Berta (1: el inicio de una nueva vida)

Don José nunca se imaginó perder a su mujer pudiera resultar en algo tan bueno

Mi nombre es José. De profesión soy veterinario. Tengo 63 años. Soy un viejo narizón, de prominente calvicie, panzón, ya no muy alto de estatura, con la tez curtida por el sol y el paso del tiempo. Tengo amplias manos, ásperas y callosas por trabajar la tierra y atender el ganado. Gracias a ellas hoy en día vivo tranquilo, cómodamente, en la placidez de mi hato llamado "El Velado" por encontrarse escondido, tierra adentro, en el medio de la nada.

Hace poco perdí a mi esposa. Su muerte fue para mi un golpe terrible. Aunque hacía muchos años que Eugenia había dejado de atenderme en la cama, éramos buenos amigos. No siendo partidario de la infidelidad, con el tiempo decidí enfocarme mas en el trabajo y así agotarme al punto de matar mis ganas de sexo. Si éstas afloraban, me masturbaba. Con el tiempo, y por la falta de uso, pense que la tranca ya no me servía. Compré revistas y películas pornográficas en busca de inspiración. Al poco tiempo, éstas me aburrieron. Necesitado de motivación, recurri a películas depravadas de mujeres haciendo sexo con animales las cuales por un tiempo me enloquecieron por lo novedosas. Finalmente, como todo juego en solitario, también perdieron su gracia. Con los años, me creí impotente. En fin, yo me dediqué a la finca y a los animales, y Eugenia a los quehaceres del hogar.

Al poco tiempo de haber enviudado, uno de mis obreros - Aristóbulo, me vió agobiado entre el trabajo y los quehaceres domésticos. Me sugirió hablar con doña Eustóquia - la vieja de la bodega del pueblo, a ver si aceptaba venir a trabajar a la casona durante un tiempo, al menos mientras me adaptaba a mi nueva soledad.

Al principio no me animo mucho la idea, pero hay un limite a cuantas veces se puede comer pasta o repetir la ropa sudorosa del día anterior. Y fue la mañana que no conseguí ni interior limpio ni olla en que hacer café que recordé las palabras de Aristóbulo y me encamine al pueblo a hablar con la vieja Eustóquia.

Luego de rodar horas por caminos de tierra, llegué al caserío que los obreros del hato llaman el "pueblo". En la bodega encontré a Eustóquia - una mujer embarazada, de aspecto mayor, analfabeta, que exudaba pobreza. Le explique que buscaba una persona que me atendiera el hogar, hiciera comida y lavara la ropa. Necesitaba que la persona que me fuera a trabajar se quedara a dormir en casa ya que por lo distante de la finca y el pueblo no había como ir y venir a diario. Eustóquia me respondió que ella no podía ya que, además del crio que esperaba, aun tenia en el rancho hijos pequeños que cuidar. Como esta mujer era recomendada, insistí y mejore la oferta, que de por si ya era buena. No quería tener que comenzar a dar vueltas e ir a buscar servicio a otro lado.

Por muy ignorante que fuera la mujer, la paga que le ofrecía era bastante generosa y Eustóquia quería de alguno modo devengarla, así que luego de pensarlo un poco me ofreció otra solución. "Patrón José, si a Uste no le importa, llevese a mi hija mas grande. Es la que me colabora con los muchachos y los quehaceres acá en el rancho. Además, Uste ya esta viejo y le conviene alguien joven y juerte por si necesita que además le ayude aque’l hato".

Tanta era mi desesperación por mi situación actual, que acepté la oferta con la condición de que si no funcionaba el arreglo le traería su hija de regreso en un par de semanas. Feliz, Eustóquia fue al trasfondo y regreso con Berta, una jovencita flacucha, en cholas y vestido malgastado. Luego de una presentación rápida, y no sin antes pedirme la paga por adelantado de las dos primeras semanas de trabajo de su hija, la madre se despidió de la niña ordenandole acatar las ordenes que el patrón le diera si no quería recibir una tunda a su regreso.

No muy convencido de haber hecho un buen negocio, Berta y yo nos montamos en el camión y echamos de regreso a casa. Conversamos tonterias por el camino, nada de gran importancia. Se veía que carecía de educación. Por ayudar a su madre con la casa y sus hermanitos nunca pudo asistir a la escuela. Le ofrecí que en mis ratos libres la instruiría, y esto la lleno de felicidad. Para cuando llegamos al hato esa tarde, habiamos hecho buenas migas y Berta se sentía en confianza. Estaba tan feliz de que le hubiera dado el trabajo que me prometió aprender rápido los oficios del hogar y mis lecciones para que a las dos semanas no la mandara de regreso al rancho. Me sentí contento. Contribuir con la educación de Berta me ayudaria a sobreponerme a mi soledad y sería una distracción del trabajo.

Entramos a la casona y le mostré la estancia. No podían creer lo que veía. El rancho donde vivía con su familia cabía dos veces en mi cocina! Pasamos por la sala y finalmente llegamos a su cuarto. Lloró de alegría. Incrédula, me preguntó si yo no me había equivocado al decirle que esa enorme habitación y cama serían para ella solita.

Su cuarto en una época había sido mi estudio y comunicaba tanto al pasillo principal como a mi habitación. Había asignado este cuarto a la doméstica por dos razones: para que se sintiera cómoda en la casona – como familia, y, considerando mi edad, que estuviera a mano en caso de yo tener alguna necesidad.

Le indiqué que podía tomar el baño del corredor para ella, pero que el baño de mi habitación era mas grande, con mas comodidades, y le quedaba mas cerca. Como paso la mayor parte del día fuera, no ví ningún inconveniente en que lo compartiéramos.

Berta no traía equipaje; solo lo que tenía puesto. Le regale una bata de baño, ropa y zapatos de Eugenia, quien en vida había sido una mujer de talla muy pequeña.

Ya que ambos estábamos exhaustos por la novedad y lo largo del viaje, le sugerí se diera una ducha. Luego le mostraría el resto de la casa y hablaríamos acerca de sus obligaciones. Mientras, yo iría a la cocina a guardar los víveres que había comprado en el pueblo. Como optó por usar mi baño, salí de mi cuarto para no incomodarla.

La oí abrir la regadera. Al momento, dio un grito. "Ayayayyy, patronsito, Aaaaagh, me quemo, me queeeeeemooo!!!".

Toqué la puerta y angustiado pregunté, "Berta, Berta, que sucede mi niña?".

"Patronsiiiito, la jagua, patrón. Esta caliente. Me quemo, ayudeme que me queeemo!!!" grito con dolor en la voz.

"Me voy a tapar lo ojos y voy a entrar a ayudarte. Sal del agua y quedate quietica". Abrí la puerta, entre, y con una mano medio me tape los ojos para poder ver por donde iba, dejando la otra libre para tener como abrir la cortina de baño y cerrar el agua caliente. Intente no mirar hacia Berta por respeto. No quería avergonzarla.

Tapandose sus partes, me dijo, "Patronsiiiito, me dueeele. Me he quemao. Siento mucho ardor. Mire, patrón, mire… Ay! Me duele. Mire no mas. Será que me va queda marcao?".

Por mas que me esforcé, Berta me obligo a girar. Evitando con la vista sus partes privadas, noté que el agua había estado lo suficientemente caliente para enrojecer su piel, mas no al punto de causar daño físico.

"Tranquila, Bertica. Voy a mezclar bien el agua para que termines de bañarte y cuando salgas, si aun sientes ardor, te unto una cremita para el dolor".

"Gracias, Patronsito. Que bueno es uste. Por lo que mas quiera, no me vaya a bota. Si mi mae sabe de esta metia e pata, me va a castigá".

"Tranquila, niña, que por mi no se entera. Este será nuestro secreto."

Al salir del baño, analicé lo sucedido y caí en cuenta de que el error había sido mío por no haberle explicado cómo funcionaba la ducha. No se me ocurrió que esta pobre muchacha, viviendo en un rancho carente de agua corriente y electricidad no sabía que una llave era para el agua caliente y la otro para la fría.

Seguramente, para cuando saliera se habría olvidado de mi oferta y lo sucedido. Aun así, por si ese no era el caso, busqué en el botiquín de medicinas algún remedio para tener algo a mano y lo único que conseguí fue una botella de aceite para bebes medio vacía.

Había prestado a Berta una bata de baño que había sido de Eugenia. Con la bata puesta, olorosa a recién bañada, me llego a la cocina pidiendome le aplicara el medicamento.

Fuimos a la sala y apuntando al sofá mas grande y acolchado le indique que se recostara de espaldas.

"Dónde te lastimaste, corazón?", dije en tono paternal. Quería que sintiera que aunque su madre no estaba cerca, podía venir a mi en caso de necesidad.

"Aquí, patronsito José…," dijo, diseñando con su mano por sobre la tela el tramo por donde el agua caliente había corrido.

"A ver, Bertica. Para aplicarte el "medicamento" necesito que te sueltes un poco la bata, y así tendré acceso a las zonas afectadas", lo cual la niña hizo.

Con mi mano, suavemente deslicé la tela que recubría su hombro haciendo lo posible por no descubrir sus intimidades. Pero su piel era tan suave y la tela tan sedosa que ésta accidentalmente resbaló revelando su juvenil y hermoso seno. Que visión! Su pecho era de buen tamaño pero aún de aspecto infantil. Su aureola era pequeña y lisa, de un rosado pálido. El pezón, de color un poco mas fuerte, parecía una gota de deliciosa miel pidiendo ser relamida. Quise hacer lo correcto y cubrirlo, pero ganó mi deseo de contemplarlo.

Mis manos temblaron. Mi respiración se volvió entrecortada. Comencé a salivar incontrolablemente, y a la vez sentí mis labios resecos. Al humedecerlos con mi lengua, el roce encendió mi lujuria. Mi mente comenzó a divagar y me vi hincado sobre esa breva; saboreando ese manjar.

Yo que me creía impotente, de súbito recobré mi hombría, y el ardor que ésta niña hacía poco había experimentado sobre su piel, lo sentia yo vivamente acumulado en mi entrepierna.

Mi tranca estaba dura. Mi sangre estaba hirviendo. Me dieron ganas de hembra. Quería montar a Berta y llenarle las entrañas con mi leche añeja. Quería sentir mi verga dentro de ella, aprisionada en su estrecha y caliente cueva. Tenia el deseo del macho cuando esta ante una hembra en celo. Queria olerla, saborearla, cogerla

"Ay, patrón, que pena.", dijo sonrojada.

"No, Bertica, que tonterias dices. No se si te comenté, pero, soy médico. (Técnicamente, no había mentido). Así que, no tengas pena. No te muevas que así estas de lo mas bien. Afloja los brazos y las piernas que te veo muy tensa... Así, mi niña. Eeeeso." (Ahhh, sentía el papitar de mi verga en todo el cuerpo). "Ahora, recuesta tu cabeza hacia atrás que yo me encargo del resto. Nada de lo que te voy a hacer va a doler (por ahora) así que, tranquilita. Acuerdate que tu madre te dijo que debías ser juiciosa y hacerme caso. No querrás que ella se entere de lo que te paso hoy en la ducha, no?"

"Noooo patrón. Uste mande que yo li’hago".

"Muy bien, Bertica. Para asegurar tu mejoría voy a a aplicarte este aceite especial en los lugares donde te escaldo el agua.".

Mientras continuaba degustando su seno con la mirada, calenté un poco del aceite con la palma de mi mano. Procedí a aplicarselo, evitando la aureola y el pezón. Esos los quería disfrutar luego. Dispersé el aceite y con la excusa de hacerlo penetrar mejor, amasé y apreté su teta a mi gusto. Que pequeña se veía esa carnosidad en mi mano, y que provocativo su pezón. Ver a Berta con ojos asustados, indefensa, obligada a obedecerme, alimentaba mi lascivia.

A los pocos minutos noté que su frente se perló en sudor. Su respiración entrecortada hacía que sus pechos subieran y bajaran con mayor rapidez. Los latidos de su corazón se aceleraron. Pero fue el casi imperceptible vaivén de su cadera lo que me produjo el mayor placer: Mi Berta aún no lo sabía, pero se estaba calentando.

Acerqué mi boca a su seno y al soplar sobre su pezón me dió un suspiro. "Aaaahhhh", gimio levemente. Yo quería mamar su botonsito, que mi lengua jugara con él. Mi soplido lo hizo cambiar de textura y avivó su color. El pezón se hincho de ganas. Me llamaba, y yo estaba deseoso de complacerlo. Suavemente, rocé a todo lo largo de mi palma esa pulpa, y Berta involuntariamente se tensó y emitió otro gemido. "MMmmmmm, aaaaaahhhh".

Relajó un poco el cuerpo y le pregunté, "Que pasa, mi niña? Te dolió cuando te toqué la tetica?", a sabiendas de que en realidad le habia gustado.

"Nooooo patrón, es que sentí un juetazo. Jué como un calambre que me salió de la teta, siguio por la espalda y", bajando el tono de voz, continuó, "se me fue pa… eh…pa’í", dijo, sonrojándose, llena de vergüenza dejando inconclusa su oración.

"A dónde se te fue el calambre, mi niña? Quiero saber todo lo que sientes." Y segui con el masaje.

"Noooo patrón, que me da pena." El pudor no la dejaba. Dudó por un instante y aunque era obvio que le costaba continuar, consideró la posibilidad de que la regresara a su rancho y opto por responderme. "El calambre se me jué pa ‘ya pa bajo, pa la "cosita"".

"La "cosita", Berta?". Haciéndome el que no entendía, pregunté en tono de complicidad, siguiendo con el toqueteo. "Que es eso, mi niña?"

"Pos, patrón, allí, abajo… onde una no se debe tocá. Onde hacemos pipi las mujeres, pue’. Ahí, onde se paren los muchachos. Mi mae lo llama "la cosita". Dice que las mujeres no nos podemos tocá ahí hasta después del matrimonio. Si nos tocamos "la cosita" antes de casanos, es pecao de la carne y er diablo viene a vennos. Yo le tengo mieo ar diablo, patrón."

"Y solo el esposo puede tocar "la cosita"? Que pasa si te pones enfermita?", pregunté.

"Aaaay, Don José, uste tanto que sabe, y las preguntas qui hace. Pos, el dotor también puede tocá. Pa eso jué pa la escuela a quemase las pestañas, pa curala a una cuando esta malita."

"Muy bien dicho, Berta. Palabras muy sabias. Eres una jovencita muy inteligente. Pero, sígueme explicando… sentiste un calambre en tu "cosita". Me parece que la situación es algo mas grave de lo pensado. Como te dije, soy doctor asi que estamos de suerte. Te voy a revisar y verás que te voy a poner buena. Más buena de lo que ya estas. Ahora voy a revisar tu otro seno."

"Hágame, Don José. Hágame lo que Usté crea pa estar juerte y cumplirle con mis oblicaciones…".

Ya con mas confianza, deslicé la tela de su otro hombro, intencionalmente rozando el pezón con aspereza para de una vez estimularlo. Berta mirándome a los ojos se percató como yo, descaracamente, a la vez miraba sus pechos y me relamia los labios.

Movi la mano y Berta giró hacia ella. Di tiempo para que viera el momento en que mi mano se posesionaba de su seno recién descubrierto. No perdía detalle. Comencé un suave masaje. Alce mi pulgar y con dureza roce su pezón. Levantó su pecho, tratando de asi seguir el movimiento de mi mano y prolongar el contacto con mi dedo. Echo su cabeza hacia atras y emitio un largo y delicioso gemido.

"AAAaaaahhhhhhh. Mmmmmmm."

Dejé que se calmara y le seguí conversando.

"Bertica, alguna vez te has hecho masajes en los pezones? Por lo que veo, no me parece."

"Pos, ssssss, ahhhh, nooohh, patróoon. Aaaahhhh. Pa qué? Mmmmmm"

"Tu madre no te ha hablado sobre la importancia de prepararlos para una futura lactancia?" (Y con todo descaro, comence a sobarle ambos senos a la misma vez.)

"Aaaahhhh. Uste si sabe, patronsssssito. Ahhhh. La mmmmm lactancia, patrón? (Le estaba costando hablar). Que es eso?"

Proseguí con la explicación en tono profesional. "Lactancia, Berta, es el acto de producir leche. De dar leche. Esa leche rica que alimenta, que ayuda a hacerte mas hermosa. Lactancia es la forma como las vacas alimentan a sus becerros, o las mujeres a sus criaturas. Para lograr esto correctamente, desde muy jóvenes las niñas se deben pellizcar suavemente sus pezones para irles dando dureza." (Aproveche, y así lo hice). "Asi, bebe. Lo sientes? Ves como tu pezonsitos se ponen duros como piedras?", y Berta gimió, "Ohhhhj, Ssssiiiiiii".

"En tu caso, por lo que no los has atendido como es debido, hay que succionarlos, y nadie mejor que un médico para esto. Al succionarlos, o chuparlos, el doctor les da mejor forma a tus tetitas, tus pezones se vuelven mas grandes, suculentos y asi daran una leche sabrosa cuando llegue el momento. La succión es el método de preferencia para estos asuntos porque da mas rápidos y mejores resultados - que es lo que tú necesitas. Tiene su técnica. No todos los doctores saben como chupar correctamente. Eres afortunada ya que yo, ademas de ser doctor, ya soy mayor, por lo que tengo muchos años de experiencia mamando. Yo voy a mamarte como es debido. Acuerdate, es muy importante que comiences a prepararte desde ya. En las grandes ciudades, las niñas comienzan desde muy, muy pequeñas."

"Patrón.. lo de la lactancia, ya yo lo sabiiiiaaahhhh, Aaaahhh, pa’TROOooon. (Como gozaba esta niña). Eso lo sabe to’o el mundo. Mi mae nos dio teta a toitos y quiero que mis tetas también den leche cuando tenga un crio. Ahhhhssss, Don José, que bien me hace… ooohhhh".

Y yo seguía jugando con sus teticas, rozando y pellizcando sus pezones. Y mientras, Bertica incrementaba el meneo de sus caderas.

"Que bién, Berta. Que niña tan inteligente (y caliente). Pero sabias tú que el hombre tambien lacta a la mujer? A veces la mujer siente mucho ardor en la cosita y solo cuando la cosita esta llena de la leche del hombre es que se le quita el malestar."

Berta frunció el ceño. Le había sembrado curiosidad. A estas alturas, la quemazón en su "cosita" la debía estar volviendo loca.

"Patrón, como es eso? Que el hombre le da leche a la mujé? Cómo la llena de leche? Usté que es médico me puede llená de leche? Porque, patrón, yo tengo mucho ardor. Me tiene desesperá esta piquiña."

"Pero, claro que si, Bertica. Es mi obligación como médico calmarte ese ardor. No sabes como tengo ganas de llenarte de leche. Y me aseguraré de que en su momento recibas mi leche bien adentro, como es debido. Te va a gustar el procedimiento que antecede a la lactancia. Te va a gustar recibir mi leche en la boca y en tu cosita. Porque te voy a alimentar por arriba y por abajo, mi nena. Cuando te lo haga, vas a sentir inmediatamente que se te quita ese ardor que te enloquece. Ya veras. Te gusta como te manoseo las tetas?"

"Ssiiii, patrón. No sabe como me esta gustand.. ohhhh…"

"Te lactare muy seguido, Berta. Te lo prometo. Pero, por ahora, tu condición me dice claramente que es hora de darte una buena mamada, asi que voy chuparte los pezones. Y quiero que sepas que te voy a mamar las tetas varias veces, a diario. Observame bien, mira todo lo que te hago. Cuando inicie la succión quiero saber que te gusta …"

"Sssssss, ahhh.. Si patrón, deme una mamada. Chuuuupemelassss, hágame no mas..."

Acerque mi boca al pezón. Berta me miraba con ansiedad. Viéndola a los ojos, moje mis labios con mucha saliva y los puse en forma de O antes de bajar lentamente para cerrarlos alrededor de su aureola. Se me hacia la boca agua. Al sentir el contacto de mi boca en su piel, inhaló, y momentaneamente cerro los ojos. La fricción de mi lengua hizo que su cuerpo se tensara y emitió un profundo "Aaaaahhhh". Liberé el pezón. Nuevamente Berta giró en torno a mi."Te gusta como te mamo?". Asintió. Volví al ataque. Esta vez, con la boca abierta y la lengua afuera, me acerque y pase el largo de mi legua por su pezón, como si en realidad estuviera saboreando un helado en paleta. Echó hacia atrás su cabeza y gimió, "Aaaaahhhh, patroooon, que bieeeen se sieeenteeehh…".

Esperé a que tomara aire y se volviera a verme. "Dime que te gusta, Berta. Que esta sabroso. Pídeme que te mame…"

"Mámeme, patrón! Mámeme sabroso…"

Berta bamboleaba sus caderas buscando calmar el ardor de su entrepierna. Liberé el pezón, dejándolo empapado en mi saliva. Berta brincó al sentir el frio que produjo en su piel mi suave soplido.

"Aaaaay, patroooon, que bien se sienteeee. Que buen doctor es usteeee. Que sabroso me mama. Siga patrón, que me gusta. Me gusta mucho. No pare. Siento un caliente sabroso en mi cosita…"

Me acerque mas a su cuerpo y le susurre al oído, "Lo estas haciendo muy bien, Bertica. Muy bien. Así me gusta. Me gusta que me digas lo que sientes, que te gusta lo que te hago. Que me pidas que siga. Pideme que te lo haga más. Mi boca es para mamarte. Quiero que lo que te hago lo sientas rico. "

"Patroooon, cuando me chupa la teta se me alborota la cosita. Siga, patron, siiiigaaaahhhjj."

"Berta, mira como mamo tu otra teta", y sus ojos se enfocaron en mi boca. Al acercarme a su pecho, intencionalmente extraje mi lengua rebozánte de saliva. Deje caer una gruesa gota de mis babas sobre su pezón. Un hilo de saliva me colgaba y nos unia. Baje y dispersé la baba con la punta de mi lengua mientras que a la vez le daba toquesitos a su pezón. Deje que mas saliva fluyera. Berta observaba sin perder detalle. Cuando su pezón estuvo bien empapado, metí cuanto pude de su teta en mi boca y la chupé, dejándola limpia. "Aaaaaahhhhhhhh." Berta no podía mas. Sus ojos miraban mi boca con ganas. Intercambiando miradas, cerré mis labios sobre su aureola y procedí a chupar como lo hace una cría con ansias de leche. Sus gemidos eran enloquecedores. "Patrooon, que sabroso me mama. No aguanto la calentera!"

Nuevamente me acerque a su oído y le susurre. "Que bien lo estas haciendo, Bertica. Ya te mamé las teticas... Rico, verdad?" Y asintio. "Ahora, te voy a soltar la bata y te voy a abrir bien las piernas. Te voy a tocar tu cosita. Tu cuca. Porque así se llama tu cosita, Berta. Cuca. Repítemelo, Berta. Como se llama tu cosita?"

"Cuca, patrón. Es la cucaaahhh".

"Me voy a ensalivar la mano para que te resbale suavesiiito por la cuquita. Y te voy a abrir tu cosita con mis dedos para sentirte por dentro. Quier tocar tu cuquita mojada. Te voy a calmar ese calor. Te voy a quitar esa piquiña de cuca, mi amor. Te voy a calmar tu calentera y te va a gustar sentir como te la quito. Vas a querer tener siempre piquiña para pedirme que te la quite. Vas a sentir rico."

Me miro a los ojos y dijo, "Sssssi patrón, si patrón, toqueme."

Gire para abrir la bata por completo y acomodar sus piernas. Si antes me sentía afortunado, al remover la tela me sentí en la gloria. Recibí mi mayor y mas deliciosa sorpresa. Era tan joven que su pubis aún era lampiño. Antes se me había hecho agua la boca, pero esta vez me chorreaba la baba. Su inocencia, su juventud, su virginidad encendían en mi aun más las ganas de poseerla.

Me propuse a que sintiera rico, a que disfrutara para que así se dejara hacer de mi sin vacilación. Decidí que iba a buscar la forma de mantenerle la sangre caliente para que siempre que yo quisiera darle, ella estuviera ansiosa y dispuesta a recibir.

"Bertica, voy a alzar tu pierna y la voy a colocar en lo alto del espaldar del sofá. Ahora, esta otra, doblala, que el talón te toque la nalga. Ahhhhh. Asssiiiiiii. (Estaba completamente abierta ante mi). Que linda es tu cuquita. Toda limpiesita. Blanquita, Sin pelos. Despejadita para mi. Y que mojada estas! Creo que nunca he visto una cuca tan jugosa, tan deliciosa como la tuya, Berta…"

Berta se sonrojó. "Patrón, me da vergüenza. Ahí nunca me han mirao."

Me acerque nuevamente para susurrarle al oído, "Shhhhhh. Mira como me echo saliva en la mano. Me la estoy mojando para ti." Y procedí a ensalivarla. Al acercarle mi mano se tenso un poco y le recordé, "Portate bien, Berta. Se que lo que te hago te va a gustar porque eres una hembra caliente. Ahora, quedate abierta de piernas y sienteme. Sientes cómo te paso mi mano por tu cuquita? (se me aguaba la boca). Sientes mi caricia, Berta? Aaaahh (hasta yo gemia de gusto al tocarla)".

"Siiiii patróoooon. La siento. Siento su mano mojadita y sabrosa cuando me la pasa."

De que estaba caliente, no me quedaba la menor duda. Su cuca estaba empapada. Podía ver su clítoris, hinchado. Intencionalmente evitaba que mis dedos lo rozaran. Me moría por mamarlo, por pasarle la lengua y volver a sentir el sabor de hembra en mi boca.

Estaba desesperada por acabar. Tenia ganas de saber lo que era sentir rico. "Siga patrón, así, asiii, asi, ahh, ahh, ahh, no pare, no pare".

"Sientes sabroso, Berta? Eso se llama "gozar"". Berta ya no respondía. Estaba en transe, ansiando mi próxima movida.

Decidí que ya era hora de que sintiera su primer orgasmo.

Mirandola a los ojos, por vez final ensalive mi mano y cubrí su sexo con ella. Inicié un suave vaivén. Berta se movía en sentido contrario al movimiento de mi mano. Cuando mi mano subía, su cuca bajaba. Cuando mi mano bajaba, su cuca subía a encontrase con mis dedos. El roce de mi mano sobre su sexo jugoso producían el delicioso sonido que se da cuando la tranca del hombre goza como es debido a su hembra. Con el índice y el anular abrí sus labios externos, y con mi dedo corazón comence a friccionar suavemente su clítoris. La sentí a punto. Estaba lista.

Berta sudaba copiosamente. Sus fosas nazales estaban dilatadas y los ojos perdidos. Su boca abierta, buscaba aire. "Mamita, me gusta ver como gozas. Ahora te quiero sentir acabar…" Y, cubrí su pezón con mi boca, succionando con fuerza. Incrementé la friccion de mi dedo sobre su clítoris, y sentí su cuca convulsionar en mi mano.

"Patroooooonnnnn, me hace ríiiiiicoooo. Me hace ríiiiicoooo." Grito con gusto. "Aaaaaahhhh, aaaaahhhhh…."

Seguí pegado a su pezón, acariciando su clítoris hasta que su sexo volvio a la calma.

Acomodé sus piernas, cubrí su cuerpo con la bata, sequé su sudor, y con cara seria le dije: "Berta, mientras te portes bien y hagas todo lo que te pida, no te mando de regreso al rancho ni le cuento a tu madre lo sucedió en el baño."

En voz baja, con ojos temerosos me respondió, "Si, patrón. Como Usté mande…"

"Ahora, me voy a duchar, y cuando salga del baño, te quiero en mi cuarto… sentada en mi cama. Es hora de darte tu primera toma de leche…"

Continuará

Agradezco sus comentarios.

Pipiola123@yours.com