Botín de guerra (Segunda parte)
Después de haber sido violada salvajemente, todas querríamos huir lo más lejos posible, aunque a veces eso puede no ser tan fácil como parece...
Habían pasado unas horas desde que los militares que la habían violado salvajemente se habían ido de la casa, pero Cat todavía seguía en la misma posición que le habían dejado, ensangrentada y llena de fluidos en el suelo de la habitación. El culo le dolía como mil demonios y cada vez que se apoyaba en él sentía como le ardía y volvía a recordar al soldado sodomizándola sin compasión después de haberle azotado el culo. Al pasarse las manos por las nalgas podía notar las marcas y las heridas que le había dejado el cinturón, en algunas zonas hasta abrirle la piel.
- No te quedes ahí lamiéndote las heridas, muévete – me dije en bajito para poder levantarme.
Seguía siendo de noche, pero recordaba muy bien la promesa que le habían hecho los soldados antes de marcharse, no iba a quedarse allí esperando a que volvieran a usarla. Como no podía encontrar a su hermana sin atraer la atención hacia ellas, decidió ponerse un vestido viejo que tenía y con una manta al hombro salió de la casa buscando alejarse todo lo posible de los lugares donde salían gritos, previsiblemente de mujeres que estaban sufriendo lo mismo por lo que ella acababa de pasar.
Con la piel erizada por los chillidos y las suplicas de las vecinas me fui moviendo por las calles amparándome en la oscuridad que dejaban las escasas farolas en funcionamiento. Al oír a un grupo de soldados acercarse por la calle riéndose mientras arrastraban a una mujer de los brazos, me metí lo más rápido que pudo en una tienda de ropa que tenía los cristales de la fachada reventados. Me acurruqué en el suelo echa un ovillo y antes de darme cuenta me quedé dormida soñando con oscuras sombras que me perseguían y atravesaban sin que pudiera evitarlo.
Desperté un rato después con una mano masculina que me acariciaba de arriba abajo lentamente provocándome un escalofrío.
¿Quién eres tú? - murmuré aterrada mientras observaba su uniforme, idéntico al de Jack y Tom.
Nadie por el que tengas que preocuparte guapa – dijo el hombre con una voz dulce y tranquilizadora.
Yo no me fiaba del todo, al fin y al cabo, lo dos sabíamos que estaba completamente a su merced, allí sola, sin un arma y con las calles llenas de soldados borrachos.
- ¿Cómo te llamas muchacha? - preguntó.
Al ver que no respondía soltó un suspiro y se sentó firmemente en el suelo.
- ¿Te han hecho algo verdad esos bárbaros verdad? – preguntó señalando con la cabeza hacia la calle – noches como estas son las que más asco me dan de la guerra, vosotras no tenéis que pagar por lo que han hecho vuestros soldados.
Y dicho esto el soldado se quitó la chaqueta, el cinturón y el fusil y lo dejó todo en el suelo.
¿Qué, qué haces? – pregunté tartamudeando.
Tranquila preciosa, no voy a aprovecharme de ti, pero estoy cansado y me gustaría dormir cerca de algo más agradable que mis compañeros esta noche, si te parece bien – añadió levantando ligeramente las cejas, como queriendo dejar claro que la decisión dependía exclusivamente de mí.
-Claro – conseguí decir mientras asentía con la cabeza. Por extraño que pareciera, después de todo lo que había pasado me sentía extrañamente segura con aquel hombre – Soy Cat, por cierto – añadí con una leve sonrisa.
Luca, nací en Roma – añadió con una gran sonrisa que hizo que sintiera un escalofrío por todo el cuerpo. Con los nervios antes no había conseguido darme cuenta, pero ahora que le miraba directamente pude ver que era un hombre muy atractivo, de tez morena y cuerpo bastante atlético.
Encantada – contesté con la boca seca por la visión.
Terminadas las presentaciones colocamos una manta que había por la tienda en el suelo y nos echamos encima, él detrás de mí. Yo pensé que me quedaría dormida de nuevo, pero en vez de eso no podía dejar de notar la presencia abrasadora de Luca detrás mía. En esa noche tan fría, su cuerpo desprendía un calor tan intenso como si tuviera un fuego dentro y, no sé si era por su presencia o por la necesidad desesperada que tenía por un poco de contacto físico amable, que lentamente me fui acurrucando junto a él hasta que nuestros cuerpos estuvieron totalmente pegados, mi culo contorneándose insistentemente contra su entrepierna.
Sin ser inmune a mi acercamiento y con una erección que crecía por momentos, Luca movió su mano y con delicadeza movió su mano hasta colocarlo encima de mi pecho y empezar a acariciarlo. En vez de alejarle, cogí su mano y la metí dentro de mi vestido, donde no llevaba ropa interior. Mis pezones se pusieron duros al instante, encantados de sentir como sus dedos jugueteaban y tiraban de ellos. Comencé a gemir, primero en voz baja y luego cada vez más alto.
-Shhhhhh – me susurró al oído – tienes que estarte callada si no quieres que nos oigan.
Y tras decir esto soltó mis pechos y llevó sus manos hasta la parte baja de mi vestido. Lo levantó hasta las caderas y empezó a acariciar suavemente mi coño, que ya empezaba a estar mojado por la excitación. Sin dejar de besarme y lamerme el cuello introdujo primero uno y luego otro de sus inmensos dedos dentro de mí, haciendo que pegara un respingo sin poder evitarlo por lo dañado que me lo habían dejado los dos brutos antes.
¿Te hago daño, preciosa? – preguntó Luca preocupado – si quieres que pare solo tienes que decírmelo.
No pares ahora por favor – contesté a la vez que arqueaba las caderas instándole a que entrara.
Hizo que me tumbara boca arriba en el suelo para tener más espacio donde maniobrar y empezó a mover los dedos dentro de mí mientras me besaba ardientemente haciendo que me diera vueltas la cabeza. Después de un rato devorándome los labios fue bajando y con los dientes bajó el escote de mi vestido, llevándose mis pezones a la boca para lamerlos con pasión.
Se notaba que tenía mucha experiencia con las mujeres, sus movimientos eran suaves pero insistentes, sabiendo como acariciarme hasta desear que estuviera dentro de mí. Cuando ya notaba que estaba al borde del clímax, sacó los dedos llenos de flujo de mi interior e incorporándose un poco se bajó los pantalones y los calzoncillos dejando que viera lo mucho que me deseaba. Tenía la polla dura como una piedra con la punta ya húmeda por el deseo.
Aun con todo se le veía dubitativo, como si no estuviera del todo seguro que no se estuviera aprovechando de mí, pero a estas alturas yo no lo podía consentir.
- Hazlo ya, te necesito dentro – gemí con la vista nublada por el placer.
Luca no necesitó más aliciente para agarrarme fuerte por las caderas y colocar su polla en la entrada de mi húmeda hendidura. Mientras me miraba fijamente a los ojos y haciendo un claro esfuerzo para controlarse empujó las caderas mientras yo notaba como iba penetrándome centímetro a centímetro, hasta que noté como chocaba con el fondo y él soltaba un gemido.
Instintivamente apreté fuerte la polla y coloqué mis piernas alrededor de su cadera, atrayéndole hacia mí. Como respuesta, Luca empezó a embestirme cada vez más rápido sin dejar de mirarme con los ojos echando fuego. Me sentí totalmente indefensa debajo de aquella carne musculada que me penetraba insistentemente, lo único que podía hacer era recibirle arqueando las caderas y abandonarme al placer que me hacía sentir.
En algún momento nuestros gemidos y jadeos tuvieron que descontrolarse, y posiblemente ocurriera después de no soportar más las feroces embestidas y la atención a la Luca sometió a mi expuesto clítoris. Cuando todavía estaba sudorosa y medio ida, se oyó un fuerte carraspeo que hizo que los dos nos quedáramos paralizados al instante.
Era como despertar en una pesadilla. Un militar de alto rango, general si no me equivoca por la vestimenta, se encontrada en la entrada de la tienda mirándonos fijamente con una mueca socarrona en la cara. No quitaba ojo de la zona donde estaba el vestido bajado, dejando ver mis pálidos pechos empapados de sudor, ni donde el cuerpo de Luca y mío todavía seguían unidos. Este estado de confusión no duró más de unos segundos, hasta que nos recompusimos los suficiente para separarnos e intentar taparnos con la ropa lo más rápido que podíamos.
- Con que estás aquí pasándotelo bien mí y no se te ha ocurrido avisar a tu superior – el general iba aumentando la voz según se iba cabreando cada vez más – ¡y encima pelirroja!, mira que os tengo dicho que esas guarras son mías.
Al ver que Luca no contestaba y sin dejar de mirarme lascivamente, el general se fue acercando hasta que quedó pegado a mí, posición que le permitía ver mucho más de mi escote de lo que me hubiera gustado.
-Bueno soldado, no veo que te retiene aquí mirando como un pasmarote. Lárgate ahora mismo y déjame demostrarle a esta hembra al mejor espécimen del cuerpo y que olvide la desilusión de haber estado contigo – añadió el general muy ufano.
- General – contestó Luca intentando no mirarme – no le he llamado porque esta zorra ha sido ya usada por medio regimiento, no vale ni su tiempo ni el esfuerzo, puede encontrar otras mucho mejores.
Solté un respingo al oír esas palabras, pero rápidamente entendí lo que pretendía e intenté estar lo más callada posible.
- A ver si lo he entendido… primero te la tiras aquí tú solito y cuando la reclamo para mí me dices que no vale la pena… – el general bajó peligrosamente la voz – vamos a dejar las cosas claras mierdecilla, si no quieres que mañana por la noche te deje atado y con un lacito como regalo al coronel Patterson, que ya sabemos ambos lo que se gusta un buen culo a ese hombre – añadió guiñando un ojo - te vas a ir cagando leches de esta tienda y no le vas a decir nada a nadie, ¿entendido?.
Luca me dirigió una última mirada de desesperación, como queriendo disculparse, cogió sus cosas del suelo y se escabulló por el agujero del cristal tan sigiloso como un fantasma.
Solo me faltó levantar la vista hacia el general para que todo mi cuerpo empezara a temblar. Sus ojos no dejaban de mirarme de arriba abajo mientras se relamía con anticipación los labios y una tremenda erección crecía en sus pantalones. No necesitaba que se desnudara para saber que tenía allí un arma más que peligrosa para mí.
Dejó su pistola en lo alto de una estantería, como para asegurarse que quedaba fuera de mi alcance, y se quitó los pantalones y calzoncillos de un solo movimiento, lo que evidenciaba su ansia por follarme cuanto antes. Presa del pánico por volver a ser utilizada empecé a gatear por la tienda tirando los maniquíes que encontraba por el camino. Esto pareció divertir al militar, ya que empezó a reírse mientras me perseguía.
- ¿Qué pasa zorra, después de abrirte de piernas para el soldadito ahora quieres jugar conmigo? – decía con una amenaza apenas camuflada en la voz – como me toques las narices te aseguro que la navaja que llevo servirá para algo más que para rajarte la ropa.
Yo continuaba gateando a ciegas sin saber muy bien donde iba, hasta que me golpeé la cabeza con un espejo que no había visto, lo que provocó que me hiciera una herida en la cabeza y lo peor de todo, que soltara un grito de dolor que alertó al general donde me encontraba. En pocos segundos le tenía encima de mí, tirándome del pie hasta colocarme de rodillas.
Visiblemente excitado por la persecución y por la visión de mi cuerpo indefenso, cogió su navaja y cortó todo el vestido sin importarle los cortes que me hizo al pasar por las tetas y las caderas.
Cuando se acercó a retirarme los restos del vestido de encima, le arañe la cara, dejándole varias marcas sangrantes en las mejillas, a lo que él respondió dándome una bofetada que hizo que viera la estrellas y me estrellara contra el suelo. No esperó ni un segundo para cogerme de las caderas, colocándome con el culo en pompa hacia él e inmovilizarme tirándome fuerte del pelo hasta que pensé que me lo iba a arrancar de raíz.
- Ahora vas a saber lo que es un macho de verdad sucia puta y como oiga un solo grito, te aseguro que después que haya terminado contigo llamo a todos mis chicos para que se desahoguen contigo hasta que tu coño parezca una boca de metro - me susurró muy cerca del oído, haciendo que oliera su aliento fétido y provocándome unas arcadas que a duras penas conseguí contener.
Pasó la lengua por toda la espalda hasta llegar al cuello y clavándome los dientes en la clavícula embistió con tanta fuerza que hizo que me arañara en las rodillas contra el suelo de madera.
Gracias a haberme corrido antes con Lucas, todavía tenía el coño húmedo, lo que hizo que no me desgarrara como ocurrió con Jack y Tom, pero también que la polla entrara más honda con mucha más facilidad. No la había conseguido ver antes de que la metiera, pero su tamaño hizo que cada vez que me penetraba sintiera un gran dolor, era un martilleo constante cuya velocidad se iba incrementando más y más, por lo que me tuve que morder el labio hasta hacerme sangre para acallar los gritos de sufrimiento.
- ¿Ves cómo se hace putita? – preguntaba con la voz entrecortada sin dejar de embestir como un poseso – cuando termine contigo vas a venir a suplicarme más.
El general no debía de estar tan en forma como sus soldados, porque al cabo de un rato de haber empezado la rápida follada se le notaba cansado. Tiró de mi hasta que nos quedamos los dos sentados y agarrándome fuerte del brazo me acercó a él para lamerme las tetas. Más que mamarlas parecía querer arrancar los pezones con los dientes de lo fuerte que los mordía.
- Ahora cabalga y no pares hasta que yo te lo diga – añadió dándome una palmada tan fuerte en el culo que hizo que se me saltaran las lágrimas del dolor, todavía tenía las marcas el cinturón demasiado reciente.
Tirando de los pezones hizo que me incorporara lo suficiente para colocarme encima de su polla. Sin dejar que fuera bajando lentamente como pretendía empujó las caderas y me ensartó. A partir de ese momento al menos me dejó marcar el ritmo, lo que en algún momento casi hizo que disfrutara de la violación. Subía y bajaba las caderas con energía haciendo que él cada vez jadeara más fuerte.
Intenté apretar el coño y mover las caderas en círculos para ver si se corría cuanto antes, pero al ver lo que pretendía me agarró fuerte del cuello dejándome casi sin respiración y empezó a embestirme desde el suelo mientras que a mi cada vez me faltaba más oxígeno. Las lagrimas me corrían por las mejillas, pero anque hubiera querido no hubiera podido soltar ni una palabra pidiendo clemencia. Ver como me afixiaba lentamente debió de excitarlo bastante, ya que cuando pensaba que me iba a desmayar clavó sus uñas en mi espalda y con unos últimos golpes especialmente intensos soltó un bramido y se corrió dentro de mí.
Me quitó de encima empujándome como si fuera basura y se colocó la ropa rápidamente. Antes de salir por el hueco del cristal me lanzó unos billetes al suelo.
- Si algún día quieres repetir, una puta como tú siempre será bienvenida en mi cama - se alejó diciendo, dejándome llorando y agarrándome el cuello en el suelo de la tienda.