Braulio, mi hijo

Su marido no le daba lo suficiente y recurrió a su hijo.

Mi nombre es Eloísa y quiero dar a conocer a los lectores unos hechos que han modificado sustancialmente mi vida, que hasta el momento en que ocurrieron, hace unos tres meses, había sido la de muchas mujeres, anodina y sin cosas dignas de contar. Nacida en un pueblecito de Andalucía, a los 16 añitos quedé embarazada y como eran otros tiempos, me casé deprisa con el que hoy es mi esposo, que por entonces tenía 27 años. Tuvimos a nuestra hija, pero a los 5 meses una terrible enfermedad nos la arrebató. Mi marido tuvo suerte y se colocó de ayudante de maquinista en RENFE y nos trasladamos a vivir a Madrid, mejorando nuestra situación económica y teniendo a nuestro hijo Braulio a la edad de 26 años, de eso hace hoy 24. Mi marido habitualmente hace el recorrido nocturno de Madrid- Málaga y viceversa, con un descanso entre cada recorrido de casi dos días; es un buen hombre pero muy tradicional en lo referente al sexo y poco activo en los últimos cuatro o cinco años; Mi hijo (que está soltero y vive con nosotros) es un chico normal, no tiene un físico llamativo, bastante guapo para mí, introvertido y trabaja en horario continuado en una Caja de Ahorros; por la tarde, normalmente, se encierra en su habitación, donde escucha música, ve películas y se entretiene con Internet, saliendo alguna que otra vez al servicio o a la cocina. Esa conducta domiciliaria me había hecho pensar que tal vez era homosexual, cosa que no me hubiera importado, pues no le conocí jamás amiga o novia. Cuán equivocada estaba con las inclinaciones sexuales de mi hijo.

Nuca me había interesado por la informática, pero hablando con amigas mías me hicieron saber que Internet era muy entretenido y que había páginas muy excitantes, tanto para hombres como para mujeres, con fotografías y vídeos de lo más pornográfico que se pudiera una imaginar. Me picó la curiosidad e Irene, una de mis amigas, la más lanzada, me dijo que me enseñaría a usar el ordenador en su casa, por lo menos a buscar en la Red las webs más cachondas, y así lo hizo, llegando a excitarme los relatos de Todorelatos.com, principalmente los referidos a infidelidades, sexo con maduras y sobre todo los de amor filial, llegando a visitar asiduamente una sala de pago para uso de Internet.

Instintivamente, sin darme cuenta, a mis 50 años, empecé a comprarme ropa más atrevida que la usada hasta entonces, lencería sensual y alguna muy hot, para mi íntima complacencia. Esas incursiones en las Webs eróticas me hicieron ver que para las prácticas sexuales no solamente existía la postura del misionero, sino que me había perdido otras modalidades de sexo, tales como felaciones, postura del perrito, cunnnilingus, penetraciones anales, etc. y que por lo leído y visto debían ser prácticas maravillosas y placenteras a más no poder.

Durante el día estando en casa, rara vez vestía de calle, cubriendo mi cuerpo con batas largas, casi hasta los pies, abotonadas hasta el cuello, incluso en verano pero a partir de mis incursiones en las lecturas eróticas, cambié a cubrir mi cuerpo con unas batas cortas que me llegaban a medio muslo, sin abotonar y sujetas nada más que con el cinturón, sin sujetador y con mini-bragas muy seductoras, dejando asomar por mi escote el principio de mis generosos senos, y a veces por las mañanas, andaba desnuda por el piso, comprobando en el espejo de mi dormitorio que aún estaba de buen ver, que mis pechos se mantenían erguidos aunque un pelín caídos, que mis carnes eran prietas sin rugosidades y que mi chocho que estaba recubierto por una espesa mata de pelo negro, como mi cabellera, era especialmente atractivo y sensual. La lectura de los relatos y la visión de los vídeos me iba enganchando más y más y empecé a masturbarme frecuentemente y los días que mi marido estaba en casa procuraba calentarlo con mi nueva ropa íntima, pero no siempre daba resultado, diciéndome que estaba cansado o cosas por el estilo. Cada día me encontraba más ardiente y calmaba mis fogosidades con pajas que me relajaban, pero no me llenaban del todo.

He de hacer un inciso para manifestar que en las muchas historias que he leído abundan las palabras fuertes, un poco soeces pero muy excitantes, que al parecer son las que más gustan a los lectores (en mi caso es cierto) y que no sé si seré capaz de emplear en mi narración. Tal era mi afición a los relatos y viendo que la sala cyber salía cara decidí una mañana usar el ordenador de mi hijo y entré en Favoritos, apareciendo en pantalla varias páginas que visité rápidamente siendo éstas las más fuertes de videos de sexo explícito que hubiera yo visto, amén de otras de relatos eróticos, tal como la que a mi me gusta leer. No dije nada a mi hijo, pero me desapareció de la mente la idea de que pudiera ser Gay, y alegrándome por compartir con Braulio los mismos gustos en cuanto a relatos se refiere y la verdad es que las tardes en que mi esposo no estaba empecé a vestirme con la batas cortas o más sexy, dejando que mi canalillo se notase con escotes amplios dejando entrever mis carnes a través de blusas casi transparentes, resaltando mis tetas con camisetas muy ceñidas pero al mismo tiempo escotadas, enseñando mis muslos con mini-faldas de vértigo, impropias de mi edad, luciendo mis pequeñísimas tangas al sentarme, cuando podía, frente a él y abriendo mis piernas disimuladamente, y visitando con cualquier excusa su habitación cuando él estaba . En estas visitas observé un cambio gradual en su comportamiento, más hablador y cariñoso y que con su mirada parecía querer desnudar mi cuerpo al mismo tiempo que en su entrepierna se apreciaba un notable abultamiento, y que me hizo pensar que su aparato debía ser de considerables dimensiones; por las tardes no se tiraba tanto tiempo encerrado en su dormitorio, salía con frecuencia y aprovechaba cualquier momento para decirme piropos, besarme y estrecharme entre sus brazos y cuando se ponía tras mío, notaba que su miembro viril se endurecía y se incrustaba entre mis cachetes, produciéndome una agradable y voluptuosa sensación y que tras esos abrazos y caricias inocentemente juveniles se dirigía hacia el baño, dejándome en ocasiones con el tanga mojada por mis jugos y unos deseos terribles de masturbarme, cosa que hacía en cuanto podía. Me daba cuenta que en mi mente tenía lugar una lucha encarnizada, con sentimientos encontrados; por un lado mi posible culpabilidad al ver excitarse a mi hijo, y por otro lado la felicidad que me embargaba al sentirlo pegado a mí, mi desahogo sexual con las masturbaciones que inevitablemente realizaba cuando él se iba hacia el baño, y que al final podía la concupiscencia sobre la posible culpabilidad por calentarlo con mis actuaciones y mi cuerpo. Mis deseos carnales por poseerlo se fueron acrecentando día tras día, siendo yo la que buscaba desesperadamente el contacto físico con él, aumentando descaradamente mis insinuaciones a través de mi vestimenta que en ocasiones se limitaba a la simple bata anudada a la cintura, dejando que el escote fuera todo lo amplio posible, sin llegar a exhibir totalmente mis tetas ( no me hubiera importado si el macho fuera otro), dejando de ponerme los tangas y abriendo las rodillas cuando estaba sentada frente a él, haciendo lo posible por poner a su vista mi coño sin depilar y siempre mojado por mis jugos. Ya no sabía que hacer para que Braulio se decidiese a pasar a la acción, a expresarme sus deseos que eran (estoy segura de ello) tan morbosos o más que los míos, que me dijese que me deseaba y que quería echarme un polvo. Mi pensamiento estaba permanentemente en acción, intentando maquinar el modo de hacerlo caer entre mis brazos, de ser poseída por él, de ser penetrada por esa verga que se adivinaba bajo su bóxer, de que su rabo expulsara dentro de mi vagina el semen que seguro sería copioso, o de cómo me podría meter su polla entre mis labios y succionar hasta que exprimiéndole los huevos me regara por dentro.

Una mañana mi situación cambió radicalmente, pues cuando entré en su habitáculo, vi. encima de la cama uno de sus pantalones, y al ir a colgarlos en el armario-ropero, de uno de sus bolsillos cayó un objeto que reconocí como algo que se usa en informática. Llamé a mi amiga Irene y ésta, tras detallarle las características me dijo que era una Memoria USB, me explicó donde debía colocarla y como funcionaba.

Al momento me puse manos a la obra y en pantalla se reflejaron dos Carpetas: Fotos y un archivo con el nombre de MICASA. En la primera me encontré con unos cuantos archivos y abrí el llamado MIPOLLA, quedándome asombrada de la cantidad tan grande que había de fotos de Pollas, todas ellas correspondientes al mismo órgano viril, larguísimo, grueso, un poco curvado hacia arriba, con un glande enorme y sonrosado, precioso, excitante, y, que por el fondo de alguna de las fotos averigüé que estaban hechas en el dormitorio de Braulio, por lo que deduje que al nabo era de mi hijo, lo que me hizo mirarlas con arrobo y admiración, al mismo tiempo que me pajeaba pausadamente para prolongar mi éxtasis. Como la hora de la comida se acercaba y con ello la llegada de mi hijo, llamé a Irene y le pregunté como podría yo tener una copia de lo que en la memoria USB había; ella me lo explicó al mismo tiempo que indagaba por el contenido de la misma, cosa que no le dije, pero le prometí que algún día lo vería. Me vestí rápidamente, y en una tienda de Informática adquirí un pendrive de la misma capacidad y actuando como me dijo mi amiga, copié los contenidos de uno a otro, y guardé el de mi niño en el bolsillo del pantalón. Estaba ansiosa de volver a indagar en los archivos copiados y que llegase la mañana siguiente y las demás para recrearme con la visión de aquella polla que ya estaba segura era de mi hijo y que tenía yo que comérmela, haciendo de ello una cuestión de orgullo y… por qué no decirlo: GOZARLA EN TODA SU PLENITUD JUVENIL.

A la mañana siguiente, bien temprano y casi dejando de hacer las cosas propias de mi casa y de la cocina, volví a abrir el archivo ya citado mordiéndome los labios sensual y voluptuosamente, con intensidad y al mismo tiempo que me recreaba en su contemplación, me auto-sobaba todo mi cuerpo, especialmente mis senos y mi poblada y velluda raja recibía la visita de uno, dos y hasta tres de mis dedos. Una vez cerrado el archivo abrí otro que se titulaba REINA, y ése si que me sorprendió, ya que estaba confeccionado a base de fotografías de no muy buena calidad (tal vez de móvil), pero claras, de mi persona en diversas posiciones y con ropas diferentes, abundando las que estaba cubierta por la bata corta, y sobre todo me llamaron mi atención aquellas en que estando sentada bien en su habitación o en el salón de casa, con las blusas casi transparentes y faldas súper cortas, se centraban en mis pechos, en mis escotes grandes, en el resalto de mis pezones aprisionados por las ceñidas camisetas y sobre todo las que reflejaban la intensidad de mi pelambrera en mi conejo, sin tangas ni braga alguna. Estos archivos fueron vistos en repetidas ocasiones en los días siguientes, dando lugar a que mi cuerpo sufriera tremendos calentones, que luego por la noche no apagaba mi marido y tenía que hacerlo yo sola con mis dedos. Pero la sorpresa más grande y más agradable que recibí, y que hizo aumentar mis deseos de follarme a mi hijo con todas las consecuencias y que al mismo tiempo me hizo creer que él estaba sediento de beber de las fuentes de mi chocho, de regar mi huerto con lo que debía emanar de su, al parecer, terrible tranca y de hacerme sentir la felicidad mientras copuláramos, fue abrir el archivo con el nombre aparentemente inocente: MICASA. No tenía nada que ver con la arquitectura o estructura de nuestra vivienda, ni fotos de las mismas ni de otra que yo conociese, sino que todo era una serie ordenada de fechas con un breve texto a continuación de cada una de ellas, y que curiosamente comenzaban varios días después de empezar yo mis incursiones en la Red y empezar a modificar mi modo de vestir en casa y posteriormente del cambiazo de conducta de Braulio tanto a su permanencia en su habitación como en su trato conmigo, su estupendo trato conmigo, que me hacía estar ahora tan enganchada a su presencia, aunque mas bien podría decir deseosa de su contacto y naturalmente del rabo que presumía yo tenía entre las piernas. ERA UN DIARIO PERSONAL...

Por la lectura de este diario vine a saber y tener conocimiento de que mi hijo había notado mi cambio en el vestir, que se había dado cuenta de que en casa moraba una madura hembra que le iba gustando poco a poco por sus formas, que ya no estaba tan interesado en Internet salvo por la lectura de las historias de sexo y vídeos pornográficos, a los que le daba contenido poniendo como protagonistas a él y a su estupenda y sensual madre, que le encantaba charlar con ella por las tardes, especialmente cuando se sentaban juntos en el sofá, que sufría erecciones constantes cuando la besaba cerca de sus labios y mas cuando la tomaba por detrás y su picha se incrustaba entre las duras nalgas de su madre, en fin que estaba decidido a conquistar a la torda que le tenía comido el seso y con la que quería tener tema carnal.

En su última anotación escribía que iba a dejar a propósito la memoria USB en un pantalón, para lavarlo, encima de la cama y ver cual sería la reacción de su madre cuando la hallase pues sabía por el HISTORIAL del ordenador que ella también visitaba WEBS calientes, y creía haber observado en la manera de portarse últimamente que estaba cachonda y que le provocaba continuamente con sus sensuales ropas y posturas.

Aquel descubrimiento me hizo descomponer, era una confirmación de que Braulio también deseaba meterse en la cama conmigo al igual que yo deseba tenerlo a mi lado, por lo que mi mente calenturienta comenzó a pensar el modo de trajinármelo, y mientras tanto seguía visitando los archivos que obraban en mi poder, sobre todo el de MIPOLLA que me calentaba sobremanera.

El día 1 de Julio, jueves, a la hora de la cena (que siempre la realizamos en familia) mi marido nos dijo que como comenzaban las vacaciones de verano, le tocaba doblar teniendo que realizar los trayectos Madrid-Málaga, Málaga- Barcelona, Barcelona- Madrid compensándole con jugosas dietas y que saldría el viernes a la noche y regresaría 10 días después, descansando cuatro días e iniciando un nuevo ciclo. Miré a mi hijo y éste me devolvió la mirada, pareciéndome notar en sus pupilas un brillo inusitado. Cuando nos retirábamos a descansar me dijo que si era posible le limpiase por la mañana el ordenador, que tenía algo de polvo.

Por la mañana, mientras mi marido se fue a comprar el periódico me introduje en la habitación de mi hijo con la idea de pasar un trapo por el PC para leer algún relato erótico y mirar mi archivo favorito, cuando observé que el aparato tenía la Memoria USB de Braulio puesta; ni corta ni perezosa di los pasos necesarios para abrir el Archivo MICASA, por si había escrito algo nuevo después de los ocho o diez días que llevaba sin verlo, y comprobé estupefacta que además de que se quejaba de no haber hecho su madre nada para darle a entender que lo había leído( él sabía que SI lo había hecho, por programas que existen para ello) y que por tanto estaba equivocado con respecto a mis sentimientos hacia su persona como hombre, en la última fecha, la del día 2 de Julio escribió literalmente : Si este Diario lees y sientes por mi amor de mujer hacia hombre, regálame en la hora de la comida con unas gambas y vístete con la falda que tienes de colegiala y la blusa verde, sin sostén y bien abierta de escote, que tu esposo no se ha de dar cuenta y sabré que lo estás deseando igual que yo. Te quiero Eloísa mía y te prometo que he de hacerte gozar como nunca lo has hecho. Besos.

No supe que hacer en ese momento y casi me desmayo de la alegría que me había dado el leer aquella nota. Por fin Braulio se había decidido a manifestar claramente sus ansias de poseerme, de hacerme suya, de compartir conmigo la pujanza de su juventud. Creí que me iba a dar algo cuando sentí que se abría la puerta e mi casa y mi esposo regresaba. Estaba dispuesta a cumplir las peticiones de mi deseado y futuro amante para que no hubiese duda en cuanto a mis sentimientos hacia él, pero en el transcurso de la mañana fui sopesando los pros y los contras y creyendo que no era lo mejor la propuesta de mi hijo, no solamente no puse gambas para comer, sino que vestí uno de los muchas prendas que usaba antes de iniciar esta locura que estoy narrando a ustedes. Cuando llegó Braulio a comer noté rápidamente su contrariedad al verme de tal guisa, eludiendo yo su mirada inquisitoria y marchando hacia su dormitorio inmediatamente finalizado el ágape, quedando en el mismo sin salir en toda la tarde. Yo no quise entrar en su dormitorio y cuando mi esposo se marchó hacia el trabajo, me metí en mi cama, no sin antes haberme puesto un camisón de tejido muy tenue, sin nada debajo, dejando ver claramente mis tetas y mi peludo coño a cualquiera que entrase en mi alcoba. Estaba triste y no sabía que hacer, debatiéndome en un mar de dudas, pues yo misma me daba cuenta de que después de haber provocado e incitado a que mi hijo haciendo que sufriese por mí, y que yo misma estaba desgarrándome por dentro queriendo convertirme en la amante de mi hijo, ahora le negaba y me negaba la oportunidad tan deseada por ambos, la ocasión de volver a sentirme mujer deseada por un varón guapo y apuesto. Me decidí a dar un paso adelante, que o bien me haría sentirme desvergonzada ante mi hijo o por el contrario nos haría a ambos salir de esta incertidumbre que pienso nos atenazaba. Tomé mi teléfono móvil y marqué, sin prisa pero sin pausa el número del de mi hijo, y más o menos esto fue lo que sucedió a continuación:

¿Dígame?

Braulio, hijo, soy mamá.

Ya lo sé, tu nombre, Eloísa, sale en la pantalla de mi móvil cuando llamas. ¿Qué quieres? ¿Desde donde me llamas?

Te llamo desde mi alcoba, estoy acostada desde las nueve y media, pero claro esto tu no lo puedes saber ya que desde que hemos comido te has encerrado nuevamente en tu cubil, como hacías hasta hace un par de meses, y no has salido ni a cenar, es que ¿acaso estás enfadado conmigo o con tu padre? ¿Te hemos dicho o hecho algo para que nos trates así? ¿Estás acostado?

No, estoy en el ordenador, viendo algunas fotos muy sugerentes de una señora estupenda que hasta hoy creí conocer bien, pero parece ser no es así, y no, no estoy enfadado con ninguno de los dos; quizás un poco disgustado porque las cosas no salen como quisiera y tal vez eso me ha hecho encerrarme en mi cuarto.

¿Ese disgusto tiene acaso algo que ver con no haber comido hoy gambas?, perdóname, pero no tenía en casa, pero puedo compensarte con otra cosa, si a ti te apetece y el día que quieras. Mira, pensándolo bien, podría ser esta misma noche, y también podría ponerme esa faldita de colegiala y la blusa que tanto te gusta, pero desde luego siempre que tu lo desees.

Eloísa, claro que me gustaría sino comerme las gambas si otra cosita y naturalmente que me gustaría verte con esa ropa tan sexy que te has puesto algún que otro día, pero… eso ¿quiere decir que has leído algún secreto informático mío?

Pues claro cariño mío, si no fuese así no hubiera sacado a relucir lo del marisco; lo he leído y visto, todo me ha gustado mucho, especialmente las fotos de tu muñeco ¿Por qué ese es tu muñeco, verdad? No me digas que no.

Si mamá, es mi muñeco, y está deseando que le facilites una casa donde refugiarse el máximo de tiempo y cuanto antes mejor.

Braulio, amor mío, no demoremos más esta cuestión y apágame pronto este fuego que me consume; anhelo sentirte junto a mí, deseo que me poseas ¡YAA!, así que te ruego, te ruego no, te ordeno que vengas para mi cama raudo, que estoy esperando con toda mi calentura a que tu manguera me riego por completo.

No habían transcurrido 30 segundos cuando la silueta de mi hijo se dejó ver en el quicio de la puerta de mi dormitorio; venía vestido solamente con un slip; me removí inquieta y expectante; no dije palabra alguna. Braulio tampoco dijo nada y despacio, muy despacio se acercó hacia el lecho matrimonial, donde mi cuerpo yacía boca arriba, dejando a la vista de mi hijo mis partes íntimas; le manifesté mi deseo de que apagase la luz principal que pende del techo, al mismo tiempo que yo encendí la lamparita de mi mesilla de noche, dejando la habitación en una suave penumbra, pero lo suficiente para que ambos nos pudiésemos ver. Llegado a mi altura, por mi izquierda, sin musitar palabra alguna, se postró de rodillas en la cama, se inclinó hacia mí, sus labios se aproximaron a los míos que entreabiertos esperaban húmedos la caricia que estaba por llegar, la caricia que iba a ser el principio de una noche de lujuria y desenfreno; su mano izquierda no permaneció quieta sino que situándose sobre mis rodillas, hicieron un poquito de presión entreabriéndolas y ascendiendo por el interior de mis muslos se posó sobre mi vagina, jugueteando con mis abundantes vellos púbicos e introduciendo posteriormente dos dedos entre mis labios mayores, que ya estaban lubricados por mis jugos. Cuando sus boca se apoderó de mis labios, su lengua, inexperta, procedió a buscar la mía, que respondió a su deseo sin dilación, intentando darle unas lecciones prácticas de cómo debía hacerme gozar. No habrían transcurrido cinco minutos de gozosa sensación bucal y vaginal, y s in haber saboreado al completo las mieles de su boca, se separó diciendo: Mamá, mamá, no puedo aguantar más, me corro. Intenté con mis manos parar aquella anunciada corrida pero antes de pudiese coger atrapar la base de su verga para impedir la eyaculación, sentí que su slip se humedecía, traspasando la humedad la tela de su prenda íntima y llegando a mojar mi muslo, quedando acostado boca abajo a mi lado, desmadejado, como inerte y respirando muy deprisa.

Lo siento mamá; no he podido evitarlo, tenía tantas ganas de estar contigo que no he sido capaz de pensar nada más que en lo bien que lo estaba pasando y no en que tú eras parte de este acto, que tú también debías gozar. Te prometo que no volverá a suceder; sólo pensaré en tu disfrute.

No te preocupes cariño mío. Eso le puede pasar a cualquiera y más si es la primera vez que está con una mujer que desea. Tu padre con 18 años fue de putas la primera vez y antes de meterla ya se había corrido, y conmigo muchísimas veces se vacía antes de que yo sienta nada. Yo te guiaré la próxima vez y verás como conseguiremos poco a poco disfrutar de nuestro sexo, que por lo comprobado, estamos ambos con unas ganas locas de practicar. Yo estoy como una perra caliente, y tú polla me ha de hacer disfrutar más que una ramera con varios tíos a la vez. No te asustes de mi lenguaje, pero todo esto lo ha aprendido en esas páginas eróticas que Irene me enseñó a buscar, y la verdad que me excito mucho cuando leo los relatos y sus expresiones soeces y arrabaleras. Tú recupérate pronto para darme caña, que yo te enseñaré a hacer gozar a una mujer lo indecible, lo que no está escrito en parte alguna.

Procedí entonces a incorporarme un poco, y rápidamente saqué el ligero camisón por mi cabeza, quedándome totalmente desnuda a la vista de mi hijo, que se había volteado ligeramente de costado, mirándome como hipnotizado a los pechos, que se erguían desafiantes como nunca en todo su esplendor, pareciéndome a mi que desaparecía hasta la ligera flaccidez que por edad presentaban mis senos. Tomé con mis manos el elástico del slip y bajándolo rápidamente se lo saqué por su pies al mismo tiempo que con mi camisón procedí a secar mi muslo y después su verga, que al sentir el suave roce de la tela y la presión de mis dedos friccionándola se elevó nuevamente en todo su apogeo apareciendo anteví aquel cipote que había visto tantas y tantas veces en el ordenador; tenía en efecto una forma un poco curvada hacia arriba, su glande estaba despejado totalmente sin que el prepucio tapase parte alguna, y sobre todo era largo, muy largo, quizás 22 ó 23 cms. desde la base hasta el orificio de salida de sus líquidos, y de grueso no digamos, parecía más bien un rollo de los de amasar la pasta en la cocina, e indudablemente ganaba al natural.¡ Dios, que polla!. Su padre la tenía grande pero anda que el hijo… no sé si alguna vez cuando pretendiese hacerle una felación, aquel monstruoso aparato cabría en mi boca, pero ya lo veríamos, pues por mi no había de quedar el realizar cosas que jamás había hecho con mi marido y en algunos casos ni había oído que existiesen, y que según algunas de mis amigas (Irene principalmente) era el sumun de las delicias, cosa que también había leído en Internet. Ahora fui yo la que tomó la iniciativa, para conducir a Braulio, a mi hijo, hacia los placeres sexuales, hacia la gloria terrenal que es el coito y sobre todo que me llevaría a mi, a su madre a disfrutar de aquel aparato que jamás había pensado poder gozar; no quería que el semen de mi hijo se desperdiciase por sus piernas y las mías, no quería tener que esperar más tiempo a "padecer" un orgasmo que estaba segura iba a sentir muy pronto. Me dejé caer nuevamente hacia atrás, e hice que se subiese sobre mí, que su boca recorriese cada pliegue de mi cuerpo, y sobre todo que me chupase reiterada y golosamente mis pezones ya endurecidos y tensos, cosa a la que se aplicó afanosamente, lo que me permitió gozar intensamente; al mismo tiempo mi mano derecho atrapó el tronco de aquella estaca y con mucha suavidad dirigí la punta de la misma hacia el interior de mi vulva, que estaba súper lubricada como hacía años no lo había estado, abriendo mis pierna para facilitar el acercamiento de la misma y la penetración de su glande en mi chocho; todo ello siendo yo la que pilotaba aquella operación de acoplamiento, a la que tenía un poco de recelo por la longitud y el grosor tan extraordinario de la polla de mi hijo. Conseguí que poco a poco, y gracias a que mis labios menores con su lubricación lo permitieron, su pollón se introdujese hasta el fondo de mi vagina, llegando a sentir el contacto de sus pelillos con los míos, a notar que sus cojones hacían de tope con mi bajo vientre, iniciando entonces un movimiento de mete y saca lento pero profundo, sin acelerones, que me permitía disfrutarmde todo el poderío de aquella grandiosa tranca dentro de mi. Al mismo tiempo que yo regulaba la cadencia de sus movimientos, hice que sus manos amasasen sin pudor, delicadamente, pero con vigor mis tetas que estaban a punto de reventar por la excitación, al mismo tiempo que regulaba el ritmo de la follada de la copulación, para evitar una corrida precipitada de mi hijo y conseguir así en lo posible que yo también me corriese, y cuando notaba que mi hijo empezaba con sus espasmos, le asía por bajo de sus testículos, estrangulando en lo posible su "corrida" hasta que llegase el momento en que yo pudiera gozar con toda intensidad del primer orgasmo con mi hijo, con mi macho, con mi semental, que ahora estaba sobre mi cuerpo desnudo sudoroso pero muy, muy excitado. Así conseguí llegar a un punto en que los síntomas de que se aproximaba mi inminente "corrida" se acentuaron y acelerando entonces mis movimientos pélvicos, conseguí gloriosamente y al mismo tiempo que mi hijo, una antológica corrida, que ni en mis años jóvenes había experimentado, coincidiendo con las contracciones aceleradas de mi "niño" que quedó desmadejado sobre mi sudoroso pero feliz cuerpo. No permití que mi hijo sacase su falo de dentro de mi cueva hasta transcurrido un buen rato, quería sentir dentro de mi como su pollón iba perdiendo su rigidez y como su "leche", mezclada con mis jugos, salía poco a poco por los bordes de mi chocho, mojando la parte interna de mis muslos y mojando intensamente la sábana bajera del tálamo nupcial, que sin rubor ni vergüenza había usado para darme una o mejor dicho la más grandiosa corrida que mujer alguna puede soñar y que me había hecho gozar como una auténtica perra cuando sentí el gran cipote de mi vástago dentro de mis entrañas, gozando lo indecible de la grandiosa verga de que es poseedor, y sabiendo a ciencia cierta que era el primer "polvo" que él había echado, y que pienso no le había disgustado en absoluto, y que en cuanto estuviese repuesto querría nuevamente gozar del chocho de la "golfa" de su madre, como a ésta le encantaría disfrutar de semejante pollón, y como no, poder degustar en mi boca de tan abundante semen como el que notaba dentro de mi chocho, cuando nos hubiésemos repuesto de este maravilloso polvo; y no solamente él quedó exhausto, sino que yo sentí un debilitamiento total y gozoso de mi cuerpo que me hizo quedar desmadejada bajo su maravilloso cuerpo, quedando ambos dormidos hasta la mañana siguiente y sin que ninguno fuese a la ducha para higienizar nuestros remostosos cuerpos.

Sería alrededor de mediodía, llevando yo un par de horas levantada y preparando la comida( ue luego no consumimos), cuando sentí abrirse la puerta de mi dormitorio, la puerta del habitáculo donde habíamos librado mi hijo y yo tan épica batalla sexual, donde sé positivamente que había desvirgado a Braulio y donde él me había llevado al éxtasis que toda mujer desea sentir cuando mantiene relaciones sexuales, donde mi interior había reaccionado mejor que cuando era jovencita; al momento se personó en la cocina mi inexperto, pero bien dotado, amante, que venía casi desnudo vistiendo solamente el slip que horas antes había empapado con su lefa y en el que se apreciaban claramente las enormes manchas de color amarillento de su líquido seminal; yo sentí pronto su proximidad y dado que estaba cubierto mi cuerpo por un tenue salto de cama de color azul claro, su paquete fue fácilmente apreciado en todo su esplendor cuando lo apoyó en mi trasero, muy cerca su punta de mi ano, y mientras sus labios lamían mas que besaban mi cuello, sus bien cuidadas manos se apoderaron con vigor de mis domingas, cuyos pezones estaban claramente excitados y en plenitud mi sexualidad. A pesar de mis intensos deseos de copular con él, me hice la fuerte y conseguí, no sin pocas súplicas, ni más ni menos que me soltase y que se fuese a cambiar de ropa, ya que debíamos salir a hacer la compra para varios días, lo que hicimos tras desayunar ambos y después de numerosos besos y caricias mutuas, principalmente cuando me desnudé para vestirme con ropa de calle quedando entonces mi maduro, pero aún bien formado, cuerpo expuesto a sus embestidas bucales y a los sobos más indecentes y morbosos que jamás habría soñado que me hiciese un varón, y menos un macho tan joven como era mi hijo, que estaba tan bien dotado en su entrepierna por un pollón grandioso ( ruego me disculpen por utilizar tantas veces el término pollón, pero la verdad es que estaba encandilada y sorprendida por el tamaño de la verga de mi hijo Braulio, que me hacía relamerme de gusto pensando en otras nuevas penetraciones por varios sitios y no únicamente por el coño de su mamaíta).

Una vez que en un pequeño pero coqueto restaurante hicimos la comida de mediodía, mi hijo y yo, tal como dos amantes, recorrimos varias tiendas del centro de la Madrid, alejadas de nuestro barrio, con el solo fin de que al probarnos distintas prendas en los lugares reservados para ello, pudiéramos contemplarnos mutuamente en nuestras indecentes desnudeces, que hacía que poco a poco nuestros deseos más lujuriosos se acentuasen y decidiésemos regresar a nuestra "picadero" particular, para dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos sexuales, llegando al domicilio familiar sobre las 22 horas, donde nada más cerrar la puerta tras nosotros nos abrazamos como dos chiquillos que descubrieran por vez primera el deseo libidinoso de la fortificación y no tuviesen tiempo para practicarlo, y sin tomar prácticamente alimento alguno, desnudándonos el uno al otro, sin cuidado, desgarrándome Braulio el sujetador y el tanga que llevaba ( estuve a punto al salir de casa de no ponerme ninguna de ambas prendas para excitarlo aún más si cabe) y colaborando yo en su desvestir, caímos nuevamente sobre la cama de matrimonio ( por cierto, sin hacer y toda manchada de semen y de mis jugos vaginales), iniciando una nueva batalla corporal de besos profundos y de manoseos, que dieron lugar a una elevación de nuestro nivel de sexualidad. Le dije que ahora sería yo la que llevaría el peso de nuestro combate sexual, cosa que entendió y me dejó a mí dirigir esta segunda "operación" en la que estaba dispuesta a hacerle gozar al máximo y no por ello quedar yo exenta de recibir los placeres amorosos de mi hijo y de sus penetraciones con su falo que estaba lógicamente preparado nuevamente para la acción. Sin dudar un instante en la estrategia a seguir, le tumbé boca arriba, me subí sobre él dejando sus piernas casi cerradas entre las mías, y tomando su pene con mi mano derecha me lo introduje de golpe en mi coño y debido a la enorme magnitud de su pollón, sentí al momento un dolor intenso en las paredes de mi vagina, a pesar de estar bien lubricada, pero enseguida me rehice y comencé a notar el roce de su tronco dentro de mí al mismo tiempo que su glande me llegaba a lo más profundo de mis entrañas, notando un maravilloso gustirrinín que se fue acrecentando en tanto en cuanto se aceleraban mis movimientos de pelvis y los de mi hijo, que con su bombeo perfectamente acoplado a mi ritmo, me hizo llegar rápidamente a disfrutar de la gloria de un primer orgasmo en este encuentro. No cesó Braulio en su vaivén a pesar de escuchar mis gemidos( más que gemidos, aullidos) y en poco tiempo me hizo gozar hasta tres veces, sin que él se hubiese corrido ninguna; pero al cuarto ataque noté por las contracciones de su cuerpo y sus espasmos que estaba a puntito de llegar al orgasmo y procuré coincidir con él en el instante en que todo el líquido seminal acumulado en sus cojones salía de su polla y penetraba hasta el fondo de mí, y sus jadeos dejaron de ser eso, unos jadeos, para convertirse en un grito incontenible, signo evidente de que mi hijito se había derramado dentro de su madre, la cual no pudo evitar tampoco su alarido de perra gozosa al ser ensartada por una hermosa y gruesa lanza. Tanto él como yo hicimos ademán alguno de retirarnos de la posición en que habíamos quedado después de alcanzar el clímax ambos, es decir él boca arriba en la cama y yo, penetrada hasta el fondo con mi torso apoyado sobre su pecho, con mis manos recorriendo sus facciones varoniles, que hasta ahora se me antojaban infantiles, y con mis labios recorriendo cada centímetro de su cara y saboreando los efluvios de su boca. Poco a poco, alrededor de las 4 de la madrugada, sin darnos cuenta caímos en brazos de Morfeo y de este dulce sueño desperté sobre las 11 de la mañana, observando complacida y gozosa al Efebo que a mi lado yacía y comprobando que su aparato en estado de reposo era igualmente apetecible para cualquier mujer, ni corta ni perezosa comencé con mis manos a realizarle una suave masturbación, que dio sus frutos, pues poco tiempo después su mástil apuntaba claramente hacia el techo de la habitación, y en la punta de su glande se apreciaban las primeras gotas de líquido seminal, por lo que sin dudar un instante me arrodillé entre su piernas quedando su verga a la altura de mi cara e introduje aquel bombón en mi viciosa boca procediendo a mamarlo con fruición, sintiendo un placer desconocido hasta entonces por mí, y que sabía me habría de llevar a otro orgasmo; pero antes de que esto sucediese mi hijo Braulio me tomó la cabeza entre sus manos y me dijo:

Mamá, mamá, me gusta muchísimo lo que me estás haciendo, pero quisiera que antes de que me corriese me hicieses con tus maravillosas tetas una paja a la cubana, pues tengo entendido que es una delicia que te masajeen la polla con unos melones bien puestos y hermosos, y naturalmente si son los de tu adorada madre, debe ser el no va más en cuanto a refinamiento se refiere .

No tuve ni un solo pensamiento contrario a los deseos de mi hijo, pero me impuse el firme deseo de que se corriese en mi boca, y así se lo hice saber mientras me tumbaba boca arriba a su lado y él se subía a horcajadas sobre mi vientre, aproximando su pene a mis mamas, que lo acogieron suavemente y mientras allí estaba aprisionado por ambas, mis manos hacía presión sobre ellas y él se deslizaba arriba y abajo sobre mi vientre, acelerando cada vez más el movimiento, hasta que próximo el final de su masturbación, con un fuerte movimiento hacia abajo, conseguí atrapar el glande entre mis húmedos labios e iniciando un mete y saca casi completo en mi boca, esperé gozando a su corrida, que cuando se llevó a cabo me inundó la oca con un líquido espeso y viscoso, con un sabor raro, pero para mi delicioso, no permitiendo que se derramase gota alguna de tan preciado manjar, y cuando se hubo repuesto del esfuerzo, limpié todo su verga con mi lengua y le besé profundamente en su boca, que no rechazó la caricia ni hizo mención alguna a un posible no deseado sabor, lo que me alegró infinitamente.

Me levanté y me dispuse a ir a preparar el desayuno para ambos, y él me decía que nos quedásemos en la cama, que probásemos nuevas formas de hacer el amor, a lo que le repliqué que habría mucho tiempo para ello, que nos quedaba una vida por delante en la que el uno tendría que aprender del otro y viceversa, y sin ponerme prenda alguna sobre mi cuerpo me alejé de aquel macho que momentos antes me había inundado con sus potentes chorros de esperma, aunque poco tardé en comprobar que no fue capaz de permanecer lejos de mí, ya que cuando estaba frente a la vitrocerámica, se pegó a mi espalda, tomó con firmeza mis pechos magreándolos insistentemente, con especial atención a mis pezones que estaban erguidos como cuando tenía 17 años, y su polla se introducía entre los cachetes de mi soberbio culo buscando mi chocho, por lo que facilité su trabajo apoyando mis codos sobre la encimera y sacando cuanto podía mis nalgas hacia atrás; al estar bien mojadita no hubo problema alguno en la introducción y que nuevamente iniciase mi hijo un rápido bombeo que me hizo llegar casi al momento a un potente orgasmo, y antes de que él me llenase la vagina con su lefa, me separé bruscamente, cosa que no le agradó, pero mirándole de frente, a su cara, le manifesté que no quería que se corriese tan seguido, que debía reponer energías y que además por mi cabeza llevaba muchos años rondándome la idea de que me hiciese su padre una buena comida de coño, y dado que no lo había conseguido, le instaba a que fuese él, mi hijo, el que diese cumplida cuenta de este mi deseo. No tuvo reparo alguno, es más, dijo que él lo estaba deseando, así que tomándome entre sus brazos me transportó sin dificultad alguna hacia el salón y me dejó caer en el tresillo, donde me comió a besos y su boca se fue acercando sensualmente a mis partes pudendas, donde encontró el conjunto de mi pelambrera, que no le impidió sin embargo, dar con mi clítoris que es grande y asomaba entre mis labios vaginales, procediendo ( sin instrucción alguna por mi parte) a lamer con su lengua, a mordisquear con sus dientes, a chupar con su boca en tanto que algunos dedos de su mano derecha se introdujeron en mi chumino, provocando rápidamente en mi una explosión de luz y color, tal vez el sumun de los orgasmos más importante de los alcanzados en estas últimas horas; y sin darme tiempo a reponerme, el muy sinvergüenza de mi hijo, me hizo voltear sobre el asiento y colocándome con el trasero en pompa intentó penetrarme por atrás, vamos que intentó darme por el culo, cosa que no le permití por temor a que el grosor de su herramienta me pudiese dañar o lacerar el conducto anal. Le dije que lo intentaríamos en otra ocasión, más adelante, y me extrañó que estando tan salido aceptase sin rechistar. Dejamos pasar el día sin tener excesivos tocamientos, que no quiere decir que faltasen, para poder llegar descansados a la noche, dedicándonos entre beso y beso, entre pellizquitos y caricias a arreglar la casa, especialmente la cama culpable de nuestros mejores encuentros sexuales, quitando las sábanas, lavándolas y poniendo otras limpias, así como su slip y mis camisones.

Llegada la noche, siendo las tres de la mañana, tras haber cenado copiosamente y después de ver en el dvd un par de películas de corte romanticón, fuimos nuevamente a la cama, completamente desnudos, magreándonos mutuamente, dispuestos a vivir otra épica noche, dispuestos a mejorar si eso era posible lo acaecido entre nosotros en los días anteriores. Braulio tenía ganas de metérmela en otras posturas distintas a las dos tradicionales, por lo que me pidió que me tumbase boca arriba, me colocó dos almohadas bajo mis lumbares, y ubicándose de rodillas entre mis piernas me pidió que elevase mis extremidades inferiores hasta situarlas sobre sus hombros, y estando en esa posiciaón, me introdujo suamente su picha en mi chocho, penetrando lentamente en mí hasta llegar a tocar mi bajo vientre con sus testículos, lo que hizo que la penetración fuese más profunda que nunca, inciando un bombeo lento y a la vez enérgico, que mi transportaba a la gloria. Estábamos en esa tesitura cuando me pareció oir la cerradura de mi casa y que la puerta se abría, no echando mucho en cuenta esta apreciación mía. A poco de escuchar lo anterior, cuando estaba casi a punto de sufrir ( mejor dicho, gozar) de otro orgasmo, mis ojos captaron entre las jambas de la puerta de la alcoba la figura de mi esposo, con su mano derecha pajeándose (vaya diferencia de polla) y con la izquierda sobre los labios haciéndome la mímica de que guardase silencio; a los pocos segundos desapareció de mi vista y continuando la cópula con mi hijo logré nuevamente, al unísono con él, una nueva corrida magistral, con gran profusión de líquidos así como la recepción en mi interior de gran cantidad de leche de Braulio, al que no le dije nada del espectador que habíamos tenido momentos antes.

Quiero acabar este relato manifestando que mi marido había regresado antes por no haber cogido un compañero suyo las vacaciones reglamentarias y que desde ese día, mi hijo duerme conmigo (es un decir que duerme) cuando su padre no tiene ganas de fiesta, que son los menos, es decir follo como una descosida. Espero que dure muchos años.