Brenda esposa feliz y puta (5)
Mi encuentro con Cindy y el descubrimientos de una forma nueva de amor que me acompañará toda la vida.
BRENDA ESPOSA FELIZ Y PUTA (5)
Tardé un par de días en reponerme de la excitación en que me dejó la fiesta de fin de año que organizó la empresa de Claudio.
Como les conté fui la reina de la fiesta, me sentí deseada y odiada a la vez. Pude hacer el amor con un macho hermoso como lo es Agus, me sacudieron las miradas de deseo que me dirigió Alberto, me envalentonaron las desafiantes muestras de odio de Cristina demostrándome el susto que le generó la posibilidad que una hembra como yo le quitara su lugar de "predilecta" de Alberto, pero principalmente la ternura y sensualidad de Cindy inundaron mi alma de un fuerte deseo, realizar un viaje a su mundo íntimo teniéndola a ella de guía.
Durante un par de días estuve tratando de animarme a llamarla, sacaba de mi bolso la tarjeta que me había dejado al despedirse, leía repetidamente los datos allí volcados, su nombre completo, la dirección de su casa, el número de su teléfono fijo, el número de su celular.
Mi corazón daba un brinco cuando al tomar impulso me disponía a llamarla pero al marcar el tercer número cortaba, dejaba el teléfono sobre la mesa y seguía meditando, dudando del paso que iba a dar.
Miraba como mis dedos jugaban con la tarjeta haciéndola girar como si fuera la representación de mi estado de ánimo que daba vueltas alrededor de un deseo sin lograr atreverse a seguirlo.
Hasta que un día me animé y la llamé al celular.
Hola ¿quién habla?-
Hola Cindy soy Brenda, ¿me recordás?..la novia de ..
Sin darme tiempo a nada me interrumpió
Hola amorcito, no sabés cómo estuve esperando tu llamado. ¿Cómo estás?
Su voz transmitía ansiedad y alegría a la vez, o al menos es lo que yo quise percibir.
Estoy muy bien. Tenía ganas de conversar con vos y si se da la oportunidad de verte y tomar algo una de estas tardes.
Mi cielo, que alegría que me hallas llamado. Mirá..el jefe se va de viaje hoy a Méjico y vuelve en tres días. Así que mañana me voy más temprano de la oficina. ¿Por qué no te venís por mi casa a la tardecita?. Allí vamos a poder conversar más tranquilas.
Por supuesto que acepté, no podía negarme, es más a partir de ese momento no pude negarle nada a esa mujer.
Llegó la tarde esperada. Mientras me duchaba volví a sentir ese raro estado de excitación que Cindy me generaba. Acariciaba mis pechos y mi clítoris como buscando alivio y con los ojos entrecerrados imaginé que cosas podrían pasar en un rato más, solas las dos, en su casa.
Llegué a un intenso y dulce orgasmo soñándola desnuda para mí, ardiente y tierna a la vez.
Luego en el dormitorio no sabía como arreglarme. Siempre encontraba la fórmula para maquillarme, vestirme, elegir zapatos, en fin todo lo necesario para seducir a un hombre, nunca tuve que plantearme esta situación cuando el objetivo era una mujer.
Sólo atiné a peinarme, tirarme encima un poco de buen perfume y nada más. Salí a la calle con un top blanco sin breteles y sin sostén por debajo, que me cubría apenas los pechos dejando mi ombliguito al aire. Me calcé una tanguita diminuta y por sobre ella un par de jeans viejos pero que se ajustaban muy bien a mi cola y mis piernas, por último me puse zapatillas blancas.
Sin quererlo parecía como que estaba más sensual que nunca, en mi caminata hasta el garage recibí todo tipo de comentarios de cuanto hombre pasó a mi lado.
Manejé nerviosa y excitada hasta el domicilio de Cindy, un bonito edificio de departamentos en el barrio de Belgrano, uno de los más residenciales de Buenos Aires.
Apreté el botón del portero eléctrico que indicaba piso 18 A, y de inmediato escuché su voz.
Sí .¿quién es? se escuchaba ansiosa.
Soy Brenda
Esperá cielo que le digo a la vigilancia que te deje pasar.
A los pocos segundos un guardia me abría la puerta de calle y me invitaba a entrar. Luego los dieciocho pisos por el ascensor que parecía no llegar más a su destino o al mío quizás.
Hasta que se detuvo, se abrieron las dos puertas y en el pasillo estaba ella, radiante, esperándome con una sonrisa y un beso.
Hola hermosa, pasá y ponete cómoda.
Entré en su departamento, decorado con muy buen gusto, con ese toque femenino que las mujeres tenemos para cada cosa. Para elegir el color del papel para la pared, las cortinas que hagan juego con el resto del ambiente, para ubicar los muebles o el jarrón con un ramo de flores frescas. Para los cuadros, en fin, para que se note que la pulcritud y la belleza son condición femenina.
Ese departamento estaba bellamente decorado pero transmitía a la vez la calidez de su dueña.
Que preciosidad de casa.- sólo atiné a decir.
Un enorme ventanal mostraba desde el piso 18 al Río de la Plata antes del atardecer, se veían algunos barcos que seguramente venían desde el Paraná hacia el puerto y algún velero que estaba por volver a su amarra.
¿Qué querés tomar? me preguntó
Lo que vos quieras- le contesté.
Estaba paralizada frente al ventanal mirando hacia el río pero asustada, no me animaba a darme vuelta.
Cindy volvió con un wisky me lo dejó en mi mano derecha.
¿Te gusta la vista?
Es hermosa- contesté sin animarme a mirarla a la cara.
De pronto sentí sus manos que me masajeaban los hombros descubiertos y el cuello.
¿Estás nerviosa amorcito?-
No..estoy bien un poco confundida nada más.
Escuché el ring del teléfono y los pasos de ella que se alejaban.
Hola ¿cómo estás?......estoy con una amiga.
Aproveché para darme vuelta, sentarme en un sillón, beber un sorbo de wisky y admirarla extasiada.
Estaba bellísima, con la mano izquierda sostenía al aparato y con el índice de la mano derecha jugaba con el cable, con una sensualidad que me excitó.
Me miraba mientras que hablaba con la otra persona.
¿ Qué quién es?..que te importa si te digo como es seguro que te vas a querer venir para aquí y quiero estar a solas con ella.
Sus ojos recorrían mi cuerpo hasta que se encontraron con mis ojos, siguió sonriéndome con picardía pero sin dejar de hablar.
Ya la vas a conocer.. bueno te dejo.. chau-
Se acercó a mí y me preguntó:
¿Querés que apague el aire acondicionado, amorcito? Me parece que tenés frío, mira como están tus pezones-
Era verdad estaban durísimos y parecían querer escaparse del top pero no justamente por el aire acondicionado.
No tengo frío, al contrario estoy muy caliente.
En ese momento nos abrazamos, dos bocas se fundieron en un apasionado beso mientras dejamos que nuestras lenguas bailaran en honor del amor entre dos mujeres.
Siempre fui yo quien manejaba el juego, quien imponía las reglas del amor. Con los hombres es muy fácil, ven una potra como yo y caen muertos a mis pies.
Esta vez no era banca sino punto. Me sentía totalmente dominada por mi circunstancial amante desde el primer momento en que me miró con esos ojos grises.
Lo curioso es que me deleitaba saber que esa mujer me manejaba pues sabía que sería lo suficientemente hábil como para no herirme.
Sus manos ya habían empezado a recorrer mi cuerpo aun cuando el beso seguía prolongándose como si lo hubiéramos necesitado mucho y hubiese quedado como una asignatura insatisfecha.
Luego su lengua se encargó de chupar mis tetas, de morder mis pezones, mientras que mis manos acariciaban su pelo, su cara agradeciendo el placer que me estaba brindando.
Ya en la cama, desnudas, los besos y mimos se multiplicaron hasta el infinito. Acariciar el suave cuerpo de una mujer fue algo nuevo para mí acostumbrada a la aspereza de la piel de un hombre.
El olor que percibía, mezcla del delicioso perfume que usa y el que emana de sus flujos vaginales fue otra cosa nueva que me llevó a límites altísimos de excitación.
Amorcito, dejame chuparte, .dame la conchita.- me imploró Cindy.
Es toda tuya mi vida, toda tuya- le contesté mientras me abría bien de piernas.
Ella comenzó a jugar con la puntita de su lengua haciendo vibrar la cresta de mi clítoris y transportándome al Paraíso sin escalas.
Ayy mi amor me estas volviendo loca seguí así..por favor no pares- le rogaba
Mi cuerpo se contorneaba cada vez que su lengua hacía contacto con mi cuevita, de pronto cambió de estrategia, dejó que toda su lengua lamiera la entrada como si fuera una ola rompiendo contra el malecón. Una y otra vez sentía mi conchita lamida por mi diosa y nuevamente el Paraíso se me presentó y la felicidad dejó de ser una palabra hueca.
Sus manos recorrían mis caderas, mi cola, por momentos subían hasta mis tetas y las amasaban con delicadeza.
Luego abandonaba mi almejita y acercándose a mí me abrazaba y me besaba apasionadamente sin dejar de acariciar mi cuerpo y yo el suyo.
Nada era obsceno, ni sucio, tampoco brutal ni violento. Era el placer supremo que nos brinda una forma de amor basada en una delicada pasión.
Llegó el momento en que quise brindarle mi amor y le pedí que me dejara recorrerla con mi lengua.
Mi cuerpo es tuyo me dijo hacé lo que quieras con él.
Fui descendiendo lentamente lamiendo sus labios, su cuello, sus hombros.
Me detuve en sus tetas a las que chupé como un bebé que busca su sustento, quizás yo buscaba el afecto que nunca tuve. Mordí suavemente sus pezones haciendo que mi amorcito temblara de placer como si recibiera un golpe de electricidad.
Luego mi lengua siguió recorriendo su cuerpo, se detuvo un poco en su ombligo, luego comenzó a bajar lentamente por una de sus piernas hasta llegar a la estación final, a esa estancia rosada y húmeda que nos representa a todas las mujeres.
Nunca había tenido una vagina frente a mis ojos, pero no necesité saber que había que hacer, el instinto actuó por mí.
Suavemente la abrí por completo hasta ver en profundidad dentro de ella.
Mis dedos hicieron vibrar las cuerdas del arpa de su crestita mientras la miraba entrecerrar los ojos y gemir de placer.
Descubrí, por primera vez, que también el placer se encuentra en hacer gozar a una persona amada.
Siempre exigí que me satisfagan en una actitud egoísta en la que mi necesidad estaba por delante de todo.
En esta oportunidad disfruté hasta el paroxismo al verla gozar a Cindy mientras le dedeaba el clítoris o cuando me decidí a lamerla y chuparla.
Todo en ella radiaba belleza, sensualidad, calidez, erotismo. Todo era perfecto y confirmé que ese todo se llama amor, por primera vez me enamoré de alguien.
Seguimos mimándonos por horas hasta que exhaustas abandonamos nuestros cuerpos al descanso.
Apoyé mi cabeza en su pecho y la abracé mientras mi amante me acariciaba el pelo, las mejillas, los labios.
Me habría quedado hasta el fin de los tiempos en brazos de esa mujer que me había hecho sentir en paz conmigo y con el mundo.
Me siento muy bien, estoy muy feliz- dijo Cindy
Yo estoy como en un sueño y no quiero despertarme.- le contesté.
Hablamos de nuestras cosas, de nuestras vidas y preocupaciones. Le hablé de las ganas que tenía de ayudarlo a Claudio a obtener el ascenso, me habló de su afecto por mi novio y que estaría dispuesta a ayudarme a que lo nombraran Gerente General.
Llego el momento de irme, pero sabía que esa casa sería un lugar muy querido para mí y que esa mujer se tornaría en el refugio de mis emociones que durante tanto tiempo busqué infructuosamente.