Breve historia de Marta (2)

De como la tragapollas se ve obligada a satisfacer a un grupo de atracadores.

Dejamos a Marta insatisfecha por darse cuenta que su ninfomanía no le llevaba a ningún sitio, y que acababa de chuparle la polla al barman sin que ella hubiera disfrutado nada. Pero la avidez de sexo de nuestra chica aún no había sufrido su más dura prueba, que ocurriría esa misma noche al volver a su casa. Como su ligue de esa noche le había durado muy poco, se veía obligada a regresar sola. Y estaba tan confundida, que no se percató de que comenzaba a atravesar un descampado muy mal iluminado. Puede que no temiera el peligro, o que creyera que esas cosas nunca pasan... pero pasaron. Al poco oyó unos pasos que la seguían, y al volverse vió unos cinco chicos andando hacia ella. Como, de echar a correr, la hubieran alcanzado, resolvió plantarles cara. Se fué hacia ellos y les dijo: "¿Qué queréis?". Ellos se mostraron sorprendidos de su valiente actitud, pero pronto comenzaron a dominar la situación y se fueron colocando a su alrededor.

  • ¡Vaya niña más mona!.

  • ¿Que haces aquí tu solita?.

  • Y con una faldita tan corta, -dijo uno de ellos, de raza gitana, y añadió sobándole el trasero- ¿habéis visto qué culo tiene?. Ella trató de zafarse, pero otro de los individuos, que parecía mandar, le agarró las manos y se las sujetó con fuerza diciéndo:

  • Tu te estás quietecita y hablas cuando te lo preguntemos, ¿vale?. -El gitano, mientras tanto, metió su mano bajo la falda y siguió sobándole el trasero. El jefe añadió: - ¿Llevas algo de dinero?.

  • No, -dijo ella temblorosa, notándo cómo el gitano comenzaba a meter los dedos bajo las bragas.- me lo he gastado todo en la disocteca, lo juro. -Otro de los asaltantes, que desde hacía un rato no dejaba de mirarle las tetas, comenzó a sobárselas.

  • No nos gusta que nos mientan, ¿verdad, Julio? -Un chasquillo de navaja se oyó a sus espaldas.- De todas formas no hay muchos sitios donde esconder el dinero.

  • Y os he dicho que no llevo nada. -El gitano había logrado llegar con su dedo corazón a la entrada del coño y se lo refregaba con insistencia.

  • Además sabemos que en estos vestiditos calientapollas escondéis la pasta en unos bolsillos que hay en el forro. -Se volvió a sus compinches riendo- ¡Las muy putas se van al baño a sacar el dinero antes de pedir!. -Y nuevamente otra vez, serio- ¡Gitano, deja de trabajártela y mírame ese forro de los cojones!.

El gitano la sólto y abrió una navaja que llevaba en el bolsillo, poniéndosela en el cuello, y la amenazó con rajarla si se movía. Acto seguido agarró la falda por sus plieges inferiores y de un tirón le subió el vestido hasta el ombligo dejándo a la vista sus bragas. Éstas eran de puntilla y se apreciaba perfectamente el tono cobrizo del vello de su coño. Para desgracia suya, el barman se había corrido abundantemente y con la caminata el semen había ido resbalando por su vagina hasta manchar su ropa interior, emanando un característico olor.

  • ¡Ostia, como huele la muy puta!.

  • Debe haberla follado un negro como mínimo, ¡mirad que corrida!.

  • ¡Joder, macho, qué buena está la muy hija de puta!, ¿pues no me está calentando?.

  • Yo ya la tengo dura.

  • Podíamos darle un paseito y nos la beneficiamos todos.

  • Mira el culo que tiene la zorrita. -Y le manoseaban el trasero con rudeza.

El jefe, sin embargo, estaba absorto en otras cuestiones. Palpó los pliegues interiores del vestido tratando de encontrar un pequeño bolsillo. De mientras, otro de los gamberros posó su mano sobre las braguitas a la altura de la entrada del coño y ya comenzaba a masajeárselo mientras le decía al oido: "Venga, zorrita, no me digas que no te gusta. Ya verás lo bien que te lo vas a pasar. Tengo aquí -y se manoseó los genitales por encima del pantalón- una polla gordísima y muy dura..., ¡ya verás cuando te la meta!. Vas a llorar de placer. Y luego, si quieres, te la meto en la boca. ¿No te gustaría chupármela?. ¿Has probado alguna vez chupar un nabo que antes hubiera estado en tu coño?. A las tías os vuelve locas. Os sabe a todas las secreciones de vuestro conejito. Y...". En ese momento, el jefe dió un grito de triunfo y mostró a todos su hallazgo. El bolsillo estaba lleno de billetes de mil. Siete. El problema fué que, pasados los primeros minutos de fiesta, el jefe se mostró muy cabreado.

  • ¡Puta asquerosa!. ¡Has tratado de engañarme!. -Marta no sabía dónde meterse. Tenía que haberles dado el dinero desde el primer momento, Cierto que no le sobraba, pero ahora estaban violentos, y con lo cachondos que los había puesto, se la iban a tirar por turno para cobrarse el engaño. Efectivamente, el jefe se llevó las manos a la bragueta mientras uno de los gamberros la agarró de los pelos, obligándola a ponerse de rodillas. Una vez así, cuando el jefe terminó de sacarse la polla, grande, surcada de gruesas venas y con unos enormes huevazos peludos, ambos le empujaron la cabeza sobre el tremendo miembro, que le llegó hasta la campanilla. Enseguida comenzó a follársela por la boca, con una violencia sin igual mientras los demás lo jaleaban, que hizo a Marta temer por ahogarse. En ese instante, se oyó una voz que llegaba de lejos.

  • ¿Qué coño pasa aquí, Javi?, ¿qué juerga es esta?. -Marta no se lo podía creer, ¡era la voz de Marcos!. La última vez que lo había visto también tenía una polla en la boca

  • Esta zorra, que nos ha dicho que no llevaba ni un duro y después le hemos encontrado unos talegos. Me he cabreado tanto que se la estoy haciendo chupar. Pero la tía no es una santita. Traía las bragas todas corridas... ¡ni que un negro, macho!. - El jefe hablaba sin dejar de meter y sacar, y a todo esto Marcos ya la había reconocido.

  • ¡Pero si esta es la cabrona de la Marta!.

  • ¿La que te mordió el nabo?.

  • ¡La misma!. Hija de puta, ahora bien que comes ¿eh?. -Y le pellizcó la mejilla aún con la polla dentro. Y volviéndose al jefe -¿por qué no le damos un escarmiento y de paso nos la tiramos todos?.

  • Eso, eso.-El gitano parecía entusiasmado con la idea, y los otros no menos.

  • Bueno, como quieras, pero empiezas tú, que para eso era tu putita. -Y le sacó el nabo de la boca. -¿Tenemos casa?.

  • En la mía no hay nadie. -Dijo Marcos. Y acto seguido se montaron en un coche que había aparcado allí cerca, donde también había un perro que no dejaba de ladrar y que sin duda era del gitano, que lo sujetaba. Durante el trayecto, Marta le fué comiendo la polla a uno de los gamberros, mientras en otro le iba rasgando el vestido y las bragas, metiéndole torpemente los dedos en el coño. Enseguida llegaron a un caserón se dos plantas que había en las afueras. Subieron hasta el segundo piso, donde encontraron un armario empotrado para encerrar a Marta. Ésta no se lo podía creer, y estaba muy asustada, ya que la última vez que había visto a Marcos le mordió la polla con todas sus fuerzas, y eso debió de dolerle muchísimo. Había dicho claramente que le iba a hacer pagar aquello, "escarmiento" fue la palabra que utilizó. Así que no podía imaginar las perversiones que iban a hacer con ella. Había resuelto no negarse a nada, ya que sería peor si decidían emplear la violencia, y estaba dispuesta a chuparles la polla a los seis, especialmente a Marcos, y a dejar que la jodieran toda la noche. Por otra parte, sabía que a los tíos les excita violar mujeres, y que encuentran un mayor placer cuando estas ofrecen una cierta resistencia, así que también para esto estaría preparada. Permaneció allí unos veinte minutos, y transcurrido ese tiempo, volvieron a abrirle la puerta. Delante suya había seis tíos en pelotas con las pollas más tiesas que había visto en su vida, y los ojos vidriosos por efecto de las cervezas y, supuso, las drogas. La cogieron por los brazos y la arrastraron al dormitorio, mientras ella gimoteaba fingidamente.

  • No, por favor, dejadme en paz. Os daré lo que queráis. -Decía. Los chicos le contestaban riendo.

  • No tengas cuidado, zorrita, que ya lo cogemos nosotros.

  • Sí. ¿Quieres saber qué queremos, puta de mierda?. ¡Tu coño peludo!

  • Eso, eso, follarte hasta que te escueza el agujero.

Por el camino, uno de ellos, el gitano, cogió una pastillita rosa de una repisa y se la introdujo en la boca.

  • Trágate esto, guapetona, que verás como todo te sabe a miel.

  • Si -dijo otro-, sobre todo la leche de mi poya

Nada más tomar la pastilla, notó que la cabeza comenzaba a darle vueltas, y creyó que iba a vomitar. Pero se contuvo, y cuando levantó la vista sólo pudo ver la inmensa poya del gitano, toda negra y surcada de gruesas venas. No hubo tiempo para más; la enorme tranca se incrustó en su boca y empezó a salir y entrar con entusiasmo. Animada por la droga, se agarró a aquel pepino descomunal con las dos manos y sorbió con todas sus fuerzas para adentro, provocando grandes gemidos de placer del gitano. Sin saber cómo ni dónde, al rato se dió cuenta de que la polla que tenía en la boca era blanca, aunque igual de grande, y que alguien se la estaba follando de forma frenética. Era como si volviera de un sueño. La enorme poya que se estaba comiendo tembló ligeramente y escupió un chorreón de semen sobre su garganta, que ella agradeció en su fuero interno como si llevara tres semanas en el desierto y le hubieran dado agua fresca. La que tenía alojada en su coño hizo otro tanto, y la proximidad de las corridas hizo que Marta se estremeciera de placer. La droga había levantado todas sus inhibiciones y potenciado su deseo sexual al mil por cien, por lo que estaba deseosa de que la jodieran veinte pollas a la vez. Sólo quería sentir el suave roce del mete-saca en su cuerpo, y el sabor ácido del semen sobre su lengua. No tenía noción del tiempo, y aunque los gamberros llevaban casi cuatro horas de folleteo, violándola, a ella le parecía que no habían hecho más que empezar. En ese mismo instante, notó como alguien se aproximaba a sus oidos, jadeando, y le murmuraba algo. Era Marcos.

  • Vaya, vaya... Si parece que nuestra golfa aún está por estrenar aquí. -Y sintió su dedo corazón, húmedo de salivajos, frotándose contra el agujero de su culo. Un chispazo de terror atravesó los ojos de Marta, pero los efectos de la droga fueron más fuertes y enseguida el deseo de sentirse penetrada por tan estrecho conducto la volvió loca. Empezó a gimotear.

  • Si, si... Rómpeme el culo, jodido cabrón. Métemela hasta las pelotas.

  • Caramba, Marta. Has mejorado desde la última vez que te ví. ¿O es la droga?. Antes no dejabas siquiera que te la metieran en la boca, y ahora suplicas para que te den por culo.

  • Dime lo que te apetezca, pero por lo que más quieras, Marcos, encúlame de una vez.

  • Pídelo por favor.

  • Por favor, por favor...

  • Por favor, ¿qué?.

  • Métemela por el ojete, hasta las pelotas.

  • Ni mas ni menos que hasta las pelotas... ¿que os parece, chicos? -Los demás reían.

En ese momento, Marta notó cómo la punta del nabo de Marcos se apoyaba contra el tenso agujero de su culo y, de un soberbio apretón, el miembro la penetró varios centímetros. Un agudo punto de dolor le recorrió todo el sistema nervioso, pero no fue esto lo que ella sintió. Simultáneamente, su cuerpo fué sacudido por vibraciones de placer que provenían de las entrañas mismas de su ser. Era como si se encontrara suspendida en el aire, a un par de metros del suelo, empalada en un tronco que le entraba por el culo y le salía por la boca. Se sentía sucia y feliz a la vez. En esos instantes no deseaba más que abusaran de ella, que se la follaran por todos los agujeros de su cuerpo. Era vulnerable, por que pensaba que cualquier desaprensivo podía venir y tirársela, pero también estaba segura de que aceptaría con gusto cualquier polla que le ofrecieran. Abrió la boca exhalando un gemido de placer, y enseguida notó cómo una corrida se estrellaba contra su rostro, goteándole en el interior de la boca. Y de esta forma, una polla tras otra entraron y salieron de sus agujeros, hasta que, exhausta, Marta perdió el conocimiento.