Beta

La pasión del Arlequín.

La luz es solo el efecto de la oscuridad ausente…

Una gota de agua cayó e hizo eco en la hueca, un débil suspiro se escuchó como respuesta….

La oscuridad dibujó su rostro en el charco de agua, solo así comprendió que aún estaba vivo. Su aliento aún se dibujó al exhalar, formando toda clase de figuras sin forma.

Pero el aire estaba muerto, al igual que las esperanzas. Él podía ver, pero no miraba, podía tocar pero no sentía. Sus sentidos estaban tan cansados que la muerte hubiese sido un regalo divino.

Y aún así sus oídos pudieron escuchar la dulce melodía de la destrucción. Esa que siempre es tan armónica y trágica…

«Toc» finalmente sonó por los alrededores, un sonido tan seco como aterrador para el que se encontraba preso.

«Toc» volvió a sonar dentro de lo que parecía ser una cueva, el horrible eco se acercaba cada vez más hacia la tambaleante figura de aquel desdichado.

«Toc» « ¡toc!» « ¡TOC!» se apresuraron los desquiciantes ruidos, pero esta vez fueron acompañados de una pequeña risilla casi enferma y carente de sentido. El retumbe era demasiado para Gabriel, sus manos y pies deseaban por todos los medios huir de aquel lugar. Pero no solo estaba atado físicamente, sino también… de manera emocional.

¿Por qué? Bueno, un cervatillo huye hasta saber que el león lo tiene acorralado, y solo entonces abandona toda esperanza, su último deseo siempre es que su deceso sea rápido, indoloro si es que fuese posible…

Y Gabriel estaba allí con las gotas de sudor burlándose de su deshidratación y recorriendo por todo su rostro hasta perderse en el camino de la desdicha, o lo que es lo mismo: los labios.

Morir, lo único que deseaba; el primer día deseó escapar, a la semana rogó por agua o comida… Y ahora, justo al cumplirse 10 eternos días desde su captura ignoraba los avisos de su cuerpo por sobrevivir. Solo deseaba que todo acabase, un estoque final que le dé un nuevo inicio a uno más de los asesinatos del Arlequín…

«Toc», y Gabriel pudo sentir como sus piernas temblaban de nuevo, su cuerpo se retorcía recordando cada una de las torturas que vivió en los diez días más inestables de su vida.

Penetrado una y otra vez hasta el cansancio… violado en todas sus formas. Cada vez que recordaba el intenso olor del pene de su captor una parte de sí se estremecía al recordar sus adoloridos esfínteres, la otra… la otra parte de su cuerpo le pedía volver a vivirlo, rogarle que lo hiciera de nuevo. Quería saborear una vez más el excitante sabor salado del semen, necesitaba ver de nuevo la mezcla de sangre y líquido seminal que siempre encontraba en su ano al final de la faena.

Y era eso lo que lo enloquecía, no entendía a que parte debía poner atención. Hace tiempo que olvidó en qué nivel de locura dejó de sentir dolor y empezó a sentir placer…

Y el Arlequín lo sabía, así que siempre a la misma hora volvía como la araña que devora poco a poco a su desdichada mosca, robando su esencia vital en cada día, regodeándose con los gritos de placer que su esclavo le brindaba cada noche.

«Toc» suena por última vez y al fin la corpulenta silueta se dibujó en la penumbra del umbral…

Él era Él, y no era como ningún otro…

El Arlequín era deliciosamente sensual, cada línea se dibujaba perfectamente en su varonil cuerpo, cada rasgo de su rostro se asemejaba a uno de los demonios de la lujuria, cada faceta enfermiza en su rostro le daba el aspecto de una irresistible venus atrapamoscas, modelando cada una de sus cualidades y esperando paciente a que sea la propia mosca la que pida ser devorada.

Llevaba tacones y mallas de encaje, sus ojos eran agua profunda. Alguien como el arlequín jamás pudo desear, alguien como el arlequín jamás pudo sentir. Alguien como el arlequín era un artista de la muerte: seducía, engañaba, jugaba,  y solo cuando la oveja lo seguía totalmente enloquecida… la asesinaba.

—Veo que ya has despertado —habló como si se lo estuviese diciendo a sí mismo.

Gabriel levantó un poco la mirada, y solo llegó hasta el punto donde las mallas empiezan y termina la ropa interior. Cerró los ojos de nuevo, intentando desviar sus propios pensamientos. Sabía que no debía, creía que no podía, pero su sexo reaccionó antes que su mente, así que al ver ese poco de piel se calentó de nuevo y aterrorizado por las reacciones de su propio cuerpo se dio cuenta de que una parte de sí mismo empezaba a crecer dentro de sus pantalones.

—Ummm —se relamió el Arlequín— veo que hoy no estás dispuesto a conversar. Lástima —dijo al tocarse un espléndido pectoral—, y yo que esta vez solo quería hablar…

—¡Cállate!, as… ¡asqueroso! —gritó Gabriel aterrorizado, sabía muy bien a lo que se refería con su estúpidas bromas sin sentido.

Y la macabra sonrisa se ensanchó de nuevo en el rostro desencajado y hermoso de la araña.

—Tienes razón —dijo de nuevo al acercarse— será mejor que empecemos…

Y en un instante las pupilas de Gabriel se dilataron al comprender lo que iba a ocurrir; intentó, de todos modos, pedir algo de clemencia.

—¡No! —Clamó al segundo—, te lo ruego, no lo hagas…

—¿Por qué no? —Susurró al oído—, ¿ahora me vas a decir que no te gusta?

Le lamió una oreja gimiendo. Y Gabriel entonces solo pudo encomendarse al cristo. Rezó una y otra vez pidiendo con desesperación que su propia temperatura disminuyera.

Pero fue incapaz de evitarlo, es como si el cuerpo del Arlequín exhalara una feromona tan poderosa que iba contra su propio sentido común.

Y entonces se tiró al olvido de nuevo, su estómago clamaba a viva voz por alimento, su lengua reseca rogaba por agua. Pero nunca más fue consciente de sus propias funciones vitales. Todo lo que sus dementes ojo querían ver era como su propio agujero era devorado una y otra vez por el miembro de su demonio preferido. Pues el Arlequín tenía la costumbre de comérselo siempre frente a un espejo en el cual ambos podían ver solo siluetas oscuras, la imaginación hacía el resto…

—¿Y entonces? —preguntó el captor restregando su ropa interior en la cara del cautivo.

Una boca muda y una mano temblorosa  se acercaron al trofeo de hediondo, excitante y delicioso olor mientras un par de ojos las observaban burlones.

—Creo que eres peor que yo —gimió el vil al sentir la lengua ávida en su glande.

Y en efecto, Gabriel lamió con desesperación su premio, deleitándose con el sabor salado que le ofrecía sin saber qué le gustaba más: si tragársela entera o simplemente lamerla con parsimonia enloquecedora. Decidió llevársela hasta el fondo y auto provocarse arcadas, empezando a lloriquear tanto por saberse demente como por el gusto de todo lo que hacía. La saliva se volvió espesa y escapó por la comisura de su boca, solo entonces Gabriel se dio cuenta de que estaba desperdiciando agua, así que se le ocurrió una excitante idea para no gastar ni una gota: tomó entre sus dedos medio e índice la provocante mezcla espesa y se la llevó directamente al hambriento y sudoroso agujero.

Tembló del gusto al sentir sus rancios dedos, arqueando la espalda para exigirse más… y el Arlequín se lo dio: le tomó por los cabellos y empezó a jalarlos para que abandone su polla y una vez afuera empujarlos de nuevo para que entre hasta el tímpano. Una y otra vez hasta el infinito, estrellando la cadera contra su rostro para que siga produciendo lágrimas y baba.

Y en un momento de flaqueza, los pies de Gabriel resbalaron y este cayó sentado en el piso, hundiendo hasta el fondo sus dedos y gimiendo con todas las fuerzas que le fue posible.

El círculo siguió hasta que al fin Gabriel tomó un poco de fuerza y logró girarse, agachando la cabeza y levantando la cadera, arqueando la espalda todo lo que pudo al mismo tiempo que miraba a su demonio con los ojos desencajados y llenos de una petición ausente.

El diablo dijo nada, su miembro contestó todo. Con fuerza hubo de tomar las caderas de su esclavo para ensartar de un solo impulso todo su miembro en la caliente carne.

Gabriel chilló pero nunca intentó zafarse, con fuerza empujó su trasero para que choque con el pubis de su amo y provocar el sonido tan peculiar que lo enloquece. Sus uñas arañaron el piso intentando romperlo al igual que los tacones del Arlequín cuando hacía todas sus maniobras, sus ojos bailaban en la penumbra sin saber qué mirar y desde su labio inferior la saliva seguía chorreando sin control, agotando aun más sus reservas de agua.

El Arlequín le separó las nalgas, como intentando partirlo en dos, gritando con él un lenguaje irreconocible, mordiendo su espalda, empujando su ser con fuerza en cada arremetida, muriendo un poco en cada embestida, renaciendo en cada choque.

Y el capturado simplemente no pudo más, todo fue demasiado espantoso y alucinante, espeluznante y cautivador al mismo tiempo. Todo: la energía creciente en sus nalgas, su respiración cortada, el líquido viscoso que se escabullía desde su ano hacia el piso, su pies adoloridos y separados y su lengua pidiendo que exista algo para lamer, otra polla en frente si fuese posible.

Y entonces llegó el doloroso orgasmo, porque dolió, sí, de principio a fin, cuando cada gota se perdía en el piso; era este el embriagador anuncio de que su tétrica tarea debía haber terminado.

Pero no lo hizo, una vez más su cuerpo giró con voluntad propia, como si fuera el de un perro batiendo la cola. Quitó una de las manos que el amo tenía sobre su trofeo. Sus labios se abrieron de nuevo y con vehemente necesidad lamió y chupó hasta obtener su regalo. Saboreó cada gota del líquido espeso y ardiente, se lo tragó como si se tratase del néctar que necesitara para vivir y únicamente cuando el último resto de semen pasó por su garganta se dio cuenta de que quería morir de nuevo…

Solo un par de segundos en los que su mente y su cuerpo pedían a gritos que se derrumbe bastaron para que terminara de nuevo en el suelo,  en posición fetal, abrazándose a sí mismo, consolándose  de a poco y dejando al aire su ano aún dilatado y chorreante.

—Eres más que patético —le dijo macabro y algo exhausto—, pero aún me sirves…

Gabriel no contestó, solo se quedó allí, acostado en el piso, sintiendo como su adolorido pecho intentaba explotar.

Una infancia robada, una adolescencia reprimida, es todo lo que dolorosamente recordó el hombre con nombre de ángel. Lo demás eran solo sombras, varias, de todos los tamaños, hasta llegar a esa última, gigante y atormentadora que probablemente habría de llevarlo a la muerte. Todo por culpa de tres destinos que nunca debieron unirse. Al final solo fue la víctima de un sociópata que lo miraba como si lo conociera de años…

—Y pensar que hace una semana eras todo un valiente…—increpó el demente— Hay que ver lo que un poco de sexo les hace a las personas…

Pero…hagámoslo un poco más divertido, ¿no crees?  Tengo una idea, te va a encantar, mañana — y se dispuso a salir—, mañana después de que lo hagamos te cuento.

¿O mejor ahora?... no, no, mañana está bien, que no quiero que… te esfuerces.

—S… sí —apenas se escuchó por lo bajo.

Y el Arlequín sonrió de nuevo.

—Pues entonces ya está. Ahora levántate los pantalones, que hasta a mí me da pena verte así.

Y Gabriel obedeció porque no tuvo otra salida…

¡Uy! ¡Estás hecho un desastre!... —apuntó burlón al percatarse del semen escurriéndose por el orificio de su esclavo— pero es tu culpa por entregarte a la pasión sin medir las consecuencias, jajá, mírate —le dijo sin sentir—, debes tener tanta hambre que hasta la coprofagia te sería útil en estos momentos…

»Y sin embargo te has puesto como una perra en celo cuando lo hacíamos. Tu y yo, mi querido amigo —sacó rápidamente un trozo de pan mohoso de su chaqueta y se lo aventó—, no somos más que un montón de gónadas destinadas a perpetuar la especie. El sexo solamente es el instinto con el cual intentamos procrearnos, dejando a un lado todas nuestras necesidades vitales…

Gabriel casi ni le hizo caso, con una débil mano tomó el trozo de comida y se lo llevó a la boca, sintiendo el dulce sabor del pan en su boca mezclado con el amargo de la realidad recorriendo sus mejillas. Levantó un poco la mirada y solo allí tuvo la valentía para preguntar:

—Por qué…. —el nudo en la garganta casi no le dejó hablar— ¿Por qué no me matas?

Y el Arlequín tomó un respiro y un suspiro antes de contestar.

—Sabía que preguntarías eso, los humanos somos tan hipócritas que solo cuando sabemos satisfechos nuestros deseos reparamos en la realidad, en cómo hemos llegado hasta allí, ¿me entiendes?, en cómo deberían ser las cosas. Es gracioso porque hace un par de minutos rogabas por más y ahora solo quieres morir…

«No me importa lo que pienses sobre mí, ya me has quitado todo, ni siquiera la dignidad me queda» , pensó decirle Gabriel, pero las fuerzas ya le fallaban demasiado.

—Si te portas bien —y diciendo esto se agarró el bulto, agitándolo—, tal vez podríamos hacerlo de nuevo y quién sabe, te regale algo de agua…

Gabriel estaba al límite, oyendo esto último se dejó caer nuevamente en un espasmo de desmayo. Las respuestas se le escaparon al igual que las palabras. Ya no podía ignorar el hondo vacío que tenía en su estómago, los labios se partían cuando respiraba por la boca.

Y sin intención alguna hizo de nuevo una petición total y desinteresada: pidió la extinción de su vida, el fin de su alma. Juntó un poco de energía para girar su cabeza y mirarlo fijamente a los ojos, justo como el cordero antes de ser degollado….

«Mátame ya, por favor, solo hazlo» le rogó con sus pupilas, el Arlequín se quedó estupefacto ante tal demostración de abandono y solo durante un instante pareció dudar.

El desdichado esclavo no dijo más, con dolor se acomodó de nuevo en posición fetal y allí se quedó, a ratos intentando morderse las venas de las muñecas, a ratos alucinando y a ratos llorando su cruel desventura…

—Si sobrevives esta noche —continuó el bellaco recuperando el control—, serás testigo del espectáculo de mañana en la tarde o noche; todo... —dijo poniéndose una mano en la frente, como si le costase mantenerse— todo depende de nuestro invitado….

Y diciendo esto último el Arlequín abandonó la estancia.

El sonido de los tacones se alejó en la penumbra mientras Gabriel se quedaba adormecido.

«Es demasiado débil para sobrevivir, probablemente muera antes del amanecer» se dijo el Arlequín al dejar atrás el cuarto oscuro y húmedo. « ¿Es suficiente?» le preguntó otra voz desde adentro de sí mismo.

—No, aún no —susurró—, la fiesta apenas ha empezado.

« ¿Hasta qué punto llegarás?» —continuó su mente.

—Hasta donde la corriente nos indique…

« ¿Crees que ÉL vendrá a rescatarlo?»

—Absolutamente… eso ni dudarlo. Ya todo está hecho, no hay vuelta atrás. ÉL lo ama después de todo, nunca se debe subestimar el poder del supuesto amor.

Caminó unos cuantos pasos más y antes de salir de los conductos del desagüe divisó una especie de garito y en él se dispuso a cambiarse de ropa.

Con gran cuidado se retiró los tacones y las mallas y con mucha más atención se colocó el traje y los zapatos bonitos. Una transformación total, aunque de igual manera Chris seguía siendo plásticamente bello.

No siempre el Arlequín fue el Arlequín. Alguna vez él también se enamoró. A sus 28 años aún recordaba el momento en el que le ocurrió por primera vez, o por lo menos el engaño que esto supuso, ya que siempre, hasta el final de sus días querría a una sola persona, al portador del corazón vagabundo. Pero ya era muy tarde para volver al pasado y rescatar al único que lo había querido tal cual era.

Ya en las afueras, Christopher no pudo evitar recordar la forma en la que Gabriel lo miró justo antes de derrumbarse completamente en el piso. Una mano invisible le oprimió el corazón y sus ojos se llenaron nuevamente de angustia. Quiso por todos los medios alejar la imagen que le era tan familiar pero no pudo evitar compararlos.

Sí, la mirada de Gabriel, tan suplicante y llena de desesperación le recordó a Juan y a todos los momentos que pasaron juntos. A ese aire triste y melancólico que habían tenido siempre sus pupilas. A la forma en la que siempre estuvo enamorado de él. A la manera en la que siempre lo había ignorado… Y al modo en el que se había ido de su vida.

En un instante lo recordó todo, las Erinias atormentaron su mente y tuvo que agarrarse la cabeza para que no explotara. Quería gritar, llorar, morir, ver de nuevo a Juan…

Pero aún le quedaba algo por hacer. El único objetivo que le mantenía con vida era el mismo que se la había arrebatado a su amado.

El corazón es un oscuro mar de sentimientos, nunca se sabe lo que se encuentra, siempre nos toparemos con los sentimientos más nobles o puros… o por el contrario, conoceremos las sensibilidades más inhumanas, viles y sádicas que hayamos visto.

Así, Chris necesitaba una sola cosa, la venganza. Día tras día acumuló todo el odio que pudo para que en el futuro pudiese ser capaz de maquinar un plan como el que había hecho.

Pisotearía cada ideal y les demostraría a las personas que en realidad el loco no era él, sino ellos por seguir viviendo entre tanta hipocresía disfrazada de buenas intenciones.

Gabriel solo era la carnada del pez más gordo. Necesitaba destruir el corazón de su objetivo si quería destruir su alma; su actual esclavo sería el encargado de cumplir tal objetivo. Chris no debía hacer mucho para que el efecto sucediera, Gabriel estaba tan drogado que ya no entendía cuál necesidad debía atender. Mediante la tortura había logrado que perdiera la noción del bien y del mal.

Ahora Gabriel solo obedecía a sus instintos y si esta noche sobrevivía, al día siguiente sería él mismo el que se ocuparía de romper en mil pedazos el corazón del ajusticiado.

Después de eso… solamente sombras, muerte, extinción. Chris también quería estar muerto al igual que Gabriel y en silencio se había hecho la misma pregunta cuando éste se la formuló minutos antes.

Juan… una, y otra, y otra vez el mismo nombre retumbaba por las cavernas de su mente. Chris no era el único culpable de su muerte, lo supo el día en el que regresó a casa con la desdicha entre las manos y no encontró nada, solo una maltrecha caja de chocolates y un papel de regalo hermoso y manchado en el piso.

Ese día se volvió loco cuando la crueldad de los demonios que se hicieron pasar por vecinos le contó lo que había pasado con Juan… Y como los males nunca vienen solos, al abandonar aquel barrio entre lamentos y sollozos, una vieja decrépita, que hace años había tenido una tienda en el barrio, lo reconoció a la distancia y con la imprudencia propia de alguien que solo quiere un poco de atención le contó a la primera oportunidad y sin piedad quién había sido su madre y el paradero que ésta había tenido…

«Touché» le hubiese dicho Cristo a Satanás si éstos existieran.

¿Entonces quién de entre todos ellos podría haber lanzado la primera piedra?

Porque cada vez que el Arlequín recorría las calles y miraba de casualidad la casi extinta felicidad en algún rostro ajeno, su alma se quebraba una y mil veces. Porque aprendió a odiar para poder sobrevivir y a base de engaños consiguió lo que siempre había pensado que era lo necesario: el dinero.

Y ahora lo tenía todo y a la vez nada, era un muñeco vacío y un juguete sin cuerda.

«No hay amor sin odio, no hay paz sin guerra, es necesario que exista el dolor para que las personas entiendan el verdadero valor de la felicidad. ¿Qué son los héroes sin los criminales?, ¿qué es dios sin el pecado?, nosotros existimos porque el mundo necesita oscuridad para poder apreciar la luz»

Su voz interna, diciendo esto, se calló durante el resto de la noche, dejando que Chris maquine los últimos detalles del réquiem que estaba a punto de tocar con su objetivo.

La melodía de la destrucción…

La sinfonía de dolor y muerte…

Beta, la radiación cien veces mayor que alfa. Su debilidad aún es mucha y varias son las cosas que la detienen.

Beta, el amor infértil e inerte. El amor ignorante, el amor restringido, el amor que pudo salvar y no quiso, el amor necio que por buscar su propio bien solo encontró destrucción…

Beta, de entre los tipos de amor, el más destructor.

Epílogo:

Bueno caballeros (y damas, u know what I mean), aquí tenemos la continuación de esta historia que me cayó muy bien desde que la idealicé. En verdad (y esto ya lo deben saber) me esfuerzo mucho en las partes que conllevan sexo, pero no siempre consigo los resultados deseados (que van más allá del simple material pornoescrito). En fin, espero que lo disfruten tanto como yo al escribirlo. Trataré de actualizar más a menudo (si Carolina, Gustavo o Jose Luis me ayudan en la corrección claro está; y si alguno de ellos lee esto es porque quiero que su vergüenza sea pública >_>)

Eso es todo por hoy. Una vez más: Muchas gracias por leerme ^^)/