Bien follado en una sauna.
Entré allí porque el tío que me gustaba se lió con otro en mi cara, pero luego me olvidé rápido de él. ¡Qué gusto de sauna!
Aquella noche actué como un crío pequeño. Me llamo Dani y tengo treinta y cuatro años, y esto que os voy a contar ocurrió un sábado por la noche al salir con mis amigos.
En el grupo venía el chico que me molaba y durante la noche, y en mitad de la discoteca, se lió con otro en mi cara. Me despedí al rato de mis colegas y me fui con la intención de irme a casa, amargado, jodido.
Me fui andando para despejarme un poco, pues las últimas copas me las había bebido de manera muy rápida y me sentía algo mareado. Tenía un trayecto de unos cuarenta minutos y serían casi las tres de la mañana cuando me encaminé en dirección a casa.
Pensaba enfadado sobre aquel chico que me molaba cuando en cierta zona de una calle poco iluminada levanté la vista y me encontré con una sauna. Era una sauna de tíos, vaya, y estaba abierta con un cartel sutilmente alumbrado y una puerta algo disimulada. Yo conocía de su existencia pero jamás nunca había entrado ni en aquella ni en ninguna sauna así.
Vi el letrero, “Olimpo”. Ni me lo pensé. Quizás fue porque estaba jodido, pero encaminé los últimos pasos y crucé la puerta.
Tras una pequeña entrada había una ventanilla y un chico tras ella. Era mono. Vi que era algo más joven que yo y tan solo llevaba una toalla en la cintura que le tapaba lo imprescindible. Ya allí en aquel cubículo se olía a humedad, a duchas, a vestuario.
Pagué la entrada oportuna y el chico me entregó chanclas, una toalla y la llave de mi taquilla.
Algo que me sorprendió fue que a los pocos segundos de acceder al vestuario y a la zona de taquillas el chico de la puerta entró y me preguntó relajado.
-¿Has venido antes? –Estaba apoyado en una pared y al parecer había estado observándome-.
-No, nunca había venido. –Sonreí tímidamente-.
-¿Sabes que aquí dentro habrá muchos tíos que te quieran partir ese culito, no?
Me quedé algo frío, pero aquello me estimuló y me sonrojó.
-También habrá muchos dispuestos a clavarse éstos diecinueve, ¿no? –Aunque tuviese aún puesto el pantalón me agarré con la mano mi rabo y mis huevos y los apreté marcando aún más mi bulto-.
-Vale… -El chico rió amistosamente mientras se fijaba en mi paquete-. …me llamo Erik, en muchos sitios tienes condones, si necesitas algo, ven y avísame. Y sobre todo, diviértete. Tienes una barra por si quieres alguna copa también.
Tras irse me dispuse a desnudarme y a dejar todas mis pertenencias en el interior de mi taquilla. Una vez desnudo me fui hacia un espejo y me observé. Todos los tíos que se acostaban conmigo me decían que estaba muy bueno. Tengo buen cuerpo, pues siempre he jugado a futbol, y llevo más de cinco años en el gimnasio por lo que tengo un cuerpo bien definido. Y siempre, siempre me he esforzado por tener muy fuertes las piernas y el culo pues sé que es lo que más gusta de mi cuerpo. Miré mi rabo y lo vi colgando. La verdad es que estaba algo morcillón porque aquel lugar parecía un sitio de perversión desenfrenada, lujuria, y secretos, y ya estaba algo caliente. Había allí una puerta que daba lugar al interior del complejo y una vez cruzada, todo podía pasar.
Tengo experiencia en el sexo. Siempre me he acostado con tíos, cuanto más masculinos mejor. Yo no tengo nada de pluma y soy un tipo disimulado y discreto. Pero allí no había que ser discretos, ni disimulado, en la sauna ya se sabe a lo que se va.
Justo en aquel momento entró un tío en los vestuarios al tiempo que yo me cubría con la toalla y se dirigió a una taquilla. Yo me dirigí a la puerta y apenas me dio tiempo a fijarme, pero el tío tenía buena pinta y una buena polla colgando.
Crucé la puerta. Accedí mediante un corto pasillo a una especie de hall donde había una barra y un camarero vestido igual que Erik, con una corta toalla. Era otro chico joven con buena planta, aunque algo más musculado que el de la entrada. Me pedí una copa y eché una mirada para ver la mercancía.
Enseguida me di cuenta de que la mercancía allí era yo. Casi todos los tíos de la sala me observaban. Los había muy diferentes, pero la media de edad rondaría los cuarenta y cinco. En aquel hall habría unos ocho hombres y muchos parecía que habían visto algo de su agrado.
-¿Se puede entrar con la copa? –Le pregunté al camarero-.
-Excepto en la zona de duchas, sí. El vaso es de pvc. –Me contestó, y me guiñó un ojo-. Tranquilo.
Así que entré al interior. La sauna en sí, lo que era el complejo de zorreo una vez entrabas desde la zona de la barra, era grande y bien distribuido. Había una zona de duchas amplias, individuales pero contiguas, y con mamparas de cristal por lo que se veía todo a la derecha y a la izquierda. Dos salas de calor seco de buen tamaño, amplias y con bancos de azulejos donde cabían tranquilamente unos veinte o treinta tíos. Había otras dos salas de calor húmedo que me gustaron mucho pues consistían en escalones de alturas diferentes y zonas de jacuzzi en el interior. Además había una zona de unas veinte cabinas con camillas, y muchos pasillos y recovecos, esquinas y escaleras. El lugar parecía limpio y siempre olía más fuerte a jabón, a calor, a sudor aquí o allí, pero había un olor general a limpio y eso me agradó. Estuve conociendo aquel lugar mientras bebía mi copa, veía lo que era una cosa y salía al poco. También me fui fijando en el elenco de tíos que allí había. Por lo menos más de treinta tíos estábamos metidos allí con la misma intención.
Muchos me miraban y me sonreían, o pasaban cerca de mí con la intención de buscarme con la mirada. Pero salvo en fijarme en algunos que sí me pusieron burro no hice nada más hasta que solté mi vaso en una papelera.
Vi que Erik estaba en lo cierto. Por muchos lugares había cestas con condones, o jarras de cristal llenas de envoltorios plateados dispuestos a ser abiertos y usados.
Entré en una de las salas de vapor. Hacía un enorme calor y al principio costaba acostumbrarse. Aquella estancia estaba casi en penumbras y no se veía apenas nada. Pero sí se oía algún que otro churrepeteo de vez en cuando o algún gemido.
Tantee medio a oscuras y hallé un lugar y me senté. Me quité mi toalla y la dejé doblada a la mitad sobre las piernas. Supe que había respaldo y me tumbé hacia atrás.
En menos de un minuto una mano me tocó el hombro y acto seguido deslizó dos dedos hacia uno de mis pezones y lo pellizcó. Mi polla dio un respingo. Mi cuerpo ya chorreaba sudor por todos los poros y mis manos y todo mi cuerpo estaba húmedo o mojado. Aquella mano se deslizó con suavidad por mi pecho y buscó el otro pezón. También lo pellizco y esta vez algo más fuerte. La desconocida mano, solo con aquel gesto, ya me había puesto el rabo casi duro, bien morcillote, mis diecinieve centímetros en su mayor extensión.
Así lo encontró otra mano desconocida y diferente que me tanteó por una pierna y se coló por debajo de la toalla hasta que llegó a mi polla. La agarró y comprobó palpando la buena polla que me colgaba entre las piernas.
El mismo tipo que me había pellizcado con sus manos buscó mi propia mano y cuando la cogió la dirigió muy despacio hacia algo duro. Me hizo tocarle el cipote. Era muy ancho, y tenía buen tamaño. Me agarró mi mano con la suya y comenzó a pajearse el rabo, hasta que yo solo seguí el ritmo y comencé una suave y rica paja en aquel gordo miembro.
Allí no veías a quien tocabas, solo palpabas y olías, o degustabas. La mano que tenía en mi polla ya me estaba recorriendo todo el tallo con sus dedos en una húmeda paja. Aquellos dedos me supieron a gloria y me quitaron la toalla lentamente. Supuse que era el mismo que me estaba pajeando a mí, porque la mano fue sustituida por una boca y empezaron a mamarme mis diecinueve centímetros de polla.
Uff! Me dejé hacer por cómo me supo aquella boca. ¡Qué manera de comérmela entera! Las copas de alcohol que llevaba encima me hicieron perder las maneras y agarré con la mano que tenía libre la cabeza de mi mamador para marcarle el ritmo que a mí me gustaba. Le agarré del pelo, por la coronilla, y hundí su cara en mi pelvis clavándole todo el rabo en el interior de la garganta. Se la saqué y respiró corriendo al tiempo en que le hundí de nuevo la cara en mi entrepierna, y así sin dejarle respirar más que por unos segundos cada muchos. El placer que me daba aquella boca ajena no hizo más que calentarme mucho más y la paja que yo estaba haciendo la intensifiqué hasta el punto en que aquel desconocido se corrió en mi mano lefándome todos los dedos. El ruido de aquel momento atrajo a algunos curiosos.
El tipo al que había descargado me apretó su mano sobre la mía mientras se pajeaba suavemente, la leche empapó nuestras dos manos y refregó su gordo rabo por entre ellas, luego sacó la polla y me estrechó la mano fuertemente.
Me encantó aquel gesto a modo de despedida, sellando las manos con su leche entre ellas. No me la limpié, me olí todos los dedos, uno a uno, y la apoyé en el banco donde estaba. ¡Cómo me gustaba el olor a semen! Me hacía ponerme muy cerdo, era como inhalar popper y sentir segundo después cómo el placer se intensificaba. No acostumbraba a tragármelo, pero sí me encantaba jugar con la lefa y olerla.
Seguía marcando el ritmo de la boca que me mamaba. Con rapidez y algo de agresividad, incluso. Mi rabo entraba en aquella boca con total suavidad. Lo tenía chorreando y lleno de babas, y aquel tío no paraba en ningún momento ni usaba sus manos, era todo tragar mi polla, tragar y tragar deslizando sus labios por mi tallo y chocando sus morros contra mi afeitada pelvis.
-¿Quieres biberón? –Le susurré en la oreja a aquel desconocido que me mamaba el rabo de manera frenética-.
No contestó, solo siguió y siguió mamando, haciendo que su cabeza subiese y bajase por mi falo.
-Tómalo. –Le dije al rato cuando ciertos espasmos me indicaban que mis huevos estaban a punto de descargar a tope-.
No paré de follarle la boca mientras me corría y noté cómo el primer trallazo le entró directo a la tráquea, pues tenía el capullo de mi cipote en lo más hondo de su garganta en aquel momento. Los demás ya fueron entrando y saliendo por su garganta al ritmo que él marcó, porque le lefé toda la boca, frotando bien el rabo contra su lengua. Se lo tragó todo. Siguió mamando hasta que mi rabo perdió fuerza y éste quedó totalmente limpio.
Tras serenarme noté otras manos que intentaban obtener placer de alguna manera. Allí no se veía lo que se hacía, pero debido a los gemidos de los dos tíos que nos corrimos estábamos rodeados de manos y partes de cuerpos que buscaban placer, darlo u obtenerlo.
Me levanté con cuidado y salí poco a poco de aquel enjambre de tíos que se tomaban la libertad de tocarme por todos lados de manera lasciva. Tardé solo unos segundos entre que me puse de pie y logré salir de aquella sala de vapor que me tenía seco y extenuado, y solo durante aquellos segundos que tardé noté unos labios entorno a mi prepucio que intentaba succionar mi falo morcillón. Otros dedos intentaron entrar en mi ojete y al menos media docena de manos me tocaban los pezones, los glúteos o la espalda.
Me dirigí a las duchas y me di una buena enjabonada con agua tibia. Notaba mi piel muy dilatada por el calor extremo de la sauna, y por el tiempo que estuve allí metido con aquella temperatura.
Vi los chorros de agua caer a través de mi pecho, a través del surco que formaban mis dos definidos pectorales. Mis abdominales parecían dunas con el jabón, y me encantó cuando me vi el rabo chorreando espuma. Me eché algo más del jabón que el lugar te ofrecía y me llevé la mano al culo. Mis glúteos eran duros y firmes y me encantaba masajeármelos en la ducha. Me recreé un buen rato y degusté el placer del agua caer sobre mi cuerpo.
Fui consciente de que había tres tipos observándome y uno de ellos me miraba de manera cerda mientras se cascaba el rabo. Tenía un cipote mucho más grande que el mío y junto a algo de jabón aquel tipo se pajeaba aquel enorme pollón. Me hizo varios gestos para que fuese a su ducha, pero aunque mi rabo dio un bote al ver a aquel maromo no me moví de mi plato de ducha. Había más gente allí y no estaba dispuesto a dejarme a hacer pues allí sí se podía ver algo.
El tío salió de su ducha y se dirigió hacia la zona de cabinas mientras que me miraba y me hacía gestos para que me fuera con él.
Me terminé de retirar todo el jabón y cerré el agua. Me di cuenta de que no tenía toalla, pero me dio igual y seguí a aquel tío.
Al llegar a aquellos pasillos en penumbra intenté localizar al dueño de semejante pollón y al cabo de un rato lo vi. Otros hombres se insinuaban mientras, o directamente levantaban una mano y te rozaban al pasar junto a ellos. El tipo vio que lo buscaba y tras hacerme un gesto con la cabeza lo seguí hasta que dimos con una cabina vacía.
Era algo más alto que yo. Cierto es que yo tengo el cuerpo definido pero no tengo una construcción de cuerpo ancho. Mis muslos si tienen mucho volumen en su musculatura, pero mi torso es estrechito. El tipo que tenía frente a mí también era de mi edad o quizá algo más mayor. Era súper morboso, el muy cabrón. Anchísimo de hombros, con brazacos muy marcados. Llevaba ahora una toalla en la cintura, pero se le veía marcado el rabo a lo largo de aquella toalla y en aquella penumbra. Era enorme.
La cabina era como el ascensor de un hospital, de estos típicos que cabe una cama con ruedas para subir y bajar pacientes. Tendría ese mismo tamaño. Había una camilla adherida a una de las paredes. Un amplio espejo y una papelera. También había un sillón, y en su regazo había por lo menos unos diez condones.
El tío no se anduvo con preámbulos. Tiró la toalla sobre el sillón y se vino hacia a mí. Me comió la boca mientras agarraba mi culo con sus dos manos. Al pegarse a mí noté de seguida como tu tremendo pollón me rozó y chocó contra mi abdomen.
Aquellos besos me pusieron como una moto. Me metía su lengua bien dentro de la boca y me escupía a veces mientras yo abría mis labios. Otras veces me mordía en los labios y me daba picos tiernamente. Pero todo ello mientras con sus dedos me perforaba el ojete. No fue delicado, y no lubricó sus dedos. Pensó que con la humedad del cuerpo y con la reciente ducha mi culo estaría más lubricado y por eso fue a saco.
Me metía un dedo, luego dos, luego uno de cada mano, o rodeaba uno de mis glúteos con una mano y me lo estrujaba mientras yo hacía fuerza y endurecía el músculo para que comprobase cómo tenía el culo de duro. Me dio varias palmadas y entre eso y los apretones que me daba con sus manos mi culo se empezó a poner rojo.
Era súper caliente aquel tío. Me ponía como un cerdo con sus besos y morreos, pero me hacía arder el culo con sus dedos.
Le agarré la polla con una de mis manos para intentar relajarlo y abarqué el grosor que aquel cipote tenía. Era tremendo. Más de veinte centímetros de tallo coronado con un buen prepucio rosado aún más ancho, era recto y marcado con venas gruesas. Tenía también dos buenos cojones colgándoles, y parecían cargados.
-¿Llevas mucho aquí? –Me preguntó con cierto acento extranjero. Quizás, rumano-.
-No, apenas acabo de entrar, ¿y tú?
-He entrado hace diez minutos, eres el primero que me voy a follar. ¿Quieres, verdad? –El tío era rumano o búlgaro, del Este desde luego. Me derretía con su forma de hablar, y me ponía súper burro con su cuerpo. Tenía varios tatuajes en los brazos. Agarré su rabo con las dos manos y empecé a deslizar mis manos-.
-¿Ya sabes que me vas a follar? –Le pregunté con cara de vicio-.
-Sí… -Rió-. …desde que te vi ponerte jabón en la ducha. Tu culo está muy duro, tío. Estás muy bueno.
No le contesté, solo me agaché y me puse en cuclillas frente a aquel enorme rabo. Acerqué mi boca abriéndola mucho y avancé con mi lengua para mojársela desde el principio. ¡Qué polla! Qué rica me supo. Le devolví a aquel extranjero toda la mamada que anteriormente me habían hecho a mí. Al principio me costó un poco tragarla entera, pero poco a poco y con mucha saliva lo logré.
-Tu has comido muchas pollas, maricón. –Me dijo el tío nada más empezar a tragarla entera. Y seguí mamando aquel cipote-.
Teníamos la puerta de la cabina abierta y en varias ocasiones mi nuevo amigo despachaba a los tíos que intentaban participar o que solo miraban. Aquella habitación estaba iluminada con la típica luz roja de emergencia, y se veía bien si te querías fijar.
A mi me dio igual en todo momento quien mirara o quien estuviera allí cascándosela mientras yo tragaba aquel tremendo pollón. Estaba entregado a aquella polla. En nada comenzó a lubricar precum y yo la degusté con ganas. Era enorme, entraba entera por la garganta, pero la sentía llenarme la boca y cortarme el aire cuando se deslizaba hacia dentro.
Tras al menos veinte minutos mamando y mamando, aquel tipo me sacó el rabo de la boca y me puso a cuatro patas sobre la camilla que allí había. Cogió un condón del sillón y se lo puso. Escupió en mi ojete y me metió de golpe dos dedos mientras volvía a escupir. Me dilató en dos minutos mientras metía y metía dedos en mi culo, haciendo que mi ojete ardiera y mi culo pidiera a gritos aquel tremendo cipote.
Sin avisarme apoyó el glande en mi ojete y la enterró bien dentro en la primera estocada. Estaba dispuesto a dejarme hacer, a que me doliera al principio con tal de no oponer resistencia a aquella polla. ¡Quería que me follara! Y me enterró casi todo el cipote de una estocada y apenas sentí dolor.
Estaba muy cachondo.
Me la terminó de meter entera y comenzó a bombearme el culo sacándola casi de golpe y volviéndola a meter. Se escupió un par de veces más en la polla, y entre eso y el propio lubricante del condón, mi culo cedió y empecé a disfrutar.
Aquel buen falo me entraba entero por el culo y a mí me hacía sentirme el más puto de todos los gays. ¡Qué polla me estaban metiendo! Notaba aquel glande entrar y deslizarse hacia dentro, lo notaba recorrer mi recto hasta que los huevos de aquel tío chocaban con mi pubis y me tocaba por dentro en mi tope, directamente en la próstata.
Vi que teníamos espectadores, y al menos cuatro o cinco tíos estaban en la puerta mientras aquel desconocido me daba por el culo. Todos con sus rabos duros. Me fijé y había tres que merecían mucho la pena de mamarlos. Incluso uno de aquellos tíos me puso cachondo también, pues estaba bien bueno.
-¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! –Se escuchaba allí dentro-.
-¡Ah… mmmm. Ah, ah, ah… -Yo gemía de placer. No podía evitarlo. Yo no tenía pluma, y mis gemidos eran los de un tío gozando al recibir a otro por el culo-. Ah, ah, ah… mmmmmmm, ah, dame, dame…
Mi nuevo amigo me embestía con fuerza cuando frenó en seco y me la sacó haciendo que me tumbara boca arriba en la camilla. Me asió las piernas con sus manos y me las levantó. Me fijé en su rabo y vi que estaba manchado de precum blanco, y vi que a pesar de la oscuridad tenía puesto el condón, pues brillaba en la penumbra.
Me la volvió a meter fuerte y empezó salvajemente a follarme. Giraba su pelvis y me la metía desde más arriba para que la notara bien pegada a las paredes de mi culo. ¡Qué gozada! Y qué enculada me dio allí, mientras los tíos de la puerta seguían observando tal tremenda follada.
Tras aquella postura, el tipo se sentó en el sillón y me hizo sentar de espaldas a él sobre su rabo.
¡Qué rico entró con el culo abierto! Me dejé caer sobre su falo y entró hasta el fondo. Mi gemido fue largo. ¡Qué polla, dios! Mis musculosas piernas empezaron a subir y a bajar mi cuerpo, sentándome sobre su pelvis una y otra vez.
-¡Uff…! …mmmm…–Gemía yo-. Qué rico, tío. ¡Cuánta polla tienes, cabrón!
-Salta, tío. –Me decía el extranjero-. Tu culo traga mucho, dale.
Dos de los hombres que miraban desde la puerta habían entrado algo más en la cabina, incluso uno de ellos se acercó bastante y nos miraba con deseo. Estaba bien rico, también tenía una buena polla, la verdad, y el tío estaba bien formado. Me fijé en lo que más me llamó la atención de él, su vello. Tenía una buena cantidad de vello corporal, y en algunas zonas lo llevaba recortado, pero su pecho transmitía virilidad. Mi amante pollón extranjero no le dijo nada a él cuando se acercó del todo y apoyó su trasero en la camilla mientras nos miraba a medio metro de distancia. Se tocaba toda su herramienta con ambas manos.
Me sonrió y se miró el nabo mientras lo descapullaba y se tocaba con un dedo el prepucio. Lo tenía empapado y jugueteaba con su capullo.
El extranjero me cogió con sus manos por las caderas y empezó a hacer que yo me sentara sobre él más violentamente. En aquella postura su cipote chocaba con mi tope e incluso me producía algo de dolor, aún así yo disfrutaba enormemente.
-¿Quieres chupar polla mientras te follo? –Me preguntó el extranjero con cara de vicio y me di cuenta de que quería verme chupar para terminar y correrse-.
Y así lo hice, le cogí el rabo con la mano a aquel otro tío y me lo metí en mi boca mientras votaba con mi pelvis sobre el pollón del extranjero. Oí un par de risotadas desde la puerta y alguna frase suelta.
-Qué puta es. Qué culazo. Que pollón. Cómo gime la puta. Cómo se mueve el maricón. –Y lindezas así que decían, que lo más que hacían era ponerme más cachondo-.
Tuve que indicarle al extranjero que se suavizara pues a la vez que yo bajaba él subía su pelvis y me la clavaba tan hondo que me dolía enormemente. Pero aún así pocas veces cedió y siguió destrozándome el ojete y el culo mientras me la clavaba una y otra vez.
-Me corro tío, me corro. –Dijo el extranjero, cogiéndome con sus manos por los hombros y pegando mi espalda a su ancho y empapado pecho. Noté cómo se hundía más en mí en aquellas embestidas. Tenía tanta fuerza que me clavó en su pelvis y empezó a disparar leche en mi interior-. ¡Ah, ah, ah, aaaah, ah, Aaah…
Mi culo parecía empapado, y ahora que el extranjero se había parado notaba cómo me palpitaba, mi puto culo pedía más.
Lentamente saqué aquel pollón de mi cuerpo y me incorporé manteniendo muy abiertas mis piernas. Miré hacia abajo y vi el condón de aquel tío completamente blanco.
-Yo suelto demasiada leche siempre, tío. –Me dijo mientras se recomponía y me acariciaba el culo-. Por eso me pongo condón, no porque no quiera lecharte.
-Ja, ja. –Reí con suavidad. Me encantaba su acento y no dejé de mirarle mientras se quitaba aquel condón y lo tiraba a la papelera-.
¿Qué monumento de tío me acababa de empalar!
Mientras, el tío velludo al que se la estaba mamando se había puesto en pie y se había ubicado a mi espalda. Comenzaba a acariciarme el culo con sus manos y rozar su rabo en el. El extranjero me dio un tierno beso en los labios.
-Me has gustado, tío. Tienes un culo muy bueno.
Y se marchó de la cabina dejándome allí. Mi culo seguía palpitando, así que no le dije que no al tipo velludo cuando me preguntó en el oído si podía metérmela. Y acto seguido, allí de pie, me la puso en el ojete y me la ensartó. Yo estaba lubricado debido a la follada con el extranjero además de bien dilatado por su pollón, así que la de este otro hombre entró de una, entera.
-Aaaaah… -Gemí yo, y asombrado con gusto pues me encantó aquella clavada-.
El tipo empezó a follarme despacio y a disfrutar de mi culo ya abierto y mojado.
-Joder… -Exclamaba entre jadeos aquel otro hombre. Debía de tener unos cuarenta y pocos, era de alto como yo, y delgado de cuerpo bien formado-. Cómo te entra, coño. Uff… mmmm. Ven.
Se sentó en la camilla y abrió sus piernas, quedando su rabo duro justo en el borde del colchón, mientras sus cojones caían hacia abajo. Me pidió que me sentara y que lo cabalgara como le había hecho al extranjero. Sonreí y le besé. Me giré dándole la espalda y puse mi culo cerca de su nabo hasta que su glande chocó con mi piel.
Después de haberse ido el extranjero, hasta otros dos tíos más habían entrado en la cabina y otros cuatro estaban en la puerta viendo aquella escena. Justo antes de sentarme sobre el tipo velludo y su polla uno de aquellos hombres se me acercó y me empezó a acariciar con cuidado para ver si yo le permitía tocarme. Como no le dije nada siguió en ello. Era un tipo normal, joven eso sí, pues ni llegaba a los treinta, pero de aspecto y físico normal.
-¡Aaaaah, qué mojado está… -Seguía disfrutando el velludo mientras me la insertaba por mi ojete una y otra, y otra vez-. Uff… mmmm, ah, aaaah, ah, ah…
Mi culo ardía de gusto, aquella segunda polla me entraba muy fácilmente, me resbala. No era pequeña ni por asomo, y parecía tener el tamaño y el grosor perfectos, pero me hacía disfrutar un montón, y el tío tenía su punto. Yo votaba y daba gracias a mis muslos bien trabajados por dejarme mantener aquel ritmo de follada. Mi culo me pedía polla.
-¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf!
Mi culo votaba y chocaba con la pelvis de aquel tío, y como nuestros cuerpos estaban mojados sonaba cada vez que se unían.
El jovencito me empezó a mamar mi rabo, ya estaba dura, pero hizo que me muriera del gusto con su boca. Por detrás tenía al velludo embistiéndome el culo y mientras aquel otro chico me mamaba el rabo. Estaba en la gloria. Me acordé por un momento de aquel mierda que me gustaba y que al principio de aquella noche me había hecho daño liándose con otro en mi cara.
-¡Te jodes, gilipollas. Mira lo que te pierdes! –Pensé en mi mente-.
-Ah, ah, aaaah, mmmm… -Seguía gimiendo el velludo tras de mí-.
Llegados a aquel momento de éxtasis y placer, dejaba que cualquiera de los que allí estaban me tocasen o acariciasen. Había allí al menos cinco hombres conmigo y aquella cabina se convirtió en punto de encuentro, pues otros dos tíos se estaban liando en una de las esquinas de la habitación incluso, y otros tres o cuatro estaban en la puerta con sus pollas tiesas mientras se tocaban o pajeaban.
Otro de los tíos que había allí me ponía cachondo y tenía buena polla, larga y bien coronado por un enorme capullo rosa. Era algo mayor pues rondaría los cuarenta y cinco o más, pero el tío me resultó morboso y le invité a que se acercara. Estaba rapado y tenía los ojos de color azules. Le mordí el labio y empezamos a besarnos con las lenguas por fuera de nuestras bocas.
-¿Quieres que te la coma? –Le pregunté a aquel tío entre besos y salivazos-.
Me dijo que sí, que claro. Indiqué al chico que me estaba mamando a mí que cambiara de posición y quedó debajo de mí, entre mis piernas, mientras el tipo velludo me seguía follando por detrás y me embestía como un burro con su polla. Yo incliné hacia delante mi torso y me apoyé en las caderas del tío de ojos azules, mientras su polla quedaba a escasos centímetros de mi cara. Descapullé el prepucio y olí su glande.
En el acto abrí mis labios y lo embadurné en saliva con mi lengua, luego empecé a succionarla y a tragarla entera, mientras que el tipo empezaba a jadear y a mover su pelvis para hundirme más su polla en la boca.
Además de mis tres compañeros de sesión notaba varias manos en mi cuerpo, que me pellizcaban los pezones con delicadeza, a veces con saña, que me sobaban el culo o que me azotaban fuertemente en los cachetes. Incluso un tipo empezó a meterme dedos mientras el velludo seguía dándome por culo, pero éste mismo hizo que me dejara el culo en paz.
No llevaba ni un par de minutos mamándole el rabo al tío rapado cuando por detrás de mí noté cómo el velludo me empotraba con fuerza y se echaba hacia delante sobre mi espalda mientras me hablaba en susurro.
-¿Quieres que te preñe? Eres mi primer culo hoy y estoy sano. –Me dijo-.
Supe así que no tenía condón puesto, aunque por todos sitios la sauna disponía de ellos. Aún así estuve disfrutando mogollón con su rabo y de él, y no quise tampoco parar pues al embestirme fuerte me daba mayor placer.
-Córrete dentro. –Le dije en voz baja, a pesar de que todos los que allí estaban pudieron oírlo perfectamente-.
El tío empezó a empotrarme fuerte, y me sentí como una coneja típica de los vídeos documentales que les llega el macho y la ensartan frenéticamente hasta que se corren. Así me sentí, el velludo me hundió las manos en mis caderas y me agarró fuerte mientras me pegaba a su pelvis y me escupía toda su lefa en mi culo. Ni una gota dejó salir, y siguió dándome por culo un rato mientras me abarcaba los dos glúteos con sus manos y me los estrujaba con fuerza.
-¡Gracias por tu culo, tío! –Me dijo cuando salió de mí, y se despidió-.
El chico joven que tenía bajo mí seguía mamándome con gusto y me procuraba un placer extra mientras yo se la comía al rapado de ojos azules.
Sin saber si quiera quién era o cómo era de físico, otro tío me encaró el culo y me metió otro cipote. Así, de repente.
-¡Ah! –Gemí de repente, pues aquel nuevo cipote rompía las barreras de mis esfínteres. Era gordísimo. Entrar entró, pero me costó mucho adaptarme a el, y una vez lo hizo me hizo sentirme más abierto que nunca. Además de gordísimo era largo, y una vez entró tuve que desesperar por notarlo entero dentro. Era más pollón incluso que el del extranjero. Justo cuando el vaivén hacía que me entrara más y más otro hombre se colocó junto al rapado de ojos azules y me ofreció su mástil colocándolo al lado de mis labios. Era otro buen rabo. Levanté mi ojos y miré al rapado buscando su aceptación, pues no quería que se fuera si empezaba a mamar otro rabo, y me sonrió haciéndome un gesto. Me saqué su cipote de la boca y me metí el del recién llegado. Alcé la vista y vi a un tremendo tío moreno de unos cuarenta años, grandote y fuerte con algo de barriga. Su polla me encantó porque sabía demasiado a semen, como si se hubiese corrido hacía poco.
-¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! –El último tío que me la estaba metiendo al fin había conseguido meterme todo su rabo y me sentía el culo más que cedido. Aquella gorda polla mediría unos veinticinco por lo menos, y me la había clavado entera-.
El recién llegado me cogió la cabeza con las dos manos y hundió toda su carne en mi boca, dándome la primera arcada de la noche. La sacó y la volvió a enterrar sin miramientos provocándome otra arcada. La sacó y por tercera vez me la clavó entera pero justo cuando me venía la arcada la hundió más aún y me empezó a follar salvajemente la boca. Apenas podía respirar y aquella polla me llenaba la garganta y la notaba perfectamente entrar y provocarme fatiga. Pero nada, aquel tipo siguió y siguió hasta que le vino la corrida, me mantuvo cogido por la cabeza un buen rato y lo pasé algo mal al principio a pesar del calentón que me estaba procurando al sodomizarme así. En nada noté cómo mi boca se embadurnaba con el sabor de la leche. Noté hasta entre los dientes cómo la lefa de aquel tío me llenó la boca y me entró por la garganta al degustarlo sin que el tipo parase de follarme fuerte la garganta y me metiera toda la lecha hacia dentro.
-¡Uff…! ¡Ah, me corro, me corro, me corro, me corro, aaaah…
Cuando quiso detenerse, me la sacó de la boca y me dio una torta en la cara a modo de despedida. Enseguida, el tipo rapado de ojos azules apuntó con su polla a mi cara y sin darme tiempo a recuperarme me la metió por la boca.
Justo antes de que este me hiciera aquello, me dio tiempo de voltear la cara y ver al dueño de la tremenda polla que me estaba destrozando el culo. Era un tío enorme, me pareció un gigante mientras le miraba desde abajo. Ahora entendí que el tamaño del miembro que me estaba metiendo era proporcionado al tío que me embestía.
Yo quería gemir por el gusto que aquel enorme pollón me estaba dando en el culo, pero no podía porque ahora me follaba nuevamente la boca el tipo de ojos azules. Me levantó la cara con su mano y me penetró la garganta directamente con su nabo. Me folló fuerte y sin piedad después de ver lo que había echo conmigo en la de torta en la cara.
Al rato de mamarle el rabo un tío se fue acercando con el rabo en la mano. Era un rabo normal, pero el tío se lo pajeaba frenéticamente. Yo no paré de mamar el nabo del tío rapado, pero se acercó un poco más a mi cara y en cierto momento estalló con un gemido y se corrió en mi rostro, lefándome la mejilla, la oreja, el pelo y los labios, por lo que de alguna manera probé también aquella leche caliente que me supo algo dulce.
Ya había perdido la cuenta de a cuantos tíos había tocado aquella noche, o con cuántos había estado ya. Cinco, seis, había perdido la cuenta, pero estaba gozando como una perra de aquel momento. Pronto aquel morboso tío rapado dio muestras de que llegaba al clímax y me lo hizo saber. Este fue más cabrón aún y en vez de darme leche se corrió en mi cara y juntó su corrida con la del tío que instantes antes me había lefado y me la dio a comer mientras usaba su prepucio a modo de cuchara. Justo en aquel momento sentí que me corría y tuve uno de los mejores orgasmos que recuerdo. El joven mamador se bebió por completo toda mi corrida y tras un tierno gesto se marchó y también me dejó allí, a merced de aquel tipo gigante que me enculaba por detrás.
Otros tíos que había por allí habían intentado usarme para darles placer, pero ya no quise más. Permití que el gigantón me llenara las entrañas con su leche mientras yo gemía con dolor por las brutas embestidas que me dio al final. Pero salí de aquella cabina, y pocas veces son las que me he sentido tan satisfecho tras echar un polvo como en aquella ocasión.
Llegué a las duchas y comencé a lavar mi cuerpo. Allí topé con otro chico que tenía buena pinta y él se me acercó, tendría mi edad, y me pareció súper guapo. Eso sí, estaba mucho más pedo que yo y acabó pidiéndome que lo enculara allí mismo, a pelo y de pie, mientras varios tíos observaban aquel último polvo. Yo estaba derrotado, y mi culo ya me decía que finalizara por aquella noche pues me habían follado tres buenas pollas y ya había de sobra. Por ello me follé a aquel tipo mientras el agua caía por nuestros cuerpos. Cuando estaba a punto de correrme se lo hice saber al chico y este sacó mi rabo de su culo y se agachó rápido para tragar toda la leche que de mi prepucio salió. Me despedí de él con un tierno beso y terminé de ducharme.
Luego me dirigí al vestuario y abrí mi taquilla. No tenía toalla con que secarme así que Erik me prestó otra toalla. Estuvo allí conmigo mientras me vestía, y no sé bien cómo ocurrió pero terminé mamándole el rabo y tragándome toda la leche que de él salió, demostrándome el jodido Erik que era un bestia dando polla, pues arremetió contra mi boca cuando le dije que no me dejaba por el culo.
-Tío, hacía mucho que no veía un culo así, quiero follártelo. –Me decía-. Déjame metértela, tío. Vamos, déjame que te la clave, anda…
Pero nada, mi culo me ardía y a pesar de que Erik tenía buen rabo como para poner el culo decliné su oferta, por lo que se ensañó y me destrozó la boca el muy hijo de puta. Eso sí, me harté de polla.
Y me marché de aquel lugar tras despedirme de él. Ahora sí me dirigí hacia casa, pero eran las ocho y diez de la mañana, iba con mi culo muy bien follado y con mis cojones bien descargados. ¡Ah! Y otra cosa, no me acordé más del chico que me gustaba.