Bienvenidos al mundo de Adriana.
Suelo atraer a gente demasiado extraña, y suelo sentirme atraída por gente demasiado estúpida. Es mejor vagar por el mundo disfrutando de los momentos y evitar mezclar sentimientos. Mi nombre es Adriana, y les contaré algo de mi poco interesante vida. Bienvenidos.
La vida no es siempre como la planeamos, y a mi corta edad he descubierto que lo mejor sucede cuando las cosas no se planean. Los mejores momentos son los espontáneos, los que pasan sin tener una expectativa sobre ellos.
Soy una mujer demasiado común, que se confunde entre la multitud y sin rasgos muy llamativos en realidad, y no es algo que me importe, siempre he buscado no resaltar, no me gusta ser un foco de atención, me siento incómoda cuando se quedan viéndome durante demasiado tiempo, y la timidez es un rasgo representativo en mí, que a veces llego a odiar, pues he desperdiciado muchas oportunidades de distinto tipo por ello.
Suelo atraer a gente demasiado extraña, y suelo sentirme atraída por gente demasiado estúpida, es por eso que prefiero no tener una relación seria. Vagar por el mundo disfrutando de los momentos y evitar mezclar sentimientos que puedan confundir y hacerme daño.
Mi nombre es Adriana, y les contaré algo de mi poco interesante vida. Bienvenidos.
El despertar de mi vida sexual no fue distinto al de los demás adolescentes, aunque con quien fue mi primera vez si fue algo distinto, diría yo.
Vivía con mi madre, un hermano que nunca veía pues trabajaba fuera del país, y con mi padrastro. Mi padre había muerto cuando era niña, así que mi hermano y yo solo conocíamos una figura paterna, que era él. Siempre nos trató bien y fue muy tierno y cariñoso; según había escuchado alguna vez, era estéril, así que nosotros fuimos la mayor aproximación que tendría a unos hijos propios y no nos molestaba, hacia feliz a nuestra madre y siempre nos apoyaba incondicionalmente. Mi hermano era docente de sociología, le encantaba viajar por todo el mundo, a su corta edad había alcanzado muchísimos logros y aunque lo extrañábamos su vida era una aventura que no queríamos cortar.
A la edad de 15 años no era muy popular y social. Me consideraba un poco odiosa con las personas, y por eso no lograba hacer amistades. Un fin de semana, una parte de la familia vino de visita y con ella unos primos que no conocía. No sé cómo pretendía mi madre que cinco personas más se alojaran en nuestra casa. La habitación de invitados fue ocupada por mis dos tíos. La habitación de mi hermano por mis dos primos mayores, sin embargo, el primo que era contemporáneo a mí en edad decidió quedarse conmigo. Sería raro dormir con alguien. No tenía memoria de haber dormido acompañada, así que sería algo nuevo y realmente extraño para mí. Nunca esperé que esa noche, todo cambiara en mi vida.
El día había pasado entre risas y anécdotas, casi todos estaban ya bastante ebrios, menos Santiago (el primo que dormiría conmigo) y yo, al ser menores de edad nos restringían las bebidas embriagantes, aunque habíamos logrado que nos dieran una cerveza a cada uno. Muy entrada la noche habíamos ayudado a todos los mayores a acomodarse en sus camas y apagar todo para evitar accidentes, al llegar a la habitación mi timidez usual tomó el control.
Busqué una pijama entera que solo dejaba al descubierto mis manos, mis pies y mi cabeza, obviamente, mientras que por su parte Santiago solo dormiría con sus bóxer y camiseta. Iba a ser una noche larga e incómoda.
Con quince años y un colegio lleno de muchachos hormonales, conocía los principios básicos de como tener relaciones sexuales aunque nunca los había puesto en práctica, sin embargo, esa noche mi curiosidad se avivó. Quizá por tener a un hombre durmiendo conmigo en mi cama. O porque ese hombre era muy atractivo además.
Acordamos que cada uno se quedaría del lado que le correspondía de la cama y aunque estaba prevenida, el cansancio tomó su lugar y cuando menos pensé estaba dormida profundamente. Bien entrada la madrugada unas caricias hicieron que me despertara asustada. Mi cuerpo estaba paralizado, y no precisamente por el miedo, sino por la expectativa. Las manos de Santiago subían lentamente por mi estómago, deslizándose con cuidado hacia arriba hasta llegar a mi pecho izquierdo. Mi respiración se quedó atascada en mi garganta cuando su mano acunó mi seno y aquello envío una señal a las terminaciones nerviosas de mi sexo. Mi vientre se sentía con un vacío extraño por la anticipación y me comenzaba a sentir mojada.
No entendía como un simple roce podría llegar a excitarme tanto, pero quizá no tendría una experiencia parecida en mucho tiempo, así que dejé que continuara sin decir nada y haciendo parecer que aún seguía dormida. Su mano apretó por algunos minutos mi seno y luego jugó con mi pezón, mordía mis labios y mantenía mis ojos cerrados con fuerza evitando que mi cuerpo se moviera aunque fuera un poco. Pronto sentí la misma atención en mi pecho derecho y un gemido se escapó de mis labios sin que fuera posible detenerlo. De inmediato sentí como Santiago se tensó y con suavidad intentó sacar su mano de dentro de mi pijama. Con una insolencia que no conocía en mí, murmuré: “¿No vas a terminar lo que empezaste?” los susurros en la oscuridad no llegaron más allá de las paredes, y aunque tenía los ojos entrecerrados pude divisar la sonrisa que se formaba en el rostro de Santiago. La timidez volvió y me puse una almohada sobre el rostro sin querer verlo, pero hablé aun en susurros con la almohada un poco levantada de mi boca para que no se perdiera el sonido de mi voz: “Es que… nunca había sentido esto y…” dude por un momento, pero apretando las piernas y el roce que esto provocó hizo que quisiera seguir hablando: “Me gusta lo que estabas haciendo”. Una suave risa procedente de su boca llegó a mis oídos y me relajé un poco. Decidí bajar la almohada de mi cara para poder verlo y cuando lo hice él comenzó a hablar. “Adri, lo siento pero la tentación me ganó. Dime algo” sus ojos se encontraron con los míos y mi respiración se cortó ante la anticipación. “¿Aun eres virgen?” su pregunta me hizo sonrojar hasta las orejas y agradecí que las luces estuviesen apagadas y nuestros rostros fueran borrones, con la boca seca susurré un Sí que por fortuna llegó a sus oídos y conllevaron a otra pregunta “¿Y quieres que eso cambie esta noche?” aquello me hizo sonreír y asentí para luego susurrar otro Sí que cerró todo trato.
No estoy segura en qué momento ya no tenía la parte superior de mi pijama, mis pechos estaban al aire y me sentí cohibida, así que de inmediato los cubrí. Me obligué a relajarme y Santiago tomó el control. Lo encontré sobre mí abalanzándose sobre mis pechos, chupando y succionando mis pezones con algo de agresividad y descontrol. Aquello me excitó mucho más y lo único que pude hacer mientras tenia algunos pensamientos consientes fue quitar su camisa y lanzarla a un lado de la cama, mientras tanto su boca hacia maravillas sobre mis senos, succionaba los pezones dentro de su boca hasta un punto en el que me encontraba en el placer y el dolor. Gemidos escapaban de mi boca y trataba de callarlos colocando una almohada en ella. Mis manos vagaron por su cuerpo hasta encontrar la parte dura y excitada. Aprovechando que tenía parte de mi rostro cubierta, metí mis manos dentro de su bóxer y empecé a acariciarlo como creí que se hacía. Aunque fui un poco torpe en un principio encontré la forma apropiada de masturbarlo. No tenía una referencia para comparar si su pene era de tamaño normal o grande, pero apenas podía cerrar mi mano a su alrededor. Sus instrucciones llegaron de inmediato, más rápido, apretando un poco, más lento o acariciando sus testículos. Estaba tan absorta en el momento que cuando sentí sus dedos incitándome a que abriera mis piernas me sorprendí. Desnudándonos por completo le di vía libre a mi parte inferior, puesto que mis pechos estaban más que sensibles. Mi corazón latía acelerado y cuando sentí nuevamente sus dedos en mi vulva cerré las piernas por reflejo; me relajé un poco y sonriendo abrí las piernas nuevamente para luego tener que apretar las sabanas al lado de mi cuerpo cuando sus dedos empezaron a estimular mi clítoris sin compasión. Sentía como mi vagina se contraía un poco y la necesidad de gemir más fuerte me hacía tener la boca seca. Tomé nuevamente la almohada y gemí en ella mientras sus dedos acariciaban una y otra vez mi clítoris y mis labios vaginales aun sin llegar a penetrarme.
Pronto, sus dedos fueron reemplazados por su boca. Mis dedos se cerraron con fuerza en el cabello de su cabeza, mordí la almohada con fuerza y mi cadera tomó pensamientos propios pues empecé a restregarme contra su cara buscando más roces, aquella petición no fue ignorada, mi clítoris recibió más atención y sin saber lo que me esperaba llegué al primer orgasmo de mi vida. Mis piernas temblaban, mi corazón latía a mil por minuto y me quedé sin respiración, mis gritos y gemidos de excitación fueron amortiguados por la almohada, sin embargo, antes de que fuera consiente nuevamente de mi entorno, un dolor punzante me trajo del paraíso de golpe. Sentí como si me partieran en dos, me dolía la cadera y a la vez sentía como si me estuvieran abriendo el interior. Una presión se alojaba en mi vagina y supe que ya no era virgen. Lagrimas se deslizaban por mis mejillas ante lo doloroso que llegó a ser, pero pronto unos suaves besos me hicieron tranquilizar. En toda la noche Santiago no me había besado y sentir sus labios contra los míos hizo que el dolor poco a poco se desvaneciera. En un principio sus besos no eran exigentes. Eran suaves y sosegados. Poco a poco fueron tomando intensidad buscando una lucha entre mi lengua y la suya, entre mi boca y la suya. Aquello hizo que la incomodidad de mi vagina se fuera desvaneciendo poco a poco, y sin ser consiente empecé a mover mi cadera en círculo incitándolo a que se moviera también.
La señal fue bien recibida cuando empezó a moverse adelante y atrás. Unos dedos volvieron a encontrar mi clítoris al tiempo que se seguía moviendo encontrando un ritmo estable y luego empezando a moverse con un poco más de fuerza. Jadeaba sin control esperando que nadie nos escuchara al tiempo que cruzaba mis pies dejando su cuerpo preso contra el mío y mis uñas se aferraban a su espalda. Sus movimientos con el pasar de los minutos se hicieron más agresivos, entraba y salía de mi vagina con algo de dureza y aunque me sentía irritada estaba disfrutando del primer momento erótico de mi vida. Decidí intentar moverme sobre él y estando con mis piernas a los lados de su cadera, empalada a más no poder y sintiendo todo su grosor en mí, experimente el cómo empezar a moverme. En un principio hacia círculos con mi cadera sin dejar que su miembro saliera y dejando que este rozara con mis paredes vaginales. Pronto empecé a saltar suavemente sobre él mientras tomaba mis pechos y los torturaba con los dedos. El control de Santiago supongo que llegó a su límite pues me tomó de la cintura con fuerza y acomodando sus piernas debajo de mí, impulsó sus caderas penetrándome con fuerza una y otra vez. Escondí mi rostro en el hueco de su hombro y cuello gimiendo sin parar allí y sintiendo como mi piel sudada y desnuda se fusionaba con la suya. En un momento estaba sobre él, y en otro estaba contra la almohada mientras él se acomodaba y se arrodillaba detrás de mí.
Miré sobre mi hombro sus siguientes movimientos y me preparé levantando mi culo y dándole total acceso a mi vagina. Entendiendo el mensaje Santiago presionó su pene contra mi vagina entrando ahora con más facilidad y tomando mi cintura entre sus manos empezó a moverse con fuerza contra mí. Dudaba mucho que volviera a llegar al orgasmo, sin embargo los estallidos de placer que me recorrían eran bien recibidos. Me sostuve de las sabanas y del cabezal de la cama mientras él me penetraba sin compasión. Como lo creí, minutos después él se corrió en mi espalda. Sentí su semen tibio bajando por mis costados y ambos caímos sobre la cama totalmente sudados, pero saciados.
Al siguiente día fue difícil sentarme, estaba irritada y sensible. También tuve que cambiar las sabanas manchadas de sangre y de semen y lavarlas sin que mi madre se diera cuenta de ello. Santiago y yo tendríamos diversas historias al pasar de los años. Siempre sería mi primer hombre, y aunque ninguno estuviera enamorado del otro, ambos aprendimos uno del otro sumando experiencias. Y así fue el comienzo de mi vida sexual. Lo que pasaría meses después no me lo hubiera esperado jamás.
((Buenas mis lectores. He vuelto después de varios meses. Estoy un poco oxidada, así que ya iré mejorando nuevamente. Y antes de que pregunten, Derek y Aimee aun tienen cosas por contar. Paciencia, ya habrá más tiempo para ellos.
Gracias por leerme, y espero que lo sigan haciendo. No quiero decepcionarlos.))