Bite me IX

Que sucede en la casa? Tessa le dice que se vaya a Calry?

Día 47, 08:15 h

No he dormido en toda la noche. Nunca olvidaré los ojos color fuego de San, en los que se mezclaba la decepción, el asco, la rabia y la tristeza. No me atrevo a salir de mi habitación, cada portazo me sobresalta. Tengo muchísimo miedo: miedo de la reacción de Rebecca cuando se entere y miedo de tener que irme. ¿Qué me queda entre los humanos? Solo recuerdos que, al cabo de unos años, estaré convencida de que han sido fruto de mi imaginación.

Frente al espejo, descubro mis ojos hinchados por las lágrimas. Tengo los párpados enrojecidos y profundas ojeras. Este es el resultado del amor, el resultado del placer cuando una se encapricha y pierde la cabeza por una mujer... He mojado dos discos de algodón en un vaso de agua para colocármelos sobre los ojos. Necesito descansar, pero es como si me corriera petróleo por las venas: me siento pesada, aturdida, en estado de shock. Voy a tumbarme en la cama y dejar que los algodones alivien mis ojos. Dormir, necesito dormir.


—¡Marmota, pequeña marmota! Quince horas durmiendo, ¿le parece razonable?

La voz de Sammy me llegó distante y no supe discernir si aún estaba soñando.

—¡Vamos, apúrese! Pensé que estaba a punto de terminar su trabajo. ¡Un poco de energía, cielo, energía!

Me quité los algodones, ya secos, y abrí los ojos a duras penas. Sammy me miró con preocupación y se sentó en la cama. Me tocó la frente con su mano gélida.

—No tiene fiebre, pero permítame que se lo diga: ¡Menuda carita lleva! ¿Qué está pasando, Clary?

No pude resistir la voz tan maternal de la tierna Sammy. Me abracé a su cuello, que olía a rosas.

—San nos sorprendió, a Tessa y a mí, en el jardín.

—Oh...

—Me muero de vergüenza y de miedo. De verdad que no soy una mala mujer y me prometí no intentar nada con Tessa tras el regreso de Rebecca, pero es algo más fuerte que yo, no soy capaz de controlarme.

—¡Usted no tiene la culpa de nada! Es Tessa quien tiene que tomar las decisiones y, a poder ser, las correctas. Yo la adoro, es como una hija para mí, pero jamás ha sido demasiado fuerte para hacer frente a las situaciones románticas. En el trabajo es una tigresa, nunca pasa una y su autoridad natural le ha convertido en la mujer más respetada de la ciudad. Pero su talón de Aquiles es, y siempre ha sido, el sexo femenino. La primera gran historia de amor de Tessa acabó en un completo fracaso, no fue capaz de sentar la cabeza con Sophie, su compañera, y aunque estaban locamente enamorados, ella la dejó para casarse con otra.

—¡Qué triste! Ha estado con muchas mujeres, entonces...

—No se lo tome a mal, Clary, pero Tessa tiene unos cuantos años de vida a sus espaldas. Ha conocido a mujeres, sí, pero... a ninguna humana.

—Ah. Ya veo.

—Sophie es viuda actualmente y tan codiciada como siempre. Pensé que la desaparición de Rebecca volvería a unirles, pero entonces llegó usted, para mi gran alegría.

—Y Rebecca, para mi gran pena.

—Puedo asegurarle que Rebecca no sabe nada. Me la crucé esta mañana, iba con San y se reían como adolescentes, nada parecía perturbar el corazón de ninguna de las dos. Luego llegó Tessa, besó a Rebecca y no pasó nada extraño.

Besó a Rebecca . Aunque era su esposa, no podía evitar creerme con derechos sobre ella y la idea de que se dedicaran gestos tiernos me resultaba insoportable.

—Me siento aliviada.

¿Lo estaba, realmente? ¿Acaso no había en mí un mínimo deseo de que la verdad saliera a la luz? ¿Una esperanza de que, después de las discusiones y los momentos complicados, una vida en pareja con Tessa fuera posible? Esas ideas me atravesaban el corazón como un cuchillo. No obstante, y aunque era una chica valiente, respiré más tranquila cuando supe que ella no sabía nada.

Después, una ducha, un café y abrí mi nuevo ordenador. Era la primera vez que compraba un aparato tan sofisticado y me impresionó la rapidez y simplicidad del sistema. Me puse manos a la obra con mis notas. Trabajaba en la biblioteca, con el ordenador y también con textos manuscritos. Si quería que mi libro no fuera un fracaso, tenía que seleccionar y recopilar una montaña de palabras. Me olvidé de los problemas de mi vida para observar a mi alrededor: repasé las complicadas etapas de la guerra de la sangre y traté de dar coherencia a mi relato, una cronología. ¿Quiénes eran los humanos y quiénes eran los vampiros, antes y después de la guerra de la sangre? Además, empezaba a tener mis propias opiniones al respecto, por ejemplo, me parecía inútil la separación de clanes, que marcaba nuestras diferencias, y creía que, mientras hubiera una frontera, no nos llegaríamos a conocer los unos a los otros.

La tarde pasó así volando, dejando lugar a una sombra misteriosa: la cena.

Entré en el comedor a las ocho, donde ya estaban San, Sammy y Alice. Además, teníamos una invitada, Elle, el compañero de Élisa, a la que había conocido la noche de la inauguración del salón rojo. Saludé a todo el mundo. Sandy farfulló un frío buenas noches por mera educación. Alice le dedicó una mirada inquisidora y Sammy, consciente de la situación, se lanzó a entablar la conversación.

—El menú de esta noche será muy sencillo. Me ha parecido entender que Rebecca y Tessa no se unirán a nosotros.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Elle, sorprendida por su ausencia—. Ella había venido a ver a su socia. Sandy sonrió, me miró a los ojos e intervino.

—Les he regalado una noche en el hotel Dynastie, en la suite principal. Tuve que recurrir a todos mis encantos y contactos para conseguirlo. Fue Clary la que me dio la idea, con todos sus maravillosos regalos de ayer. Rebecca estaba rebosante de alegría, nos hemos pasado la tarde buscando un vestido especial, porque “la noche será larga”. Las vi salir y me parecieron tan monas juntas…

—Ah, entonces, ¿todo va mejor? —preguntó Elle, visiblemente contenta con la noticia.

—Hay obstáculos que superar —contestó San—. Pero nada podría hacer tambalear todos los años que les unen. ¿Viste, Sammy, cómo se besaban esta mañana como dos adolescentes?

—Sí, sí, San. Bueno, no es de buena educación cotillear sobre las historias íntimas de la gente. Alice, sirve un poco de vino a Elle y háblanos de tus hallazgos.

La velada prosiguió; el ácido ataque de San me quemaba por dentro, apenas conseguía tragar la comida. Alice, visiblemente molesta por mi mutismo, intentaba charlar conmigo.

—Y bien, señorita, no me has dicho en qué punto estás en tu investigación...

Ruidos de pasos en el pasillo interrumpieron a Alice. Rebecca, más sublime que nunca, hizo su entrada en el salón, un tanto teatral, pero aun así espectacular.

—¡Oh, Elle! Tú aquí, pero ¡qué maravillosa sorpresa!

Llevaba la melena roja recogida en un moño alto y flojo, su abrigo de piel era del mismo color que su cabello. Se había maquillado los ojos en un tono negro azabache, que destacaba aún más su brillo. La envidié de inmediato, a ella y a su carisma, su noble perfume, su ropa impecable.

—Mira, San, he rescatado mi abrigo de zorro —dijo mientras acariciaba su suave pelaje.

—Estás impresionante. Pero... ¿qué estás haciendo aquí?

—Escucha, cariño, tu detalle de la suite fue a-do-ra-ble, pero tengo que trabajar para preparar el baile. Además, Tessa también estaba ocupada, ya nos conoces, siempre tenemos cosas que hacer. Sugirió que volviéramos a casa y a mí me pareció una estupenda idea.

Tessa entró. Llevaba un vestido de color gris oscuro, que ceñía a su cuerpo, una americana color cobre que conjuntaban con sus tacones y una  bufanda de lana del mismo color  cuyo tacto parecía ser muy suave. Estaba espectacular, con las mejillas sonrosadas por el frío. No nos veíamos desde la noche anterior, pero recorrió la mesa con la mirada sin detenerse ni un instante en mí.

—¡Hola a todos! ¿Elle? ¡Pensé que te pasarías mañana!

—¿Y privarme de una cena en compañía de estas bellezas? Perdón, pero tengo que decirlo: Alice y tú no vivís nada mal, compartid un poco...

—¡Hey! Yo no me aprovecho de nada, mi corazón sigue libre.

La respuesta de Alice me sorprendió, pensaba que ella y Sol...

—Hablando de soltería, Elle, ¿usted también está en mi terreno? —exclamó San sonriente y seductora, mostrando su escote en la dirección de Elle.

—Élisa le habría arrancado las manos por menos que eso —se rió Elle, mostrando una foto de su hermosa mujer asiática.

—Ah, no, gracias. No me acerco a las mujeres comprometidas.

Esta vez, fui yo quien fijó la mirada en San. Ella miró hacia otro lado.

Tessa se sentó junto a Rebecca y mis pensamientos se dispararon: ¿Qué hago yo aquí? ¿Voy a castigarme con el espectáculo de presenciar la reconstrucción de la parejita? ¿Soy el tipo de mujer que hace el amor con la mujer mientras la esposa prepara un baile? Yo valgo más que eso.

—Les pido disculpas a todos, no querría parecer en ningún caso maleducada, pero desde que tengo mi ordenador nuevo, solo tengo una obsesión: trabajar. Si no les importa, voy a ausentarme —anuncié para toda la mesa.

—Recuérdame que te instale la intranet de la casa —me dijo Alice.

—¿La qué?

—Tenemos un sistema de mensajería interna para comunicarnos entre nosotros.

—Vale.

Me levanté y Rebecca exclamó:

—Sin duda, tenemos muchos puntos en común, Clary: el trabajo, el trabajo, el trabajo.

No es lo único , pensé.

Más tarde, Alice vino a mi habitación para instalar el servicio de mensajería. Me dio una nota con una dirección de correo: la de Tessa.

—No tengo ganas de enviarle absolutamente nada.

—Ella me pidió al final de la cena que te la diera.

—No la quiero.

—Sí, sí la quieres.

Cogí el pedacito de papel, me lo llevé a la boca, lo mastiqué y me lo tragué.

—Ya está. ¿Contenta?

—¿Qué eres, una niña pequeña? Sí, está claro.

Me pellizcó el brazo, yo le devolví el gesto y ambas nos reímos. Nos quedamos sonriendo la una a la otra y me aventuré a hacerle una pregunta:

—Alice, no entiendo tu relación con San, vosotras...

—¿Eh? No, no, no hay un “nosotras”. Fue solo... sin más, por diversión. Además, ¡San tiene fobia al compromiso!

—¿Por qué?

—Clara, empiezas a conocerme, ¡soy muy discreta! Mi lema es: No abras la boca si no es para besar a las más bellas criaturas. De lo contrario, ¡cállate! Bueno, voy a ir a una fiesta en el barrio rojo. ¿Quieres venir?

—Aún es un poco temprano en mi iniciación para que me vaya de fiesta al barrio rojo. La próxima vez.

—¡Cuento con ello!

Alice se fue de la habitación y yo reanudé el trabajo. Me apetecía un cigarrillo, pero lo había dejado hacía dos años.

Llevaba trabajando unas cuatro horas cuando un icono en mi ordenador empezó a parpadear. Hice clic en él y apareció un mensaje en la pantalla.

De: Tessa

A: Clara

¡No me has escrito!

Me quedé flipando. ¡No me toca a mí dar el siguiente paso! ¿Por quién me toma? Me negué a entrar en su juego y borré el mensaje.

Veinte minutos más tarde, apareció un segundo mensaje.

De: Tessa

A: Clara

Es hora de que hablemos.

De: Clary

A: Tessa

Sí. Creo que sí.

De: Tessa

A: Clara

¿Podemos vernos? ¿Mañana? Rebecca y San saldrán para hacer las pruebas de vestuario, Alice las llevará en coche y es el día de descanso de Sammy. Estaremos solas.

De: Clary

A: Tessa

Me pasaré por tu oficina a las once.

De: Tessa

A: Clara

Hasta mañana.

Ningún mensaje más. Nada de besos , buenas noches … No le hacía falta preocuparse con fórmulas de cortesía, ella sabía que mañana yo estaría allí. Tessa me daba una de cal y otra de arena, podía dominar sus sentimientos y confesármelos, devorarme con la mirada y después actuar como si yo ni tan solo existiera. No me gustaba eso. No, en absoluto.

En el chat, vi la lista de los habitantes de la casa: San y Rebecca estaban en línea (aparecía un icono verde junto a su nombre), a diferencia de Sammy, Tessa, Sophie, Leona, Eleonor, Michel... Pero… ¿quiénes eran esas personas? Sabía que la mansión era enorme y a veces escuchaba ruidos. ¿Quiénes podían ser? Y, sobre todo, ¿por qué no hacía vida con Sammy, Alice y las demás? Los ojos se me nublaban y sentía el peso de la fatiga. Me tumbé vestida sobre la cama y observé la galería de retratos antes de hundirme en un sueño profundo.

No flaquear, no ceder, no flaquear, no ceder. Me había estado repitiendo esas palabras desde que me había levantado y en ese momento acompañaban rítmicamente mis pasos hacia la galería de los espejos. Mis tacones debían sonar muy fuerte, porque antes de llegar a la puerta de la guarida secreta de Tessa, salió y cerró la puerta tras ella. Me detuve e inspiré hondo. Me sentía fuerte mentalmente, después de toda una mañana convenciéndome de que solo íbamos a conversar, pero mi cuerpo era débil ante la belleza de tan fogosa amante. Estaba de espaldas. Observé sus suaves curvas. No se dio la vuelta, sabía que yo estaba ahí.

—Buenos días, Clary.

—Buenos días.

—Caminemos un poco.

Ni un solo gesto de ternura hacía mí. Eso era lo que yo deseaba, pero igualmente fue todo un golpe para mi ego. ¿No tiene ganas de tocarme, ya que estamos solos? , me preguntaba. Empezó a hablar, en un monólogo que no me dejaba ninguna oportunidad de intervenir. Yo estaba ahí para escuchar, para escuchar su voz, con un tono más severo de lo habitual, y para seguirle unos pasos por detrás, mirando su espalda.

—Clary, tienes razón. Esta situación entre nosotros es imposible. No soy una mujer cualquiera, tengo un negocio que atender, tengo responsabilidades, una imagen.

No entendí a qué venía eso. ¿Qué tenía que ver la empresa, su imagen? El fondo de la cuestión era que estaba casada y el regreso de Rebecca. Me hablaba de su trabajo como si ese hubiera sido siempre el problema... Y, aparte, me percaté de que había afirmado que yo tenía “razón” , pero… yo nunca le había dicho eso. Continuó.

—Tienes que entenderlo, mi historia con Rebecca es una historia sólida, destinada a durar. No puedo tirarlo todo por la borda por una historia imposible, basada en gran parte, permíteme que lo diga, en una atracción física.

Sentía el corazón en la boca y cada vez me costaba más contener las palabras.