Bendito fúlbol 4
Tras aquella tarde, las cosas entraron en una nueva fase. Decidimos que siempre que estuviéramos los cuatro solos yo permanecería...
Tras aquella tarde, las cosas entraron en una nueva fase. Decidimos que siempre que estuviéramos los cuatro solos yo permanecería desnuda de cintura para abajo, que me sentaría con las piernas abiertas y que (aunque no se lo diríamos a ellos) dejaríamos que se propasaran hasta cierto límite.
Comencé a usar falda siempre, aprovechando que el tiempo era bueno y la temperatura cálida, y con frecuencia o salía sin bragas o hacía que mi marido luego me las quitara en la calle. Eso le excitaba muchísimo y teníamos unas sesiones de sexo fantásticas.
A mí también me excitaba sentir el aire en mi sexo y sigo haciéndolo. Además me di cuenta que, sin hacerlo de manera consciente, poco a poco las faldas y vestidos eran cada vez más cortos. Se ve que mi vena exhibicionista se desarrollaba inadvertidamente. Actualmente cuando me siento juguetona, me gusta separar las piernas y dejar que algún mirón se deleite con la vista de mi depilado sexo.
David lo sabe y me anima a ello. Somos tal para cual. Somos tan parecidos que opinamos lo mismo. Aunque a veces parezca que tomo decisiones y hago cosas sin consultarle, en realidad no es así. Con una simple mirada confirmamos nuestra sintonía y aceptación de lo que el otro está a punto de hacer o decir. Y sobre todo es que nunca haría nada que pudiera ofender o menospreciar a mi adorado marido, le quiero demasiado.
Juntos hemos llegado a la conclusión de que nuestro amor ha trascendido el plano físico. Los dos somos uno y nuestros cuerpos (en cuanto a fidelidad) no son importantes. Por eso es por lo que compartimos nuestra cama con nuestros amigos, porque al compartir el placer del otro lo aumentamos y nos sentimos más unidos aún.
Comenzamos a tener reuniones los cuatro con mayor frecuencia. Y eso que solía suponer un reto para ellos. Me explico… Es cierto que soy una mujer muy fogosa y que estoy encantada de que me follen uno tras otro varias veces cada uno, pero no siempre tengo ganas de tanto. Satisfacer a tres hombres jóvenes no es una tarea fácil para una sola mujer, al menos no con tanta frecuencia. Esa es uno de los motivos para hacer que los chicos aceptaran el contacto bisexual… si jugaban entre ellos algún rato yo podría descansar un poco.
Otro motivo es que no quería que mi David fuera el único que aceptara el contacto con otros hombres. Es una tontería machista pero los hombres tienden a pensar que por hacer esas cosas son menos hombres y David precisamente era mucho más.
Así que en las siguientes sesiones me propuse desarrollar su lado bisex. En la primera comencé por hacer que se masturbaran entre los tres. Eso no fue difícil porque contaba con la ayuda de David y porque Luis ya lo había hecho la vez anterior.
Fue algo más difícil lograr que se la mamaran a otro. Primero tuve que demostrarles que una boca es una boca y que con los ojos cerrados no son capaces de diferenciar si era yo o David el que se la chupaba. Luego demostrarles que nadie es menos hombre por dar placer a otro. Y por último les ofrecí una “zanahoria”: Yo estaría una hora en su casa y pondría mi culo a disposición del que consiguiera que David se corriera en su boca sin usar las manos. ¿A que parece algo difícil de aceptar para unos “machos heteros neandertales”? Pues debo confesar que tuve que ir dos veces a casa de cada uno. Era la primera vez que iba a follar con otro que no fuera mi marido después de casarme, y además sola en su casa.
Cuando me disponía a cumplir la primera de las sesiones comprometidas, por un instante me sentí como una puta. ¡Me estaba vistiendo y arreglando para irme follar con otro! Entonces llegó por detrás mi marido, me abrazó y me besó en el cuello. Su tierna caricia me relajó.
Entonces nuestra enfermiza mente se despertó…
- D - Mi amor, estaba pensando… Vas a cumplir lo prometido a los chicos. Se lo van a pasar en grande y te van a follar a su capricho. Pero estoy pensando que podemos pasárnoslo bien también nosotros. ¡Aaaahh!, veo que he captado tu atencióoon.
- ¿Qué has pensado? Me tienes intrigada.
- D - Podemos aprovechar para representar nuestras obras de teatro. Sí, el profe y la alumna, La doctora y el paciente… Ya sabes, lo que hacíamos a veces. Pues podemos representar con la participación (consentida o no) de ellos… “la puta, el cliente y su chulo” o “la esposa infiel y el marido que la pilla con su amante”. ¿Qué te parece?
- Oye, pues tienes razón. Ya que los hemos aceptado en nuestra cama que participen también en las actuaciones. Además me gustaría saber lo que se siente en esas situaciones, me da morbo. A veces me he puesto a pensar lo que sentirán las putas cuando venden su cuerpo a un extraño y me he puesto cachonda.
- D – Fede no es realmente un extraño pero podrá valer. Tú vístete como una puta barata. Así sentirás las miradas de la gente y te meterás en el papel. Mientras, aviso a Fede para que nos espere en el bar en la calle de detrás de su casa y le digo que me siga el rollo y no haga preguntas. Te aseguro que te vas a sentir como una puta, jajaja.
La idea me gustaba. Miré en mi armario y no encontré demasiada ropa para elegir. Me decidí por el top que usé para recibirles sin bragas y una minifalda muy corta rosa chillona, brillante. Me peiné de manera hortera y me maquillé sin mucho cuidado y con tonos fuertes. Un collar de bisutería, un mini-bolso y unos taconazos completaron el atuendo. Me miré y no me reconocí. Esa no era yo, era una puta.
David me llevó en el coche hasta el barrio de Fede. Logró aparcar un poco lejos del bar. Salimos del coche y me puse en pie sobre aquellos altos tacones como pude porque no me sentía muy segura de que aquello fuera una buena idea.
Fuimos andando al bar. No sé si me perturbaban más las miradas de desaprobación de las mujeres, las de asco de algunas chicas jóvenes, las lascivas de los viejos babosos, o los codazos de un grupo de seis o siete adolescentes que me miraron sonrientes.
Notaba sus miradas en el culo como si me lo estuvieran tocando. Tuve que agarrarme al brazo de mi marido para no caerme. Estaba muy nerviosa. Las miradas de la gente me agobiaban y me sentía insegura.
- D – Lo estás haciendo muy bien. Estás conmigo, yo te protejo, no pasa nada. Estás genial, todos se lo creen. Levanta la cara y mírales. Verás como ellos dejan de mirarte.
Respiré profundo… y levanté la cara. Tenía razón, casi todas las caras dejaron de mirarme. Solo un par de mujeres de mediana edad siguieron mirando. Pero me dio igual. Estaba con mi hombre y estaba logrando saber lo que siente una puta por la calle.
Llegamos al bar y allí estaba Fede. Estaba sentado en una de las tres mesas del pequeño bar que estaba bastante concurrido mayoritariamente por hombres, obreros que habían acabado su jornada laboral y tomaban una cerveza con los amigos. Todos me miraron con más o menos disimulo según los casos. Había un gran espejo en una de las paredes y pude verme entrar con David. No les recrimino sus miradas porque entre el ajustado top blanco sin sujetador, la escasísima falda y el maquillaje estaba claro que venía “pidiendo guerra”.
Nos sentamos frente a él. Fede estaba sorprendido, sin palabras, por mi atuendo.
- F - ¿Eva, qué haces así vestida?
- D – Calla, esto no va con ella. Es algo entre tú y yo –dijo mi marido metiéndose en el papel. Lo dijo en tono normal y seguro que alguno de los clientes del bar le oyeron.
- D - ¿Qué te parece la chica que te traigo? –continuó David en el mismo tono-. Ya ves que cumplo lo que te prometo. Puedes darle por el culo todo lo que quieras.
De repente el nivel del ruido en el bar se redujo. Le habían oído… y querían oír más.
- D - ¿De acuerdo entonces?
Fede asintió. No le salían las palabras. Se daba cuenta que todos en el bar estaban atentos a lo que hacíamos. No nos habían quitado la vista de encima desde que entramos y el poder presenciar además como el chulo negociaba con el cliente la venta de la puta… Uf, eso era un plus para todos ellos. Hasta yo estaba excitada, mi pequeño tanga estaba empapado.
- D – Muy bien. Vete con él –dijo mirándome-. Te veo en una hora.
Nos levantamos. Fede me cogió de la mano y salimos del bar apresuradamente. La situación parecía muy real y yo era incapaz de mirar a otro sitio que no fuera el suelo.
- F - ¿Qué pasa? ¿Qué es todo esto? –me preguntó.
- Nada, tranquilo. Es una representación, es para divertirnos. David me propuso representar el papel de puta y yo accedí. Tenía curiosidad por saber lo que sienten esas chicas… ¡y ya lo creo que lo sé! –dije respirando profundamente-. Nunca he estado tan nerviosa. Todos dentro y fuera del bar me miran.
- F – Pues claro, estás increíble. Me he quedado sin palabras cuando os he visto entrar. Esto se avisa, joder. Casi me llevo un infarto. Sabéis que en ese bar me conocen, ¿no?
- Pero sois todos hombres. Entre vosotros seguro no está mal visto que te folles a una puta tan buena como yo, ¿verdad?
- F – Ya, pero… Hubiera preferido que me avisarais.
- No te quejes. Esto me ha puesto tan cachonda que vas a disfrutar como en tu vida, te lo aseguro.
Subimos a su casa, el pisito típico de un soltero por su desorden y falta de gusto en la decoración. Rápidamente nos desnudamos y nos pusimos al tema. Empezamos por follar en el salón y fuimos recorriendo el piso con su polla bien insertada en mi ano hasta que llegamos a su dormitorio. Puedo decir que no es fácil andar mientras te sodomizan, jajaja.
Follamos muy a gusto los dos y nos lo pasamos en grande. Fede estaba encantado de tenerme para él solo. Se corrió tres veces y entre cada una yo se la levanté con mi boca. Yo también me lo pasé muy bien. La escena del bar me había puesto tan cachonda que al rato de comenzar a ser sodomizada tuve el primer orgasmo y luego varios más.
Fede seguía follándome cuando llamaron a la puerta. Nos quedamos parados. ¿Quién cojones podía llamar ahora cortándonos el rollo?
- ¿No vas a abrir? –le pregunté.
- F – Es que estoy en pelotas. Abre tú.
- Eso no, es tu casa. Abre.
- F – Da igual. Abre tú, así, desnuda… como en internet. Menuda impresión que se va a llevar el que sea. ¿A que no eres capaz de abrir en pelotas?
- Eres un cabrón. No me retes, por favor.
Así estábamos cuando el timbre de la puerta volvió a sonar. Fede me dio un pequeño empujón, le miré y me hizo un gesto. Tomé aire y me encaminé a la puerta.
Tomé una gran bocanada de aire… y abrí sin pensármelo más.
- D – Hola mi amor, estás preciosa. Me gusta ese vestido que llevas –dijo mi marido besándome y sonriendo.
- ¿Qué haces aquí?
- D – Pues traerte ropa. ¿O quieres volver a representar el papel de puta de vuelta? Seguro que los del bar te invitarían a una copa.
- No, gracias, ya he tenido bastante. ¿Ropa?
- D – La que he cogido de casa. Pensé el esperarte en el bar pero no aguanté la situación, así que me acerqué a casa y he metido algunas cosas para que te cambies. Ya ha pasado la hora –dijo David señalándole el reloj a Fede que se acercaba por el pasillo.
- F – Hola, cabrón. Vaya susto que me has dado en el bar con vuestra representación.
- D – No te quejes que seguro que Eva ya te ha compensado con creces.
- F – Sí, Eva es genial. Yo también me he portado. He logrado que se corra varias veces, ¿o no?
- Sí, sí, ha estado muy bien –dije mientras me encaminaba al cuarto de baño con la bolsa de tela que mi marido me había traído en la mano.
Al día siguiente había quedado con Luis para cumplir la primera de las dos sesiones a las que me había comprometido por cumplir él su parte del acuerdo. No hice nada especial. Me vestí y arreglé como todos los días. La única concesión al morbo fue que bajo el corto vestido lo único que llevaba era un sujetador de copa tan baja que mis pezones quedaban a la vista y unas finas medias transparentes cuya parte superior decorada con puntilla se adhiere al muslo para que no se caigan. Esa parte superior asomaba bajo el borde del vestido quedando a la vista.
David estaba ocupado y además no quería que me llevara, por lo que tomé un taxi. Al comenzar el recorrido comprobé que los ojos del taxista no se apartaban de mis piernas. Aquello me gustó y decidí subir la apuesta. Me recoloqué ligeramente en el asiento y poco a poco, como si no me diera cuenta, fui abriendo las piernas.
Al instante la mirada del taxista (cincuentón y regordete) estaba fija en mi depilada entrepierna. La corta falda quedaba tensa por mis abiertos muslos y nada le impedía la visión de mi “tesoro”. Una brusca maniobra para evitar una colisión hizo que ocultara mi boca entre las manos para que no viera mi risa y procedí a juntar mis rodillas dando por terminado el espectáculo.
Luis se mostró muy atento y galante. Mientras disfrutaba de una bebida pude comprobar que tenía mucho más gusto e interés por la decoración que Fede. Un pisito muy agradable. Su dormitorio tenía unos muebles muy bonitos y que parecían caros. Nos besamos y me pidió que le dejara desnudarme. Tardó poco porque poca ropa llevaba puesta.
Me pidió que me tumbara en la cama y cerrara los ojos, como así hice. Al poco noté que sus manos aceitadas recorrían mi espalda dándome un masaje. No fue un masaje largo pero sí muy placentero que me ayudó a relajarme. A continuación, sin palabras hizo que levantara mis caderas sobre las rodillas manteniendo los hombros sobre la cama y las piernas separadas.
Comenzó entonces a recorrer mis muslos, culo y sexo primero con sus manos prolongando un poco el masaje para sustituirlas por su lengua. Me comía el coño desde atrás de una forma muy agradable logrando que me excitara, para a continuación introducirla en mi ano tras extraer el plug dilatador anal que traía puesto.
Pocas veces había sentido la lengua de David en mi ano, pero ninguna se comparaba al placer que me estaba dando Luis. Me encantó. Entonces paró y se incorporó cogiendo un preservativo.
- Déjalo, no te lo pongas, te lo has ganado. Fóllame a pelo, y quiero que te corras en mi boca. Quiero tragármelo.
- L - ¿Estás segura? Nunca te he visto tragártelo.
- De David, sí. Me da un poco de asco pero quiero superarlo. Vas a ser el primero… si quieres.
- L – Pues claro. Nada nos gusta más que ver como desaparece nuestro semen garganta abajo. Y si quieres más veces, solo tienes que decirlo, jajaja.
- Tal vez lo haga –dije sonriendo pícaramente.
Mientras conversábamos así, yo estaba con el culo en pompa a poquísimos centímetros de su cara y con sus dedos acariciando mi clítoris. Siguió un poco más y, cuando notó que mis gemidos denotaban mi gran excitación, se colocó y me metió la polla de golpe por el ano.
Aquello no me lo esperaba. Luis estaba siendo muy suave, primero con el masaje, luego con el cunnilingus y después con las caricias en mi clítoris. Lo que menos me podía esperar era una penetración tan inesperada, violenta y profunda. No me hizo un daño irreparable porque el plug ya me tenía dilatada y además su lengua lo había lubricado, pero sí que sentí como una corriente eléctrica que me recorrió la espalda desde mi culo hasta el cerebro.
Fue la primera vez que tuve un orgasmo instantáneo. El masaje del clítoris me tenía cerca de llegar y la sensación de sentirme sodomizada de golpe hizo que tuviera un orgasmo tan fuerte que mis piernas comenzaran a temblar derrumbándome sobre la cama.
Luis no solo no se detuvo sino que continuó penetrándome con fuertes y rápidos golpes de sus caderas haciendo que el orgasmo siguiera hasta que no lo pude soportar por más tiempo y lograra girarme para quitarle de encima de mí sacando su polla de mi culo para que cesara la sensación logrando que el orgasmo disminuyera.
Pasé como un minuto recuperándome cuando Luis volvió a colocarme boca abajo en la cama y a penetrarme de nuevo. Le dejé hacer. Poco después sentía como la excitación volvía a subir haciendo que me inundara de nuevo el placer y llegara una cadena de orgasmos, suaves, prolongados. Una sensación maravillosa. Me sentía llena de placer y encantada de que mi amante estuviera disfrutando también.
Cuando volví a casa tuve una de las mejores sesiones de sexo que recuerdo. Primero me encontré que me había llenado la bañera con agua bien caliente y aceites aromáticos. Me encontraba relajada por el baño y las velas que aportaban una maravillosa atmósfera y, al abrir los ojos, encontré que mi marido me había traído una copa de champán sin que me hubiera dado cuenta de ello. Ante mi exclamación de sorpresa, la puerta se abrió y entró él con otra copa para brindar y una caja de bombones abierta. Puso uno en mi boca, luego bebimos y nos besamos, todo muy romántico.
Cuando llegué al dormitorio envuelta en la toalla, me encontré que también lo había decorado con velas. Me quitó suavemente la toalla mientras me besaba, hizo que cerrara los ojos, me tumbó sobre la cama y colocó unos almohadones bajo mis caderas. Un instante después noté como sus manos y boca recorrían mis muslos y sexo haciendo que mi sexo palpitara de excitación y deseo.
No tengo idea de cuánto tiempo me mantuvo en esa posición, pero fue el suficiente para tener un orgasmo que se mantuvo un buen rato dejándome agotada, sin fuerzas. Lo siguiente que sentí fue a mi marido penetrar mi vagina y follarme. Yo le dejé hacer a su gusto y se corrió un par de veces en mi interior.
Al siguiente día Fede canceló nuestra cita para su segunda sesión, así que volví a ver a Luis. Esa sesión fue normal. Le agradecí lo que me había hecho disfrutar el día anterior con una gran mamada en la que intenté tragarme toda su polla. Me costaba mucho porque nunca había sido buena en ello, pero con su ayuda e indicaciones logré aguantar las arcadas y conseguir que mi nariz tocara su vello púbico.
Mi ano recibió una buena sesión de polla en variadas posturas, y lo único reseñable de ese día fue que logré que me permitiera jugar un poco e introducirle dos dedos (lentamente y muy lubricados) en su culo. Aproveché la ocasión de tener los dedos en su interior para masajear su próstata y terminó reconociendo que no estaba tan mal como él pensaba y que no le importaba repetirlo (como así sucedió, jajaja)
Cuando llegué a casa David se mostró muy cariñoso conmigo. No me tenía la bañera preparada pero sí que lo tenía preparado para darme un masaje. Se lo agradecí con un buen morreo y me desnudé.
- D – Me alegro que te lo hayas pasado bien con Luis.
- Hummm, síiii… Ha estado muy bieeenn… pero tus manos son mucho mejor… -dije disfrutando de su masaje.
- D – Mañana vas a casa de Fede, ¿verdad? –afirmó más que preguntó ya que lo sabía de sobra.
- Sí… ya sabes que sí… ¿O es que hay cambio de planes?
- D – No… y sí –contestó enigmáticamente.
- ¿Qué quieres decir? ¿Fede no quiere sodomizarme? Me extraña.
- D – No, no es eso. A ese cabrón le gusta tu culo aún más que a mí, jajaja. No, es otra cosa. La otra vez hiciste el papel de puta, como bien recordarás.
- Sí… claro que me acuerdo. Menuda vergüenza pasé.
- D – Sí, pero supiste lo que se siente una puta cuando va por la calle.
- Eso sí, ya lo creo.
- D – Pero… la experiencia no fue completa.
- No te entiendo, ¿qué quieres decir?
- D – Que no experimentaste lo que sienten cuando “están” con un cliente –me quedé bloqueada, no sabía a dónde quería llegar con todo eso-. Fede me ha dicho que varios de los clientes del bar le han pedido mi teléfono…
- David, NO. No voy a follar con ninguno de esos babosos. Yo…
- D – Calla, déjame terminar. Fede directamente les dijo que no era posible y que no insistieran, sin darles más explicaciones. Pero me lo contó muerto de la risa, asombrado de que todo el bar se hubiera creído nuestra representación.
- No me lo recuerdes. Me fue imposible levantar los ojos del suelo cuando salí con Fede.
- D – Sí, salió perfecto. Pero sigo pensando que la experiencia no está completa. ¿Por qué no experimentar lo que es prostituirse (por supuesto que sin riesgo)? Yo también sabría lo que es saber que mi mujer está follando con otro por dinero… Uf, espero que esto te ponga tanto como a mí.
- ¿Lo estás diciendo en serio? ¿Quieres que folle por dinero?
- D - ¿Por qué no? Son conocidos de Fede y dice que hay uno que insistió y le ofreció 200€ por estar media hora contigo. Él no lo sabría, pero sería en su casa y Fede y yo estaríamos en la habitación de al lado y te veríamos por una cámara oculta. Al menor problema, entramos.
- ¿Media hora… y vosotros estaríais cerca?
- D – Sí y sí. Estarás a salvo, además es un buen tío. ¡Y te llevo de viaje a París si aceptas!
- Eso es tentador. Y con 200€ además…
- D – Bueno… Fede pensaba quedárselos ya que se queda sin su segunda sesión exclusiva, pero seguro que lo puedo arreglar. ¿Trato hecho, le digo que avise a su amigo?
- Uuufff… Vaaaale. Media hora, con preservativo y solo sexo anal. ¡Y quiero que esté duchado!... Creo que esto es un error -dije asustada de lo que acababa de aceptar.
Al día siguiente, a la hora acordada, llamé a la puerta del piso de Fede. Me había vestido menos provocativa que la vez anterior, sexy pero no descarada. Estaba muy nerviosa. Era la primera vez que iba a follar con un completo desconocido. La puerta se abrió y apareció un hombre vistiendo un albornoz.
- R – Hola. Tú eres la chica que espero. Te recuerdo del otro día en el bar –dijo apartándose e invitándome a pasar-. Soy Roberto, ¿y tú eres…?
- Puedes llamarme… Vanesa.
- R – Muy bien, Vanesa, encantado. ¿Sabes que estás muy buena? –dijo acercándose para darme un beso.
- No hagas eso –le dije separándome-. Solo beso a mi marido.
- R – Qué arisca eres… Cómo cambiáis en cuanto os casáis. Da igual. Déjame ver la mercancía que no quiero perder tiempo.
- Ahora mismo, pero antes págame, no se te vaya a “olvidar”.
Roberto sacó de su cartera cuatro billetes de cincuenta euros que guardé en mi bolsito. Oficialmente ya era una puta.
Le seguí al dormitorio. Comencé allí a desnudarme frente a ese desconocido. Me daba mucha vergüenza (hacía pocas semanas que por primera vez me había exhibido delante de los chicos) pero intenté aguantarme y me desnudé rápidamente y sin mirarle a los ojos. Cuando me agaché para sacar el tanga por mis pies, noté su mano en mi culo. Un escalofrío recorrió mi espalda.
- R - ¿Qué pasa? ¿Te he asustado?
- No, nada, no pasa nada. Es solo que no me lo esperaba.
- R – Pues voy a hacer algo más que acariciarte… y lo sabes –dijo atrayéndome hacia él.
Roberto había dejado el albornoz sobre una silla y estaba totalmente desnudo. Tendría alrededor de cuarenta años y una pequeña barriga cervecera. Ni guapo ni feo, con el pelo un poco largo y pinta de obrero. Jamás me habría fijado en un hombre así, tan poco atractivo. Lucía un anillo de casado que no se había molestado en quitarse. Un casado-putero… debería de habérmelo imaginado.
Puso sus manos en mis hombros y presionó hacia abajo. Me imaginé lo que quería, que se la chupara. Antes de hacerlo cogí mi bolso y tomé un preservativo de los varios que había traído.
- R – No jodas que me la vas a chupar con la goma. Te he pagado una pasta por media hora… y me he duchado como querías, estoy limpio –dijo con gesto de reproche.
No estaba muy al día de los precios en el mercado de las putas, pero pensé que no le habría sido fácil conseguir ocultarle a su mujer los 200€ que ahora estaban en mi bolso… y sí es verdad que estaba recién duchado. Dejé el preservativo sobre la cama y me agaché. Cogí su polla y comencé a lamerla. No era muy grande, más bien lo contrario. Lamí, chupé y me la introduje en la boca. Enseguida creció y endureció, pero aun así logré metérmela toda en la boca sin demasiado esfuerzo. Me pidió que le lamiera las pelotas. Eso no es algo que me guste y menos cuando tienen tanto pelo como las suyas, pero lo hice. Dos veces tuve que detenerme para sacarme sendos pelos de la boca y entonces me dijo que me tumbara boca arriba. Me abrió las piernas sin muchos miramientos y metió su cara entre ellas. Comenzó a comerme el coño pero lo hacía fatal. Me estaba dando mucho asco pensar que tenía su lengua empapando mi vagina de sus babas. Pero lo mejor para que lo dejara era fingir, así que me puse a gemir, pensó que me lo había pasado bien y paró.
- R – Qué guarras sois todas. Cómo os gusta que nos “bajemos al pilón”, jajaja –dijo sin tener la menor idea de lo que yo opinaba sobre su baboseo-. Ahora me toca a mí, te voy a follar.
Cogí de nuevo el preservativo, le pajeé brevemente para que recobrara la dureza y se lo puse. Me coloqué a cuatro patas y busqué en mi bolso el lubricante. Así estaba cuando noté una mano tratando de introducirse en mi vagina y otra que intentaba quitarme el plug anal del culo.
- Deja mi coño. Ya sabes que solo puedes darme por el culo.
- R – Eeeh… No seas arisca, no pasa nada. Sí, solo por el culo, está claro, es lo acordado. Oye, esto no sale –dijo tirando del plug.
- Ya lo hago yo.
Apreté el esfínter y lo saqué de su lugar. Roberto tomó el lubricante y comenzó a untar mi ano introduciendo sin mucha delicadeza un par de dedos.
Roberto se tumbó en la cama y me ordenó sentarme sobre su polla y empalarme. Estuve cabalgándole un rato hasta que me ordenó ponerme a cuatro patas. Así me folló unos cuantos minutos para luego ponerme boca arriba con las piernas flexionadas sobre el pecho. Él se colocó encima sujetando mis piernas con sus manos. La postura era muy incómoda para mí aunque él resoplaba con cara de gusto.
Casi había pasado la media hora Cuando Roberto se detuvo y sacó su polla de mi ano sin haberse corrido todavía.
- R – Uf, qué maravilla de culo tienes. Pero siempre me cuesta correrme. Mira, hay una cosa que quisiera probar. Lo que vamos a hacer es que me tumbo en el suelo y tú te pones encima de mi cara, me meas un poquito y luego te limpio con mi lengua. ¿Vale?
- ¿Mearte en la cara? Oye, eso no estaba en lo acordado…
- R – Vengaaa… Te doy otros 50€. ¿O prefieres que te siga dando por el culo como antes?
La postura que me proponía era incómoda y dolorosa. Además quería terminar cuanto antes, y 50€ más… Acepté. Se tumbó sobre las baldosas del suelo, me agaché sobre su cara e intenté relajarme para que el pis saliera. Sus manos en mis glúteos me indicaran que bajara y su boca quedó pegada a mi sexo.
Tardé un poco pero logré orinar. Una palmadita en mi muslo me indicó que ya era suficiente y paré. Su lengua se movía entre mis labios vaginales. De pronto comencé a oír sus gemidos y noté algo que me daba en el culo. Me incorporé y comprobé que era su semen. Se había estado pajeando mientras bebía mi orina y se había corrido. Grandes goterones de semen recorrían su cuerpo. Afortunadamente también había traído toallitas húmedas y pude limpiarme y darle para que también se limpiara.
- R – Muchas gracias… Vanesa. Me ha encantado. Has estado genial. A muy pocas putas les gusta que las sodomicen. Es fantástico tener a alguien como tú. Le diré a Fede lo bien que te has portado. Muchas gracias.
- Bien, me alegro. Pero no te olvides de lo mío.
- R – Aquí lo tienes, gracias. Bueno, me voy vistiendo y me voy. Fede me dijo que le esperaras aquí. Lo mismo es que también quiere usarte, jajaja.
Yo me dirigí a la ducha para quitarme sus babas de mi vagina. En dos minutos oí la puerta cerrarse. Tras una buena ducha recorrí el pasillo en dirección al salón envuelta en una gran toalla.
- D - ¿Cómo estás, mi amor? ¿Qué tal ha sido?
- Bien, supongo. Me ha dado bastante asco cuando me ha baboseado el coño y no tiene ni puta idea de follar… ¡qué tío tan soso! Pobres chicas las que trabajan en esto, no las envidio en absoluto.
- F – Pues él sí que se ha ido contento. ¡Qué fuerte lo de que le mearas en la boca! Has hecho bien en cobrarle porque los extras se pagan.
- Lo habría hecho gratis con tal de que no volviera a follarme en esa postura tan incómoda.
- F – Eva… ¿Me lo harías a mí? –preguntó Fede.
- ¿Quéeee?
- F – Sí, meame a mí también. Solo un poquito, porfa. Tengo mucha curiosidad… y he dejado que te quedes con todo el dinero. Piensa que es mi comisión por hacer de chulo.
- D – Joder, Fede. ¿De verdad quieres que Eva te mee en la boca?
Así estuvimos un rato, Fede insistiendo y David y yo alucinando. Finalmente nos miramos David y yo y…
- Vale, como quieras. Túmbate, pero no te prometo que pare como con ese. Lo mismo hago que te lo bebas todo.
- F – Pues no me importa. Lo que no me pueda tragar ya lo limpiaré del suelo.
Y lo hizo. Tragó una buena parte pero tuvo que fregar el suelo. Se duchó cuando yo salí de tomar mi segunda ducha pues mis piernas se habían manchado.
- D – Ahora que estamos solos… ¿qué tal la experiencia, qué has sentido? –me preguntó mi marido.
- ¿Con sinceridad?... La experiencia no ha estado mal del todo. Parte bien y parte mal. Como negativo, pues la vergüenza de desnudarme delante de un desconocido, el asco de su lengua y que no he disfrutado apenas. En lo positivo… pues que la emoción de superar todo eso hace que esté muy muy cachonda, el orgullo de que alguien esté dispuesto a pagar un dinerito por mi cuerpo y la satisfacción de que el cliente se haya ido satisfecho.
- D – Entonces… ¿repetirías?
- No sigas por ahí. El que haya sido capaz de superar la experiencia para saber qué se siente de puta no quiere decir que quiera repetir. No ha sido agradable chupársela y menos cuando me lo ha hecho él.
- D – Pero has ganado un buen dinero. 250€ por media hora… Podrías hacerte rica si…
David no pudo continuar. Mi mano izquierda agarraba fuertemente sus pelotas mientras la derecha le amenazaba con el dedo índice extendido.