Bilbo Pollón y las meigas galegas

A Bilbo Pollón le encargan buscar a un mago garrulo y en su búsqueda termina en mano de unas meigas gallegas, que le hacen rehén durante una buena temporada....

Bilbo Pollón

Me había encargado desde la Comarca por ser el más grandullón y atrevido y encima ser negro y peludo ir en pos de gran garrulo de Gandalf el mago que así le llaman.

Lo cierto es que no me hacia mucha gracia irme de mis tierras y zonas de confort, pues el metro y medio de altura por esos lares de dios y siendo más negro que un tizón y con más pelo que un castrón no son buenas señas de identidad para un viajero.

Fui preguntando por aquí y por allá por la susodicha figura del rey de los magos, que a mi se me antojaba más que nada una entelequia, pues cada vez me internaba en bosques y aldeas cada vez más más perdidas y aisladas.

No sé ni donde estaba, y en una de esas noches cerradas me eché a dormir en un corralón de la única casa que debía de haber en toda la comarca ya recorrida, pues hacía días que no veía ni casas, ni corrales, ni gente humana, solo sombras de lobos, algún que otro jabalí y montones de ciervos.

Estaba realmente cansado, di unas cuantas voces y nadie contestó, ni un triste perro ladró, con que me acurruqué como pude en el sayal de lana mazada y debí de roncar como los ogros, pues me despertó un ruido de ventana abierta y lo que vi fue algo que me venía encima de la cabeza y luego ya nada más, oh si que tiraban de las patucas y en medio todo vueltas y más vueltas hasta que me desperté con un dolor de cabeza en pelota picada, bueno no tanto porque el pollón tenía un calcetín con estrellas a modo de caperuzón por aquello de la decencia, y así estaba atado a una cama de pies y manos.

Cuando me ví en aquella situación empecé a berrear y pedir auxilio y ayuda, y si que llego, y lo hizo de manos de jorobada hembra que me colocó en la boca un bocado de caballo recubierto de lana rosa, que me dejó medio mudo.

-          Así te queda muy bien mío neno, y no te desgañitas ni me cansas la oreja.

La susodicha me traía la comida, me cebaba como a un lechón, me limpiaba y me ayudaba a mis necesidades, como ella decía:

– Igual que a mio pai en los últimos meses de sua vida.

Me fui enterando de mi situación por una conversa que tuvo en mi habitación con una hermana suya, no jorobada pero si de mala leche, resulta que le contaba la primera (Prudencia) a su hermana (Feliciana) que hacía varias noches oí voces y me asusteime, y quedé muda, luego cuando oí los ronquidos, me asomé a la ventana vi a  o demo  (diablo) y no pensé en  otra cousiña que dejarle caer la lecha de los 25 kilos encima de nuestro difunto tío.

Quedó cao del testarazo, y bajei con la tridente por si acaso o demo se despertaba, vi que estaba medio muerto y como pude lo traje a la casa, primero pensé en meter a o demo con os porcos, pero viendo que no tenia cornos, ni rabo no culo, si que entre as pernas ten un bon rabo como el borrico de Antón, pues trajelo pa casa, y ahí lo tengo amarradiño , por si acaso.

La buena de Prudencia con la comida me adobaba buenas dosis de adormidera y me tenía medio ensoñado con el jardín del edén, y entre tanto berrido y cansancio y recuperación del testarazo, pues más bien con el frenillo del caballo en la boca, poco hacía por hacer valer mis argumentos, de que se registrase mis bolsa y documentos, aunque de nada hubiese servido pues las dos buenas gallegas eran analfabetas.

Pues en unos de esos impases de adormilamiento le contaba la Prudencia a Feliciana, que pese a todo nunca me había tocado el pollón, salvo para `ponerme el susodicho calcetín, eso si se restregó alguna, le confesaba a la Feliciana las tetas por la pelambrera de mi pecho pues era espesa y generosa y era como dormir en un mullido colchón, como los tenía D. Anselmo el cura.

Al poco de llegar un dia la cadela de las ovejas a casa se enceló con el calcetín de o demo, y aquello creció un montón, y se puso tieso como un palo de la luz, le cayó el calcetín y baya carajo que tiene el negro de metro y medio escaso, largo y gordo como el burro de Antón,

La cadela dale que te pego y más cuando le puse un poco de aceite de las sardiñas. Eso ya fue como la fuente luminosa, se aficionó al chupeteo, y entre los bamboleos del negrito salió a chorro limpio el lamparazo que todavía esta plasmado en el techo.

La verdad que el pobriño del negro se ponía rabuco cada vez que venía a cadela a por su desayuno de aceite con leche merengada, y lo calmado que se quedaba el pobriño. Pero ha Feliciana cada dia picabame más a cona, o sea que la noche antes de las lamidas de la cadela (perra) metime en la cama con un trozo de sebo de cerdo en la cona , y cuando vino a cadela en vez de darle aceite le di manteca de cerdo.

Dios como se puso aquello, como al pobriño le había dado doble de adormidera, pues subime encima del mástil, y al principio no entraba, esta no rea como la de D. Manuel el cura, esto es un pollón de madre, y con un poco de calentura, muyer aquello entró hasta la barriga, yo creo que me rompió algo por dentro.

Pero que rico me supo el sube y baja por ese largo pasamanos en forma de polla. Dios es que ahora todos los días me calzó el pollón, con decirte que el otro día le cambié de postura en el atadijo porque el probriño se estaba llagando por la culera, y o puse atado como a gatas, pero sin que las manos me pudieran coger, trabajo me costó.

Había visto al mameluco del vecino montar a cadela así por detrás y ver lo que gozaban, y asó lo fice, puse al endemoniado en plan chas chuparle la cadela la porra el ojete, y me puse detrás del o demo, que se lanzó a mis nalgas como si en ello le fuera la vida, pero casi se fuel mío pues el pollonazo no fue a cona sino a culo, y la vista se me perdió y berreaba como as vacas, cuando salió y entro en cona, y el pobriño empezó a berrear mexieme toda en la cama.

Ahora Feliciana es tu momento de poder darte un gustazo ahora que no tienes a D. Manueliño, y este se gasta mejor herramienta, y tu que ya tienes experiencia a buen seguro que le sacas partido.

Y así fue como aquellas dos arpías me ordeñaron a mansalva y a capricho, en solitario y a duo, al final fue tal la confianza que me fueron soltando de pies y luego de manos hasta quedar como sultán de aquellas damiselas que prometían que si quedaba con ellas una buena temporada podía probar mieles más dulces y golosas, pues tenían dos sobrinas medio lelas que a buen seguro que estarían gustosas de probar el mondongo del negro zumbón,

Para ir probando el campo trajeron a  una lejana vecina de grandes tetas y viuda ella,  que vino como un rayo pues no hacía nada más que correr detrás de los machos fueran de dos o cuatro patas, la cosa era tener la cona entretenida y esta resultaba ser muy caliente  y necesitaba rabo diario, cuando me vio allí atado en pelota y ya armado se quedó en pelota picada, morreó el pollón de saliva para que este corriera sobre sus buenas tetas, y pidió a las hermana que me dejasen una poco más de cuerda pues quería que la montara cogiéndole desde atrás las tetas, eso antes tuve que chupárselas hasta morderlas hasta que se dio vuelta y me mostró la grupa con unos agujeros tragones y juguetones. Esta sí que sabía follar a lo bestia, y pronto las otras tomaron ripio del quehacer.

No importaba que hubiera follado con una que la otra chupaba lo que allí había, hasta se empezaban a morrear entre ellas , una vez que la Filomena les enseñó las artes mundanas del folleteo en las cuales era toda una experta, y haciendo mamadas era única.

Ante tal perspectiva no tuve otra opción que quedarme a vivir una buena temporada con aquel harén que me hizo el rey de sus chochos poniéndome lustroso el pollón que lucía una buen cabezota, y se fue estirando y engordando a base de los manejos de aquellas brujas y claro termino por perderse la memoria mi encargo y hasta la posible existencia hasta que Gandalf el Garrulo apareció para ayudarme en dichas labores de mantenimiento del harén y rescatarme de tales embrujos unas vez satisfechos casi todos.

Gervasio de Silos