que detenerla… ya tendría que haberlo hecho. Me voy a meter en tremendo lío. Penélope me mata… Peor... me mata su padre, es militar. Me pega un tiro y se queda tan ancho…

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Salen del bar a los diez minutos justos, puntuales… Las veo desde el coche. Ellas me ven. Se despiden… Ella se sube. Nadie nos ve…

Motel de las afueras. Habitación con garaje propio. Pago por adelantado… Yo pago. Efectivo, por supuesto.

Los dos estábamos rendidos. Nos tiramos sobre la cama. Nos abrazamos, nos fundimos… Me gusta sentir su piel, suave, tibia… La beso muy lentamente… Nos desnudamos muy lentamente. Seguimos un rato pegados, mi boca sobre su piel, su boca sobre mi piel…

Tímidamente, me acerco a su sexo para penetrarlo… Ella pide usar condón. Yo no llevo, ella sí… Lentamente, sin ninguna prisa la penetro hasta el fondo muchas veces. Entro lentamente y salgo más lentamente… saboreo cada acometida, como un niño con un helado gigante… Ella da muestras de disfrutar: sonríe, gime… ella tampoco tiene prisa. Por fin llego a la eyaculación… creo que llevo una hora dentro de ella.

Dormimos durante horas… el móvil nos despierta… Tengo que ir con Penélope, me siento mal, soy un cabrón… Salimos con prisa… No me quiere decir donde vive, la dejo donde me indica, en un cruce. Salgo al encuentro con mi novia… Nunca había sido infiel… ahora parece que lo soy.


El arresto:

Han pasado dos semanas. Sigo viendo intensamente a Penélope… En comisaría es la mujer discreta de siempre. Cuando está conmigo es atrevida... cada vez más. Le gusta mucho jugar a ser la chica mala, le gusta que le deje dinero en la mesilla después de follar… A mí, me gusta esa doble personalidad.

Yo también tengo doble personalidad… He tenido otros dos encuentros con Saray. La verdadera prostituta, conmigo se convierte en una chica frágil, dulce, casi diría inocente.

Saray siempre trae preservativos, gajes del oficio… No le ponen nada la placa de policía o las esposas. Quiere un polvo dulce, lento, como una camisa de terciopelo.

Penélope no quiere saber nada de condones… Tal vez quiere tener hijos. Le gusta jugar a puta, follar esposada y todo tipo de jueguecitos de rol. El sexo con ella es duro, turbio, caliente, sudoroso… ¡¡¡Magnífico!!!

Ayer ocurrió lo que tenía que pasar, antes o después… Llevábamos como quince días vigilando a unos traficantes. Atacamos en el momento en que celebraban una fiesta… entramos en la casa a tumba abierta, derribando la puerta, disparando al aire…

Allí estaba ella… Los camellos habían contratado a tres rameras. Estaban en el salón en ropa interior, puestas de coca…

Una de ellas era Saray. Me tocó detenerla… antes o después me iba a tocar.

Dejamos que se vistieran. Con la cara enrojecida se subió la minifalda y se puso el top sobre el sujetador. Siempre con tops de escándalo… Un top rojo con falda negra.

  • Manos en la nuca -le dije, cuando aún estaba calzándose. Curiosamente, no llevaba tacones, sólo un par de bailarinas negras.

Sabía que no le iba a gustar nada, pero debía hacerlo. Todos los compañeros delante… no podía dejarla ir. Grillete en la mano izquierda, no aprieto mucho pero me aseguro de que la muñeca no pueda girar. Junto ambas manos en su espalda, aprieto el segundo grillete alrededor de la muñeca derecha. Nos llevamos a todos a comisaría. Saray nunca había sido detenida… tenía cara de estar en un funeral. Dedicándose a esto debía saber que antes o después la ficharían… Mañana estará en la calle.

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Eso pensaba… algo se ha complicado. Al meter los datos de Saray el ordenador hizo sonar una alarma estrepitosamente. En busca y captura por homicidio. ¿Qué?

La estoy viendo por la ventana que da a la sala de interrogatorios. Lleva ahí ya más de una hora. En proceso de “ablandamiento”... descalza, esposada, sentada en un taburete en el centro de la sala. La sala es grande pero vacía, sólo hay una mesa en una de las paredes. La de los focos es excesiva, se refleja en las paredes blancas y deslumbra al sospechoso.

Como yo la detuve, participaré en el interrogatorio. Pero estamos esperando a la mejor instructora/interrogadora de la provincia. La terrible oficial Liliana. De ella se dice que puede hacerte confesar lo que has hecho y lo que no…

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Por fin vino… De paisano, cara de enfadada. La han llamado de madrugada. Mujer alta, fuerte… melena castaña, la cara podría decirse atractiva pero con esa expresión da miedo. Bajo el jersey se manifiestan dos pechos poderosos. Se niega a ponerse el uniforme, se cuelga una identificación del cuello… La tarjeta con su foto y datos queda allí colgada en su pecho entre las dos montañas de sus senos. No tiene sobrepeso pero el hueso de su cadera es ancho, sus hombros son rectos como escuadras. Bajo los vaqueros se adivina la fibrosa musculatura de sus muslos, de sus gemelos… Lleva botas de cuero de media caña con el pantalón por dentro.

Nos deja claro cómo va a ser el interrogatorio. Sobre todo a mí…

  • Yo aquí soy la mala, soy el diablo con peluca… Ya estará acojonada. Entro ahí y la acojono más…
  • Cuando yo salga, entras tú y haces el papel del príncipe de Blancanieves.

Ella entró… Pisaba con fuerza, hacía ruido con sus botas. Se acerca a ella, Saray se hace un ovillo en el taburete, echa sus pies descalzos hacia atrás, tal vez tema que la pise.

Liliana empieza a hablar…

  • Saray Gómez. Toda la vida en la capital. Estudiante brillante. Un novio guapo y rico… Hacéis una fiesta de fin de curso. Todos saben que tú y él acabáis en un hotel, bueno un motel a veinte kilómetros. Nada raro, nada peligroso…
  • Al día siguiente… nadie cree lo que pasa. Él aparece en la cama… desnudo, manos sujetas por esposas del sex-shop… sería gracioso si no estuviera muerto. Revólver sobre la cama, tus huellas en él, las suyas también… la bala entró por la mandíbula y salió por la coronilla… cerebro atravesado.

Saray está inmóvil.. helada.

  • ¿Qué me dices nena?
  • Cariño, te juegas la perpetua...

Un rato de silencio interminable. Saray sólo acierta a sollozar.

  • Vega habla… Así evitas lo peor del interrogatorio.
  • ¿Lo peor? -era lo primero que decía.
  • “Presión física moderada”, eso dice el reglamento.

Saray llora escandalosamente…

  • Y si confiesas, tendrás un tribunal más indulgente...

A pesar de la agresividad del interrogatorio, no logra ninguna respuesta.

  • De rodillas…
  • ¿Qué?
  • Empieza la presión moderada, de rodillas.

Saray obedece, desde la garita de control veo su cara de pánico. Liliana coge un par de esposas. Las cierra sobre sus tobillos…

  • Esto sólo es posible con pies chiquititos como los tuyos.

Cierto… y cierto que aunque no apriete va a ser muy doloroso. Hay grilletes para tobillo con más holgura pero usar los de muñeca es una barbaridad. Aunque el tobillo quepa dentro, va a rozar al mínimo movimiento. Con sólo dos eslabones pequeños de cadena, no puede ni dar un paso. No creo que pueda ni ponerse de pie.

Entonces, para sorpresa de todos, le quita las esposas de las manos.

  • ¡¡¡Ayyy!!!

Llega a mí el chillido de Saray, la ha cogido fuertemente por una mano, la va a esposar a la espalda. No usa los mismos grilletes. Trae otros… sin cadena. Ambos brazaletes van unidos por un bloque metálico. Esposas rígidas. Mucho más restrictivas, mucho más incómodas. Le coloca las palmas hacia afuera, aprieta bien para que no pueda girar las muñecas.

  • ¿Algo que decir?

Ella no habla… Liliana insiste, amenaza… no habla.

Por fin sale… Me pide que espere. Quiere que sufra un poco más…

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Por fin me deja entrar… No sé muy bien como actuar. Le quito las esposas… le doy agua. Ella habla:

  • No puedo decir nada... No sé qué pasó. Había bebido mucho… Los dos habíamos bebido mucho. El intento de sexo fue un desastre… al pobre no se le levantó…
  • No sé qué pasó después, no recuerdo nada. Oí el disparo… ví la cabeza destrozada. Salí a toda la velocidad que pude. Huí hasta aquí… Ya sabes el resto… Me tuve que meter a puta.
  • No sé qué pasó entre el intento de polvo y el disparo… Está todo borrado. Fue el alcohol o el trauma… No recuerdo nada.

Le suelto los tobillos y la dejo descansar. Está todo grabado. No sé si será suficiente pero no creo que se pueda conseguir más.

Le devuelvo las bailarinas.

  • Tengo que llevarte a calabozos -le digo.

Lentamente cojo uno de los pares de esposas, de cadena evito el rígido. Ella comprende, extiende las manos. La sujeto sin apretar los trinquetes. La llevo a la puerta de calabozos, tirando suavemente de la cadena.


En la cárcel:

Me conducen esposada por el pasillo. Es mi policía preferido… Un boy-scout. Por un lado, estoy loca por él… un policía joven, medianamente honesto, no disfruta con la crueldad… Por otro lado, lo odio. Lo odio porque me desarma, estoy indefensa frente a él.

Antes o después tenía que pasar. Me pillaron. Al final del pasillo, hay una puerta metálica… Parece inexpugnable y, sobre todo, siniestra… Los calabozos. La cárcel… ya lo dijo la policía sádica: me espera la perpetua. Vivir entre mujeres igual de putas e igual de desgraciadas que yo. Levantarme todos los días a las siete para no hacer nada… Para trabajar a la fuerza en algún taller que prohibirían por malas condiciones si no estuviera dentro de la cárcel.

El inspector llama a la puerta. Se oyen pasos, llaves, clicks metálicos, un cerrojo deslizándose.

Un guardia aparece en la puerta. Examina el documento que le da el inspector. Asiente. Toma mi brazo, me obliga a entrar. Cierra la puerta: cerrojo, candado… ya estoy dentro. Señala un pequeño taburete. Entiendo, me siento en él.

Se va… quedo a la espera… media hora a la espera. Las esperas aquí son lo peor… Aparece una agente femenina. Gruesa, fuerte, el doble que yo… Me pregunta la talla: de calzado, de pantalón, de camiseta. Se va… De nuevo sola esperando.

Vuelve… Me lleva con ella. Me fijo en que lleva una bolsa de tela. Me conduce a una habitación vacía. Sólo hay un banco de madera. Me quita las esposas… menos mal.

  • Te lo quitas todo… quiero verte en pelota picada -grita… no había dicho ni palabra hasta ahora.

De mala gana pero obedezco… Top fuera, falda fuera, señalo al calzado… asiente.

  • Ropa interior también…

Me cuesta pero obedezco… Ahora sí, en pelota picada. Me quedo de pie frente a ella. Tapo las tetas con una mano y el coño con la otra.

  • No te hagas la recatada… contra esa pared, apoya las manos.

Obedezco aunque no me gusta nada… Oigo un ruido que me aterra. Miro de reojo, veo como se pone guantes y los unta con vaselina… ¡¡¡No!!!

  • Mira a la pared...

¡¡¡Ahhh!!! Me registra el coño… ¡¡¡Ahora el culo!!! Que no llevo nada, so puta… Me muerdo la lengua para no gritar mis pensamientos. Apoyo la cabeza en la pared… noto correr las lágrimas…

Ella me separa de la pared violentamente. Me da ropa, la llevaba en la bolsa. Una braga áspera de color blanco. Calcetines de algodón gruesos, del mismo color. Camiseta blanca… Un chándal naranja… pantalón y sudadera. Zuecos de goma también naranjas.

Me pone una brida en una muñeca como las identificaciones de hospital. Tiene un número de muchas cifras, no puedo ni leerlo.

Me lleva por un pasillo, me arroja en una habitación minúscula… en una celda. Oigo como cierra la puerta… Dos metros por dos. Un colchón mugriento en el suelo. Un ventanuco enano con reja. Una especie de baño de campaña en una esquina. Es directamente una caja grande de plástico. El interior es como el baño de una caravana. Retrete enano, pileta enana, una ducha donde apenas cabe un niño pequeño.

No hay agua en la ducha… veo el letrero en la pared. Sólo por la mañana, te avisan y tienes cinco minutos.

Me tumbo en el colchón...


Liliana:

Acabo de dejar a Saray en la entrada de calabozos. Entro en el baño… Un baño unisex.

¡¡Ehh!! que está ocupado. Al volverme veo a Liliana, ha cerrado la puerta por dentro. Apoyada en la puerta me mira con su cara autoritaria, altiva…

  • No lo has hecho mal.
  • No confesó…
  • Sí lo hizo. Aunque no lo recuerde, la condenarán… Envío el informe mañana mismo. En dos días la trasladarán a la capital. Puedo hacer que la lleves tú...
  • ¿Yo?
  • Así te despides de ella…
  • ¿Qué?
  • Se notan las hormonas circulando por el aire… Te la has tirado… Una, dos o diez veces no sé…
  • ¿Qué dices? Tengo novia.
  • Yo también tengo novia y me gusta follar por ahí de vez en cuando.

Al decir esto último, se quita el jersey… ¿¿Qué??

  • Acabas de decir que eres lesbiana.
  • Acabo de decir que tengo novia… No me fiaría de un novio pero me gustan las pollas.

Al no verme muy convencido insiste…

  • Quiero saber qué tienes para llevarte de calle a semejante par de mujeres. La mojigata de tu novia debe ser una fiera en la intimidad. Eso sin hablar de la ramera de las tetas grandes… Todos los policías de anti-vicio sois puteros pero tú con tu pinta de estudiante empollón has inventado un nuevo estilo. Igual de putero que el resto.

E insiste…

  • O me follas ahora mismo o le cuento todo a todo el mundo.

Al decirlo se quita el sujetador… Aquello ya era demasiado. Voy decidido hacia la puerta… Hago ademán de querer abrir… Me cierra el paso. Es demasiado… comienzo a jugar con sus pechos, como un niño con dos pelotas… Me descubro acariciando los pezones con suavidad… Paso a hacerlo con la boca, con la lengua, con los dientes…

Al besar sus pezones oigo como comienza a gemir. Agachándome un poco, continúo besando su vientre, su ombligo…

Me arrodillo delante de ella… Seguro que le gusta así… una postura sumisa. Le desabrocho el pantalón… lo bajo hasta que tropieza con las botas, ya por debajo de las rodillas. Le bajo la braga hasta que tropieza con el pantalón.

Toco la vulva, el clítoris… Noto la respuesta, convulsiona. Sigo hasta que noto la humedad… Mucha humedad. Levanto la cabeza, chupo… chupo lentamente… Cada vez convulsiona y chilla más. Levanto las manos… agarro sus senos con fuerza… la empujo contra la puerta y sigo chupando… Noto como ella reprime los gritos. Le está gustando, su cara me lo dice…

Sigo, sigo… ella me acaricia el pelo. Me araña… ¡¡¡Ay!!! Ahora me para…

  • Fóllame… fóllame, cabrón -me dice en voz baja.

Ahora me apetece que sea ella la sumisa. Me levanto… la abrazo desde atrás. Suavemente, la llevo hacia el retrete. Con el pantalón así, apenas puede caminar. Avanzamos lentamente hacia la otra esquina donde está la taza blanca. A los presos les engrilletamos los pies para trasladarlos, con el pantalón así camina aun peor que con un par de grilletes. Me apetece esposarla… sería excesivo, tal vez otro día.

Al llegar a la taza, la inclino sobre ella. De rodillas, culo en pompa, pecho sobre la tapa. Me bajo yo el pantalón, el calzoncillo… mi erección es enorme… llevo empalmado desde que ella entró en el baño.

  • Fóllame… sin condón… hace mucho que me ligué las trompas.

La penetro desde atrás… con cuidado al principio… Entro y salgo varias veces… primero, despacio.

  • Más fuerte, no seas flojo...

En el fondo esperaba esa señal… Ahora cojo su larga melena. Empujo con fuerza y la follo como a una potrilla… Dentro, fuera… dentro fuera… Cada vez más rápido, cada vez más fuerte… Hasta que eyaculo y caigo rendido.

Ella se levanta lentamente, se limpia la entrepierna con papel higiénico. Se vuelve con cara satisfecha, sudorosa…

  • Ha estado bien… bien… No te creas perfecto, aun se puede hacer mejor, pero bien.

El traslado:

Dos días en este agujero. Sólo viene la guardiana a pasarme comida intragable por una portezuela.

Oigo golpear la puerta. La guardiana abre el ventanuco de la puerta. Sólo abre desde fuera. Una rejilla metálica entre ella y yo.

  • Traslado… -dice.

Abre la portezuela de la comida… es un rectángulo ancho pero de poca altura. Sólo abre desde fuera.

  • Pegada a la puerta y date la vuelta...

Será mejor obedecer. Veo venir lo que pasará…

  • Las manos atrás… sácalas por el hueco.

Las saco… siento el primer grillete. Oigo como se cierra, aprieta lo justo, lo noto ahí, presionando, no llega a hacer daño pero me advierte que no me mueva mucho. ¡¡Ayy!! segundo grillete… también llega al límite de la presión soportable.

Abre la puerta… me agarra por el codo. Me lleva como a un muñeco. Cruzamos la puerta de entrada de los calabozos… de la mini-cárcel que tienen aquí, en comisaría. La guardiana me lleva por varios pasillos hasta un garaje subterráneo.

Allí, en el centro hay un coche aparcado… Es un camuflado, sin distintivos, sin sirena. Sin embargo se puede ver la mampara que separa la parte de atrás de la delantera. Como la de un taxi. Creo que es mi taxi para la capital.

Pasos… Veo llegar al inspector… ¡¡¡Mi inspector!!! ¿Es él el encargado de mi traslado? Trae una caja de cartón pequeña. La guarda en el maletero… ¿Mi ropa?, ¿Mis pocos efectos personales? Me quitaron todo al entrar aquí…

Saca algo del maletero… ¡¡¡Mierda!!! Ruido metálico… Veo grilletes, cadenas… Se agacha delante de mí. ¡¡¡Ay!!! Grillete en un tobillo… encima del calcetín. El grillete es igual que los de las manos pero mucho más grande, al menos no es como los que me puso aquella interrogadora sádica. No aprieta mucho, pero me duele sólo con verlo. Lo mismo con el otro tobillo… Una cadena los une… cuarenta o cincuenta centímetros. Voy a poder caminar, pero despacio, nada de correr, saltar, lanzar una patada…

El centro de la cadena está unido a otra cadenita, más fina pero más larga… Él se levanta agarrando esa cadena… veo como se estira hacia mí como una culebra. Termina en un par de esposas, grilletes pequeños, de muñeca. Veo como acabaré, encadenada de pies y manos. Todavía tengo las manos sujetas a la espalda. La guardiana, detrás de mí, suelta una de mis manos mientras sujeta la otra con firmeza. Automáticamente, llevo la mano hacia adelante, el inspector la sujeta inmediatamente con un grillete, sin apretar. Después me sueltan la otra mano, la llevo delante donde me la sujetan junto a la otra… Manos juntitas, apenas diez centímetros entre ellas. Intento rascar la nariz y no puedo… mis manos unidas a los pies no pueden subir del pecho.

El inspector se dirige al volante. La mujer me obliga a subir en la parte de atrás… mis primeros pasos encadenada son horribles. Pasitos cortos, lentos, desesperantes. Sentada en el asiento, me colocan un cinturón de seguridad… es como el de los aviones, alrededor de la cintura. Me dan una botella de agua, medio litro y un sándwich envuelto… seguramente seco e insípido. Cuando la mujer cierra la puerta, veo que no hay manilla por dentro, no puedo salir. Viajo encadenada en una cárcel con ruedas.

El coche arranca. Sé que es un viaje de unas cuatro horas. Salimos del garaje subterráneo y entramos en una gran avenida… Me siento muy mal al ver a la gente por las aceras. De paseo, de compras… Deben de ser las diez de la mañana de un sábado. Todavía no hay mucha gente… Gente libre, viva…

El inspector no ha dicho ni palabra. Yo tampoco. Por un lado lo odio… él me arrestó… Sí, cumplió su deber, pensaba que sólo me ficharían y saldría a la calle sin más. Ya era la segunda vez que me detenía… La primera lo pude sobornar con sexo… la segunda, no… ¿Podría seducirlo otra vez y escapar? No sabría a dónde ir… Vaya planes hago.

Realmente me muero de vergüenza… él se ha dado cuenta de por qué le hice la paja con las tetas el día que lo conocí. Realmente me gusta, por eso volví a estar con él. ¿Pensará que soy una asesina? Realmente puedo serlo… No mentí… olvidé todo, no sé lo que pasó esa noche. No soy consciente de apretar el gatillo pero tampoco estoy segura de no haberlo hecho…

Al poco de entrar en la autopista para en un área de descanso. ¿Para qué? Abre la puerta de mi lado… me suelta una mano… gracias. Sujeta el grillete en una argolla que cuelga delante de mí. Me suelta la otra mano… Sigo sin poder escapar, pero voy más cómoda, manos libres. Hago un esfuerzo por hablar…

  • Gracias.

Contesta con una leve sonrisa. Cierra la puerta, arranca…

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Horas de aburrido viaje. La merienda estaba horrible. Al menos el agua me sentó bien… Ahí está la capital.

Me lleva a un siniestro edificio en las afueras. “Centro de Detención” pone en el letrero… El de la garita abre la barrera. Aparca frente a la puerta.

Al abrir la portezuela me vuelve a esposar las manos. Me saca del vehículo y me lleva adentro.

Los guardias aceptan la transferencia de custodia. Aquel “gracias” fue la última palabra que le dirigí… Seguramente no lo volveré a ver…

Me llevan a un calabozo similar al que sufrí los últimos días. Me tumbo en el colchón y miro al techo… Noto los pies fríos y la cabeza ardiendo. Corazón desbocado, me cuesta respirar…


El motel:

Después de dejarla voy a la comisaría central. Mi antigua comisaría… Aunque fuera en la brigada de tráfico. Como agente desplazado tengo derecho a comida y a dormir en la zona de descanso. Mañana volveré…

Una vez allí algo me hace revisar el caso de Saray. Sigo sin creer que sea culpable. Todo el informe es coherente con lo que ella dijo. El joven murió en la cama del motel, puede ser que ella no apretara el gatillo. Pero, ¿cómo demostrarlo? El fiscal la iba a atacar sin piedad. Los padres del chico piden venganza, haberse fugado y haber vivido como puta no va a ayudar nada.

Alguien pasa por allí… ¡¡¡Anabel!!!

Anabel nunca me cayó muy bien… digamos que era un poco trepa. Y debe seguir siéndolo, empezó en tráfico y ahora es teniente de anti-vicio. Por alguna razón siempre se me ha acercado, me ha sonreído… Puede que conmigo sea sincera pero no puedo evitar que esa sonrisa me parezca falsa. Sí… puede que quiera algo conmigo pero me da miedo, no me parece de fiar.

Anabel me ve consultando la documentación. Sabe que he traído a la detenida. Me comenta que a ella también le parece raro…

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No sé si es buena idea pero me propone investigarlo esa misma noche. Todavía existe una orden de registro en vigor. Pero si entramos como policías, se pondrán en alerta… Podemos entrar haciéndonos pasar por pareja. Pedimos la habitación del asesinato… a muchos les da morbo…

  • ¿Y si no encontramos nada? -se me ocurrió preguntar.
  • Ya veremos qué podemos hacer allí.

El plan era descabellado… Sé que ella quiere estar conmigo. Su deseo puede con su habitual temperamento intrigante… al menos, de momento. Puedo intentar aprovechar… Para que salga bien le tengo que dar un poco de bola.

Respondo a su última frase colocando suavemente las manos sobre sus hombros. Noto su pequeño cuerpo estremecerse al contacto. Juego un poco con su pelo, pelirroja natural… A pesar de tener su atractivo nunca se le ha conocido novio. Es que da un poco de miedo…

Ella llama reservando la habitación. Ceno con ella en un burger… Hemos avisado al jefe del grupo de intervención… no nos ha tomado muy en serio pero prometió estar alerta.

Nos presentamos allí, de paisano, ropa informal… Ella se pega a mí… hace bien el papel. No, no está interpretando… le gusta el papel.

Entramos en la habitación… Ella no parece por la labor de investigar mucho. Me abraza, me besuquea… Piel muy blanca, cuerpo pequeño y ese pelo rojo… No sé si apartarla y registrar la habitación… Mejor darle más bola e investigar después. Después de qué… Si le doy bola, esto acabará en sexo…

Con mucha fuerza me tumba sobre la cama, me cuesta negarme… No sé si esto está empezando a ser una violación… al menos un abuso. Desde la cama, veo un detalle clave…

  • Esa cabeza de ciervo no estaba en las fotos del informe.

Anabel deja sus pretensiones sexuales… La policía que lleva siempre dentro olió un buen caso. Una oportunidad de colgarse un mérito.

El ciervo camufla una cámara. Al descubrirla oímos pasos. Un matón entra en la habitación… Un matón bastante torpe, en menos de un minuto está esposado en el suelo. Llamamos a intervención. Llegan rápido.

Grababan vídeos de los clientes que revendían en Internet. Con sonido y todo. Vaya negocio. Incautamos horas y horas de material, clasificado por fechas.

Visionamos el vídeo del crimen… o lo que fuera.

Entran muy borrachos. Saray lleva un vestido sin escote, acaba en forma recta sobre los senos. Tres botones cierran el acceso al cielo. Viste femenina pero más discreta.

Se desnudan, se besan, se tocan… Juegan con un par de esposas. Saray dice haberlas comprado en un sex-shop… Ella le pone los grilletes. Después un preservativo... queda en intento, el chaval la tiene blanda.

Él saca un revólver de la mochila. Es de su padre… le quita las balas. Juegan con él… ella hace de policía… De todas formas al chico apenas se le levanta… Ella intenta ayudar con una mamada… no hay manera.

El chaval llora… reconoce que nunca le han gustado las chicas… su padre lo matará pero ahora está seguro, saldrá del armario.

Ella se tumba en la cama, queda dormida… Él hace lo mismo, sigue esposado…

Seguimos visionando… Dos horas después, el hombre despierta… Juega con el arma. Tiene la mirada perdida, cara de loco…

¿Qué hace? Carga una sola bala… hace la ruleta con el tambor… la ruleta rusa. Apunta a su mandíbula… click… la primera vez no ha disparado. Insiste una segunda…

El disparo le destroza la cabeza, Saray despierta…


Despedida:

Acaban de liberar a Saray. Lleva la misma ropa del arresto. No quiere llamar a sus padres, prefiere aparecer allí. Los avisaron del arresto, no saben nada del vuelco de la situación.

Me ofrezco a llevarla… acepta. En el mismo coche en que la trasladé… Pero ahora en el asiento delantero.

No sé qué decir pero no quiero callar… hablo de temas intrascendentes, ella me sigue el rollo.

Aparcamos delante de su casa… Una buena casa en las afueras. La miro, me mira… Ahora sí que no sé qué decir…

  • Adiós inspector -dice ella-. Encantada de conocer a un tipo legal, pero me temo que no nos veremos más...

Acerca su cara, pienso que me va a dar un beso… me preparo…

No… Se arrodilla, baja la cabeza. Sus manos expertas desnudan mi entrepierna… ¡¡¡Ahhh!!! Vaya forma de despedirse… La está chupando… con cariño… con pasión… CIerro los ojos y me abandono a aquella realidad húmeda, sucia pero irresistible. A ciegas, le acaricio el pelo, el cuello, los hombros. Con algo de dificultad llego a sus senos. No podía despedirme sin sentirlos otra vez. Continúa con ganas, parece que tenga hambre… ¡¡¡Ahhh!!! Noto los fluidos correr por dentro de mí… La erección es tan fuerte que casi duele. Sigue, sigue… Noto la leche subir… está a punto de salir. La voy a parar… No me deja… sigue… eyaculo y ella traga todo el fluido. No sé si quería beberlo o lo que no quería era que la follara.

Hay pañuelos de papel en el coche. Se recompone y se limpia… tenía las tetas fuera del top. Sí, cosa mía… Entonces habla:

  • Adiós… Para una puta, eres un super-héroe, un policía medianamente honrado que no te coloca pruebas, que no amenaza, no intente follarte con cualquier truco.
  • Sólo que ya no voy a ser más una puta. Llamaré a esa puerta y mi madre me llevará a mi habitación a cambiarme. Seguramente iremos a la iglesia. Me echaba la bronca por vestir provocativa… ella no sabe lo que es ser provocativa. Creo que quemará esta ropa.
  • Para una estudiante modelo, tú eres un ser de otro mundo, de la parte mala del mundo. Eres necesario para mantener controlados a los habitantes de esa parte, pero nos das miedo… No volveré a verte, lo siento.

Me da un beso en la boca… un simple pico, labios que tocan otros labios y escapan. La veo escapar a toda ella con sus labios, con sus tetas, su culo y con todo su ser… Corre a la puerta y llama. Yo me recompongo como puedo, me limpio con más papel, coloco la ropa como estaba. Arranco el coche. Veo como le abren, una mujer la recibe con sorpresa, la abraza… Acelero...

…………………………………………………………………………………………………………

Estoy de vuelta… Sobre la mesa una propuesta formal. Liliana me ofrece dejar anti-vicio, pasar al grupo de investigación. Menos calle, interrogatorios, informes… No más redadas con putas, ni vigilancias a narcos, lo más peligroso porque siempre van armados y son de gatillo fácil.

Noto unas manos pequeñas en mis hombros. Penélope…

  • Te eché de menos… -no miento, lo hice…
  • Acepta la propuesta. Mejor sueldo, menos peligro...

Tiene razón… Además sabe que me apartará de las putas. Tal vez lo malo sea acercarse a Liliana. Sonrío al verla… Ahora me doy cuenta… Camiseta de sisas, escote hasta la mitad de las tetas, pantalón corto aprovechando el buen tiempo… ¡¡¡chanclas!!! Si fuera en mi casa o en la suya sería normal pero, ¿Ha venido así al curro?

Se sienta en mis rodillas… ¿Qué? Una demostración de cariño en público.

Ya no es “la monjita”... Me parece bien… Me parecía bien antes también.

  • Cariño -me dice, para llamar mi atención.
  • ¿Qué?
  • Van a venir mis padres, hoy cenamos juntos. Tengo una noticia para todos...

Ahora se va... sonriendo y tocándose la barriga con ambas manos.

Está claro que aceptaré el nuevo puesto.

FIN