Bienvenido a casa hermanito [Sábado, cuatro patas]

Siguen las aventuras de Carlos y Ana, dos hermanos que se reencuentran tras diez años sin verse. Tercer día. ¡Dejen comentarios opinando y diciendo cuál quieren que sea la siguiente fantasía!

Llegué a casa sobre las cinco de la tarde (había estado toda la mañana de compras por el centro y comiendo con una amiga mía), y vi que Carlos aún no había llegado, por lo que me puse a limpiar un poco la casa para que no se acumulase la suciedad y tuviera que quitarlo todo el día antes a la llegada de mis padres.

Me pregunté qué estaría haciendo Carlos, pues me había dicho que intentaría usar la casa sólo para dormir y que durante el día estaría lo menos posible. Obviamente le había dicho que no hacía falta, pero tampoco pareció importarle mucho.

Descansé un poco en el sillón y minutos antes de las siete me puse a arreglar el salón y la cocina, más tarde me pondría con las habitaciones.

Estaba haciéndole la cama a mi hermano cuando descubrí, en el suelo, entre su mesita de noche y el cabecero de la cama, una cámara antigua de fotos instantáneas junto con algunas fotos mías dormida, en mi cama. Quise enfurecerme, pero mi coño, lejos de eso, comenzó a mojarse al pensar en la posibilidad de que mi propio hermano se masturbase con fotos mías (Solía dormir con poca ropa). Me sonrojé por mi estúpida reacción y maldije a Carlos por degenerado. Acto seguido dejé de ordenar su cuarto por si me encontraba otra sorpresita, al fin y al cabo, él ya era mayorcito para ordenar sus cosas.

[…]

Dieron las once y aún no había ni rastro de Carlos.

A las once y media empecé a inquietarme, ¿y si había vuelto a irse? No, no podía ser porque aún tenía ropa en casa. No quise darle mayor importancia y empecé a prepararme para salir.

Me puse un vestido al muslo de una manga, negro, algo ajustado y unos tacones. Me maquillé un poco y llamé a mis amigas para ver dónde estaban, pues ellas no salían tan tarde y ya tendrían algunas copas en el cuerpo.

De camino al local donde se encontraban, me topé con Carlos.

—¿Dónde vas vestida como una puta?—Dijo mientras me miraba de arriba abajo.

—¿Y a ti qué coño te importa? ¿Dónde has estado tú?

—No te interesa, hermanita. Y respóndeme, ¿dónde vas?

Me molestó el tono que usó conmigo, por lo que le puse mala cara y me giré para irme.

—Tú no te vas hasta que no me digas a dónde vas, Ana.—Me agarró del brazo con fuerza, mientras me aprisionaba contra la pared más cercana.

Lo miré a los ojos y me asusté, realmente daba miedo cuando se lo proponía.

—A La locura pegadiza .

Sonrió y me soltó del brazo, alejándose como si ni siquiera me hubiese oído.

.

.

.

Busqué a Sara con la mirada y vi que estaba algo contenta bailando con un tío de raza negra. Sonreí. Sara siempre iba a por los chicos negros.

Pedí un ron con coca cola poniéndole ojitos al barman para que me invitase, pero en lugar de eso, me invitó el hombre moreno del otro lado de la barra.

Le sonreí y se acercó lentamente hasta donde estaba.

Estuvimos tonteando un poco hasta que me invitó a bailar, el hombre era bastante atractivo y la verdad es que ya llevaba más de un cubata en el cuerpo, por lo que iba algo más desinhibida de lo normal.

Estuvimos bailando pegados y hablando más pegados aún hasta que una de sus manos se apoyó en mi cadera, subiendo y bajando con lentitud a la vez que me apretaba contra su cuerpo.

A medida que pasaba el tiempo, iba subiendo mi nivel de alcohol en sangre, pues a mi acompañante no parecía importarle pagarme algún que otro cubata.

Cuando el calentón ya era más que evidente, me gritó algo al oído para que nos fuéramos a su casa, a lo que obviamente acepté. Estando ya en la puerta del local tuve que decirle que me esperase, pues había olvidado que hacía un rato que necesitaba ir al baño.

[…]

Ya en el baño me refresqué un poco la nuca y la cara, no me gustaba ir tan tan bebida.

Me dispuse a volver donde estaba el tío de los cubatas cuando alguien me agarró del brazo con brusquedad.

—Otra vez tú—Prácticamente le gruñí.

—Sí. Otra vez yo. Y ahora te vienes a casa. Y bájate el vestido que te estoy viendo el alma.—A pesar de no habérmelo dicho gritando, le oí perfectamente. Y aunque no me gustara admitirlo, me ponía que me hablase en ese tono tan… dominante.

—Pero qué dices Carlos. Me están esperando.

—Sí, ya lo he visto en la entrada. Y ya le he dicho que podía irse por donde había venido. Tú te vienes conmigo. Ahora.—Empezó a llevarme del brazo con un agarre de acero, pero sin llegar a hacerme daño realmente.

Iba suficientemente borracha como para no oponer demasiada resistencia, pero no tanto como para no saber lo que estaba pasando.

—Eres un gilipollas, que lo sepas. —Le grité mientras le seguía.

—Sí. Ya mañana cuando puedas sostenerte en pie tú sola me lo dices. Y me das las gracias también por haberte librado de ese imbécil.

—No era imbécil…y además me ha pagado el alcohol de hoy.— Me excusé.

—¿Ahora te vendes por alcohol, Ana?—Bajé la mirada y resoplé.

—Gilipollas. A ti lo que te pasa es que estás celoso.—No lo decía en serio, pero la negra mirada que me echó me hizo no volver a hablar en todo el trayecto a casa.

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Prácticamente me tuvo que llevar en brazos hasta mi cuarto, pues me estaba quedando dormida. Una vez allí me tumbó con delicadeza y al ver mi estado, suspiró.

—Ana… ¿Puedes cambiarte sola?

—Hmmmppff claro.

Intenté levantarme pero me caí. Carlos rodó los ojos y gruñó.

—Estate quieta, hermanita.—Dijo con ese tono autoritario que tanto me gustaba.

Me irguió con una mano y, tragando saliva, me bajó la cremallera del vestido.

—Te voy a poner el pijama, ¿vale?—Asentí con la cabeza, aún embotada.

Me bajó las mangas con lentitud y luego lo subió desde los muslos, rozando mi cuerpo más de lo estrictamente necesario.

Quizás por el alcohol, quizás por el calentón, quizás porque simplemente me ponía mi hermano, pero quise jugar un poquito más.

—Carlos…—susurré.

—Dime—Su voz sonaba bastante más ronca que antes.

—Duermo sin sujetador—Me pareció ver un intento brillo en sus ojos, pero quizás fue el alcohol.

—Como quieras, hermanita.—Dijo, desabrochándome el sujetador de un solo movimiento.

Le vi apretar los labios a la vez que se oscurecía su mirada.

Pensé que no era justo que me hubiera quitado a mi ligue de esa noche, por lo que decidí portarme mal con él.

Prácticamente desnuda como estaba, me abracé a él y le susurré al oído lo agradecida que le estaba.

—Túmbate Carlos, es justo que ahora sea yo quien te cambie de ropa.—En realidad él no había terminado de cambiarme, pero tampoco escuché ninguna queja de su parte.

Lo senté en la cama y, aunque intenté desnudarlo estando de pie, al final tuve que sentarme a su lado para no marearme.

Le quité la camiseta y, al igual que él, toqué más de lo estrictamente necesario. El hijo de puta alegraba a la vista.

Tenía que reconocer que aquello se me estaba yendo de las manos, pero había llegado a la conclusión de que quería follármelo. Sí, quería follarme a mi hermano.

Me puse a horcajadas sobre él y lo besé. Pero me separó de él.

—Ana, estás borracha. No quiero aprovecharme de ti.

—No me vengas ahora con remilgos que he visto las fotos que tienes en tu cuarto, Carlos.

—No, Ana. Estás borracha.

—No estoy tan borracha, sé lo que hago—Y era verdad, ya se me había pasado el embotamiento.

Volví a besarle y comencé a frotarme un poco contra el creciente bulto de su pantalón, incrementando la intensidad del roce y prácticamente manchándole los vaqueros.

Noté cómo se oscurecía la mirada de mi contenido hermanito y cómo se debatía por dentro.

—Iré al infierno de todos modos, al cuerno con todo.—Dijo mientras me agarraba fuertemente de las caderas y me frotaba con más fuerza.

Pensé que la polla acabaría por romperle el pantalón. Dios mío.

Se bajó los pantalones rápidamente junto con los boxers y a mí me quitó las bragas, tirándolas al suelo.

Se recostó contra la pared y volvió a sentarme sobre él, agarrándome del culo.

—Ahora necesito que te estés quieta, hermanita.— Cogió su polla con una mano y comenzó a pasármela por toda mi rajita, frotando con especial atención mi clítoris, pero sin llegar a meterla en ningún momento.

Gemí y moví las caderas casi involuntariamente.

—Ah, joder, Carlos.

—Quieta.— Dijo mientras seguía frotándome el clítoris con su polla, la cual estaba tan dura como una piedra.

En un momento dado decidió parar y, atrayéndome aún más hacia sí, atrapó uno de mis pezones en su boca, lamiéndolo y mordiéndolo con suavidad mientras sus manos me agarraban las caderas.

Y de un empujón, me la metió. Y grité. Y empezó a un ritmo demasiado lento, me estaba torturando y lo sabía.

No dejaba de mordisquearme los pezones mientras me follaba con una lentitud que me estaba matando.

Le agarré de los hombros y empecé a marcar un ritmo más rápido, lo necesitaba. Sonrió mientras, sosteniéndome aún por las caderas, me detuvo.

Se tumbó en la cama y me dijo que quería probar algo nuevo.

—Gírate, Ana. Siéntate a horcajadas sobre mí pero dándome la espalda. Me apetece mirarte el culo mientras me follas.

Me sonrojé, pero obedecí con ganas.

Esta vez fue él quien me obligó a seguir un ritmo más rápido, dándome un azote de vez en cuando. Estaba a punto de correrme cuando me obligó a parar de nuevo. Gemí con frustración contenida.

—A cuatro patas, puta.—Y, con la mano, tiró de mi espalda hacia abajo, poniendo mi culo en pompa.—Quiero follarte así. No te muevas.

Se colocó detrás de mí y empezó a follarme de verdad, como un animal. La posición resultaba tan humillante como excitante.

—Carlos, me voy a correr—Gemí.

—Aún no, puta.—Dijo mientras me daba un azote en la nalga derecha y aumentaba el ritmo.

Intenté resistirme, pero la verdad es que contener un orgasmo no es fácil.

Mordí la almohada con fuerza mientras intentaba que no se notase, pero Carlos no era tonto.

—Serás zorra—Siguió dándome azotes hasta que él también se corrió en mi interior.

Siguió bombeando más lentamente un rato, hasta que la sacó y se tumbó a mi lado.

—Ana…

—Tomo la píldora, tranquilo.—Le susurré mientras me abrazaba a él y caíamos en un profundo sueño.

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Muchas gracias a todas las personas que comentaron en los anteriores capítulos, agradecería mucho que volviesen a comentar en este para saber si les está gustando.

También tendré en cuenta en los siguientes capítulos a quienes dijeron que querían conocer la historia de Carlos.

¡Gracias por leer!