Boutique menchu

Una agradable tienda

Así se llamaba la tienda de ropa femenina que había justo enfrente de mi casa. Precisamente por esa proximidad mi amiga de temporada y yo habíamos entrado varias veces cuando había visto en el escaparate algo que podía interesarle.

Teresa era una mujer a la que le gustaba vestir muy sexy y provocativa, pero que, curiosamente, descuidaba un poco su ropa interior, ella solía decir que “para lo que tardaba en quitársela”.

Pero a mí me gusta que todo sea excitante, por lo que decidí regalarle, sin que ella lo supiese, alguna cosa de lencería fina.

De forma que ese día, cuando volvía de trabajar, como no había quedado con ella, decidí entrar en la tienda para asesorarme con la dependienta y dueña.

-Buenas tardes –Saludé-, Quería comprar algunos conjuntos de ropa interior sexy, pero tengo un problema, no sé la talla que usa la destinataria.

-Perdona la indiscreción –Dijo la mujer-, pero si la destinataria es la chica que ha venido otras veces contigo, yo sí la sé.

-Pues sí, para ella son.

-Pues tengo muchas cosas que enseñarte. Si no te importa voy a cerrar la puerta, falta poco para la hora y no quiero que nos molesten.

Echó el pestillo, le dio la vuelta al cartel y corrió la cortina. Luego seleccionó un montón de cajas de las estanterías y las puso sobre el mostrador. Abrió una de ellas y dijo:

-Mira, tengo este… ¡Oh! Pero ya sé que los hombres si no ven estas cosas puestas no se hacen una idea, así que iremos a lo práctico.

Y sin mediar una palabra más se quitó toda la ropa que llevaba quedándose completamente desnuda. Con una sonrisa se puso el primer modelito y se contoneó ante mí.

-¿Qué te parece?

-¡Despampanante!

-Mira, hay un método infalible para ver cuanto te gusta –Se acercó a mí y me puso la mano en polla -: Ver cómo se te pone de dura. Aunque se aprecia mejor si te la sacas.

Lo hizo ella desabrochándome el pantalón y bajándomelo junto con el bóxer.

-Así seguro que el que más me gustará será el último… Por acumulación.

-No, porque después de cada uno haremos que vuelva a su estado normal. ¡Ummm! ¡Éste parece que te gusta bastante! Se te ha puesto muy tiesa –Dijo sin dejar de meneármela. Ven aquí al sofá, vamos a hacer que se desahogue antes de probar el próximo.

Cuando llegó al sofá ya se había quitado el “modelito” y yo la ropa que me quedaba.

-¿Te gusta hacer un 69? –Preguntó.

-Claro.

-Pues vamos a ello, túmbate y yo lo hago encima.

Lo hizo y al momento me estaba haciendo una mamada impresionante. Ella tenía el pubis depilado excepto dos finas rayas de vello en forma de “V”. Me dediqué a lamérselo con fruición. Se movía un poco para ofrecer a mi lengua y labios las zonas que querían ser chupadas.

-¡Ay cómo lo lames cariño! ¡Me corro viva!

Su orgasmo fue como un susurro, como un rezo extasiado, porque se corrió otras dos veces antes de que lo hiciese yo en su boca, pues no consintió en dejar de mamarla hasta que no se le inundó de mi semen. Tras unos segundos de reposo dijo:

-Voy a poner algo para beber antes de mostrarte el siguiente.

Pues consiguió que se me volviese a empinar.

-Ahora la relajación va a ser que me folles a tope…

Fueron dos conjuntos más y dos veces más que logró que me corriese. Ella debió experimentar no menos de doce orgasmos. El caso es que eran casi las doce de la noche cuando salí de la tienda con dos de los conjuntos.

-Vuelve de vez en cuando –Dijo al despedirnos-, aunque no tengas nada que comprar.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka).