Bernard II

Deseaba a aquel hombre y no podía pensar en no repetir la cumbre de placer a la que me había llevado.

" Y con esto, damos por finalizada la sesión de hoy. Les espero mañana a la misma hora. Sean puntuales."

Los asistentes comenzaron a levantarse entre comentarios, risas y saludos. Yo me mantuve sentada fingiendo releer unos documentos mientras sentía mi sexo desbordarse. Él también recogía sus enseres delicadamente sin levantar su mirada de lo que le ocupaba. No podía evitar mirarlo de reojo. Esperaría hasta que no hubera nadie en la sala porque no había nada que desease más que volver a escuchar esa voz en mi oído.

Varios minutos después, se oyó la última voz saliendo del recinto y tras ella, la puerta. dejándonos en silencio. Entonces alzó sus ojos y me buscó. Yo acudí a su encuentro colocándonos uno frente al otro llenos de deseo. Bern agarró mis caderas fuertemente atrayéndome hacia él. Sentía su respiración y el olor de su piel. Nos devoramos la boca haciendo navegar nuestras lenguas en la del otro y chupándonos muertos de sed.

De pronto me lanzó sobre la mesa de sus cosas mientras me miraba con enormes ojos excitados. Yo estaba como una perra en celo desdesperada por liberar aquello que el bulto de su pantalón prometía. Rompió salvajemente los botones de mi blusa al tiempo que yo apretaba su culo respingón. Violentamente sacó mis pechos del sujetador dejándolos fuera para comérselos, morderlos y chuparlos como jamás había sentido. Mordía mis pezones erectos hasta hacerme sentir un maravilloso dolor alternando con lamidas que elevaban la temperatura de mi cuerpo. Sus manos se deslizaron bajo mi falda buscando el calor de mi entrepierna. Abrió mis piernas ayudado por mis movimientos de cadera dejando entrar sus manos hasta mi coño. Mis fluidos brillaban sobre la piel de mi muslos. Paró para mirarme a los ojos y decirme: " El profesor te ha puesto cachonda, putita. " Respondí con un suspiro ahogado y él haciendo a un lado el hilo de mi tanga sin retirar sus ojos de los míos introdujo dos dedos en mi coño apretando fuertementemi clítoris con su dedo pulgar. Un espasmo me hizo arquear la espalda y busqué su boca y su lengua. Bern continuó masturbándome jadeante. No podía hablar. Nunca nadie me había dado tanto placer y no esperaba que fuera un hombre de más de 55 años quien me hiciera vivir el mejor sexo de mi vida.

Hábilmente me colocó a cuatro patas sobre la mesa. Mis tetas colgaban fuera del sujetados. Me sentía como una puta perra salida anhelante. Con delicadeza subió mi falda hasta mi cintura y me masajeó el culo con ardor. Yo solamente pensaba en gritarle: " Fóllame ya, cabrón. Métemela hasta la garganta." Pero su saber hacer y calma me tenían completamente alienada. Con furia bajó mi tanga hasta las rodillas provocando una oleada de fluidos en mi coño. " Grítaselo, joder, no puedes más." Pero Bern parecía leerme el pensamiento porque comenzó a dedearme haciendo que mi cuerpo se moviera convulsamente y que mis enormes tetas se bamboleasen. Inesperadamente noté algo húmedo haciéndose sitio entre mis nalgas. Era su lengua comiéndose mi culo a la vez que me hacía la mejor paja de mi vida. Mis gemidos eran brutales y entre uno y otro conseguí dacirle: " Voy a correrme, Bern. No lo soporto más, voy...voy...me corro...me corro ya, ya, ya,yaaaaa" No se detuvo con el orgasmo, siguió dándome placer mientras mis espasmos y gemidos eran enormes. Esta vez no podía contener los gritos y un "joder" salió de mi boca acompañado de un enorme suspiro. Bern me soltó un azote en el culo al escucharlo y fue parando lentamente. Sacó sus dedos de mi coño y me dio una palmadita en él. Abrazándome por detrás hasta alcanzar mis tetas y pellizcar mis pezones sensibles tras el orgasmo, me preguntó:

  • ¿ Te ha gustado ? ¿ Quieres más de esto, zorrita ? - Me metió sus dedos empapados en mi boca.

  • Sí, Bern, quiero...más...mucho más

  • Bien. - Dijo restregando su paquetazo en mi culo. Estaba duro. Se intuía una polla como un mástil y no era precisamente pequeña. No me atrevía a girarme y buscársela. Controlaba mi cuerpo y mi mente.

Deseaba a aquel hombre con todas mis fuerzas y no podía pensar en no repetir la cumbre de placer a la que me había llevado. Me temblaban las piernas al bajarme de la mesa con su ayuda, lo cual provocó una sonrisa pícara en su cara. Bern era atractivo, pero sobre todo era dominante y fuerte. Su actitud caballerosa provocaba en mí una pasión y una manera de hacérmelo, una locura.

  • Quiero pasar la noche disfrutando del sexo más salvaje con usted, señorita.

Sonreí asintiendo con los ojos. Todo lo que tenía planeado para esa noche había quedado olvidado.

Su respuesta fue un ardiente beso que recorrió a lametones toda mi boca. Me llevó hasta el ascensor agarrada por la cintura. Entramos en el ascensor y se inclinó para apretar el botón del séptimo piso. Nada más cerrarse las puertas, me acorraló contra el espejo diciéndome: " Me vas a demostrar lo puta que eres. Ahora me toca a mí. " Chupé su cuello dejando un rastro de mi saliva cobre él y llevándome el olor  de su perfume conmigo. Bajé mi mano descaradamente hasta su paquete. Bajo aquel pantalón de traje gris, suave y elegante, sentí una enorme verga dura empujando para salir. No aguantaba más, quería de eso y quería que él me dejase probarla ya.

" Mmmm, espera, espera, niña mala, todo a su tiempo, aún has de demostrarme que puedes tomar de esa medicina. No tengas tanta prisa."

Separó su cuerpo del mío y mi mano de su pollón. Yo traté de seguirlo con querencia. Relamía mis labios pensando en lo que iba a comerme. Se abrieron las puertas y salimos casi corriendo en dirección a la habitación. Bern sacó la tarjeta de su bolsillo y al acercarla a la puerta me guió un ojo sonriendo. Verde y se abrió.

La suite era maravillosa. De frente a la puerta un gran ventanal con la ciudad al fondo. A la derecha una cama king size para hacer realidad mis sueños húmedos con él. A la izquierda un grandioso baño y frente al ventanal unos fantásticos sillones de cuero.

Se colocó detrás de mí abrazándome apretando mis tetas con sus manos grandes y restregando su paquete contra mi culo. ¡ Cómo movía sus caderas ! Cerró la puerta con el pie y me giró para quedarnos frente a frente. yo llevaba la camisa rota y el sujetador debajo de mis pechos. Me quitó la chaqueta y la blusa, pero no me permitió quitarme la ropa interior: " Quiero verlas así como están." Me miró y revisó. Agarraba mis pezones y las dejaba caer. Creo que mi lubricación llegaba a mis rodillas. Mordisco en un pezón y azote en el culo. A horcajadas me llevó sobre la cama y me dejó caer. Abierta de piernas, con las tetas fuera del sujetador y la falda en la cintura, me observaba recorriendo mis piernas con el dedo índice.

Yo quería ver su cuerpo desnudo, comérselo entero, cabalgar sobre él. Sin embargo, controlaba la situación no dejándome aún descubrir el secreto. Por fin, soltó su corbata y su camisa. Como una cerda me lamí los labios y me llevé la mano al coño para tocarme. Dejó caer su pantalón y su boxer al suelo. Frente a mí, una polla gorda, venosa y larga. Apreté mi coñito y me froté con fuerza bajo el tanga empapado con las dos manos. Tenía las piernas plenamente abiertas y mis caderas se movían locamente. Mis cuatro dedos no eran suficientes. " Cómemela. Ahora demuéstrale a Bern que esta noche va a valer la pena."