Biografía sexual (3)

A esa altura de mi vida yo me había ido a vivir sola. Le alquilé un departamento a mi tío, pequeño pero muy acogedor. Hay Fotos

Biografía sexual (Tercera Parte)

Hola amigos y amigas de Todo Relatos ¿Cómo están? Yo aquí, publicando mi tercer relato.

A esa altura de mi vida yo me había ido a vivir sola. Le alquilé un departamento a mi tío, pequeño pero muy acogedor. Estaba muy cómoda allí; por supuesto eso me trajo aparejada otra discusión con mi novio Hernán, ya que él quería que nos fuéramos a vivir juntos, pero no accedí. Es más, ni si quiera le di un juego de llaves de mi nuevo departamento. Claro está que se disgustó mucho: para peor, yo sí tenía un juego de llaves del suyo, lo cual marcaba un doble juego de parte mía.

Este relato contará una experiencia muy excitante ocurrida durante una fiesta del gimnasio, que se organizó en una casaquinta en las afuera de la ciudad de Rosario y fue titulada "La fiesta de los colores": la idea era que cada chica y chico del gimnasio fuera vestido de un solo color. Por el chat, mi amiga Silvia me contó que ella iría de amarillo y que a mí me tocaba el color negro. Me esperaría en su casa a las 10 PM, con las demás chicas, para luego ir a la fiesta todas juntas; de paso me entregaba el regalo adelantado de mi cumple, que sería una semana después.

Esa noche me vestí con un pantalón negro de lycra y un corsé del mismo color. Tacones también negros, no muy altos; había cumplido la premisa, estaba vestida con el color que me habían dicho. Al llegar a su casa, ya estaban todas mis amigas del gimnasio, y en su forma de vestir se notaba que cada una iba más puta que la otra. Silvia, la anfitriona, estaba radiante: vestía una mini y remera color amarillo oro, y las otras chicas en la misma tónica pero con diferentes colores.

Ella me sorprendió diciendo que el color elegido para mí no sería el negro, como había dicho en el chat, sino el blanco, y que el regalo anticipado de mi cumpleaños era precisamente de ese mismo color. Yo no entendía nada hasta que llegó Claudia, la profesora de aerobox, con el regalo. Se trataba de un conjunto compuesto por un pantalón blanco de tela muy fina, camisa blanca, tacones altos también de color blanco (con tiritas) y, para completar el combo, me regalaron un juego de lencería, corpiño blanco y bombacha celeste. A simple vista percibí que la tela de esas prendas era muy transparente. Silvia me dijo que pase a su dormitorio para cambiarme pero me negué, alegando que era una ropa muy atrevida para mí. Todas las chicas insistieron tanto, que finalmente me convencieron y accedí.

Mientras empezaban a destapar algunas cervezas, fui a la pieza de Silvia a cambiarme de ropa. Necesitaba tomar para desinhibirme y así fue. Primero me desnudé por completo, con algo de pudor, ya que Silvia me observaba atentamente. Eso me puso nerviosa, pero continué. Una vez desnuda, me puse la bombacha celeste, de encaje y transparente adelante y tipo hilo dental atrás; esas que cubren la parte de adelante escasamente la vagina con un triangulito, metiéndose un poco por mi labios vaginales y de la cual salen dos tiritas que van a mi cintura. Por la parte de atrás únicamente tiene una tirita vertical que se une con los dos tirantes horizontales que llegan a mi cintura. Era de tela elástica muy suave y apenas cubría lo necesario. Al ponérmela la sentí muy bien como entraba y se adaptaba perfectamente al contorno de mis nalgas. Ahí Silvia me dijo que debería depilarme completamente el pubis, pero yo le contesté que estaba bien así.

Luego, me puse el corpiño. Comprobé que era una talla menos: apenas cubría poco más que mis pezones, con los laterales de las tetas al aire. Le dije a Silvia que me quedaba muy chico, pero ella insistió que me quedab perfecto. Luego, me puse el pantalón blanco de tiro bajo, muy ajustado y transparente a tal punto que mis nalgas se veían perfectamente, se metía entre ellas mostrándolas completamente, casi como si no llevara nada puesto. En el torso me puse la camisa blanca, que mostraba casi todos mis pechos, ya que Silvia me prendió solamente los dos botones del medio, quedando a la vista mi ombligo y el comienzo de mis senos. Finalmente me coloqué los tacones altos blancos con tiritas, que las enredé en mis piernas hasta media rodilla; los tacos eran de unos de 10 centímetros de alto.

Finalmente, me pinté con mucho glamour; al verme por última vez en el espejo comprobé que me veía como una tremenda puta: en la parte delantera de mi pantalón, se veía descaradamente el triangulito de encaje que enmarcaba mi concha, y en la parte trasera sobresalían las dos tiritas que iban a mi cintura; arriba, la camisa dejaba ver el corpiño que me quedaba muy chico, saliendo parte de mis tetas para afuera. Le dije a Silvia que daba muy puta, y ella me contesto que sí, que esta noche todas lo éramos. Me pidió que le muestre cómo se marcaba mi tanga. Me di vuelta, Silvia agarró las tiras de la bombacha y me la subió aun más, sobresaliendo por afuera de pantalón, quedando como una Y mayúscula, y me dijo:

Así Vale, así, estás infernal. Imagínate si te viera Mario (mi amante infiel) así vestida, ¡¡te cogería como nunca!!

¿Vos creés? -le contesté sonriendo

Síii- dijo con una sonrisa.

Mientras, con su mano me tocaba la tela del pantalón, hasta que llegó a mi cola; dijo que ese pantalón me hacía una cola hermosa, grande y parada. Fijé mi vista en el espejo y vi a Silvia mirando fijamente la cola, con deseo. Entonces ella agregó:

Vale, se te marca mucho la tanga de hilo con este pantalón, y adelante ese triangulito que se te ve, estás muy sexy.

Vos dirás muy puta, pero si me ve mi novio, me mata.

La conversación quedó allí. Salí del dormitorio, y al verme las chicas me decían cosas terribles, que estaba de levante, de puta y otras cosas irrepetibles. Yo estaba de todos colores, pero inconcientemente me gustaba que me dijeran esas cosas. Luego, empezamos a sacarnos fotos con la cámara digital de Silvia. Ella me hizo todo tipo de planos: de cuerpo entero, mi cara, mis tetas, mi culo, etc.

Una vez que terminamos las fotos, empezamos a tomar tragos elaborados, para luego seguir con vodka y gancia. Eso provocó que saliéramos muy enfiestadas a buscar un taxi para llegar al lugar de la fiesta. En el trayecto, todos los hombres nos miraban como unas putas y nos decían piropos y guarangadas. Me sentía muy observada, y cada paso que daba, no sé por qué, pero movía aún más mi culo.

Al llegar a la casaquinta, todos y todas me miraban descaradamente. Eso, más el alcohol ingerido, me puso a mil. Mucho más cuando vi a Matías, mi profesor de taebo, de 35 años, alto, con un cuerpo esbelto, aunque algo afeminado (las chicas dicen que es gay, pero yo no lo creo).

La fiesta transcurría con mucha música y alcohol. A las 3 de la mañana estaba bastante ebria, pero seguía bailando con mi profesor, a pesar de que la fiesta era un descontrol, ya que cualquier chico que pasaba se ponía a bailar conmigo, aunque yo lo seguía siempre a Matías.

Me dieron ganas de ir al baño. Cuando estaba por entrar, escuché unos ruidos en una habitación contigua al baño. Abrí la puerta, que ya estaba un poco entreabierta, y encontré a mi amiga Silvia, chupando descaradamente la verga de Rafael, un compañero del gym. Estaba casi arrodillada, con la mini falda levantada, quedando a la vista su pequeña tanga amarilla metida por el culo. Movía bruscamente su cabeza para adelante y para atrás. Paraba un momento, la ensalivaba y seguía chupando como posesionada. Me quedé observando con atención, y no puedo negar que me calenté otro poco. En un momento, ella miró para el costado, me vio y sonrió; yo también me reí y seguí mi camino hasta llegar al baño.

Al entrar, cerré la puerta con llave, me bajé los pantalones y miré el espejo que tenía enfrente. Miré la tanga de hilo dental que llevaba puesta, me quedaba infernal. Me senté en el water y una vez que terminé de orinar, procedí a limpiarme. Cuando pasé el papel higiénico, noté un estremecimiento por todo el cuerpo que me vino desde la punta de los dedos hasta el cerebro, pasando por mis pezones que notaba extrañamente endurecidos. Miré de nuevo al espejo y me observé detenidamente a mí misma, con mi camisa blanca que transparentaba el corpiño, que me hacía dos bochas enormes, dos globos a punto de estallar. Con el pantalón y la tanga bajados hasta los tobillos, me calenté de golpe. Sumado a mi atuendo de puta, me vinieron las imágenes de Matías rozándome, Silvia chupando esa hermosa verga, inclusive las cogidas con Mario y Hernán. Todo eso junto se me vino a la memoria y empecé a recorrer con mis manos mis muslos y luego mis senos; desprendí mi camisa y luego mi corpiño, jamás me había sentido así, era como un rapto, yo no era yo. Agarré mis senos y los llevé hacia arriba, con la punta de mi lengua acariciaba mis pezones. Bajé una mano a mi sexo y empecé a frotarme el clítoris; estaba completamente desconocida, no podía parar. Gemía, "soy una puta, quiero ser una puta, que me cojan por todos lados"

Subí mi tanga y empecé a masturbarme por encima de la tela. Agarré las tiras del costado y empecé a subirlas, metiéndose la parte delantera entre los labios de mi sexo. Estaba recaliente; un estremecimiento conmovió todo mi cuerpo, mis pezones se endurecieron aun más, cosa de no creer. Las puntas salían hacia delante como lanzas, mis músculos se tensaron, tuve que cerrar mis piernas. Estaba a punto del orgasmo, pero me detuve. Me levanté, me saqué el pantalón completamente, dejándome puestos sólo los tacones y la tanga. Agarré la parte de adelante y de atrás y tiré lo más que pude, enterrándomela bien en la concha. Empecé a frotarla entre mis labios vaginales, arriba y abajo, ida y vuelta, mientras me miraba en el espejo la cara de puta que tenía.

Aaaaaahhhh, aaaaaahhhh, soy muy puta, quiero ser puta - me decía en voz baja.

Hasta que sentí que mi mano se llenaba de líquido abundante y viscoso, que increíblemente yo expulsaba sin parar en una catarata que no cesaba. Con la otra mano me tapé la boca para no gritar; sudaba a mares y algunas lágrimas se escapaban de mis ojos. Al fin, había acabado y de qué manera.

Empecé a vestirme, y ahí note que mi tanga estaba completamente empapada por mi orgasmo. Decidí ponerme el pantalón sin bombacha. Era la primera vez que hacía eso. Me puse el corpiño, pero enseguida decidí no llevarlo: me coloqué la camisa sin sostén. Al mirarme al espejo ya no se veían las tiritas de la tanga ni el triángulo delantero: se apreciaba mi hermoso culo libre de bombacha y adelante el pequeño bosque negro. En la parte de arriba de mi cuerpo se percibían claramente mis pezones empitonados, que seguían durísimos. Guardé mi lencería adentro de la cartera, me pinté de nuevo, me mojé el pelo, me peiné para atrás y salí nuevamente al ruedo. A medida que iba caminando, noté en mi cola un sudor frío, sintiendo humedad en mi parte más íntima, ya que mi raya estaba en contacto directo con el pantalón. Sufría constantemente las consecuencias de su frotamiento, eso me ponía a mil. A medida que caminaba, me sentía más puta de lo que salí del baño.

Al cabo de un rato fui a bailar con unas amigas. Empezó a parpadear el juego de luz negra, tipo flash, y se creó un ambiente ideal para divertirse. Me movía frenéticamente, me estaba divirtiendo como nunca. Estaban poniendo una música que me gustaba, y además por las innumerables cervezas con energizante que había ingerido. Estaba muy sacada. Mis tetas se movían al compás de la música, y con esas luces se traslucían mis senos y mi concha por dejado del pantalón. Todos los chicos me miraban fijo, los notaba recalientes y eso me puso a mil. De repente apareció Rafael, el de la bonita pija que chupaba mi amiga Silvia. Me agarró de la mano y me llevó a bailar con él. La música cambió, ahora era más suave y tranquila. Abrazó mi cuerpo tembloroso y yo, inconcientemente, apoyé mi cabeza en su hombro.

Qué linda estás Vale, estás muy sexy vestida así.

¿Te gusta?, este conjunto me lo regaló Silvia por mi cumple.

Me imaginé, Silvia es toda una santa.

Al escuchar esas palabras, empecé a reírme sin parar, hasta que Rafael me dio un beso en la boca. Ahí pude sentir claramente el bulto que le crecía debajo el pantalón, firmemente apoyado en mi entrepierna:

¿Qué hacés, estás loco?, tengo novio, además estuviste con Silvia hace un rato.

Sí, pero ahora ella está con su novio.

Entonces Rafael empezó a acariciar mi espalda y bajó sus manos hasta mi cola. Me apretó cada nalga con fuerza, pegué más mi boca contra la suya, mientras el seguía frotándome alevosamente contra su bulto, aumentando mi excitación. A esa altura me olvidé de todo lo que nos rodeaba. Rafael me fue llevando a otra sala, hasta que me apoyó contra una pared. Frotó con su mano por adelante y por atrás de mi pantalón. Percibió que no traía bombacha y empezó a acariciar, a través del pantalón, mi clítoris y mis labios vaginales, mientras me decía:

Sos una verdadera puta Vale, te sacaste la tanga y el corpiño

Por favor no sigas, no quiero

¿Estás segura? -dijo, mientras seguía frotándome bruscamente la vagina.

No, no estoy segura… ¡Cogeme por favor, no aguanto más!

No podía creer lo que había salido de mi boca. Me agarró de la mano y trató de llevarme a su camioneta, pero afuera llovía a mares, así que nos quedamos bajo un techito afuera de la casa, esperando que pare. Estaba tan caliente que comencé a manar fluidos por la concha; tanto "caldo" solté por mi agujero que traspasó la fina tela del pantalón. Estaba toda mojada, y no de lluvia precisamente. Las personas que salían de la casa no tardaron en percatarse, y escuché murmullos y risas. De pronto vi a Silvia con su novio, y me miró fijamente. Giré mi vista para disimular que no la había visto, le agarré la mano a Rafael y empezamos a correr hasta la camioneta. Seguía lloviendo muy fuerte, pero a pesar de eso corrimos a toda velocidad aproximadamente 50 metros. Por supuesto que nos empapamos ambos.

Ya dentro de la camioneta Rafael me dijo en forma violenta:

Así que te gusta comportarte como una putita

Sí, estoy toda mojada para vos

Empezó a besarme bruscamente y acariciarme los muslos por debajo mi pantalón, diciéndome lo buena que estaba, que me quería coger ahí mismo sobre el asiento. Le saqué la verga del pantalón y empecé a frotársela.

¡Mámamela putita!... -pidió, y yo obedecí sus órdenes.

Me llevé a la boca su órgano venudo, gordísimo, y procedí a chupársela con ahínco, mientras le preguntaba si le gustaba más así que como se la chupaba Silvia. No aguantó más, prácticamente me arrancó los pantalones; en ese momento dejó de importarme mi novio, ni la posibilidad de que nos descubrieran. Él también se bajó los pantalones hasta los tobillos, me pidió que me sentara en su erecta pija y me la clavara yo sola. La coloqué en la puerta de mi húmeda gruta y entró como por un tubo. Empecé a subir y a bajar sobre su pija, mientras gritábamos en forma escandalosa. Él se prendió a mis chichitas y me sacudía a cada embestida; su verga entraba y salía de mi concha; por lo apretados que estábamos la fricción era más intensa. Entre gemidos le pedí que no me echara la leche adentro, pero cuando ya no aguantó más, lo sentí ponerse rígido e intenté levantarme, pero me sujetó tan fuerte que todo su semen se anidó en mi interior, estremeciéndome en un orgasmo fuertísimo. Así nos quedamos, con su pija fláccida adentro, hasta que amainó la lluvia.

Luego Rafael me llevo a mi Dpto., se despidió de mí con un simple beso y se marchó, seguramente a buscar a todos sus amigos para contarle el polvo que acababa de echarme.

Al bajarme de la camioneta tuve que pasar frente al portero de mi edificio, que me miraba muy sorprendido cómo estaba vestida. Eran las 7:30 de la mañana y el sol estaba radiante, ya que era verano. Lo saludé desde lejos y seguí caminando. Cuando entré en el ascensor, vi completamente mi cuerpo en el espejo: recién caí en la cuenta que me veía muy puta. No llevaba puesta la tanga y el corpiño, y por estar toda mojada se traslucía descaradamente mi cuerpo. Giré mi vista y la dirigí a Joaquín (40 años, el portero) que seguía hipnotizado, con la boca abierta. Subí al ascensor y me fui a dormir con mucha culpa, muy mal, producto del alcohol y del comportamiento impropio para una chica de mi clase.

Ahora les contaré otro episodio bastante perverso, con mi novio:

Una tarde de mucho calor, mi madre María fue a mi departamento, a pedirme ropa para la fiesta de egreso de la secundaria de mi hermana Daniela, que se iba a realizar el sábado próximo, al cual obviamente Hernán y yo también estábamos invitados.

Mi mamá tiene 49 años y es una mujer flaca para su edad. Siempre le digo que debe empezar a comer un poco más por la edad que tiene. Su cuerpo es chiquito y bajito, con unos senos pequeños pero tiene una cola redondita, preciosa, del tipo manzanita. Sinceramente no es una mujer demasiado sexy, pero sí bonita de cara, a pesar que nos parecemos bastante poco.

Ese día yo estaba vestida de entrecasa, ya que estaba limpiando el baño. Tenía puesta una remera escotada muy ajustada, sin corpiño, y un short de jeans blanco también muy apretado y sin tanga, que a simple vista me quedaba chico. Apenas abrí la puerta, mi madre me recriminó cómo estaba vestida; le expliqué, pero como ella es muy terca, no entró en razones.

Le empecé a mostrar algunos pantalones de vestir. Mi madre eligió uno celeste y otro de lino color crema: mis dos pantalones preferidos, pero igual accedí a que se los pruebe. A todo esto, mi novio Hernán estaba arreglando mi PC, en la habitación donde está el escritorio. Ella entró a mi habitación para probarse los pantalones, hasta que salió al comedor. Al verla me quedé sorprendida. Se probó primero el pantalón celeste; allí observé, cuando se dio vuelta, que se le transparentaba la bombacha tipo vedetina que lleva puesta. Comprobé con mis propios ojos las bondades de la cola de mi madre. Luego se probó el pantalón de color crema: éste también le transparentaba la bombacha por delante y por atrás; le hacía una cola espectacular. Al girar la vista, pude observar que mi novio Hernán tenía la pija parada y se le notaba claramente en su bermuda. Sólo lo mire, él se dio cuenta y se hizo el disimulado, pero yo sabía que el muy atorrante le estaba viendo descaradamente la cola a mi madre y, para peor, se había excitado.

Luego, ella se descambió y se preparó para marcharse. Me dijo que eran pantalones muy transparentes, pero igualmente le gustaba el modelo, y se los llevó para probárselos con más tiempo en su casa.

La acompañé hasta la puerta del edificio y me despedí de ella. Estaba toda mojada por el tremendo calor que hacía afuera. Al entrar, Hernán se abalanzó sobre mí; me empezó a besar frenéticamente, me metía manos por todos lados, mientras yo trataba de alejarme, pero su calentura era mayor. Me mordía las tetas, me tocaba la cola y la concha, y empecé a mojarme, pero igual traté de apartarme. Sin embargo, él sacó su pija afuera, llevó mi mano hacia su pene y se lo empecé a puntear.

Así Vale, más fuerte, demostrame la puta que sos

Me frené, temiendo que acabara enseguida. Me sacó la remera, dejando mis tetas al aire, me bajó el short de un solo tirón y comprobó que no tenía nada abajo. Eso lo puso a mil y me empezó a chupar con muchas ganas, mientras me decía que era una puta por no usar bombacha. Le contesté que no me la puse porque estaba de entrecasa:

¿Te gusta ser una putita Vale?

No ¿qué decís?? -le contesté, mientras me metía dos dedos por mi concha.

Empecé a gemir como una condenada. Me dio vuelta, quedando contra la pared, se bajó nuevamente y me empezó a chupar la concha, siguiendo con mi culo.

¿Cómo que no? Sos una trola, mirá cómo tenes la concha. De ahora en más te vas a vestir sin bombacha y te la vas ha depilar toda, eh.

Siiiiii bebe, lo que vos digas… -mientras comenzaba a penetrarme por atrás.

¡¡Dame mi vida! ¡Dame con tu verga! ¡Mmmm! ¡Ohhhh…..! -gritaba dándome igual si escuchaban los vecinos.

Hernán me la sacó y se subió a la mesa del comedor, se acostó allí y me pidió que me subiera arriba. Me negué, pero me gritó que suba y yo obedecí. Estuvimos cogiendo brusca y frenéticamente un rato largo, sin parar.

¡Ahhhhh…..asiii! ¡Oh mi amor que rico!´´ -yo me relamía de gusto -¡Ooohhh diossss!¡¡ Argggghhh, me estás matandooo!!

¿Querés que pare, Vale? -preguntó deteniendo su movimiento penetrador.

¡¡¡Noooo, no por favor! No pares, matame con tu pija, siiii… Abrime toda bebe

Estiré unas de mis manos por detrás de mi cuerpo y le empecé acaricias las bolas. Me dijo que nunca me había visto así, tan puta, y me preguntó si me gustaban las pijas:

Siiiii, me encantan las pijas.

Mira si te escuchara tu madre diciendo esas cosas.

Diría que soy una puta.

Que lindo culo tiene tu mamá.

Siiiiiiii, parece que te calentó por la cogida que me estás dando

Me di vuelta y me subí de espalda arriba de él, agarré su pija y me la metí en la concha de un solo golpe. Empecé a moverme como una maestra, hasta yo misma me sorprendí de eso. Hernán me preguntó dónde había aprendido a coger así. Por supuesto que no le dije nada.

Luego me puse a 4 patas, siempre sobre la mesa del comedor. Paré bien mi culo, el se levantó, flexionó sus rodillas y me la metió bruscamente en la concha mojada, muy abierta, con ganas de mucha pija. Ahí empecé a decir groserías:

Ummphh, dios…. Cogeme, Cogeme fuerte!

Aghh, siiii Ale! ¿eso querés que te haga, ¿eh?, pareces una verdadera puta.

Ahhnnnngggg! Siiiii…Oooh mi bebe ¿soy…soy una puta?, pero yo…aaahhh…siiii….yo…quiero ser tu puta…¡uuhhnnggg!

De repente llegué en forma bestial. Me cogió otro poco y me pidió que se la chupe y trague su leche.

No, no lo voy hacer -le decía mientras me ponía de rodillas frente a su pija.

Sí bebe, haceme acabar

Quiero tu leche en mi cara -le contesté agarrando su pija, y sin miramientos, me la metí en la boca. Chupaba con ganas

¡Puta, mirame! -me decía, mientas yo alzaba la vista y él me sonreía.

Subía y bajaba mi cabeza; estuve un rato chupándosela pero él no llegaba, entonces utilicé el método de la morbosidad y le dije:

¿Te gustaría ver a mi mamá con una tanguita mía y el pantalón crema que se probó hoy…?

Siiiiiiii, hmmmmmmmm

De repente, y sin decir nada, me llenó la boca con sus lechazos que parecían no terminar nunca. Saqué la pija y los otros chorros cayeron en mi cara. Después nos fuimos a bañar los dos juntitos. Evidentemente mencionarle a mi madre había hecho mella en Hernán, que se excitó como nunca antes, cogiéndome otra vez debajo de la ducha.

Seguirá.

Valeria