Blanche, vestigios de juventud
El tatuaje de nuestra sexualidad esta volviendo a casa...
Apenas comenzaba el despertar sexual, lejos de sentir pudor sólo buscaba rescatar aquel olor impregnado de pasión, locura; casi devoción. Amar a BLCC como la llamaré de ahora en adelante, era un estado de fulgor derivado desde el interior de mis entrañas.
Los espasmos comenzaban al verla, ella indiferente, a la vez soberbía gozaba de mi trance, recorrer su cuerpo con la mirada atónita confirmaba mis desvelos. Ninguna gota de sudor se perdia en el ambiente; por fin, rozar sus pesones volvieron a ser la entrada a un munco concluso e inconcluso, parecía una contradicción u equivoco, el ir y venir por su torneado busto cientos de veces provocaba impulsos eléctricos que definían mi ser como un maniquí.
Marioneta sería mas exacto; la pubertad y el calor nos hacía buscar el closet, el armario, el auto, la cocina, la azotea; cualquier lugar era fuente de inspiración para rociar liquidos internos entre uno y otro, su cadera ofrecía aquel durazno limpio, suave, dulce y tierno como el mejor de los tesoros.
Pero nada era igual a aquel orificio que lleno de estrías invitaba a lubricarlo con el mejor de mis jugos, Blanche, solo gemía, jamás alcance ese punto, quiza por temor o amor puro, transparente, diáfano; simplemente adolescente.
Hoy a lustros de distancia, percibo el sexo oral como la más grande manifestación de extasis entre los dos, el número 69 tan trillado y activo jamás reprimio nuestra sed y lujuría. Calientes los dos crecimos al embrujo de las sabanas que nos decían apurense que los ven alrededor, justo eso era lo que queríamos ambos, lo disfrutabamos.
El oriente citadino, permitía fugas continuas, discontinuas, diarias, diurnas y nocturnas al punto del climax, Blanche se deseaba a sí misma y su ego soberbial, la perfilaba como una gran madame, puta no, simplemente madame.
Amante si, novia no, te leí párrafos enteros del marques de sade para conquistar tu líbido, por fin logre que tu lengua circundara mi glande y llena de mi gozaste de mi semen a través de tu garganta, ese día el paraiso estuvo cerca, todos fueron complices de nuestra locura.
Tu vagina fué mía, el plizado de tu vientre me invitaba al leer tu clitoris, yo gustoso lo hacía, tu simplemente gemías, finjías; que más dá, ahora eso es pasado. Invitarme a penetrarte no era compromiso era obligación, mi juventud se vaciaba día a día en ti.
La alfombra de casa era un bosque listo para sembrar semillas de placer en tu cuerpo, el sexo oral lo redescubriste a través de mi verga, 21 centímetros de la base a la punta era medidad de respeto para una boca pequeña pero flexible, a lo largo del tiempo tus musculos faciales se hacían casi una moldura de mi pene.
Tu letargo aparente era un juego de pasión desenfrenada, el viaje a lugares calidos de nuestro país en compañia de la familia para descansar fue inolvidable, aquel club se conceptualizó como un almacen de lujuría. Poseerte en la alberca a media noche es recuerdo que seguro no olvidarás. Regresar a descansar en medio de gotas de agua, semen era tu mayor triunfo, descolgarse por entre la ventana del baño a cualquier hora era cosa de juego, lo importante era poseerte y recibir esa vagina tan tuya y tan mía a la vez.
Los años se llevaron ese tiempo y esa clase de embrujo, hoy pienso que madame, que gran puta, por fin, sin gran puta, lo sabes, solo tu lo sabes. Adios a tu soberbia aquel día en que regresaste a mi después de un enojo, de esos tantos que nos hacía tan singulares y dependientes el uno del otro.
Ese vestido blanco, seguro tomado de algún muestrario de parafina, sirvio de pretexto para levantarse y sin ningun recato ofrecer aquel orificio rosado, lleno de estrías tan fragiles por el dolor pero tan fuertes por su distención, recuerdo, me dijiste cógeme como nunca, cógeme y verás que el tiempo no acaba.
Controlarme fue un reto físico y emocional, hacerte padecer por placer era más que placentero, era una especie de dramaturgía que avecindaba los terrenos de lo etéreo, te vi sufrir y gozar de placer; de igual forma descubrí que insertar mi verga en tu ano me condujo a reflexionar que después de todo la bestialidad se apoderaba de nuestros cuerpos y provocaba frenesís nunca antes vistos.
Mi cuerpo joven, soñador, tonto e inexperto presenció algo como una puesta en escena en dónde los miserables eramos los dos, a lo largo de los años, confirmé que la lucha emocional por el sentido de pertenecia y sentirse dueño de ti y de mi y viceversa nos llevó a la construcción de un fin que desdibujo por completo la transparencia del amor juvenil. Jamás olvidaré los pasos de madame, estoy seguro que madame dá mis pasos por doquier, el tatuaje de nuestra sexualidad esta volviendo a casa ...