Blanca Rosa, la matrona voluptuosa (03)
La espectacular sesentona lleva sus rotundas carnes a un gimnasio, donde le da una demostración de masaje con su culo al encargado. Luego a al cine y seduce a su compañera de butaca.
Blanca Rosa, la matrona voluptuosa 03
Por Mujer Dominante 4
Esa mañana Blanca Rosa dejó a su marido planchado en la cama, con una abundante mancha de semen en el pantalón pijama, y la cara pringosa de jugos vaginales y pendejos repartidos por aquí y por allí. Te ahorraré los detalles de cómo habían llegado hasta aquí, pero te diré que para los sesenta y tres años del marido sería difícil concebir una mejor vida sexual. Lo cual se notaba por la expresión extraviada de sus ojos en su rostro semi-desvanecido pero feliz.
Tener una esposa como Blanca Rosa con formas tan abundantes y rotundas, con una lozanía y una firmeza sorprendentes para sus sesenta y dos años, con esas blancas carnes macisas, era algo que colmaba todas sus expectativas.
Así que dejémoslo allí en estado de ensoñación romántica, mientras se va reponiendo de la paliza sexual que acaban de darle, y sigamos los pasos de nuestra amiga.
Pasos señoriales, en verdad. A cada uno de los cuales las soberbias carnes de sus nalgas cubiertas por la amplia falda, se iban destacando, mostrando un culo enorme y de una redondez capaz de desarmar al mas pintado.
Si nuestros ojos van siguiendo sus pasos, perciben más arriba ese culazo rotundo. Así que mejor levantemos la mirada, y veamos lo bien que le queda su traje sastre gris, de tan sobrio aspecto. Aunque es mejor que sigamos atrás para no encontrarnos con esos perturbadores cuan macisos pechotes, bajo la pechera del traje sastre.
Para nuestra sorpresa, Blanca Rosa entró en un gimnasio para hombres, Así que con paciencia subiremos las escaleras, detrás suyo, no teniendo más remedio que ver ese gran culo, moviéndose en cada escalón, ante nuestros turulatos ojos. Por suerte esta tortura llega a su fin, pues sólo subimos hasta el primer piso.
"Este es un gimnasio exclusivamente para hombres, Señora" Le salió al paso el encargado del gimnasio.
"Soy masajista" contestó Blanca Rosa, mirando alrededor suyo a los robustos jóvenes pesistas y afines. "Y creo que seré muy bien recibida por sus socios" Y aflojando el primer botón de su chaqueta de modo que se pudiera ver la línea de unión de sus tremendas tetonas, se inclinó hacia delante, mientras el hombre tragaba saliva. "Veo que tiene muchos miembros, siempre me han gustado los miembros..." dijo con toda intención, "Permítame darle una demostración gratuita, ¿dónde está la cabina de masajes?"
El encargado enmudeció y la guió rápidamente hasta la cabina. El hombre intuía que se le avecinaba una experiencia superior. El estilo dominante de Blanca Rosa, su paso señorial, la voluminosidad de sus formas y el toque perverso de su sonrisa lo habían subyugado.
El gabinete para masajes estaba en el entrepiso superior. Disponía de varias colchonetas de cuero y algunos almohadones, además de la consabida camilla.
"Desnúdese, por favor" dijo Blanca sin dar vueltas. "Tengo que evaluar su condición física, para adecuar el masaje..." "Des-desnudo del to-todo?" preguntó el encargado un poco azorado. "Desde luego, aunque si hay alguna parte suya que le avergüence puede taparla..." El hombre no tuvo más remedio que desnudarse del todo.
"Lindo cuerpo", valoró Blanca Rosa, "Bien musculado, velloso, yo diría que viril... permítame" dijo inclinándose ante el pene del hombre y tomándolo con dos dedos. "Sí, parece bastante viril..." concluyó, sin soltar el miembro del hombre, como a la distraída. La juventud de esa carne respondió con rapidez, comenzando la tumescencia, ante lo cual Blanca Rosa, con una sonrisa, lo abandonó. "Vaya respuesta, joven. ¿Son así todos los miembros aquí?" El hombre quedó parado frente a ella, con una semi-erección y la cara colorada por la turbación. "Pero no quisiera que se confunda, joven. Procure mantener acotada su sexualidad, ya que no es a eso a lo que hemos venido aquí."
Blanca acomodó las colchonetas en una pila, algo más baja que la camilla, aprovechando para dar una vista de su soberbio posterior. "No vamos a usar la camilla, tiéndase aquí, por favor..." Y tomándolo del pene lo guió hasta la improvisada camilla. Naturalmente, la erección siguió su curso, ante la impotencia del hombre por impedirlo. "Vaya, es usted bastante travieso..." comentó Blanca guiándolo por el culo. "Así, boca abajo, es decir culo para arriba, si no le molesta la expresión"
"Hermoso culo" contempló admirativa "aunque un poco tenso, pareciera. Vamos a comenzar por ahí con nuestro proceso de relajación..." Y levantándose la amplia falda, sentó sus nalgas desnudas sobre la espalda del hombre, que sintió un estremecimiento erótico jamás experimentado antes. Las nalgas de Blanca Rosa son un acontecimiento memorable en la vida de cualquier hombre. Pero ella procedió como si no lo supiera. Y acopando sus manos las colocó sobre las nalgas del encargado, y comenzó a acariciarlas en círculo. La erección del pobre alcanzó su máxima plenitud, y por su posición contra la colchoneta, el glande salió totalmente afuera. Cuando Blanca comenzó a masajear los peludos y musculosos glúteos, el movimiento que les imprimía se transmitía inevitablemente al miembro que estaba del lado de abajo, en una suerte de paja. Las manos de la dama se sentían suaves y calientes, y ella sabía como moverlas. "¿Qué tal se siente...?" Su víctima emitió algunos sonidos entrecortados guturales, que Blanca tomó como de aprobación. Y continuó arremolinándole las nalgas, con movimientos lentos, firmes y sensuales, sabedora del efecto devastador que estaba produciendo en el muchacho. "Es importante que aleje de su mente todo pensamiento relativo al sexo, y que relaje bien la cola..." La divertía enormemente escuchar la respiración cada vez más agitada del hombre y continuó ineluctable hasta que vió como se contraían las nalgas de este, en los preámbulos de su eyaculación contra la colchoneta. Ella hizo como que no advertía nada y continuó hasta acabarlo.
"Muy bien" dijo después de proseguir un par de minutos más masajeando a su víctima que había quedado completamente planchado por el orgasmo. "Ahora profundizaremos el trabajo..." agregó, y montó al hombre por la espalda, haciéndole sentir su maravilloso culazo dominándolo con su peso. "Pero lo mejor es culo contra culo" explicó mientras sentaba el culo de ella sobre el de él. El hombre emitió un gemido, la lujuria había hecho presa de él nuevamente. Blanca Rosa comenzó a dar sensuales rotaciones de su monumental culo, enviando al joven al reino de los subyugados por un culo, con una rápida respuesta de su polla, que alcanzó en momentos su mejor volumen y dureza. "Lo que es importante es que usted aleje todo pensamiento sobre sexualidad" agregó sádicamente, cuando comenzó a hamacar el culo del muchacho con su propio gran culazo, en una nueva paja inevitable contra el cuero de la colchoneta. Sentía a su indefensa víctima tremolar de placer mientras era llevado hacia un nuevo orgasmo. Cuando vio que lo tenía a punto, aceleró los movimientos de su hamacada provocando la inevitable eyaculación del encargado. El semen formaba sobre la colchoneta un amplio charco que excedía la silueta del hombre y comenzaba a derramarse por uno de los costados.
"Ahora dese vuelta, joven..." ordenó, ayudándolo con sus manos luego de desmontarlo. Al quedar boca arriba quedó en evidencia el semen desparramado en la panza del hombre. "Oh, vaya vaya vaya, no me hizo usted caso... Le dije que no pensara en sexo. Pero bueno... no puedo culparlo, la verdad es que yo también me he excitado un poquitito..." Y poniendo sus muslos a ambos lado de la cara de su dominado, le dijo "¿No me haría usted el favor...?" y le bajó la concha en la cara, volviendo luego a bajar su falda.
Pese a su desmayo, la respuesta del hombre ante aquella conchaza fue apasionada. Y se la comió con fruición, totalmente rendido a esas carnes voluptuosas, macisas y olorosas. Ante tanta devoción, Blanca Rosa acompañó las hambrientas lamidas, con su propio gemido plañidero, y llegando al final, hamacando ahora su concha sobre el rostro del pobre tipo hasta llegar a un estruendoso polvazo que le llenó la cara de jugos.
En el proceso, el pene del hombre había alcanzado otra vez su más intimidante aspecto. Así que nuestra dama consideró que tenía que hacerle los honores y de a poco se lo fue clavando en el culo. Ante la sensación él lanzó una mezcla de gemido y exclamación, que lo expresaba todo. Sentir su nabo penetrando esa oquedad, sentir esas suaves y calientes paredes envolverlo en un gran beso húmedo, lo dieron vuelta completamente. Su dominadora también disfrutaba milímetro a milímetro de la sensación, pero siendo más experimentada, comenzó a cogerlo lentamente, y luego cada vez más rápido, hasta lograr que ese tronco erecto dentro suyo largara sus últimos chorros que ella devoró con fruición.
Se quedó así un ratito, hasta que sintió que las dimensiones de su invitado se iban reduciendo, y entonces desmontó al hombre, y alisando su falda, retomó su actitud señorial.
"La semana próxima vendré a hacer una prueba con sus miembros. Y espero ver muchos miembros. Y no tema, yo siempre le gusto a los miembros." Y salió del cubículo dejando al encargado completamente desagotado, y sin saber muy bien qué le había pasado con esa dama de aspecto tan respetable, pero eso sí: completamente relajado, más aún: planchado y con el miembro vencido sobre su bajo vientre.
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