Bety me pidió mas

Bety se excitó y quiso experimentar mas.

Bety me pidió más

En una historia anterior he narrado como Bety, mi esposa, y yo tuvimos la primera experiencia sexual con participación de otro hombre. Para quienes no han leído esa historia déjenme decirles que mi esposa es atractiva, un poco más alta que yo, de tez blanca y pelo castaño corto. Tiene muy buen cuerpo, es muy femenina. Le ha entrado a la moda de las dietas, con lo cual ha perdido un poco de peso, lo que hace que se vea más buena. Yo soy como la mayoría de los mexicanos, bajo de estatura, moreno y un poco panzón. A muchos les ha asombrado conocer a mi esposa, por lo guapa que les parece. Como les decía, la primer experiencia cogimos con otro hombre hizo que nuestra vida sexual fuera más intensa. Hubo una temporada que cogíamos casi a diario y los fines de semana a cada rato. La mayoría de las veces incluíamos su consolador con el cual fantaseábamos que se trataba de otro miembro.

La calentura poco a poco fue disminuyendo, hasta que teníamos sexo solo los fines de semana. Incluso llegué a pensar que quizá ella me engañaba. Una ocasión discutí con Bety por qué teníamos relaciones con menos frecuencia, sin declararle mi sospecha de que me engañaba. Llegamos a la conclusión que simplemente fuimos notando que dejar varios días sin relaciones sexuales hacía que el día, o más bien noche, que cogíamos lo hiciéramos con muchas ganas.

Tiempo después compré otro reproductor de dvd para nuestra recamara, y empezamos a ver películas porno antes y durante la cogida. Un fin de semana, después de terminar de coger le pregunté:

¿Te veniste mucho?

¡Ay sí! – contestó Bety – es que te tardaste mucho en venirte y con la película me puse muy caliente….. ¡Mira eso! – había una escena del dos hombres penetrando a una mujer.

¿Te calienta ver como se la cogen?

¡Ay sí papi! Se ve que la cabrona goza mucho...no se que sea sentir algo en mi colita como ella...

¿Y te gustaría que te cogieran por ahí? – pues la ves anterior no lo intentamos.

¡Mira esto – me interrumpió para que viéramos como los tipos en la película terminan sobre la chica, uno en su boca y otro sobre su culo- mira cuanta leche le avientan, …!Hay que se sentirá tragarse tanta leche

¿Ahora si te gusta la leche? le pregunté observando su reacción. Sus ojos brillaron con esa picardía característica.

¡Ay papi! ¡Tu sabes que sí!

¿Te gustaría que te cogieran entre dos, como a la chica de la película?

¡Hay no! ¡La tienen muy grandota, me lastimarían!

Bueno yo me refería – le aclaré – a que te cogiéramos así otro cabrón y yo, uno por tu cola y otro por tu concha.

Se hizo un silencio

¿Tu no te opondrías?– habló emocionada.

No, no me opondría, sería igual que la vez pasada, solo para experimentar - le respondí sin titubeo.

¡Ay papi! No se que decirte

Desde esa noche, cada vez que cogíamos se nos fue haciendo costumbre que Bety tuviera penetradas su panocha y la cola. Algunas veces era su consolador quien ocupaba su cola. Empezamos a usar condón en nuestras relaciones, sobre todo cuando yo la penetraba por atrás pues eso de bañarse durante la cogida le ‘rompía el ritmo’ a la noche, principalmente cuando Bety quería tomarse la lechita. También empezamos a usar aceite para el cuerpo, del que se usa para los bebés, para penetrar su ano. Funciona mejor que la crema.

Tiempo después fuimos invitados a una boda, de una pariente de Bety, en Querétaro. Nuestros hijos prefirieron quedarse en casa por ser periodo de exámenes en el colegio. La boda fue un sábado por la noche. Decidimos que nos quedaríamos a dormir en Querétaro y regresaríamos el domingo a mediodía. Salimos el sábado a las cuatro de la tarde, pensando llegar directamente al lugar de la boda que iniciaba a las seis de la tarde. Yo me vestí nada fuera de lo normal. Ella fue a peinarse y maquillarse a la estética. Se hizo rayitos dorados en el pelo, con lo cual su color de piel se veía más blanca y su maquillaje resaltó su rostro viéndose más juvenil. Su vestido era de tela fina muy pegado al cuerpo y corto, por arriba de la rodilla, con una abertura en el muslo. El escote de su pecho y su espalda eran cubiertos por una chalina transparente. Las zapatillas con tirantes amarrados a los tobillos combinaba con el color del vestido. Bety se veía muy elegante y fabulosa, lo digo no solo porque se trate de mi esposa, sino que de verdad estaba preciosa. Cuando caminé detrás de ella miré como se notaban los tirantes y la forma de su tanga, por lo pegado de su vestido. A pesar de conocer muy bien ese culo, ese día se me antojó mucho.

Nos subimos al carro y enfilamos hacia el periférico rumbo a Querétaro. Mientras manejaba, ya cerca de la salida del DF, le manifesté lo bien que se veía y que esa noche le daría una buena cogida. Ella dijo que era lo que esperaba, pues ya hacía tiempo que no estábamos solos sin los hijos. Abriendo sus piernas y levantando un poco su vestido, me enseñó su concha cubierta escasamente por su tanga, diciéndome: - Mira lo que te vas a comer hoy…ya esta mojadita- En ese momento, ella recordó que había olvidado nuestros ‘implementos’. Le dije que podíamos comprarlos en el camino. Salí del periférico y estacioné el carro unos metros delante de una farmacia. Apagué el motor y fui a comprar condones y aceite para bebé. Al regresar y tratar de arrancar el coche, este no funcionó. Después de varios intentos me di cuenta que era inútil seguir tratando. Levanté el cofre del carro para identificar la posible falla, todo se veía normal. Me quité el saco y la corbata, arremangué mi camisa y me puse a verificar la batería del coche, moví los cables por si alguno estuviera flojo, no encontré nada anormal. Pedí a un taxi que le pasara corriente a la batería del carro. Tampoco funcionó. Esperé un poco y luego volví a intentarlo, el carro arrancó pero el motor detuvo su marcha en unos segundos. Levanté nuevamente el cofre del carro. No podíamos continuar así. El tipo de la farmacia me avisó que a calle y media había un taller mecánico. Fui al taller y regresé con el ‘maestro’, un tipo joven de alrededor de 30 años, moreno, alto y fornido, con músculos desarrollados. Su físico se notaban bien por tener una playera pegada al cuerpo. Después de revisar el carro me dijo que sería necesario moverlo hasta su taller, para revisarlo con más detalle.

¡No, jefe! Pos’ hay que traer la grua pa’moverlo – me dijo- o pos’ si quiere que su patrona maneje y nosotros lo empujamos hasta’lla.

¿Qué maneje quién? - le pregunté.

Su patrona…o bueno…la seño que viene contigo

El cabrón pensó que yo era el chofer de Bety, no le faltaba razón, ella se veía muy elegante y yo con la ropa ya un poco sucia, pues sí, parecía el chofer. No le quise aclarar nada. Me acerqué a Bety y le dije que se pasara al asiento del conductor. Ella bajo del auto y se cambió de asiento. El mecánico siguió los pasos de Bety con la mirada fija en su trasero. Comenzamos a empujar el auto, mientras avanzábamos le hice plática al tipo:

¿Crees que se arregle rápido el problema del carro?

Pos’ no se jefe… hay que revisarle bien, al parecer es el distribuidor lo que esta fallando

Vamos a una boda y no quiero llegar tarde

No te achicopales. Aquí el ‘Poncho’ le va’char los kilos pa’que salga rápido tu nave.

¿Poncho? Así te dicen

Sí, de ‘yes’, jefe, me llamo Alfonso, pero todos me dicen Poncho

Pues si te apuras, le diré a mi patrona que te de una buena propina- se lo prometí para que se apresurara, consiente de que él no sabía que Bety era mi esposa.

No’pos así me pongo ‘rapido y furioso’ – dijo con su acento de barrio.

Los dos reímos. Tan pronto llegamos, el mecánico se apresuró a abrirle la portezuela a Bety. Para bajar del carro ella tuvo que abrir las piernas, por lo corto del vestido fue inevitable que ella mostrara su entrepierna. Al mecánico casi se le salían los ojos al verle ahí a Bety. Ella se dio cuenta de donde tenía la mirada el tipo, no supo que hacer, se quedó estática unos segundos y luego bajó del carro con el rostro sonrojado. Yo me di cuenta de todo, pero pretendí que no. En realidad no le di importancia al asunto. Bety caminó hacia mí, no decía nada, solo se aventaba aire a su cara con su mano. - ¡Que calor! – dijo moviendo más rápido su mano.

Después de que el mecánico revisó con sus aparatos el motor del carro, me dijo que no funcionaba una pieza llamada bobina, y que requería de una nueva. Por no tener la refacción disponible en el taller, fue necesario conseguirla en alguna refaccionaria. Poncho mandó a su ayudante por la pieza, él continuó con su trabajo con otro vehículo. Nosotros fuimos a un restaurante-café, enfrente del taller, a esperar. Tan pronto nos sentamos ella me comentó:

¿No te fijaste? – me dijo ella muy inquieta– que al bajar del carro, abrí mis piernas y el mecánico me vio todo...todo.

No me di cuenta – le respondí, aunque si lo había notado.

Me dio mucha pena

¿Por qué?– la interrumpí.

Porque tengo la concha mojada, debió darse cuenta… luego, luego, se le hizo un bultote en su pantalón

¡Yaaaaa! Estas exagerando ¿no te parece?

Te lo juro, cuando llegó no tenía nada, pero después de que me vio

Esperate- le interrumpí otra vez- ¿tu le estabas viendo ahí, antes y después? entonces, ¿No sería que le abriste tus piernas a propósito?

Ella no supo que decir cuando le descubrí.

Bueno…bueno – dijo titubeante- pues igual que ustedes los hombres que le ven las nalgas a todas las mujeres, nosotras también nos fijamos en ciertos detalles, nada mas que somos discretas.

La mesera nos interrumpió, señalando con su dedo hacia el taller. Era el mecánico quien me requería. Estaba con el teléfono en la mano, se trataba de su ayudante, no encontró la pieza. Me propuso que yo me dedicara a hablar por teléfono a la lista de refaccionarias, mientras su ayudante iría a buscar una pieza usada en otro lugar, por si acaso no encontrábamos la nueva. Él no podía dedicar tiempo a las llamadas, ya que quería terminar el carro que se encontraba arreglando. Así le hicimos. Después de que Poncho me entregó la lista de teléfonos, me ubiqué en el pequeño cuarto que funcionaba como la oficina del taller para hacer las llamadas. Ahí pasé un largo tiempo sin éxito para encontrar la bobina. Bety llegó después y fue junto a mí. Se sentó a hojear una de las revistas del montón de papeles que se encontraban en una caja.

Se nos va a hacer tarde - dijo con cara de aburrimiento. Era cierto ya habían pasado más de una hora.

Nos perderemos la ceremonia de la boda, pero no la fiesta– le respondí.

Ni la cogida – replicó de inmediato – que no me vas a dejar vestida y mojada ¿verdad?

No, claro que no

Los dos reímos. Sonó el teléfono. Lo contesté pensando que era una de las refaccionarias que quedó de llamarme por si tenían la pieza. Se trataba del ayudante del mecánico, estaba en una tienda de refacciones usadas, hablaba para confirmar si compraba la bobina. No tenía otra opción, por supuesto que acepté. Tardaría al menos 30 minutos en regresar. Fui a comentarlo con Poncho, quien me dijo que tan pronto llegara, en menos de tres minutos estaría funcionando mi coche.

Me quedé platicando con él de su trabajo, fútbol, política, y cosas así. Desde el lugar en que me ubique, podía ver a Bety, quien seguía hojeando las revistas. De vez en cuando volteaba a ver a Bety y me llamó la atención que cruzaba sus piernas una y otra vez. La note rara, con el rostro sonrojado, su rubor era notorio pues como dije ella es de piel blanca. Pensé que ya estaba desesperada por el tiempo que había tomado todo esto. Regresé con ella cuando Poncho salió del taller a probar el carro que estaba reparando. Bety se encontraba mirando una revista. - Ya falta poco- le dije. Al percatarse de mi presencia, se sorprendió. Dio un pequeño grito y aventó la revista inmediatamente.

¿Te pasa algo? – le pregunté.

¡Me asustaste! – respondió- Pensé que eras el mecánico, estaba muy entretenida viendo la revista.

Mi mirada fue hacia la revista que quedó encima del montón de revistas y periódicos. Estaba viendo una revista porno (Hustler).

¡Ya veo porque estabas tan entretenida! – le dije al momento que tomé la revista.

¡Déjala! No vaya a venir el mecánico

No está – le interrumpí- salió a probar un carro.

¿Dónde la encontraste? – le pregunté mientras hojeaba la revista.

Aquí en esta caja, hay varias – me respondió tomando otra revista.

Las fotografías de la revista, de muy buena calidad, mostraban escenas de mujeres muy bellas teniendo sexo explícito con tipos bien parecidos. Ahí entendí porque el rubor de su rostro, y el cruce constante de sus piernas. Sin duda estaba excitada. Hojeando la revista, llegué a donde estaba mujer rubia, muy joven y hermosa, cogiendo con un tipo negro, mucho mayor que ella, con un miembro muy grande.

¿Ya viste? – le dije, enseñándole una foto de la chica con el miembro en la boca - ¡Que suerte la de este cabrón! Que se la mame una mujer como esta

Yo diría que la suertuda es la chica. Ve como le meten toda esa cosota– me dijo Bety, mientras ella pasaba a la hoja siguiente para comprobar su dicho.

Había varias fotos de la chica, haciendo sexo oral en diferentes posiciones. Las últimas fotos mostraban el miembro del negro completamente dentro de la vagina de la rubia.

Mira apenas y le cabe la cabeza del miembro en la boca. No imagino como le pudo caber todo eso en su concha – dijo sorprendida – porque se ve que es una mujer pequeña, comparada con el negrote.

Continuamos hojeando las revistas.

¡Mira esto!

Dijo Bety mostrándome otra revista con dos parejas teniendo sexo en una cama. Las fotos tienen secuencia desde que las parejas se besan hasta que terminan cogiendo, intercambiando parejas. Una foto mostraba a las mujeres besándose entre ellas, mientras una es penetrada por los dos hombres al mismo tiempo. La serie de fotos termina con la descarga de leche de los tipos sobre el rostro de su respectiva pareja. Bety regresó a las fotos donde la chica es penetrada por los dos tipos, las miraba con detalle, mostrando curiosidad y deseo. Refiriéndome a la foto le dije:

¿Te gustaría que te cogieran así, verdad?

Sí – respondió sin titubear – viendo la cara de gozo que tiene esta chava, a cual más se le antojaría.

¿Desearías ser tú la que esta en la foto?

¡Ay, sí cariño! Que este fueras tú – dijo señalando al tipo que penetraba la vagina - y que este fuera el meca… - se calló al darse cuenta de su indiscreción.

El mecánico – terminé su oración.

Bueno…quiero decir – hablaba un poco nerviosa- es que… lo que quiero decir es que el mecánico se parece los chicos de las fotos… bueno, al menos su físico.

Miré a Bety, haciéndole saber con mi vista que no le creía su argumento.

Esta bien, lo reconozco – dijo Bety con una sonrisa nerviosa – me parece que el mecánico tiene buen cuerpo. Debe ser por su trabajo que está muy fuerte. Por eso imaginé que…- se calló.

¿Qué te cogía?

¡Ay! Ya te diste cuenta, para que lo niego. Pero eso no va a pasar…a menos que tú lo permitas

Me quedé perplejo por sus palabras. Empezaba a sospechar que le había atraído el tipo, pero no imaginé que lo fuera a declarar tan rápido. Inicialmente me moleste un poco, continuamos platicando. Bety me aclaró que por el hecho de saber que después de la fiesta tendríamos una buena cogida la había excitado. Incluso, me recordó que cuando se levantó su vestido, en el carro, me había enseñado su conchita mojada. Su calentura aumentó cuando el mecánico le miró su entrepierna. Sus palabras textuales fueron: "…cuando me di cuenta donde me veía, una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo… sentí su boca probando mi sexo y un cosquilleo intenso en mi conchita… claramente noté que me quería coger con su mirada… la forma como me miró hizo que me mojara aún más". Según ella, eso la puso ansiosa de sexo, así que al ver las revistas empezó a fantasear. Y que efectivamente, su fantasía tener sexo con el mecánico. Solo alcance a decirle:

¿Te gustaría que te cogiera aquí?

¡Ay no! ¿Cómo crees? ¡No me arreglé y vestí tan bien, para terminar cogiendo entre esta grasa y olor a gasolina!

¿Entonces?

Quiero que nos vayamos a un hotel y me cojan entre los dos.

¿Y la fiesta?

Pues la perdemos, ni modo. Te dije que la cogida, esa no me la perdería por nada esta noche.

¿Crees que quiera cogerme?

¡Quien no! Te ves preciosa, mira nada más como me tienes

Le enseñe el bulto de mi verga parada. Toda esta situación me había calentado también a mí. Esa tarde ni siquiera había imaginado tener otra experiencia. Ahora, cogerme a Bety junto con el mecánico, era una idea daba vueltas en mi cabeza. Debo confesar que tuve preocupación por la forma tan rápida como Bety me declaró su deseo. Aunque era cierto que ya muchas veces habíamos platicado sobre tener a otro hombre para ella. Mi temor, era que dejara yo de serle atractivo. Ya saben, los pinches celos, de que le fuera a gustar más el otro cabrón. Ni modo, ese sería el riesgo. Nunca había pensado en eso, hasta ese instante. Pero no era momento de discutirlo, después de que tantas veces habíamos fantaseado con otro hombre mientras cogíamos. El hecho de que Bety reconociera que quería ser cogida por el mecánico me excitaba sobremanera. Ya quería yo verla gozar como la otra vez.

Poncho llegó y se puso a hacer ajustes al carro. Vete a la cafetería – le dije a Bety – voy a intentar convencerlo. Ella caminó contorneando su cuerpo, sabedora que el mecánico la seguía con su vista. Me acerqué para hacerle plática al Poncho. En unos minutos ya platicábamos con más confianza, como si fuéramos amigos cercanos. Nuevamente hablamos de muchas cosas. Señalé el calendario de Gloria Trevi, en una de las paredes del taller, para empezar a hablar de chismes y comentarios sobre las actrices de moda, particularmente de su salida de la cárcel y el escándalo de Niurka, una cubana muy guapa, y su marido Juan, un tipo feo pero adinerado. Nos enfocamos al cuerpazo de las mujeres, en ese contexto le dije:

¿Cómo ves a mi patrona, Poncho? – evitando a propósito que identificara que era mi esposa.

¡Pos’ ta’ buenísima, la doña! – contestó inmediatamente – ¡Ya viste que se le nota su calzoncito que trae puesto!

Sí, así es ella, se le nota todo siempre.

Cabrón, su calzoncito apenas y le tapa su panochita… se la vi cuando bajo del carro. Pa’andar así, es que debe ser muy caliente tu patrona.

Y a veces, anda con ropa transparente – obviamente que esto era mentira, pero intentaba incrementar su curiosidad.

¡Ay, cabrón! ¡No pos’ con el forrazo que es tu patrona, los calentones que te has de poner!

No pos’ la verdad sí. Más cuando se pone esos vestidos muy pegados como el que tiene ahora.

Se ve buenísima. La ves por atrás y se le ve un culo muy bueno, grande, sabroso, hasta los pedos le han de oler bonito a esa cabrona.

Es cierto, tiene muy buen trasero.

¿Te la imaginas hincadita, nada más con ese calzoncito que tiene? Suertudo el cabrón que se ande comiendo ese bizcocho. Está como para matarla con mi 22.

No entendí qué quiso decir con matarla con su 22, pensé que tal vez tenía una pistola calibre 22, pero ¿matarla? Seguimos platicando. Él continuo hablando de lo preciosa que se veía mi mujer, yo me sentía bien escuchándolo hablar así.

¿Y que onda jefe – me preguntó el mecánico – nunca le has llegado a tu patrona?

No ¿Cómo crees? – fingí muy bien.

¿A poco no se le antoja? pos’ aviéntate quien quita y te da aquellito

Po’s la neta… yo ya me la cogí – le dije.

¡Ah, no mames! – dijo con cara y tono de incredulidad

Me quedé callado, con una actitud de presumido. Mi silencio y seriedad lo desconcertaron.

¿Neto? ¿No me tas’ choreado? – dijo sin salir de su desconcierto.

¿Por qué te voy a tomar el pelo?

¿Neto, neto?

Me caí – le dije – pa’que te voy a cuentear.

No pos’que suertudo… ha de coger re’rico la doña

Sí, es muy caliente.

Seguimos comentando sobre esto, el preguntándome de cómo le había echo y más detalles de ella. Yo respondiendo en algunos casos con obvias mentiras. Quizá esto hizo que él dudara y de plano me dijo que no me creía nada de lo que yo le decía. Tuve que pensar rápido para encontrar una forma de envolverlo, se me ocurrió decirle que para demostrar que era cierto, yo le pediría a Bety que buscara algo en mi carro, que le hiciera agacharse levemente, y él estando tirado en el piso, le podría ver sus nalgas por debajo de su vestido. Que ella a pesar de verlo ahí me obedecería sin chistar. Desde luego que aceptó, aunque un poco incrédulo.

El mecánico se acostó en el piso, debajo del auto que estaba reparando, a escaso metro y medio de la portezuela derecha de mi carro. Yo regresé con Bety, quien inmediatamente me preguntó que pasaba. Le dije que el mecánico pensaba que yo era el chofer y ella mi patrona. Que ya había despertado su interés y faltaba poco para hacerle el planteamiento. Le propuse a Bety que lo animara más. Ella dijo que no sabía cómo. Le expliqué lo de ir al carro y enseñarle un poco al mecánico. Ella sonrió con malicia y también le pareció buena idea. Regresamos al taller, ella se dirigió al carro, fingió no ver al mecánico bajo el otro auto. Desde ahí, con voz fuerte, me preguntó:

¿Dónde me dijiste que están las gomas de mascar?

En el tablero, junto al volante – le respondí.

Bety abrió la portezuela del lado del acompañante. Puso una rodilla sobre el asiento y se estiró para alcanzar el volante. Debió darle una vista espectacular de su culo al mecánico. Tomó una goma de mascar, y se colocó en el asiento para retocar la pintura de sus ojos en el espejo de vanidad de la visera del carro. Al bajar del carro, abrió sus piernas, dejando una pierna fuera del auto y otra dentro, pretendiendo revisar sus pestañas en el espejo. Después de unos momentos descendió del carro, mostrándose sorprendida al ver al mecánico tirado en el piso frente a ella. -¡Maestro! No sabía que estaba ahí – dijo Bety. Ella dijo que esperaría en el café de enfrente. Que le avisara cuando quedara listo el carro. Caminó con coquetería, sabiendo que los ojos del mecánico la seguían. Yo fui hacia el mecánico.

¿Qué tal? – le dije a Poncho.

¡No mames cabrón! – dijo desde el piso – La neta no creí que lo fueras a hacer. ¡Le vi todo!

¿Verdad que esta muy buena?

¡Buenísima, no pos’ mis respetos jefe. Me caí que sí. – hablaba mientras se agarraba su miembro.

¿Nunca te has cogido a una mujer como ella?

No, pos’no. Viejas como esa, así de esa clase, no’mas las veo. Deben ser muy alzadas, ni pa’ llegarles, seguro que lo mandan a uno a la chingada.

¿No te gustaría cogértela?

¡No mames cabrón! –dijo Poncho un poco molesto- No cuentes dinero delante de los pobres… pos’ si tu la andas matando ¡chido! pero no me estés presumiendo

No, de verdad – le interrumpí- si te la quieres coger, yo te hecho la mano.

Me miró desconcertado, incrédulo. Interrumpió su trabajo. Salió del carro. Su rostro no mostraba estar completamente seguro de lo que le propuse.

Órale mi buen, tú dices rana y yo brincó.

¿Qué? – no le entendí.

Que le entro…tu dirás que hacemos.

Fui a decirle a Bety que ya había aceptado el mecánico. Mi plan era ir a meternos a un motel. Y pasar un buen rato ahí. Le pedí que fingiera ser mi patrona y que tenía que obedecer todo lo que le ordenara. Ella aceptó sin chistar.

Después de reparar mi auto, el mecánico y yo acordamos en vernos en un motel cercano. Allí nos alcanzaría después de cerrar el taller.

Nos quedamos fuera del motel esperando a que llegara el mecánico. Teníamos dudas si llegaría. Como a los veinte minutos llegó. Bety fue quien lo reconoció. Se veía recién bañado y vestía ropas limpias. Le presente a Bety como mi ‘patrona’. Bety le aclaró que esperaba discreción de su parte pues él sabía el secreto de su relación con el chofer. – No se preocupe doñita – dijo Poncho con su acento peculiar - primero cuelgo los tenis, antes de que de mi boca salga algodón.

Ya en la habitación, nos quedamos los tres cerca de la cama. Yo puse mi saco sobre un sofá y comencé a desbotonar mi camisa. Bety nos pidió que nos sentáramos en el sofá. Los dos obedecimos sin chistar. Ella se colocó de espaldas frente a nosotros, levantó y estiró ambos brazos como si tratara de alcanzar el techo de la habitación e inició a mover su cuerpo con un contoneo lento. Miré de reojo al mecánico, tenía la mirada fija en las nalgas de Bety y con su mano se sobaba la verga. ¡Que buena esta tu patrona carnal! – dijo emocionado.

Bety volteó la cara y nos guiñó un ojo. Sus manos levantaron su vestido dejando al descubierto sus grandes nalgas con su tanga de hilo dental. Sus movimientos lentos y eróticos continuaron. Yo me quedé inmóvil viendo a mi mujer con una cara de caliente como nunca antes. Deteniendo su vestido arriba de la cintura, Bety separó un poco sus pies y agachó su cuerpo sin doblar sus rodillas. Nos dio una vista increíble de su sexo apenas tapado por la cintita de la tanga.

¡Así quería ver a tu patrona! – exclamó Poncho - ¡Que rico culo tiene!

Su comentario hizo que Bety, así agachada, volteara a vernos, sonrió lujuriosamente y con sus manos separó sus glúteos. Casi vimos su ano al descubierto y a los lados de la tira de la tanga muchos pelos cortos de su sexo se asomaron. Poncho estiró sus manos para agarrarle las nalgas a Bety. Ella al sentirlas se incorporó de inmediato.

¡Tranquilos! ¡Sin prisa! Tenemos todo el tiempo del mundo – nos dijo con voz muy sensual.

¡Es que ya no aguanto mamacita! ¡Mira como me tienes! – le contestó el tipo enseñándole como tenía parada la verga, aun dentro de su pantalón –Tengo mi pistolita 22 bien adolorida.

Los ojos de Bety se abrieron sorprendidos por el bulto tan grande en el pubis del mecánico. Se voltió, miró de frente al mecánico, dio un paso adelante y extendió su mano invitando al mecánico a ponerse de pie. Bety hizo a un lado su cabeza ofreciendo su cuello y dijo: - estoy a sus órdenes, háganme lo que quieran.

El poncho agachó su cabeza para besarle su cuello y al mismo tiempo extendió sus brazos para tomar a Bety de sus nalgas y pegarla a su cuerpo. Ella rodeó su espalda con un brazo mientras su otra mano se dirigió a masajearle su miembro. Yo me quedé pasmado por la deposición de Bety, me quité la camisa y quedé sentado en el sillón sin dejar de mirarlos. No atinaba a desatar mis zapatos. Para esto, él ya tenía sus manos por debajo de su vestido, acariciando sus muslos y nalgas, intentando alcanzar su culo y vagina. Bety gemía suavemente, su mano extendida subía y bajaba sobre el pubis del mecánico. Él se detuvo un poco y la giró para que ella quedara de espaldas a él. Levantó una de las piernas de Bety y puso el pie sobre la cama. Levantó el vestido de Bety y se hincó quedando su cara a escasos centímetros de su culo. Acarició con la punta de sus dedos la tela de la panty de hilo dental exactamente encima de la vagina de Bety. Ella pegó un fuerte suspiro. Intentando comprender lo que el mecánico quería, tomó su vestido con sus manos levantándolo arriba de su cintura e hizo su cuerpo hacia delante para dejarle a Poncho acceso completo a su sexo.

El tipo hizo a un lado la tela de la panty con cuidado y descubrió la vagina de Bety. El sexo de ella estaba completamente empapado e hinchado, pocas veces la había yo visto así con gran cantidad de líquidos.

¡Que hermoso culo tiene tu patrona! – dijo el mecánico.

Con una mano sostuvo hacia un lado la tira de la panty y con la otra abrió el glúteo de Bety. La vagina quedo completamente expuesta. Poncho acercó su cara y pasó su nariz por todo el sexo de Bety. Inspiraba con fuerza.

¡Que rico huele patrona! ¡Huele más chingón de lo que imagine!

Cambió su lengua por la nariz. Sacó su lengua lo más posible y la pasó desde el clítoris hasta el ano. – ¡Le sabe muy sabroso! – dijo Poncho volviendo a pasar su lengua por el sexo de Bety una y otra vez. Ella dio un gemido profundo y movió lentamente su cadera restregando su sexo sobre la cara del mecánico. Él continúo comiéndole la concha. Le pasaba la lengua en medio de los labios vaginales y hacia círculos sobre su clítoris y regresaba para hacer lo mismo con su culo. Bety se retorcía por la forma como le comían su sexo. Ya ni cuenta me di de como me desnudé. Yo estaba completamente desnudo chaqueteándomela mirando como el mecánico hacía disfrutar a mi mujer. Me subí a la cama, me puse de pie enfrente de Bety y ella sin pensarlo dos veces me la comenzó a mamar. A los pocos segundos ella separó su boca de mi miembro y comenzó a gemir muy fuerte. Se detuvo de mis piernas y comenzó a mover muy rápido sus caderas diciendo:

¡Que rico! ¡Que rico! ¡Me estoy viniendo!

Tan pronto terminó de venirse, ella trató de sacarse el vestido por arriba de su cabeza. Por lo caliente o nerviosa, olvidó de bajar el cierre y se atoró en sus hombros. Mientras yo le ayudaba a quitarse el vestido, el Poncho se desvistió. Al voltear Bety hizo una exclamación de asombro: ¡Que miembro tan grande! ¡Parece de película porno!

Era cierto, la verga de poncho era de buen tamaño y gruesa, se balanceaba hacia arriba y abajo y se notaba que no estaba completamente erecta. Sin decir nada, Bety la tomó con una mano masturbándola lentamente. ¡Que animalón tienes! – le dijo ella a Poncho. La verga se puso demasiado gruesa, quizá no era muy larga pero con lo gruesa se veía muy grande.

¿Cuánto mide? – le preguntó Bety.

Completamente parada…veintidós centímetros, por eso le digo pistolita 22- le contestó Poncho.

¡WOW! cinco centímetros más que la de mi chofer! Pero se ve enorme. ¡Esta muy gruesa!

Sin pensarlo, ni siquiera regresar a verme, Bety se hincó frente a él, le agarró el miembro con firmeza masturbándolo con fuerza. Efectivamente la verga creció un poco más, las venas se marcaban perfectamente y la cabeza se puso de color rojo brillante con un poco de semen en la boquita.

¡Que bruto! – dijo ella.

¡Mámala que ya no aguanto más! – le suplicó el mecánico.

Bety empezó a dar unos pequeños besos a la cabeza de la verga, mientras lo continuaba masturbando. Pegó el miembro al abdomen del tipo, y lo comenzó a lamer desde sus testículos hasta llegar a la cabeza. Con cuidado se metió toda la cabeza de la verga a la boca, luego otro poco hasta llegar a la mitad. - ¡Que bruto! ¡Apenas y me cabe en la boca! – dijo con una mirada de excitación desconocida para mi. Cuando se la iba a meter a la boca nuevamente un chorro de espermas salió de ese miembro. Bety tomó la verga para metérsela en la boca, pero se la quitó la mano del mecánico, Poncho se masturbó con fuerza aventándole le leche a la cara. Casi la totalidad del semen quedó en la cara de Bety. Mi mujer no salía del asombro, porque la venida la tomo por sorpresa y además fue una gran cantidad de leche la que le aventó. Por fin terminó Poncho. Bety usó la sabana de la cama para medio limpiarse el rostro. De repente tomó la verga de Poncho y se la metió a la boca, quería extraerla las últimas gotas. Al parecer ya no consiguió nada. El miembro quedó semierecto. Bety comenzó a masturbar la base del palo y a mamar lo que le cabía en la boca. Poco a poco el miembro se fue poniendo erecto otra vez. El mecánico hundía su abdomen y se levantaba sobre las puntas de sus pies haciendo presión contra la cara de Bety. Las muecas de Poncho no dejaban duda que estaba disfrutando la mamada de mi mujer. Ella no paró de mamar hasta que el miembro estuvo completamente erecto.

Bety se puso de pie, se quitó el brassier y panty, luego jaló al mecánico para sentarlo en la orilla de la cama. Me pidió la caja de condones, tomó uno.

Busca la botella del aceite y prepárame – me dijo con tono de ordenes, como mi patrona que se sentía en ese momento – quiero que me cojas mientras le chupo su vergota.

Ella se colocó hincada en medio de las piernas de Poncho. Con sus manos separó las rodillas de él y luego con una mano aplastó la verga sobre el abdomen del mecánico. La boca de Bety se dirigió hacia los testículos. Mientras masturbaba la verga, su lengua lamía debajo de los huevos de Poncho. Él abrió sus piernas lo más que pudo y levantó un poco las rodillas. La lengua de Bety lamía los huevos y la base del miembro, en ocasiones llegaba a tocar el culo de Poncho con la punta de la lengua.

Poncho no podía ni hablar, tenía los ojos fijos en la boca de Bety disfrutando la mamada. Yo ni atinaba a encontrar la botella de aceite por lo atento de mirar lo que hacía mi mujer. Bety puso la punta de sus dedos de ambas manos a los lados de la base del miembro de Poncho, la verga quedó tambaleándose, ella escupió sobre la cabeza del palo y la metió a su boca succionando con fuerza. Repitió varias veces la escupida, cuando el palo estaba lleno de su saliva, voltió hacia mí diciendo: ¡Apurate! ¡Cógeme! ¡Quiero que me la metas mientras mamo esta cosota!

Obedecí, me paré detrás de ella y de un solo empujón le clavé todo mi palo. Bety gimió y aflojó su cuerpo para que yo la cogiera a placer. - ¿Así quieres que te cojamos? – le dije. Ella gritó diciendo que sí, que le diera más duro. Jamás me había sentido tan caliente como en ese momento, le tomé de la cintura y le di los empujones más duros que yo recuerde haberle dado. Justo cuando iba a eyacular las piernas de Bety se doblaron. Ella se incorporó y le dijo a Poncho que se hiciera más hacia atrás para quedar en medio de la cama. Bety puso sus rodillas en la orilla de la cama y se agachó a seguir chupando el miembro, parando lo más posible sus nalgas. Era evidente que quería que yo me la cogiera en esa posición. De inmediato seguí cogiéndomela, por mis empujones y el resorte del colchón, Bety bajaba y subía clavándose mi miembro entero. El movimiento del colchón impidió que ella continuara mamando el miembro de Poncho. Bety optó por masturbarlo únicamente. A los pocos segundos sentí que venía mi eyaculación. - ¡Me voy a venir! – le dije a Bety. Ella levantó su cola y agachó su cuerpo lo más que pudo, su pecho quedó encima de la verga de Poncho. Me quedé inmóvil eyaculando por completo dentro de la vagina de Bety. Ella se movía exprimiendo mi palo con su vagina. Cuando terminé de venirme mis piernas estaban temblando por el esfuerzo al cogérmela de pie. Me cansé, sentí la necesidad de un descanso. Caí sentado en el sofá. Bety regresó a mamar el miembro de Poncho. Cuando lo tuvo bien erecto, ella le colocó el condón. Le puso el capuchón a la cabeza y con su boca lo detuvo usando sus manos para desenrollarlo. Tan pronto terminó se sentó para metérselo en la vagina, justo en ese momento, mis espermas escurrieron de la concha, sirvieron como lubricante para que ella se metiera ese pedazo de carne.

Un gemido fuerte fue la señal de que Bety la tenía toda adentro. Efectivamente, desde el sofá yo tenía la vista perfecta de cómo ella se levantaba, sacando casi por completo la verga, y dejándose caer para clavársela toda. -¡Así, así! ¡Cógeme duro! – le decía Bety. Aunque en realidad ella era quien se lo estaba cogiendo muy duro. Bety subió los brazos por arriba de su cabeza, los cruzó, y comenzó a mover su cadera hacia delante y atrás de una forma increíble. Sus alaridos indicaban que estaba teniendo un orgasmo fenomenal. El mecánico le acariciaba sus nalgas y hacia el intento por alcanzar el ano de mi mujer. Por fin lo logró y apenas pudo meterle la punta de un dedo. Los gemidos de Bety aumentaron no paraba de decir: -¡Así, así! El placer que Bety manifestaba me hizo sentir muy caliente otra vez. Me masturbé mientras veía como mi mujer se metía una y otra vez esa vergota. Cuando la tuve bien parada, me subí a la cama frente a ella. Inmediatamente ella busco mi miembro para mamarlo, pero a los pocos segundos, paro para decirme: - ¡Estoy que reviento de caliente! ¡Ponme aceite y métemela por el culo, los quiero sentir a los dos dentro!

Con los dientes y con desesperación quité el pinche plastiquito que cubría la tapa de la botella de aceite. Abrí las nalgas de Bety y dejé caer un chorro de aceite sobre su culo, con esto el dedo del mecánico entró casi hasta la mitad y después de varios intentos entró por completo. Le vacíe otro poco y dejé que el mecánico jugara con su ojete mientras yo me ponía el condón.

Cuando Bety sintió mis manos sobre su cintura levantó su culo y se quedó inmóvil esperando mi penetración. Yo tenía la verga durísima, me paré con las piernas abiertas a los lados de ella, bajé mi cintura y coloqué la punta de mi palo en la entrada de su ano. Con mi mano ayudé a que mi verga estuviera fija mientras yo descendía mi cadera enterrándole mi miembro poco a poco. Entró todo sin ninguna dificultad. Lo saqué casi por completo y le volví a echar aceite, se hundió con mucha facilidad la siguiente vez. Entraba y salía muy bien por lo resbaloso del ano. Por mi posición únicamente tenía que mover mi cadera para atrás y adelante. Poncho también empezó el mete y saca, acoplándose a mis movimientos. La penetración era lenta pero con firmeza. Ella apretaba y aflojaba su culo produciendo una sensación que nunca había sentido en mi verga. Sacábamos los miembros casi juntos, luego yo la penetraba primero hasta el fondo, y luego el mecánico se la metía con mucha fuerza. Cuando los movimientos de los tres fueron rítmicos sentí claramente debajo de mi verga como el miembro del mecánico recorría todo el canal vaginal de Bety. Fue la sensación más chingona que yo había tenido. Cada vez que yo se la hundía ella daba un pequeño quejido, cuando la penetraba Poncho era un alarido más prolongado.

Le pregunté a Bety si le dolía. Ella contestó moviendo la cabeza que no.

¡Me gusta! ¡Me gusta mucho! – replicó muy fuerte. - ¡Me voy a venir cabrones! ¡Me van a hacer….Ya no terminó su oración.

Su cuerpo comenzó a temblar, ella abrazó al mecánico pegando por completo su pecho al suyo. -¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Meeee vengoooooooooooo! Bety no dejaba de repetir que se estaba viniendo. Gritaba de placer pidiendo que no fuéramos a sacar los miembros. Después fueron sólo alaridos cada vez más débiles hasta que fueron muy queditos coincidiendo con la inmovilidad de su cuerpo. Yo seguía cogiéndomela pero ya estaba casi inerte, era como si me estuviera cogiendo una muñeca. Parecía que se había desmayado. Bety respiró muy profundo y como si esto le hubiera traído energía, nos dijo: - ¡Háganme venir más cabrones! Su cadera recobró brío y se empezó a mover muy rápido nuevamente. Su calentura nos contagio y seguimos cogiendo los tres. Casi inmediatamente ella continúo con sus gemidos y quejidos, a los pocos segundos su cuerpo tembló nuevamente diciendo: -¡Me vengo! ¡Otra vez me vengo! Me hizo terminar a mí también. Sentí como eyacule mucho. Tardé viniéndome como pocas veces me había ocurrido. Cuando Bety acabó su orgasmo y dejo de moverse, mi pene salio flácido con el condón colgando por el esperma acumulado.

Ella quedó sobre el pecho del mecánico. Poncho le pedía que continuara moviéndose pues también quería eyacular. Bety se bajó de él, se puso de perrito y le dijo que la penetrara por atrás. Él obedeció inmediatamente. Yo me hice a un lado, estaba con las piernas cansadas otra vez por la posición en que me cogí a Bety. El Poncho le daba empujones muy fuertes, le decía: - ¡Que buena estas mamacita! ¡Que rico culo! - lo repetía a cada rato y era obvia que estaba disfrutando la cogida. Bety pedía que le diera más duro. -¡Méteme tu cosota por la cola! – ella le pidió. Poncho la ignoró.

¡Métemela! ¡Quiero sentirla por ahí! – le demandó ella.

¡Nel mami! – le contestó el mecánico – si lo que me gusta es tu panochita apretadita.

El tipo incrementó la fuerza de su cogida, ocasionando que el cuerpo de Bety no soportara tanto peso. Ella calló de bruces quedando prácticamente acostada bocabajo. Poncho acostado sobre ella movía su cadera muy rápido y comenzó a gesticular y gemir anunciando su eyaculación. Se hincó rápidamente, quedando con el cuerpo de Bety en medio de sus piernas, retiró el condón y se masturbó con ganas. El primer chorro de espermas cayó sobre el cuello de Bety. Luego Poncho dirigió su palo hacia la vagina de ella, depositando ahí una gran cantidad de semen. Bety se volteó y le dijo coqueta: - Déjame beber las gotas de la felicidad – ella se incorporó y tomo en su mano ese miembro, todavía de buen tamaño, lo metió en su boca y lo chupo hasta que se puso completamente flácido.

Iniciamos la cogedera nuevamente después de descansar como veinte minutos. Nos cogimos a Bety de muchas formas y posiciones, Poncho siempre por la boca o la vagina, a pesar de las peticiones de mi mujer, no aceptó dejársela ir por el ano. No explicó el motivo, simplemente se negó. Eso sí, dijo que Bety la mamaba como ninguna. Tiene razón Bety a hecho gritar y casi llorar de placer a otros tipos con quienes me la he cogido. Quizá más adelante les cuente otra historia.