Blasco. Un violador diferente

Temporada 1. Episodio 1. Recuerdos del pasado. Blasco comienza su "andadura" con una vieja cuenta pendiente, directamente relacionada con su pasado y el origen de todo.

Se que todo comenzó una tarde que acompañaba a mi padre a comprar cemento, a uno de esos almacenes que hay en los pueblos y que tienen una parte que conecta con la vivienda. Yo iba en el coche en el asiento de atrás, no debía de tener más de 13 años, jugaba con mis muñequitos mientras mi padre iba y venía con sacos de cemento para alguna obra en la casa del pueblo. No recuerdo bien porque paré de jugar y yendo a gatas por los asientos traseros llegué al cristal contrario. Junto a ese lado del coche  había una valla de ladrillo, con unos agujeros pequeños que dejaban ver el interior del jardín de la casa. Al mirar a través de ellos, en aquel momento aluciné. Una chica de unos 16 años superponía un vestido de tela parecida a la de un camisón mientras sus hermanas y su madre, o eso parecía, la miraban mientras ella giraba y giraba, como comprenderéis le vi las bragas y las tetas que a cada giro se le salían mas y mas por todos los lados, no es que fueran grandes, mas bien pequeñitas, pero aquella fue mi primera experiencia con carne real y no solo lo que podías ver alguna noche a hurtadillas en televisión. En aquel momento la desee de forma carnal, nada de gilipolleces amorosas, fue pura atracción física.

Veinte años después.

Estaba dentro del coche, llovía, debían de ser entorno a las 4 de la tarde cuando la vi llegar. Venía andando, con un paraguas que apenas si le cubría, los pantalones vaqueros que llevaba estaban mojados hasta la mitad de la espinilla, se paró delante de la puerta de su casa, introdujo la mano en el bolso y sacó las llaves, con bastante torpeza introdujo las llaves en la cerradura y abrió la puerta, plegó el paraguas, lo sacudió un par de veces y lo cerró, atravesó el umbral de la puerta. La perdí de vista mientras la puerta se cerraba a su espalda. Anoté la hora en la agenda electrónica. Cogí el libro y me puse a leer, mientras mi mente se llenaba de recuerdos.

Tenía 15 años. El inglés la verdad es que no era lo mío así que como no aprobé la dichosa asignatura mis padres me buscaron a una profesora particular en el pueblo. La verdad es que estaba la hostia de buena, 22 añitos, apretada en vestiditos veraniegos que le marcaban la cinturita y el culo, con un buen par de tetas, el pelo rizadito, en un rubio ceniza. La cara me recordaba a la morena de Instinto Básico, pero en joven y bastante más delgada. Mientras me daba clase en la planta baja de la casa de sus padres se dedicaba a lavarse la cabeza, a limarse las uñas, a mirarse en el espejo. Cada vez que se levantaba de la silla para coger algo era un espectáculo, esas piernas que se perdían bajo el borde del vestido, que en ocasiones se levantaba dejándome ver el comienzo de aquellas braguitas casual que llevaba, me la ponía hinchada hasta el punto que lo primero que hacia cuando llegaba a casa era meneármela, dos o tres veces. A todas estas, recuperé la asignatura en septiembre, pero volvía a suspender en el siguiente curso, con la idea de repetir en verano.

Y la situación se repitió, allí estaba Mari Carmen, con sus vestiditos apretados, sus braguitas casual, era genial, ojala fueran así todas las profesoras. Pero ese verano la cosa cambió, yo la notaba mas tocona, me abrazaba y me ponía las tetas en el hombro, a veces la situación era incomoda por que me ponía las tetas en la cara cuando estaba sentado haciendo ejercicios y se abalanzaba sobre mí. Una tarde, de esas que hacía calor me propuso subir al piso de arriba, ya que además estaba esperando una llamada, yo sólo había estado en alguna ocasión al principio del todo. Nos sentamos en una especie de salita que se comunicaba con la cocina, allí en una mesa redonda con un tapete de ganchillo seguimos con la clase. Ella se sentó a mi izquierda, pero se sentó de lado en la silla y apoyó las piernas en esa vara que tienen las sillas para que no se abran, estaba lo suficientemente lejos como para tener las piernas semiflexionadas, me dijo que la pose era porque le dolía la rodilla. Pero, a mi me daba igual todo, le estaba viendo el triangulito de las bragas, eran marroncitas, con un dibujo floral, ninguna transparencia. Ya podréis imaginar como se me puso. Ella todo era venga a recorrer la casa, se iba, me dejaba haciendo un par de ejercicios, se sentaba en la misma pose, se volvía a ir, volvía a sentarse, aunque lo que notaba es que cada vez aquel bordecito del vestido estaba por momentos mas levantado, y  evidentemente le veía mas cacho de bragas, yo no podía concentrarme en lo que estaba haciendo, hasta los ejercicios más simples, no acertaba ni uno. En su último viaje se sentó con la piernas abiertas y el vestido subido hasta casi el ombligo no me pude ni resistir, los ojos sólo me iban en esa dirección. Tenía la verga a punto de estallar.

Eran las 8 de la tarde, Mari Carmen salía por la puerta de casa. Nueva anotación en la agenda electrónica,  y a esperar otra vez. Tardó una hora en volver, llevaba las bolsas del supermercado del pueblo. Cinco minutos después llegaba su marido con su hija de unos 12 años. Venían en el coche, un todo terreno negro. El marido abrió la puerta del garaje que estaba adosado a la casa con un mando a distancia, lo dejó en la puerta del coche, metió primera y entró en la casa, la puerta se cerró. Anoté lo más interesante, encendí el coche y me marché. Cuando llegué a la esquina de la calle, abrí la ventanilla y tiré en el contenedor la botella llena de orina, y es que una tarde sin moverte y bebiendo café da para mucho. Puse dirección a la ciudad mientras los recuerdos volvían.

Ella me cogió la libreta donde estaba escribiendo y la tiró de la mesa. Yo me quedé sin saber que hacer, pensé que me había cogido mirándole las bragas. Pero me llevé una sorpresa cuando me cogió la cara y me la giró hacia la suya, sin previo aviso me besó al tiempo que palpaba mi polla por encima de las bermudas que llevaba. Con la palma de su mano la acariciaba suavemente, yo solo notaba como cada vez estaba más empalmado, si es que se podía estar más. Me quitó la camiseta, aunque no me di cuenta hasta pasados unos minutos. Siguió acariciándome y besándome, me hizo ponerme de pie y me bajó las bermudas hasta las rodillas, mi pene se quedó tieso, ya sin sujeción. No recordaba haberlo visto tan grande jamás. Ella me lo cogió con su mano, se levantó, yo era un poco más alto que ella, pero lo solucionó haciendo que medio me sentara sobre la mesa. Me masturbó mientras no paraba de besarme y acariciarme con la otra mano, yo parco todavía en eso affaires tan sólo me apoyaba en la mesa y la dejaba hacer. Cuando empecé a reaccionar a la situación comencé tímidamente a acariciarla, como si mis caricias fueran a provocar que aquello se parase. Más bien ocurrió todo lo contrario. Ella me dijo que le quitara el vestido, joder, la cremallera que tenia en el lateral estaba ya desabrochada, se la había bajado antes de volver de su ultima salida. Ya venía con intenciones. Le cogí el vestido por abajo y de un tirón se lo subí, salió perfecto hasta casi el final, pero el cuello se quedó atascado con la coleta que llevaba en la cabeza.

Mientras ella terminaba de sacárselo, pude contemplar esas tetas que para mi hasta ese momento habían sido un fruto prohibido, estaban cubiertas por un sujetador a juego con las braguitas que llevaba, no tenía tirantes así que no me pude resistir tiré de el hacia abajo y sus pezones, rosaditos, del tamaño de una galleta, con un pezón como una gominola quedaron expuestos ante mí. Ella terminó de quitarse el vestido y lo tiró al suelo. Acto seguido se giró apartando sus tetas de mi vista, apoyó mi pene entre sus nalgas aun con las bragas y comenzó a frotarse arriba y abajo, sin parar, mientras giraba la cara y me miraba con esa sonrisa picarona que sólo las mujeres saben poner. Consiguió que me corriera, todo mi semen cayó sobre sus bragas, manchándoselas. Me llamó niño malo, para luego ir bajándose las bragas dejándome ver tanto su ano como su vagina, después se giró y pude ver su pubis totalmente depilado. Ella me miró y al ver que mi erección no disminuía volvió a sonreírme, se fue agachando hasta que su boca quedo frente a mi pene, y comenzó a chupármela. No lo podía ni creer, pero si yo aquello solo lo había visto en las pelis, altas horas de la noche. Me la chupaba mientras me miraba aquello aun me ponía más, no puede aguantarme, me volví a correr, ella se apartó cuando notó la salida de los primeros fluidos, por lo que le puse la cara perdida. Cogió el mantel de la mesa y se limpió la cara. Me volvió a llamar niño malo y volvió a sonreír, mi erección no disminuía. Me miró y yo comprendí lo que quería, la cogí por los antebrazos y los dos giramos como si fuéramos uno, ahora era ella la que apoyaba su culo en la mesa. No se que me impulsó a cogerla y darle la vuelta, le empujé la espalda hacia la mesa, ella se detuvo con los brazos, pero aun así se la metí, un leve gemido, otro, otro,… cada vez eran mas fuertes, yo empujaba y empujaba. Justo enfrente un espejo. Ella tenía los ojos cerrados, veía como sus pechos se movían adelante y atrás, como trazaban unos arcos. Poco a poco se iba rindiendo sobre la mesa, puso los brazos bajo su pecho, comenzó a gritar como una loca, blasfemaba, insultaba, etc. En ese momento me di cuenta que con aquella forma de follar podía ver su ano abierto y de nuevo algo me hizo meterle un dedo, el pulgar, ella dio un respingo e intento incorporarse, cosa que no logró. El dedo le entraba y le salía igual que mi verga, se giró y me dijo que sacara ese dedo y le metiera la polla por su sucio culo. Eso hice, ella deslizó una mano por debajo de su cuerpo, mientras se acariciaba su clítoris. Yo cada vez empujaba con mas fuerza, ella volvió a gritar de placer y yo volví a correrme.

A la mañana siguiente, llegué allí a las 6 de la mañana, la calle estaba desértica, tan solo los coches con los parabrisas empañados por el rocío de la mañana estaban a la intemperie de la calle. Aparqué a unos 50 metros de la casa, desde hay veía la puerta del garaje. A las 7 la puerta se abrió y el todoterreno conducido por el marido salió. Arranqué el coche y comencé a seguirlo, a las 7:45 el tío aparcó. Tuve suerte al ser un polígono había sitio de sobra para aparcar así que lo hice unos 20 metros mas abajo. El hombre entró en una nave, yo aproveché y bajé del coche. Me asomé por el parabrisas y efectivamente, allí estaba, el mando de la puerta mecánica del garaje. Con cierta pericia y gracias a mi profesión abrí el vehículo, por suerte no había alarma, cogí el mando, cerré la puerta y volví a mi coche. Perfecto, no me había visto nadie. Encendí el motor y me dirigí al pueblo, localicé una ferretería, allí me hicieron una copia del mando, dije que mi mujer había perdido el suyo. Es alucinante lo fácil que a veces pueden resultar algunas cosas. Volví al polígono, ahora había más trasiego, así que aparqué mi coche al otro lado de una nave y fui andando hasta el suyo. Hice un barrido con la vista, nada, no se le veía abrí la puerta del coche y le dejé el mando en su sitio, cerré y me fui. Supuse que no se daría cuenta, total, ¿Cuánta gente hay que se deja la puerta del coche abierta? Volví a mi coche, arranqué y puse rumbo al trabajo. Con la cantidad de curro que había habido en las últimas semanas una ausencia mía no se hubiera notado.

Volvía a casa después de una dura jornada de trabajo. Me subí la agenda electrónica y la descargué en el portátil. En pocos segundos tenía todas mis anotaciones y fotos, descargadas en el ordenador. Después de algo más de dos semanas siguiéndola tenía que ordenar la información. Descarté los fines de semana, el marido no trabajaba y lo pasaban siempre juntos y con su hija. El lunes imposible, ella iba a la piscina del pueblo y estaba casi 2 horas, y luego volvía con su hija. Los martes y jueves no siempre estaba en casa a pesar de tener las tardes libres, siempre quedaba con alguna amiga y se marchaban a la ciudad, de compras, a dar una vuelta o a tomar un café. Los miércoles no lo tenía muy claro, ya que unas semanas se fue y la otra permaneció en casa. El viernes se convertía así en la mejor opción, su hija no volvía a casa hasta las 9 que la traía su padre, pero lo mejor de todo es que ella estaba en casa desde las 2 de la tarde y por lo que había podido observar, no salía de casa. Tendría que justificar mi ausencia algo mas temprano de lo que era costumbre en el trabajo, pero no creí que con mis dotes hubiera mucho problema para abandonar mis responsabilidades.

Y llegó el viernes. Cogí el coche a eso de las 12:30, estaba nervioso, era la primera vez que iba a hacer aquello. Mientras conducía repase el plan mentalmente una y otra vez, tratando de buscar algún fallo. A las 13:15 llegué a su calle. Aparqué y me bajé del coche, cogí la mochila que tenía preparada para aquel día. La calle estaba tranquila, me dirigí hacia su casa. Al pararme frente a la puerta hice sonar el timbre, aguardé por si alguien respondía y como era de prever no hubo respuesta. Me metí la mano en el bolsillo y cogí la copia del mando de la puerta del garaje. Pulsé el botón, la puerta ni se inmutó. Joder, todo mi plan giraba entorno a poder meterme en la casa antes que ella, maldita llave. Volví a pulsar, el corazón me latía a mil, por suerte para mi salud la puerta se abrió. Sin perder tiempo me metí en el garaje, volvía a pulsar el botón de la puerta y esta comenzó a hacer el movimiento contrario. Me quedé mirándola hasta que la vi cerrarse por completo, hizo un ruido y la puerta definitivamente se cerró, durante un segundo me quedé a oscuras, relajándome, como no se me ocurrió probar lo de la llave antes, tomé nota para futuros planes. Había que seguir con él, gracias a las fotos que había hecho sabía que al final del garaje había una puerta de acceso a la casa. Y así era. Me acerqué a ella puse la mano en la manivela y tiré de ella hacia abajo, la puerta se abrió, que despreocupada es la gente, pensé.

Di una vuelta por el primer piso de la casa, para familiarizarme con lo que había, un cuarto de baño pequeño, una cocina auxiliar y una habitación que usaban de trastero. Subí por las escaleras, arriba la casa tenía tres habitaciones, una ocupada como un estudio, la habitación de su hija y su habitación con una gran cama de matrimonio, otro cuarto de baño este mucho mas grande y el comedor. Me dirigí al él, una mesa de cristal con patas metálicas gruesas ocupaba el centro del mismo, las cortinas estaban echadas, por lo que no las toqué. Abrí la mochila y fui sacando todos mis utensilios, los fui distribuyendo por el comedor, una vez lo tenía todo repartido, cogí mi pasamontañas que me cubría toda la cara. Cogí también la cinta adhesiva y unos anteojos. Me dirigí a la planta baja, observé el lugar donde podría ocultarme, que mejor sitio que el cuarto que usaban como trastero. Me metí dentro, encendí la luz, una lámpara con 3 bombillas iluminaba la habitación, volví a apagar la luz, la persiana que daba al exterior estaba completamente cerrada, por lo que la única luz que podía haber era la lámpara. Encendí de nuevo la luz, y cogiendo un trapo fui desenroscando todas las bombillas hasta que la habitación se volvió a quedar a oscuras. Una silla que había en el lado contrario a la habitación me sirvió para sentarme y esperar a que se hiciera la hora. Los recuerdos volvieron a mí.

Pasé un verano de miedo, follábamos todos los días, pero aquella fue la única vez que lo hicimos en el piso superior. A ella en alguna ocasión le gustaba jugar,  si quedaba con las amigas les contaba como el fin de semana había ido a una playa nudista, todo eso conmigo delante, su única orden era que yo siguiera con mis ejercicios de ingles, las amigas se reían, pero cuando estas se iban, ella se acercaba y se desnudaba, giraba sobre si misma y me decía si tenía claro que tomaba el sol desnuda, yo la hacía acercase para comprobarlo y  ella sumisa lo hacía, entonces comenzaba a masturbarla, sus piernas se doblaban, pedía con la mirada un pequeño parón, pero yo no se lo daba, la conducía a un viejo sofá, allí la magreaba, la besaba y le comía lamía todo el cuerpo, después me la  chupaba era tan salvaje que mas de una vez me corrí en su boca o en su cara, acabamos follando como perros callejeros. Había dos cosas que me llamaban la atención, una era que no le gustaba que le vendara los ojos, no tarda un segundo en quitarse lo que le hubiera puesto. La otra de  las cosas que me llamaba la atención era que cuando se estaba corriendo y se iba a poner a gritar se mordía tres dedos de la mano, con la idea de ahogar los gritos de placer, o bien mordía el vestido. En una ocasión, que yo me sentía más salvaje y tras haberla masturbado por encima de las bragas, que para cuando se las quité estaban ya empapadas, decidí dejármelas cerca, cuando vi que se iba a correr y mientras ella buscaba algo para morder, mientras tenía la boca abierta le introduje las bragas en la boca, ella se sorprendió al principio hizo gesto de quitárselas, pero a mí me había excitado tanto que empecé a embestirla con tanta fuerza que ella decidió dejar la prenda en su boca y que esta ahogara los gritos que profería, aquel fue mi primer gesto de dominación pero no el último. Las dos últimas semanas de agosto fueron salvajes. En mas de una ocasión le arranqué la ropa interior o rasgué su ropa, a ella le gustaba aquel juego, se resistía, se defendió con las uñas, de hecho me arañó la espalda en alguna ocasión, pero siempre terminaba desnuda, con la ropa hecha girones. En los últimos días incluso llegué a atarla con los girones de su ropa, pero la verdad es que no se me daba muy bien pues lograba zafarse siempre, como castigo, yo la enculaba, pero me da que ella aun disfrutaba más. El verano acabó, yo no se como aprobé ingles, pero aquel verano sembró en mi una semilla.

El ruido de la puerta me devolvió a la realidad. Encendí el reloj, las 14:04, ¿Era ella? El corazón comenzó a latirme a mil, sentí como los pasos iban por la planta baja, entró en la cocina y oí el grifo, como se abría. Me iba a levantar cuando la puerta de la habitación se abrió, nada de luz.

-Joder- dijo ella- Ya se han vuelto a fundir las bombillas.

Comenzó a andar por la habitación despacio, llegó hasta la persiana y palpo a tientas en busca de la correa de la misma. Yo que había permanecido inmóvil hasta ese momento me levanté de la silla muy, muy despacio. Ella tiró de la correa y no le dio tiempo a más, la sorprendí por detrás con mi brazo le rodeé el cuello. Ella intentó zafarse, pero estaba paralizada, sólo logró levantar los brazos e intentar abrir el mío, pero se desvaneció enseguida. Su cuerpo se desplomó. La llave de estrangulación la había podido emplear en un par de ocasiones anteriormente y la verdad es que era muy efectiva, y si la sabías hacer lograbas que la persona se desvaneciera unos 5 minutos. La dejé en el suelo, le puse el antifaz en la cara y le di un par de vueltas con la cinta americana con la idea de que no se lo pudiera quitar ni cayera con el ajetreo. Le puse más cinta adhesiva en las muñecas y en los tobillos. Me la subí al hombro, que gran suerte, no había engordado nada a pesar de tener ya una hija, y es que tanta piscina le mantenía, por lo que podía palpar, los músculos tersos y duritos. La dejé en el comedor, sobre la mesa, era el plato del día. Me fui directo a la mini-cadena que tenía, busqué una emisora de radio, de esas que ponen música todo el santo día, subí el volumen, lo suficiente como para que los vecinos no protestaran, pero el exacto para que no se le oyera a ella. Cogí las cuerdas y empecé a hacer nudos en las patas de la mesa, extendí los nudos hasta donde ella tenía las piernas, con la navaja que llevaba en le bolsillo corté la cinta que ataba sus tobillos, para inmediatamente atarle los tobillos con las cuerdas. Quedó en una postura bastante incitadora ya que al tensar las cuerdas las piernas se le abrieron. A continuación le cogí las manos y se las puse por encima de la cabeza, le corté las vueltas de cinta adhesiva y repetí la operación de las cuerdas, con una diferencia, esta vez sus muñecas estaban unidas, por lo que su cuerpo no formaba un aspa sino mas bien un triangulo.

Ella comenzaba a despertar, estaba algo aturdida, así que con un par de cachetes en la cara la espabile. A pesar de que tenía los ojos cerrados note que su rostro era de autentico terror. En el momento en que iba a gritar, le cerré la boca con más cinta adhesiva, por debajo del antifaz comenzaban a salir unas lágrimas. Esperé unos 10 minutos, no había prisa, mientras terminé de sacar parte del aparataje que llevaba en la mochila, y lo puse todo en una mesita auxiliar que arrastré hasta el lado de la mesa, donde Mari Carmen seguía intentando soltarse. La observe, a pesar de los años seguía teniendo un cuerpazo, como mínimo vestida, fue cuando me fijé en su ropa, unos pantalones vaqueros muy ceñidos y una camiseta de tirantes a rayas blancas y azules. La cogí por el cuello, para intentar que se detuviese, pero no hubo manera, así que le di un bofetón, me acerque a su oído y emití el sonido de silencio, ella empezó a entrecortar el llanto, entonces le saqué la camiseta, que llevaba metida por dentro de los pantalones, con la navaja hice un pequeño corte a la camiseta, y de un tirón le rompí la camiseta hasta el cuello, de nuevo aquellas tetas ante mí, cubiertas por un sujetador blanco con bordados de florecitas. Tenía ya la polla hinchadísima. Pero me resistí, la acaricié, le apreté los pechos mientras ella movía su cuerpo intentando evitarlo, pero no podía, las ligaduras que sostenían su cuerpo ahora no se soltaban. Tire del sujetador, no salto, punto a tener en cuenta, pues pensaba que como en las películas se haría pedazos, cogí de nuevo la navaja y corté los tirantes del sujetador, tiré de nuevo de él pero tan solo logre que bajara hacia el ombligo. Aun así logré mi objetivo, que sus tetas salieran de su “escondrijo”. Comencé a chuparle las tetas de forma compulsiva, me metía en la boca todo lo que podía de teta, mientras ella intentaba retirarse y apartarse de forma fútil. Seguí amasándole los pechos, cogiéndoselos con fuerza, tiraba de sus pezones, los pellizcaba y los hundía hacia dentro. Creo que los chupe, lamí y mordí casi media hora o más, mientras ella gemía, imaginaba que era por asco por impotencia, aunque quise pensar que más bien estaba disfrutando como aquel verano. Pero aquello solo había empezado. Con la navaja rasgue un camal del pantalón y luego el otro. Ella no paraba de moverse, así que le di una palmada en sus pechos, pero logré el efecto contrario. Joder, no quería hablar por si me reconocía, pero me hubiera resultado mucho mas fácil que intentar que lo entendiera todo por golpes o siseos. A pesar de que no paraba de moverse logré romperle los pantalones, vaya mierda, en la zona donde tendría que ir el cinturón y por culpa de las costuras el pantalón no se rompió hasta arriba. Aun así le podía ver las piernas, bien torneadas. Le puse la navaja en el cuello, y ella se detuvo inmediatamente y me arriesgué.

-Ni te muevas, o ya sabes.- Dije susurrando e intentando poner la voz algo arenosa.

El efecto de mi voz tuvo un efecto calmante, aunque el hecho de tener una navaja en la garganta debió de influir también. Le volvía a comer las tetas, pero esta vez ella sólo daba leves respingos, ahora si que estaba disfrutando. Cuando sacié mi apetito de pechos, volví a la tarea con los pantalones, esta vez dos cortes en la zona problemática y ella se quedo vestida con el sujetador a la altura del ombligo y un tanga blanco que hacia juego con la otra prenda. Ya no podía resistirlo, le comencé a lamer las piernas como si de un helado se tratara. Eran suaves, muy suaves, nada del típico efecto rugoso por la chuchilla de depilar. Lamí su entremuslo, a pesar de la distancia ya olía su vagina, un olor algo acre, pero embriagador a su vez. Pasé el dedo por encima del tanguita, ella movió las cadera de forma salvaje y gritó, por suerte tenia la boca cerrada. Me incorporé sobre ella y le di un manotazo en los pechos, ambos bailaron y se pusieron algo rojos. Gritó de dolor, no se le oyó, veía las lágrimas salir por debajo del antifaz, pero a estas alturas ya no había marcha atrás. Se autocontroló, sin hacerle nada más se quedó quieta, inmóvil, sollozando, con la respiración entre cortada. Volví a rozarle con el dedo por encima del tanga, esta vez fue sólo un leve respingo, lo acaricié de nuevo, al no haber ningún tipo de respuesta continué acariciándola por encima del tanga. No había pasado mucho cuando noté que el tanga empezaba a estar húmedo, así que roce con más fuerza. Por lo que este, con lo fino que era, se humedeció haciendo que comenzara a transparentar su entrepierna. ¿Era posible? ¿Gemía? Aquello era desconcertante, pero a la vez me había excitado más. Le arranqué el tanga de un tirón. Al poder contemplar su entrepierna vi que estaba húmeda, sus fluidos, que en algunas zonas se habían vuelto como una babilla blanca mojaban sus labios. Decidí que aquello no era suficiente para mí. Cogí su tanga. De un tirón le quité la cinta que tapaba su boca. Ella estuvo a punto de gritar, pero cuando abrió la boca le metí el tanga. Tosió al notarse aquello en la boca, pero el tanga cumplía su función, amortiguaba el sonido.

Miré su vagina se había dejado crecer algo de pelo, y personalmente me apetecía comerme su coñito bien limpito. La dejé sobre aquella mesa fría de cristal, fui a la mesita auxiliar y cogí una navaja de barbero bien afilada y un bote de espuma de afeitar. Tenía que mojarle el bello que le había crecido, así que fui al baño. Saqué los cepillos de dientes del vasito en el que estaban y lo llené de agua y volví al comedor. Mari Carmen luchaba con las cuerdas, si seguía así se haría roces en los brazos. Tenía que pensar y rápido. La única solución era de nuevo emplear la cinta adhesiva. Dejé el baso sobre la mesita auxiliar, cogí la cinta adhesiva y me dirigía hacia ella. Saqué la otra navaja del bolsillo de mi pantalón y se la puse en la garganta. Volví a sisearle en el oído, y ella volvió a reaccionar callándose. Dejé la cinta adhesiva sobre la mesa y me dirigí a sus piernas y corte sus cuerdas, la verdad es que los tobillos estaban algo arañados. Ella encogió las piernas, llevaba marcado el borde de la mesa en las piernas; para la idea que llevaba en la cabeza necesitaba soltarle también los brazos y así lo hice. Pero de pronto, ella se incorporó bajó de la mesa y salió corriendo a ciegas, su carrera se frustro en segundos ya que tropezó con la mesa y cayó despanzurrada al suelo. Antes de que lograra ponerse de nuevo en pié me abalancé sobre ella dejando caer todo mi peso sobre su espalda. Había cogido la cinta adhesiva al salir tras ella. Con un rápido gesto le di la vuelta, ella estaba algo aturdirla así que pude cogerla por su brazo derecho, le di una vuelta de cinta, sin cortarla cogí su pierna derecha a la altura de su muslo y comencé a darle vueltas. Su pierna y su brazo quedaron unidos por la cinta. Ella volvía a resistirse, pero al estar aturdida por el golpe su resistencia era bastante débil. Até su otro brazo a la pierna. Allí estaba ella atada, aturdida, sollozando, privada del sentido de la vista, humillada…

El verano siguiente había concluido ya el instituto y me disponía a entrar en la universidad. Me paseé bastantes veces por delante de su casa para ver si la veía y quedábamos, pero mis paseos no dieron el fruto esperado. Sin embargo, un día baje al pueblo en bici, iba a darme una vuelta y a comprar un par de revistas. Al pasar por el mercado del pueblo estaban de actividades juveniles… Y allí estaba ella, con un pantaloncito corto, un polo azul marino y unas zapatillas de deporte blancas, hacia como de directora del juego. Al verla, paré y até la bici a un árbol. Iba a saludarla, a ver como estaba. Ella me vio y para mi sorpresa se dio media vuelta y se marchó. Maldita puta. Me había visto. ¿Por qué coño, no se paraba a saludarme? La verdad es que me enfadé. Di media vuelta y me fui. Esa fue la última vez que la vi.

Acaricié su cuerpo con las palmas de las manos. Era suave, en algunas zonas de su cuerpo se notaba el bello de punta, supuse que era el miedo. Temblaba sobre el suelo, no sabía lo que aún le esperaba. Con el dedo índice comencé a hacer pequeños círculos entorno a sus aureolas. Sus pezones estaban erectos, así que no pude resistirme con dos dedos tire del pezón izquierdo hacia arriba, el pecho se estiró, luego lo solté para ver como caía y se movía descontrolado. Ella agitó su cuerpo, le había gustado, por lo que repetí la acción cogiendo ahora sus dos pezones y estirando de sus pechos, su espalda se arqueó un poco a fin de seguir el tirón que le estaba dando. Al soltarlos ella dejó de arquear su espalda y acompañó la súbita caída de sus pecho, de nuevo oí algo. Me levanté del suelo, la cogí en volandas. Quedaba ridícula con las piernas en forma de “ele” como si fuera una rana. La dejé de nuevo sobre la mesa. Joder, era cojonudo, las tetas al alcance, su chochito abierto de par en par, y justo debajo su ano pidiendo a gritos que le diera caña.

Me paré un segundo y la observé. Desnuda y desvalida, me las iba a pagar todas. Iba a disfrutar de ella. De su boca salía algo de babilla que le caía sobre la mejilla pasando justo por donde las lágrimas discurrían. Quería verle los ojos, mirarle cara a cara, sabía que la mascara disimulaba mis ojos. No pude contenerme y le quite el antifaz. Cuando se la quité ella parpadeó, abrió los ojos, los tenía vidriosos por las lágrimas. Pasé mi dedo índice por su cara, recorriendo el camino que habían hecho sus ojos. Apartó su cara. Eso me irritó, así que el dedo con el que recorría su cara lo introduje en su vagina. Empecé a moverlo dentro y fuera, dentro y fuera. La notaba húmeda, así que le introduje dos dedos, dentro de su vagina los movía procurando rozar sus paredes vaginales. El olor que salía de su sexo me embriagaba. Continué moviendo los dedos cada vez con más fuerza, buscando que rozara mucho. Recordé entonces un video que había visto en internet en el que un tío masturbaba a una mujer hasta que esta se corría, y nada de pis saliendo a presión, aquella se corría. Así que puse las manos tal y como recordaba el video. La masturbé como nunca lo había hecho antes con ninguna mujer. Ella se retorcía, trataba de huir, gemía con cada movimiento de mis dedos y manos. Eso me hacía esmerarme más, aplicar más fuerza. Llevaba tan sólo cinco minutos en faena, cuando pude empezar a notar señales. Su cuerpo temblaba, tenía pequeñas convulsiones y sus gestos se habían vuelto más suaves, como si estuviera por fin sintiendo placer. Su vagina estaba cada vez más mojada, ya hacía ruido cada vez que mis dedos entraban y salían. En un momento comenzó a echar el cuerpo hacia donde yo estaba, pedía más, su zona pélvica se desplazaba hacia arriba, así que comencé a darle con más fuerza. Oí sus gritos ahogados por el tanga que tenía en su boca, se estaba corriendo de gusto. Arqueó lo que pudo su cuerpo, era contradictoria, rechazaba lo que le estaba haciendo,  pero a la vez estaba disfrutando. Yo con toda la verga dura no pude resistirme, me quité el mono que llevaba quedándome desnudo ante ella, comencé a frotar mi pene por encima de su vagina, sin llegar a metérsela. Ella se dio cuenta y comenzó a gimotear. Comenzó a desplazarse por la mesa como podía era ridículo. La cogí por la piernas y a la volví a llevar al borde de la mesa. Y fue entonces cuando se la metí de un golpe seco, hasta dentro. En ese momento la sentí como temblaba, unas lágrimas corrieron por sus mejillas. La sensación de poder que me produjo aquello me excitó aun más. La envestí con más fuerza, cada embestida era más fuerte que la anterior. Oía como sus gritos se ahogaban en su garganta. Notaba como su sexo estaba mojado, mi polla entraba y salía sin problemas. Llevaba ya dándole unos largos minutos cuando me di cuenta que sus lágrimas había cesado y a cambio unos leves gemidos comenzaban a hacerse audibles. Que puta era.

Me la estuve follando aun durante un buen rato, pero quería mas, se la saqué. Ahora  y por la posición en la que se encontraba, su culito quedaba a mi disposición. Cogí fluidos de su rajita con dos dedos y empecé a humedecer los alrededores del ano. Ella se asustó, volvió a intentar huir por encima de la mesa, intento fútil. La volví a coger por las piernas y la traje de nuevo a mi altura, como castigo comencé a restregar mi glande alrededor de su ano, ella gritaba y gritaba, pero el tanga en su boca impedía que se le oyera. Finalmente, me lancé. La cogí por una pierna y con la otra mano me sujeté la verga, primero le introduje la punta, estaba estrecho, rozaba en su interior, costaba metérsela. Apliqué mas fuerza a la embestida y mi polla entró más, no del todo. Así que la moví hacia fuera para tomar mas fuerza, y reconozco que esa embestida ya fue brutal, se la clave hasta dentro. Las palmas de las manos se le abrieron, se estiraron como buscando una salida. Comencé a moverme dentro de ella adelante y atrás, cada vez con más fuerza. Me parecía entenderle que decía: No, no. Pero, yo no pensaba parar, estaba disfrutando mucho, cada vez mi excitación era mayor, hasta que al final me terminé corriendo dentro de su precioso culo. Fue fantástico, creo que estuve eyaculando casi un minuto, un minuto que fue eterno. Le saque la poya y el semen comenzó a salir de su ano, cayendo al suelo del comedor, hasta que formó un charquito. Me retiré y la contemplé, totalmente humillada, despatarrada, atada, con todo su cuerpo expuesto. Respiré hondo, tome aliento, sabía que aun tenía tiempo de disfrutar con ella, así que me lo tomé con calma, me fui al baño y comencé a llenar la bañera. Volví al comedor ella intentaba soltarse de la cinta adhesiva que la sujetaba, pero sus intentos eran en vano. Me fui a la mochila y cogí una botella de lejía. La dejé al lado de la mesa. Cogí a Mari Carmen por un brazo y una pierna, estiré de ella y la tiré de la mesa, suavemente la dejé sobre el suelo. Cogí su camiseta y recogí todo el semen del suelo, me la lleve y la dejé en la mochila. Saque de ella un trapo y me fui hacia la mesa, la mojé en lejía y limpié el suelo y la mesa de cristal. Volví a mojar el trapo en lejía y lo volví a pasar por toda la mesa. Metí el trapo en la mochila. Recogí su sujetador y sus pantalones y los metí también en la mochila, hice lo mismo con las cuerdas. Quité la música de la mini cadena, con otro trapo pequeño lo pasé por el controlador de volumen y alguna tecla. Cuando me giré Mari Carmen seguía moviéndose intentando soltarse de las cintas, estúpida. Me puse sobre ella, como si el hecho de notar mi presencia supusiera que se iba a parar. La contemplé luchando, moviéndose para zafarse de las ligaduras. Me doble sobre mi y le cogí los pezones, tiré de ellos hacia arriba y ella se contrajo huyendo del dolor. Sus intentos fueron todavía mayores por intentar librarse de la cinta adhesiva, pero igual de inútiles.

Había algo que me estaba recomiendo por dentro. Quería verle los ojos, necesitaba saber cual era su expresión real, deseaba ver odio en sus ojos. No me lo pensé mas le quité la vuelta de cinta adhesiva que arrastró el antifaz. Lo tiré al suelo. Cuando giré mi cabeza la miré directamente a los ojos, vi la desesperación, el miedo y el odio reflejado en sus ojos. Sabía que a pesar de mirarme, era incapaz de saber quien era yo gracias al pasamontañas y las gafas que cubrían mis ojos. Me giré y busqué con la mirada la navaja con la que le había rajado la ropa, la localicé y la cogí, también agarré la cinta adhesiva. Me puse sobre ella, tiré de la cinta adhesiva, desplegando un buen trozo. La deje en el suelo cerca de ella. Con la navaja rasgué las cintas que le ataban la pierna y el brazo derecho. Ella los fue moviendo lentamente, intentando recuperar la movilidad. Después le corté la cinta que le ataba el brazo y la pierna izquierda.  Ella repitió los movimientos que había hecho hacia unos segundos.

Estaba todavía tocándose el cuerpo, las zonas doloridas cuando la cogí por los brazos y la obligué a levantarse, las piernas estuvieron a punto de fallarle, parecía una marioneta en mis manos, sin soltarla me agaché para coger la cinta, comencé a pegarle los brazos por detrás de la espalda. Por encima y por debajo de los codos, no opuso mucha resistencia. Los brazos los tenía inmovilizados, de nuevo a mi disposición. La lleve hasta el cuarto de baño, allí la tire al suelo, se desmoronó de rodillas, la oía llorar, aunque no articulaba ninguna palabra, tan solo sonidos básicos, primarios, ronroneos. Mientras ella gimoteaba de forma lastimera en el suelo, yo comencé a llenar la bañera con agua fría. Una vez estuvo llena detuve el agua, me giré hacia Mari Carmen, la cogí y apoyé su abdomen en el borde de la bañera yo me arrodillé detrás, entonces la cogí por la nuca y le metí la cabeza en el agua, se la saqué inmediatamente, tosia y lloraba, antes de que lograra hablar volví a hacer lo mismo.  Esta vez busque con mi polla busqué su húmedo coño y se la metí hasta dentro empecé a empujar como un loco, una y otra vez. Le sacaba la cabeza para que tomara aire cada pocos segundos, no quería que se ahogara, pero pretendía que fuera mía, derrumbarla, hacer una muñeca de trapo de ella. La embestía con fuerza, con rabia, a veces cuando tenía la cabeza fuera del agua podía oírla gemir, y aquello parecía placer. Estuve durante un buen rato dándole todo lo fuerte que pude. Tenía la verga hinchadísima, pero no quería correrme en su sucio chocho, así que se la saque y se la metí en el culo, note que ya se le había cerrado algo y que rozaba en las paredes de su ano. En el momento que se la metí en el culo pude oírle gritar bajo el agua. Le saque la cabeza, tosió con fuerza y comenzó a llorar. Musitó algo como que quería que la dejara ya y aquello solo hizo que excitarme más de lo que ya estaba. Continué metiéndosela cada vez de manera más salvaje. Siempre que le sacaba la cabeza del agua tosía, gritaba y gemía, a veces debajo del agua era capaz de oír sus gritos. Al final me corrí dentro de su culo. Le saqué la cabeza del agua y la tiré al suelo y allí quedó hecha un guiñapo, con la cara totalmente congestionada, tomando aire a bocanadas, mientras sollozaba. Vacié la bañera. Me giré a ella y la puse en pié las piernas apenas le aguantaban de pié. La metí como pude en la bañera, cogí la ducha y la encendí, agua fría para que se jodiera. Nada más que le tocó la primera gota de agua helada se estremeció. La empujé con una mano contra la pared, le hice abrir bien las piernas y le tiré el chorro directo a la vagina, le metí un par de dedos y comencé a limpiarla. Después la giré y le hice ponerle culo en pompa, le tiré con el chorro fuerte de agua directo al ano, le metí los dedos en el culo y se lo limpié, ala bien limpita. La volví a sacar de la bañera y la empujé de nuevo al suelo. Me la llevé a su cuarto arrastras, allí busqué unas bragas en su mesita y se las metí en la boca para que se callara.

Entré en el cuarto de baño y con una lejía que había allí la tire por el desagüe  asegurándome de no dejar posible ADN. Con un trapo mojado en lejía, limpié el cuarto de baño allí donde podía haber algún resto. El suelo lo fregué, eso destruiría el ADN de cualquier pelo, perfecto, todo limpio.

La arrastré a su habitación, y de nuevo modulando la voz, le advertí que denuncias a la policía ninguna, pues me enteraría y esta vez podría ser mucho pero con ella y con su familia. La tumbé boca abajo sobre la cama y volví a apretarle el cuello, hasta que se desmayó. Después le limpié las uñas por si en algún momento hubiera recogido algo de ADN mío. Le quité la cinta adhesiva que oprimía sus brazos, me llevé las cintas, me volví a vestir, pero sin quitarme el mono que me había puesto. Volvía a salir por el garaje, eran las 19:37 cuando salí de la casa y puse rumbo al coche. Abrí el maletero y tiré la bolsa con todo el material y los restos de su ropa. Antes de cerrar abrí la mochila y busque el tanga, estaba humedecido en sus fluidos, lo olí y lo metí en mi bolsillo. Me subí al coche, respiré hondo. Arranqué y me fui a casa.

Cuando llegué aparqué en el garaje de mi edificio. Me quedé sentado en el coche en la oscuridad, reflexionando, pensando en que ya no había vuelta atrás. Salí del coche y cogí la mochila,  subí a mi piso, entré en mi casa. En el contestador un dos indicaba el número de mensajes que tenía. Antes de oírlos me di una ducha. Saqué el tanga del bolsillo del pantalón. Me dirigí a una caja fuerte pequeña que se ocultaba dentro de un libro en una estantería toda llena. La abrí, no había nada, hasta ese momento no había tenido nada de “valor” que guardar, era mi primer trofeo.  Cerré la caja y lo volví a poner todo en su sitio. Pulsé el botón de reproducir y el teléfono comenzó a reproducir: “Tiene dos mensajes. Primer mensaje: hoy a las 15:39 horas. Piiiiii. Joder tio, donde estás, el jefe esta que trina, espero que hayas avanzado, sino se te va a caer el pelo. Segundo mensaje: hoy a las 18:05. Piiiiiii. Blasco, hostias, ¿Dónde te has metido grandísimo hijo de puta? Te quiero aquí mañana a las 8:30 sino ves despidiéndote de tu puesto. COÑO. No tiene mas mensajes, para volverlos a escuchar… Paré la reproducción. El jefe estaba cabreado, de muy mala hostia, y el asunto con Mari Carmen me había llevado todo el día así que no había podido avanzar nada.

Eran las 10 de la noche y seguramente por el cansancio y los nervios del día estaba que no me tenía en pie. Me fui a dormir, y a diferencia de lo que pensaba no tuve ninguna pesadilla, de hecho me sentí bien y descansé como un niño.

A la mañana siguiente a eso de las 7 cuando bajé de mi piso, aproveché para tirar todas las cintas adhesivas que había usado en un conteiner cercano a mi casa. Cogí el coche y puse rumbo al trabajo. Aparqué en la mismísima puerta y entré. Ya me había sentado cuando a mi espalada oí: Blasco, déjate de hacer pajas viendo porno y ven aquí. Era Garmendia, mi jefe. Me levanté de mi mesa y fui a ver que quería, entré en su despacho y cerré la puerta. A ver tu, gilipollas, progresos. Me dijo de muy mala hostia. Pues, la verdad es que pocos por no decir ninguno, ayer visité a un tipo, pero no saqué nada en claro. Le dije, esperando que aquello colara. Lo suponía. Todo el día tocándote los huevos (no le faltaba razón), eres mi mejor detective, y el hijo de puta asesino suelto, se te acumulan los cadáveres. Siento no habéroslo dicho hasta ahora, pero soy policía, detective jefe, para ser exactos y soy de los mejores. Como no eres capaz de avanzar, vas a tener compañía, se que es raro, pero vas a tener a un lobato. Al jefe le gustaba llamar así a los novatos. Pero jefe, lo único que hará será retrasarme. Le dije. Tranquilo, cuatro ojos ven más que dos, y además este viene recomendado de lo más arriba. Aquello era una imposición, fantástico, un pesado a añadir. No creo que tardara en librarme del individuo. Bueno, ¿y cuando viene ese retoño?, le pregunté. Pues, creo que en una media hora, así que mientras a trabajar.

Salí del despacho del jefe, no estaba cabreado, pero si molesto, el hijo de puta del asesino al que los medios ya le estaban buscando un apodo, había matado ya a cuatro personas en 5 meses, lo cierto es que había muchos policías, a los que yo coordinaba, pero hasta ese momento no había habido resultados. Me senté de nuevo en mi mesa, los expedientes de las pesquisas de los investigadores se acumulaban, pero yo tenía en mente otra cosa, me metí en la sección de denuncias y busqué el nombre de Mari Carmen y sus apellidos, nada. Perfecto, una cosa menos de la que preocuparse.

Comencé a leer los expedientes, no llevaba ni 20 minutos leyendo cuando Garmendia me interrumpió, le acompañaba una chica oriental, alta para lo que normalmente es la talla oriental, vestida con unos vaqueros ceñiditos y apretados que le marcaban las caderas y suponía que el culito. De busto no estaba nada mal, un buen par de tetas, llevaba una camiseta de manga corta al holgada, que permitían intuir las formas de la chavala. Estaba buena la “chinita”. Garmendia me miró. Blasco, tu nueva compañera Aki Osuna. Se me abrieron los ojos como platos. Me estiró la mano, yo se la choqué. Soy Aki. Dijo con una voz muy musical. Yo soy Blasco. Encantada, me respondió.

Tenía unas ganas tremendas de follármela, pero tendría que aguantarme. El jefe intervino. Ponla al día Blasco, os quiero a los dos trabajando en el caso en menos de 24 horas. Aki se sentó a mi lado, y yo comencé a explicarle lo que llevábamos de momento avanzado, las aportaciones de aire fresco al caso vinieron bien, nuevos enfoques, aquello era lo que necesitaba aquel caso.

Acabé la jornada cansado, así que me fui a casa, encendí la tele y me tumbé en el sofá, cerré los ojos y el cuerpo de Aki vino a mi mente. ¿Se había convertido en mi nueva presa?

Continuara.