Berlín, ciudad del amor
Mi compañero de piso me sorprende gratamente con su manera de entender la sexualidad. Entra en nuestro piso y forma parte de las cosas maravillosas que hacemos. Déjate llevar por esta historia donde cuento cómo poco a poco Carlos y yo nos dejamos llevar por nuestros instintos.
Capítulo 1
Hace ya unos seis meses que llevo viviendo en Berlín. Llevaba un tiempo sin trabajar en España y me apetecía mejorar mi alemán y decidí irme con una amiga mía de Sevilla. Marta tenía una situación similar a la mía y un día de birras tomamos la decisión de dejar España y probar suerte en un nuevo país. Nos buscamos un piso compartido y el primer trabajo que nos salió. En el caso de marta fue de cuidadora de niños y, en mi caso, en la recepción de un hotel.
El piso es bastante amplio. Cuatro habitaciones grandes, dos baños, un salón-comedor y una cocina muy bien equipada. Somos cuatro inquilinos por lo que la renta nos sale a buen precio. Los otros dos ocupantes del piso son una chica de Guatemala, Fernanda. Una enfermera de 27 años que es la alegría del piso sin duda alguna. Gracias a ella podemos resolver todas nuestras diferencias y todos los problemas típicos que surgen de la convivencia.
La otra habitación había sido ocupada por un chico joven procedente de Polonia. Markus abandonó el piso hará un tiempo porque regresó a su país. Recientemente, el lugar de Markus ha sido sustituido por otro chico procedente de Madrid. Acaba de llegar a Alemania, tiene 28 años y se ha convertido, sin él quererlo, en el protagonista de mi vida en las últimas semanas. Es enfermero también y ya ha conseguido trabajo en la ciudad. Lo primero que destaca de Carlos es su trabajado cuerpo. Y, por supuesto, su cara. Es guapo, muy guapo. Y él lo sabe.
Por mi lado, mi nombre es Roi y ahora mismo estoy soltero. Tampoco soy de tener pareja estable. Tanto mi amiga Marta como a mí nos gusta mucho ir al gimnasio, en concreto hacemos crossfit. Este es un tema que nos ha unido mucho con Carlos puesto que él también lo practica. Marta y yo también tenemos la misma edad, 27. Nos conocimos viviendo los dos en Birmingham, Inglaterra. Y desde el principio hemos mantenido una gran amistad.
Como iba contando, no tengo pareja. Voy tirando de “citas grindr” de manera esporádica. Unas mamadas por aquí, algún polvo por allá. Ya he tenido tiempo de tener algún “follamigo”. De esos a los que acudes cuando no te surge nada más, pero al menos te arreglan la noche.
Sin embargo, desde que ha llegado Carlos a nuestras vidas las cosas han cambiado un poco. Carlos es heterosexual, y se le nota. Tiene la novia viviendo en Madrid. Él necesitaba irse por temas laborales y decidieron llevar la relación a distancia por unos meses. Desde el primer momento se ha integrado perfectamente a la convivencia del piso. Sin darnos cuenta ya forma parte de nuestro grupo y hacemos muchos planes juntos. Generalmente somos nosotros tres, Fernanda va más a su bola.
Como decía antes, Carlos destaca por su belleza y por su cuerpo. Por su simpatía y por su sonrisa perfecta. No pude evitar una pequeña erección la primera vez que lo vi. Por supuesto, me alegré muchísimo de que aquel cuerpazo fuera a ser nuestro nuevo compañero de piso. La buena sintonía entre todos nosotros ha hecho que coja plena confianza con nosotros, hasta el punto de pasearse en gayumbos por la casa si hace falta. Sin duda, es lo mejor que puede tener el compartir piso.
Son muchas las mañanas en las que estoy desayunando y aparece él por la puerta con el cuerpo totalmente al descubierto menos por sus gayumbos. Yo disimulo y hago que estoy medio dormido, pero no dejo de admirar su cuerpazo cuando mira hacia otro lado. Cuanta más confianza le cojo más grandes son mis erecciones. Muchas veces no puedo dejar de fantasear con él. con su piel tersa y morena. Con sus músculos. Sus brazos de hierro. Su pectoral. Su cuerpo rasurado. Casi rozo la obsesión porque ya no logro pensar en otra persona que no sea él. Y acabo haciéndome pajas en su honor. Una y otra vez.
Imagino que le acaricio el culito por encima de esos gayumbos. Con la otra mano le acaricio la cara y nos fundimos en un apasionado beso. Juntamos nuestros torsos y nuestras pollas se rozan. Acabamos follando siempre. Carlos a mi o yo a él.
Hoy es un día como siempre. Tengo libre así que aprovechare para ir al gimnasio con marta cuando acabe. Estoy tomando mi café en la mesa de la cocina cuando entra Carlos con sus pintas de siempre. Esta recién levantado, aun así, está para comérselo.
- Buenos días – dice al entrar.
Le respondo con las mismas palabras y me llevo una sorpresa al observar un bulto importante bajo sus gayumbos. No soy capaz de apartar mi vista de su paquete imaginando el pedazo de rabo que se encuentra bajo ese trozo de tela.
- ¿te gusta? - me pregunta.
- Perdona tío. Veo que hoy te has despertado contento.
- ¿Qué quieres? Tengo a mi novia a kilómetros de aquí. Lo único que puedo hacer es pajearme de vez en cuando.
Pues yo podría ayudarte. Vuelvo a mirarle el paquete. Es fabuloso. Me pondría de rodillas ahora mismo a tragármelo todo joder. A Carlos le gusta que le miren y se le nota. Por lo que no me molesto en cortarme demasiado.
- Te entiendo tío. No tiene que ser fácil.
- ¿Tú cómo haces? No tienes pareja, ¿no?
- No. Pues tiro de aplicaciones y de algún “amiguillo”.
- Tú te lo montas bien. Vicky y yo llevábamos una vida sexual muy activa. La verdad que ha sido un cambio muy brusco y se me está haciendo más duro de lo que pensaba. Intentamos hacer “cosas” por videollamada. Ya sabes, “cosas guarras”. Pero no es fácil encontrar el momento que nos vaya bien a los dos.
- Claro… y, ¿Qué cosas hacéis?
- ¡Pero bueno! Tú lo que eres es un morboso.
- Es para coger ideas.
En ese momento entra Marta por la puerta.
- ¿De qué habláis vosotros dos?
- Aquí tu amigo. Que es un poco morboso el tío.
- Marta, si tú vieras el bulto con el que ha entrado hace un rato estarías como yo.
Marta lleva su mirada al paquete de Carlos para comprobar lo que le estoy diciendo. Pero ahora ya se ha relajado y no se le nota casi nada.
- Pero bueno, Roi, tú ves lo que te interesa. Aquí no hay nada que ver.
- Si yo te lo digo, que tu amigo es un pervertido.
Marta sale un momento. Su móvil está sonando en su habitación. Carlos se sienta a la mesa junto a mí. Acerca su silla a la mía mientras me mira y me sonríe.
- A ti lo que te pasa es que te gustaría ver algo más que un bulto en unos gayumbos.
Ignoro su comentario y acabo de tomar mi desayuno y me voy a la ducha. No me atrevo a entrarle a un hetero y menos siendo mi compañero de piso. Ya he tenido experiencias pasadas que no han acabado muy bien y he aprendido la lección. Por eso prefiero no hacer mucho caso a ese tipo de comentarios. Lo hace porque le gusta gustar, que los demás le miren. Sean tíos o sean tías. Sin embargo, no puedo evitar pajearme pensando en el bulto con el que me ha sorprendido esta mañana.
Capítulo 2
Las semanas pasan y al fin he conseguido no obsesionarme tanto con Carlos. O eso creo. Justo anoche me folló un tío y no dejaba de pensar en que era el propio Carlos quien me metía su polla por el culo. Y así cada vez. Aunque, por otro lado, el polvo en si no estuvo nada mal. Fue una cita de Tinder y salió inesperadamente bien. El tío el dueño de un rabo enorme que me abrió el culito más que nunca. El cabrón se corrió dentro y se marcho enseguida. Y ahí me quedé yo, tirado en la cama con el culo chorreando su leche.
- Te lo pasaste bien anoche, ¿eh? - me dice Carlos nada más entrar en mi habitación.
- Perdona si hicimos ruido. – me pilla por sorpresa. Yo estoy en mi escritorio con el portátil.
- Tranquilo. Debo confesar que me puso un poco perraco. – dice mientras se sienta en la cama.
- Si te digo yo que te gustaría y todo.
- Pero tu… ¿eres activo o pasivo?
- ¿Y tú porqué quieres saber eso?
- Curiosidad tío. Nunca he tenido un amigo gay.
- Pues me defino como pasivo. Aunque la haya metido yo algunas veces, ¿contento?
- ¿Y qué tal es?
- Amigo mío, para eso solo tienes una opción y es que lo pruebes.
- No, no… que va. Es solo que me llama la atención. A mi me encanta el coñito de mi novia. Incluso, alguna vez lo hemos hecho por detrás. Aunque a ella no le gusta mucho, tengo que decir que yo lo prefiero. No sé, es distinto…
- Pues lo mismo te digo yo Carlos. Follar con un tío es, simplemente, distinto.
- ¿Y se te corren dentro?
- Mucha curiosidad veo yo eh.
- Ya puestos. Yo si quieres te cuento todo lo que quieras sobre lo que hago con Vicky.
- Pues sí Carlos, alguna vez se me han corrido dentro. E incluso en la boca.
- ¿En serio te lo tragas?
- ¿Qué pasa que a tu chica no le gusta tu leche?
- Alguna vez pone la boca, pero siempre lo escupe. Pero no me quejo, que conste. Suelo correrme en su coñito. Es la puta ostia.
- Lo sé Carlos, lo sé. Los gais también somos tíos y nos gustan estas cosas. Yo personalmente pienso que a todos los tíos les gustaría follar con otros tíos. Aunque no fueran gais. Lo que muchos pensarían que lo son solo por follar.
- ¿De verdad crees eso?
- Claro.
- ¿Si ahora mismo yo me follara un tío por placer no creerías que fuera gay?
- Pues claro que no tío. Podrías seguir estando completamente enamorado de tu chica.
- ¿Aunque me la metieran por el culo?
- Bueno Carlos, no sé hasta donde quieres llegar a parar con esta conversación. Si tienes curiosidad prueba y ya está. No pasa nada. Si te gusta bien, y si no, pues también. Pero ve con cuidado con tu novia. Por cierto, mira cómo me has puesto. Esta conversación me ha puesto cachondo tío. No querrás hacerme una paja.
- ¿Qué dices tío?
- Pero ¿Qué veo ahí? ¿te has puesto palote tú también?
Efectivamente, al igual que a mí, puedo observar perfectamente un majestuoso bulto en su entrepierna. Lleva unos pantalones de chándal ajustados por lo que no le hace difícil intentar disimular eso.
- Me voy antes de que me metas mano.
- No te arrepentirías.
Y sale por la puerta con la polla morcillona, haciendo movimientos extraños para aparentar que esa conversación no le ha puesto perraco como a mí. Yo no quiero desaprovechar la oportunidad y voy tras él. Ya en su habitación le propongo unas mamadas.
- Oye, te lo digo en serio. Te he visto con mucha curiosidad antes. A mí no me importaría, aunque fueran unas pajas. Visto que te has puesto cachondo es lo mejor que te podría pasar ahora mismo.
- Que no tío, que me dejes. Solo quería preguntar por saber. Si lo sé no lo hago.
- Está bien, no te enfades. Perdona tío, no quería abusar. Si quieres algo, lo que sea, estoy en la puerta de al lado.
Regreso de nuevo a mi habitación. Con esto ultimo se me ha bajado la polla y ya no me apetece nada. Me pongo en mis cosas de nuevo intentando olvidar la conversación que acabo de tener con Carlos cuando de repente llaman a mi puerta.
- Perdona que te interrumpa otra vez. No quería ser tan estúpido antes. He sido yo quien ha empezado esto y tu no has puesto ningún problema. Siento mi comportamiento.
- Nada tío, no te preocupes. Cuando quieras hablar lo que te apetezca ya sabes que estoy aquí. Además, te recuerdo que me has dicho que me ibas a contar las cosas que haces con Vicky, solo te lo recuerdo.
- Pues yo si quería comentarte algo.
- Soy todo oídos.
- Si te estuve preguntando todo eso antes fue porque pasó algo que ha estado en mi cabeza durante un tiempo y no puedo quitarme.
- ¿Y qué fue lo que pasó que tanto te preocupa?
- Justo antes de abandonar Madrid, a modo de despedida, mi novia y yo nos pusimos de acuerdo en hacer un trio. Se nos había presentado la oportunidad hacía un tiempo y lo habíamos estado pensando, pero siempre decíamos que no. Y cuando quedaban solo unos días para marcharme propusimos hacerlo en plan para despedirnos durante el tiempo que esté en Berlín.
- ¿Con un tío o con una tía?
- Fue un tío. Es un amigo común con el que tenemos mucha confianza. Lo habíamos hablado unas cuantas veces, pero nunca nos atrevíamos a dar el paso. Por si después ya no iba a ser lo mismo, por si perdíamos la confianza… él es hetero, ha tenido novias y en ese momento estaba soltero.
- ¿Y cómo fue?
- Muy bien. Nos lo pasamos muy bien. Fue un gran polvo debo decir. Me puso muy cachondo ver a Vicky ser follada por mi amigo. Nos la follamos por todos los agujeros. Ella estuvo muy entregada. Fue la puta ostia. Y me puso muy burro ver a mi amigo, demasiado ¿sabes? No podía dejar de mirarle, no hubo roce alguno. Hubo miradas, claro. Pero en el fondo me apetecía cogerle el rabo y hacerle una paja o, incluso una mamada.
- ¿Y por qué no lo hiciste?
- Porque eso no lo habíamos hablado. Delante de mi novia hubiera sido un poco violento. Estuve deseando todo el tiempo que él diera el paso. Eso que has dicho antes de que a todos los tíos nos gustaría follar con otros tíos, aunque no fuéramos gais, ¿lo crees de verdad?
- Pues claro. Pero Carlos, dime la verdad, ¿adónde quieres ir a parar?
- Solo quería contártelo porque se que tú puedes entenderlo mejor que nadie. Solo quería esto, hablar.
Capítulo 3
Carlos y yo hemos hecho muy buenas migas. Las conversaciones que mantenemos últimamente son muy íntimas y ya me ha llegado a contar cosas muy interesantes. También se lleva muy bien con nuestras dos compañeras. Es muy habitual quedarnos hasta altas horas de la noche tomando birras. Por otro lado, sigo sin poder evitar que me ponga cachondo. Convivir con él hace que pasemos mucho tiempo juntos, y gran parte de ese tiempo le veo semidesnudo o saliendo de la ducha. No he alcanzado nunca a verle el rabo, pero puedo decir que es de gran tamaño. Lo sé por todas esas veces que se pasea en gayumbos por la casa, que es casi siempre. Además, alguna vez se la he visto empalmada y es todavía mejor. Casi todas las pajas que me hago estoy pensando en él, en su culito, en sus músculos, en su polla o en esa carita de niño bueno que tiene pero que a la vez te quiere reventar el culo.
Estoy solo en casa cuando me llaman al móvil.
- Perdona Roi, soy Carlos. Te estoy llamando desde el móvil de un amigo y creo que me he dejado el móvil en casa. ¿Puedes mirar si está en mi habitación? Creo que lo he dejado sobre la cama cargando.
Me dirijo a su habitación a comprobar lo que me pide. La verdad que entramos pocas veces en las habitaciones de cada uno, para respetarnos nuestro espacio. Nada más entrar percibo un ambiente cargado. No huele mal, simplemente huele a él, aunque muy cargado. Miro su cama y veo un de sus gayumbos y, efectivamente, el móvil está ahí mismo cargando.
- Sí Carlos. Puedes estar tranquilo.
Le cuelgo y me quedo mirando los gayumbos. No están limpios. Tiene pinta de que se ha cambiado rápido y los ha dejado ahí mismo. Se me está pasando por la cabeza una cosa. solo de pensarlo ya tengo la polla medio dura. Nadie tiene por qué saberlo, pienso. No, no, no… los agarro como quien no quiere la cosa. los observo bien. Son tipo slip, grises. Me los acerco a la cara. Joder… cómo huelen. Ya tengo la polla empalmada y es otra vez por el cabrón de mi compañero de piso. Con la otra mano empiezo a sobarme el rabo.
Voy a mi habitación sin soltar los gayumbos. Tengo un estimulador prostático en forma de pene que no suelo usar mucho. Aunque la ocasión lo merece. Me coloco sobre la cama desnudo. En una mano los maravillosos gayumbos de Carlos. Con la otra mano empiezo a masajearme el agujerito. Voy oliendo los gayumbos a la par que intento introducir levemente el pene en mi culo. Pero qué maravilla. Es como tener su polla en mi cara. O su culito. O sus huevos. Me los meto un poco en la boca como si de su polla se tratara. La punta del pene ya está en el interior de mu culo. Joder, qué placer. No puedo evitar algunos jadeos y pequeños gemidos. Mi polla está dura como una piedra y ya empieza a humedecerse de precum. Aprieto un poco más y el pene y ha invadido el interior de mi culo. Empiezo a masajear sacando y metiendo una y otra vez. Muy lentamente. Mientras disfruto el fabuloso sabor de los gayumbos sucios de Carlos.
Sin dejar de follarme el culo llevo mi otra mano a mi polla para correrme ya de una vez. En cero coma empiezo a eyacular lefazos de semen sobre mi vientre y sobre los gayumbos de Carlos. Estoy exhausto. Sin querer he manchado los gayumbos. Me los llevo a la boca y empiezo a lamer los trallazos de mi leche que han caído sobre ellos. Debo dejarlos limpios para que no lo note. Una vez me recupero regreso a su habitación y los dejo como estaban.
Capítulo 4
El próximo fin de semana viene Vicky de visita. Así que supongo que no veré mucho a Carlos puesto que se pasaran casi todo el tiempo follando en la habitación. Por las conversaciones que tengo últimamente con él noto que está bastante falto de sexo y cariño. Hay días que parece que le gustaría hacer algo, otros que es hetero 100%. Ya no sé captar muy bien sus mensajes. Casi siempre es él quien me saca temas de conversación relacionados con sexo, parejas, mis ligues… hemos llegado a un alto nivel de confianza. A veces le propongo de hacernos unas pajas o algo, pero ya suena muy poco realista. Ya no me toma en serio. Y yo se lo digo totalmente en serio.
El día a día sigue siendo genial conviviendo con él. puedo seguir admirando diariamente su cuerpazo, su culito… sigo impregnado del olor de aquellos gayumbos que tomé “prestados” para una paja.
En vistas de que este fin de semana estará ocupado he dedicado tiempo a grindr para ver si cae alguien. Es viernes por la tarde, Carlos ha ido a buscar a Vicky al aeropuerto, Marta ha salido con un chico con el que se están viendo mucho últimamente y Fernanda ha hecho una escapada de fin de semana con unas amigas. Por lo que me encuentro solo en casa sin plan establecido. Sigo mi búsqueda por la aplicación, estoy hablando con unos cuantos a la vez. Pero no promete mucho la cosa.
Bajo al bar de abajo a tomar una birra. Al menos me arreglo y salgo, aunque sea. Un chico alemán me habla y parece simpático. Hablamos en ingles puesto que mi nivel del alemán todavía no es para tirar cohetes. Al menos hay conversación y no me pregunta si soy activo o pasivo a la primera de cambio. Se llama Hans y es corpulento. Alto y ancho, complexión atlética. Tipio alemán. Muy atractivo. 32 años. Le propongo para vernos. Le ofrezco mi casa puesto que estoy solo. Acepta. Ya tengo plan.
Vuelvo a casa para asearme un poco y evitar sorpresas. Preparo unas birras y algo para picar. Llaman a la puerta. Es él. llega antes de lo esperado, pero ya está todo listo. Abro la puerta y le dejo pasar. Vaya, es más alto de lo que parecía. No está nada mal el alemán, hombros anchos, mandíbula amplia, ojos azules, ropa apretadita. Vaya, por mi podemos ir directos a la cama. Le hago pasar al salón y le ofrezco una birra.
Es muy majo el chico. Bebe rapidísimo las cervezas y como si nada. No puedo seguirle el ritmo. Empieza a decirme que está muy cachondo y que le he gustado mucho. Estamos sentado en el sofá y pone una mano sobre mi muslo para acariciarlo. Me mira muy fijamente mientras me sonríe. Me dice cosas como que tiene ganas de besarme y tocarme. El tío tiene las cosas claras. Yo me dispongo a lanzarme para comerle la boca y justo en ese momento escucho la puerta de la entrada. Son Carlos y su novia. Entran al salón para saludar y hacer las presentaciones. Vicky es muy guapa la verdad. Hacen muy buena pareja. Me sorprende que sea tan maja. No hablamos mucho, simplemente nos presentamos cada uno y poco más. se van a su habitación, que no quieren molestar.
Hago lo mismo con mi alemán. Digo de ir a la habitación, que tendremos más intimidad. El chico me sigue por detrás y aprovecha para poner un mano sobre mi culo. Ya dentro me dice que me siente en la cama. Se coloca frente a mí y se baja los pantalones. Me planta su enorme rabo frente a mi cara y con una mano me la acerca a su cadera. No me queda más alternativa que abrir la boca y, con ayuda de mi mano, me la meto directamente. Su polla es enorme, no está erecta todavía. Puedo notar como aún está creciendo en el interior de mi boca. Esta caliente. Y muy sabrosa. Me la saco y me la meto. Todo lo que puedo claro. El glande es enorme también. Le paso la lengua unas cuentas veces. Hay algo de precum que recojo con mi lengua. El flipa de lo sumiso que he sido. Sin apenas decirme nada me estoy tragando su polla cual puta.
Hans aprovecha la poca resistencia que he puesto y lleva sus dos manos detrás de mi cabeza. Empieza a follarme la boca brutalmente. Tengo que respirara por la nariz, aunque me cuesta. Sus embestidas son fuertes y profundas. Aun así, no logra meter la polla en su totalidad. Mete y saca todo el tiempo. Se me derrama saliva por la comisura de los labios. Pongo una mano sobre su vientre para intentar que reduzca el ritmo. Pero cuenta más resistencia pongo más fuerte son sus embestidas. El tío jadea como un poseso. Ha visto que soy presa fácil y no quiere desperdiciar la ocasión. Me dice que le mire a los ojos. Una y otra vez. El chico está sudando, rojo. Gimiendo de placer. Sin dejar de follarme la boca. Intuyo que quiere descargar en mi boca. Noto que se está acercando el orgasmo. Lo veo en su cara. En lo dura que está su polla. No me he dado cuenta, pero ya me la está metiendo prácticamente entera de tanto apretar. Siento cómo sus huevos rozan mi barbilla. Los gemidos van en aumento. Mírame a los ojos, dice una y otra vez. Voy a correrme, es lo último que dice. A partir de aquí empieza a llenarme la boca de leche mientras gime por cada lefazo. Saca la polla y sigue haciéndose una paja apuntando a mi cara. Aun cae un último lefazo sobre mi mejilla. Está deliciosa. Adoro que se corran en mi boca. Sigo lamiendo su polla como si no me hubiera bastado la follada que me acaba de meter. Quiero saborear cada gota de semen, no quiero desperdiciar nada. Le paso la lengua desde la base hasta la punta unas cuantas veces, sin dejarme nada por el camino.
Hans se pone a mi altura y dirige su boca a la mía. Nos morreamos un bueno rato. En el interior de mi boca todavía quedaban restos de su leche que van de una boca a la otra. Me felicita por el trabajito que le acabo de hacer. Me mira y me sonríe satisfecho. Me acaricia una mejilla y con el dedo agarra ese último lefazo que había ido a parar sobre mi mejilla y se lo introduce en la boca. Acto seguido me mete la lengua en la boca y jugamos de nuevo con sus fluidos dentro de nuestras bocas.
Al poco de jugar con nuestras lenguas Hans se pone de nuevo los pantalones. Lo siento mucho, me dice. Que se tiene que ir. Me quedo sin saber qué decir. Le pido que se quede un rato. Pero ya es tarde. Ha dado media vuelta y ha desaparecido tras la puerta. Me quedo en silencio en mi habitación. Hasta que me doy cuenta de que justo al otro lado del pasillo hay otras dos personas. Tener una polla entrando y saliendo de mi boca me ha impedido escuchar el polvo que están pegando Carlos y su novia. Pero ahora, en la soledad de mi habitación, casi puedo ver cómo Carlos empotra a su novia. Ella está gritando de placer. Carlos le dice guarradas que no logro entender del todo bien. Tengo la polla durísima de escucharlos. Oigo los golpes contra la cama. Como me gustaría estar en el lugar de Vicky. Como me gustaría ser yo quien estuviera gritando del placer que me da Carlos. Seguro que tiene la polla enorme. Como la del alemán que me acaba de follar la boca. Los gritos de Vicky son prueba de ello.
Tengo la tentación de abrir la puerta un poco, aunque sea. Y asomarme para observar cómo follan. No me atrevo. Aun así, salgo al pasillo, ahora los escucho más. acerco mi oreja a la puerta.
- Qué ganas tenia de follarte joder – ahora puedo entender bien a Carlos.
Y siguen los jadeos y gemidos un buen rato. Regreso a mi habitación. Desnudo sobre la cama empiezo a pajearme mientras los escucho. No tardo nada en correrme. Tenía la polla durísima con ganas de descargar. Derramo toda mi lefa sobre mi vientre. Con una mano me llevo un poco a la boca. Con la otra me la esparzo un poco por todo. Y me quedo dormido con los gemidos de aquellos dos follando.
Capítulo 5
Han pasado unos días desde el frenético fin de semana. Entre una cosa y otra no he coincidido nada con Carlo. Vicky ya está de vuelta en España y aquí ya estamos todos con nuestro día a día. La escena que viví el viernes noche se alargó hasta el domingo mediodía, momento en que Vicky tuvo que marcharse. Carlos me regaló muchos momentos que ya forman parte de mi imaginación a la hora de masturbarme.
Hoy he trabajado toda la noche y llego cansadísimo a casa. Me preparo un café y me siento en el sofá a relajarme un poco. Entra Carlos por la puerta. Está vestido.
- No sabía que estabas- le digo.
- Me estaba duchando.
- Oye, ¿qué tal el finde?
- Genial. Echaba mucho de menos a Vicky. Me ha encantado volver a estar con ella. Lo necesitaba. Lo que ahora se hace muy duro otra vez.
- No me cabe duda de que ha sido genial.
- ¿Por qué lo dices?
- Coño habéis estado follando todo el puto fin de semana, ¿te piensas que no se oye?
Carlos se sonroja y se echa a reír.
- Pues claro que sé que se oye. También te escuché a ti comerle la polla a aquel chico.
- ¿Era un concurso para ver quién follaba gritando más fuerte?
Los dos nos echamos a reír. Carlos se acaba de preparar un café y se sienta a mi lado.
- Estarás seco de tanto follar- le digo.
- Pues casi casi tío. Las últimas corridas casi ni me salía leche.
- Normal. Yo tuve que conformarme con una simple paja. El tío se marchó después de hacerle una mamada. Y tú, follando sin parar.
- ¿Qué dices tío? Qué cabrón. Haberte unido a nuestra fiesta.
Le miro sorprendido. Quiero saber hasta qué punto está bromeando o no. Carlos me sonríe.
- Pues haberme avisado. A mi no me importa compartirte. Además, no sería vuestro primer trio.
- La diferencia es que tu no te follarías a Vicky.
- Si tiene que ser una condición para follar contigo yo firmo ahora mismo.
- Pero qué tonterías dices Roi.
Los dos damos un trago a nuestro café. Ya tengo tan asumido la poquísima probabilidad que existe de follar con él que soy capaz de tratar el tema con total naturalidad. Y si le tengo que decir lo que pienso pues lo hago. Como que está buenísimo o que me lo follaría aquí mismo.
- Oye, ya que eres tan sincero conmigo voy a confesarte algo- me dice.
- Dime.
- El viernes por la noche no pude evitar escuchar cómo le hacías una mamada al alemán aquel.
- ¿Y?
- Pues tengo que confesar que me puso un poco cachondo.
- ¿Y, exactamente, qué te puso cachondo?
- Pues no lo sé muy bien. La cuestión es que te imaginé a ti comiéndole la polla a aquel tiarrón de dos metros y se me puso muy dura la polla.
- Mira tú por dónde. Qué interesante esto que me estás contando.
- Pero que conste que yo estoy enamorado de mi novia y que me la estuve follando todo el fin de semana.
- No te preocupes Carlos. Lo sé perfectamente. No pasa absolutamente nada porque te pongas cachondo por eso.
- Pero hay algo más.
- A ver.
Se sienta apoyando toda su espalda en el sofá. Da otro trago al café que sigue manteniendo en su mano. Le miro a la cara expectante.
- Pues que también lo estuve haciendo mientras follaba con mi novia. Hasta un punto que llegué a olvidarme que me la estaba follando a ella y me creía que te follaba a ti.
Me quedo helado. Petrificado. Dejo la taza sobre la mesa. Me siento totalmente en el sofá. Miro y veo que tengo una pequeña erección. Carlos también. Aunque hace por disimular intentando colocársela un poco de lado.
- ¿Y qué pretendes decirme con todo esto?
Ahora ya no estamos riendo tanto.
- Nada Roi, nada. No quiero joder nuestra relación. Solo quería compartirlo contigo porque te tengo mucha confianza y necesitaba hablar con alguien de este tema. Con Vicky no puedo hacerlo. Con mis amigos de siempre tampoco. No sé qué pensarían. Sin embargo, tú eres una persona que no juzga a nadie, muy abierto de mente. Y que, además, se puede hablar de cualquier cosa con total naturalidad.
Llevo mi mano sobre su muslo. Poco a poco lo voy recorriendo con los dedos apuntando al interior de su muslo. Voy subiendo dirección a su entrepierna. Él me mira y no dice nada. Parece asustado, conforme a la vez. Dirijo mi mirada a su boca, a sus labios carnosos. Le miro de nuevo a los ojos cuando mi mano ya está sobre su polla. Está dura. Aunque no creo que esté a su máximo potencial. Estará nervioso.
Le sobo un poco la polla. Me sonríe por primera vez. Noto cómo se relaja. Siento cómo su polla se endurece bajo los pantalones de chándal que lleva puestos. Le miro otra vez los labios. Quiero besarle. Acerco mi cara la suya. Pego mis labios a los suyos. Me recibe abriendo su boca e introduciéndome la lengua. Nos besamos. Larga y apasionadamente. Jugamos con nuestras lenguas. Con nuestros fluidos. De una boca a la otra. Sin dejar de besarle me siento sobre él. llevo mis brazos por detrás de su cabeza. Carlos los coloca en la parte baja de mi espalda. Y poco a poco va bajando sus manos hasta quedarse en mi culo.
- Así que tienes ganas de culo ¿eh?
No seguimos besando. Hago movimientos con mi cadera para que nuestras pollas se rocen. De repente oímos la puerta principal. Mierda, mierda, mierda. Me pongo de pie enseguida y me recompongo. Hago por disimular la erección, aunque es casi imposible. Estoy muy cachondo ahora mismo. No nos da tiempo siquiera a hablar cuando entra Marta por la puerta.
- Hola, ¿Qué hacéis ahí los dos?
Estamos los dos con cara de pasmados. Intentando ocultar nuestros bultos. Yo de pie frente a Carlos. Sí, es raro de cojones.
- Aquí, hablando.
Es lo primero que se me ocurre.
- Ah… bueno me voy a la habitación que estoy agotada.
Y desaparece por la puerta. Carlos y yo nos quedamos que no sabemos ni qué hacer ni qué decir.
- Me voy a la ducha - digo para poner fin a ese incomodo momento.
Y salgo por la puerta.
Capítulo 6
Lo del otro día fue algo inesperado. Ni Carlos ni yo nos habíamos imaginado que un momento de tanta pasión sucediera como sucedió. Y fue apoteósico. Por unos instantes nos habíamos alejado tanto del mundo exterior que nos habíamos olvidado dónde estábamos. De ahí que la llegada de Marta nos sorprendiera tanto. Porque en ese momento no estábamos pensando a quién besábamos. No estábamos pensando qué hacíamos. No estábamos pensando nada. No estábamos dejando llevar por nuestros instintos. Por nuestro fuego interno. Por nuestros deseos sexuales. Y nos fundimos en un eterno beso en el que queríamos comernos enteros. Restregando nuestros cuerpos, pecho contra pecho, polla contra polla. Comiéndonos nuestras lenguas y pasándonos nuestras salivas. Con mis manos tras su cabeza, agarrándole del pelo. Y las suyas sobándome el culo. No recuerdo cuánto tiempo duró. No recuerdo casi ni siquiera dónde estábamos. La vuelta a la realidad nos dejó a los dos perplejos. Necesitábamos pensar qué acababa de pasar. Asimilar lo sucedido y con quién había sucedido. Por supuesto, tuve que ir a descargar con un enorme pajote. Tenía los huevos más hinchados que nuca.
Desde entonces no hemos hablado del tema. Hemos coincidido, aunque poco tiempo. Y con Marta o Fernanda por delante. Estos días nuestras conversaciones están siendo con monosílabos y alguna palabra demás. Yo necesito hablar con él. Y estoy seguro de que él también. Intento coincidir con Carlos cuando no hay nadie más en casa. O buscar algún momento oportuno. Pero parece que los dos lo evitamos. Que en el fondo tenemos miedo.
Para que llegue el momento adecuado se me ocurre una idea. Se lo propongo directamente. Se lo escribo por WhatsApp, para que me entienda bien. Le digo de vernos esta tarde, en el bar de abajo. Así evitamos sentarnos en el mismo sofá. Además, en el bar podemos tomarnos unas birras. Esto puede ayudar a relajar la situación. No tarde mucho en responder. Dice que le parece una muy buena idea. Que él también quiere hablar. Ya me que más tranquilo.
Mientras tanto, estoy pensando si contárselo a Marta. Ella es nuestra compañera de piso. Por mi parte, se lo cuento todo. Menos esto. Quizá sería meterle entre Carlos y yo. Por ahora no lo hago.
Llego al bar y él ya está esperando en una mesa. Vengo directamente de trabajar. Está tan guapo como siempre. Parece que se ha arreglado un poco y todo para nuestra “cita”. Me siento a su lado y le indico al camarero para que me triga una caña. Empezamos a hablar. Que cómo me ha ido el trabajo. Que qué has hecho hoy.
Cuando ya llevo casi la mitad de mi caña le saco el tema.
- El otro día pasó algo entre tu y yo.
- Nos besamos.
- ¿Y qué tal?
- No sé tío. No sé…
- A mi me gustó. Mucho. No sé si hacemos bien, o mal. Pero quiero que lo sepas. Que por un momento desaparecí del planeta tierra.
Carlos me mira. Aparta la mirada. Tiene algo que decir, pero no le sale. O no quiere. Quiero ayudarle a hablar.
- Yo creo que sí lo sabes – le digo – creo que sabes perfectamente lo que sientes, pero no te atreves a decirlo, ¿me equivoco?
- Esta bien Roi. Me gustó igual que a ti. Me encantó. Fue una pasada el hecho de besarnos, de aquella manera… nuestros cuerpos pegados. Tocarte el culo. Nuestras pollas sobándose. Joder me hice una paja tremenda.
- Yo también.
- Pues haber venido a ayudarme, ¿no? – me dice bromeando.
Nos reímos los dos. Echamos otro trago a la birra. La situación y se está relajando un poco. Nosotros ya estamos más tranquilos.
- Carlos, ya lo hemos hablado muchas veces. No significa nada que te exciten los tíos.
- Vale Roi. Pero eso no quita que estoy poniendo los cuernos a mi novia.
- Date un tiempo para entender lo que te está pasando. Puedes contar conmigo para lo que quieras. Siempre he estado a tu lado cuando has necesitado contarme algo.
- Claro Roi. Lo sé, y te lo agradezco. Pero creo que nunca había tenido esta atracción por alguien. Ni siquiera por una tía. Cuando nos estábamos besando quería hacerlo todo contigo. Quería desnudarte y seguir comiéndote la boca. Quería verte desnudo. Quería besarte por todo. Pasarte la lengua por todo. Acariciarte. Verte la polla y hacerte una paja. Comerte la polla. Y quería follarte también, Roi.
- Yo también quiero follar contigo Carlos, no te voy a mentir. Lo he querido desde que te conocí. Pero tampoco quiero aprovecharme de esta situación e invitarte a follar como si nada. Quiero que hagas lo que tú sientas que debes hacer.
Se queda en silencio con la mirada perdida. Y, al fin, logra decir algo.
- Quiero que follemos Roi.
Capítulo 7
Esta noche Marta nos ha propuesto cenar juntos y tomarnos unas copas los tres. Dice que hace tiempo que no pasamos tiempo juntos y que, además, tiene cosas que contarnos. Fernanda tiene turno de noche por lo que no puede asistir. Que nos tomemos una a su salud, dice.
Tras la última conversación que tuve con Carlos me siento un poco inquieto. No nos hemos vuelto a parar a hablar. Sí hemos coincidido, hablado un poco, pero nada más. Tras aquellas palabras dejamos claro lo que siente cada uno. Pero ¿y ahora qué? No sé si espera que yo haga algo. ¿que le pida una cita? Qué coño. Me enviaría a la mierda.
Cada vez que hemos coincido se nota cierta tensión sexual. Ahora más que nunca. Alguna mirada. Algún sutil comentario. Pero me siento bien. A la vez estoy relajado. Nos ha sentado bien hablar las cosas. Y más todavía cunado los dos coincidimos.
Pensar en que me quiere follar me ha vuelto loco. En muchos sentidos. No dejo de pensar en ello. Y claro, se me pone dura. Ya llevo unas cuantas pajas desde entonces. Recuerdo aquellos gayumbos que una vez me llevé a la boca. O pienso en lo bien que le sienta el gimnasio. Sus brazos de acero. Su pecho depilado. Su culito o sus abdominales. Toda una divinidad romana. Y, por supuesto, no dejo de pensar en nuestro largo y apasionado beso.
La cena está lista. Hemos pedido comida china. Cenamos los tres en el comedor como si de una ocasión especial se tratara. Nos ponemos al día los tres. Evidentemente, ni Carlos ni yo contamos nada de lo nuestro. Aunque tampoco me importaría. Pero todavía no es el momento.
Marta nos cuenta cómo le va con el chico con el que se está viendo últimamente. Aunque ya podemos decir con el que está saliendo.
- Creo que empiezo a sentir cosas - nos dice.
Y me sorprende cuando Carlos empieza a preguntarle por el físico. Hasta le pregunta cómo tiene la polla.
- ¡Pero Carlos! ¿y esta pregunta?
- Curiosidad. ¿a ti no te interesa, Roi?
Ya hemos empezado con los cubatas. Y se nos nota. A parte de las birras que ya llevamos encima.
- Pues sinceramente no me puedo quejar – nos confiesa Marta.
Y hace un gesto con las dos manos indicando cuánto le puede llegar a medir la polla a su ligue. Creo que está exagerando.
- Si te mete eso te parte en dos, tía – digo yo bromeando.
Justo en el instante de decir eso veo cómo Carlos me está mirando fijamente. Le respondo con una sonrisa. Marta ya va medio pedo.
- Pues tengo que decir que estoy teniendo los mejores orgasmos de mi vida.
- Pues vaya, lo tendré que probar – bromeo.
Seguimos tomando cubatas. En concreto ron cola. Marta es, sin duda, la que peor está. Que hacía tiempo que no bebía, nos dice. Casi ni se aguanta de pie. Pero está muy divertida contándonos cosas.
- ¿Qué tendréis los chicos que siempre queréis probar por el culo? – nos pregunta Marta.
Se produce un silencio entre los tres que no sabemos muy bien qué decir. Carlos y yo nos miramos. Me vuelve a poner su sonrisa pícara. Me está mandando mucho mensaje esta noche. Y yo medio palote.
- Bueno… en mi caso es evidente. Carlos ¿algo qué decir?
- Creo que por morbo. Puede que dé más placer, tampoco lo he probado muchas veces.
- Entonces lo has hecho antes ¿y te gustó? – le pregunto con curiosidad.
Él me mira desafiante. Se nota que estoy vacilando. Pero le gusta ese juego.
- Mucho.
Marta se tumba en el sofá. Parece mareada.
- Chicos creo que me iré a la cama. No me encuentro demasiado bien.
La acompañamos entre los dos a su habitación. Le cuesta ponerse en pie. La ayudamos a desvestirse y a ponerse el pijama. La dejamos durmiendo en su cama y regresamos al salón.
- ¿Otra copa? – me pregunta Carlos.
- Claro.
Nos sentamos de nuevo en el sofá, justo en el mismo sitio donde nos besamos por primera y última vez. Él levanta su brazo y lo pasa por encima indicándome para que me acurruque a su lado. Pego mi cadera a la suya y apoyo mi cabeza en su hombro. Él coloca el brazo sobre mi y nos quedamos así. En silencio.
- He estado hablando con mi novia.
- ¿De qué?
- Le he dicho de tomarnos un tiempo. Que están pasando muchos cambios en esta nueva vida que tengo en Berlín y que prefiero no hacerle daño.
- Sutil manera de decir que quieres follar con otras personas.
- ¿Y qué quieres que haga? Estoy enamorado de ella. No puedo hacerle esto. Llevar una relación a distancia es más complicado de lo que pensaba. Y más todavía cuando descubro que me pone mi compañero de piso.
Levanto mi cabeza para mirarle a los ojos. El está con la mirada perdida. Llevo una mano sobre su muslo y le acaricio. Siento el calor de su cuerpo. Me incorporo y le miro. Me devuelve la mirada. Estamos exactamente igual que cuando nos besamos. Esta vez no me lo pienso tanto y llevo mi boca a la suya. Repetimos aquel apasionado beso que tanto he recordado. Nos volvemos dejar llevar por nuestros instintos comiéndonos las bocas como si no hubiera un mañana. Me coloco sobre él, frente a frente. Lleva puesta una camiseta manga corta que le marca los perfectos bíceps redonditos. Con mis manos le acaricio los brazos. Desde sus bíceps a sus hombros redondeados y duros. Dejo su boca para besarle el cuello. De un lado a otro. Pasando la lengua por todo. Él me devuelve los besos en mi cuello. Con sus manos me aprieta el culo fuerte. Empieza a subirlas por debajo de mi camiseta y aprovecho para quitármela. Hago movimientos con mi cadera, como si estuviéramos follando. Nos miramos y nos sonreímos.
- Qué ganas tenia de este momento.
- Quiero comerte la polla – le digo impaciente.
- Y yo quiero que me la comas.
Apoyo mis rodillas en el suelo y me coloco frente a Carlos. Él aprovecha para quitarse los pantalones. Le miro los gayumbos, los de siempre. Quizá sean aquellos que una vez me llevé a la boca sin permiso de nadie. Aunque esta vez son para a mí. Y con permiso del dueño.
Acerco mi cara a su entrepierna. Me impregno del olor que desprende. Similar al de aquel día. Aunque ahora mucho más intenso. Se le marca el bulto. Un bulto enorme, hacia la izquierda. Paso mi nariz sobre la forma de su polla. Y mi boca, dando pequeños mordisquitos. Joder, como huele. Está caliente. Y dura como una piedra. Abro un poco más la boca. Voy notando toda su forma bajo esos gayumbos. Se le marca un poco el glande y todo.
- Vas a comerme la polla o qué.
Le ayudo a desprenderse de los gayumbos. Al fin veo el pedazo de tronco que tiene. Un rabo gordo que te incita a tragártelo entero. Está apuntando hacia el techo y tiene la punta humedecida. Tiene unos buenos huevos llenos de leche. Empiezo a lamerle la polla.
- Te gusta eh - me dice Carlos mientras gime de placer.
- Vaya rabo cabrón.
Y me lo meto en la boca. Poco a poco. Carlos jadea de placer. Como cualquier otro tío, me coloca las manos sobre la cabeza, como queriendo llevar el control. Meto y saco el rabo de Carlos de mi boca una y otra vez. Esta delicioso. Saboreo el precum que va saliendo por el agujero. Es maravilloso.
- Joder, qué bien lo haces.
Y mientras me va presionando más para que me trague un poco más su polla.
- Trágatela hasta el fondo cabrón.
Me cuesta un poco, pero voy intentándolo cada vez un poco. su rabo esta lleno de mi saliva mezclada con precum. Voy a ritmo moderado para proporcionarle más placer. Sin embargo. Carlos poco a poco me va acelerando el ritmo. Intuyo que se está acercando al orgasmo.
- Sigue así joder, no pares. Cómeme la polla ostia.
A mi me pone más cachondo todavía que me hable así. Que me de órdenes.
- Mírame a los ojos.
Le miro y le veo. Sudando y jadeando. Mordiéndose los labios. Me sonríe.
- Te gusta mi polla, ¿eh?
Me dice mientras nos miramos. No puedo responder al tender todo su rabo dentro. Además, con sus manos me impide que haga otra cosa. No dejo de tragar. El se está acercando al orgasmo y yo quiero su leche.
- Creo que vas a tener que tragarte mi leche.
Asiento indicándole que es lo que quiero.
- Así que quieres mi leche, ¿verdad?
Y esta vez soy yo quien acelera el ritmo, dejándole claro que sí quiero leche.
- Madre mía no te imaginaba yo tan zorrita. Pues vas a tener leche para rato.
Hasta que, finalmente, empieza a rellenarme la boca de semen. Siento cómo toda su leche calentita inunda mi boca hasta salirse por mis labios. No sé cuántos trallazos de lefa me ha metido, pero tengo leche por todo. Han ido a para dentro y fuera de mi boca. Froto la punta de su polla por toda mi cara. La meto en mi boca, la saboreo y la vuelvo a sacar. Cómo me gusta tragarme una polla recién corrida.
- Qué ganas tenía de probar tu leche. Esta deliciosa.
Y sigo lamiendo. Voy en busca de la lefa que ha quedado en su tronco o sobre sus huevos. Y con la lengua me la llevo a la boca. Poco a poco le voy limpiando la polla de lefa.
- Ven aquí. Quiero probar mi leche.
Me indica que me siente sobre él. Me pone sus manos detrás de la cabeza para besarnos.
- Todavía está caliente – me dice.
- Te gusta tu leche, ¿eh?
- No está nada mal.
Y seguimos morreando, intercambiando fluidos, saliva y leche. El tío aprovecha para lamerme la barbilla y las mejillas donde quedan restos de lefa.
- Joder si que te ha gustado tu leche, ¿no?
Y nos fundimos en un profundo beso apasionado.
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