Bluetooth 3ª Parte

Gus llega por fin a Miami.

-¿Dónde demonios estás?

-Ahora mismo estoy a entrando en la ciudad. –Respondo - ¿Estás ansiosa cariño?

-Déjate de chorradas Gus, mi coño opina que llegas con más de cuarenta y ocho horas de retraso.

-En veintidós minutos  según el navegador, estaré ahí para comértelo hasta que me pidas clemencia.

-¿Sabes? Eres de las pocas personas de las que me tomo las amenazas en serio. Aún recuerdo el día que te conocí. Me pareciste el tipo más raro del mundo. Alto, delgado y algo desgarbado. Nada en ti es bonito ni perfecto pero lo que en cualquier otra persona podría ser chocante o incluso grotesco en ti resulta… natural.

-No me digas que te estás poniendo sentimental –digo yo evocando aquel momento.  –no sabes lo que me pone  que me llames raro. La mayoría de la gente se enfada y piensan que es algo malo pero  para mí raro es  sinónimo de único, insólito y excepcional, como tú.

-¿Alguna vez has pensado que deberíamos vernos más a menudo? –pregunta Jackie.

-Pienso en ti casi todos los días, en tu pelo largo, castaño y suavemente moldeado, en tus labios gruesos y rojos y tus dientes blancos y perfectos. Me recreo con  tu piel clara y pecosa y tus ojos grises sonriendo y brillando cuando me ven. Deseo acariciar tu cuello largo y tus pechos grandes y cálidos. Pienso en lo que disfrutaría agarrándome a tus caderas, metiéndome entre tus piernas largas y flexibles y follándote mientras te mordisqueo los dedos de los pies… Pero eso es lo divertido, pienso en ti, apuro todo lo que puedo y cuando termino el trabajo y estoy dispuesto para firmar de nuevo, es como si todos los astros se alinearan y llegase el momento de practicar alta hechicería contigo. Lo siento querida pero disfruto tanto con la espera como contigo.

-Una bonita manera de disfrazar tu superstición y el temor que tienes a que si rompes el ritual tu siguiente libro sea una mierda. ¿Te has planteado alguna vez que pasaría si un día de estos yo me casara?

-¡Oh! Espero que un año de estos lo hagas,  pero sabiendo lo excepcional negociadora que eres estoy seguro de que te las arreglarías para convencer a tu pareja de que lo estás haciendo por el bien de vuestra relación.  –digo con una carcajada.

-Eres raro, raro, raro.

-Gracias Jackie. –digo aparcando el coche y cortando la comunicación sin despedirme.

La mayor parte de los empleados se han ido y sólo queda una secretaría que me acompaña hasta la oficina de Jackie antes de recoger sus cosas e irse a su vez. La oficina de Jackie, es una sala de casi cincuenta metros cuadrados con un escritorio, un cómodo sofá cama para cuando se alargan las negociaciones y un par de obras de arte corporativo en la pared.  Está en el piso treinta y siete y sus gigantescos ventanales me ofrecen unas maravillosas vistas de los rascacielos  y Cayo Vizcaíno pero mis ojos solo se fijan en la mujer que me espera de pie, apoyada contra el escritorio. Está tan arrebatadora como siempre con una blusa blanca, una falda recta hasta casi la rodilla de color beis y unas sandalias de tacón envolviendo sus deliciosos pies. Me acerco a ella  observando como sonríen sus ojos hasta que quedamos cara a cara, parados como estatuas, a pocos centímetros uno del otro. Los dos primeros botones de la blusa están estratégicamente sueltos y del interior de su escote surge un aroma enloquecedor.  Saco de mi bolsillo un pen con mi nueva novela y me inclino para dejarlo sobre el escritorio, aprovecho para rozar sus labios y los recuerdos de la anterior noche pasada con ella me asaltan como si hubiese ocurrido ayer, la beso y estrujo sus pechos plenos y suaves a través de la blusa y el sujetador. Me separo un momento para tomar aire y aprovecho para contemplarla de nuevo y acariciar su cara y su cuello. No decimos nada, no necesitamos decir nada, con precipitación le desabotono la blusa, tiro de ella para sacársela de debajo de la falda y hundo mi cara entre sus pechos, el aroma de su perfume invade mis fosas nasales volviéndome loco de deseo. Bajo uno de los tirantes de su sujetador y le chupo y mordisqueo el pecho, Jackie gime y me tira del pelo para poder besarme de nuevo. Le arremango la falda y meto mi mano entre sus piernas acariciándole el interior de sus muslos y tiro del tanga húmedo de deseo largamente aplazado. Me mira un poco enfurruñada, no hace falta que lo exprese con palabras, he sido un niño muy malo.

Me agacho y termino de subirle la falda hasta la cintura descubriendo un fino triángulo de vello oscuro y rizado. Jackie abre sus piernas, tanto como lo permite el tanga que aún está a la altura de sus rodillas invitándome a acariciar su sexo suave y tremendamente congestionado.  Ayudándome con las manos separo los labios de su vulva y le chupo y le golpeó suavemente el clítoris con mi lengua. Ella da un respingo y empuja con su pelvis hacía mi boca. Tras unos segundos me separo y voy bajando el tanga con mis manos mientras que  con mi boca recorro el interior de sus piernas y sus tobillos.  Jackie se sienta sobre el escritorio, yo levanto sus piernas y con delicadeza termino de quitarle la fina pieza de lencería. Me paro y observo sus pies, acaricio el puente  y beso los largos dedos y las uñas pintadas de rojo oscuro sin quitarle las sandalias. Jackie gime excitada y yo me quito la ropa apresuradamente mientras ella se  deshace de la falda.

Me acerco y ella se incorpora y me acaricia la verga dura y caliente y mis huevos repletos, hormigueantes  y dispuestos, esta vez no voy a contenerme. La beso de nuevo  mientras ella me acaricia suavemente el miembro. La abrazo y le mordisqueo el cuello y las orejas dejando que sea ella la que decida cuando quiere meterse mi polla. No se hace esperar y abriendo un poco más sus piernas dirige mi glande al interior de su coño con un largo suspiro.  Mi polla entra con facilidad y noto como su vagina  se contrae y  todo el cuerpo de Jackie se estremece.  Saco mi verga de su interior y vuelvo a penetrarla esta vez con más fuerza, Jackie gime y se muerde el labio mientras se agarra a mi nuca sin dejar de mirarme a los ojos. Comienzo a empujar con fuerza cada vez más rápido hasta que ella, incapaz de aguantar más, levanta la mirada al techo y se corre con un grito. Yo dejo mi pene profundamente alojado en su sexo sintiendo como vibra y se encharca de los jugos del orgasmo a la vez que chupo con violencia sus pechos y sus pezones.

Finalmente Jackie se relaja y retiro mi miembro a punto de estallar. Meto dos de mis dedos en su vagina  arrancándole nuevos gemidos. Acerco mi boca a su coño y lo chupo saboreando su orgasmo y excitándola de nuevo pero ella me separa con un suave empujón y me sienta en el escritorio.

-Ahora voy  a  probar esa salsa –Dice Jackie inclinándose sobre mi miembro.

Un escalofrío recorre mi espalda cuando se mete mi verga en la boca. Me la chupa un par de veces y luego comienza a subir besándome el vientre y el pecho mientras aprieta sus pechos con sus manos deslizando mi polla entre ellos. Yo cierro los ojos y disfruto de sus besos y sus mordiscos y sobre todo de sus pechos blandos cálidos y acogedores.

Se separa de nuevo y tantea mis huevos provocándome un gemido ronco, se agacha y empieza a lamerme la punta del glande mientras yo le acaricio su maravillosa melena. Con suavidad va bajando hasta tener todo mi pene en su boca. Sube y baja por él acariciándome las piernas e hincando sus uñas en mi pecho hasta que a punto de estallar intento separarla, pero ella no me deja y sigue chupándome el miembro hasta que me corro en su boca. Me doblo sobre la cabeza de Jackie y tras dos días de contenerse, mis huevos se retuercen y expulsan con violencia varios chorreones de semen que Jackie no deja escapar.  Traga mi semen con una sonrisa pícara mientras chupa mi miembro aun erecto y hambriento. La levanto y  beso de nuevo su boca, aún tiene el sabor de mi semen. Ella me coge de la mano y tira de mí hacia una pequeña puerta de madera. Al traspasarla veo que es un pequeño baño. Sin decir nada me mete en la ducha y abre el grifo. Un chorro de agua caliente nos envuelve, yo cojo un poco de gel y le enjabono el cuerpo a conciencia, vuelvo  a estar salido perdido. La pongo de espaldas a mí mientras la acaricio y penetro en su sexo húmedo y resbaladizo con mis dedos.  Aparto su pelo mojado y le beso la nuca y la espalda mientras me aprieto contra su culo con mi pene de nuevo preparado.

Subo mis manos hasta sus caderas y se las retraso ligeramente para poder penetrarla de nuevo. Jackie gime y se agarra los pechos estrujándoselos satisfecha. Mis empujones son rápidos y salvajes y Jackie sin los tacones tiene que ponerse de puntillas y agarrarse a la mampara para mantener el equilibrio. Acaricio sus muslos y su culo tensos bajo la cortina de agua caliente y vapor que nos envuelve. Todo su cuerpo se crispa cuando llega el orgasmo. La sujeto envolviendo su cintura con mis brazos  y sigo empujando su cuerpo estremecido hasta que me corro de nuevo  en su interior.

Nos quedamos así unos segundos abrazados, acariciándonos y besándonos hasta que volvemos a la realidad. Salimos de la ducha y nos secamos rápidamente el uno al otro sonriendo satisfechos.

Mientras ella se prepara para la cena, yo voy al escritorio y echo un vistazo al contrato. Como espero son las condiciones de siempre, así que firmo todas las hojas y me recuesto en el asiento. Entonces un pensamiento me recorre el cerebro fugazmente; ¿Hará con todos sus escritores lo mismo? Lo desecho rápidamente sintiendo una punzada de culpabilidad sólo por haberlo pensado.

Jackie aparece en pocos minutos con un vestido corto  de seda blanco con un escote en u. Consciente de que tiene mi atención se gira enseñándome el escote trasero que llega casi hasta la cintura. Recoge un pequeño bolso a juego, mete en él cuatro cosas imprescindibles y cogiéndome del brazo salimos de la oficina.

Cogemos el coche y vamos a un restaurante cerca de la playa. Ella pide una ensalada mientras yo pido un poco de pasta para recuperar fuerzas. Por fin conseguimos hablar un rato de negocios mientras cenamos, aunque las miradas fugaces de deseo y los roces no se interrumpen en ningún momento. Le cuento el argumento de mi novela y le resumo mis expectativas y los resultados de ventas en mi país. Mientras hablamos, Jackie sonríe halagada al percibir como  no puedo apartar mis ojos de su cara y de los movimientos de sus pechos dentro del vaporoso  vestido. Cuando salimos del restaurante, ella me lleva a su apartamento del centro. Es la primera vez que estoy allí y me maravillo de su amplitud y su luminosidad, pero no por mucho tiempo. Volvemos a hacer el amor, con más calma disfrutando de cada caricia y cada beso hasta que nos dormimos agotados.

El teléfono suena dos horas antes del vuelo. No me apresuro demasiado y me quedo mirando a la mujer que se despierta desnuda a mi lado. Ni el pelo alborotado, ni su cara hinchada por la falta de sueño disminuyen un ápice su  atractivo. Se levanta y me prepara un café aún desnuda seguida por mi mirada aún codiciosa a pesar del atracón de sexo. No me ducho, quiero tener el aroma de su cuerpo sobre mi piel durante el pesado viaje. Tomo el café, recojo mi pequeña maleta y antes de abrir la puerta,  Jackie tira del bolsillo de mi americana  y me da un largo beso de despedida.

Estoy sobre el Océano Atlántico. Miro por la ventanilla y solo veo el mar desierto e infinito. Cojo una libreta de mi maleta y comienzo a escribir y hacer garabatos  sin pensar demasiado en lo que hago hasta que surge una idea; sigo el hilo de mis pensamientos escribiendo sin parar, totalmente absorto. En ochocientos kilómetros tengo hecho el esqueleto de una nueva novela.

Me paro un momento y tomo aire, el aroma de Jackie sigue envolviéndome y vuelvo a excitarme recordando su cuerpo abrazado a mí. Una insuperable necesidad de sentirla a mi lado me asalta. Le pido el teléfono a la azafata. Lo sopeso, pienso en Jackie y llego a marcar los dos primeros números pero no consigo terminar. Me convenzo a mí mismo de que no debo hacer nada en caliente, debo pensarlo bien.  A medida que los kilómetros que nos separan aumentan se va disipando mi ansiedad y sigo escribiendo como un poseso.

Cuando aterriza el avión me quedan dos hojas en la libreta. Salgo del aparato y atravieso la terminal en dirección al garaje vigilado y recojo mi coche. Enciendo el Smartphone y este pita varias veces al recibir los mensajes y los avisos de las llamadas que me he perdido.  Tres de las llamadas son de Jackie. Arranco el coche.

-¡Llamar a Jackie!

-Hola Gus, ¿Llegaste bien? –Su voz suena dulce y cercana en el bluetooth.

-Sí, y ha sido un viaje muy fructífero…

-¿Recibiste  mi regalo? –me interrumpe ella con voz ansiosa.

-¿Qué regalo? –respondo hurgando en mis bolsillos.

Del bolsillo de mi americana saco el tanga que le quité anoche arrugado e impregnado del aroma a hembra de Jackie. Doy un volantazo y aparco en el arcén mientras admiro la diminuta prenda de tela.

-Gus, ¿Estás ahí?

-Quizás tengas razón y debamos vernos más a menudo…

Fin