Belinda

Una breve historia sobre lo que nos conto que le sucedio un buen amigo en un día que pensaba iba a estar solo.

A finales de agosto, tras un verano que se nos había ido de las manos con tanta celebración de haber pasado del instituto a la universidad, los que formábamos el grupo de amigos de siempre nos volvimos a reunir en Córdoba antes de que cada uno tomara su propio camino. Tomas y Germán se quedaban a estudiar en Córdoba, Jaime se iba a Madrid porque sus padres eran pudientes y le habían buscado una universidad privada, Antonio se iba para Granada y yo por mi parte me iba para Sevilla.

En mi caso el verano lo había pasado entre los preparativos de mi inscripción en la universidad de Sevilla así como de la residencia a la que iba a ir y de la que tan buenos amigos y recuerdos obtendría, el viaje con mi familia y nuestra típica y habitual estancia en la playa que por motivo de los preparativos antedichos este año fue más corta de lo habitual. Para el resto de mis amigos, de una u otra forma, el verano transcurrió por los mismos derroteros.

Sin embargo, teníamos la sana costumbre de la primera tarde en que nos volvíamos a juntar todos contarnos unos a otros las bravuconadas que habíamos hecho, la cosa más rara que nos había pasado o tal y cual lío que habíamos tenido con el otro género a lo largo del verano, sin que tuviera la menor duda respecto de lo edulcoradas que estaban todas las historias fueran del genero que fuesen a fin de ensalzar al protagonista. Al final, tras muchas cervezas, terminábamos celebrando la historia que más nos había gustado y nos había sonado cierta y, por el lado opuesto, nos mofábamos inmisericordemente de la fantasmada más grande o de la situación más ridícula que hubiera pasado a cualquiera de nosotros.

En este señalado año de transición para todos nosotros, entre todas las historias destacó una que le sucedió al bueno de Germán, debiendo de decir que mi propia experiencia no había recibido más que algunas carcajadas por lo que no será ahora cuando dé cuenta de ella.

Tal y como nos contaba Germán lo que le sucedió pasó estando en Córdoba en un día que se suponía que se había ido con la que era su novia para pasar un par de días fuera. Por otra parte, sus padres estaban fuera toda la semana y su hermana mayor, Belinda, también se suponía que pasaría el día fuera con su novio.

El caso es que aquel día Germán discutió con su novia por un problema de celos que ahora no viene a cuento, así que sin novia, con la mayoría de sus amigos de viaje y con su familia repartida por ahí se fue a su casa a pasar el cabreo como mejor pudiera. Su casa estaba a las afueras de la ciudad en una urbanización siendo una casa unifamiliar bastante amplia con su sótano para cocheras y trastero, la planta baja con el salón dividido en dos zonas a distintas alturas, recibidor y cocina y la planta alta con sus dormitorios.

Conforme nos contaba la mañana se la pasó jugando a la consola hasta la hora de comer pasando después parte de la tarde durmiendo en el sofá de la esquina del salón que estaba más bajo. Según nos iba diciendo se hubiera quedado más tiempo durmiendo pero al parecer el ruido del tecleo de un ordenador que escuchó en el otro salón le despertó. Al principio se sobresalto mucho porque se suponía que debía de estar completamente solo en la casa, pero a lo lejos pudo vislumbrar que era su hermana con su portátil la que estaba escribiendo así que no le dio mayor importancia sin hacer nada para hacerse notar puesto que no estaba con ganas de dar ningún tipo de explicación sobre porque estaba allí o dejaba de estarlo.

Tomada tal decisión nos contaba que permaneció en el sofá tumbado mirando al techo durante un rato más escuchando a su hermana teclear de vez en cuando con risas intercaladas mientras él le seguía dando vueltas a lo que le había pasado con su novia. Según nos decía era habitual que su hermana estuviera con el ordenador puesto que solía chatear bastante a menudo. Al rato de estar así miró a su hermana siendo aun mayor el sobresalto que se llevó al ver lo que estaba haciendo que el que se llevó cuando pensaba que había algún extraño en la casa.

Belinda se había desprendido de la parte de arriba de sus ropas quedando tan solo con el sujetador que llevaba puesto, pero lo más fuerte de la situación era que se estaba acariciando uno de sus pechos por encima del sujetador. Hay que decir que desde que conozco a Germán siempre habíamos bromeado sobre su hermana, incluso él decía que estaba como para hacerle un par de favores, pero nunca nos había contado nada sobre que la hubiera pillado de tal o cual manera o que la hubiera visto con su novio haciendo sus cosas, al contrario, más bien parecía una chica modelo, no en el sentido de mojigata que no ha roto un plato, sino, más bien, en el de lo que tuviera que hacer lo hacía estando a solas con su novio sin llamar la atención.

La sorpresa de todos fue mayúscula hasta el punto de que nadie de los que estábamos abrió la boca ante tan sorprendentes hechos, Germán había captado toda nuestra atención estando ávidos de saber más sobre lo que le había seguido ocurriendo con su hermana.

Sin hacerse demasiado de rogar continuó diciéndonos que se quedó petrificado al ver a su hermana tocándose delante de la web cam para quienquiera que fuese el afortunado que tuviera delante. Desde donde estaba había un desnivel de medio metro quedando su visión de permanecer tumbado a ras del asiento del sofá que estaba en el extremo opuesto de la estancia. El que Belinda no se hubiera percatado de su presencia era debido a que el sofá en el que se encontraba estaba en perpendicular a la izquierda respecto de sofá de Germán puesto que aquél miraba hacia la televisión de la pared y no hacia el interior del salón como hacía éste. Esto significaba que Belinda ofrecía una visión entre lateral y oblicua de su cuerpo a su hermano, vamos que ni escondiéndose a propósito hubiera podido tener una mejor visión de lo que iba a suceder.

Germán nos decía que al principio pensó en hacerse notar pero que su hermana no tardó mucho en bajarse los pantalones para enseñar su tanga a la cámara y entonces ya no fue capaz de decirle nada por vergüenza, aunque con vergüenza también podía ser que se refiriera a la erección que empezó a tener al ver el striptease que su hermana se estaba marcando.

Así pues nos dijo que pasara lo que pasase tomó la decisión de quedarse allí viendo lo que hacía su hermana hasta el final. Sin necesidad de hablarlo todos nosotros brindamos por tan buena decisión que había tomado nuestro cada vez más querido amigo.

Al parecer Belinda cada vez se movía más insinuante ante la cámara, acercando y alejando partes de su cuerpo al objetivo mientras sus manos se iban deslizando de aquí para allá. No tardó mucho en desabrochar su sujetador si bien no enseño sus pezones de forma inmediata a la cámara demorando el momento al taparse con las manos o los brazos o simplemente poniéndose de espaldas a la cámara. No obstante, cuando se ponía de espaldas el que si tenía premio era Germán quien nos contaba que cuando por primera vez le vio la forma de los pezones se puso a mil sin que le causara ningún reparo la circunstancia de que fueran los pechos de su hermana, al fin y al cabo, tal y como nos decía, solo estaba mirando, aunque a saber lo que se le pasaba por la mente.

De todas formas, según continuaba, haberle visto sus pechos totalmente desnudos no era relevante para caldear hasta al más pintado puesto que la forma en que se tapaba sus pechos cogiéndoselos y pellizcando sus pezones para dejar el resto de la piel al descubierto era absolutamente fascinante al tiempo que excitante.

Ahora bien, cuando por fin enseñó sus pechos sin tapujos a la cámara, marcándose algún que otro primer plano de la aureola de los pezones, aquello pasó a dejar de atraer su atención, por increíble que nos pareció así dicho, pero la explicación no era otra que su hermana sentándose en el sofá abierta de piernas al poco comenzó a acariciarse su vulva por encima del tanga para que su amigo pudiera ver perfectamente lo que hacía. Germán nos decía que desde donde estaba apenas podía ver lo que hacía su hermana pero que si veía como el brazo se movía hundiéndose en su entrepierna mientras que con la otra mano se acariciaba los pechos.

Creo que los cuatro amigos estábamos intentando imaginar el morbo de aquella situación al ver lo que Belinda estaba haciendo con la adrenalina descargándose por nuestro organismo ante la posibilidad de ser descubiertos y por eso envidiábamos a Germán al haber sido el afortunado de disfrutar de su hermana de aquella forma.

Según nos continuo diciendo Germán aunque no lo viera perfectamente por su situación de lo que no perdía detalle es de cómo Belinda disfrutaba con lo que hacía, no solo por los gemidos que de vez en cuando iba soltando sino por los gestos que nos dijo que eran cada vez más evidentes según continuaba acariciándose su concha.

Inevitablemente el momento en que Belinda se desprendió de su última prenda llegó finalmente. Sin cambiar de postura, Belinda juntó las piernas para desprenderse del tanga volviendo a separarlas para mostrar su concha en todo su esplendor. Germán comentaba que estaba pensando en cómo moverse para poder ver perfectamente a su hermana desnuda pero una vez más tuvo suerte librándose de tener que moverse, con el consiguiente riesgo de ser visto, puesto que fue su hermana la que se movió para situar sus nalgas al filo del sofá.

De tal forma al parecer Germán tuvo una plena visión de los labios vaginales de su hermana, que según sus indicaciones estaban con los pelos recortados y con una forma recortada de triangulo en su vientre. Si bien podía verlos Germán quien pudiera haberlos visto como aquel que estuviera recibiendo la video transmisión.

Incluso contándonoslo a nosotros en la voz de Germán se notaba lo cachondo que le puso el ver como se tocaba Belinda, como con sus dos manos ella hacía por separar los labios exteriores dejando toda la superficie rosada al descubierto mientras que con un dedo estimulaba el clítoris, incluso Germán con sus propias manos representaba el como se tocaba ella con dos dedos en el clítoris mientras que con la otra mano se iba metiendo varios dedos dentro de sí. Suponemos que en la confianza de que debía de estar ella sola tras continuar un rato así subiendo poco a poco el ritmo de sus caricias Belinda no se cortó lo más mínimo a la hora de gritar cuando llegó al orgasmo, momento en el que se quedo totalmente relajada en el sofá mirando lo que fuera que hubiera en su pantalla.

El hechizo por el que permanecíamos absortos en el relato de nuestro amigo se rompió por un momento cuando Germán hizo un alto para dar un trago a su cerveza refrescando su gaznate. Al volver nuestros pensamientos de la casa de Germán nos miramos los unos a los otros riéndonos estúpidamente pensando que lo que nos acababa de contar nuestro amigo no era más que una fantasía, aunque para adentro nos lo creyéramos a pies juntillas.

Cuando por fin uno de nosotros le pregunto a Germán si aquello era verdad y que fue lo que paso después, nuestro amigo nos dijo que como siempre creyéramos lo que quisiéramos pero que lo que pasó después ni aunque no le creyéramos lo contaría jamás, tras lo cual nos sonrió pícaramente lo que hizo que todos rompiéramos a reír y siguiéramos bebiendo.

Como comprenderán ninguna otra historia pudo superar a la de Germán aquel día, pero aunque fuera cierto que él jamás nos contó como terminaba su historia yo sí que tuve la ocasión de conocer más adelante lo que pasó y alguna que otra cosa más sobre esta historia de mi amigo, pero este fue su relato y deberá ser en otra ocasión cuando dé traslado de la segunda versión de la historia que llegó hasta mí.