Bricolaje a domicilio

Me ofrecí a arreglar un grifo a mi vecina y supo como agradecérmelo.

Bricolaje a domicilio

Un incesante goteo me despertó esta mañana por tercer día consecutivo. El molesto ruido provenía del piso contiguo al mío. En él vive desde hace unos meses una joven chica muy maja que trabaja todo el día fuera de casa. Anteayer le comenté el problema y me pidió que cuando tuviese un momento, ya que estaba de vacaciones, intentase arreglarlo. Hace un par de meses intercambiamos las llaves de nuestros pisos por si algún día había una emergencia.

Esa mañana me decidí a poner fin a esa tortura y a las diez llamé al timbre de mi vecina cargado de herramientas. Aquellos días se encontraba en su casa su madre, una madre joven de unos 48 años, pelirroja, pelo muy corto, de grandes ojos azules y tez morena que lucía un buen tipo de lo que debió ser en su día un extraordinario cuerpo, que además era resaltado por la juvenil forma de vestir que tenía.

Me abrió la puerta ataviada con un camisón corto semitransparente que dejaba adivinar sus sugerentes formas femeninas. Disculpándome por la molestia le comente el problema, a lo que ella respondió pidiéndome a su vez disculpas por su aspecto desarreglado ya que aquél camisón era de su hija porque le habían perdido su equipaje en el aeropuerto. Me hizo pasar al baño ofreciéndome un café que rehusé porque acababa de desayunar.

Me dijo que iba a cambiarse para ir a correr al paseo marítimo mientras me dejaba trabajar. Lucía un mono corto de color rojo que la hacía realmente atractiva, destacaba sus formas y su piel morena en contraste con su corto pelo rojo y sus ojos azules. Si yo acababa antes me pidió que cerrase la puerta con mi llave.

En poco menos de media hora la avería estaba reparada y ella aún no había regresado. Volví a casa y me puse cómodo con un pantalón corto de ciclista de color rojo y una camiseta de tiras que resaltaba mi cuerpo atlético. Hice unos cuantos ejercicios para liberar energía y me dispuse a leer el periódico antes de ducharme.

A los pocos minutos sonó el timbre. No esperaba a nadie y me sorprendí. Abrí la puerta y allí estaba la espléndida madre de mi vecina, por cierto se llama Margarita como su hija.

Perdona que te moleste; pero acabo de llegar y me doy cuenta que se nos ha acabado la bombona. ¿No tendrás una de repuesto?

Pues la verdad es que no; pero si quieres puedes pasar a ducharte aquí con toda confianza.

No quisiera abusar de tu confianza, bastante has hecho ya con arreglarnos el grifo.

Por favor no es ninguna molestia y además para eso están los vecinos.

Está bien, será un momento; pero es que hoy he corrido casi una hora y con el calor que hace mira como estoy.

(La verdad es que estaba empapada y el sudor había ajustado aún más aquella prenda y la cremallera descubría el canalillo de sus pechos. Ella estaba mucho más rellena que su hija y eso se notaba)

Anda pasa y tómate tu tiempo. Yo también he estado haciendo algo de ejercicio.

Se ve que eres un buen deportista -mientras decía esto clavó su mirada en mi paquete, que ya había empezado a reaccionar ante semejante cuerpo- estará contenta tu mujer.

La verdad es que necesito desahogar un poco mi energía todos los días y el deporte me ayuda a eliminar el stress y las tensiones del trabajo y mi mujer no sigue el mismo ritmo que yo.

Bueno no te entretengo más y te dejo leer el periódico.

Tómate tu tiempo y disfruta de la ducha. Espera que te explico como funciona el hidromasaje y veras que sensación tan relajante provoca.

Tras explicarle el funcionamiento de la ducha y visiblemente excitado me fui a la cocina a terminar de leer el periódico.

A los diez minutos y sorprendido por la tardanza me acerqué al baño que tiene la puerta de cristal difuminado y pude adivinar por su posición con las piernas abiertas y las manos apoyadas en alto sobre la pared que estaba disfrutando de lo lindo sintiendo los chorros hidromasaje. Yo he llegado a correrme en la ducha con semejante masaje. Estuve tentado de abrir la puerta y abalanzarme sobre ella; pero contuve mis instintos animales y volví a la cocina apretándome el abultado paquete que me recordó que llevaba ya dos semanas sin vaciar.

Al poco tiempo se apagó el calentador y en un par de minutos sentí unos pasos en el pasillo que se silenciaron con la mágica presencia de aquella impresionante hembra envuelta en una toalla que mostraba la longitud de sus piernas morenas.

Perdona que te moleste otra vez, pero con las prisas me olvidé la ropa encima de la cama del dormitorio. ¿Te importaría acercarte a recogérmela?

Faltaría más, por cierto ¿Qué tal la ducha?

Una maravilla. Creí que no iba ser capaz de salir de ella. Tenías razón que es fantástica y reparadora. Además esos chorritos estratégicamente situados dan un masaje adictivo. Voy a tener que venir a ducharme otro día.

Ya sabes que esta es tu casa. Además Marga también tiene llave y la puedes usar cuando quieras. Espera que te traigo la ropa.

Estaré en el baño secándome el pelo.

Vuelvo enseguida.

La verdad es que nos tratábamos como si nos conociésemos de toda la vida.

Entré en su dormitorio y encima de la cama estaba su ropa. Era una camiseta blanca de lycra de tirantes finos y un vaquero gastado, como ropa interior tan sólo había un minúsculo tanga blanco sin sujetador. El cajón de la mesilla estaba entreabierto por lo que no pude evitar asomarme descubriendo ante mi sorpresa un enorme consolador de por lo menos 28 centímetros o más y gordo como un puño. No pude dejar de pensar en ello de vuelta a casa. Regresé rápido, ansioso por verla vestida con aquella sugerente ropa.

Al llegar al baño la encontré agachada recogiendo una cadena lo que me ofrecía una visión panorámica de su generoso culo. En cuanto se percató de mi presencia se incorporó sin avergonzarse del espectáculo y fijándose nuevamente en mi paquete que ahora si que era provocador.

A ti si que te hace falta una ducha; pero fría.

Sí. En cuanto te vayas intentaré enfriar el ambiente con una ducha templada.

Me visto y te dejo

No, tranquila no tengo nada que hacer esta mañana y estoy encantado con tu compañía.

A los cinco minutos apareció nuevamente en la cocina. Ahora sí que estaba radiante. Bajo aquella camiseta se adivinaban unas tetas de grandes proporciones y a juzgar por las marcas del moreno no me sorprendería que practicase nudismo en la playa. El pantalón tenía algunos insinuantes desgarros que convertían aquella prenda de funcional en sensual.

Nos despedimos con un par de besos emplazándonos para otro encuentro. En cuanto se marchó me di una ducha helada para aplacar mis instintos.

Esa misma tarde coincidimos en el portal cuando regresaba de la playa y le invité a ducharse en mi casa, ella se excusó diciendo que ya le habían llevado la bombona; pero me preguntó si no conocía alguna pequeña y tranquila cala cerca de la ciudad para poder pasar el día. Le dije que no sólo la conocía sino que si se animaba la llevaría al día siguiente. Encantada dijo que prepararía algo de comer y podríamos pasar el día juntos.

La sola idea de tomar el sol con aquella mujer disparó todos mis resortes. Me sentía incómodo pensando que aquella mujer estaba tentándome. Mi vida sexual es absolutamente normal, mi mujer está realmente bien y hacemos el amor de forma regular una vez a la semana, incluso de vez en cuando nos gusta hacer juegos exhibicionistas en la intimidad tomando unas copitas; pero, desde luego y que yo sepa, no hemos tenido ninguna aventura extramatrimonial más allá de nuestras fantasías. Pensaba en esto cuando sonó el teléfono, era mi mujer –estaba en curso de verano en Sevilla, es profesora de música- para preguntarme que tal me arreglaba sin ella. Mentí diciéndole que un poco aburrido porque nunca pasa nada. Me dijo que estaba deseando verme y que con el calor que hacía había tenido que comprarse ropa de esa que me gusta a mí, camisas transparentes, caladas y una minifalda, además debido al calor andaba sin sujetador y que estaba deseando regresar para enseñarme lo bien que le sentaba. Le dije que también aquí hacía mucho calor y me invitó a ir a la playa a ponerme el culo moreno. Me dijo que no preocupara si me quemaba que ya me echaría ella crema a la vuelta. Se despidió de mi diciendo que no fuese aburrido y me divirtiese sin hacerme muchas pajas pensando en ella.

Estaba dispuesto a obedecer.

Al día siguiente me puse el bañador y una camiseta ajustada dispuesto a pasar un buen día de playa. Sobre las once de la mañana sonaba el timbre de mi puerta. Era Margarita. Vestía un peto vaquero corto de tirantes con una camiseta amarilla transparente que dejaba adivinar la parte superior de un bikini blanco. Dijo que ya tenía todo preparado.

Nos dirigimos a una apartada cala llamada del islote que seguramente conocéis de algún relato anterior; pero esta vez nos dirigimos a la primera de ellas, de más fácil acceso y más concurrida.

Cuando llegamos sólo había en el arenal un grupo de tres chicas en el centro de la playa y un hombre de mediana edad en la zona de la izquierda pegado a las rocas. Decidimos irnos hacia la derecha donde el acantilado formaba un caprichoso rincón que era un auténtico solarium.

Extendimos las toallas y nos dispusimos a disfrutar de un soleado día de playa.

Bajo su ropa escondía un pequeño bikini de tiras blanco cuya braguita se anudaba provocadoramente por encima de la cadera.

Me pidió que le echara crema por la espalda. Me ofrecí voluntario rápidamente y mientras le sacudía algunas arenas pegadas sobre su espalda, ella se desato el cordón de la parte superior del bikini apartándolo a un lado, se justificó diciendo que no le gustaban las marcas del bañador. Le dije que no se le notaba ninguna y respondió sin ningún tipo de rubor que su casa de Alicante disponía de una terraza donde acostumbraba a tomar el sol desnuda. Mientras me contaba esto aprovechó para recogerse la parte de atrás de la braguita dejándola con forma de tanga ofreciéndome aquél culo moreno en toda su amplitud. Le comenté que yo también era un poco exhibicionista y cuando podía me escapaba a alguna playa solitaria para tomar el sol en tanga; pero por temor a parecerle demasiado atrevido me había puesto las bermudas. Replicó diciendo que no fuera infantil y me quitase ese bañador propio de un jubilado.

Procedí a quitármelo y ponerme un pequeño bañador blanco de competición, donde apenas pude esconder la excitación del momento por lo que opte por ponerme boca abajo para disimular. Ella se ofreció a echarme crema en la espalda aduciendo que era temprano y quedaban muchas horas de sol. Accedí.

Se levantó dejando sus pechos al descubierto sin ningún tipo de pudor. La verdad es que podía presumir de tener una buena defensa, no recordaba conocer tetas de semejante volumen tan bien colocadas. Preferí no hacer comentarios y me dejé hacer.

Extendió abundante crema sobre mi espalda alabando mis músculos y se recreó en la tarea de protegerme del sol. Siguió con mis piernas y me preguntó si no había pensado en depilarme todo el cuerpo para poder presumir más de mi cuerpo. Mientras pensaba en la respuesta y con una rápida maniobra me recogió la parte de atrás de mi bañador dejando lo con forma de tanga. En esa parte se dedicó con entusiasmo contándome excelencias acerca de los placeres de tomar el sol desnudo. Tímidamente le dije que no sería capaz de mantener a raya mi entrepierna en cuanto viese una mujer como ella desnuda. Contestó que lo mejor para superar esos momentos era echar un buen polvo antes de ir a la playa.

Con esta excitante conversación nos pusimos a tomar el sol.

Con el murmullo del mar y la caliente compañía de la arena me quede traspuesto y al despertar e incorporarme vi que no estaba Margarita; una rápida ojeada la situó en el agua dándose un chapuzón. Me di la vuelta y empecé a pensar lo afortunado que era por estar allí tan bien acompañado. Entre tanto un escalofrío recorrió mi pecho. Era ella que se estaba escurriendo la parte superior de su bikini sobre mi paquete.

El agua estaba helada. Me preguntó como era tan inconsciente de ponerme al sol sin crema, así que le invité a que me la echara. No se hizo de rogar y virtió un hilo de crema a lo largo de mi pecho hasta el borde del bañador. Suavemente y con una maestría desconocida para mí me fue extendiendo la crema hasta detenerse en mis pezones donde echó un chorro para esforzarse en hacerlo desaparecer. Esta maniobra me excitó visiblemente multiplicando el tamaño de mi polla que empezaba a asomarse por el bañador. Consciente de ello continuó magreándome sin piedad para descender hasta el borde del bañador. Se detuvo y esos segundos me parecieron interminables de pronto sentí un chorro frío en la punta de mi capullo. Sin que me diese cuenta y seguramente, fruto de la potente erección que sufría, mi polla estaba completamente fuera del bañador, abrí los ojos me tranquilizó sobándome el cipote diciendo que ya que estaba fuera era mejor protegerla antes de que se quemase.

Yo estaba completamente aturdido.

Recuperado del shock le pregunté si estaba loca y me contestó que lo que estaba era realmente cachonda y harta de verme empalmado desde que me conoció. Dijo que ya era hora que le echase yo un poco de mi crema. Me la sacudió un par de veces más y reventé con una explosión incontrolada de leche caliente –que por su volumen puso en evidencia las dos semanas de abstinencia- que regó sobre sus tetas frotándose hasta correrse alabando mis cualidades de semental. Cuando nos calmamos un poco, me invitó a ir al agua para limpiarnos los restos de la copiosa corrida.

Ya en el agua vimos como el trío de chicas de la orilla se encontraban tomando el sol desnudas sin ningún tipo de complejos, por lo que entre juegos me animó a practicar el nudismo ahora que ya me había desahogado. Accedí con reparos y salimos del agua desnudos. Sacudimos las toallas y nos tumbamos a tomar el sol. Le gustó ver mis huevos afeitados –en verano me los afeito para darle gusto a mi mujer- y comentó que al verlos tan blancos y afeitados parecía que llevaba bañador. Ella lucía un moreno integral envidiable y su chocho estaba cuidadosamente afeitado dejando apenas una línea de pelitos en dirección al ombligo. Tenía un pequeño tatuaje tribal en el triangulito trasero del tanga. Era una mujer espectacular.

A pesar de tenerla morcillona su buen tamaño servía de reclamo sexual. Aquel arreglo de fontanería estaba siendo compensado con creces.

Hacía calor y al cabo de media hora estábamos ya completamente torrados. Ella me animó a dar un paseo por la orilla. Hice ademán de ponerme el bañador; pero me dijo que no fuera bobo, que tenía bastante de qué presumir.

La verdad es que mi vergajo colgando era todo un espectáculo. Dimos un par de paseos por el borde del agua. En el centro de la playa seguían espatarradas las tres amazonas en pelotas y al fondo estaba un individuo también desnudo y bastante bien dotado, sorprendía verle completamente depilado hasta la cabeza.

Al volver Marga me dijo que era un cabrito por haberla llevado a una playa nudista. Seguro que pretendía excitarla para poder hacer algo con ella. Le confesé entonces que ya me había excitado el día anterior con la ducha en mi casa y que además también había visto el consolador que guardaba en la mesilla. Sin embargo no sabía que aquella playa fuese nudista ya que alguna vez que estuve antes con mi mujer habíamos visto algún hombre desnudo; pero también familias normales con sus niños.

Se sorprendió porque hubiese descubierto su inseparable compañero de cama y admitió que desde que su marido se fue con una amiga de su hija sus contactos sexuales se reducían a algún magreo de discoteca y un polvo ocasional con compañeros de oficina. Además ella se sentía joven y con ganas de marcha por lo que con frecuencia recurría a la desinteresada ayuda del consolador.

Le dije que mientras estuviese conmigo podía olvidarse del juguete porque el mío estaría siempre a su disposición. Con una pícara sonrisa asintió.

Comimos, retozamos dándonos algún revolcón y decidimos volver a casa.

De camino comentamos lo bien que lo habíamos pasado y decidimos darnos una ducha, arreglarnos y salir a picar al algo.

En una hora estaba llamando a su puerta. Me abrió en albornoz y me pidió que pasara. Le dije que con las bromas del nudismo tenía el culo absolutamente quemado. Me ordeno que me desnudase y me pusiese boca abajo en su cama mientras iba a por la crema.

Me tumbé dejando reposar mi estaca cuan larga era entre mis piernas intencionadamente abiertas. Puso música clásica –el Bolero de Ravel me trajo recuerdos de Bo Derek en la mujer 10- y enseguida apareció confirmando que estaba realmente colorado; pero así desaparecerían rápido las marcas del bañador. Se puso a mi lado en la cama y me agarró con fuerza la polla diciendo que me relajase y recordándome que gracias al masaje de crema que me dio en la playa el preciado trofeo se había salvado de la quema. Se quitó el albornoz y se sentó a horcajadas sobre mi culo y extendió generosamente la milagrosa crema por toda la espalda descendiendo lentamente por las piernas y esmerándose con maestría en el dolorido trasero. Me ordeno girarme para continuar la sesión y empalmado como estaba me giré empalándola de una certera estocada que arrancó un gemido de placer de aquella viciosa mujer madura. Me dijo que no me moviese porque quería disfrutar de lo se le negó en la playa y con extraordinaria suavidad me inundó de crema todo el pecho provocando de inmediato la erección de mis pezones. En esa privilegiada posición tenía una formidable visión de sus grandes y tersos pechos que apuntaban hacia el cielo pidiendo ser sujetados. Me agarré a ellos con fuerza y los atraje hasta mí para chuparlos con fruición, sus ojos azules brillaban intensamente deslumbrándome. Sus pezones crecían y endurecían al ritmo de mis mordiscos. Comenzó a moverse lentamente sobre mi polla rogándome que no me corriese.

Algo maravilloso estaba a punto de suceder. Mientras Margarita continuaba con el rítmico culeo sentí como una lengua recorría desde mi culo hasta los cojones para de un mordisco devolverme a la realidad. En el fragor de la batalla no habíamos oído la puerta y allí estaba Marga desnuda acariciando mis huevos con su rubia melena rizada y recorriendo con su lengua mi polla. Mientras le decía a su madre que no le podía dejar sola ella le recriminaba no haber querido compartir semejante trofeo con su madre.

De un empujón le di la vuelta tendiéndola sobre la cama y ofreciéndole mi dolorido culo a su hija que recibió con agradecimiento. Las tetas de Margarita se movían al ritmo de la música que iba creciendo en intensidad invitándome a sacudir el rabo con fuerza. La lengua de Marga me lamía el culo calmando el escozor del día de playa hasta introducirse como un lápiz afilado en el fondo de mi agujero, su lengua dejo paso a un dedo y éste a otro. Los compases del Bolero y aquella exploración hicieron intensificar el ritmo del polvo. Margarita se había corrido ya tres veces y mis huevos estaban a punto de reventar. Al son de Ravel comencé a bombear hasta cinco veces hasta caer rendido en medio de la cama. Menudo polvo.

Creí que aquello había terminado. Pero tras un descanso de menos de diez minutos Margarita dijo que habíamos sido unos egoístas por no compartir con ella semejante aparato y enfadada conmigo por haber sido su madre la primera en abrir el regalo. Sugerí irnos a cenar algo pero Marga dijo que prefería empezar por el postre.

Se acercó a la mesita hurgó en uno de los cajones y sacó un anillo. Aprovechando la flaccidez de mi miembro enhebró mi polla en el aro y apretó el cierre para dificultar la circulación. Marga era una chica joven de unos 21 años, bajita 1,60, buen tipo y poco pecho, culo apretado, tez blanca y salpicada de pecas que acentuaban su aspecto infantil. Sus pequeños pechos terminaban en unos duros pezones sin aureola que delataban su estado de excitación.

Empezó a chuparme la polla con avidez mientras su madre había rescatado el consolador de la mesilla y estaba dando buena cuenta de él. Con ese panorama no tardé en empinarme de nuevo ofreciendo mi congestionada polla para deleite de Marga que se mostraba insatisfecha. Cuando el tamaño le pareció suficiente se acercó a la mesilla y saco un anillo de goma que remataba en una especie de lengua de púas de goma. La encajó en mi cilindro y dijo que masajearía su clítoris mientras la follaba. Se tumbó hacia atrás pasando las piernas sobre mis hombros y ofreciéndome su pubis poco poblado y muy mojado. La ensarté con habilidad y fui introduciendo lentamente mi tarugo en su deliciosa caverna. Era estrecha y mi polla estaba realmente inflamada con tanto juguete. Se estremeció en cuanto el anillo de placer rozó su mágico botón. Sus jadeos iniciales se tornaron en gritos de placer que sólo se calmaban cada vez que se corría. No se cuantas veces sucedió, quizás seis o siete orgasmos encadenados. Yo supongo que no me corría gracias a los polvos acumulados y a aquel fantástico anillo que me apretaba los huevos. Agotada me tiró de los pezones y se llevó mi polla hasta su boca, momento éste que aprovechó Margarita para acercarse al culo que se ofrecía en pompa ante sus ojos y clavarme el lubricado consolador de 28 centímetros que me pareció entonces de medio metro. El golpe fue tan fuerte que pudimos oir claramente la arcada que le provocó a Marga tremenda sacudida. Con aquel hueso en mi culo entrando y saliendo Marga optó por soltarme el anillo lo que tuvo como consecuencia que mi polla expulsase un chorro de leche con una fuerza hasta entonces desconocida; por supuesto se encargó de no perderse ni una gota del postre servido en cucurucho de carne. Su madre me arrancó de un tirón el consolador del culo provocando una nueva regada que compartieron madre e hija en amor y compañía.

Aquella noche dormimos allí los tres desnudos a pierna suelta. Por la mañana Marga me despertó con una mamada espectacular con la disculpa de que se había quedado sin leche para el desayuno. Su madre celosa esperó a que su hija se fuese a trabajar para montarme como una amazona mientras se sentaba con puntería sobre el bendito consolador.

Creo que voy a plantearme seriamente cambiar de trabajo y hacerme fontanero en Alicante.

Hasta pronto.