Big

Cosas de Big.

Tengo un amigo del que no recuerdo el nombre. Es decir, recuerdo cómo le llamo yo, y como le llamamos todos en el barrio. Le llamamos Big John, pero Big John, también tiene un nombre real, tiene que tenerlo, y ese es el que no recuerdo. Me parece que es Iván, o Mauro, quizá. No lo sé.

Big John, claro, es un tipo grande. Aunque seguramente si sólo fuese un tipo grande, le llamaríamos Bigfoot, Yeti, Frankenstein, Shaq o cualquier cosa así. Si llamamos a Big John, Big John o Big Beng, o algunas veces, Big, a secas, es porque tiene un péndulo de más de treinta y cinco centímetros cuando está de buenas, el mayor que se ha visto nunca, así que en realidad es a su badajo al que llamamos Big John, o Big Beng, o a veces, sólo Big a secas. La herramienta de Big John es tan grande que una vez quiso presentarse a actor en una peli porno, y le dijeron que no era posible, porque, primero, nadie iba a creerse que ese pedazo manubrio era real, y segundo, porque muchas actrices, sobre todo alguna jovencita que estuviese empezando, no iba a dejar que Big John le metiese esa pedazo palanca dentro. Yo creo que en realidad eso se lo dijeron a Big John porque él no conoce a nadie en ese mundo, y claro, si no conoces a nadie, y de repente, simplemente, te plantas con una polla como un brazo en el rodaje de una peli porno, la desenfundas y dices que vas a ser la próxima gran estrella, que tu polla va a ser la Robert de Nirod del porno, pues claro te dicen algo así como que lo que eres es una bestia deforme y acabas, como Big John, poniendo ladrillos en una obra. Si Big John hubiese tenido amigos en el mundo del porno, seguramente hoy sería una estrella, y se pasaría los días ganando una pasta, follándose a rubias de tetas enormes, y gastando el dinero por las noches, mientras se folla a otras putas distintas de tetas enormes, que adorarían su enorme mango como una tribu de amazonas adorando un dios totémico bestial. Algo así.

El caso es que Big John se pasa los días poniendo ladrillos en una obra, y las noches por los bares, normalmente buscando algún coño jugoso donde meter un rato el sable de caballería ese que lleva entre las piernas. En el barrio donde yo vivía le resultaba bastante fácil, porque todo el mundo sabía por qué a Big John le llamaban de esa manera, así que casi siempre había alguna tía que tenía curiosidad por saber qué se sentía con un pedazo de carne como ese entre las piernas. Eso, hasta que un día Big John tuvo la mala suerte de mandar a una tía al hospital. Una morena que conoció en un bar y que no pudo soportar la embestida brutal del bueno de Big y a la que le reventó el coño como si hubiesen intentado meter un tiburón en una lata de sardinas. En fin, la tía resultó que estaba casada, y , bueno, no se puede decir que el bueno de Big no lo supiese. Pero además de casada estaba buena. Yo me la hubiese follado seguro y yo tengo más escrúpulos que BigJohn para esas cosas, quizás porque Big John, en realidad, es sólo un humilde esclavo de su polla gigante, que es la que controla el cotarro, y por las noches, después de pasarse todo el puto día poniendo ladrillos, la polla de Big John siempre se mueere por buscar una gruta húmeda y oscura donde pasar la noche.

Ya digo, a Big John nunca le han importado demasiado esas cosas. Nunca le ha importado si las tías eran demasiado mayores, demasiado jóvenes o estaban demasiado casadas. Así que se la tiró igual, pero ese día debía estar especialmente cachondo. La tía lo merecía, la verdad. Quiero decir, que merecía la pena ponerse así de cachondo por ella. En el barrio todos habíamos fantaseado con la posibilidad de follárnosla. Yo no lo vi, pero me dijeron que ese día había estado calentando a Big John a lo bestia en un bar, así que Big John se la llevó a su coche y allí, sin esperar más, se la tiró, sólo que tan a lo bestia que acabó mandándola al hospital a golpe de polla. Después de eso, así de repente, de la noche a la mañana, ya no importaba a cuántas mujeres el bueno de Big hubiese dejado fascinadas con el pedazo de carne más gordo que haya habido en la tierra desde que se extinguieron los grandes mamíferos. Todo eso no valía para nada, y Big John para las mujeres del barrio, pasó de ser una perfecta máquina folladora a una bestia parda capaz de reventarte el bazo de un lindo coletazo.

Un día estaba estaba yo con Big John un bar por la noche. Habíamos cobrado los dos, y era raro que coincidiésemos, porque, aunque Big tenía un sueldo bastante regular, yo, por entonces, todavía intentaba vivir de escribir en alguna de esas revistas de mierda, y dando clases de lengua a niños que no eran siquiera lo bastante imbéciles como para confundirse de forma mínimamente original. Ese día los dos nos encontramos con nuestros sueldos recientes y calentitos, así que salimos a celebrarlo. Visitamos un par de garitos, bastante cutres. Hicimos una ronda destinada más que nada a emborracharnos y a ver a las niñas que hay en todos los bares un viernes por la noche. Niñas y mujeres que por lo general no estaban mal. A casi todas ellas yo les habría echado gustosamente un buen polvo, si no fuese porque estábamos en el barrio. El asunto del barrio había sido poco tiempo atrás y la fama de Big John, por entonces, estaba en su máximo apogeo, lo bastante grande como para que las mujeres se mantuviesen alejadas un radio de cinco o seis metros que, imagino, era la distancia que calculaban que BigJohn podía alcanzar con su meganabo. Por eso, ya bien cargados, decidimos cruzar la ciudad, e ir a donde no le conociesen. A Big le habían recomendado un karaoke al otro lado de la ciudad, pero yo le dije:

-Coño Big, y qué quieres que vayamos a hacer tú y yo a un puto Karaoke

-Pues cantar, claro. Las mujeres a los karaokes van ciegas perdidas, ya verás.

-¿Pero qué mujer se va a acercar a ti, con ese rifle de caza mayor entre las piernas?

-Coño, allí no me conocen. Allí no saben nada. Venga joder, ya verás, mojamos fijo.

Al pobre de Big nadie le había dicho que, por lo general, el resto de mortales no lo tenemos tan fácil para salir y follar, así de buenas a primeras. Que si él había conseguido un porcentaje alucinante de polvos por noche era por la misma enorme y calva razón por la que estaba atravesando ese momento de sequía: en el barrio todos nos conocíamos, todo el mundo sabía por qué a Big John lo llamábamos Big Joh, o Big Bang o, a veces, sólo Big, a secas, pero sin el recurso de que todo el mundo sepa que tienes una polla como un antiaéreo, no es tan fácil llegar a un bar y simplemente, llevarte a una tía a follar, escogida de entre una tribu de adoradoras totémicas, como la que Big John llegó a tener antes de convertirse en el peligro público número uno para los coños del barrio.

Por mi parte, no es que no consiguiese buenos polvos de vez en cuando, pero, sencillamente, no es tan fácil, a veces hay que trabajárselo mucho, incluso durante días, y esto a Big le costaba entenderlo. Los tíos no podemos follar todas las noches que nos da por salir por ahí, a menos, claro, que nos dé por buscarnos una puta, pero Big tenía una manía con las putas. No le gustaba follar con putas. Es algo que nunca entendí. Le daba igual follarse a mujeres casadas, o a chiquillas. Sé que, al menos, se tiró a una niña de quince años, que estuvo casi un mes caminando como si llevase las bragas colgadas de un gancho. Sin embargo, no follaba nunca con putas. Tal vez porque pagar no iba con su orgullo de súper macho rompe coños, no lo sé.

El caso es que él y yo acabamos en el jodido Karaoke. Y, bueno, tengo que reconocer que aquello no estaba tan mal. Las copas nos costaban exactamente lo mismo que en cualquier bar, nuestros sueldos habían aguantado razonablemente bien la primera embestida de la noche y en seguida pudimos ponernos a tono e invitar a dos chicas que había por allí, una pelirroja y una morena a las que Big parecía divertirles bastante, porque no dejaba de hablarles de su polla inmensa, y de las tías que había mandado al hospital. Yo no tuve que hacer gran cosa. Me subí a la ola de John, reí un par de chistes, hice un par de bromas y, en un momento dado, me di cuenta de que la morena, que resultó llamarse Emma, había salido a follar, y que estaba tan caliente que le daba igual lo que le dijesen, con tal de que luego se la metiesen. En ese aspecto no pensaba defraudarla. Así que me dejé de gilipolleces, atraje a Emma hacía mí, le metí la lengua en la boca, dejé que sintiese mi paquete reclamando atención y les propuse irnos a mi casa. Emma dijo que sí. Big observó atentamente mi maniobra y, como si estuviese siguiendo un libro de instrucciones, le metió la lengua a la pelirroja hasta la campanilla, la agarró, la colocó en su hombro como si fuese el loro de un pirata, dijo. "Vámonos". Y salimos a la calle.

Nos marcamos un tanto pidiendo un taxi, que pagó Big. Subimos a mi casa. En el taxi yo iba delante, Big detrás con la pelirroja y la Emma. A Big Emma no le molestaba que Emma estuviese allí en absoluto y empezó a magrear a la pelirroja. En algún momento Big empezó a animarse de verdad. Cuando la pelirroja lo notó quedó definitivamente prendada de Big. No dejaba de mirarle el paquete a Big y levantar las cejas, tanto que creo que se le levantaron por encima de la frente, como un dibujo animado. Emma no lo llegó a ver, tenía bastante con fingir no darse cuenta de que Big prácticamente le estaba chupando las tetas a la pelirroja en pleno taxi. Una suerte para mí porque, la verdad, no creo que haya un tío en el mundo que se sienta cómodo cuando lo comparan con el Panzer de Big. Subimos a mi piso. Big y la pelirroja se metieron directamente en faena. La pelirroja no dejaba de mirarle el paquete a Big como si fuese un pajarillo hipnotizado por una serpiente. Los vi meterse en una habitación que tengo con una cama no muy grande, ni muy cómoda, pero que conservo por si viene algún invitado. Big conoce la casa. Yo empecé a camelarme a Emma, hasta que me di cuenta de que no hacía falta, de que ella estaba, como mínimo tan concienciada como yo acerca de que el objetivo de la noche era echar un buen polvo. Así que empecé a quitarle la ropa sobre el sofá, y todo iba bastante bien. Mi polla se había puesto aceptablemente dura, y mientras le comía el coño a Emma la noté también lo bastante sobria como para hacer una buena faena. Hasta que empezaron los gritos. La pelirroja, en la habitación de al lado estaba descubriendo in situ lo que era tener un B52 intentado aparcar en tus entrañas, y gritaba como una descosida.

-¿Qué pasa ahí?

-Nada nena, no hagas caso.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Insistía la pelirroja.

-La está matando -dijo Emma.

-No digas gilipolleces

-¿No la oyes gritar?

Emma se puso de pie, justo entonces la pelirroja se calló de golpe. Emma se paró, sorprendida, y yo aproveché para agarrarla del brazo, y meterle la lengua en la boca. Estábamos de pie, y Emma forcejeaba, así que decidí que me la iba a tirar así.

Me encanta follar de pie. Es algo que practico siempre que puedo, y con la práctica he conseguido una técnica que considero muy aceptable. Así que atraje a Emma hacia mí, y me puse a comerle las tetas mientras colocaba mi polla en posición, después le levanté una pierna, y se la metí. Ella se olvidó de Big, y de la pelirroja. La movía de arriba abajo, sujetándola por el culo, a lo largo de mi polla, que se había puesto realmente dura con todo ese asunto. Emma gemía, y daba la impresión de estar pasando un buen rato. Tenía unas tetas duras, y unos pezones afilados que me encantó chupar. Descubrí que a Emma la ponía como una moto que le mordisquease el pezón, que se lo apretase un poco entre los dientes, hasta hacerle daño. Descubrí que a mi también me gustaba hacerlo.

Entonces sucedió algo extraño. Yo había cogido a Emma por el culo, había hecho que me envolviese la cintura con las piernas y me la estaba follando muy bien cuando, de repente, Emma dejó de pesar y comenzó a flotar en el aire. En fin, no es que no sea bueno follando. Creo que se me da bastante bien. Pero lo que nunca había conseguido es hacer levitar a una tía. Por eso me extrañó bastante ver a Emma, con la cara alucinada, la boca muy abierta y los ojos alucinados, flotando en mi sala de estar. Como siempre, había una explicación detrás del asunto. Y en este caso la explicación estaba detrás de Emma. A su espalda pude ver el corpachón de Big, totalmente en pelotas. Tenía las manos en la cintura de Emma, y se la estaba clavando poco a poco por el culo.

-Big John, cabronazo ¿Qué coño estás haciendo?

-Se me ha fundido la pelirroja tío, y yo tengo que follar, no aguanto más -d

ijo Big John con cara de esfuerzo.

Yo no sabía muy bien qué hacer. Emma gritaba de forma ininterrumpida, como una sirena de bomberos, ni siquiera sé cómo coño conseguía respirar. Lo jodido es que ver a

Emma en ese estado de semi trance me ponía bastante cachondo, así que seguí follándomela por delante. Noté cómo cuando se la metía el tono de sus chillidos cambiaba ligeramente. Sin dejar de gritar, si aceleraba un poco su grito -porque era un solo grito- se volvía tembloroso. Si la dejaba dentro y le empezaba a comer las tetas elevaba un poco el volumen. En el fondo me estaba divirtiendo. De repente Big se la metió un poco más, y los chillidos de Emma se hicieron aterradores. Los ojos se le salían de las órbitas los brazos le cayeron sin fuerza y la espalda se curvó como si la hubiesen atravesado con un alambre arqueado desde el culo a la cabeza.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Dejé de follármela

-Para tío, que te la cargas

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Big John no me hacía caso. Tenía la mirada desquiciada, sostenía a Emma con las manos, como si no pesase nada, como si fuese de juguete, y se la clavaba más y más.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Cuando se la metió toda, Big John puso cara de estar corriendose a lo bestia. Emma, simplemente, mantenía su quejido larguísimo, con una cara como de estar directamente a punto de espicharla y no saber por qué.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Emma seguía en el aire. Big John ni siquiera se movía. Sólo había metido su serpiente en la cueva y parecía que a él, con eso le bastaba y a Emma le sobraba. Entonces Big me miró, guiñó el ojo y dijo:

-Mira esto tío.

Apartó las manos de la cintura de Emma, y vi cómo se quedaba en el aire, ensartada por el armatoste de Big. Se había quedado como muerta, colgándole los brazos y las piernas. El grito de Emma se transformó de grito en susurro sin interrumpirse ni por un segundo.

Aaaaaaaaaaahhhhhhhh

Big, con los brazos en jarras, la hacía oscilar ligeramente en la punta de su polla-nave nodriza. Después la sacó delicadamente, y la dejó en el suelo, con la polla todavía bastante tiesa. Emma se dejó caer, boca abajo. Tenía el culo un poco hacia fuera, y movía despacio la cadera, como si el suelo tuviese una polla pequeñita y se la estuviese follando. También tenía los ojos abiertos, como si estuviese muerta. Por suerte no lo estaba. Sólo estaba flipando a lo vestia. Le dije a Big que se fuese a poner unos pantalones. Recogí a Emma y la metí en la cama. Por el olor de su aliento me di cuenta de que estaba bastante más borracha de lo que había calculado. También me di cuenta de que se había corrido. La dejé con los ojos abiertos de par en par.

-Lo siento, tío, la pelirroja se me fundió -me dijo Big John en la sala.

-No te la habrás cargado.

-¡Que va! Lleva una mierda encima que no se tiene. Se cayó redonda encima de mi cuando empezábamos a follar.

Al día siguiente, Emma se despertó en mi cama. Big John había conseguido despertar a la pelirroja y se la había llevado por ahí. Emma tenía puesta una camiseta mía. Por la forma de mirar la casa, era evidente que no recordaba cómo había llegado allí. Efectivamente, estaba mucho más borracha de lo que yo había calculado. Sin embargo, sí se acordaba de mí. Me saludó y se llevó las manos a la cara. Le serví un desayuno. Al sentarse, dio un respingo. Por lo que yo sabía, le iba a costar sentarse con normalidad durante un tiempo. Emma me miró con cara de: ¿Qué hicimos exactamente ayer por la noche?. Luego me miró y sonrió.

-Ayer...En fin... Ayer estuviste... ¡Increíble!

-Ya ves, nena -respondí.