Blanca

Blanca es una chica buena que llegó virgen al matrimonio.

BLANCA

Blanca aún tenía puesto el vestido de novia cuando vio al hombre alto y sintió un escozor, una picazón, un ramalazo de placer. El tipo era alto, de aspecto distinguido, con un bronceado que daba la impresión de que vivía en un yate; sus ropas caras, su reloj de oro y sus modales parecían indicar que era el hombre más rico de la fiesta, nada menos que el dueño de la empresa donde Felipe era jefe de personal.

–El señor Thompson, mi esposa Blanca –los presentó Felipe.

–Encantado –dijo Thompson, a Blanca le sorprendió el perfecto español de un tipo que parecía vikingo–. Es Ud. muy bella, señora.

–El placer es todo mío –sonrió Blanca.

La excitación aumentó por la forma en que la miraba Thompson, ya habían bailado varias canciones y sentía deseos de probar algo de ese macho sajón. "¿Será inglés, americano, australiano?" pensaba la linda blanca mientras su calzoncito blanco destilaba un pequeño chorrito de placer, se mojaba.

–Felipe no te merece –le dijo de pronto Thompson en medio de una pieza lenta–. Un culito como el tuyo debería romperlo yo y no un pobre diablo como tu marido.

–¡Cómo se atreve! –respondió Blanca indignada, pero no pudo continuar porque el gringo la interrumpió:

–No te hagas la inocente, putita. ¿Crees que no me doy cuenta que te mueres por ser mía? Si no habría tanta gente ya me la estarías mamando puerquita, ja, ja, ja.

–¡Imbécil! –dijo Blanca y se apartó lo mas calmadamente que podía.

Era verdad, lo deseaba, pero su comportamiento de animal hizo que se enfadara con él, ¿qué se había creído ese idiota? Insultarla en su boda nada menos. Felipe se iba a enterar. Era una chica decente que llegaba virgen al matrimonio, con su primer novio nada menos, ¿decirle puta a ella? Gringo idiota.

Se acercaba la hora de partir al hotel para su noche de bodas con su querido Felipe. Aún espiaba al australiano a pesar de lo mal que se había portado con ella, es que una no es de hierro y ese hijo de puta estaba como quiere. Lo veía hablando de algo con Felipe, casi medía el doble que él, Felipe escuchaba y asentía y la miraba de reojo preocupado.

Otra vez la sensación, el sólo tener cerca al rubio extranjero, aunque era un patán, la ponía a mil por hora, más ahora que sabía que la deseaba también.

–Querida, quiero decirte algo –dijo Felipe, algo nervioso y pálido–. Sé que no te

va a gustar lo que te diré pero es por nuestro propio bienestar, mi asenso depende... bueno, no podré ir contigo al hotel esta noche, el Sr. Thompson me ha encargado un trabajo urgente en la oficina, estoy muy apenado mi amor pero seré bien recompensado, y mañana reiniciaremos nuestra luna de miel ¿de acuerdo?.

Blanca sintió un estremecimiento, una sospecha pasó por su mente al ver la cara seria y fúnebre de Thompson que al lado de Felipe le pidió disculpas por estropearle la noche de bodas: "Es que Felipe, su esposo, es el único que puede hacer el trabajo que le pido para mañana temprano, señora".

–Debes estar bromeando Felipe, nos acabamos de casar –dijo Blanca, molesta, empezaba a enfadarse.

–Entiende cariño, es un asenso, una oportunidad única y sólo será trabajo de una noche, además el amable señor Thompson nos hará el favor de llevarte al hotel, así gano tiempo y termino antes...

"¿Cómo puede ser tan estúpido?", pensó Blanca, "¿No ve cómo me mira? ¿Confía tanto en mí, en Thompson? ¿Se hace el cojudo porque sabe que no puede hacer nada contra el millonario hijo de puta ese?"

–¿Nos vamos señora? –dijo Thompson, y entregándole una tarjeta a Felipe–: Este es el número de mi celular, llame cuando tenga dudas, Felipe.

–Adiós mi amor y créeme que lo siento, pero tenemos que pensar en el futuro –dijo Felipe, y se despidió con un casto beso de mejilla.

Cuando llegaron al hotel, Blanca se sorprendió por el buen comportamiento de Thompson, la llevo hasta la puerta de su habitación, le deseó buenas noches, se disculpó una vez más y se dispuso a partir. A punto estaba de cerrar la puerta cuando Thompson se volvió hacia ella y le dijo:

–¿Te asustaste, eh puerca? Pues no me voy, vas a tener una noche de bodas con este tu humilde servidor –y riendo la tomo con facilidad del talle pues Banca era pequeña y la llevo a la cama, ahora Blanca estaba aliviada, no, Thompson no se iba a ir, no era un caballero que sólo la acompaño a su hotel, era un hombre enorme y poderoso que controlaba a Felipe y que ahora la iba a tomar por todos los lados posibles.

Al caer a la cama, Blanca reía.

Esa noche fueron muchas las cosas nuevas para Blanca, su primera mamada por ejemplo, con mucha dificultad ya que Thompson la tenia enorme. Mientras intentaba tragársela toda, sonó el celular de Thompson, era Felipe.

–Ja, ja, ja ¡Qué momento eliges para llamar Felipe! Me la esta mamando una puta que conocí en tu boda, ¿Tu esposa? La dejé en el hotel, está molesta contigo, ¡deberías hacer algo para reconciliarte, hombre! ¡Llámala por teléfono siquiera!

Blanca dejó de chupar para protestar por haber sido llamada puta, pero no pudo por que Thompson la calló atragantándola con su verga enorme.

Blanca no le permitió a Thompson desvirgarla, no podía hacerle eso a Felipe, a cambio Thompson la convenció de entregarle el culo, de lo cual Blanca se arrepintió pronto.

–¡OH, Dios mío! –dijo Blanca con un gruñido mientras mordía la almohada y aguantaba ese enorme miembro en su virginal culo–. ¡Duele!

Thompson la tomó por la cintura (estaban en la del perrito) y empujó a buen ritmo mientras Blanca gruñía y lanzaba maldiciones.

Sonó el teléfono (esta vez el del hotel). Blanca, entendiendo la perversidad de Thompson, cogió el fono y contestó, no es fácil hablar con una verga en el culo.

–Sí mi amor, estoy bien pero arghhh... pero... auuuu ¡estoy molesta contigo!

–¿Te sientes mal? –dijo Felipe al otro lado– . Parece que lloras.

–¡Y te parece poco! Pasar sola en tu noche de bodas...¡Imbécil! –gritó histérica, aprovechando para desahogar el dolor anal que la invadía.

–Perdón amor, pero entiendo el error que cometí, por eso estoy camino al hotel, te llamo del auto... no debí dejarte sola... ya estoy llegando.

–¡Vuelve inmediatamente a trabajar! –dijo Blanca entre gruñidos de dolor– Ya estropeaste nuestra noche de bodas, ahora no estropees la mía . Ven mañana a las 11

y veré si te perdono.

A las 11 en punto del día siguiente Blanca perdonó a Felipe.

FIN