Blanca necesita practicar

Tenemos chica nueva en la oficina. Se llama Blanca y tiene que aprender lo que es el trabajar en un entorno profesional o no sé qué mierdas.

No sé a quién se le ocurrió la idea, ni tampoco si hay algún motivo oscuro detrás de todo este asunto, pero tengo que reconocer que quien pensó este asunto de las prácticas en empresas es un jodido genio. O a lo mejor, no, pero me da igual. Me da igual si en realidad el que lo inventó es un retrasado que estaba pensando en alguna gilipollez, como mejorar el nivel de preparación de nuestros jóvenes universitarios (el futuro del país, no lo olvidemos nunca) o alguna mierda de estas. Si un burro pega una coz en el suelo y de ahí sale un chorro de petroleo, ese petroleo no es de menos calidad. Es decir, si alguien hace una gilipollez muy grande y de ahí sale una cosa buena, pues la cosa no va a ser peor porque venga de un gilipollas y lo mismo pasa al revés. Y lo mismo pasa al revés: si tú eres un tipo brillante y se te ocurre alguna idea brillante pero esa idea, por lo que sea, se va a la mierda y de ahí no sale más que una basura tremenda, pues mira, quizás no sea culpa tuya, quizás tú no seas menos brillante, quizás lo que has hecho lo has hecho con la mejor intención, ahroa, si de verdad es una puta basura lo va a ser al margen de todo lo que a ti te pase o de lo bueno que tú seas o de lo buena que fuese la idea originalmente. Una mierda es una mierda y punto. Ya lo sé, no es una idea muy profunda.

Pero, en fin, me estoy desviando. A lo que iba. El de las prácticas: un puto genio y si no lo es, como si lo fuese.

Porque las chicas se van de prácticas a las empresas como si fuesen cebras que pierden la manada y se quedan a la intemperie, a merced de las pobres y dedicadas hienas y de los demás depredadores. La idea es esta. Una universitaria está muy tranquila, muy en su universidad, muy en su zona de confort, muy con sus amigos y muy con sus cosas de toda la vida y, de repente, a algún lumbrera se le ocurre que, oye, esta chica aprendería un montón si se diese un paseo por una empresa de verdad para que sepa cóm son las cosas. Le vendría muy bien para ganar experiencia y seguridad ante sus futuros retos laborales. ¿Y qué pasa entonces? Que la chica emprende una especie de viaje. Un viaje que a lo mejor es hasta la esquina de su calle, pero a lo mejor es un poco más lejos. La chica entonces se ve obligada a salir de su zona de confort habitual, pero, con un poco de suerte, descubrirá que no le importa. ¿Y por qué iba a importarle? No es como si empezase en un trabajo de verdad. Está haciendo unas prácticas. Estará allí un par de semanas, quizás un par de meses y se volverá a casa. No es un trabajo de verdad. Es más bien como una aventura. Es algo novedoso, es algo excitante y es algo que terminará pronto. ¿Hay algo mejor que una chica joven, encantada con la excitación y la novedad? Pues claro que sí: una chica joven encantada con la excitación y la novedad y que, además, sepa que todo tiene una fecha de caducidad, que no habrá consecuencias, que más allá de una frontera de tiempo (un par de semanas, un par de meses) no ocurrirá nada.

En mi trabajo han adquirido además la saludable costumbre de hacer que las chicas de prácticas se presenten en verano. Esto me hace recuperar algo de la estima por mi jefe supremo, oh gran señor, una estima que creía perdida hace mucho tiempo y que ha hecho nacer entre nosotros un rencor más o menos sordo. En fin, no es que con todo este asunto de las prácticas le haya recuperado el respeto, ni nada así, pero reconozco que todos los veranos hay dos o tres semanas en las que dudo si de verdad es un completo gilipollas y en las que llego a responderme a mí mismo que, bueno, quizás no lo sea tanto. La regularidad de los envíos de chicas jóvenes es tan grande que un mes antes de que llegue la chica nueva empiezo a ir al gimnasio más a menudo y a correr más que de costumbre para intentar estar lo más en forma posible.

Este año, hace tres semanas, me enviaron a Blanca. Una chica de veintidos años que quiere aprender publicidad. Blanca es joven, tiene el pelo negro y largo y los ojos negros y muy suaves. Casi siempre tiene un resto raro de brillo en la mirada, como si estuviese a punto de llorar o fuese a echarse a llorar en cualquier momento. Es muy extraño, porque Laura es una chica muy risueña. Le encanta hacer bromas y cuando se ríe de verdad cierra los ojos y agita un poco la cabeza, me imagino que porque, de alguna forma, Blanca es consciente de que es muy raro eso de que al reir tenga ese brillo en los ojos, como de estar a punto de ponerse a llorar. Blanca también tiene un cuerpo precioso. Me gusta sobre todo su cintura, que es suave y flexible. Aunque nunca he sido mucho de culos (sin despreciarlos, líbreme el cielo) reconozco que el de Blanca me fascina. Siempre que lo veo tengo ganas de acariciarlo porque, aunque no lleve nada ajustado, el culo de blanca se adivina redondo y suave, como una fruta.

Con Blanca follé por primera vez hace siete días. Un día al salir de trabajar varios compañeros nos fuimos a tomar unas cervezas. Yo ya iba un poco sobre seguro, porque había notado un par de miradas de Blanca y había dejado que ella se acercase un par de veces más de lo necesario para enseñarme cualquier cosa. Yo, claro, había hecho lo mismo. Estaba practicamente seguro, así que no dudé demasiado cuando, a cierta hora, le dije que la podía acercar a casa. El resto del plan fue de los de manual. A saber:

1.- Pasar cerca de un local sobre el que casualmente le habría hablado a Blanca un par de días atrás.

2.- Proponer pasar a tomar una copa antes de ir a casa.

3.- Tomar copa. Algo fuerte y adulto. La cerveza ya la ha visto. El ron con cola es para adolescentes. Sé un hombre y bebe un whisky.

4.- Sondear el contacto físico. Primera fase: Puntos permitidos: Mano (bien), hombro (bien), cadera (muy bien), pelo (a ver cómo lo haces, pero bien). Puntos no permitidos: pies (¿cómo vas a tocarle los pies?), boca (tranquilo vaquero), pechos (tranquilo vaquero), vagina (no, en serio, tienes que volver a medicarte)

5.- Pequeña confesión sobre tus pensamientos respecto a algún asunto trascendente. Nada demasiado denso, no has venido a venderle un libro.

6.-Profundizar en el contacto físico, algo un poco más íntimo.

7.-Una mirada profunda. Tampoco hay que pasarse, no la estás hipnotizando, pero mírala, mírala bien, mírala a los ojos. Haz que te vea.

Haz que sepas que estás ahí.

Haz que sepa que la deseas.

Recuerdo mis dedos, rozando suavemente la cintura de Blanca. Nuestros ojos enlazados. Miré su boca. Vi cómo sus labios se abrían, húmedos y suaves, y su lengua asomando entre ellos, sitiada por sus dientes blancos y diminutos. La besé. Rozé sus labios con mis labios lentamente y dejé que mi labio acariciase su labio superior mientras mi mano envolvía su cintura. Su respiración se aceleró mientras pasaba la otra mano por su cara y envolvía el óvalo de sus mejillas. Nuestras bocas se hundieron. Sentí su deseo sujetándome, sus manos que pasaban por mi pecho y se enlazaban detrás de mi cuello. Estábamos de pie, junto a la ventana. La giré y la apoyé contra el cristal. Mi boca empezó a deslizarse poco a poco, rociando de besos diminutos su mejilla mientras avanzaba hasta su oreja. Mordí su lóbulo muy poco a poco. Lo envolví con los labios. El cuerpo de Blanca se tensó. Dejó caer su cabeza a un lado con un gemido lento y mi boca empezó a descender por su cuello. Respondía a mis besos con gemidos. Podía sentir cómo se interrumpían cuando Blanca se mordía los labios. Mis dedos se deslizaron bajo su camiseta y seguí acariciando su cintura, pero esta vez directamente sobre su piel. Las caricias suaves sacudían el cuerpo de Blanca.

-No para. No puedo. Tengo... ahmmm. No... no... estoy saliendo con ummmmmmm

Empezé a mordisquear el cuello de Blanca. No había hecho falta demasiado para darse cuenta de que era de esas chicas que se vuelven locas cuando las besan en el cuello de forma sensual. Sus manos bajaron por mi espalda. Dejó una apoyada en mi brazo mientras con la otra empezó a acariciarse el pecho

-Mmmmm diosss.... me estás poniendo supercaliente... mmmmmm eres un cabrón.....

Bajé rapidamente, puse una rodilla en tierra, levanté ligeramente su camiseta y empecé a besarle el vientre. Blanca apoyó las dos manos en el cristal. Mi lengua empezó a dibujar círculos suaves alrededor de su ombligo. Círculos lentos, muy lentos. Círculos húmedos y ligeros que alternaba con besos rápidos. Mientras la besaba mis manos empezaron a subir por sus piernas. Blanca cerró los ojos. Su espalda se arqueó. Dejé que mis dedos resbalasen muy despacio por sus gemelos y luego subiesen suavemente por sus muslos. No tenía ninguna prisa. Me encantaba tener a Blanca así, transportada, entregándose a mis caricias. Sus gemidos eran cada vez más profundos. Sentí cómo una de sus manos se acariciaba el pelo mientras la otra pasaba alternativamente por su cara, por su pelo, por sus pechos... Mis besos bajaban ahora por debajo de su ombligo. Mis manos le acariciaban el culo. Dejé que las palmas se abriesen sobre sus nalgas un segundo y luego las deslicé por su cintura hasta alcanzar el botón de su pantalón. Lo abrí y empecé a deslizarlo por sus piernas. Mientras lo bajaba, muy lentamente, dejaba que mis dedos acariciasen sus muslos desnudos. Mi boca descendió un poco más. Ahora la besaba justo sobre la linea de la cintura de su tanga. Dejé que mis labios recorriesen los límites de la cinta elástica mientras mis manos volvían a recorrer el camino desnudo de sus muslos. Con las yemas de los dedos acaricié sus nalgas desnudas. Blanca se mordía los labios. El deseo ahora recorría su cuerpo. Notaba el calor en su piel. El placer que empezaba a subir por su cintura, a recorrerle la espalda. La excitación la hacía retorcerse, la quemaba. Una mancha de humedad se descubrió entre sus piernas.

-Quiero que te corras en mi boca -le susurré

Empece a bajar su tanga. Dejé de besarla y la miré a los ojos. Blanca abrió los suyos y me miró. Con nuestras miradas enlazadas fui deslizando el pequeño pedazo de algodón hasta el suelo. Sin apresurarme, cogí uno de sus tobillos y lo levanté para desenlazar la goma de su pie. Lo volví a posar unos pocos centímetros al costado. Blanca se acarició suavemente el vientre levantando la camiseta hasta su sujetador mientras con la otra mano se acariciaba el ombligo.

-Fóllame -dijo Blanca. Su voz sonaba más decidida de lo que esperaba. Me acerqué a su sexo. Deje que mi lengua se deslizase entre sus labios, muy lentamente, de abajo arriba hasta alcanzar el clítoris. Blanca gimió. Sus manos volvieron a apoyarse en el cristal. Con las yemas de los dedos le acariciaba el culo haciendo círculos. Aunque había tenido muchas de lamer el sexo de Blanca, en ese momento cambié de idea. Me puse en pie. Blanca me miró, quizás un poco sorprendida. La acerqué a mi y la besé. No podía esperar más. De repente había sentido la intensa necesidad de poseerla, de entrar dentro de ella. Nuestro beso se hizo más y más profundo. Nuestras manos nos aferraban, nos apretaban el uno contra el otro. Las manos de Blanca bajaron hasta mi pantalón. No quería perder tiempo desabrochándome la camisa, así que me la quité por la cabeza. Al hacerlo sentí cómo mi pantalón se abría y Blanca liberaba mi pene del calzonzillo. Lo sentía excitado, firme. Levanté a Blanca y entré dentro de ella.

-Ahhhhhhmmmm

Mi boca se hundió en su cuello mientras empecé a meter y sacar el pene de su precioso cuerpo. Me movía despacio, pero firme. Al hundirme presionaba con las caderas el cuerpo de Blanca, que me recibía con un estremecimiento.

-Fóllame.

Me di cuenta de que a Blanca le excitaba perdilo y me di cuenta de que a mi también me excitaba escuchárselo decir.

-Pídemelo

-Fóllame

-Otra vez.

-Mmm sii, ff.... mmm ahmm fóllame

-¡Otra vez!

-¡Fóllame!!!!!

Aparté a Laura del cristal y la coloqué sobre la mesa. Normalmente soy un tipo más bien frío y, hasta en el sexo, intento calcular bien mis movimientos, pero en ese momento me dejé ir. Perdí el control. Sobre la mesa empecé a moverme a toda velocidad. Si antes había querido disfrutar con la excitación y con el placer de Blanca, en ese momento sólo podía pensar en penetrarla, en hacerle el amor. Decir que podía pensar es decir demasiado. Sólo podía reaccionar. Sólo podía dejarme arrastrar por la corriente que habían provocado nuestros cuerpos. Mi pene entraba y salía de Blanca a toda velocidad. Sus piernas envolvían mi cintura. Sus manos arañaban mi espalda.

-Síii, síii

-Ahmmmm

-¡¡¡Sigue!!! ¡¡Sigueeeee!!! ¡¡Ahhhhhmmmmmm!!!! ¡¡Diossssss!!

-Ahhhhhhhhh

-AHHHHHHH

-Joder, me corro

-Sii, siiiiii

-¡Córrete!¡Córrete!¡¡¡CÓRRETE CONMIGO!!!!!!!! Venga, siii

-Siiiiii

-Ahmmmmmmmmm

Fue una coreografía perfecta. En el momento de correrme sentí cómo el cuerpo de Blanca se tensaba hasta el límite. Blanca emitió un gemido largo que fue mudo durante un segundo y luego estalló en un grito seco. Después su cuerpo cayó, estremecido a intervalos por pequeñas ondas de placer que iban a morir en sus labios. Todavía estaba dentro de ella. La visión de esas pequeñas oleadas de placer me resultó tan tierna que sentí la necesidad de besarla. Blanca respondió con pasión exhausta. Nos quedamos un rato callados.

Luego hablamos un rato. Blanca me habló de su novio. No parecía una relación demasiado seria. De hecho, daba la impresión de que Blanca no lo consideraba un novio "oficial" sino más bien una pareja de circunstancias. Aún así, no le gustaba la idea de acostarse con otros. Me contó que para ella aquello no estaba bien, pero no lo dijo tampoco como si fuese una cuestión grave, sino, más bien, como una incomodidad. También me dijo que desde el principio la había puesto muy caliente. Yo le expliqué que desde el principio había hecho todo lo posible para ponerla muy caliente. Me preguntó si buscaba algo serio. Le dije que no y ella no respondió. No parecía aliviada, pero, desde luego, tampoco triste. Me confesó que se había masturbado pensando en mi. Le pregunté cómo y me dijo que en la ducha y también una vez en el baño de la oficina. Le propuse hacerlo en la ducha y aceptó. Hicimos el amor debajo del agua. No fue tan apasionado como la primera vez, pero estuvo francamente bien. De hecho yo volví a operar como un amante bien organizado, así que tuve la serenidad suficiente como para alargar aquello bastante. Blanca se corrió varias veces. En una de ellas la masturbé desde su espalda mientras el agua caliente caía sobre su pecho. Blanca me confesó después que en ese momento estuvo a punto de desmayarse. Le pregunté si le había gustado más que la primera vez y me dijo que había sido distinto. Luego hablamos de trabajo. Comimos algo y la acompañé a su casa. Nos despedimos con un beso rápido en la boca.

Blanca se ha ido hoy. Desde ese día en mi casa nos acostamos sólo una vez más. Hace dos días en el trabajo discutimos sobre cierto asunto. Tengo que reconocer que perdí un poco los papeles. Supongo que Blanca me gustaba un poco y estaba un poco cabreado porque se iba a ir de la oficina. En la discusión puede que fuese un poco capullo. No demasiado, pero un poco sí. Los dos días siguientes Blanca y yo nos hemos hablado poco. Hoy, cuando se fue, ha sido un poco fría. Pensé en enviarle un mensaje de disculpas, pero no lo hice. Luego recibí un mensaje suyo, que era un poco de disculpa, pero no demasiado. Le respondí y creo que ella interpretó mal mi mensaje, o puede que yo no lo escribiese bien, o puede que en el fondo estuviese un poco más cabreado de lo que pensaba. Hemos acabado discutiendo. La cosa se ha puesto bastante fea. Me he portado como un capullo de verdad, tengo que reconocerlo. El resto del día lo he pasado enfurruñado. Un compañero se ha dado cuenta y me ha preguntado, a mala ostia, si echaba de menos a alguien. He pensado en cruzarle la cara de una ostia, pero luego me lo he pensado mejor y me he limitado a decirle que no. Él me ha dicho que no me tengo que preocupara demasiado. Yo le he dicho que no me estaba preocupando en absoluto. Él ha añadido que, de todas formas, ya la vería por aquí. Yo he hecho como que no tenía ni puta idea de lo que hablaba. Él me ha informado que Blanca es la hija del jefazo, del gran hombre, de aquel que siente por mi, igual que yo siento por él, un cierto renco sordo. Esto del jefe el compañero me lo ha dicho como si yo ya tuviese que saberlo. Al parecer era una cosa bastante conocida en la oficina. No un secreto nacional ni nada por el estilo. Yo no tenía ni puta idea. ¿Por qué el último en enterarse de estas cosas siempre es el que se quiere follar a la hija del jefe?

Así que, así está la cosa. Como decía al principio, de las buenas ideas a veces puede salir mucha mierda y no deja de ser curioso porque, si uno analiza las circunstancias, resulta que la idea que ha tenido algún tipo de hacer que chicas jóvenes hagan prácticas en empresas es una idea muy buena. La idea de mi empresa de traer regularmente a esas chicas a practicar, es una idea buenísima. Mi idea de follarme a tantas chicas de prácticas como me sea posible, es una idea cojonuda. Y, sin embargo, cosas que pasan, de tres ideas tan buenas a veces puede salir una mierda bastante gorda en la que yo, ahora mismo, estoy metido hasta el cuello.