Bienvenido a casa hermanito [Viernes, sexo oral]

Segundo día que conviven Carlos y su hermanita Ana, la cual tras pillarlo en la ducha, se da cuenta de lo bien que le han sentado los años a su querido hermano. (¡Dejen comentarios para saber si les gusta!)

Me desperté relativamente temprano, por lo que aproveché para remolonear en la cama repasando los hechos del día anterior… y qué día.

Mi hermano, al que no veía desde hacía diez años, había vuelto a casa justo cuando mis padres se habían ido de vacaciones ¿lo habría hecho queriendo? No, probablemente hubiera sido casualidad, él no tenía forma de saber acerca del viaje.

Rodé sobre mí misma hasta ponerme boca abajo, ¿Qué había hecho? Acababa de meter a un chico de veintisiete años en mi casa sin pedirle más explicaciones. Estaba loca. Tenía que estarlo, pero le había echado tanto de menos…

Recordé cómo habíamos estado hablando el día anterior, hasta bien entrada la noche y ambos tuvimos que irnos a dormir. Me había contado que estuvo ganando una pequeña fortuna durante un tiempo, pero que su ex lo echó todo a perder por culpa del juego y la bebida. Luego de eso, obviamente lo dejaron. Más tarde había estado callejeando de aquí allá, trabajando de lo que pudiera, malviviendo, viviendo al día. Supuse que estaba exagerando un poquito para darme pena y que lo dejara quedarse más tiempo, pero tampoco me importó. Era Carlos, y había vuelto a casa después de tanto tiempo. Quise llamar a mis padres, pero no me dejó. Dijo que prefería explicárselo todo él cuando llegasen, y lo entendí. O más bien no tuve más remedio que respetar la que, al fin y al cabo, era su decisión.

No me había dado cuenta del paso del tiempo hasta que el rechinar de la cama de la habitación de al lado me sacó de mis ensoñaciones. Miré el reloj y decidí que ya era hora de levantarme yo también.

—Buenos días, hermanita—No pude evitar poner mala cara. No podía acostumbrarme a esto de un día para otro.

—Buenos días, ¿cómo has dormido?

—Mejor que en mucho tiempo, aunque esa cama… no está muy allá, ¿eh? —Le fruncí el ceño, ¿cómo se atrevía a quejarse? Mamá y papá no habían tocado su habitación desde que se fue porque casi no eran capaces de entrar sin ponerse a llorar.

—Ya. Bueno, ¿vas a desayunar?

—Sí, hazme unos huevos revueltos, ¿y hay cereales? Bueno, si hay puedes ponerlos encima de la mesa mientras yo voy a ducharme, ¿vale?—No me dio tiempo a replicar cuando ya se estaba yendo, ¡pero qué cara más dura tenía el cabrón!

[…]

No había cereales y los huevos revueltos no me parecían un buen desayuno, por lo que pasé de él y empecé a hacer tortitas a partir de una receta en internet que tenía ganas de probar.

Estaba sirviendo las tortitas en la mesa cuando decidí preguntarle si prefería sirope de chocolate o de caramelo.

—Oye Car…—No pude terminar la frase al fijarme en la puerta del baño, que estaba algo más abierta de lo que debería. Por un momento dudé entre irme y desayunar sola, pero la curiosidad me pudo. ¿Cómo le habrían sentado los años a mi hermano? Con miedo y algo de vergüenza miré a través de la puerta entreabierta, y menuda sorpresa.

No podía verlo completamente, pero desde luego mal no estaba. Se notaba que no era un niño y que estaba ya completamente formado, tenía las espaldas anchas y considerablemente fuertes, pero sin llegar a algo excesivo.

Sabía que era mi hermano y el hecho de que me estuviese pareciendo atractivo me repugnaba…pero qué diablos, hacía diez años que no lo veía, no tenía tantos sentimientos fraternales hacia él.

Seguí mirando embobada cómo se secaba hasta que se dio la vuelta se me escapó un pequeño jadeo. Dios. Mío. Cierto era que yo no había visto demasiadas hombrías en mi vida, pero estaba segura de que aquello era muy grande. Pero lo más sorprendente fue ver que no estaba exactamente en reposo.

Me había quedado mirándola tan fijamente que no me di cuenta de que él también me estaba mirando.

—Si quieres le hago una foto, hermanita. Te va a durar más.—En ese momento quise hundir mi cabeza en la tierra. ¿Cómo había podido pillarme mientras le miraba…eso tan fijamente? —No me digas que nunca has visto una, Ana—Dijo con algo de preocupación mientras abría la puerta y se mostraba tal y como Dios le trajo al mundo. Mientras yo seguía con los ojos como platos.

—¿Qué? No, quiero decir sí, claro que sí que he visto algunas… —No podía evitar echarle algún que otro vistazo de reojo.

—Ya… seguro. Anda, mi hermanita es virgen—Dijo con algo de sorna.—¿Pero tú cuántos años tienes? ¿Trece? Venga, que no muerde. Eso sí, deja de mirarla si no quieres que se ponga más dura todavía.

Tragué saliva, pero intenté recomponerme. No iba a dejar que ese imbécil me tomara por una niñita que se sonrojaba al oír la palabra pene.

—Yo…eh…¿te excita que te mire?

—Ana, tienes 18 años. Ya eres una mujer, preciosa por cierto. No puedes venir a espiarme mientras me seco sólo con un top de tirantas y esas braguitas que no tapan nada y esperar que no me ponga que me la mires.

Me volví a sonrojar, por lo que opté por darle la espalda.

—Voy a desayunar. En la mesa tienes sirope de chocolate y de caramelo, coge el que prefieras.

Le oí reírse a mi espalda, como si le hiciera gracia mi reacción.

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.

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Cuando terminamos de desayunar yo ya estaba malísima. Comer con un hombre como mi hermano al lado era inquietante, pero si encima iba sin camiseta, en pantalones de pijama y con una erección de caballo que llevaba una media hora y aún no había bajado, más.

—¿Es que no va a bajar nunca?—Le pregunté, con cara de indignación. No tienes vergüenza.

—Si quieres que baje primero tienes que dejar de mirármela, hermanita.—Dijo mientras me guiñaba un ojo.

El muy desgraciado se había dado cuenta.

—Eres un salido.

—Y tú tienes las hormonas revolucionadas, cariño. Cómo se nota que no tienes novio, ¿Quieres que te compre un vibrador? —Me cabreé y le di un manotazo en el pecho para que se callara, pero creo que me hice más daño yo que él. Se rio. Y nuevamente mis ojos se dirigieron al bulto, que parecía marcarse más aún.

—Si quieres me la saco para que la veas mejor, hermanita. O mejor aún, sácala tú.—No soportaba su tono burlón, como si pensara que era una mojigata.

—Perro ladrador poco mordedor. Eso dice mucho de ti.

No oí respuesta, por lo que me giré a ver si se había marchado.

Pero desde luego no esperaba ver a mi hermano sentado en la silla con su…miembro en la mano.

Me quedé muda.

Y embobada.

Su mano subía y bajaba a lo largo de su polla. Y por más que quería, no podía dejar de mirar.

Definitivamente nunca había visto ninguna igual.

Me mordí el labio, que había empezado a resecarse.

—Ven aquí, Ana—Su voz se había vuelto más ronca, y con ello más… ¿sexy?

Creo que no lo escuché, porque tampoco me moví.

Pero él sí se movió, se levantó y vino hacia mí sin dejar de tocársela muy lentamente.

Se podría decir que me acorraló contra la encimera, pero la verdad es que yo tampoco me moví.

Noté su miembro cálido contra mi estómago y su aliento en mi cuello. Y me gustaba.

—No era un farol, hermanita. —Cogió mi mano y la llevó hasta su polla. Iba a decir algo cuando con su otra mano me agarró de la nuca y me besó. Y yo tampoco puse demasiada resistencia.

—¿Qué pasa, tampoco nunca has hecho una paja, hermanita?

Había estado quieta hasta ese momento, en el que tomé el control sobre mí misma y le agarré la polla con firmeza. No era la primera vez que lo hacía.

Me miró con una media sonrisa de superioridad. Lo que no esperaba era que tomase el control en ese mismo momento y lo arrastrase hasta nuestro cuarto, donde le ordené que se sentara en la cama.

Se sorprendió. Sin duda aquello no se lo esperaba, pero no dijo nada.

Me arrodillé sin dejar de mirarlo a los ojos, con decisión. Empecé por lamer lentamente todo el tronco, sin prisa, le oí suspirar cuando mi mano le rodeó la base para empezar a masturbarle también muy lentamente. Después más rápido, lamiendo y chupando la punta, que ya estaba cargada de líquido preseminal. Le dejé agarrarme la cabeza, pero no que hiciera presión.

Dejé de masturbarle sólo cuando me la metí en la boca, tragando todo lo que podía. Noté sus dedos clavándose en mi cabeza, y supe que no iba a tardar demasiado cuando empezó a marcar un ritmo acelerado, sin importarle si me asfixiaba o no.

—Joder qué puta eres, Ana. No sabía que la chupabas tan bien. Joder, si sigues así me voy a correr.

Yo misma aceleré el ritmo al oír eso, quería que mi hermanito se corriese en mi boca.

Pero de repente paró, me separó de él y me levantó.

—Hermanita, si sigues así voy a correrme. Y no pienso correrme sin haberte tocado antes.

Me besó sin importarle que momentos antes hubiera estado comiéndole la polla, y eso me gustó.

Bajó a besos por mi cuello, por mi cuello, atrayendo a la vez mi cuerpo al suyo. Sólo se separó para mirarme y quitarme el top.

—Sí, sin duda has crecido mucho, hermanita. Tienes unas tetas preciosas —Dijo mientras sus labios aprisionaban un pezón y su mano atrapaba el otro, apretándolo.

Me sonrojé y gemí mientras le agarraba la cabeza.

—Carlos…para—Me miró, pero no paró. Su lengua frotaba mi pezón derecho con fuerza, y de vez en cuando lo mordía suavemente, arrancándome más suspiros que no me dejaban pensar con claridad.

No quería decirle que me gustaba mantener el control. Quería que él se corriese, que él perdiera el control. Pero no yo.

Me sujetó de las caderas mientras su boca seguía dándome besos por el estómago, bajando hasta detenerse en el hueso de la cadera, donde se quedó jugueteando con la goma de las braguitas.

Metió su nariz entre mis piernas y suspiró justo antes de pasar dos dedos por mi rajita, sobre las bragas.

Gemí y moví las caderas contra su mano.

—Carlos, por favor.

—¿Por favor qué, hermanita?

Me sonrojé. Me daba vergüenza decírselo en voz alta.

—Ana, si no me dices lo que quieres yo no puedo adivinarlo.—El muy cabrón se estaba riendo de mí en mi cara.

—Tócame Carlos, tócame por favor.

Casi podía notar su sonrisa mientras me tumbaba en la cama y me bajaba las bragas.

Lo miré mientras separaba mis piernas y miraba mi coño con atención y casi con adoración.

—Dime hermanita, ¿alguna vez te han comido bien el coño?—Me estremecí, podía notar su cálido aliento mientras hablaba.

—Eh…no. A mi ex le daba asco practicarme sexo oral.

Se rio y pasó su lengua por toda mi rajita. Jadeé, no me lo esperaba.

—Pues qué gilipollas era tu ex.

Se alejó para empezar a darme besos por el interior de la rodilla, dejando mordiscos y besos hasta llegar a mi entrepierna. Y otra vez pasó lengua por toda mi rajita, haciéndome gemir más fuerte. Y vuelta a empezar.

No podía más, necesitaba que me tocara.

Pareció notarlo, porque acto seguido introdujo un dedo en mi coño, que a esas alturas estaba muy mojado.

—Joder Ana cómo estás.

Me introdujo hasta tres dedos, moviéndolos y doblándolos en mi interior, a veces rápido y a veces lento. Me estaba matando, y a juzgar por mis gemidos, creo que se daba cuenta.

Estaba a punto de correrme cuando sacó sus dedos de mi interior. Pensé que se había cansado cuando noté sus labios besando mi coñito. Me mordió el muslo interno antes de empezar a comerme el coño… y qué forma de hacerlo.

Me agarró del culo atrayéndome hacia su boca, que no dejaba de lamer mi clítoris con movimientos circulares, variando la velocidad. A veces seguía jugueteando con su lengua en mi coñito y añadía dedos.

—Carlos...Carlos por favor

—Dime, hermanita

—No pares. Me voy a ccorrer— Apreté su cabeza contra mi entrepierna mientras notaba cómo me recorría el característico calor interno.

Sus manos me sujetaron las caderas cuando su lengua empezó a penetrarme y uno de sus dedos se introdujo en mi culo.

Y el orgasmo que tuve fue brutal.

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Gracias por leer y agradecería que siguierais dejando comentarios para poder mejorar o, si quieren, qué fantasía les gustaría que escribiese la próxima vez.

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