Bikini a medida
Encuentro una tienda en la que me harán un bikini a medida, delante de mi marido y tomándome las medidas.
Estábamos al principio de la primavera, pero el buen tiempo ya iba dejándose notar, y el sol daba ánimos para iniciar el año de playa, por eso aquella tarde, pedí a Alberto, mi marido que me acompañase a comprarme un bikini.
Me llamo Ana, tengo 35 años, soy delgada, tal vez demasiado, según opina mi marido, mis compañeros de trabajo, mis amigos..............
Estuvimos de tiendas, por el centro de la ciudad, pero lo que veía no me gustaba. El que no era escotado, era recatado, los colores tampoco me gustaban, por lo que comenzaba a desesperarme y a comenzar a enfadar a Alberto.
Había desistido ya de la idea de la compra de la prenda de baño cuando pasamos por una tienda, no demasiado grande, cuyas letras indicaban que fabricaban a medida bañadores y bikinis.
Agarré a mi marido de la mano y tiré de él hasta el fondo del local. El dependiente, que resultó ser el dueño, era un hombre de aspecto fibroso y más bien alto, nos atendió con suma educación y amabilidad.
Acabo de ver su letrero sobre los bikinis a medida. Nunca había estado en alguna tienda donde ofrecieran un servicio así.
Efectivamente señora, somos los únicos en la ciudad que ofrecemos la fabricación a medida de bañadores y bikinis. Normalmente, estas prendas, sobre todo el bikini, se hace de forma estándar, y se da por supuesto que una chica con exceso de peso tiene mucho pecho, si es delgada, poco y si tiene cadera le aumenta el volumen de los senos, y así, con demasiados tópicos que hacen que estas prendas no sienten bien.
Pensé que había hecho esos comentarios porque no tenía demasiadas tetas, pero enseguida, como leyéndome el pensamiento, el comerciante replicó. En su caso, como su volumen de sujetador es pequeño, necesitará un relleno para esa parte, de esta forma, realzará sus pechos. Diciendo esto, señaló al maniquí con formas de mujer, que llevaba puesto un sujetador como él decía.
Con la braga puede haber más variedad, pero hagamos una cosa.............
Tenemos aquí unos bikinis de prueba, sobre los que podemos trabajar, y de esta forma, veremos como podemos sacarle el mejor partido. Después elegiremos la tela.
La idea comenzaba a gustarme. No había preguntado el precio, pero la idea era excelente, iba a estar muy guapa con un bikini hecho a medida. Lo quiero estampado, le comuniqué.
El vendedor sacó las prendas por separado. Primero un sostén, con su relleno, del cual me indicó que además de incrementar el tamaño de mis pechos, tiraba de abajo a arriba, ante lo cual haría que mi escote fuese aún más firme.
La parte de la braga, era alta, con cintas laterales que subían sobre la cintura.
El comerciante, el cual, me indicó su nombre, Pablo, me acompañó al probador con las dos prendas.
El hombre se alejó, quedando cerca mi marido. Me desnudé, dejándome sólo puesto mi tanga, puesto que me daba vergüenza que me viera Pablo. Sé que era una tontería, puesto que estaba en bikini, con la misma ropa que llevaría en la playa, pero me sentía un poco incómoda, así que decidí dejarme el tanga, que llevaba como ropa interior, puesto por debajo de la braga de baño.
Cuando me coloqué las prendas de baño, mi marido llamó a Pablo, no sin antes, hacer algún comentario jocoso por llevar el bikini por encima de la braga, lo que hacía que se vieran las tiras del tanga debajo.
El dependiente se acercó a mi. Primero se acercó a mis pechos, y por debajo los empujó, viendo como me quedaba.
Pensé que era muy osado tocándome los pechos, y más, estando mi marido delante, al cual no pareció importarle.
Después se puso a comprobar la parte baja del bikini. Miraba las cuerdas, me las subía, y pensé que se estaba aprovechando. Después las bajó, y al hacerlo, las dos prendas des deslizaron ligeramente, dejando al aire la mitad de mi bello púbico, que aproveché a llevar a su sitio en cuanto se apartó de mi. Incluso llegó a meter un dedo por la parte trasera, estirando la goma y dando una palmada en mi cachete para dejarlo sin arrugas.
No me gusta demasiado como le queda. Voy a traer otro modelo, dijo Pablo.
Has visto como me ha tocado? Le comenté a mi marido
Este no respondió a mi insinuación y sólo dijo.......Chiqui, ahora por favor, quítate el tanga cuando te lo traiga y deja de hacer el ridículo, comentó mientras reía socarronamente.
El vendedor me trajo otra braga, esta vez, de corte más clásico y me la ofreció, llevándose la anterior.
Hice caso a mi marido, y me quedé desnuda primero, y después, me puse prenda.
Me la subí mucho, y volví a llamar a Pablo.
Cuando entró, me dio la vuelta, y quedé mirando al espejo que había en el probador. A la vez, él se puso detrás mía. Aún llevaba puesto la parte alta del bikini anterior.
Mire señora, le marca mucho por delante, señalando mi sexo en el espejo.
No me había fijado, pero mi raja era más que evidente. No podía ir así a la playa. Mientras hablaba, pasó su dedo marcando los labios de mi sexo. Agarró la goma, ahora por debajo del triángulo del bikini, y lo sacó hacia fuera. Al hacerlo, sus dedos llegaron a tocar el inicio de mis labios vaginales, y de pleno, los pelos que cubrían mi sexo.
Ve usted? Señora, por qué conviene hacerse los bañadores a medida? No es agradable dar ese espectáculo en la playa, y le aseguro que hay mucha gente que llevan marcado su sexo en el bañador.
Ha probado usted los bañadores tipo tanga? Preguntó Pablo.
No, tal vez sean demasiado atrevidos para mi, respondí
Le sacaré uno para que lo pruebe, y así pueda decidir. Le sacaré también un sujetador más escotado, tambien con relleno.
Volví a cerrar la cortina y a ponerme el nuevo bañador. Me quité el sujetador y al ponerme el otro, vi que no llegaba bien con mis manos, así que salí para que mi marido me viese, pensé que estaba sólo y mis tetas casi estaban por fuera, pero la sorpresa fue mayúscula, ya que quien estaba en la puerta era Pablo, quien echó el cierre a la hebilla.
Agarró el sujetador y lo bajó un poco. Casi salían mis pezones por fuera de los cazos, pero era el ambiente justo, sin llegar a mostrarlos. Los apretó fuerte, para que llenasen, y casi sobresaliesen por encima de la minúscula cubierta.
El tanga me quedaba pequeño, al menos dos tallas. Lo subió un poco y automáticamente la tira quedo metida dentro de mi rajita, quedando a su vista la parte baja de mi sexo. Para solucionarlo metió los dos dedos por delante del triángulo mi braga, llegando a tocar de nuevo mi pelambrera, mi clítolis y hasta el comienzo de mi vagina, todo ello intentando que el tanga me tapase por delante, pero enseguida respondió diciendo......... le queda a usted demasiado pequeño.
Mi enfurecimiento comenzaba a dar paso a la excitación, y lo que al principio me parecía un agravio, ahora me resultaba placentero.
Quítese tambien el sujetador, porque éste le queda grande.
Según me dijo esto, me lo quité, ya sin cerrar la cortina, ni tan siquiera entré en el probador, lo hice delante de mi marido y de Pablo. Bromeé y dije que tal vez sería mejor hacer top less, y así evitar tantas pruebas.
Como he dicho, mis pechos no son espectaculares, pero quedarme con ellos al descubierto en aquella situación tenía un enorme morbo.
El vendedor me entregó un nuevo sostén, y me lo colocó sin ninguna discreción, después me lo ubicó correctamente, subió con sus manos mis pechos ya de una forma descarada, dirigiendo directamente a los pezones, que masajeaba. Estos respondieron de inmediato a sus caricias quedando como flechas y señaló que aunque me bañase y el agua estuviese fría, en ningún caso, los pezones traspasarían la tela, y que podía estar tranquila.
Mi excitación era ya total, y al entregarme el nuevo tanga para cambiármelo, decidí hacerlo delante de los dos hombres, total, Alberto me había visto muchas veces, y por el desarrollo de los acontecimientos , Pablo me iba a tocar por todos lados antes de terminar la prueba.
Cuando me quité la braga, Pablo me pidió que no me lo volviera a poner. Espere un momento, dijo.
Mire, es que tiene los labios lúbricos muy salidos. Este es el problema. Mientras decía esto, me los tocaba, pasando su mano por encima de mi sexo, tocaba mis labios, y sus dedos abrían mi raja haciendo que mis líquidos comenzaran a brotar en mi vagina.
Miré a mi marido y noté el bulto en su pantalón, señal que se estaba poniendo a cien. A veces en la playa me bajaba un poco la braguita para que los hombres pudieran contemplarme el principio de mi vello, y de esta forma nos excitábamos, pero jamás habíamos llegado a iniciar un juego de estas características con un extraño.
Pablo agarró mis caderas, dibujándolas con sus manos, y haciéndose una idea de lo que necesitaría para fabricar mi bikini.
Estaba tan caliente, que no pude aguantar más, y estando de rodillas, agarrando mis caderas, tomando medidas, le agarré su cabeza, llevando su boca a mi sexo, aprentándole fuertemente contra mi..
Abrí las piernas mientras lo hacía y Pablo comenzó a meter su lengua por mi clítolis, por mi vagina, por todo mi sexo. Introdujo su dedo. No le costó trabajo porque estaba muy mojada, y a la vez, su lengua seguía trabajando un poco más arriba.
Mi marido se acercó y me tomó por arriba, besándome como hacía tiempo que no lo sentía. Apretó mis pechos, los masajeó y por último, tiró de los cazos y los subió para dejar mis tetas al aire, o quizá debí decir, tapadas con sus manos primeros y con su boca después. Mis pezones erectos, eran caramelos en la boca de Alberto y mi sexo una fuente por las embestidas del dedo y boca de Pablo.
Ambos se miraron y sin hablar supieron que debían traer al lugar donde nos encontrábamos una mesa.
Cuando estuvo colocada en el sitio, me tumbaron sobre ella y continuaron trabajando sobre mi. Mis piernas se abrían de forma considerable, fruto de la excitación y ahora Pablo introducía dos dedos, rozando su boca y su barbilla en el resto de mi sexo, raspando mi vello, y mojando sus labios con mis líquidos íntimos.
Por su parte, Alberto en ese momento, ya había sacado su pene fuera del pantalón, y me lo había puesto junto a mi boca. Sin dudarlo, comencé a chuparlo con una enorme excitación, casi con ansia. Tenía que reprimirme para no morderlo y no hacerle daño, aunque mi boca estaba tan cerrada, que debía sentir mucha presión en su miembro.
Justo, cuando mi marido, iba a tener el orgasmo, se escapó de mi boca y me llenó la cara de semen. Yo me relamía e intentaba extraer de nuevo hasta la última gota de su polla.
Pablo se puso de pie y colocó su miembro a la entrada de mi coño. Mi excitación era tan grande, que le agarré con mis piernas dejándole atrapado y haciendo que entrase de forma rápida dentro de mi.
Comenzó a bombearme, a moverme. Su pene se salía de mi coño por lo mojada que estaba, y debía volver a colocarla su tranca dentro de mi sexo.
Yo gritaba de placer, gemía como no recordaba haberlo hecho nunca, hasta que por fin, Pablo llenó mi habitáculo de su leche, dejándome llena y satisfecha.
Al día siguiente, fuimos de nuevo a la tienda a recoger el encargo. No estaba Pablo, pero el empleado nos dijo que su jefe le había indicado que ya estaba pagado.
Durante todo ese verano, cada vez que me puse el bikini, me excitaba muchísimo al comprobar como había llegado a mi y deseaba que llegase el próximo año, para que volviese Pablo a tomarme medidas.