BioPlasma PN69
En un laboratorio de ingeniería genética, uno de los "resultados" de investigación se abalanza sobre uno de los científicos, intentando penetrarle analmente...
En aquel pequeño laboratorio edificado sobre terrenos linderos al I.N.T.I., al costado de la Av. General Paz, la Comisión Nacional de Genética conjuntamente con la Universidad de Buenos Aires, habían desarrollado un polo de investigación líder en Sudamérica.
Hacía dos años que estaban experimentando con biología molecular y biogenomas, alterando el mapa genético de amebas y células nerviosas. La investigación ultrasecreta era conocida en ese ámbito como proyecto Bioplasma PN69.
Estudiaban el extraordinario comportamiento de este producto de laboratorio que fue desarrollado en una gran incubadora blindada de tercera generación y alimentado con oxígeno, plasma humano, semen, excrementos y desechos animales.
De aspecto gelatinoso sólido, blanco azulino, por momentos crepitaba, fluctuaba y se reproducía, ya que actualmente había logrado ocupar un volumen de más de 2 metros cúbicos.
Dentro del monitoreo de su evolución, se habían detectado rudimentarios movimientos por estímulos nerviosos y hasta un cierto tipo de ondas cerebrales simples.
Esa noche, ya el reloj marcaba las 3 a.m. y el joven Dr. Ariel era el único que se había quedado después de hora. Estaba muy agotado, por momentos se le cerraban los ojos y ya había bostezado más de lo razonable.
Pero como estaba muy adormilado para conducir su automóvil, decidió pasar previamente por el vestuario contiguo, para darse una ducha rápida antes de salir al fresco del exterior.
Apagó todas las luces del laboratorio, salvo la luz testigo y se comenzó a desvestir. Primero el guardapolvo, el conjunto blanco y finalmente cuando se sacó el slip, se quedó pensativo, sobándose los huevos y la pija. Se rascó un poco culo peludito y tomando la toalla se dirigió al sector de duchas arrastrando pesadamente las ojotas.
Antes de abrir siquiera el agua, de repente escuchó desde el laboratorio un estampido con claro ruido a vidrios rotos. Enfiló presuroso hacia donde le pareció que provenía el sonido, totalmente desnudo, solo con la toalla en la mano y perdiendo por el camino las ojotas.
La tenue luz testigo fue suficiente para comprobar que había estallado el vidrio de la incubadora y el bioplasma ya no estaba allí. Se desesperó pero no podía arrimarse mucho por estar descalzo y haber vidrios desperdigados.
Se agacho un poco para apreciar mejor el desastre y sintió de repente que por detrás algo le tocaba los pies. Giró asustado y pudo ver que el bioplasma había formado un cúmulo de un metro de diámetro por dos de altura y estaba avanzando proyectándose hacia él.
Pegó un grito de auxilio, pero nadie lo podía escuchar tras las gruesas paredes aislantes. Sus pies quedaron atrapados, por la densa biomasa que pegajosamente se fue adhiriendo a sus piernas, hasta hacerlo trastabillar y caer de costado lateral. Era una situación de terror.
Ariel seguía gritando pero nada podía detener a la masa, que ya lo había recubierto desde los pies hasta la cintura. Estaba atrapado y más se agitaba, más el bioplasma lo sujetaba, como un grueso guante calcado. El engrosamiento lo estaba momificando paulatinamente. Sintió una fuerte presión a la altura de los huevos y ese sector del material comenzaba a rodear la pija, succionándola como queriendo absorberla pero sin lastimarlo.
Con un movimiento ondulatorio lo estaba literalmente ordeñando y la pija se le puso dura desarrollando por lo menos 20 cm. de joven carne indefensa, más un placer irrefrenable que lo colmó.
También se daba cuenta que la biomasa se había apoderado de su cintura y se hacía más fuerte a la altura del culo, sentía como le hurgaba el ano. Ahí le paso por la mente el asunto que la biomasa había sido creada como ávida consumidora de excrementos humanos, y no se equivocaba, la masa había detectado vestigios de caca en el esfínter anal y la estaba procesando. Luego lentamente le ingresó por el ano para absorber lo que encontraba y se formó una dura protuberancia que se engrosaba segundo a segundo, y que para ingresar al sector intestinal le estaba abriendo más y más el orto.
Más se resistía más el bioplasma le entraba en la cola, se sintió más que violado eso ya era categoría recontracogido. La entrada de biomasa también le estaba masajeando la próstata, que sumado a la succión del pito lo estaba transportando a un tremendo orgasmo involuntario.
El Dr. Ariel se fue abandonando y de repente empezó a eyacular. Toda la biomasa comenzó a estremecerse al nutrirse ávidamente de esa leche y trataba de exprimirlo hasta la última gota con nuevas succiones. Hasta hacerlo eyacular copiosamente por segunda vez.
Asi pasaron las horas entre penetración y ordeñada. El Dr. Ariel estaba totalmente inerte de tanta exigencia, pero la biomasa reclamaba más y más.
A las 7 h a.m. cuando ingresó el personal de mantenimiento, se quedaron absortos de verlo dormitando desnudo sobre el piso, mientras la biomasa también parecía dormitar abrazándolo a su lado.
Desde entonces la relación que se estableció entre el Dr. Ariel y el Bioplasma PN69 se hizo cada vez más estrecha.
Y fueron felices.
Fin
Raúl E. Naidich (Julio 2000)