Biblia de la lujuria - I

Un chico encuentra un libro muy especial el cual le servirá para iniciarse y con el tiempo controlar hechizos sexuales que no dudará en utilizar con todos aquellos que caigan en sus redes.

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Sé que mucha gente no creerá mi historia, pero he de contarla. Y de forma totalmente anónima. Quiero compartir mi secreto y quizá que se unan a mí. Quizá formar una secta. Porque creo que soy el primer brujo de la lujuria que vayan a conocer. He encontrado un tomo secreto, que contiene muchísimos hechizos para subyugar y controlar los sentimientos y el cuerpo de otras personas. Esta es la historia de cómo llegué a poseerlo y a probar su poder.

Me gusta pasear por tiendas de libros. De estas tiendas polvorientas con libros a peso el kilo. Donde lo que importa es el número de páginas y no lo que lleven escrito. Me paseo y cojo dos o tres cada cierto tiempo, para aumentar cada vez más mi poblada biblioteca casera.

Estaba en una librería que no había visto nunca. Entonces, vi un destello rojo en una esquina apartada. Como un faro que me llamase sólo a mí. Había más gente, pero parecía que nadie podía verlo aparte de mí. Me acerqué y lo vi. Un tomo grande de color rojo que brillaba con un fulgor casi cegador.

Lo saqué y lo escondí en la mochila con la que había entrado. Tenía que cogerlo… Al tocarlo, inmediatamente me empalmé en mi máximo tamaño. La tenía normal, ni grande ni pequeña, mediana… Las chicas con las que estuve no se habían quejado que yo supiese… Pero ese libro tenía que ser mío, no podía arriesgarme a pasar por el mostrador y comprarlo porque seguro que el viejo dependiente no me lo vendería. Así que disimulé poniéndolo en la mochila, cogiendo otros tres libros que quería y pagándolos.

El viejo me miró amable, me cobró los libros y me dijo si venía de la escuela. Por la mochila! Yo contesté rápido que sí, que según había salido de clases (estudio en la universidad a distancia) había venido directo. Me preguntó qué tal iba, le dije que bien. Notaba una humedad en mi calzoncillo cuando le dije que me iba.

Al fin, el libro en mi poder! Agarré la mochila para asegurarme que llegaba a casa sana y salva. Llegué a casa, saqué el libro, tiré la mochila a una esquina, cerré la puerta y lo puse encima de cama. Me quité el pantalón y el calzoncillo, me desnudé entero. Sudaba y estaba erecto como nunca.

Lo abrí, mientras con la mano derecha me masturbaba como nunca antes. Las páginas estaban en blanco, ninguna estaba escriba. Pasaba páginas con la mano izquierda, mientras con la derecha me masturbaba cada vez más rápido. Más o menos al llegar a la mitad del libro, me corrí con un loco. Babeaba, y todo mi semen fue a parar encima de las páginas del libro. No pude evitarlo, aunque sabía que acababa de joder el libro. Cerré los ojos mientras salían las últimas gotas de semen. Luego los abrí.

Pude ver como mi semen era absorbido por las páginas, rápidamente desaparecía delante de mis ojos. Toqué con los dedos y vi que las páginas estaban perfectamente secas. Y que empezaban a aparecer letras extrañas. Pero yo las entendía y no sabía por qué ni cómo era capaz. Empecé a leer.

  • Para hacer dormir a una mujer. – Y luego un cántico extraño. Se entendía que era un conjuro. De repente deseaba probarlo, me vestí y me propuse a memorizar el texto que había que recitar. Decía que había que recitarlo y luego tocar a esa mujer en la cabeza. Me moría por probarlo. Decía que era uno de los más fáciles y básicos, que a partir de ahí podrías hacer otros más complicados… Bueno, dormir a alguien no era nada malo. Así que ya estaba deseando una víctima.

Como si algún poder superior me escuchase, apareció mi prima por la puerta. Estaban de vacaciones un mes en nuestra casa, habían llegado ayer mi tía y mi prima y la hermana de mi prima. Mi tía Laura tenía cuarenta y pocos, y su hija, Fátima tenía veintiuno. Fátima venía de un recado, y me saludó al llegar. Era muy maja y risueña, pero era una suicide girl. Una suicide girl es una chica pálida que tiene bastantes tatuajes por el cuerpo, sobre todo tatuajes a color. Además, siempre se tiñen el pelo de colores chillones. Fátima lo llevaba azul eléctrico, una camiseta de tirantes y un pantalón vaquero pirata bastante ceñido. Es bastante flaca y muy pálida. Llevaba unas gafas de montura negra de pasta y un piercing de aro en el labio. Sus dientes eran perfectos y ella era preciosa. De hecho había hecho fotos y tenía un blog sobre lo que es ser una suicide girl. A mí me ponía a mil ese tema la verdad.

  • Que tal el día Dani!

  • Hola Fati, que tal? Vienes de la peluquería o qué? Estás fantástica!

  • Caramba! Muchas gracias primo… Pues sí, vengo de la pelu, que este pelo no se mantiene solo, cuesta un poco, pero me encanta, lo adoro! Voy a ver un poco la tele, te vienes?

  • Pues claro! – Nos sentamos en el mismo sofá y empezamos a ver la tele. Ella atendía al móvil de vez en cuando, mientras yo, por lo bajo, susurraba lo que había aprendido en el libro. Iba a ponerlo en práctica… Si no funcionaba, pues a otra cosa. Pero y si funcionaba? Cuando acabé, me levanté del sofá y le hice un gesto como que iba a la cocina. No podía hablar, porque rompería el hechizo.

Pero al llegar a la entrada del salón, di la vuelta y me acerqué sigiloso. Con cuidado, puse mis manos sobre su cabeza, con firmeza. Si no pasaba nada, pensaba fingir que la quería dar un susto. Pero el efecto fue inmediato. Se sobresaltó al notar mis manos en su pelo azul y cayó desmadejada con la cabeza apoyada en su hombro y respirando pesadamente. La llamé.

  • Fa…. Fátima? Estás bien?

No contestaba, y eso que repetí la llamada en voz alta. Le tomé el pulso, latía regular y tranquilo. Notaba su respiración, con un ligero respingo parecido a un ronroneo o ronquido muy leve. Había funcionado a la perfección!

Estaba emocionado, no podía creerlo! Entonces me acerqué a ella, la hablé al oído. Ni caso. Acerqué mi boca a su cuello. Tenía la piel muy suave, pálida… perfecta. Le di un beso en el cuello. Con dulzura. Tampoco notaba cambios en ella. Entonces me atreví a más. En mi interior, una parte decía que ya bastaba, que era mi prima y podía despertar en cualquier momento. Pero otra parte sabía que no despertaría tan fácilmente y que una vez dormida, era mía. Estábamos a solas y podía explorar posibilidades, sin que quedaran rastros de lo que había hecho. Así que fui a más. Le di un beso en la boca. Apreté mi lengua contra sus labios, los lamí a conciencia, incluidos sus suaves dientes. Tenía la boca abierta, la típica de gente dormida profundamente.

Me comí toda su boca, pasando mi lengua por todos sus recovecos. Ella no respondía al beso, claro está, pero yo estaba en la gloria. Al fin me comía esa boca que solo había visto en fotos y sonriéndome tímida. Puse mis manos sobre sus pechos. Los tenía pequeños, pero bien colocados en su sitio. La apoyé contra mí y le quité la camiseta con cuidado.

Llevaba un sujetador azul, a juego con el pelo. Estaba adornado con encaje. Apoyada en mí como estaba, no tuve problema en desabrocharle el sujetador. Se lo quité y sus pechos blanquitos y con algún lunar que otro me pusieron a cien por hora. Miré el reloj, tenía al menos una hora hasta que llegasen mi madre y mi tía, y no iba a desaprovecharla.

Recorrí con la lengua unas frases que tenía tatuadas en el lateral de uno de sus pechos… luego hacia arriba, donde me encontré con su pezón rosado y caliente. Comencé a chuparlo, a deslizarle la lengua por él. Al momento comenzó a crecer dentro de mi boca… Sobresalía bastante y sabía a gloria, a piel de chica recién duchada, a sexo y calor, sabía a prohibido. Luego pasé al otro, mientras me quitaba el pantalón y el calzoncillo, dejando mi polla y mis huevos al aire libre, todo excitado y empalmado. Dejé de chupar y me quité la camiseta. Al fin estaba desnudo.

Pero faltaba Fátima, así que la recosté contra el sofá, le levanté las caderas y le desabroché el botón del pantalón. Le bajé la cremallera y se lo bajé lentamente. Llevaba un precioso tanga azul, a juego con el sujetador, del mismo conjunto y con el mismo encaje, solo que la tela del tanga transparentaba, con lo que pude ver su coñito. Lo tenía totalmente depilado y se veía delicioso. Lamí su ombligo mientras le quitaba el tanga. Luego fui bajando y bajando, mientras con los brazos, la coloqué bien recostada y le abrí las piernas de par en par.

Tenía una pinta deliciosa su coñito. Sin esperar, puse mi boca sobre él, oliendo el perfume de sus labios vaginales. Ella se estremeció al tocarle con la lengua su clítoris escondido, y temí que se despertara. Pero aparte del estremecimiento y un gemido, su estado era el de antes. Profundamente dormida. Mi excitación estaba en su punto máximo, pero quería saborear el momento. Separé con cuidado los labios de su coñito y exploré con la lengua su interior. Sabía saladito y muy rico. Puse mi lengua buscando su agujero y lo encontré. Jugueteé con él un ratito y volví luego al clítoris, tocándolo con la punta de la lengua suavemente.

Ella comenzó a suspirar, mientras un poco de flujo humedecía su entrepierna. Luego me levanté, apuntando con mi polla totalmente erecta hacia su cara. Le cogí la cabeza con cuidado, le abrí la boca e introduje con cuidado mi polla en su interior. Con cuidado la restregaba en su lengua reluciente de saliva, proporcionándome una mamada espectacular. Miré hacia abajo, y vi su sugerente coñito abierto, como invitándome a entrar en él, pero algo me lo impidió. No sabía si era virgen… y si la desvirgaba, podría despertarla con el dolor y manchar de sangre. Decidí que no era el plan para hoy, ya tendría la ocasión.

Sólo pensar en follármela, en tener la posibilidad real de cabalgarla sin riesgo en un futuro, casi me hizo correrme. Hice unas embestidas más contra su boca, se la quité rápidamente y me corrí en sus tetas. Llené con mi leche todas sus tetas y su pecho. Incluso un chorretón por el cuello y otro que bajaba hacia el ombligo.

Jugueteé con la punta de mi polla sus pezones, disfrutando la sensación. Me corrí más que otras veces, bastante más.

Cuando me tranquilicé, fui a la cocina y cogí unos cuantos papeles. Limpié toda mi corrida de su cuerpo, limpiando con delicadeza. Me acerqué a su coñito y lo olí por última vez. Luego le di un beso en el clítoris y una lamida en profundidad. Luego cogí una toalla humedecida y le limpié con cuidado su coñito. Cuando el resultado fue perfecto, la besé varias veces más y la fui vistiendo. Le puse el tanga, pantalones, luego sujetador y camiseta. La dejé en una postura natural, como si se hubiese quedado dormida.

Volví al cuarto a leer el libro. Busqué cómo despertarla, ya que no respondió a nada de lo que le hice así que supuse que tendría que despertarla yo con otro modo. Al pasar la página venía: “Para despertar a la mujer”. Una sencilla frase en esa lengua extraña, que tenía que ser susurrada en un oído, mientras se acariciaba el cuello.

Volví a la sala, encendí la tele y usé la fórmula.

Despertó lentamente, me miró, me sonrió.

  • Me he quedado dormida?

  • Sí, te has quedado totalmente sopa, Fati – Me reí con ganas y ella me siguió. Se desperezó y dijo que iba al baño. Sonreí. Había funcionado todo a la perfección. Ese libro era un tesoro, y pensaba guardarlo y usarlo para siempre. Una sed había nacido en mí y no se iría nunca. Tenía el poder y lo usaría sin reservas!