Blancanieves, versión porno
Versión para adultos del famoso cuento de los hermanos Grimm. Me ha quedado más jocosa que erótica.Que la disfrutéis.
Utilizando un billete enrollado Anita se dispuso a esnifar las tres rayas de cocaína que había preparado sobre el musculoso vientre de uno de los chicos.
Una vez dentro de su nariz se sintió genial, pero igualmente era quien era.
— ¡Se te está poniendo la polla blanda!
Y soltó un rápido manotazo en el nada pequeño miembro viril del chico.
En la suite del hotel había cuatro chicos más: dos en una cama, uno en una butaca y el otro en una silla. Todos musculosos, todos con una enorme polla a la que no dejaban de menear para que continuara dura.
— No soporto las pollas flácidas ¡Joder!
Comenzó a acariciar su propio clítoris casi de forma frenética. A sus cincuenta años todavía tenía un cuerpo de infarto. ¡Su trabajo le costaba todos los días en el gimnasio, con su preparador personal! Pensó para sí que no le acaban de gustar como le habían dejado las tetas la última vez. Necesitaba volver a entrar en el quirófano. Quizá levantarse un poco el culo.
— ¡Tú y tú! — gritó a los de la cama — Entre vosotros ¡Ya!
Los dos muchachos obedecieron y se abrazaron. Comenzaron a besarse y a acariciarse. Sus pollas tiesas se rozaban la una con la otra.
— Y tú — dijo al de la silla — ven aquí. Ponte de rodillas y cómeme el coño...
El chico obedeció con rapidez. Anita separó bien las piernas y el chico, desde el suelo, alargó el cuello para lamer entre sus piernas.
— Y vosotros dos venid aquí…
Los dos chicos se quedaron cada uno a un lado de Anita. Comenzaron a besarla y acariciar sus siliconadas tetas y su culo. Ella sujetó sus pollas, cada una con una mano.
Mientras, uno de los que estaba en la cama se ponía a sodomizar a su compañero.
— Tú, largo — dijo Anita dándole una patada al que le comía el coño —
Enseguida sujetó del culo a los que tenía a los lados.
— ¡Qué buenos estáis! — dijo con lujuria en la voz — venid a la cama, quiero que me llenéis de polla...
La cama del hotel era lo suficientemente grande como para que cupiesen ella, los dos chicos que estaban teniendo sexo anal y los otros tres. Anita se tumbó y facilitó que le metiesen una polla por el culo y otra por el coño al mismo tiempo. Mientras se la follaban ordenó a los otros tres que estuvieran por ella.
— Dejad de hacer el tonto, quiero vuestras pollas en mi cara...
Hora y media después Anita echaba a los cinco muchachos de su habitación. Tenía algunos morados en los muslos y le chorreaba semen piernas abajo desde su coño y desde su ano. Tenía semen también en su cara, en su pelo y en sus tetas. Con los dedos recogió algunas gotas que habían quedado en su pezón derecho, se lo llevó a la boca y se lo tragó. Luego fue a la mesa de centro del salón de la suite para prepararse una nueva raya de coca. Esta vez, concentró la cantidad de las tres anteriores en una sola y la esnifó entera.
Caminó hasta el lavabo y se limpió la cara con una toalla antes de mirarse al espejo.
Tenía patas de gallo y la piel era ya la de una señora mayor ¡Mierda de espejo! Se separó un poco para verse de cuerpo entero ¡Todavía estaba muy buena! ¡Todavía era Anita Queen, la reina del Pop!
Se tomó dos pastillas y se fue directa al jacuzzy. Se había traído consigo el IPhone.
— Anita… son las cuatro de la madrugada — dijo la persona al otro lado de la línea —
— ¡No me toques el coño Sandra! — gritó Anita — ¿Por qué no me has llamado?
— Iba a hacerlo a primera hora de la mañana… te conviene relajarte un poco…
— No me digas que me relaje ni lo que me conviene ¿Qué mierda han dicho esos cabrones? ¿Voy a cantar en la Súper Bowl o no, joder?
— Anita, no te lo han dado…
— ¡Hijos de puta! — gritó Anita con todas sus fuerzas — Se lo han dado a ella ¿verdad? ¡Esa puta va a ocupar mi puesto, joder! ¿Para qué coño te pago, Sandra?
— Anita, tranquilízate…
— ¡No me digas que me tranquilice, joder! Se lo han dado a ella ¿verdad?
— Si, se lo han dado a Blanka Snow…
El móvil de Anita salió disparado al otro lado de la habitación mientras ella gritaba.
Blanka Snow era la número uno en el Billboard todo ese año ¿ella? Estaba en el veintidós. La revista W la nombró la mujer más sexy del planeta, a Anita la dejaron en el puesto 43 ¿Y ahora le dan la Súper Bowl a esa puta de veintitrés años?
Anita salió del jacuzzy mojando el suelo hasta donde había aterrizado su teléfono. Todavía funcionaba, así que volvió a llamar.
— ¿Antonio? Reúnete conmigo en mi suite de aquí una hora. No me importa la hora que es.
Una hora más tarde un corpulento guardaespaldas se presentaba en la suite de Anita. Ella llevaba puesto un albornoz y un turbante en la cabeza, fumaba y tomaba una copa. A través de la abertura del albornoz se podían ver claramente sus tetas. Aunque era un hombre de aspecto peligroso y amenazador, parecía realmente intimidado ante la presencia de su jefa.
Anita le hizo pasar y se sentó en el amplio sofá del salón de la suite. A él no le ofreció ni sentarse ni tomar nada.
— ¿Recuerdas la conversación que tuvimos hace aproximadamente un mes?
— Lo recuerdo, señora ¿está molesta conmigo…?
— Cállate. No es eso. Hace algo más de cuatro semanas le pediste un anticipo a Sandra y ella me lo dijo. Yo quise hablar directamente contigo ¿recuerdas?
— Si, señora.
— Estabas de deudas hasta arriba ¿verdad? Creo que te gusta mucho apostar…
— Si, señora, y usted fue muy generosa…
— Sigues igual ¿verdad? La cosa no ha cambiado mucho…
— Yo…
— ¿Qué te parecería si te subo el sueldo? — dijo cruzando las piernas mostrando una buena parte del muslo — ¿Qué te parecería si te pago un millón de dólares?
— ¿Un millón? — dijo Antonio empalideciendo de repente —
— Sólo tienes que hacerme un pequeño favor… uno muy pequeño… hay una chica… ¡Una puta! ¡Una cerda! — dijo gritando — que se cree que es mucho mejor que yo…
Anita se incorporó, nerviosa, y fue a recoger una revista de la mesa del salón. Se la dio a Antonio. En la portada salía Blanka Snow.
— ¿Está hablando de ella?
— ¡Muy listo! Ella es el favor que quiero que me hagas. Quiero que vayas a su casa de Malibú y le vacíes un cargador entero en el coño…
— Quiere… que la mate…
— Supongo que después de destrozarle su coño de zorra a balazos no seguirá muy viva ¡Claro que quiero que la mates! ¿Por qué te crees que te voy a pagas un millón? Haz lo que quieras, clávale un picahielos en el culo, pártela por la mitad con una sierra y luego viola su cadáver… pero la quiero bien muerta y no te pagaré hasta que lo esté…
— ¿Y me dará un millón?
— Te transferiré a tu cuenta un millón de dólares en cuanto reciba en mi teléfono las fotos del cuerpo destrozado de esa zorra que pruebe que la has matado como se merece.
— Muy bien — dijo Antonio — lo haré…
— Me pone muy caliente saber qué vas a matarla — dijo Anita abriéndose el albornoz, mostrándose desnuda — así que cómeme el coño ahora mismo…
— Pero señora…
— Si te pago un millón creo que no es mucho pedir que te pongas de rodillas y me lamas el coño hasta que me haya corrido en tu cara…
Blanka despertó en su cama, desperezándose y bostezando, haciendo que se le marcaran sus enormes tetas en su por cierto holgado pijama rosa de unicornios.
— ¡Qué sueño tan bonito he tenido! — dijo en voz alta como si alguien la estuviese escuchando — soñé que era, en plan, una princesa en el país de los helados y los ponys…
La habitación estaba a oscuras exceptuando un hilo de luz que se filtraba por donde se juntaban las cortinas.
— ¡Vaya! — dijo poniendo los brazos en jarras — el señor Waky Waky no me ha despertado… ¡Eres un chico malo, Señor Waky Waky! — dijo dando unos azotitos al despertador digital que no tenía electricidad.
— Me pregunto si la Tía Consuela me habrá preparado el desayuno…
Abrió las cortinas estampadas con helados, piruletas y arcoíris y pudo ver que ya era de día. Lucía un sol espléndido.
— ¡Qué día tan bonito! Bonito en plan que hace sol y no llueve…
Blanka entró en el cuarto de baño contiguo a su habitación. Se quitó el pijama y las braguitas y se quedó completamente desnuda. A pesar de ser bastante delgada tenía unas tetas enormes y un culo prominente en forma de melocotón. Tenía el coño rubio igual que su cabello, aunque ben arreglado, como si un jardinero acabara de podarlo.
Se metió en la ducha y cerró la mampara. Abrió el grifo del agua caliente pero enseguida tuvo que cerrarlo.
— ¡Está súper frifri!
Completamente mojada y con los pezones muy duros salió de la ducha y se puso su albornoz, que parecía un disfraz de gato, incluyendo guantes en forma de patas, una cola y orejas en la capucha.
— ¡Tía Consuela! — decía mientras avanzaba por la casa — ¿Dónde estás? El agua caliente está en plan que se ha roto ¿me has preparado mi delicioso y nutritivo desayuno vegano?
Al llegar a la cocina se encontró que había algunos cacharros tirados por el suelo. Al mirar más detenidamente, tras la isla del centro de la sala, estaba Consuela, la asistenta, tirada en el suelo sobre un charco de sangre.
— Tía Consuela — dijo encogiéndose de hombros — ¿Qué haces ahí tumbada? ¿No me has oído llamarte? ¿Y que es esa cosa roja del suelo? ¿puré de frambuesa?
Blanka esperó a que su asistenta despertara sin éxito. Entonces se encogió de hombros.
— Eres muy mala, Tía Consuela — dijo señalando con el dedo — en lugar de preparar mi desayuno estás ahí, dormida, sobre ese charco de puré de frambuesas…
— No es puré de frambuesas — dijo Antonio apareciendo de pronto con una pistola en la mano —
— ¿Y quién eres tú? — preguntó Blanka bajando mucho el volumen de su voz —
— Y ella no está dormida, está muerta.
— ¿Muerta? Pero… ¿Muerta… en plan, morirse?
— Y lo que hay en el suelo es sangre.
Blanka iba a decir algo pero se tapó la boca. Comenzó a temblar y a salirle lágrimas de los ojos.
— ¿La has matado tú? — dijo casi inaudiblemente —
— Si.
— Por favor… — dijo poniéndose de rodillas — no me mates… te chuparé la polla… ya verás, te gustará. Mi manager dice que lo hago muy bien…
— Lo siento, pero no tengo tiempo…
— Por favor — dijo sollozando — no quiero morir…
Antonio le apuntó entonces en la cabeza. Pero enseguida retiró el cañón.
— Quítate primero el albornoz — dijo entonces —
Blanka obedeció en silencio, quedando completamente desnuda delante de Antonio.
— ¡Joder! — dijo Antonio perdiendo el aliento — ¡Estás buenísima!
— ¿Me vas a matar con la pistolita? — dijo Blanca haciendo pucheros —
Antonio volvió a apuntarla. Pero se la miró bien y le hizo darse la vuelta para contemplar su enorme culo. Enseguida retiró el arma.
— ¡Dios! No puedo hacerlo, sería como matar a un ángel…
— ¿Entonces… eso es en plan que no me vas a matar?
— Te follaría ahora mismo sobre la mesa — dijo Antonio acariciándole las tetas — pero en pocos minutos volverá la electricidad y sonará la alarma…
Antonio le dijo que se apartara. Entonces arrastró el cuerpo de Consuela hasta otro lado y le ordenó que se tumbara como estaba ella, en el charco de sangre.
— ¿Así es como te gusta? — dijo Blanka desde el suelo — ¿me vas a follar aquí?
Antonio se hizo con un enrome cuchillo de la encimera. Con él rajó el vientre de Consuela y cortó tripas y demás vísceras. Luego se las echó en el vientre a Blanka.
— ¡Jo! ¡Qué asco! — exclamó Blanka —
— Cierra los ojos y hazte la muerta…
— ¿Por qué?
— Voy a hacerte una foto y así la mujer que me ha contratado creerá que te he matado.
Blanca tiró la cabeza hacia atrás haciendo una mueca sobreactuada, sacando la lengua y poniéndose bizca.
— ¡Así no! Cierra los ojos y ya está ¡Y no pongas caras!
Antonio le hizo la foto y seguidamente la envió a su jefa.
— Vale — dijo limpiándole la sangre y las vísceras del estómago con el albornoz — ahora vístete y escóndete donde nadie te encuentre…
— ¿Por qué?
— Porque si ella sabe que sigues viva no parará hasta conseguir que te maten.
— ¿Quién?
— Anita Queen.
Blanka, obedeciendo las órdenes de Antonio, se visitó de una forma discreta. Para ella discreta eran unos zapatos de plataforma, unos pantalones que enseñaban la mitad de su ya bastante enorme culo, una blusa amarilla que permitía ver su sujetador, una peluca afro y unas gafas de sol con forma de corazón. Su bolso tenía forma de panda.
Caminó hasta una parada de autobús ya que había visto en Youtube que la gente que no tenía chofer utilizaba ese medio de transporte. Al subir, sacó su tarjeta oro y se la dio al conductor.
— Un billete a un escondite seguro, señor conductor.
— No aceptamos tarjeta — dijo el conductor con cansancio en la voz — ¿no tienes suelto bonita?
— ¿Qué es suelto?
— ¿Quieres que te ayude a buscarlo? — y diciendo esto el conductor le metió mano en el culo.
— Ahí seguro que no está — dijo Blanka sin tratar de impedir que el conductor le sobara el culo y continuara con su coño, por encima de la ropa —
— Puedes pasar, bonita, te has ganado un pasaje gratis… — concluyó el conductor con una palmada en el trasero —
Intimidada, Blanka fue a sentarse al fondo del autobús.
Se encontraba rodeada de todo tipo de personas. Le parecían extrañas y amenazadoras, así que no le preguntó a nadie a donde se dirigía el autobús. Le había dicho al señor conductor que quería ir a un escondite seguro así que solo tenía que bajarse cuando llegara.
El trayecto casi duró una hora. Blanka vio subir y bajar a un montón de personas extrañas, algunas de las cuales se la quedaban mirando. Finalmente el autobús se quedó sin gente, estaba ella sola y el conductor le indicó que se tenía que bajar.
— ¿Esto es un escondite seguro, señor?
— Que graciosa eres — le contestó — anda baja de una puta vez…
— Pero ¿Dónde estamos?
— En Watts.
Blanka bajó del autobús y comenzó a recorrer una avenida más bien ancha con casas bajas a los lados.
— Huele… en plan a pipí o algo… — dijo tapándose la nariz —
Mientras caminaba, un viejo de color le gritó algo. Ella hizo ver que no le había oído y caminó más deprisa. Más adelante un grupo de muchachos le dijeron algo que no acabó de entender bien, solo las palabras “culo” “tetas” y “puta”. Eso hizo que comenzara a caminar todavía más rápido hasta llegar a una bifurcación. De repente, y sin saber de dónde había salido, una anciana vestida con harapos que empujaba un carrito de la compra lleno de basura, se dirigió a ella.
— ¿Tienes suelto?
— ¡No! — gritó Blanka — ¡Tú no me vas a tocar el culo también!
Blanka salió corriendo sin saber muy bien a donde hasta llegar al patio de una casa bastante cochambrosa. La puerta trasera estaba abierta así que inmediatamente se metió dentro y se agachó, tratando de saber si la anciana del carrito la seguía.
Por donde había entrado había una cocina bastante sucia, llena de platos por lavar y olor a basura.
Una vez dentro se topó con un salón igualmente dejado. Una tele enorme presidía la estancia alrededor de la cual había siete sillones iguales. Había latas de cerveza y ganchitos por el suelo, trozos de pizza y colillas.
— Si voy a vivir aquí — dijo quitándose las gafas de sol — voy a tener que adecentar esto un poco…
Blanka no tenía ni idea de limpieza, no había hecho algo así en su vida, así que utilizó su teléfono para mirar un tutorial en Youtube. Se sentó en uno de los sillones y lo escuchó con mucha atención. Tanta, que enseguida se quedó dormida.
Blanka se despertó de pronto. Abrió los ojos pausadamente y, de repente, se llevó el susto de su vida. A su alrededor, mirándola con los ojos como platos, había siete tipos raros, barbudos y calvos, con cicatrices, tatuajes y chaquetas de cuero.
— ¡Está buenísima! — dijo uno de ellos —
— Como me gustaría que se sentara en mi cara… — dijo el segundo —
— Me gustaría ver eso… — dijo el tercero —
— Yo quiero lamer sus zapatos — dijo el cuarto —
— Y yo orinarme en esas enormes tetas… — dijo el quinto —
— Demasiado… femenina — dijo un sexto —
— ¿Quiénes sois vosotros? — quiso saber Blanka —
— ¿Quiénes somos? Somos los Dwarfs, el mejor club de moteros de los Ángeles… a mí me llaman Violador. Este de aquí es Sumiso, este es Mirón, este Fetichista, este de aquí es Escatológico y este Sodomita. El que no ha hablado es Zoofilico… no te ofendas, pero le interesan más las hembras de cuatro patas…
— ¿Y vivís todos, en plan, juntos aquí?
— Es nuestra casa club — dijo Violador mientras le acariciaba el pelo a Blanca —
— Por favor — dijo Blanka poniéndose de pie y dejando la peluca afro en la mano de Violador — tenéis que ayudarme, no me echéis de aquí…
— Nadie piensa en echarte — se encogió de hombros Violador — eres lo mejor que nos ha pasado en semanas…
— Habla por ti — dijo Sodomita cruzándose de brazos —
— ¡Quieren matarme! — dijo ella con pesar en la voz —
— ¿Y podemos ver cómo te matan? — quiso saber Mirón — eso me pondría muy caliente —
— ¿Quién quiere matarte, chochito? — dijo Violador sujetándole una teta —
— ¡Anita Queen! — dijo quitándole la mano de encima —
— ¿La puta reina del pop? — quiso saber Escatológico — ¿Dónde compras lo que te metes?
— No estoy mintiendo… yo… soy…
Blanka respiro hondo y entonces se quitó las gafas y puso la cara de perfil.
— ¿Quién coño eres? — quiso saber Violador —
— A lo mejor es una corista que le ha tocado el coño a la Queen — dijo Mirón —
— No os enteráis de nada, tontas — dijo Sodomita — ¿No sabéis quien es esta zorra? ¡Es la puta Blanka Snow!
— Ese nombre me suena — dijo Violador —
— Claro que te suena, gilipollas — continuó Sodomita — es el coño de oro de las listas de éxito, Joder… sus putas canciones de mierda suenan a todas horas en todos lados…
— Bueno, pues me da igual quien coño sea — dijo Violador tirando de los pequeños pantalones de Blanka — lleva casi cinco minutos ahí sentada y todavía no me la he follado…
— Pero no me echareis ¿verdad? — preguntó Blanka mientras le quitaban las braguitas —
— Claro que no, pero cállate la puta boca — dijo tapándosela con la mano — aunque si quieres gritar, eso es lo que a mí me la pone dura…
Mirón se sentó en su sillón y se sacó la polla, dispuesto a disfrutar del espectáculo.
Fetichista le quitó uno de los zapatos y empezó a frotar su polla en él.
Violador se la clavó de un golpe en su rubio coño. Blanka no se resistía, pero el hacía ver que si sujetándole las muñecas y dándole bofetadas.
— Cuando acabes con ella — dijo Escatológico tocándose la polla — me orinaré en su tetas y en su boca… ¿Tú crees que ella tendrá ganas de orinar? — le dijo a Sumiso — ¿Eh? ¿Crees que ella querrá mearse en mi boca?
— Ojalá lo hiciera en la mía — contestó Sumiso — ojalá me pisoteara la cara y me llamara basura...
Mientras tanto, Sodomita lo grababa todo en video.
— ¿Lo estás grabando? — preguntó Mirón emocionado — ¿me pasarás el video luego?
— Ni hablar… ¿Tienes idea de la pasta que puede valer este video? Os estáis follando a la puta Blanka Snow…
De repente, el maullido lastimero de un gato dominó la habitación. Todos se giraron para contemplar a Zoofilico, desnudo, sujetando a una pobre gata negra que se estaba follando, a pesar de la resistencia que el felino ponía.
— ¡Joder tío! — protestó Violador — ¿Tienes que hacer eso aquí?
— ¿Y tú? — le contestó secamente — mi gata estaba antes que esa maldita zorra…
A grito de “venga puta” violador hizo que Blanka se diera la vuelta. Entonces cambió de agujero y comenzó a sodomizarla. La cara de Blanca, sobre el respaldo del sillón, era la pura expresión de la tranquilidad.
— Y vosotros ¿No me hacéis nada? — quiso saber — la sé, chupar en plan, súper chachi…
Sin poder esperar un segundo más, escatológico comenzó a orinar, apuntando en la cara de Blanka. Ella tan solo cerró los ojos y abrió la boca.
Tirado en el suelo, Fetichista pasaba su lengua por entre los dedos de sus pies mientras Mirón se hacía la paja de su vida.
Al otro lado de la ciudad, Anita Queen gritaba con todas sus fuerzas.
— ¡Joder! ¡Hijo de puta!
— ¿Te quieres tranquilizar? — dijo Sandra arrebatándole el IPhone de la mano — ¿Qué es lo que pasa ahora?
— ¡Mira la puta foto!
— No, gracias. No me puedo creer que hayas pagado a Antonio para matarla… ¿Es que quieres ir a la cárcel?
— ¡Qué mires la puta foto, joder!
Sandra miró la foto del teléfono. Era la fotografía que Antonio le había mandando. Blanka en el suelo, sobre un charco de sangre, con algo que parecía una herida sangrante en el vientre. Pero lo que llamaba la atención era que si mirabas una segunda vez, Blanka tenía los dedos haciendo la V y ponía morritos.
— No está muerta, solo lo ha hecho ver, gracias a Dios…
— ¿Gracias a Dios? Le he ingresado a Antonio un millón de dólares…
— Mejor perder ese dinero que acabar en la cárcel…
— ¡Y una mierda! Y lo peor es que ahora estará sobre aviso y se esconderá…
— Mira — dijo Sandra devolviéndole el teléfono — soy tu asistente personal y haría muchas cosas por ti… pero participar en un asesinato… lo siento mucho pero ni hablar…
— ¿Ah sí? ¡Pues estás despedida!
Sandra se marchó enseñándole el dedo. Anita cogió lo primero que tenía en la mano para tirárselo, que era su teléfono, pero un “ping” le hizo cambiar de opinión. Con incredulidad miró la pantalla.
— ¿La muy gilipollas acaba de actualizar su Instagram?
Efectivamente, Blanka acababa de subir una foto en la que posaba haciendo la V con los dedos y ponía morritos junto a sus nuevos súper amigos, los Dwarfs MC de los Ángeles.
“Esta idiota se habrá refugiado con unos moteros, para que la protejan” dijo para sí. “Si quieres hacer algo bien…hazlo tú misma”.
Al día siguiente, por la mañana, los miembros de los Dwarfts se acicalaban y ponían sus mejores muñequeras y sus mejores gafas de sol. Blanka había pasado la noche allí y ahora “desayunaba” de rodillas la polla de Violador.
— Así, puta… come — le decía éste tirándole del pelo —
— Esto irá a mi colección privada — dijo Mirón haciendo fotos de la felación con el teléfono —
— Venga ya, machote — dijo Sodomita visiblemente enfadado — ¡Vamos a llegar tarde! Ya te la follarás luego…
— Me gusta empezar el día corriéndome en la boca de una zorra…
Y diciendo esto comenzó a eyacular en la boca de Blanka. El semen comenzó a rebosar de la comisura de sus labios pero Violador no quiso sacarla y continuó guiando la cabeza de la rubia cantante a placer hasta terminar de echarlo todo.
Violador se levantó del sillón y se subió los pantalones. Blanka se limpió la boca con el dorso de la mano y también se puso de pie.
— Porfi please — dijo dirigiéndose a Fetichista — ¿Me devuelves mis braguitas?
— ¿Qué? — dijo Fetichista fingiendo sorpresa — Yo no las tengo, Blanka… te lo juro…
— Que si, que si… — dijo Blanka señalando su bolsillo — te asoman por ahí…
— No, esto es un pañuelo…
Violador cortó la conversación dándole a Blanca una palmada en el culo.
— Volveremos a medio día — dijo — quédate en la casa y no le abras la puerta a nadie…
— ¿A dónde vais? ¿Puedo ir con vosotros?
— Vamos a Ventura Boulevard ¡Memoir Tatoo hace tatús gratis solo hoy! No entiendo como no nos hemos enterado antes…
— ¡Eso da igual! — dijo Sodomita muy enfadado — como no salgamos ya habrá tanta gente que nos quedaremos en la calle…
— Yo creo que me voy a tatuar tu cara en el vientre — le dijo Mirón a Blanka —
— ¿De verdad? ¡Qué chachi eres!
— Voy a usar esta foto — dijo mostrándole una de las fotos que le acababa de sacar haciendo una felación —
— Qué súper — dijo con una sonrisa —
Los Dwarfts se dispusieron a irse, montando en sus motocicletas aparcadas en la parte de atrás de la casa.
— Mientras estáis fuera, os prepararé un delicioso plato vegano… — dijo Blanka despidiéndose en mitad de la calle, diciendo adiós con la mano en alto y completamente desnuda —
Blanka se fue entonces a la cocina. Miró a su alrededor como buscando algo y luego puso los brazos en jarras.
— ¿Cuál será la aplicación para hacer la comida?
Mientras Blanka revolvía entre cacharros y platos sucios alguien se coló por la puerta abierta de atrás.
— Hola, jovencita…
Ante sí tenía a una señora vestida de forma muy elegante y con un estrafalario sombrero y un pañuelo en la cabeza. Gafas de sol y guantes.
— ¡Holi holita! — dijo Blanka agitando la mano y sonriendo —
— Disculpa por interrumpir lo que sea que estés haciendo…
— No pasa nada, señora — dijo Blanka agachándose para buscar en un armario y mostrando su culo y coño a la desconocida — sólo trataba de encontrar donde preparara comida, en plan cocinar y eso, pero debe de estar en otra habitación…
— Verás — dijo la desconocida sacando una abultada maleta — yo sólo soy una humilde vendedora puerta a puerta… quizá a una joven tan guapa y tan desnuda como tú le interese alguno de los artículos que vendo…
Y seguidamente abrió la maleta enseñando un amplio muestrario de consoladores a cual más descomunal.
— ¡Qué bonitos! — exclamó Blanka dando palmaditas — ¿Qué son?
— Son… — dijo la desconocida con resignación —… juguetes…
— ¿Sabe? — comenzó a decir Blanka entornando los ojos — usted me recuerda mogollón a alguien y ahora no caigo…
— Seguro que solo te lo parece… — dijo la desconocida nerviosa —
— ¡Claro! Es usted en plan pero clavada a Anita Queen ¡Que fuerte!
— No… no me parezco en nada…
— Si, tiene un aire… no es ella, claro… y casi mejor, porque ella es en plan mala malísima, y quiere matarme y eso…
— Claro, claro…
— ¿Y cómo se juega con esto? — dijo Blanka haciéndose con uno de los consoladores que parecía, por su tamaño y forma, la polla de un caballo —
— Es muy fácil… ven, deja que te ayude…
La desconocida hizo que Blanka se inclinase poniendo el culo en pompa. Entonces hizo que chupara un poco el enorme consolador, introduciéndolo casi entero por su garganta.
— ¡Ya lo pillo! — dijo Blanka en cuento tuvo la boca libre — es como una polla pero de mentira…
— Eso es — dijo la desconocida — y ahora abre bien las piernas…
La vendedora ambulante comenzó a introducir el enorme consolador en el coño de Blanka. Casi sin ninguna dificultad pudo meterlo casi entero.
— ¿Qué tal? ¿Quieres que te meta otro por el culo, zorra?
— Vale…
Seleccionando otro consolador nada pequeño la desconocida lo metió también entero por el agujero de su culo. Blanka se puso de pie, con aquellos dos enormes objetos ocupando sus entrañas.
— ¿Sientes… algo especial?
— Son agradables — dijo la rubia cantante echando un vistazo a la parte de los juguetes que sobresalía — pero la tarjeta oro la tengo en el bolso… para pagarle y eso… ¿Le importaría esperar aquí un poquito?
— ¿Seguro que te encuentras bien?
— Claro… estupendamente…
De repente Blanka vomitó poniendo el suelo perdido. Resbaló en sus propios vómitos y se cayó, Inconsciente.
La desconocida se quitó entonces el sombrero, el pañuelo y las gafas y soltó una sonora carcajada.
— ¡Al fin! Sabía que una guarra como ella no sería capaz de resistirse a un buen pollón de látex… la muy idiota no se imaginaba que eran consoladores envenenados…
Anita Queen le soltó una buena patada en el costado a su inerte rival. Pero aunque había conseguido su objetivo, todavía tenía que ponerse a salvo.
Un coche deportivo descapotable le esperaba en la esquina. Se subió deprisa y le ordenó al chófer que arrancara. Tenía que salir de aquella parte de la ciudad cuanto antes mejor.
Mientras el coche se alejaba las motos de los Dwarfts regresaban a toda velocidad. Aparcaron donde acostumbraban y desmontaron con cara de muy mal humor.
— ¡La culpa es tuya! — dijo Violador encarándose a Sumiso — ¿De dónde has sacado esa tontería de los tatús gratis?
— ¿Te lo vuelvo a decir? Era una propaganda en el correo electrónico del club… yo no pensé que fuera falso…
— ¡Se han reído de nosotros! De los Dwarfts… somos el hazmerreír de la ciudad, joder…
Todos entraron por la parte de atrás y lo primero que vieron fue a la dulce Blanka tirada en el suelo, sobre un charco de vómito. Sodomita se agachó para tomarle el pulso, pero no se aseguró demasiado de lo que hacía puesto que el vómito le daba mucho asco.
— Muerta — dijo con cara solemne dirigiéndose a Sumiso — ¿Estás contento?
— ¡Yo no sabía que el correo era falso!
Mientras todos se lamentaban, Mirón hizo nuevas fotos del cuerpo de Blanka.
— Ha tenido que ser esa puta de Anita Queen — dijo fetichista recogiendo el sombrero y el pañuelo que la asesina había dejado en el suelo — seguro que esto es suyo…
— Ha tenido que pasar ahora mismo — dijo Violador — apuesto a que el deportivo que nos hemos cruzado llevaba a esa zorra de vuelta a su casa…
Toda la banda, incluso Zoofílico, montó en sus motos y se dirigieron a toda velocidad por donde habían visto marcharse al coche de Queen. Anduvieron un buen trecho hasta dar con el llamativo coche en un semáforo.
Rápidamente acorralaron el vehículo, poniéndose detrás y delante. Fue Zoofílico el que sacó al chofer de su asiento y lo mandó a dormir de un puñetazo. Mientras, Violador abría la puerta del copiloto para sacar a Anita Queen del coche.
— ¿Qué estás haciendo, imbécil? ¡Soy Anita Queen! Te arrepentirás de esto…
— No lo creo — dijo Violador — la verdad es que todavía estás bastante buena…
Sumiso y Escatológico sujetaron a Anita mientras Violador le rompía el vestido. Sus tetas quedaron al aire para que el motero se las sobara de mala manera. Luego le bajó las bragas y comenzó a bajarse los pantalones.
— ¡Policía! — gritaba Anita con todas sus fuerzas — Alguien vendrá a ayudarme, lo estáis haciendo en plena calle…
— En este barrio no — sentenció Violador —
Tras perpetrar su venganza los Dwarfts regresaron a la casa club. Recogieron a Anita del suelo y la colocaron tumbada entre dos sillones. Escatológico fue a buscar a alguien que podía ayudar.
— Si supiéramos lo que le ha hecho — dijo Sumiso —
— Seguro que la ha envenenado — dijo Sodomita —por eso llamamos a Prince.
El camello de los Dwarfts era un tipo negro que tenía un cierto parecido con el cantante del mismo nombre. A veces bromeaba diciendo que él era el camello anteriormente conocido como Prince. Además de pasar hierba y pastillas, Prince tenía algunos conocimientos de medicina. Había estudiado enfermería antes de que lo echaran por robar medicamentos.
— ¡Joder tío! ¿Y esta guarra quien es? — dijo al llegar y ver el cadáver —
— Está es la que tu tienes que curar — dijo Violador —
— Pero no lo entiendo — dijo escatológico dirigiéndose a Sodomita — ¿Tu no decías que estaba muerta?
— Mira — dijo Sodomita haciéndose el indignado — no le busqué el pulso ¿vale? Me daba puto asco lo del vómito… no está muerta, pero está jodida…
— Pues yo, lo del vómito — se encogió de hombros Escatológico — creo que nunca ha estado más bonita que echada allí entre esa guarrería…
— Tienes que curarla — insistió Violador a Prince —
— Pero ¿Qué es lo que se ha metido?
— No lo sabemos, tío, pero tienes que hacer algo…
Prince se lo pensó dos veces.
— Mirad — dijo entonces poniéndose muy serio — si queréis que la ayude lo que tenéis que hacer es dejarme a solas con ella ¿vale? No la voy a poder ayudar si estáis por aquí estorbando…
— Vale, vale — dijo Violador — pues nos vamos, pero ayúdala ¿Vale?
Todos se marcharon a otra habitación dejando a Prince con el cuerpo de la hermosa cantante rubia.
— No tengo ni puta idea de que te pasa o como arreglarlo — dijo magreándole las tetas — pero me voy a dedicar a follarte todo lo que quiera, aprovechando que no puedes decirme que no…
Prince se bajó los pantalones y los calzoncillos. Tenía una erección de lo más notable. Luego le abrió las piernas a Blanka.
— Pero ¿esto qué es?
Con cuidado, Prince sacó el consolador que Blanka llevaba alojado en el coño, sorprendiéndose de que algo tan enorme estuviese ahí metido sin más. Luego hizo lo mismo con el que tenía en su culo.
— Menuda puta si llevaba esto ahí metido ¿Quién será esta zorra? Se parece un huevo a esa cantante de Pop tan famosa…
Prince se la introdujo de un solo golpe y comenzó a follársela. Los movimientos rítmicos de meterla y sacarla acabaron provocando una reacción inesperada. Blanka despertó, giró la cabeza a un lado y se puso a vomitar otra vez en el suelo.
— ¡Joder, que puto asco! — dijo Prince sin dejar de follársela —
— Perdona — dijo Blanka — tenía mal la barriguita…
El manager de Blanka la había estado buscando por todas partes. En su casa de Malibú había tenido lugar un asesinato y la policía había desplegado todos sus recursos para encontrarla. Cuando dieron con ella, no solo estaba sana y salva, venía con un nuevo novio y un nuevo personal de seguridad.
— Él me ha salvado la vida — decía Blanka refiriéndose a Prince — y además se ha corrido dentro… si eso no es amor…
Blanka actuó en la Súper Bowl, lo que aumentó todavía más su estrellato. Se prometió con Prince, que tenía la costumbre de follársela a todas horas y dinamitar su cuenta corriente, pero eso es otra historia. Los Dwarfts se convirtieron en los guardaespaldas oficiales de la cantante y si se la tenían que follar, orinarle en las tetas, espiarla mientras se duchaba, robarle la ropa interior usada o lamerle los pies, no había problema.
Detuvieron a Antonio por el asesinato de Consuela y confesó que Anita la había contratado, aunque de Anita no se volvió a saber nunca nada más.