Bienvenido hombre

Por donde menos se lo espera

Pasaron diez días desde que me decidí a decirle que sí y estoy tan bien por haber dado ese paso que yo misma me negaba, que se los quiero contar, pues a esta altura de mis años, eso de “ resguardar determinadas intimidades ” me parece una tontería enorme y contarla como “ confidencias ” solamente para alguna de mis amigas sería contraproducente.  Yo las conozco, además son mujeres y, sin dudas, lo que estoy viviendo incentivaría su morbo.

No se rían, la mujeres tenemos esa “ particularidad ”, las “ procesiones ”, por no llamarlos “ ratones ”, caminan por dentro y mis amigas no son la excepción.  Asimismo, sé que la fidelidad no es precisamente el fuerte de mis “ liberadas ” amistades, esto sin dejar de lado que, a ninguna le asiste una muy buena “ atención ” y desde allí hasta el intento para corroborar por “ motu proprio ” lo que una les contaría existe un muy pequeño tramo y arriesgar en este aspecto no me parece conveniente, máxime cuando el que pueda ser “ tentado ” es un hombre, maravilloso y sensacional pero al fin de cuentas, hombre.

Lo conozco desde hace una treintena de años y siempre existió una “ corriente de simpatía ” que bregué o quise que quedara solamente en eso.  Por el lado de mi persona las metas estaban fijadas en lograr algunas prefijadas “ seguridades ”, por otra parte, aunque sé que ahora es distinto, en esos tiempos no daba para un “ revoleo femenino ” demasiado visible porque te “ apuntaban ” feo y en él parecía como que la ambigüedad mandaba y a todas les caía bien.  Lo elegí como “ mi amigo ” y, aunque pude saber que él nunca lo entendió de esa manera porque tiene desde siempre otra visión sobre esta “ famosa amistad ”, no le quedó más remedio que aceptarla.

Por todo lo que antes expliqué y quizás también por una cierta inseguridad que transita conmigo y que se hace difícil dejarla de lado, lo que voy a contar tendrá la pequeña ventaja de lo anónimo.  Los dos hicimos nuestras vidas por separado, nos casamos, tuvimos hijos y luego de un tiempo extenso nos volvimos a encontrar.

Yo viuda, él separado y sus intentos volvieron a hacerse presentes, mis, a esta altura, “ boludeces ” también;  “ es mejor que sigamos amigos ”, “ si tenemos algo vamos a perder la amistad ”, “ estoy bien sola ”, “ no necesito a alguien al lado ”, “ me puedo arreglar muy bien con un buen libro ” con todo lo cual le negaba cualquier posibilidad, además, ya no vale la pena disfrazarlo, me negaba a mí misma los intentos conjuntamente con el goce, el placer y la dicha que hoy experimento.

Desde siempre me mantuve bien físicamente pero hay cosas con las cuales ya no puedo pelear, el espejo era una de esas cosas y eso nunca le hace bien a una mujer, además, aunque no lo reconocería para los de afuera, transponer la puerta de mi casa y saber de antemano que nadie a quien tuviera ganas de ver me recibiría ni preguntaría por lo acontecido en mi día, no me ayudaba.

El sexo por el sexo en sí había pasado hacía tiempo y sabía que había ayudado solamente para llenar espacios que siempre resultan insustanciales y desde hacía un rato bastante largo lo había descartado anteponiendo excusas que sólo eran comprensibles por mi egoísmo o por mi comodidad.

Hoy lo reconozco, la soledad se suele hacer pesada cuando es la alternativa ante los miedos por lo que vendrá.  Estar solo cuando uno lo pretende es una cosa, estar rodeada de soledad porque uno descubre que existen temores para compartir con el otro y no se anima a los intentos la convierte en dura y triste.  Así estaba un día en que me habían salido algunas cosas mal en el trabajo, las paredes no me respondían, el silencio y la incertidumbre se convertían en algo muy pesado y necesitaba a alguien con quien conversar.

Sí, es verdad, las personas solemos tener este tipo de egoísmos y sé que no soy la excepción.  Así las cosas, llamé a una amiga a sabiendas que cualquiera de ellas tienen más tiempo para decir de sí mismas que para escuchar.  Atendió, le pregunté cómo estaba, me contestó que andaba loca con las compras para una de sus hijas que se casaba y comenzó a contarme los detalles de la futura boda.

Traté de escuchar lo más que pude, no le dije sobre el motivo de mi llamada y busqué una excusa para terminar la conversación monologada que ella tenía.  Luego volví a quedar sumida en mis propios silencios y pensé en él.

Hacía un tiempo que no nos hablábamos y creo que estaba molesto porque siempre lo llamaba cuando necesitaba de su resolución e inteligencia para temas que me urgían, como fuere, yo sabía que podía contar con su atención.  Lo llamé justificando el llamado con una pavada y le pregunté cómo estaba y que tal andaban sus cosas.

Me contestó en forma sarcástica, “ Hola “ mi amiga ” ¿Cómo estás?  Mis cosas andan bien y yo estoy fenomenal pero parece que vos no podes decir lo mismo ”.  Le pregunté si estaba loco y el porqué de esa afirmación, aunque en lo íntimo yo sabía que a él no podía “ disfrazarle ” mi voz o los tonos de mi voz y me daba cuenta que esa forma de entenderme me agradó siempre sobremanera.

Está bien, hace de cuenta que son imaginaciones de “ tu amigo ” y no me contestes nada ”.  Le tuve que contar, le dije que había pasado un mal rato en el trabajo y quería conversar unos instantes con él.  “ Antes de que prosigas, te tengo que hacer un par de preguntas” , -me dijo-.

Le pedí que las hiciera.  1°) ¿A cuántas de tus amigas llamaste antes de hablar conmigo? y 2°) ¿Pretendes conversar con “ el amigo ” o con un hombre que te escuche? “” La primera no me la contestes porque tus amigas, al igual que vos, están preocupadas solamente por sus “ tan interesantes cosas ” y dificulto que te hayan dado mucha “ bola ”, con respecto a la segunda pregunta, te recuerdo que “ hacer de amigo ” redunda en una gran hipocresía y hoy no tengo ganas de aparentar ”.

No cabían dudas, estaba molesto, comprendí que, en cierto modo, no dejaba de tener razón y siguió, “ antes de que cortes el teléfono tengo que decirte un par de cosas ”, parecía que me adivinaba los pensamientos y, gracias a Dios, me contuve para apretar el botón del celular y hoy puedo contarles.

Vos sabes desde siempre que “ el amigo ” es una utopía y después nos quedamos ambos con las manos vacías, en cambio “ el hombre ” es más completo y para con tu persona no admite dobleces.  Tampoco viene al caso que accedas a lo que planteo en mi calidad de hombre, tengo muy claro que los gustos pueden ser distintos y los sentimientos pueden no existir ”.

No lo tomes a mal, no me afecta tanto que pueda ser de este modo pero lo prefiero porque no me lastima y el intento me hace sentir mejor.  Si aún con lo que te digo vos continuas con esa dicotomía para no perder nada, posiblemente por egoísmos y miedos pierdas a los dos, ambos “ tu amigo y el hombre ” darán un paso al costado y toda posibilidad se cerrara ”.

Yo lo llamaba para tener una conversación sobre algo que me afectaba y él “ cargaba mis mochilas ” con un tema que hasta ese momento no pasaba por mi cabeza pero no podía dejar de escucharlo.  “ Estás gastando mucho en teléfono, por eso te voy a proponer algo, en media hora te paso a buscar y vamos a tomar algo, hablamos, conversamos, contáis todo lo tuyo y, de alguna manera, decidimos nuestro futuro ”.  No pude decirle que no, asimismo, estaba segura de poder “ manejar ” esto ya conocido que regresaba.

Fue puntual y cuando llegó lo noté distinto, alegre como siempre se mostró conmigo pero con una seguridad en sus decisiones que antes no había podido ver.  Eran las seis de la tarde y me llevó a un lugar muy coqueto donde podríamos tomar un café, merendar y hasta incluso cenar pero lo mejor estaba dado por la intimidad del lugar.

No lo conocía y allí se destacaba la serenidad, la buena música sin estridencias, un gusto exquisito en la decoración y la atención deferente de un personal que parecía no existir hasta que uno requería de su presencia, todo invitaba a la magia y a lo íntimo del diálogo.

Conversamos, reímos, convenimos en minimizar el problema que yo había tenido y me hizo sentir muy bien, tanto en lo banal como en lo profundo que implica eso de  sentirse muy mujer ante la presencia de un hombre.  Las horas pasaron y en ninguno de los dos flotaban las urgencias para que eso tan hermoso se interrumpiera.

De seguido fue la cena y ya ni con “ chaleco de fuerza ” me arrancaban de eso tan mágico que sólo se puede dar entre dos.  Aún con todo lo que experimentaba, estaba intrigada pues él en ningún momento había hecho mención al tema de “ la amistad ” y, de algún modo, eso me hacía estar inquieta por un incipiente cosquilleo en mi entrepierna y un tanto alerta para tratar de disimular la rigidez de mis pezones.

Yo notaba en sus ojos el interés del hombre por la mujer pero no era ofensivo, tampoco lo era que me tocara las manos o me acariciara la cara y el cabello como al pasar, hasta el “ mi Cielo ”, “ Amor ” o “ Belleza ” con que se dirigía a mi persona me resultaba más agradable que de costumbre.  Si, digo bien porque desde que nos habíamos conocido se había dirigido hacia mí del mismo modo pero fue sólo hasta este instante en que noté la dulzura con que lo expresaba.

Todo estaba resultando espectacular hasta que llegó el momento de pedir los postres.  Fue allí que se paró a mi lado y dijo que iba a darse el gran gusto con un postre que esperó gran parte de su vida.  Levanté mis ojos para mirarlo y él, tomando mi barbilla con una de sus manos, acercó su cara a la mía y me besó con una dulzura que no esperaba, que no conocía, que nunca había experimentado o que, quizás por miedos y reticencias a la entrega, con nadie me detuve a considerar.

Mentiría muy feo si les contara que no me percaté de lo que pretendía hacer, aun así no hice ademán de detener su intención, la conversación referida a los intentos buscando los pedacitos de felicidad que nos debemos y a los momentos del hoy que nos merecemos había dado sus frutos y yo también quería sentir la posibilidad de algo nuevo y mejor, es más, lo estaba deseando.

No solamente le permití el beso, sentí la urgencia y la necesidad de devolverlo. ¿Cómo explicarlo? , jamás lo sentí como la devolución de una gentileza por el momento, la salida o la cena que me había brindado, fue como redescubrir la necesidad del placer y la pasión y él o junto a él lo estaba logrando.  Fueron segundos, quizás un minuto y la magia se instaló.

Cuando él volvió a sentarse en su lugar surgió una tontería a la que las mujeres no podemos sustraernos. ¿Por qué lo hiciste? pregunté, me miró y la risa franca no tardó en aparecer, “ porque vos SOS un tanto “ chapada a la antigua ” y no te hubieses animado a tomar la iniciativa ” me contestó y la que reí fui yo.  “ Ahora se me ocurre una pregunta a mí ”, -me dijo-, “ ¿Por qué lo devolviste? ” y me miró con seriedad.

Por unos segundos me quedé sin palabras, luego lo miré a los ojos y le contesté que le había devuelto el beso porque el suyo me había encantado, reconocí que quizás en otra ocasión lo hubiese tomado de una manera distinta, que podría haberme enojado pero que hoy era una noche especial y me había hecho sentir muy bien, tampoco quería “regalarme” ni decirle que estaba excitada como una chiquilla de quince.

Tampoco le dije en ese momento que comenzaba a redescubrir emociones y deseos que creía abandonados y dormidos y que notaba que las “ cosquillas ” seguían estando presentes, para mi íntima complacencia, “ el fuego ” no se había consumido y él reavivaba esa “ llama ” tan particular con dulzuras y atenciones.  Casi que no recordaba esas hermosas sensaciones que desde el alma se trasladan a todo el cuerpo.

Después fueron más mimos con caricias en mis manos, en mi rostro y con palabras que sonaban a música en mis oídos, quizás las mismas que había escuchado en infinidad de oportunidades pero penetraban distinto, yo las asimilaba distintas.  Me encontraba suelta y decidida a experimentar todo un cúmulo de sensaciones pero no sabía por dónde empezar a canalizarlas.

Él no parecía tener apuros ni tomaba decisiones que una mujer debería esperar y estaba bien, quizás me hubiera sentido desilusionada si me pedía de ir a un hotel.  Tengo claro que no le habría dicho que no pero se me antojaba como algo prosaico, casi vulgar y un tanto alejado de la realidad que yo pretendía vivir.

Pensaba en sus palabras referidas a que la vida se escapa sin que nos demos cuenta y nos quedan demasiadas cuentas pendientes sin que nos resolvamos a saldarlas o por lo menos a intentar saldarlas y, por lo pronto estaba decidida a intentar lo que fuera con mi “ ex amigo ” hoy descubierto hombre, aunque los miedos se “ floreaban ” y parecían burlarse.

Mañana se vería de qué manera se los enfrentaba, hoy el tiempo parecía ser sólo de los dos.  Él giro su cuerpo para llamar al mozo y cuando se aprestaba a pedir el consabido café que ponía un punto final a la cena y a los momentos en ese lugar, me adelanté y le solicité que nos trajera la cuenta, “ el café te lo preparo yo en mi casa ” le dije y sonrió satisfecho.

Comenzaba a creer que no lo ibas a decir nunca, sin embargo te tengo que decir algo muy importante ”, así me dijo y la pausa que le siguió a sus palabras se me hizo infinita. ¿Qué fue lo que pensé en ese instante? , no lo quiero recordar, tampoco alcanzarían las hojas para transcribirlo. ¿Cómo se hace para explicar que con un par de palabras estuve a punto de tener un orgasmo con el que no contaba ni esperaba?

Luego prosiguió, “ me haches sentir tan hombre que, si traspongo las puertas de tu casa, voy a pretender algo más que un café ”, esto me lo dijo mientras apoyaba una mano en el costado de mi cuello y me daba un ligero beso en los labios, entonces me solté, “ con vos me estoy descubriendo muy mujer y lo más probable es que no te deje salir ”.  El camarero cohibió mis ganas de comerle la boca.

Llegamos rápido y el primer beso en el interior de mi casa me dejó sin aliento, ¿el café? , bien gracias, ¿quién recordaba el café en esos momentos? Las urgencias parecieron desatarse pero la experiencia no es en vano y él se tomó todos los tiempos para repetir los besos.

Cada roce, caricia, apretón y cada beso era un estremecimiento distinto, cada tramo de mi piel fue descubierto casi sin que me percatara y, sin pruritos ni remilgos, por primera vez un hombre me hizo sentir hermosa en mi desnudez.  Todo era placer y goce, sus manos y labios no descansaban en su lento y profundo recorrido entonces supe que mi entrega necesitaba también de mis respuestas y me aboqué a conseguir el placer que él merecía.

Entendí aquello que él alguna vez me había dicho, “ si yo pudiera acariciarte, mis manos resultarían pocas para tratar de darte placer ”, aquella vez casi que me había ofendido por su afirmación y hoy notaba con un poco de desilusión que mis dos manos no alcanzaban para recorrer su piel.

Mi boca descendía por su pecho, pubis y al llegar a su entrepierna su mástil erguido me recibió expectante.  Mi apuro, la excitación y lo “oxidado” de mi práctica me provocó un arcada pero eso no me amilanó, máxime cuando giró su cuerpo buscando conformar el número que define una entrega recíproca en la que la pasión se hace dueña.

No sabía si reír por el placer que experimentaba o llorar por el estúpido tiempo perdido, decidí gozar y en cuanto al tiempo trataría de recuperarlo a como diera lugar.  Su boca en mi intimidad parecía que lograrían hacerme estallar y su mano jugando en la zanja y en el agujerito casi olvidado hacía que las estrellas bailaran conmigo en una danza de ensueños.

Visto que no hay café, tendré que conformarme con lo delicioso de tu néctar ” me dijo, quizás lo que antes me hubiese resultado cursi o posiblemente fuera de lugar, se unificó con la profundidad de su lengua que horadando y lamiendo provocó una explosión y esa especie de corriente eléctrica tan particular que parecía desmembrar mi cuerpo.

Aguantó mis movimientos y continuó lamiendo, besando y absorbiendo labios íntimos que aleteaban y una oquedad que se olvidó lo de ser tan fruncida.  Su boca me elevaba a un Cielo muy particular que pocas mujeres experimentan y los estallidos de placer que, en mi caso, provocan lágrimas y temblores que se continúan, no se hicieron esperar.

Se sorprendió con mis lágrimas y el “ dame más ” aventó sus dudas, después, ¿qué fue lo que no pasó después? ...  Yo diría que resurgieron maravillosas realidades que estúpidamente se guardan en un miserable “ cajón ” repleto de egoísmos.

Ya la boca no alcanzaba, mis “explosiones” habían abandonado a su ariete y se giró nuevamente para que su dureza invadiera mi intimidad de forma lenta, lenta y profunda, logrando con ello que se embarullaran todos mis sentidos mezclando un dolor efímero que se hizo sentir en todo su recorrido y derivaba a la vez en un placer absoluto.

Sus manos y boca en mis pechos y pezones endurecidos, las entradas y salidas de mi interior con delicadezas y urgencias me desquiciaron.  Experimentar el momento en que me llenaba con su semen fue apoteósico, le correspondí con lo último que me quedaba de fuerzas y resbalamos abrazados en nuestra transpiración.   La madrugada nos sorprendió mojados y agotados pero como el sueño nos vencía, haciéndonos un bollo y abrazados, nos entregamos a él.

En un principio dije que habían pasado diez días y la práctica nos permite acaparar aprendizajes y experiencias nuevas cada vez más placenteras que solamente surgen y se comparten.  Quiero y logro sentirlo en cada una de mis cavidades, ya no hay dolores y el placer, como nunca, se comparte a pleno.

¡Qué tremenda cantidad de tiempo perdido dando alimento a lo ínfimo del egoísmo! , por eso hoy, alejada de miedos e inseguridades, pienso y actúo distinto, a nadie volveré a decir que se abstenga de intentar pues los resultados pueden tornarse cercanos a lo “ mágico ”.

Además, como nadie está exento, si lo negativo pudiese llegar a surgir, habría llegado el momento de aplicar esa inteligencia que decimos detentar para, simplemente, convertirlo en positivo.

Respecto a lo que vivimos con mi hoy “ amigo-hombre ” u “ hombre-amigo ”, lo escribo así porque he podido comprobar que esta conjunción es posible y a mis pruebas y gozosas experiencias me remito, no sé cuánto puede durar, quizás meses, años o lo que reste de vida pero mientras estemos nos vamos a brindar por enteros con charlas, conversaciones, mimos, caricias, salidas, aceptaciones o discrepancias, en esencia, compartiendo, todo lo cual, ya no me cabe ninguna duda, es maravilloso.-

GUILLEOS1

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