Blanca y radiante
Entrégate a mi, si, que entre lágrimas te tomo, dulcemente te penetro y cada centímetro de tu piel exploro.
Yo aposté por ti cuando ya nadie lo hacia. Yo te saqué de aquella parcela y te abrí la puerta de mi casa. Yo, al que siempre habías despreciado o, peor aun, ignorado. Pero ahora es distinto, a pasado el tiempo y solo me tienes a mí.
Me alegro, y sabes que te perdono, que no soy rencoroso, que no me importa tu pasado, con cuántos te hayas acostado, sino nuestro presente. Y no digo futuro, por que sé, que no estarás mucho tiempo conmigo, lo sé, pero no me importa, voy a aprovechar hasta el último segundo.
Quiero hacer mi sueño realidad. Déjame bañarte, perfumarte, disfrutar de cada instante hasta que huyas de mí para nunca más volver a verte.
Entrégate a mi, si, que entre lágrimas te tomo, dulcemente te penetro y cada centímetro de tu piel exploro. Entrégate, que no son lágrimas de tristeza sino de emoción intensa.
Siempre me gustó tu belleza, desde que te vi me cautivaste, por eso empecé a escribirte. No entendías mis poemas, mis cartas, no eran amenazas, te advertía, no sabias que eras mía. Y cuando oí que te casabas ya no pude contenerme.
Esta tarde he llorado, amargamente, en tu sepelio, casi me arrepiento, casi me vengo abajo cuando todos te lloraban maldiciendo al asesino. Pero ahora que te tengo me alegro por los dos.