Black Blood (1: Hijo de la Noche)

La primera parte de la historia de la guerra entre los vampiros y sus cazadores, los Hunters V. El destino de un joven humano llamado Albert y su alrededor.

BLACK BLOOD I

¨ Hijo de la noche ¨

La noche era oscura y nublada, como si estuviera apunto de llover. Las calles vacías aparentaban como si todos hubiesen extintos bajo la luz de la luna. Pero por otra parte, el inmenso ruido musical de las zonas nocturnas era todo lo que perturbaba el aire tranquilo de la noche. Particularmente, el lugar bailable llamado ¨D.K¨ ubicada en el callejón de la esquina de Street Thirteen, era el típico lugar donde uno podía hallar bebidas, drogas y sexos ligeros. Como todo un fin de semana, el local estaba repleto de gentes disfrutándose de su manera; bailándose, tocándose y emborrachándose hasta que no se puedan más.

  • Me gusta este lugar, tiene una buena onda, verdad? – dijo un muchacho a su pareja que estaba parado a su lado. – Me gustaría venir a menudo... – y agarró la lata de cerveza. Después de tomar un trago, continuó: - Pena que la zona le pertenezca a Zin Zillger.

  • Es mejor que no tomes tanto, Albert... O sino my lord se enfadará conmigo – dijo el tipo con una mirada indiferente.

  • No te preocupes... Bill – y se rió con malicia. – Sabes cuál es tu problema?... Es que tomas todas las cosas muy en serio, y eso te deja insoportable. Incluso más que Black... Algunas veces me das asco!. Eres todo un aguafiestas – y se alejó de la banca para mezclarse con las gentes en la pista del baile.

El sujeto no molestó de protestar, ni mucho menos discutir con el muchacho. Mas bien se puso en alerta al ver a Albert rodeado de gentes. Estaba atento en cada movimiento suyo, como si de él dependiera de su vida.

Albert era un adolescente que no aparentaba de tener más de 16, no tan bajo ni alto, con un cuerpo delgado para su edad. Tenía cabello corto, bien negro y unos ojos penetrantes de color castaño oscuro. Su piel era blanca como si nunca hubiese tomado el sol. En su rostro expresaba una inocencia que uno difícilmente podría relegarlo. Y aquella sonrisa no disimulada, era todo para ser el centro de atención.

Albert seguía bailando, dejándose llevar por la intensa música. De vez en cuando miraba a Bill que estaba a unos metros mirándolo indiferentemente, parado como un apartapájaro sin vida. Bill era de esos tipos que dejan a las chicas sin palabras, pues con su fisonomía perfecta y un buen cuerpo, a la vez esa mirada fría pero profunda, dejaba todas fundidas. Viendo a él negando la invitación de una mujer rubia, Albert no dejó de sonreír. Era la vigésima segunda cita que negaba esta noche. Todo esto le causaba gracia. Incluso tenía ganas de hacerle una broma como para enfadarlo un poco más de lo que ya estaba. Se acercó a un tipo que estaba en el umbral de la puerta de baño de los hombres. Por su apariencia, sabía que el tipo distribuía SK3 (un tipo de estimulante) puesto que lo había notado desde que entraron al local.

  • Que tal, amigo? – dijo Albert como si se tratara de un conocido.

  • Y tú, pendejo... Qué quieres? – dijo el sujeto como si no le agradara el muchacho.

Albert sabía como manejar una situación como esa. Quitó en su bolsillo un billete de 100 dólares americanos y la colocó su mano.

-¿Suficiente? – y parpadeó una cuantas veces dándole el señal.

El tipo se sonrió como si entendiera el recado del joven. Le había ofrecido más que el triple del precio normal. Entre un movimiento ligero, el tipo quitó algo entre su manga y lo pasó minuciosamente. Pero antes que Albert agarrara la bolsita con las pastillas, Bill intervino ágilmente agorándole el muñeco del tipo y la torció al instante.

El tipo aulló de dolor, pero como la música era tan intensa, nadie escuchó el gemido.

  • Aléjate de él – dijo Bill y lo soltó.

El tipo se retiró como un perro vencido.

Por otra parte, Albert no dejó de carcajearse. Sabía que había logrado su objetivo.

  • Ya dejas de hacer tonterías. Nada de drogas, o sino no te voy a traerte de nuevo – dijo Bill con una voz profunda, pero no ofensiva.

El joven meneó su cabeza con su sonrisa de siempre.

Al sentir algo, Bill volteó su mirada hacia la puerta principal.

  • Ya vamos nos... – dijo Bill sujetando la mano de Albert

  • Pero hace poco que llegamos!...

  • Ya están llegando – gruñó como si hubiese olido un mal olor.

  • Pero...

Bill lo arrastró a fuerza hacia la salida de emergencia. Cuando estaban a punto de salir, un ruido violento se oyó desde la puerta principal. Un grupo de personas vestidos de trajes negros había forzado la entrada. Todo el mundo dejó de bailar con las caras sobrecogidas como si hubiese abatido el rayo en sus cabezas.

  • Es una fiesta privada o se puede entrar? – dijo uno de los hombres de traje negro.

  • HUNTERS V.!!!! - gritaron toda la multitud a una voz.

Todo empezaron a saltar hacia los intrusos mostrándole sus colmillos.

  • Sepárense – dijo el capitán Schawn.

Los hombres de trajes de negros empezaron a atacar con sus paradójicas armas a las bestias. Era una lucha sangrienta.

Albert quedó impactado por el acontecimiento que presenciaba sus ojos. Ya sabía de los vampiros, de la presencia de los Hunter V. y de sus luchas, pero nunca había presenciado uno de verdad. Ante tanta violencia, Albert tuvo que cerrar sus ojos. Su rostro estaba muy pálido como si estuviera apunto de vomitar.

  • Albert, vamos nos – era Bill sujetándole su hombro para que no pierda el equilibrio.

Empezaron a subir a toda velocidad por la escalera de emergencia llegándose a la terraza.

  • Me siento mal... – dijo Albert cayéndose de rodilla. – Tengo miedo...

Bill se acercó y secando la lágrima del muchacho, dijo:

  • No tengas miedo. Nadie hará daño, ni mucho menos los Hunters V.

  • Pero...

  • No te preocupes, yo estoy contigo – y tocando el mechón. – Pero antes, debemos resolver una pequeña problema – y ayudó a que se pusiera en pie – Ya viene...

En el otro extremo del edificio, apareció un Hunter V. que venía acercándose apuntando su arma de fuego hacia los dos.

  • Pensaron que van a escapar – dijo el hombre con una voz lleno de confianza.

  • Un novato... – dijo Bill cubriendo a Albert con su cuerpo.

  • Novato?... Dijiste un novato?... Qué crees... – dijo el hombre burlándose.

  • Si fuese un experto, no te atrevías a enfrentarme, ni mucho menos sólo – dijo Bill dándole pasos cortos hacia el frente. – Acaso no te haz dado cuenta que no soy un simple vampiro?.

  • Puede ser, pero yo también no soy un simple cazador de vampiro. Soy William, el Hunter V. del nivel A – dijo William de una forma muy pedante de si mismo.

  • A... que interesante – dijo el hombre vampiro quien empezó a brillar. Era como si una fuerza de energía de cubriera todo su cuerpo.

Y de la nada, con un brillo intenso en la palma de su mano, apareció una espada larga que brillaba con la misma intensidad que Bill.

  • Ya terminemos. Tengo que llevar al muchacho con su dueño – y empezó a correr hacia Williams a una velocidad extraordinario quien apenas se dio cuenta que el vampiro ya estaba en su nariz. Reaccionó disparándole unas cuantas veces pero Bill lo esquivó fácilmente utilizando su espada.

Fue cuestión de segundo que William saliera lastimado su brazo izquierdo. La herida no era profunda pero tampoco no era tan superficial.

  • Quien eres? – preguntó William aun con la cara sorprendida.

Hubo un silencio por parte de Bill como si estuviera analizando la situación. Seguía viéndolo con esa mirada indiferente.

  • Me llamo Bill... – por fin respondió.

  • Ya veo. Eres el brazo derecho del Black... Uno de los cuatro caballeros de la noche.

Bill asintió con su cabeza acercándose un poco al malherido.

  • Que pena que no eres Black...

  • Por qué decís eso?...

  • Porque seré un héroe si te lo matara – y antes que termine, lo atacó con una bola de fuego que lanzó desde su mano derecho.

Inadvertido de la situación, Bill recibió el impacto casi sin chance de defenderse. El fuego arrasó casi todo el cuerpo.

  • No eres el único que puede usar la MAGIA SORA – dijo William apuntándole el arma hacia el cuerpo quemado.

Sabía que los vampiros no se morían por el fuego. Hoy en día ya no utilizaba los métodos tradicionales como el agua bendecida, la cruz, el ajo etc.... para matar a los vampiros. Para eliminarlo, debía clavarle una bala hecha de metal llamado HAETEM que actúa como virus una vez introducido en el cuerpo de la bestia provocando una muerte casi instantánea.

  • Que pena que no eras Black – repitió William.

  • NO!... Por favor, no lo mates – dijo Albert corriéndose hacia ellos.

Asustado, William dejó a apuntar el arma de fuego.

Albert cubrió el cuerpo quemado de Bill que estaba recuperándose rápidamente su forma.

  • Si no te alejas, te voy a matar – gritó William apuntando de nuevo el arma.

Él sabía que Albert no era un vampiro. El latido de su corazón decía que era un ser humano y podía oírlo perfectamente. Era el sentido agudo de los Hunters V. para diferenciar a los humanos de los que no lo son.

  • Quítate de frente o disparo a los dos – gritó.

  • No...

William estaba muy confuso. Nunca había visto que un ser humano defendiera a su peor enemigo, un vampiro... Y esa mirada del muchacho... tan sincera a la vez tan segura de su acto. Serán que son amantes?... pensó William con una cara aturdida.

Mientras pasaba en dudas, otra ataque de sorpresa lo dejó de nuevo malherido pero esta vez de grandes profundidades. Había sido que Bill lo atacó con su magia también quien había recuperado todo su fisonomía.

  • Diablos... – gritó William cayéndose en el piso.

  • Los Hunters no tienen la capacidad de recuperarse tan pronto como los vampiros. Que pena, no lo crees así – dijo Bill estirándose sus músculos recién formados.

  • Ya vamos nos – dijo Albert sujetándole su brazo para que no se dirigiera hacia el cazador.

Bill puso una cara atontada, pero pronto entendió la intención del muchacho.

  • Bueno, vamos nos... – y agarró al muchacho entre sus brazos y desapareció.

  • Maldito!... – gritó William de la rabia. Tenía la oportunidad de eliminar a uno de los cuatro caballeros de la noche, pero lo había desperdiciado por culpa de un muchacho.

Antes de perder su conciencia, vio que sus colegas se acercaban junto a él.

  • My lord, pido su perdón – dijo Bill arrodillado como si fuera todo un falible.

En frente del él, estaba un hombre sentado en un cómodo sillón ubicado cerca de la ventanilla. Desde donde se encontraba Bill, sólo alcanzaba ver su sombra donde brillaba aquellos impávidos ojos claros.

  • Si merezco un castigo bajo su opinión, lo recibiré con gusto – continuó Bill sin levantar su mirada.

  • Mi querido Bill, no te autocastigues tanto – dijo el hombre indicándole con su mano que se pusiera en pie. – Albert está bien, sólo que eligió un mal lugar para pasar la noche. Encima si fuera tú, hubiera sido peor la situación.

  • Gracias por su consideración, my lord – dijo Bill agachándose su cabeza.

  • Veo que los Hunters V. ha invadido la zona de Zin Zillger. – y dio un largo suspiro. – Ahora la situación será más escandalosa, no crees así, mi querido Bill?

Bill asintió con su cabeza.

  • Ese tal Hunter llamado William, veo que es descendiente de Le Fanu. Sólo los descendiente de esa familia puede usar MAGIA SORA. Son pocos que pueden hacerlo – dijo Black tocando un par de veces su mentón.

A igual que los vampiros, los de Hunters V. también no son seres humanos. Son descendientes de las familias de vampiro que se rebelaron de su raza para estarse en el lado de la humanidad. Durante generaciones mezclaron su sangre con los humanos convirtiéndose en mitad humano y mitad vampiro. Todo esto los llevó a tener ciertas prioridades a los que los vampiros no puede gozar, como salirse en plena luz del día, no depender de la sangre para alimentarse y sobre todo, aun mantener esos poderes y fuerza sobrenaturales, pero a su vez perdieron el poder de controlar los mentes de los otros y de transformarse en otras figuras. La guerra de estas dos razas ha persistido durante más de 300 años y aun seguía.

  • Sabías que la familia Le Fanu es una familia cercana de la mía – dijo Black levantándose.

  • No, my lord... No lo sabía – dijo Bill.

  • Y Albert, dónde está?.

  • Está tomando un baño.

Albert miraba su imagen desde el espejo del tocador. Ya había terminado de bañarse. Al ver su reflejo donde brillaba aquellos ojos perturbados, Albert recordó lo que había pasado en la discoteca.

  • Sangre... – murmuró con su labio que temblaba.

Por más que intentaba, no podía borrar aquellas escenas tan sangrientas con lleno de violencia y odio.

  • Sangre... – repitió casi sin aliento.

De repente sintió que alguien le tocaba la cintura. Asustado, Albert se volteó su mirada, pues por el espejo no estaba nadie de cerca. Era Black mirándole con esos ojos preocupados.

  • Qué te pasa...? Te sentís mal? – preguntó tocándole suavemente su rostro.

Albert meneó la cabeza indicándole que no le pasaba nada.

Black era un tipo mucho más alto que Bill, tenía un cabello liso negro que llegaba casi hasta la cintura y ojos de color gris plateado. Su piel es tan pálida y transparente como la de un rosa blanca. Era el hombre más hermoso que uno podía imaginarse.

  • Veo que te asustaste un poco esta noche – dijo Black acercando su frío labio hacia el cuello de Albert quien tembló, tanto por el placer y por el miedo.

Los besos se continuaron por la espalda bajándole una parte de la bata de baño que tenía puesto el muchacho. Luego besó su hombro con mucha suavidad.

  • Hueles tan bien... – dijo Black esta vez acercando su nariz por el cuello cabelludo. – No tengas miedo... Sabes que yo te amo, y nunca te voy a lastimar – y lo abrazó.

Albert le respondió con su mirada con lleno de ternura, algo que lo dejaba muy excitado. Lo volteó rápidamente y buscó su labio. Fue un beso largo...

  • Yo te amo – dijo Black dando un beso corto en su oído quien gimió de placer.

Albert lo abrazó dejando que su rostro descansara en el pectoral de su amante. Por más que esforzaba, no podía oír el latido de su corazón, algo que lo dejaba siempre angustiado.

  • Nunca va a latir – dijo Black como si hubiese leído el mente de Albert.

  • Me prometiste que no vas a leer mis pensamientos – dijo Albert alejándose un poco, sintiéndose algo ofendido.

Black sonrió por su conducta caprichosa. Sujetó su mentón y volvió a besarlo. Y después lo agarró entre sus brazos y lo llevó hacia la cama echándola con mucha prudencia como si se tratara de un cristal.

  • Yo no leí tus pensamientos, sólo la adivina esta vez – dijo mirándole a los ojos.

Albert sonrió como si no le creyera, pero a final no le importaba tanto.

Black desligó el nudo de la bata dejándole al aire el cuerpo de Albert lo cual llenó de besos en todas partes. Albert gemía de placer cada vez que el labio frío de Black tocaba su piel.

  • Te amo... – decía Black en cada besos.

Pronto en los ojos de Albert corrió lágrimas. Estaba muy feliz de ser amado por alguien pero por otro lado, temía que ese amor fuera un veneno para él. Aun dudaba que si fuera capaz de admititr todo por la relacion que tenía con este ser. Era un vampiro, era el príncipe de los muertos, el Hijo de la noche... Desde que tenía conciencia por las cosas, ya había estado con Black viviendo en su mansión rodeado de los vampiros. Al principio pensaba que él también era uno de ellos hasta que un incidente cambió su vida...

Una cosa hizo que Albert volviera a la realidad. Black acariciaba la entrepierna llegándose en el de su abertura. Gimió aun más fuerte cuando sintió algunos dedos fríos en su ano.

  • Esta vez, serás mío para siempre – dijo Black mordisqueando el lóbulo de oído de Albert.

Albert agarró la sabana con puño. Sabía que dentro de poco, el pene de Black rompería su ano. Y lo hizo, empujó con violencia al principio dejando que él gritara de dolor, y después con suavidad medió lo que faltaba. Albert agarró el dorso de su amante intentando tolerar el sufrimiento que estaba ahorcando, respirando bruscamente.

  • Ya te pasará... – decía Black tocándole las zonas erógenas.

  • Me duele... – dijo Albert entre gemidos.

  • Tranquilo...

No era la primera vez que hacía el amor, pero cada vez que lo que hacían, Albert sufría mucho. Bajo ninguna circunstancia, Black lo obligaba a tener relaciones. Albert lo hacía porque lo amaba, pero hacer amor con un ser no viviente, no era una experiencia tan viable como las otras.

Cuando Black pensó que el ano de Albert estaba ya disponible, hizo el movimiento de vaivén. Albert sentía escalofrió cómo el pene enorme y tan fría invadía y salía todo su cuerpo.

  • Más despacio... – dijo Albert entre sus gemidos.

Pero Black seguía con su ritmo.

En la oscuridad de la pieza, sólo escuchaba el gemido de Albert, de dolor y quizá de placer...