Benditas Cookies
-¡Gracias, Amazon! -Susurró Sofía mientras dibujaba una sonrisa que me dedicó mirando fijamente a los ojos...
No llegaron en un buen momento. El día a día, los quehaceres, la vorágine de la estresante vida. Una vida que deberíamos hacer más lenta, sosegada, y sobretodo disfrutarla mediante esos ínfimos momentos de placer y sensaciones.
Y es cierto eso que dicen de ' ...cuando te llega el paquete de Amazon, es como recibir los paquetes de los Reyes Magos... '
Remontándonos tan sólo a unos días antes, con la mente distraída mientras escuchaba música ante el ordenador, haciendo de todo y de nada, me dispuse a buscar un consumible que ahora no recuerdo cuál era y que tampoco importa demasiado. No sé muy bien cómo ni en qué momento, apareció una oferta en lencería femenina (¡Benditas ' Cookies '!). Y digo una porque realmente sólo fue una. Fue como un chispazo, un estímulo, una llamada de atención a mi siempre dispuesta líbido.
Se trataba de un gracioso y curioso traje de camarera sexy, muy inocente él, con reminiscencias de los locos y estimulantes años 20's. Algo entre un corsé , un top y un disfraz carnavalesco. Hacía scroll en la famosa página de ventas on-line, desganado, pero con la vívida curiosidad de ver artículos de lencería. Ese día me dió por eso. Otros días me puede dar por ver juguetes sexuales de dudosa funcionalidad o practicidad. No me diga, atento lector, que no le ha ocurrido lo de soltar una carcajada al ver algún nuevo artefacto de '...placer inmediato, juguete sexual para las parejas en la cama succionador estimulador delicado... ' (' La interné y sus graciosas autotraducciones...)
Tampoco me puede negar, pues se mentiría a usted mismo, ni negar la evidencia de que nos fijamos detenidamente en las o los modelos que portan prendas de lencería, en sus cuerpos y sus forzadas poses eróticas, que uno no sabe muy bien si está visualizando un portal web de venta on-line o el catálogo ' Venca ' de los extraños 90's. Y sí, a mí me apetece y atrae ver dichas fotos, pudiendo pasar de la inocencia y la media sonrisa a la imaginación y a la recreación de situaciones de lo más cerdas y estimulantes en pocos segundos. Y pocas veces me ha ocurrido lo que narro a continuación, pretendiendo que e se sienta identificado o identificada.
Una de esas prendas llamó especialmente mi atención. Por las piernas de la modelo como por el elemento en sí. La media sonrisa pasó a ser un pícaro estímulo. Se trataba de unas mallas de rejilla. Cuatro modelos, de diferente color y diseño. Clásicas, eso sí, y elevadas hasta la mitad del vientre para realzar el mismo, así como las caderas y el tan apreciado contorno femenino. Y es que pocas cosas excitan visualmente más, pocas cosas hacen volar la imaginación tan rápido, como unas caderas femeninas. ' Las agarraderas del amor ', como decía un buen amigo entre carcajadas y júbilo.
Mirando fijamente la fotografía, haciendo el correspondiente zoom , las imaginaba suaves. Elásticas. Me recreaba en cómo debería ser su textura. En como las sacaba del frío plástico protector. De cómo Sofía estaba tumbada en la cama bocarriba con los ojos vendados mediante un suave pañuelo de algodón negro, nudo a la nuca. De cómo lo único que rompía el silencio de la estancia era su respiración acelerada al sentirse atada de manos al respaldo de la cama, con suaves sogas estilosamente colocadas y medianamente apretadas para la ocasión. El factor sorpresa era determinante y lo que aquello hacía que cobrara su verdadero sentido.
Esa mañana de domingo ella no sabía que iba a ser 'cegada' y atada a una cama. Pero que no lo supiese o no lo esperaba, no significaba que no lo deseara. Y yo soy muy complaciente. Tampoco sabía qué me traía entre manos. Sofia desconocía qué era ese sonido que producía la manipulacion por mi parte de un envoltorio de estrepitoso plástico. ¿Un nuevo vibrador? ¿Ése artículo de moda? ¿Un aceite? ¿¡Ha comprado ya la cera con la que queríamos experimentar!?
Con las mallas en la mano, de rodillas en la cama, a sus pies y con todo el simbolismo que conlleva, alcé una de sus piernas con mi mano. Tras asegurarme de que Sofía sentía mi aliento cerca de su pie, comencé a pasar la punta exacta de mi lengua por la punta justa de sus dedos. En ese momento su respiración agitada se cortó de repente. Reventando el silencio. Mordisqueando la planta de su pie. Acariciando con mis labios su empeine suave y venoso. Pasando mi boca y mis dientes por su talón mientras sujetaba con extrema delicadeza su apéndice. Sin poder ver nada en absoluto. Sólo sentir y vibrar, volviendo ella a respirar aceleradamente mientras se contorneaba con sutiles espasmos de su cuerpo. Sabía que algo iba a suceder. Sabía que le iba a excitar.
Apoyé su pie en mi hombro izquierdo y, habiendo remangado la malla, la coloqué lo más suave que pude en la punta de sus dedos, cercionándome de que sintiese que la estaba 'vistiendo'. De nuevo su respiración se cortó. Suavemente y con lentitud comencé a forrar su pierna con la prenda. Mi deseo era que Sofía tuviese tiempo suficiente en utilizar su sentido del tacto. Su reflejo, y parte del juego, fue el de quitar espasmódicamente y por instinto el pie de mi cuerpo.
- Tsssssssss... - Siseé de forma dulce, haciendo que se calmara y colocara automáticamente, de nuevo, el pie en mi hombro.
Seguí introduciendo la prenda, cubriendo su pie por completo, siguiendo por la pantorrilla, rodeando con mis manos su rodilla, su muslo y llegando a su ingle. A estas alturas, y utilizando por completo sus sentidos, Sofía ya era plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Con suavidad coloqué su pierna ya vestida en la cama, y me dispuse a hacer lo anterior con su otra extremidad. De la misma forma. Con la misma delicadeza. Redibujando sus piernas con mis manos. Introduje mis manos bajo su trasero, y con un gesto leve, hice que levantara su cadera unos centímetros de las sábanas. Con rapidez, determinación y premura, coloqué el resto de la malla por sus caderas y su vientre. Su respiración era cada vez más intensa, más profunda, y de un vistazo pude comprobar como mordía su labio inferior, echando su cabeza hacia atrás entre sus brazos atados.
Con trasero y piernas de nuevo apoyadas en la cama, volví a mirar su cuerpo. Llegó el momento de disfrutar. Mis manos ajustaron sus mallas recién colocadas. Quería sentir su textura. Su olor textil mezclado con el siempre apetecible aroma de la piel de Sofía. Acariciar la prenda mientras recorría sus piernas con todos mis sentidos. Completamente concentrado, quise lamerlas desde los pies hasta las ingles. De arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Llenar de saliva todo lo que se me antojara.
Hubo un momento en el que me incorporé levemente para deleitarme con lo bien que quedaba la prenda en sus piernas. Las estilizaba. Las mejoraba, si es que eso era posible. Las hacía más excitantes si cabe. Estaba tan excitado, mi erección era ya tan vigorosa, que lo único que me apetecía era sacar mi polla de su guarida y pasarla por esas mallas de rejilla que tan bien le quedaban a Sofía. Recorrí con mi cipote cada uno de los hilos y los agujeros. Estimulando mi glande con el hilo, haciendo que mi excitación fuese a más.
No quería penetrarla. No quería follarle su boca. No quería lamer su coño. No quería nada más que seguir pasando mi polla por sus piernas, por su viente, por sus caderas. Quería, deseaba, exigía de manera imperiosa llenarlas de mi templada leche. A ella seguramente le extrañó el no hacerle nada de lo 'habitual'. Quería usar a Sofía. Que fuese mi modelo, que fuese mi juguete, que fuese el objeto de deseo que propiciara mi onanismo. Y eso la estaba excitando sobremanera, pues pude ver en cierto momento cómo su coño estaba completamente húmedo, cómo comenzaba a rezumar flujo transparente y denso por su entrepierna, pringando las mallas, dándoles una tonalidad oscura y brillante que intensificaba su color negro. Y no era poco flujo. Mientras contemplaba eso, mientras notaba como jadeaba de forma cada vez más intensa y grotesca, yo estimulaba mi hinchado glande con sus piernas y la rugosidad de la textura de la prenda que tanto nos estaba haciendo disfrutar.
Sofía sentía mi miembro por sus piernas, hasta que no pudimos más y exploté por todas sus mallas. Una enorme y cálida 'ráfaga' de esperma manchó por completo sus piernas en diferentes zonas. Todo esto sin estimular mi polla con mis manos. Ella lo notó y entre espasmos y convulsiones se corrió, pringando aún más su entrepierna. No pude hacer otra cosa que masajear los pies de Sofía, sus gemelos, sus muslos, su entrepierna y su cadera y vientre, restregando mi leche, juntando nuestros fluidos, desapareciendo por momentos nuestros jadeos y movimientos involuntarios y convulsos.
Retiré en ese momento la venda que le impidió ver, que no sentir, todo el proceso. Sus ojos buscaron los míos desesperadamente, jadeando con la boca entreabierta, encontrándolos y diciéndonos cientos de cosas sin articular palabra. La desaté y se incorporó en la cama, quedándose sentada, mirando sus piernas, dejándole el tiempo que deseara en sentir la inusual mezcla que produce la textura de la tela agujereada, mi semen y su flujo. Se recreaba y se sentía, provocándole un aluvión de sensaciones, todas agradables, todas estimulantes, al ver de qué manera la lencería puede dar tanto o más juego que cualquier penetración, cualquier caricia o cualquier artilugio a pilas. Ya tumbado en la cama, a su vera, nuestras piernas se entrelazaron, sintiendo de nuevo esa textura, esa piel, esa chispa que en toda circunstancia se produce. Nos abrazamos, nos besamos, y nos volvimos a desear. Como siempre. Sin necesidad de pilas. Sin artilugios electrónicos. Sólo nosotros y nuestra infinita e inagotable imaginación y el deseo de conocernos cada día más.
Su mirada se desvió por unos instantes hacia la mesita, donde estaba la pequeña caja con la sonrisa dibujada de Amazon que nos miraba con satisfacción.
- ¡Gracias, Amazon! -Susurró Sofía mientras dibujaba una sonrisa que me dedicó mirando fijamente a los ojos...
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