Betsi -La secretaria-

Apasionante encuentro de un jefe y una de sus secretarias... sexo alto voltaje.

BETSI "LA" SECRETARIA

Me desempeño como adjunto en una importante empresa local, cuyo ramo obvio para no comprometerla. Mis funciones no sólo las ejerzo en mi área, sino que debo supervisar a cuatro mujeres jóvenes que actúan como secretarias. Demás está decir que las cuatro están rebuenas, con unas tetas y culos espectaculares, y sus edades oscilan entre los 19 y 23 años, con ello queda casi todo dicho de ellas. Son buenas en lo suyo y como dije están muy buenas de cuerpo. Cabellos cortos dos y las otras dos con cabellos largos y renegridos. Si bien tengo onda con las cuatro, es con Betsi con quien más intimo, ya que actúa sobre mi área, recibiendo las llamadas de teléfono, fax o Internet. Tiene unas tetas de locura, con hermosos pezones amarronados y que con el aire acondicionado se le mantiene erectos casi todo el tiempo. "Son para chupárselos en cualquier momento". Aparte de sus 19 años, tiene una cinturita especial y sus piernas largas son bien torneadas.

Como dije, Betsi está hecha para coger, o al menos eso era lo que siempre pensaba sobre ella y se me había montado la idea de hacérmela en cualquier oportunidad que se me diera.

Y esa oportunidad llegó una tarde de sábado en que debimos hacer horario extra para despejar el numeroso trabajo acumulado durante toda la semana, razón por la cual sólo estábamos ambos en la oficina y el personal de seguridad permanecía siempre en su puesto en la planta baja. Nosotros nos ubicábamos en el cuarto piso. Por lo cual estábamos muy tranquilos para trabajar.

Como eran horas extras, nos habíamos venido con ropaje informal. Yo lucía zapatillas deportivas, bermudas y una remera; por su lado Betsi vino con una mini pollera de tela fina, un top que apenas contenía sus enormes tetas y con unas chinelas que desnudaban casi totalmente sus hermosos pies, lo que se dice "una gata total". Para colmos, la mini, siendo de tela floja, cada vez que pasaba frente a un ventanal, dejaba traslucir sus bien torneadas piernas y cuando se sentaba se le marcaba un "camel toe" que para que les vaya a contar. La pija me dio un vuelco cuando en un momento se sentó en el sillón frente a mí y entre sus piernas apenas separadas le vi una bombachita celeste que parecía ser muy breve. Me hice el boludo y dejé correr la cosa, pues pensaba que a lo mejor era sólo una casualidad, o por el contrario la pendeja se estaba produciendo un poco para calentarme.

Comencé a pasarle datos que ella volcaba en una planilla y así nos estuvimos como más de una hora, hasta que decidí nos tomáramos un breve descanso pues ya eran las 17:00 y ella lo aprovechó para ir al baño mientras yo pedía por el teléfono al bar cercano nos enviaran unos emparedados y gaseosas. Cuando colgué el teléfono, en el silencio de la oficia pude oír claramente el sonido de los chorritos de orina de Betsi y me imaginé esa conchita lanzando el líquido ambarino en el inodoro y in querer la pija se me comenzó a poner dura, por lo que me enfrasqué en unos detalles del trabajo para bajarla, pero en ese preciso momento Betsi regresaba restregándose las manos y acomodándose un tanto la mini. Era medio cochinilla para vestirse de sport diario, pues la mini era de tiro bajo y dejaba nítidamente ver las tirillas de su bombacha, que ciertamente era una tanguita al estar por el tamaño; su vientre dorado por el sol del verano estaba descubierto hasta donde daba el top y observé que en el ombligo tenía un pequeño piercing de oro. Como al descuido le pregunté si dolía eso allí, y riéndose me respondió que apenas un poquito cuando se lo coloca por primera vez, pero después como se lo puede quitar a deseo, no molesta para nada. "Bueno –dije-, en otro lugar debe ser doloroso"; "No creas. Esa es la idea que todos tienen del piercing, tengo una amiga que se colocó uno en el clítoris y otra tiene uno en la lengua" –manifestó todo esto con toda naturalidad y sin ponerse colorada-. Yo quedé algo confuso pero le seguí el hilo para ver hasta donde llegaba el tema. Me avisaron desde la guardia que llegó el pedido del bar, bajé y regresé con el. Nos ubicamos uno al lado del otro en un enorme sillón y paladeamos los emparedados que dicho sea de paso, estaban exquisitos.

Cuando comió lo suyo preguntó si podía fumar a lo que accedí pues estábamos solos en tan enorme recinto. Coquetamente encendió el cigarrillo y me invitó y aunque no era la marca acepté. Dimos bocanadas y de pronto nos miramos fijamente a los ojos. "¿Sabés?, tenés muy lindos ojos, no me había fijado en ello en todo el tiempo", me sacudió de golpe. Sin atinar a otra cosa, respondí "Los tuyos son muy, pero muy lindos, como lo sos toda, y yo me he fijado en ello todo el tiempo".

Se quedó helada, pues no se esperaba esa respuesta. Bajó candorosamente la cabeza, la tomé por el mentón y observé que se había puesto colorada. Me miraba algo azorada. "De verdad. Sos muy linda" –agregué-

"Gracias", -musitó por lo bajo- Me pareció que estaba entrando en terreno peligroso.

Bebimos algo más de gaseosa y ella propuso proseguir con el trabajo, pero la interrumpí diciéndole que prolongáramos otro tiempo el descanso y accedió. Encendí la TV de circuito cerrado y miramos algunos canales, hasta que sorpresivamente se "coló" una frecuencia XXX justo en el momento en que una morena mamaba una pija formidable. Ahora yo me puse rojo de vergüenza, pero ella exclamó "¡A la puta que pijón se está comiendo!". Quise sacar el canal XXX pero ella me lo impidió: "Dejalo, dejalo que parece estar rebueno", y se arrellanó en el sillón medio agachada para ver mejor las imágenes dejando a la vista esas tetazas. Yo no quería ni mirar a la pantalla de miedo a que se me parara la verga, y fue entonces en que me invitó a sentarme a su lado y pidió subiera un poco el volumen. Le dije que podían escuchar, pero ella replicó que no estuviera muy alto, sino lo suficiente como para escuchar los diálogos. Le dije que poco diálogo iba a escuchar, "Bueno, al menos los gemidos y chillidos de las minas", respondió.

A todo esto la mina de la pantalla había terminado "su faena oral" y se lo montó al actor encajándose la verga en la concha sin más ni más y comenzó a cogerlo con mucho denuedo. Betsi miraba casi sin pestañear y mi bulto ya era evidente. En un momento ella volteó su cabeza hacia mí y descubriendo "mi carpa" expresó: "Vaya, ya se te paró, se ve que esto te calienta" y sin más, sonriendo dio un ligero golpe sobre mi pobre pija encerrada, "Durita, ¿he?" y se hechó a reír mientras regresaba a ver la película.

No me aguanté más y le espeté: "¿A vos no te calienta esto?", y bajándome el cierre, saqué la verga y se la meneé ante sus ojos.

"Papito, que pedazo tenés" y la asió por el medio. "Guauuu, que linda está, me dan ganas hasta de chupártela" y continuó sobándola de arriba abajo. "Si seguís así me vas a hacer acabar ya" le supliqué.

"¡Ah, no!" -dijo-, "Este trozo es para mí, o ¿te crees que no me di cuenta de que la tenés grande?. "Te estoy bichando casi desde que me incorporé a tu área, y por eso acepté hacer horas extras sólo con vos, y esta también te está deseando" y se acarició la concha por sobre la mini.

Al parecer, nada quedaba por decir, la tomé por los hombros y la atraje hacia mí. Nos unimos en un beso de lengua mientras le sobaba las tetas y ella acariciaba mi pija cuan larga es. Cuando separamos las bocas, inclinó su cuerpo por sobre mis piernas e inició tiernas lamidas por todo el tronco que me palpitaba del gusto. "Humm... ¡rica como la imaginaba!", exclamaba mientras la sacaba de sus labios y volvía a lamer y chuparla casi hasta el tronco aunque eso no sería factible pues mide 18 de largo por 4 de ancho. Se las arreglaba y trataba de chuparla entera, iba desde el glande hasta mis huevos a los que apenas lamía pues estaban dentro del slip. Tomó el borde de la cintura de mis bermudas y forcejeó hasta bajarlos hasta las rodillas y prosiguió hasta quitármelos por entero. Quedé sólo con la remera. Se arrodilló sobre el piso alfombrado y su mayor dedicación fue mamarla. Cuando la chupaba hasta la mitad, los carrillos se le enrojecían del esfuerzo pero no cesaba de hacerlo cada vez mejor. Yo, como podía le acariciaba los cabellos, su espalda e inclinando mi cuerpo hasta donde podía pasaba mis manos por ese culo en pompa. Le subí la mini y así descubrí que usaba tanguita hilo dental, es decir que la cintita trasera estaba perdida entre los pliegues de esas firmes nalgas, dejando al aire un culo de película. Manoteé el control remoto y apagué la TV, pues prefería este espectáculo "en vivo" que lo que se podía ver en la pantalla chica. A todo esto Betsi, se incorporó quedando parada frente a mí. Felinamente se quitó el top, se bajó la mini y sin más se quitó la tanguita, quedando completamente desnuda ante mí. ¡Era soberbia así desnuda!

Con una pícara y cautivante sonrisa se me subió y arrodillada sobre mis piernas me besaba mientras aprovechaba para acariciarle las tetas. La inclinaba hacia atrás y era mi lengua que se regodeaba con esos oscuros pezones erectos. Se los cubría de saliva y los lamía rodeándolos cuando no, los mordisqueaba suavemente o se los tironeaba para erectarlos aún más. Gemía cada vez que se lo hacía y refregaba su concha contra el tronco de la verga que estaba dura y acostada contra mi vientre. Dejaba un rastro húmedo sobre mi tronco. ¡Estaba para comerla entera!, y poniéndola de pie frente a mí, coloqué mi boca hambrienta en esa conchita totalmente rasurada y brillante de sus líquidos. Lamía desde su parte inferior hasta llegar al anhelante clítoris que me aguardaba erecto. Lo mordí con los labios y exhaló un gemido retorciendo sus caderas y empujándolas hacia mi cara. Más pujaba, más la chupaba. Abría con la lengua sus labios mayores y trataba de entrarle tanta lengua como podía. Entre la saliva y sus jugos era una real sopa esa concha. La comí un largo rato y la dejé tomarse un respiro. Sentada a mi lado con la verga entre sus dedos nos besábamos apasionadamente. Yo le franeleaba ambas tetas y se ponía a mil de la calentura. Sé que esperaba, pero la hacía desear. Respiraba entrecortadamente y veía como subían y bajaban esas preciosas tetas al ritmo de la alzadura que le iba creciendo momento a momento. "Quiero coger", me pedía entre gemidos, pero me hacía el duro y me retenía chupándole las tetas, besándola, acariciándole el culo y las piernas; es decir la exploraba totalmente. Se agachó de golpe y como loca se prendió a chuparme la pija. Estaba como ida, la sacaba de su boca y un hilo de saliva espesa quedaba colgando de mi glande hasta sus labios y la volvía a entrar. Hacía esfuerzo para chuparla entera hasta que haciendo un verdadero esfuerzo logró tragársela casi entera. Hizo arcadas. Tenía el rostro transfigurado por el deseo, pero no dejaba de chupar, lo que sin dudas estaba necesitando. Decidí que era el momento, le quité el nabo de su boca y la atraje hacia mí. La concha estaba babeante de jugos. La senté sobre mis piernas, ella abrió las suyas de par en par presintiendo lo que se venía, y tomando mi pija por el tronco se la ubicó donde debía. Levanté mis caderas y el glande se abrió paso en esa concha chorreante. Ella bajó el cuerpo con todo su peso y se la clavó hasta las bolas. Emitió un gritito de placer al sentirse empalada por semejante instrumento, pero la calentura y el deseo del momento fueron más de peso que los deseos de salirse de la pija que parecía estar alojada hasta el estómago en su juvenil cuerpito. "Flap, flap", emitía su concha cada vez que pegaba desde arriba contra mis bolas, y ese sonido la enervaba más. Durante un buen rato cabalgó mi pija hasta que chorreando transpiración se levantó desalojando al invasor de su vagina. Pero no tardé en acomodarla boca arriba en el sillón y con las piernas sobre mis hombros. Iba a ser "un patitas al hombro" para recordar. La atraje de las caderas y la pija se coló solita en su concha. Se quejaba y me decía entre suspiros: "Que linda pija...cómo me la metés... me vas abollar el útero con la punta... Hummmm, me vas a rajar la concha con esa verga tremenda...Oh, cielos cómo gozo... Ahhggggayyyyy, me duele.." y se retorcía con la pija metida ahora hasta el mango. Se la había enterrado totalmente y la bombeaba casi sin piedad. Mis huevos estaban duros de la calentura que esa cogida me producía, y golpeaban rítmicamente contra esa vulva casi adolescente cuya dueña estaba como en otro mundo. En un movimiento brusco de ella, la pija se salió y quedó rozando a todo lo largo sobre su culo. Creyendo que se lo estaba buscando, ella solita pasó su mano hacia atrás, encogió más sobre su pecho las piernas y enfiló el glande hacia el hueco marrón.

Entre los jugos de la concha que bajaban en fino hilo hacia sus nalgas, mis jugos y la transpiración de ambos, es fácil imaginarse que todo ello servía de lubricante natural, ya que la calentura que tenía había obrado igualmente como dilatador anal, aparte de que en esa posición, el culo quedaba en virtual exposición y entrega. La cosa es que ella adelantó el orto y con alguna dificultad, dado mi tamaño, se la empecé a entrar muy suavemente para no provocarle dolor ni laceraciones ya que tiene un aro estrecho. Pero nada parecía importarle. Sólo que mi pija entrara en ese cofre marrón y oscuro interiormente. "Ayyy...despacio...ayyy... como duele...Seguí... otro cachito...esshhhh...arde...ayaitaaa...", gritaba; pero mi pija estaba entrando y el glande y unos cinco centímetros ya los tenía adentro. Culebreaba la cintura en un intento de facilitar la penetración y apretaba sus talones sobre mis hombros. La retenía de las piernas y la atraía constantemente para lograr que la verga no saliese de tan linda prisión. No le bombeaba, sólo la retenía enterrada hasta donde dije aguardando una mayor dilatación, que se fue provocando de una manera natural y ella misma al notar que las molestias dejaban paso a un gozo indescriptible inició un vaivén hasta que en medio de jadeos logró le entrara hasta más de la mitad. Se la saqué de golpe, bajé sus piernas y la hice colocar en cuatro sobre el borde del sillón. Apunté la pija hacia la roseta oscura y empujé levemente. Se escuchó un leve "Ayyy" y le entró la cabeza. Se quejó y lentamente reiniciamos el coito. Ayudaba reculando y más le entraba. Chillaba del gusto que mi pija le provocaba y no dejaba de hechar puteadas: "Huuuyyyy, que pijón tenés. ¡Cómo me hacés gozar guacho de mierda!, ¡culeas como los dioses!, ¡así guacho, dame pija que la quiero toda aunque me rajés el culo!.

Obvio que no queriendo dañarla se la iba mandando de a poco y cuando le entró hasta los pelos se puso reloquita y nos dimos a culear como descocidos hasta que explotamos en un orgasmo compartido. Le llené el orto de leche que me saltaba a chorros y ella gritaba "Más, hechala toda adentro". Le largué hasta la última gota y cuando se aflojó se la fui extrayendo de a poco. El glande estaba casi violeta pero eso no me importó pues acababa de romperle ese hermoso orto y había hecho realidad una fantasía que tenía guardada muy cuidadamente.

Betsi respiraba entrecortadamente y pude verle el ojete enrojecido de la culeada y bien abierto por donde comenzaba a escapar burbujas de semen y breves pedos, producto de la sopapa que había producido mi pija convertida momentos antes en un verdadero pistón de carne.

Ahora el semen le corría por el muslo derecho dejando un lechoso rastro hasta depositarse sobre la alfombra. Le di un beso en las nalgas y sucia de leche, toda sudada la levanté cual muñeco de trapo y la deposité sobre el sillón donde le hice mimitos tratando de reanimarla después de semejante polvazo. Jadeaba y sonreía, me dijo que estaba algo mareada, pero bastante satisfecha por lo que habíamos vivido. Tomó la verga en su mano y aunque semi erecta dijo que era hermoso lo que le había hecho y hasta le habló: "Pícara, me rompiste el culo" y la sobaba entera. Yo aprovechaba para acariciarle las tetas y besarla dulcemente en los labios.

"Ya vengo" –dijo- y se encaminó hacia el baño, mientras yo hice lo mismo lavándome la verga.

Regresamos y nos largamos a reír al vernos todavía en bolas y nos abrazamos dando inicio a una segunda parte.

Nos habíamos olvidado del trabajo, pero viéndole la concha húmeda me atacó nuevamente la locura de sexo y franela va, franela viene, las sobadas de pija que me hacía, hizo que se me parara pronto y ella no desaprovechó para chupármela casi entera hasta quedar harta. Sin pedírselo se me subió de frente y mientras nos abrazábamos mi pija le jugueteaba sobre la concha. De pronto, cambió de posición y se puso sentada sobre mis piernas pero dándome la espalda. Levantó un tanto su cuerpo y agarrando la pija la ubicó en la puerta de su húmeda cavidad. Bajó el cuerpo y se la fue enterrando entre gemidos y suspiros. Inició subidas y bajadas hasta lograr que las bolas le chocaran contra la puerta de su concha que ya empezaba a chorrear jugos a rolete.

Cogía como endiablada y no cesaba de gemir a la vez que expresaba que le encantaba mi pija, que le hacía gozar, que la quería entera; y así por casi diez minutos que fueron celestiales cuando le avisé que me estaba por venir la leche y me respondió que no me preocupara que no se había olvidado de tomar "la pastilla". La agarré fuertemente de las tetas y le di verga hasta el cansancio. La clavé hasta los pelos mientras ella no dejaba de coger y gritar. Lancé una exclamación y teniéndola bien asida de las tetas le mandé la verga hasta el fondo y escupí lo que me quedaba de leche. Cuando percibió mi lechada en el fondo de su vagina, pegó bien el culo a mi pelvis y se dejó ir en una acabada fenomenal, pero no contenta con ello se levantó y tomando la verga empapada en leche y sus jugos, la mamó hasta dejarla limpia y brillante con su saliva. "Nunca me había chupado una pija como esta. Está riquísima", y paladeaba los restos de leche y jugos vaginales. Chupó y chupó ¡era una experta!

La tarde había avanzado y ante la posibilidad de que el personal de seguridad viniese al piso, hizo que nos bañáramos rápidamente, nos vistiéramos y termináramos el trabajo.

Nos despedimos en la puerta de la oficina con un largo beso de lenguas y fue cuando ella dijo: "Te confieso que supuse que algo me pasaría con vos, pero fue mucho mejor de lo pensado. Te espero esta noche en mi departamento", y me extendió una tarjeta con la dirección.

Se fue, me volví a terminar de arreglar los papeles y por cualquier cosa, revisé el baño que ella había ocupado. Grande fue mi sorpresa al observar en la percha que su tanguita estaba colgada como al descuido. La quité, no fuera que un superior la encontrara y se armaría un lío grande. Noté entonces que tenía un papelito. Lo miré y tenía escrito "Te merecés este recuerdo". La olí y percibí ese rico aroma a concha. La pija se me empezó a parar de solo oler y contemplar ese inesperado obsequio, pero me dije para mis adentros "Hay que hacer reserva para esta noche", acomodé el resto de las cosas y me encaminé hacia la salida. El guardia de turno al despedirme me preguntó: "¿Terminó todo bien?", "Oh, sí, acabé todo" y me fui a casa.

Fin de la primera parte