BimboTech: Bajando
Podría pensarse que Jimmy, a punto ya de jubilarse, llevar toda una vida trabajando de ascensorista podría hacerlo sentir un fracasado, pero trabajar para BimboTech tiene sus ventajas.
Es especialmente grato para mí comenzar con la publicación en español de esta serie de relatos dedicados al universo BimboTech, no solo por contar con la autorización de su autor, John Blade (The Sympathetic Devil), sino porque este se ha mostrado entusiasmado con la difusión de su obra en nuestro idioma. La única condición que me ha puesto es que ponga aquí su e-mail por si algun lector quiere ponerse en contacto con él. Su correo es thesympatheticdevil@hotmail.com. Su trabajo original lo podreis encontrar, entre otros, en la web "Erotic Mind Control". Sin más, os dejo con el relato esperando que lo disfruteis.
I.- Bajando
¿A qué piso, Señorita? – preguntó Jimmy aunque la respuesta era obvia. Cualquier mujer vestida de forma tan formal y con cara de enfado y mirada airada sólo podía dirigirse a un único lugar.
Treinta y dos. – respondió lacónicamente la mujer. – BimboTech.
Enseguida, Señorita. – dijo Jimmy apretando el botón de la planta indicada y repasando discretamente con la mirada el aspecto de su pasajera. Un poco delgada para su gusto, con el pelo castaño y corto. Vestía un traje ejecutivo y llevaba un maletín en su mano derecha.
Trabaja usted para ellos, ¿verdad? – preguntó la mujer.
No, Señorita. Trabajo para el propietario del edificio. Todos los negocios entre la planta tercera y el ático están alquilados.
¿Tiene usted idea de lo que hacen exactamente allí arriba?
Bueno, lo único que le puedo decir es que se dedican a algún tipo de cirugía plástica o algo así. No me pagan para hacer preguntas.
¡Humm! – rezongó enfadada la mujer. – Pues yo sí que tengo muchas preguntas. La primera de ellas es ¡¿Quién diablos ha puesto estos jodidos folletos en los tablones de anuncios de mi oficina?!
El folleto que le mostró la mujer ya lo había visto Jimmy en ocasiones anteriores.
“BIMBOTECH” podía leerse en grandes letras de un intenso color rosa sobre la silueta arrodillada de una mujer de enormes senos. Debajo del logo de la empresa, podía leerse, también en llamativas letras, “El lugar de una mujer es estar de rodillas” seguido de la dirección de la empresa, en la planta treinta y dos de este edificio.
Entiendo el porqué puede estar tan enfadada, Señorita. – admitió Jimmy.
¡¿Qué lo entiende?! ¡Dios mío, a cualquiera con dos dedos de frente este papel le resultaría ofensivo! – dijo cabreada. - ¡No tienen ningún derecho a decir semejante cosa! ¡Ningún derecho! ¡No voy a tolerarlo! ¡No me iré de aquí hasta que haya hablado con el presidente de la compañía y le diga todo lo que pienso acerca de su asquerosa campaña publicitaria!
Espero que obtenga usted lo que ha venido a buscar, Señorita. – contestó Jimmy cuando el ascensor se detuvo. – Piso treinta y dos BimboTech Inc.
La mujer asintió con la cabeza y salió del ascensor.
- No se preocupe por la propina. Ya me la dará cuando baje. – gritó Jimmy mientras se cerraban las puertas ocultándole la visión de aquel huesudo trasero.
El ascensorista miró su reloj mientras el ascensor bajaba. Eran las nueve y cuarto de la mañana. Por término medio, el proceso duraba unas tres horas, por lo que le tocaba subir a por la mujer justo en su hora de almorzar. Perfecto.
Jimmy no tenía ni idea de cuantas mujeres descontentas subirían hoy a protestar. El número de ellas que lo hacía no dejaba de crecer a diario y, con sesenta y siete años, era demasiado mayor para hacer frente a todas ellas. Pero una al día no le venía mal y, por lo general, la primera en subir era siempre la primera en bajar. Sí, a las doce y cuarto le venía de perlas.
Tal y como el ascensorista esperaba, a las doce y diecisiete minutos, sonó la campana de aviso. Alguien en el piso treinta y dos estaba listo para bajar. Jimmy sonrió a la mujer que le esperaba cuando las puertas del ascensor se abrieron. Era la mujer que había subido esta mañana, aunque si no fuese por que la esperaba no la hubiese reconocido. Cuando BimboTech se había establecido por primera vez en la planta treinta y dos, Jimmy no había podido encontrar la conexión durante varios días. Le había extrañado que tantas mujeres sexys bajaran del piso treinta y dos cuando parecía que no hubiesen subido antes. Era imposible que él no se hubiese fijado en ellas al subir. ¡Eran el tipo de mujeres en las que no puedes dejar de fijarte! Así que Jimmy empezó a tomar nota mental de ciertos rasgos faciales y pronto estuvo seguro que las serias y airadas mujeres que subían eran las mismas hermosas y complacientes mujeres que bajaban.
No había más que ver a esta, por ejemplo. Sus rasgos faciales permanecían más o menos sin cambios. Bueno, al menos no había cambios quirúrgicos, si es que a lo que sucedía en la planta treinta y dos se le podía llamar cirugía. Sin embargo, su rostro era diferente. Si cuando subía la cara de la mujer estaba marcada por los rasgos de la ira y el odio, ahora se dibujaba en ella una extraña expresión de satisfacción. Claramente estaba de mejor humor. Además, llevaba un maquillaje diferente, con sus labios, sus párpados y sus uñas coloreados de un tono azul brillante a juego con su nueva actitud y con su nuevo vestuario.
El traje ejecutivo que vestía al subir, por supuesto, había desaparecido. No hubiese quedado bien sobre esos deliciosos melones. La camiseta de spandex azul que llevaba ahora sí que le hacía justicia ahora a aquellos deliciosos senos, aunque le quedaba un poco ajustada. La minifalda, también azul, hacía lo propio moldeando y resaltando su sexo. Medias azules, sujetas con ligas, se ceñían a sus bien torneadas piernas y sus delicados pies estaban bien sujetos por las correas de sus zapatos con plataforma de quince centímetros. Su pelo, antes corto y castaño, era ahora largo, salvaje y de un color rubio platino. Con un gesto gracioso, uno de sus dedos giraba enredando el pelo en él. Grandes aretes de plástico azul barato colgaban ahora de sus orejas y en su mano derecha, en vez del maletín que llevaba al subir, portaba un fajo de folletos como el que le había enseñado al subir.
La voz de la mujer también había cambiado.
¡Hola, soy Trixi! – exclamó en voz alta, emocionada y sin aparentar, ni siquiera, una pizca de inteligencia.
Hola, Trixi. – dijo Jimmy. - ¿Deseas usar el ascensor?
Durante unos instantes, Trixi se quedó pensativa.
- ¡Vale! – dijo echándose luego a reír.
Jimmy le tendió la mano y la atrajo hacia él. Fue todo un milagro que no se cayese con aquellos altísimos tacones. El “helio” de su cabeza probablemente la ayudó a mantener el equilibrio.
Y dime, Trixi. ¿Lograste que el personal de BimboTech respondiese a todas tus reclamaciones?
¡Oh, sí! ¡Son tan majos…! ¡Adoro todo lo que hacen! – contestó Trixie acompañando su respuesta con una risita tonta.
Sí, a la mayoría de las mujeres les pasa eso una vez los conocen. – apuntó Jimmy.
Sí. – dijo Trixi de nuevo con risitas. – Me dieron un tour por la empresa y muestras gratis de todos sus productos. ¡Y cogí dos de algunas!
De nuevo más risitas tontas.
Sí. Suelen ser muy generosos. – dijo Jimmy.
¡Oh, sí!
¿Lograste hablar con el presidente de la compañía?
¡Oh, Dios mío! ¡Sí! Me llevó a su oficina y su polla… ¡Su polla es enorme! Cuando la vi me olvidé por completo para qué quería verle. – dijo Trixi soltando otra vez otra risita tonta.
Sí, es lo que suele suceder. Me alegro que hayáis podido resolver vuestras diferencias. ¿A que planta quieres ir ahora?
¿Eh? – preguntó Trixi confundida.
¿A que piso quieres ir? – contestó Jimmy señalando los botones del panel del ascensor.
Trixi miró desconcertada los números, luego parpadeó y soltó una risita nerviosa.
¡Las matemáticas son difíciles! – exclamó.
Sí, a algunas personas le cuestan los números. – asintió Jimmy. – Dime, ¿quieres bajar o subir?
¡Trixi quiere bajar! – exclamó la bimbo rubia.
Seguro que sí. – respondió Jimmy cerrando la puerta y apretando el botón de parada de emergencia. Abriendo un pequeño compartimento en un lateral del ascensor, sacó una pequeña almohada. Las mujeres no la necesitaban, pero a Jimmy le daba pena estropearles las medias nuevas que les daba la empresa.
Vamos, Trixi. – dijo dejando caer la almohada al suelo. - Muéstrale a Jimmy lo putita que es esta preciosa bimbo y hazlo feliz un ratito.
La mujer soltó de nuevo esa risita tonta tan característica.
- ¡El lugar de una mujer es estar de rodillas! – dijo Trixi citando alegremente el lema de BimboTech dejándose caer al suelo y logrando que sus melones se moviesen obscenamente.
La mujer desabrochó la bragueta del pantalón de Jimmy como si esta fuera el regalo más hermoso recibido en una mañana de navidad, gritando de alegría al dejar al descubierto aquella arrugada polla rodeada de un hirsuto y gris vello púbico.
Te encantan las pollas, ¿verdad, Trixi?
¡Mmmmmm….! – exclamo asintiendo enfáticamente. - ¡A trixi le encantan las pollas! ¡Trixi es una bimbo tragona de semen!
De nuevo soltó su risita tonta para después dedicarse a mimar el miembro de Jimmy, besándolo, lamiéndolo, acariciándolo y sobándolo hasta que consiguió que se pusiese tan duro como el de un chaval de veinte años.
Eso es, zorra. Eres una jodida puta. Adórala. – le aleccionó Jimmy. – Eso es para lo único que eres buena, ¡para atender pollas y ser un contenedor de semen!
Mmmmm… - Trixi asentía con entusiasmo ante las palabras del hombre. Luego, con una risita, abrió su boca todo lo que pudo y engulló, con un gruñido de satisfacción, el duro miembro del hombre en toda su longitud, hasta el fondo de su garganta. Jimmy había aprendido muy pronto que las chicas de BimboTech ponían más pasión en su papel de zorras cuanto más las degradaba.
¡Ah… sí…! Así se hace perra ninfómana. – dijo agarrándola de su pelo platino y empujando su polla aun más adentro de aquella acogedora garganta. Las chicas de BimboTech nunca se atragantaban.
Unggg… Egggghhh… Egggghhh… - eran los únicos sonidos que Trixi emitía mientras engullía aquel trozo de carne, poniendo los ojos en blanco y con temblores de placer recorriendo su cuerpo. La mujer se corría con solo poder tener esa polla en la garganta mientras el hombre la llamaba puta.
Bien, bimbo. – dijo Jimmy apartando la cabeza de la mujer un poco hacia atrás para que la punta de su polla descansase sobre la lengua de la mujer. – Estoy casi a punto de correrme, puta, y quiero que pruebes el sabor de mi semen. ¿Quieres saborearlo antes de tragártelo, Trixi?
Mmmmm… - exclamó la rubia tonta con alegría y los ojos muy abiertos.
Creo que eso es un sí, asqueroso y pequeño cubo de semen.
Los dedos rematados en uñas esmaltadas de azul de Trixi se cerraron alrededor del eje del sexo de Jimmy al tiempo que empezaba a acariciar sus huevos y su lengua aplicaba su magia a la parte inferior del glande del hombre. Los ojos de la mujer brillaban ansiosos, hambrientos. No quería decepcionarlo. Con un gemido similar a un gruñido, Jimmy descargó un buen chorro de esperma en la boca de la mujer. Con un leve chillido, Trixi se lo tragó.
- ¡Mmmmmm… Delicioso! – exclamó relamiéndose los labios con la lengua tratando de atrapar las gotas de semen que escapaban de su boca o quedaban atrapadas entre sus dientes.
La polla de Jimmy conservaba algunos restos de la corrida que el hombre se apresuró a limpiar en el profundo surco que separaba las enormes y redondas tetas de la mujer. A Trixi le hizo mucha gracia esto.
Arriba, bimbo. – dijo Jimmie ayudándola a ponerse en pie.
¡Pero el lugar de una mujer es estar de rodillas! – se quejó Trixi mirando apenada la entrepierna del hombre mientras Jimmy se guardaba su miembro en los pantalones y ponía de nuevo en marcha el ascensor para llevarlos al vestíbulo.
¡Bimbo estúpida! – declaró Jimmy. – Si dejase que cada ninfómana que bajo de la planta treinta y dos se quedase en el ascensor adorando mi polla, ¡el ascensor haría semanas que estaría lleno! Acabas de salir al mundo. Estoy seguro que encontrarás ahí fuera muchas pollas que chupar.
La cara de Trixi se iluminó con ese comentario.
¡Trixi es como una puta!
Tú lo has dicho. – dijo Jimmy dándole la razón. – No te olvides de los folletos.
¡Upsss! – exclamó la mujer agachándose para recogerlos y consiguiendo que su falda se levantase mostrando su trasero. Jimmy se acercó acariciándole las nalgas. La zorrita gritó contenta meneando su culito. Jimmy le dio una palmada y ella se incorporó con rapidez haciendo balancear sus tetas.
¿Qué vas a hacer con los folletos? – preguntó el ascensorista.
¿Eh…? ¡Ah, sí! Se supone que debo repartirlos por ahí para que otras chicas puedan convertirse en bimbos putas y estúpidas como yo. Creo que voy a dejar algunos en la iglesia. Creo que esas damas no follan lo suficiente. Me parece triste.
Creo que es una idea magnífica, Trixi. – dijo Jimmy. – Planta baja, bimbos fuera del ascensor.
Jimmy palmeó de nuevo el culo de Trixi empujándola fuera del ascensor. Riendo y contoneándose, la mujer partió en busca de más pollas.
Tres jóvenes universitarias con aspecto de activistas sociales esperaban el ascensor. Todas vestían holgadas camisetas y vaqueros. Sorprendidas, intercambiaron entre ellas miradas de desaprobación al ver pasar ante ellas a Trixi antes de entrar en el ascensor.
¡Por Dios! – dijo una de ellas de origen asiático. - ¡¿Cómo puede ni siquiera caminar?!
No tengo ni idea. – contestó otra de ellas con un desastrado pelo rubio.
Es repugnante. – sentenció la tercera del grupo, una pelirroja regordeta.
¿A qué piso llevo a las Señoritas? – preguntó Jimmy recordándoles a las tres chicas que habían tomado un ascensor. Él, por supuesto, ya sabía a cual. La rubia sostenía en una de sus manos un folleto arrugado.
Treinta y dos. – contestó la pelirroja.
BimboTech Inc. En seguida. – dijo Jimmy apretando los botones adecuados para depositar la última horneada de “candidatas” en la planta treinta y dos.
De ahí es de donde venía ella, ¿no es así? – dijo la asiática señalando las puertas por las que Trixi acababa de salir unos instantes antes.
Bueno, creo que eso no es ningún secreto. – contestó Jimmy.
¿Qué es exactamente lo que hacen allí? – preguntó de nuevo la asiática.
Cirugía plástica, entre otras cosas, es todo lo que puedo decir. Solo soy un ascensorista y no me pagan para hacer preguntas.
Ya nos encargaremos nosotras de hacerlas. – declaró la rubia. - ¡Y de exigir respuestas! Aun me cuesta creer que se anunciasen en el Centro de Estudios para la Mujer. ¡Todavía me hierve la sangre!
Bueno, por lo que yo sé, todos sus clientes son mujeres. – dijo Jimmy amablemente. Las tres mujeres le miraron como si tuviesen dagas en vez de ojos. Sonrió timidamente e hicieron el resto del camino en un frío silencio.
Planta treinta y dos. BimboTech Inc. – anunció al llegar al destino. Las tres mujeres salieron del ascensor con miradas de determinación grabadas en sus rostros.
Jimmy cerró las puertas y mandó el ascensor hacia abajó. El tratamiento de las tres mujeres acabaría sobre las cuatro. Había tratado de limitarse a una por día, pero… ¡Qué demonios! ¡Jamás había estado con tres mujeres a la vez! Tal vez debería salir antes del trabajo y llevárselas a casa. La gente bien que podía pulsar ellos mismos los botones del ascensor.
Bueno, las bimbo no podrían. Por lo menos no con exactitud. Sin un ascensorista tenderían a vagar por todo el edificio, pero como era cerca de la hora de salida de las oficinas, seguro que no faltarían hombres dispuestos a ayudarlas. Y si alguna de las mujeres que trabaja en el edificio se sentía molesta por las distracciones que las bimbo causarían, siempre podrían subir a la planta treinta y dos para quejarse.
¡Ah, este trabajo iba a matarlo! ¡Pero seguro que iba a morir feliz!