Blanca Rosa, la matrona voluptuosa (06)

Una enorme tranca negra. Con este sueño largamente incumplido, Blanca dejó a su marido semidesvanecido por la gran paja matutina, y encaminó sus sensuales carnas hacia la asociación senegalesa.

Blanca Rosa, la matrona voluptuosa (6)

Por Mujer Dominante 4

mujerdominante4@hotmail.com

Hacía días que Blanca Rosa tenía ganas de pajear una buena tranca. No la de su marido, que se la tenía aprendida de memoria. Además en su mente, su blanca mano aparecía agarrando una verdadera polla negra, de dimensiones monstruosas. Eso significaba sólo una cosa: debía visitar la asociación senegalesa. Esos negros son famosos por sus pollas y por su gran resistencia. Así que después de ultimar a su marido de sesenta y tres años con restregadas de su enorme culo en el rostro, Blanca Rosa lo dejó tendido semi-desfalleciente, con los ojos vidriosos, y una gran mancha de semen en el pantalón pijama. Le dedicó una mirada de ternura y salió con su señorial traje sastre gris, y su paso voluptuoso marcando las rotundas carnes de su lozano cuerpo de sesenta y dos.

En el camino recibió muchos comentarios elogiosos, pero ella con total determinación continuó su camino hacia la asociación senegalesa.

Entró en la asociación consciente del impacto que sus rotundas tetas y su no menos rotundo gran culo estarían produciendo en los apuestos negros, y le preguntó a un gran negro de más de un metro ochenta, donde estaba el bufete. El negro la siguió con la mirada fija en el fantástico culo de la sensual matrona.

En el bufete eran todos negros, algunos muy altos y muy negros. Blanca se relamió, pensando en las posibilidades. Se le acercó un grandote enorme que parecía oficiar de maitre.

-¿En qué la puedo servir, señora? –

Blanca encontró la palabra "servir" muy interesante y oportuna.

-Quizá usted pueda sacarme de la duda, joven, ¿Es cierto lo que se dice de las porongas senegalesas? –

El muchacho primero se sorprendió, pero luego la miró con una mirada insinuante. -¿Qué ha escuchado usted, señora...? –

-Que los senegaleses tienen unas pollas enormes, y que pueden estar paradas por horas. –

El senegalés le sonrió, evidentemente halagado.

-Bueno, si se dice eso, por algo ha de ser... –

-Pues yo no me lo creo – le cruzó Blanca con una mirada a la vez sensual y desafiante. -Claro que podría creerlo si usted tuviera la gentileza de convencerme... –

-¿Y cómo espera usted que la convenza? – dijo el hombre relamiéndose.

-Para empezar, podría mostrarme su aparato. Supongo que se le para... Sí, ya veo que sí – terminó al bajar la vista hacia el pantalón del muchacho.

El senegalés sintió que estaba en juego el prestigio de su raza. Así que dejando a otro negro en su puesto, guió a Blanca Rosa hacia un reservado. Una vez allí, sin mediar más palabras, el enorme negro sacó su polla afuera. Al verla, a Blanca Rosa se le hizo agua la boca. El bulto que había percibido en el pantalón del hombre no correspondía a una polla parada. Lo que ocurría es que la tenía de tal tamaño que le hacía un tremendo bultazo.

-¿Me permite, joven? – Blanca extendió su mano hacia la negra manguerota del negro. El negro se sentó con displicencia en el sofá del reservado, orgulloso de lo que mostraba, y sabedor del efecto que su visión provocaba en las mujeres. Y Blanca se sentó al lado suyo, sin abandonar la enormísima polla, que con la temperatura de su mano y de la situación, comenzaba a desplegarse majestuosamente. La matrona no podía cerrar su mano y estaba maravillada por lo que estaba agarrando.

Así que continuó con sus caricias, hasta que el nabo alcanzó su máximo esplendor. Sin abandonar su presa, la matrona comenzó a pajearla. El negrazo la miraba con ojos divertidos. Pero a medida que Blanca continuaba con la paja los ojos del negro se fueron poniendo algo turbios. Indiferente a todo lo que no fuera el colosal aparato que tenía entre manos, la matrona prosiguió con sabiduría y deliberación su depravada caricia.

La concha le burbujeaba por la excitación. Y estuvo de acuerdo con la opinión de su esposo de que los negros no son inferiores a los blancos. La enorme cabeza del glande de esa tremenda poronga debería medir no menos de seis centímetros de diámetro. Y Blanca la veía aparecer una y otra vez por el efecto de los movimientos que nuestra respetable veterana le realizaba con deliberación. El negro comenzó a gemir y Blanca, segura de su poder, acentuó los movimientos de sus manos hasta que sintió que el muchacho estaba por venirse. Entonces, abriendo bien su boca, la colocó, abarcando el enorme glande y se preparó para recibir las emisiones inminentes.

Cuando estas sobrevinieron, en medio de roncos estertores del negrote, Blanca las recibió en su boca que fue llenada inmediatamente, apenas si tuvo tiempo de saborearla antes de tragar y esperar la siguiente, que fue igualmente copiosa. Nuestra matrona comparó con las emisiones de Alberto, su marido, y volvió a concordar con aquel acerca de la no inferioridad de los negros con respecto a los blancos, amarillos y demás colores.

La tercera emisión fue también muy copiosa, tanto que Blanca debió meter su mano debajo de la falda para acariciar su conchita que estaba como loca. Bueno, que fueron nueve emisiones espesas y para la última la matrona se había corrido.

El negro estaba reclinado sobre su espalda, pero la sesentona no le dio respiro a su enorme aparato, de modo que cuando vio que la manguerota comenzaba a ablandarse, comenzó a besarla con entusiasmo. El negro dio un suspiro y se dejó hacer. No sabía lo que le esperaba, pero aquella matrona apasionada le estaba haciendo un buen trabajo. Blanca le sacó los pantalones para exponer los huevos y el estupendo culo musculoso del negro. Todo eso sin que su boca abandonara el homenaje que le estaba haciendo a la potencia de la raza negra. Veinte minutos le llevaron a sus manos y a su boca conseguir que el negro acabara nuevamente. Sintió la polla hincharse, y los jadeos del muchacho, cada vez más rápidos le anunciaron que se aproximaba una nueva emisión. Otra vez se le llenó la boca con el primer chorro, y Blanca continuó succionando y tragando locamente.

Esta vez, el senegalés quedó semi-desvanecido por la nueva acabada. Pero la voluptuosa matrona sabía como reanimarlo. Dejando al joven tendido en el sofá, la matrona se desvistió, dejando sus enormes tetones y su rotundo culo al aire.

Y poniéndose en cuatro patas en un sesenta y nueve sobre el negro dejó su tentador culazo al alcance de la boca del hombre, y comenzó a chuparle el tremendo nabo que si bien se había ablandado un poco, medía sus buenos veinticuatro centímetros.

Parecía irremisiblemente vencido, pero Blanca estaba decidida a corroborar la fama de los senegaleses, así que se lo siguió besando y chupando. Pronto sintió las manotas del negro prendidas a sus caderas y su lenguota lamiéndole el culo. Como la poronga del negro era tan larga Blanca Rosa no tuvo inconveniente en tener su culo al alcance del senegalés ya que a este la porongota le sobrepasaba el ombligo. No le costó mucho a las calientes manos de la lujuriosa matrona y a su no menos caliente y muy jugosa boca, lograr una nueva erección del negro. Claro que en el camino Blanca tuvo dos nuevos orgasmos provocados por las incursiones de la lengua del negrote en su culo. Pero nuestra amiga estaba empeñada en su comprobación sobre las virtudes amatorias de la raza negra, versión senegalesa, y movió el culo con tantas ganas sobre el rostro del negro que la gran pollota volvió a escupir su blanca crema dentro de la boca de nuestra representante. Blanca quedó un rato rendida sobre el cuerpote del negro. Hasta que picada por el bichito de la malicia, retrocedió un poco su posterior hasta aposentar su olorosa conchaza en la cara el muchacho. Luego de restregársela un ratito observó que la porongota volvía a crecer. Esta vez quedó un poco blanda, pero Blanca igual siguió pajeándola en forma implacable. Cuando su víctima comenzó a lamerle apasionadamente la conchaza, ella le respondió con una frenética paja que produjo una nueva emisión. No tan copiosa como las anteriores, es cierto, pero igual el doble o el triple de la primera emisión de su marido. Que por otra parte era la única para cada día.

Luego se sentó al lado del yaciente cuerpo del negro y siguió jugando con la gruesa manguerota, meneándola de un lado a otro y mirándola con ojos golosos. El negro, rendido, se dejaba hacer. Y esa fue su perdición. Porque cuando Blanca Rosa le metió un dedo entre las musculosas nalgas negras, el hombre se empinó nuevamente. Sensible a la situación, la lujuriosa matrona, comenzó a cogerle el agujerito con su dedo medio, y el negro volvió a gemir. Esta vez le llevó más de media hora a la dama conseguir una nueva entrega de semen que se produjo con su hermoso dedo enterrado en el ojete del negrazo.

Pero Blanca no abandonó el glorioso nabo, poniendo uno de sus enormes tetones en la gorda boca del negro, nuestra heroína le hizo una ineluctable paja a la ya francamente blanda polla del negro. Igual le entusiasmaba el tamaño. Así que siguió con su trabajo más allá de la voluntad del negro, que casi desvanecido solo guardaba conciencia como para mamarle mecánicamente su gordo e irresistible pezón.

En total el negrote acabó nueve veces bajo el sabio y perverso tratamiento que le dio nuestra matrona, hasta que los últimos chorritos fueron casi insignificantes, Blanca Rosa igual los tragó, pero a partir de ahí ya no hubo nada que hacer. La blanda manguerota del negro estaba definitivamente vencida. Así que nuestra dama se vistió parsimoniosamente y salió del reservado dejando tras de sí a un negro destruido e inútil para nada más por ese día, y posiblemente por varios. Pero contenta de haber podido pajear semejante polla. "Lo que no se encuentra en casa" pensó, "hay que buscarlo afuera."

Otro día volvería para experimentar que se siente de ser ensartada por semejante instrumento. Si el negrote huía espantado al verla llegar, seguramente encontraría algún otro voluntario. Hay muchos hombres desprevenidos en este mundo, con los cuales Blanca Rosa hacía su festín.

Me gustaría que me cuentes la impresión que te produjo este relato, puedes escribirme a mujerdominante4@hotmail.com . Besos.