Belleza Oculta

Una compañera nueva en la oficina donde trabajo, me mostró su belleza, en todos los sentidos, que ella misma se encargaba de ocultar.

BELLEZA OCULTA

Era empleado desde hacía varios años, en una Empresa que se encargaba de la distribución de Materiales Eléctricos en la parte de informática, donde junto con tres compañeros más, dos chicas y un muchacho, nos ocupábamos de la parte contable y el stock. Siempre decíamos que nos vendría bien alguien que colabore con nosotros, ya que teníamos una computadora que no se usaba, y el crecimiento de la Empresa nos exigía cada vez más esfuerzo. Por un lado mejor, porque solíamos quedarnos a hacer horas extras y eso incrementaba levemente el sueldo que a decir verdad no se compadecía con el trabajo que desarrollábamos. Los cuatro éramos muy responsables y francamente, sin temor a pecar de petulancia, rara vez el Contador nos tenía que hacer alguna corrección. Además entre nosotros teníamos una excelente relación. Incluso daba para reunirnos fuera de la oficina.

Un Lunes, promediando el mes de Mayo, el Contador, a primera hora de la mañana se aparece por la oficina nuestra, con una chica, presentándola como empleada de la Empresa; que trabajaba en otra sección y que en virtud de nuestros pedidos, la trasladaban aquí. Ninguno de los cuatro la conocíamos. Su nombre : Marta.

Era delgada, morocha pero de piel muy blanca. Posteriormente supe que tenía 26 años. Usaba una trenza que sobrepasaba sus hombros. Anteojos con bastante aumento. Nariz prominente. Ojos oscuros, que apenas se distinguían detrás de los lentes. Usaba ropa que la cubría casi por completo. Con el tiempo fuimos viendo que o bien usaba pantalones nada ajustados ni provocativos, o polleras casi hasta los tobillos que a lo sumo dejaban ver sus pantorrillas. No eran para nada sugerentes, puesto que toda la ropa tenía en común que eran sumamente holgadas. Lo más provocativo que le vi usar fueron unas sandalias bastante abiertas que dejaban ver sus pies. Digamos que físicamente no las tenía todas consigo.

Ni hablar de lo retraída que se mostraba. Hasta llegamos a decirle "la muda", pues hablaba tan poco, que casi no le conocíamos la voz. No sabíamos nada de ella, porque nunca se anotaba en las reuniones que frecuentemente organizábamos para salir entre compañeros. Siempre tenía una delicada excusa para no ir. Que casi nadie podía decir, a ciencia cierta, que la había entendido, pues su voz era casi inaudible y sus explicaciones muy escuetas.

Habían pasado unos dos meses desde que Marta se trasladó a compartir tareas con nosotros. Era una compañera fenomenal, pues no sólo hacía su trabajo, sino que en muchas oportunidades colaboró, por iniciativa propia, con alguien que estuviera retrasado en lo suyo. Jamás hubo que corregir algo que haya pasado por sus manos. Siempre estaba perfecto. Aceptaba participar de las pequeñas reuniones que hacíamos en la oficina para diferentes festejos, como la última, por ejemplo, que tomamos una copa para agasajar a Carlos porque había nacido su primer hijo. Pero cuando dijimos de juntarnos para ir a cenar esa misma noche, balbuceó una excusa y se negó. Debo decir, para ser sincero, que me intrigaba. Y francamente, había algo en ella que me atraía.

La cuestión que llegó el festejo que solíamos hacer para el Día del Amigo. Planeamos un brindis en la oficina y el sábado iríamos a cenar alrededor de veinte entre chicas y chicos y luego a bailar. Marta, por supuesto, accedió a poner unos pesos para el brindis, y hasta trajo una torta que había hecho ella, pero delicadamente se negó a asistir a la cena del sábado siguiente.

Terminamos de brindar. Eran cerca de la nueve de la noche del Viernes 21 de Julio y comenzamos a retirarnos. Como siempre, Marta era la última en irse, dejando todo en orden para el día siguiente, aún las cosas de sus compañeros. Al llegar a la puerta nos dimos cuenta que llovía mucho más de lo que suponíamos. Todos tenían sus autos muy cerca, así que se fueron y yo, que por ahorrarme unos pesitos lo dejo a unas cinco cuadras, en otro estacionamiento, no me animé a salir bajo la lluvia. Prendí un cigarrillo y me dispuse a esperar que pare un poco de llover. A mitad de mi cigarrillo, sale Marta que había terminado sus tareas. Fue la cara más expresiva que le conocí en estos meses. La de asombro por lo que llovía y por que la calle se estaba inundando.

-No te preocupes, en cuanto pare un poco traigo el auto y te llevo- le dije, dudando de su respuesta.

-Bárbaro, te lo agradezco- respondió absolutamente desconocida.

Aprovechando ese brote de locuacidad, muy extraño en ella, saqué tema para conversar y para mi sorpresa, participaba del diálogo con frases, no con monosílabos, como nos tenía acostumbrados. Allí supe su edad, que hacía unos años había perdido a sus padres, y que si este año mejoraban las cosas económicamente para ella, comenzaría a estudiar Psicología, que era su vocación. Estaba absolutamente maravillado por su comportamiento. Esta era otra Marta, muy diferente a nuestra compañera de trabajo. Otro cigarrillo después, disminuyó la lluvia y le propuse que se quede. Yo sacaba el auto del estacionamiento y la pasaba a buscar.

-No, yo traje mi paraguas. Vamos los dos hasta allá- dijo mientras de su enorme cartera, sacaba un pequeño paraguas

-Bueno, me parece bien- contesté.

Le pasé, con temor a recibir un desplante, el brazo sobre los hombros como para atraerla hacia mi y poder cubrirnos ambos, e hice ademán de partir. Al contrario de lo que suponía, se acurrucó casi, al lado mío y salimos. En minutos, un poco mojados, por cierto, estábamos dentro del auto y encaminándonos hacia su casa.

Ya para ese entonces se había establecido un feeling inesperado para mi y conversábamos de varios temas. Incluso para mi sorpresa, no respondió con evasivas a la hora de hablar sobre cosas íntimas. Por ejemplo, supe que había tenido dos novios. Con ambos planeó casarse, pero a la hora de concretar se arrepintió. El último hacía tres años y fue su última pareja. Y también su elocuencia le alcanzó para preguntar unas cuantas cosas acerca de mi.

Estábamos muy cerca de su casa y recibí otra sorpresa, que hasta me hizo dudar al responder:

-En la otra cuadra hacen una pizza exquisita. Pará que compro una y la comemos en casa- dijo, sorprendiéndome.

-Eh..humm...-alcance a balbucear absolutamente desconcertado.

-Si tenés algún compromiso, lo dejamos- dijo

-No, no es eso, simplemente que no dejás de sorprenderme. Sos tan distinta en la oficina que me parece estar con otra persona. Por supuesto que acepto- dije sonriendo.

A los pocos minutos estábamos en su casa. Era un muy lindo departamento en un tercer piso, a la calle, de dos habitaciones, living y una cocina muy amplia. Yo no podía dejar de comparar con el mío que es de dimensiones similares y me reía, pues pese a que me ocupo personalmente de su mantenimiento y a veces, hasta de su limpieza, en este se notaba el "touch femenino".

-Ponete cómodo y buscá algo de música- me dijo mientras iba camino a lo que supuse era su habitación.

Para seguir con las sorpresas, vi que tenía bastante música de Sabina, que a mi me encanta, así que sin dudarlo, puse Esta Boca es Mía. La verdad que era increíble la situación en que me encontraba, con Marta, en su casa, a punto de cenar y a instancias de ella !!!. Pensé en que no iba a dejar pasar la oportunidad y aprovechando este brote de elocuencia, le preguntaría a qué atribuir el cambio tan radical en su personalidad. Pero francamente, pese a su poco agraciada figura, Marta me atraía sexualmente. Creo que detrás de esa mujer tímida y retraída se escondía una gran sensualidad.

Estaba en esas disquisiciones, cuando salió a mi encuentro y para reafirmar su personalidad, volviendo a ser la Marta de la oficina, vestía una pollera larga casi hasta los tobillos y una camisa suelta que prácticamente la hacían desaparecer dentro de la vestimenta. Estaba descalza, motivo por el cual pude observar con detenimiento sus pies, que junto a otros atributos femeninos, me agrada observar.

-Ah...pero vos estás todo mojado...Si no te molesta puedo prestarte algo que era de mi papá y colgamos tu ropa para que se seque- propuso.

Inmediatamente salió del living camino a las habitaciones trayéndome un pijama de esos cuyo pantalón es un bermuda. Me mostró dónde quedaba el baño y me invitó a pasar para cambiarme.

Cuando salí del baño, ya cambiado, estaba en la cocina preparando todo para comer nuestra pizza y al advertir mi presencia, comenzó a reírse, pues el pantalón era por lo menos un talle más que el mío y tenía que levantarlo a cada rato, porque de otro modo, en cualquier momento me quedaba en slip.

Cenamos, conversamos y con el transcurso de la velada y la cerveza con la que acompañamos la pizza, Marta fue generando un rotundo cambio de personalidad. Ya no era la mujer que contestaba con monosílabos sino que se expresaba concretamente y sin dejar dudas de la idea que deseaba exponer. Entonces, aprovechando su locuacidad le pregunté el motivo de esa postura entre tímida, reservada y antipática que mantenía en la oficina con sus compañeros.

-Eso me preserva de posibles intentos de seducción. Igual que la vestimenta. Es mejor que no sugiera nada. Por eso me gusta la ropa suelta, que no exponga nada de lo que hay debajo- explicó con naturalidad, levantándose luego para comenzar a levantar la mesa.

Al levantarse y pasar delante de mío, gracias al efecto de la luz, se dejaban notar una piernas bien torneadas y creí percibir que no tenía puesto nada debajo de la pollera. Lo cual me hizo permanecer sentado sin siquiera hacer un ademán para ayudarla, aprovechando mi punto de vista privilegiado para tratar de adivinar algo más, dedicándome a observarla con detenimiento y con todo el disimulo que las cervezas, habiendo hecho su efecto desinhibítorio, me permitiesen.

Como también las cervezas habían hecho su efecto diurético, me levanté para ira al baño, cuando imprevistamente se me cae el pantalón casi hasta el suelo. Marta se rió a carcajadas, un poco por la situación y otro poco por lo que había tomado. Lo más rápido posible lo levanté y ella me alcanzó un broche que me colocó ajustando la cintura, de modo que no vuelva a tener el mismo accidente. Pero por su mirada pude percibir que había notado la semierección que tenía, producto de los ratones que circulaban por mi cerebro, mientras la observaba lavando los platos.

Al volver ya había acomodado la cocina, con la efectividad que la caracterizaba y me invitó a sentarme en el living. A los pocos minutos trajo café y puso música, ya no de Sabina, que nos había acompañado durante la cena, sino algo más íntimo. Después de tomar su café se levantó diciendo que iba a ducharse. Mientras tanto, yo fui hasta la cocina a servirme más café y tratando de descubrir el motivo por el cual Marta, que verdaderamente no era una mujer agraciada, me atraía. Habían pasado unos cuantos minutos, estaba tomando mi café en el living, cuando salió del baño. Vestida exactamente igual. La pollera larga y la blusa suelta, pero no tenía los anteojos, revelando unos ojos muy oscuros, el cabello suelto y mojado, que mostraban una mujer muy sensual, desconocida para mi hasta ese momento y permitiéndome adivinar que con toda deliberación ella se encargaba de ocultar sus atractivos. Advirtiendo mi estupor y que a partir de allí ya la miraba con otros ojos, fue hasta la cocina y trajo dos vasos con hielo y una botella de whisky. Nuevamente el trasluz me trajo la visión de sus piernas bien torneadas y me sacó de la duda: rotundamente no tenía ropa interior.

-No tenés ropa interior ?- pregunté entre extasiado y caliente.

-No- contestó sin tapujos. Pero con tal sorpresa que seguía sosteniendo lo que trajo en sus manos.

-En general, cuando estoy en casa, llevo puesta solamente una remera larga- agregó mientras depositaba sobre la mesa los vasos con hielo y servía dos generosas raciones de whisky, invitándome a brindar, con la clara intención de desviar el tema.

-Y por qué no ahora ?- pregunté ya lanzado y caliente y animado por el alcohol, mientras alzaba mi copa.

-Porque soy muy tímida y porque no es lógico que vengas a mi casa y que yo ande casi sin ropa- dijo con un brillo en sus ojos que me animaron a seguir por ese rumbo.

Seguía de pie frente a mi que permanecía sentado en el sillón. Evidentemente, este diálogo al que yo había apuntado la desconcertó. La luz que provenía de la cocina me permitía seguir deleitándome con su figura a través de su vestimenta. Dejó el vaso sobre la mesa para poner otro disco, pues había terminado el anterior y en ese momento me levanté y la tomé de ambas manos.

-Yo no tendría inconvenientes. Al contrario- le dije, al tiempo que me ponía de pie , me acercaba a ella y comenzaba a desabrocharle los botones de su blusa y sin encontrar ninguna resistencia.

Fui lentamente uno por uno, tratando de rozar su piel deliberadamente cada vez que podía, notando cómo se estremecía. Cuando terminé con todos los botones, pero sin abrirle la blusa, la besé largamente en la boca y respondió con avidez. Seguí por el cuello, notando su entrega y su excitación. Entonces le abrí la blusa, encontrándome con unos pequeños pero maravillosos pechos, con sus pezones erguidos, que invitaban a besarlos. Bajé lentamente con la lengua desde el cuello hasta llegar a los pechos, mientras le quitaba la blusa y allí me detuve a besarlos acariciarlos y pellizcarlos delicadamente, percibiendo con claridad cómo Marta se entregaba y se excitaba, por los largos quejidos que salían de su boca.

Casi en vilo la acerqué hasta el sillón, me arrodille, posé mi lengua sobre su pancita plana y mientras suavemente la incitaba a sentarse, le fui bajando la pollera que sólo era sostenida por un elástico. Flexioné sus piernas, de manera tal que quedó frente a mi su almejita, pletórica de jugos que manaban conforme seguía con mis caricias y absolutamente depilada latiendo en espera de ser complacida. Comencé besando el interior de sus muslos y lentamente iba descendiendo, con destino a su fuente de deseos. Aproveché la cercanía de las copas con whisky para sacar un cubito de su interior y mientras mi lengua recorría sus muslos lo apoyé sobre su almejita, deslizándolo suavemente por toda su extensión. En principio se sobresaltó, pero inmediatamente comenzó a casi gritar de placer. Pasé varios minutos así, acariciándola con el hielo y jugando con mi legua alrededor, haciéndola disfrutar una enormidad. Entonces me tomó de la nuca y la llevó directamente hacia el centro de su excitación, invitándome a que la complazca con mi lengua, mientras seguía suspirando lánguidamente de placer.

Ni bien me posé sobre ella, emitió un suspiro largo y sonoro, señal que había llegado al orgasmo. Tomé su clítoris entre mis labios y lo chupé hasta que sus jugos, brotando descontroladamente y su casi grito de placer, me daban cuenta que nuevamente había acabado.

Mientras tomaba y me deleitaba con sus jugos acariciaba sus pequeños pechos y pellizcaba sus pezones, haciendo sus delicias, a juzgar por sus contracciones y suspiros. Entonces, me puse de pie en ademán de ir a la cama, pero me vi retenido por ella al momento de levantarme, que me tomó de la cintura, me bajó bermuda y slip al unísono y en un solo movimiento comenzó a jugar con su lengua alrededor de mi glande, con suavidad y experiencia, poniendo mi cañón a punto de explotar. Fue introduciéndoselo lentamente en la boca hasta tenerlo todo dentro. Comenzó a jugar con su lengua, sin sacárselo, de una forma que me hacía calentar hasta lo inesperado. Como sabiendo que si seguía por esos pasos iba a inundar su boca con el producto de lo que ella había provocado, lo sacó y comenzó a pasárselo por los pechos, deteniéndose en los pezones y a la vez acariciaba su clítoris, con una habilidad que me hizo pensar en que la masturbación era su única forma de consuelo y que había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que tuvo satisfacción de este modo.

Fuimos a la cama. Me acostó con la cabeza sobre las almohadas y ella se colocó mirando hacia el otro lado, poniendo sobre mi boca su almejita y llevando mi espada a la suya, para continuar con un trabajo de lo más hábil y placentero para mi. A tal punto que hubo varios momentos que no podía seguir chupándola, porque me volvía loco. Sin embargo, sabiamente la dejaba descansar en el momento justo como para que no acabe en su boca. Era allí que yo continuaba mi tarea con la lengua, y con uno de mis dedos masajeaba su culo introduciéndolo lentamente, a medida que iba cediendo. Y en uno de sus múltiples orgasmos noté como la relajación permitió llevar mi dedo hasta el fondo, con lo cual acabó nuevamente, llenando mi boca de sus sabrosos jugos. A partir de allí la noté, si es que se podía, mucho más liberada. No dejó que vuelva a tomar la iniciativa, para manejar la situación a gusto suyo y brindándome muchísimo placer con cada maniobra.

Se dio vuelta conmigo de espalda y se sentó sobre mi arma que estaba dispuesta a disparar en cualquier momento. Muy despacio fue metiéndosela hasta que llegó al fondo, denotando su avidez por ser penetrada. Comenzó con un movimiento circular y a la vez ascendente y descendente, que me excitaba tanto que debía hacer malabares para contener mi primer orgasmo, pues ella no estaba ni cerca de sentirse satisfecha. Ahora subía y bajaba, deleitándose de sentirme adentro. Al mismo tiempo se acariciaba los pechos aumentando el placer. Cuando noté que otra vez tendría otro orgasmo, alcance su clítoris y lo acaricié mientras acababa, mojando todo mi pubis con sus fluidos.

Se dio vuelta sin permitirme salir de dentro suyo, de manera que quedé sobre ella. Comencé a moverme lentamente y cada vez más profundo. Sentía que deseaba acabar nuevamente y aceleré el ritmo.

-Más adentro que acabo, por favor !!!-

Seguí a un ritmo sostenido hasta que noté que había acabado, entonces levanté sus piernas sobre mis hombros salí rápidamente de su almejita para estacionar mi arma en la puerta de su culito, que a esta altura lo suponía relajado como para recibirme. Creo que estaba deseosa que la penetre por allí, pues no opuso ninguna resistencia. Por el contrario, se movió como para hacerme más fácil la tarea y con mucha suavidad fui penetrándola. Entrando y saliendo y cada vez entraba un poquito mas, hasta que me pidió todo que iba a acabar. Inmediatamente obedecí y comenzó a moverse ella también, hasta que explotamos los dos en un orgasmo espectacular, entre gritos y suspiros de ambos.

Cuando nos recompusimos un poco, nuevamente Marta me sorprendió. Abrió su mesa de luz y sacó un atado de cigarrillos, fumamos abrazados casi sin decirnos palabra y luego nos dimos una ducha juntos, donde pude apreciar a plena luz que si ella lo decidiese y produjera un cambio en su loock, tendría a más de uno de los compañeros de oficina al asecho. Verdaderamente tenía un físico fenomenal. Para nada exuberante, pero todas las formas y las medidas perfectamente proporcionadas. Y lo más importante, que esto iba acompañado de una actitud totalmente desinhibida al momento de mantener una relación. Nos secamos uno a otro. Me acosté nuevamente pero ella fue a traer el whisky que habíamos dejado en el living. Brindamos de nuevo. Nos besamos y comenzamos otro round que fue tan fantástico como el anterior. Con la única diferencia que esta vez acabé en su almejita. Luego nos dormimos y nos despertamos cerca del mediodía. Aunque insistí, no logré convencerla para ir a cenar con la gente de la Oficina.

-Pero vos andá y después vení a dormir conmigo- me sugirió mientras me besaba.

Efectivamente, el sábado fui a cenar con los compañeros de la Oficina, la pasé muy bien. Luego fui a bailar un rato y con los primeros que levantaron vuelo, me fui para lo de Marta. Estaba viendo una documental en Discovery Channel en su habitación. Trajo café charlamos algo de cómo había estado el festejo y después tuvimos una velada tan fenomenal como la noche anterior.

Cómo me divertí el Lunes al volver a la Oficina !!! La observaba y no podía creer la mujer que ocultaban esos anteojos, esa ropa holgada y esa actitud tímida. Sólo yo conocía el secreto. Entonces no pude contener una sonrisa.

-Esa si que es una pelotuda. No sabe lo que se perdió el Sábado. Nos divertimos muchísimo. No te parece ? Y esta tonta seguro que se pasó la noche viendo el Discovery Channel- interrumpió mis cavilaciones Jorge.

Como respuesta sólo pude articular una sonora carcajada que llamó la atención de todos.

-De qué te reís tanto ?- preguntó Jorge.

-De Marta...Seguro que el Sábado lo pasó viendo Discovery Channel