Biblia de la lujuria - 2

El aprendiz de brujo disfruta de su ahora recurrente víctima y descubre más secretos de la biblia de la lujuria. Pronto descubre que esto es sólo el comienzo y va a tener que abrir su abanico de experiencia... y de compañeras de juegos.

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Después de mi primera experiencia, lo repetí unas tres veces más. Cada vez que sabía que me quedaba a solas con Fátima, al verla en el sofá la dormía y disfrutaba de su cuerpo y su boca. Luego lo limpiaba todo. Ansiaba esos momentos cada vez con más frecuencia, pero no era fácil, puesto que su madre y la mía siempre andaban por casa a sus cosas.

Mientras, yo leía el libro, y aprendí muchas cosas. Pero claro, ponerlas en práctica, requería soledad… y una víctima por así decirlo. Y en la calle es muy difícil encontrar ni la una ni la otra. Así que me centré en casa. Entre Fátima (que cada día me ponía más) y mi tía (que tenía el morbo de la edad y un cuerpazo maduro, con buenas tetas y un culo que no me cansaría de pegar, entre ellas dos, planeé probar todo lo que estuviera a mi alcance. La verdad es que aprendí unos pocos hechizos y además no creía que fueran útiles. Para hacer bailar a una mujer, para caerle bien a una persona… Los pocos que había eran de ese estilo… aunque quizá los estuviera entendiendo yo de manera errónea. El resto de páginas seguían en blanco, pero en estos días descubrí una nueva cosa.

Estaba mucho más empalmado de lo normal. No se daba siempre, pero cada vez que veía algo erótico, al momento estaba erecto. Normalmente cuando me acababa de hacer una paja o cuando acababa de disfrutar de Fátima, se me ponía fláccida y se me quitaban las ganas de sexo. Eso era normal en mí, aunque luego al pasar las horas del día, quería volver a hacerlo y de nuevo me moría por tener a Fátima para mí o tener soledad para hacerme una buena paja.

En cambio, estos días, descubrí que cada vez estaba mucho más empalmado. A las dos horas, veía cualquier mujer despampanante, o a mi prima en pantalón corto o sin sostén, recién levantada, y se me ponía durísima. Pasé de cascarme una o dos pajas por día o cada dos días, a cascármela todos los días por lo menos dos veces e incluso hasta tres. Además, me recreaba en el placer de masturbarme, de notar mi polla durísima y con espasmos, casi saltando por lograr el orgasmo. Acariciaba mi cuerpo, me desnudaba y me acariciaba con aceites y con anillos de pene para conseguir orgasmos que me arqueaban y me hacían correrme muchísimo.

Toda esa excitación me llevó a pensar en mi primera vez leyendo el libro. Cuando me corrí sobre sus páginas y mi corrida desapareció. Y aparecieron los conjuros. Hace dos días, decidí correrme encima del libro con sus páginas abiertas. La última vez fue ayer, cuando pude gozar de Fátima, cuando ya la había dormido, cogí el libro y lo llevé al salón. Dormí a Fátima de nuevo. Esta vez sabía lo profundo que era ese "sueño" y me atreví a más a cambiarla de postura, a masajearle las tetas y hacerme una cubana... Siempre me contenía para no penetrarla por detrás ni en su vagina, secretamente tenía miedo de que si la hacía daño se despertaría y se armaría la de dios...

Pero eso no me impedió ponerla a cuatro patas en la parte ancha del sofá, ni de poner la polla entre sus nalgas con cuidado de no penetrarle el culo, restregando entre sus pliegues y agarrándome fuerte a sus caderas mientras frotaba mi polla contra su coño mojado (descubrí que se mojaba más cuando lo "hacíamos" que las primeras veces en las que lo había intentado), gimiendo, lo disfrutaba como nunca, lo que me hizo ponerla de rodillas, agarrarla del pelo, tirándole de la cabeza hacia atrás sin hacerle daño y enchufársela por la boca sin miramientos. Al sentir que me corría, me giré rápidamente hacia el libro abierto en la mesa del salón. Siempre me corría más cuando lo hacía con ella, así que con cuidado de no correrme en su boca, se la saqué y me corrí encima del libro, con chorros abundantes y directos. El efecto fue instantáneo.

Aparecieron muchas más frases que cuando lo hacía yo solo. Con cuidado, limpié a Fátima y me llevé el libro a mi habitación. La desperté y le dije que me iba a mi habitación a descansar un poco. Ella me sonrió y me dijo que genial, que ella también iba a dormir una siesta (esta vez dormir de verdad, pensé yo).

Comencé a leer lo que había aparecido y era un conjuro mucho más increíble que el resto. Se titulaba “para que una mujer se arrastre ante ti”. Mi mente pensaba miles de significados para esa frase, pero seguí leyendo. Aparte de un complicado recitado, tenía que conseguir algo mucho más íntimo, tenía que conseguir un pelo del sexo de esa mujer. Cuanto más cercano a su sexo, más poderoso sería el conjuro y más duradero.

Al instante pensé en Fátima arrastrándose ante mí (no sabía muy bien el significado de eso, pero me ponía a cien), pero había un gran problema. En mis sesiones con Fátima ya estaba muy familiarizado con todo su cuerpo, en especial con su coñito y sus tetas. El caso es que ella se depilaba siempre, un depilado total. Yo no tenía ni idea de dónde lo hacía, o si lo hacía con cera o láser o cuchilla, ni idea, pero no había pelos que coger.

Entonces entendí dos cosas. La importancia que tenía el hechizo de dormir, porque si había que conseguir estas cosas, que la mujer durmiese en profundidad con un conjuro era vital… Y la segunda cosa era que tendría que probar con mi tía...