Brazos Rotos en la casa de mi tía

Es increible las ventajas de tener los brazos rotos, y más cuando estás rodeado de compañia femenina bien dotada.

Era una tarde soleada, un tanto gris. Yo, un joven de 22 años, virgen, había salido con unos amigos a dar una vuelta por el centro de la ciudad en una noche de juerga. Esta claro que no pasó nada esa noche, lo único interesante que pasó fue para mi desgracia que me atropelló una moto que me dejó un brazo roto y un esguince en una mano así que las dos. No podía creer lo que me había sucedido. Mis padres se habían ido a Mallorca de vacaciones y yo quedaría solo en casa sin atención alguna que cuidara de un hombre minusválido y sin poder mover sus extremidades ni para rascarse la nariz.

Mis padres se enteraron de la noticia y llamaron a mi tía Helena para que cuidara de mi hasta que me recuperara. Y ella, muy maja que es, aceptó acogerme en su casa hasta que pudiera moverme sin ayuda de nadie.

Recuerdo la primera noche que le dije con mucha vergüenza:

Tía Helena, tengo ganas de mear, se lo dije con cara de angustia y de pena.

Ella me dijo con cara de pesar:

Hay mi sobrino, pobrecito, debe ser horrible no poder usar las manos ni para poder rascarte. Entonces me acompañó al baño.

Ella me bajó los pantalones mirando hacia otro lado y me dijo que orinara mientras ella esperaba fuera.

Pero cuando entró se dio cuenta de que había llenado toda la taza de pis. Y entonces me dijo:

  • Nene tendrás que afinar la puntería porque yo no voy a estar limpiándote los meados todos los días. Entonces me propuso que meara en la bañera cuando tuviera ganas.

Mi tía era la mejor, me ayudaba a vestirme y a ducharme, pero siempre con los ojos cerrados y la cabeza girada. Yo a veces la veía agachada mientras me ponía los pantalones y calcetines, y cuando lo hacía mi mirada me hacía imaginar cosas que provocaron más de una erección cuando la veía con los escotes que se ponía.

Recuerdo también como me daba el desayuno y me quedaban trozos de comida alrededor de la boca; ella me los limpiaba con esos dedos tan ricos que tenía: dedos preciosos con la manicura francesa en sus uñas, algo que me ponía mogollón de las actrices que veía en las películas para adultos. Mientras me limpiaba se reía y me miraba con las pupilas dilatadas y como no, sonriendo con ese labial de carmesí puesto en sus labios.

Cuando acababa de desayunar se preparaba para irse a trabajar, entonces me volvía yo otra vez a tumbarme a la cama de mi habitación y allí la esperaba impaciente para que viniera a darme el beso de despedida. Cosa que me hinchaba las venas de la polla ya que cuando se acercaba para dármelo me rozaba el pecho con sus tetas y podía sentir su rico aroma a gel de ducha. Todo esto gracias a que la cama era bajita, casi a la altura del suelo, lo cual provocaba su extremada inclinación y una esperanza en mí de que algún día se agachara para tumbarse encima mía y mover su culito de arriba a bajo rozando mi miembro más viril que nunca.

Estas dificultades eran las mínimas para mi tía Helena. Sus grandes problemas llegaban cuando después de cada comida me entraban ganas de extraer por mi puerta trasera todo lo que mi organismo quería desechar, lo hacía muy a menudo, ya que mi cuerpo estaba aún acostumbrado a la sazón de mi madre.

Ella lo decía: ¡Nene, pero tu si que cagas!

(No sé si nombrar las cosas que ocurrían dentro cuando tenía ganas de hacer popo, y si no quieres leer cosas escatológicas querido lector, sáltate este párrafo que no hará que pierdas el hilo de la historia)

Cuando entrábamos al baño a hacer mis necesidades, lo que ocurría era lo siguiente:

Ella me bajaba los pantalones, me abría la taza del baño y esperaba fuera, para después entrar con la nariz tapada, los ojos cerrados, tirar de la cadena y hacer lo más desagradable: limpiarme el culete.

Cuando lo hacía a mi me hacía gracia verla con la cara estreñida y los ojos cerrados. Lo que pasaba era que a veces los tenía que abrir para poder acertar y limpiar bien. Porque los primeros días no fueron nada agradables para su manicura francesa: me rozaba más su mano que el papel, hasta que cogió práctica claro está.

Como todos sabéis se dice que el punto G del hombre está en el ano, pues más de una vez me estimuló y me hizo tener erecciones.

Recuerdo que en una de esas noches escatológicas después de cenar, ella tenía prisa porque empezaba su serie favorita en televisión, y cuando las cosas se hacen como no se hacían antes pasan cosas inesperadas.

En uno de esos instantes cuando ya oía la musiquita de presentación de la serie que venía de la televisión de su cuarto, ella estaba limpiándome las partes traseras: Ya abría más los ojos. Los abría cuando la vista estaba en el trasero y cuando me iba a subir los pantalones los cerraba, en uno de esos momentos de necesidad televisiva, ella me subió los calzoncillos a tal velocidad que me rozó la parte delantera de la polla con la parte más extrema de la palma de su mano y su muñeca, a lo que ella no le dio mucha importancia pero a mi me puso a imaginar más cosas prohibidas.

Yo ya llevaba una semana sin eyacular y me subía por las paredes, este momento de desespero sexual coincidió con el desespero de mi tía de no aguantar más los olores que se desprendían de la bañera, donde tenía yo que mear. Entonces dijo:

-Nene, mira sino te importa vamos a volver a orinar en el retrete, porque este olor crea bacterias y el mear en la bañera no tiene que ser muy bueno, encima si se deja sin lavar mucho tiempo.

A lo que yo contesté:

  • Pero lo voy a dejar todo mojado!

Y mi tía respondió:

-Mira yo el culo te lo he visto ya, te he dado el desayuno, creo que ya me he acostumbrado a lidiar contigo pero es que prefiero la limpieza antes que el desaseo, así que no me importará apuntarte yo misma para que des en la diana. Algo a lo que yo no opuse la más mínima resistencia y con un tono sentencioso dije:

-Vale tía tienes razón, aunque me sabe mal que estés haciendo todo esto por mí.

Ella contestó con un tono amable y una sonrisa de complicidad:

-Tranquilo nene, para eso me he ofrecido.

Y el momento esperado llegó: Eran las 11:33 PM la hora de hacer pis antes de irse a dormir. Entonces me levanté de mi cama y me pasé por su habitación y la vi allí tumbada con una luz tenue que venía de la televisión que me iluminaba un poco sus atributos: un pijama cortito de seda que finalizaba en los muslos. Unas piernas morenitas del sol, el pelo mojado y rizado después de la ducha, y esos deditos de los pies tan ricos me hacían la boca agua.

Ella no lo pensó en ese momento, pero si quería apuntar en la diana, que en este caso era el fondo del retrete, tenía que abrir los ojos y cómo no, agarrarme el pene.

Y entonces lo hizo: Me bajó los pantalones y como si de algo natural se tratase me cogió la polla y me dijo apuntando: Vale nene cuando quieras.

Entonces hice pis intentando no pensar en nada que hiciera que la sangre bajara a mi aparato sexual.

Cuando acabé de orinar, ella me la meneó un poco para que cayeran las últimas gotas de pis y me arrastró el prepucio un poco hacia atrás y adelante despacito. Entonces abrió la boca con cara de sorpresa, me miró y dijo: "Tu pene esta un poco sucio", me arremangó el prepucio hasta el final y pudo observar como toda la circunferencia de mi pene estaba rodeada de esmegma. A lo que yo contesté: "Claro si no tengo manos cómo me lo voy a limpiar!"

Fue entonces cuando cogió un pedacito de papel higiénico y me limpió el pene un poco.

Para limpiar lo que sobraba y no se quitaba con papel, se levantó, abrió el grifo y me estimulo el glande con la yema de los dedos mojados. Un cachito se resistía a ser limpiado a lo que ella actuó con su uña rascando en la zona, algo que no pudo evitar que mi pene se hiciera visiblemente más grande. Mientras esto ocurría ella decía mirándome y riéndose: "madre mía, si que tenías de esto" y enseguida pasó a oler ese pedacito que se le había quedado entre la uña del dedo índice.

Acto seguido se percató de mi erección, me miró sonriendo de nuevo, me pegó en el culo, y me subió los pantalones echando mi pene hacia arriba con la palma de su mano para que entrara entre los pantalones mientras me decía: "Cuando salgas de aquí tendrás que echar un buen polvo con tu novia porque se te ve necesitado" Y yo le contesté supercachondo: "No tengo novia". Y ella me respondió con un tono coqueto: "Pues hazte una buena paja". Y yo respondiendo de nuevo dije: No se si podré aguantar dos semanas más. Y ella contestó mientras me ponía las manos en las mejillas y mirándome con un gesto de pena: Sí que podrás, si los monjes se abstienen tú también puedes. Me dio un beso húmedo en la mejilla y se fue a dormir.

Continuará