Begoña, quinta parte

Continuación de la aventuras de la joven travestí Begoña, espero que or guste...

Viene de la cuarta parte:  “….Nos reímos divertidas y me ayudó a limpiarme todo el semen. Su piel era más suave de lo imaginado y sus enormes y brillantes labios le daban una sonrisa angelical. Acariciaba mi rostro secando y retirando cualquier resto de semen. Restauramos lo mejor posible mi maquillaje y encendimos un cigarrillo. Empezaba acostumbrarme a aquello. Disfrutaba del sexo violento y salvaje, y las chicas que venían a reconfortarme me tranquilizaban y me daban su cariño y su apoyo. Estuve hablando mucho con Beyoncé, de cómo la captó Gonzalo, de cómo pasó su primera fiesta y me dejó claro que con collar rojo o sin él, la primera noche es la más intensa. Pero que si la suya fue intensa y su collar era negro, no podía imaginar lo que estaba aguantando. Yo realmente disfrutaba del sexo salvaje, de sentirme usada y de las violaciones controladas. Pero empezaba a desear que mi hombre me hiciera caso, deseaba que André me defendiera y me salvara, deseaba sentirme amada. Quería que un caballero apuesto y poderoso, en lugar de violarme o follarme como a una puta, me hiciera el amor….”

Al cabo de un rato decidimos volver al salón. A juzgar por la hora supusimos que la mayoría de los hombres se habrían retirado y a y que André me daría permiso para hacer lo propio. Cuando llegamos al salón vimos cuán equivocadas estábamos. En el centro del salón había un grupo de 10 o 12 hombres que claramente nos estaban esperando. El amo de Beyoncé, Gonzalo, se adelantó y le indicó a su chica que se retirara. André, que estaba entre ellos me miró, me cogió de la mano y en lugar de darme permiso para retirarme dijo:

-Es suya, caballeros.

A continuación soltó mi mano y me dejó frente al grupo de hombres que comenzaron a rodearme con cara de deseo. Sin dejar de frotar su sexo con una mano, con la otra  recorrían mi cuerpo sin respeto ninguno. Por encima, por debajo de la falda. Sobando mi cuello, mi culo, mis piernas. Metiendo la mano entre mi falda buscando mi sexo. En un momento llegaron a agarrar mi sexo entre tres hombres distintos. Ya no quería fingir miedo, ni luchar, ni oponerme. Me derrumbé ante ellos y caí sobre mis piernas. Ellos, me rodearon aun mas cerca y comenzaron a masturbarse, entre risas, a escasos centímetros de mi cara. De repente sentí el primer chorro dar contra mi mejilla. Luego otro y otro. El semen caía por toda mi cara, el vestido, el pelo, estaba literalmente bañada en semen. Poco a poco iban corriéndose todos encima de mí cuando sentí un chorro mucho más potente y caliente caer sobre mi vestido. Era Don Hernán orinando sobre mí. Animado por las risas de sus compañeros siguió subiendo con su chorro por mi cuerpo hasta darme en la cara. Otros dos hombres más se atrevieron a hacer lo mismo. Agaché mi cabeza para evitar el contacto de su orina con mis ojos o mi boca y les dejé terminar. Al fin terminaron. Poco a poco se alejaron  las risas, las bromas y el silencio fue todo lo que me rodeaba.  Al cabo de un tiempo, recuperé fuerzas y me levanté. Me recogí el vestido completamente empapado y me dirigí despacio a mi habitación. Los pocos hombres que encontré por el camino me sonreían descaradamente, o se reían sin cortarse un pelo. Al fin llegué a mi cuarto. Me quité el vestido y el resto de mi ropa, toda empapada y la dejé en un rincón de la habitación. Me fui al servicio y me di un baño que me pareció eterno.

El calido líquido que me rodeaba, las sales perfumadas y el agradable ambiente me hicieron sentir como si alguien me abrazara suave y calidamente. Lo que hizo que me derrumbara y rompiera a llorar. No se cuanto tiempo permanecí en la bañera. Pero al fin dejé de llorar. El agua ya fría ya no era agradable y me sentí, ya desahogada, con fuerzas para salir de la bañera. Al mirarme en el espejo, mucho más delgada que el primer día que conocí a Ángel, con mi pelo ya largo y las uñas, vi una silueta femenina y delicada, muy a pesar del pene que colgaba de mi entrepierna y la completa ausencia de busto. Y esta visión me animó. Me envolví en una enorme toalla de algodón, que me ofreció todo el cariño y el calor que André me había negado desde que llegamos. Me fui a la cama y me acosté. Dormí cerca de mil años

Al día siguiente Sandra entró en mi habitación. Abrió las cortinas, me animó a levantarme y a darme un buen baño antes del desayuno. Apenas era consciente de lo animada y suelta que me había levantado, completamente repuesta del mal rato de la noche anterior. Salí del baño envuelta en las maravillosas toallas de algodón y me dirigí a la habitación a desayunar con Sandra. Ella estaba preciosa, solo llevaba unos jeans muy ajustados y una camisetita blanca con las palabras “Girl Power” en plata sobre sus pechos. Durante el desayuno, que me supo a gloria y sentí como llenaba calidamente mi cuerpo con energía, me explicó que a partir de ahora habría grandes cambios. André ya no sería más mi dueño. Me había vendido al mismo dueño de Sandra, don Luís. Un empresario madrileño, de unos 55 años. Elegante y apuesto, de cabello y barba blanca. Todo un caballero. Sandra me tranquilizó diciendo lo buen Amo que era, siempre que se cumpliesen sus deseos. También me estuvo contando algunas cosas sobre André, que realmente ya no me sorprendían. Especialmente sus inclinaciones a ser penetrado y humillado por Sandra. Después de desayunar ella me ayudó a vestirme, ya que debía presentarme ante D. Luís, mi nuevo dueño en breve.

Secamos mi pelo para darle volumen, y me puse un pantalón de raso blanco muy ajustado, un top rosa con adornos en blanco y un cinturón blanco muy grueso en mi cintura. Zapatos de tacón blancos, pulseras y pendientes a juego y un collar grueso de cuentas blancas. Maquillaje suave en tonos rosados y lista. Eran ya cerca de las 2 de la tarde cuando fuimos a ver a D. Luís y ya apenas si quedaban miembros del club en el hotel. El servicio se preparaba para abrir la semana en el servicio de clientes “normales”,  y el ajetreo era evidente. Cuando llegamos a la habitación dos camareras recogían la ropa de los armarios para guardarlas en dos enormes baúles. No sé cuantos vestidos, zapatos, conjuntos de lencería y demás artículos femeninos pudieron sacar de los armarios. De repente sentí una enorme envidia sana por Sandra, y un enorme cosquilleo pensando que yo podría tener algo parecido.

Cuando vimos a D. Luís estaba dando instrucciones a un par de botones, para que el coche y las maletas estuvieran en su momento y en su sitio. Al vernos llegar se dirigió hacia nosotras con premura y siempre sonriente. Saludó a Sandra con un beso en la mejilla y las palabras “mi dulce Sandra” sonaron en mi cabeza como una bendición.

Después se dirigió hacia mi con un gesto algo más severo, pero tranquilizador y cariñoso.

-          No sabes cuanto me alegro de verte, preciosa. –dijo tranquilizándome.- No sé si Sandra te ha explicado bien los términos de nuestro acuerdo.

-          No realmente, solo me ha explicado las bondades de estar bajo su protección.- le dije sonriente.

-          Me alegro. Bueno, resumiendo, te he liberado de las garras de ese André por petición de Sandra. Y bueno, porque tenía mis propias necesidades.-Continuó.- Necesito una secretaria personal con tus características. Sandra, por favor, explícale los términos del acuerdo.

Al escuchar esa proposición asentí con la cabeza, no muy consciente del significado de sus palabras. Sandra me llevó a parte para explicarme en qué iba a consistir mi nueva vida.  Trabajaría para él durante al menos 5 años. A partir de ahora viviría como mujer, y seguramente pasaría por algún proceso de feminización más agresivo, aunque no especificó cuales. No podía negarme porque era de su propiedad ahora. Trabajaría como secretaria personal, asistente y realizando otros servicios de distinta índole que ya me irían indicando. Tenían preparados documentos y cartas personales dirigidas a mi familia y amigos, caso de solicitarlo, donde explicaba que no me verían durante todo ese tiempo y que no me buscaran, que no me encontrarían. El ajetreo de la habitación, todo lo que dijo Sandra en dos minutos, y algo que debía lleva el desayuno me dejaron en un estado de asombro tal, que no pude reaccionar. ¿Vivir como mujer? ¿Trabajar de secretaria? ¿Proceso de feminización?...

Dos semanas después estaba despertando en mi nuevo apartamento. El tacto de las sábanas de raso acariciaba mi suave piel sin rastro de vello. Los pezones, extremadamente sensibles por el tratamiento hormonal eran una deliciosa y constante tortura. Al incorporarme recogí mi pelo en un gracioso moño y me dirigí al baño. Mi dormitorio era grande, sin ser excesivo, un vestidor repleto de ropa femenina me saludaba todas las mañanas. Los muebles y la decoración eran sencillos, pero de calidad, y muy femeninos. Nadie que pudiera verme ahora pensaría que debajo de mis braguitas hay un pequeño pene, al que cada vez se le da menos uso. Ducha, desayuno y a vestirse. Blusa e raso blanco y traje de falda y chaqueta de seda en color crema. Lencería de raso gris y medias de  color carne para dar textura y brillo a mis piernas. El maquillaje, siguiendo las instrucciones que me, ofreció Sandra al llegar, sofisticado y muy femenino pero sin ser demasiado ostentoso. Y algo que no debía faltar en ningún caso, un lunar falso en la mejilla izquierda. Eso indicaría más adelante, a quienes conocieran el código, que era una travestí. Una vez en la oficina me dirigí al despacho de D. Luís para tener nuestra primera reunión. Para ser su secretaria personal la verdad es que me necesitaban poco en la oficina. Al llegar a su despacho él estaba recogiendo unas carpetas con documentos. Sandra le acompañaba vestida con un precioso traje de chaqueta y pantalón Burdeos. Me saludaron cariñosamente, en especial Sandra. Me ofrecieron una carpeta con documentos y Sandra me indicó que debía acompañar a D. Luís durante todo el día, obedecerle en todo y no hablar si no se me preguntaba. Y caso de hacerlo ser prudente y parca en palabras. Debía sonreír siempre y ser lo más correcta y amable posible.

-          No te preocupes corazón, lo harás bien. Sé que puedes. – me dijo para despedirse guiñándome el ojo para tranquilizarme.

Yo seguí a D. Luís al ascensor y luego al coche de la empresa para dirigirnos a un conocido edificio de oficinas del centro de la capital. D. Luís estuvo muy amable durante el trayecto. Serio y firme, dejando claro quién mandaba, pero resultando amable y accesible. No debía esforzarse ni ser violento para resultar dominante. Era un Amo nato. Cuando llegamos a la sala de reuniones tres caballeros más nos estaban esperando. José, el abogado de D. Luís me miró sonriente y se presentó. Era un caballero de unos 40 años, muy educado. Atractivo, y de mi misma estatura. La reunión transcurrió sin problemas. Hablaron sobre una compra de una empresa rival, llegaron a un acuerdo, se felicitaron y todos éramos felices.

D. Luís se dirigió a mi y me presento al otro empresario con el que llegaron al acuerdo, un industrial Alemán de 65 años, no muy mal conservado, llamado Gustav (o algo así) que me miraba con ojos golosos.

-          Begoña, por favor, acompaña a Herr Gustav al aeropuerto por favor. No dudes en portarte con él como lo harías conmigo.

-          Por supuesto D. Luís, será un placer.- le respondí.

Herr Gustav me ofreció su brazo y bajamos al garaje hasta la limusina de la empresa. Entramos en el lujoso coche e iniciamos el trayecto al aeropuerto acompañados por Jürgen, el secretario personal de Herr Gustav. Un joven de unos 25 años, alto y apuesto de ojos azules.

-¿Es guapo, verdad?- me preguntó Herr Gustav con su fuerte acento alemán. – Igual lo transformo en una preciosidad como tú. Pero tiene tanto éxito con algunos amigos que me da pena transformarlo.

Mientras decía todo esto Herr Gustav acariciaba mi entrepierna por debajo de mi falda. Con maestría y buen hacer masajeó mi sexo bajo mis braguitas hasta conseguir mi erección. Uno de sus dedos entró en mi boca y empecé a succionarlo dulce y suavemente. Después cogió mi mano, y la llevó a su entrepierna, dirigiéndome una mirada maliciosa. Yo siempre sonriente abrí su cremallera y me acomodé para dejar su sexo libre. Acaricié su pene, hasta conseguir un tamaño adecuado y me incliné sobre él para llevarme su polla a la boca.

Esta era la parte más escondida del trato, y también la mas predecible viendo la trayectoria de los acontecimientos. Sandra me explicó en su momento que como secretaria personal acompañaría a D. Luís cuando este me requiriera para usarme como regalo de empresa. Básicamente era una señorita de compañía a cargo de la empresa. Siempre debía estar perfecta, aseada y dispuesta. Y mi trato al cliente debía ser mejor que perfecto. Si tenia sexo con ellos debía ser lenta, displicente, complaciente y generosa. Terminar cuando ellos quisieran, obedecer sus órdenes cualesquiera que fueran, no quejarme nunca e informar después a Sandra de tolo lo ocurrido para su posterior informe.

El pene de Herr Gustav consiguió alcanzar un tamaño considerable. Si bien él no era ni mucho menos atractivo, su secretario, Jürgen era un chico precioso. Así que dirigí mis miradas hacia él mientras felaba a Herr Gustav para imaginarme que se lo hacía a él. Lamí el pene del viejo despacio, disfrutándolo, cambiando de ritmo, jugando con mi lengua, arriba y abajo, introduciéndolo lo más posible sin producirme arcadas. Poco a poco iba habituándome a tragarlos, y pienso que dentro de poco conseguiré hacer una “garganta profunda”. Los gemidos de Herr Gustav me animaron a apretar el ritmo hasta conseguir un orgasmo enorme del industrial alemán, que inundó mi boca de semen caliente.  Justo antes de empezar a tragarlo Jürgen me indicó que no lo hiciera, que lo retuviera en mi boca. Lo hice como buenamente pude y el viejo me dijo entre suspiros:

-          Pásaselo a Jürguen putita… quiero verlo.

El precioso joven acercó sus labios a los míos y no iba a dejar pasar la oportunidad. Me deje hacer y aproveche el contacto con sus labios para pasarle el semen del viejo para besarlo profunda y largamente.

-Si...-dijo el viejo- aah precioso, precioso

Mientras Herr Gustav terminaba de limpiarse y acomodarse bien la ropa, Jürgen y yo seguíamos besándonos. El tío besaba como un ángel, estaba flojita en sus brazos. Seguimos besándonos hasta llegar al aeropuerto, donde se despidieron amablemente de mí y de José, el abogado de D. Luís que también estaba allí para despedirlos.

A la vuelta, José se vino en la limusina conmigo. Se sirvió una copa y encendió un cigarrillo mientras yo me retocaba el maquillaje y me preguntó si quería lo mismo. Asentí.

Estuvimos hablando un rato hasta que el abogado se acercó a mí y empezó a acariciarme la pierna.

-          Eres realmente hermosa, esta vez Sandra se ha lucido con la adquisición.- Me dijo

Yo me limité a sonreír y a darle otra calada al cigarrillo dejándole hacer, pero sabía que el viaje no había acabado aún.

El me tocaba sin parar y dijo de prono:

-          Vamos, chúpamela

Obediente y displicente tome su pene en mis manos y empecé a masturbarle mientras me besaba en la boca. Me agache y empecé a chupar. Los besos de Jürguen realmente me habían calentado y José tenía un físico excelente. Esta vez no estaba segura de quien se iba a tirar a quien. Lamí su polla con más ganas que nunca. El estaba encantado. Lo único que acertaba a decir eran gemidos y “que bien, que bien lo haces”, poco a poco me fui quitando ropa, sin sacar su pene de mi boca. Abrí su camisa para tocar su musculazo pecho, aparté mi tanga y me senté sobre él para seguir tocándole y besándole. Le estaba devorando y el estaba rendido. Coloqué la punta de su polla, inundada en saliva,  en la entrada de mi culito y me dejé caer. El dolor fue intenso pero breve. Mi culito empezaba a estar entrenado. Él me tranquilizaba y acariciaba para mitigar mi dolor.  Él empezó a moverse, follándome a pesar de no estar lista aún. El dolor se hizo aún más intenso pero acabó mucho antes. De repente ya no dolía. Eran gemidos de placer lo que salían de mis labios. Y era yo la que cabalgaba sobre él follándomelo como una hembra en celo. Él estaba encantado, rendido, en mis manos. Me abracé aun mas a su cuerpo para sentir el roce de sus músculos cuando debido al roce de mi glande contra sus abdominales me corrí. Un chorro enorme de semen caliente inundó su pecho y mi entrepierna. Pero no podía parar, el aun no se había corrido. Siguió follándome un buen rato. Tanto que no nos dimos cuenta de que la limusina estaba ya en el garaje de la empresa desde hacía un buen rato. José se levantó conmigo empalada y me tumbó sobre el otro asiento, dejándome abierta de piernas y la espalda reposada para poder follarme bien. Tanto que mi pene estaba erecto de nuevo y apunto de correrme otra vez. El empezó a gemir fuertemente indicando que se venía. El tamaño y los golpes de su pene en mi ano así me lo indicaban. Y antes de venirse agarró mi pene y empezó a masturbarme para hacer que me corriera con él. Yo estaba rendida, no podía moverme. El semental que había entre mis piernas me estaba echando el polvo del siglo. Al fin nos corrimos. Mi culo se llenó de leche caliente a borbotones y de mi pene salieron dos chorritos goteantes de semen. Pero el placer fue indescriptible, enorme, inmenso

Rendida, abierta de piernas, sudorosa y cansada estaba tirada en el asiento de la limusina mirando la polla del abogado de la empresa, aun goteando semen. Nos miramos sonrientes y él comenzó a vestirse. De repente se abrió la puerta de la limusina y un apuesto joven de unos 32 años estaba mirándome atónito desde la puerta. El susto fue enorme, lancé un chillido de sorpresa e intenté taparme como pude, completamente avergonzada.

-          Buenas tardes Sr. Cristian.- dijo el abogado, risueño mientras terminaba de abrocharse la camisa.

-          Llévate a tu puta de la limu de mi padre que la necesito. Y manda a Roberto a recoger el equipaje de mi novia a la estación.- dijo el joven con desprecio y se fue dejando la puerta abierta.

-          Es el hijo de D. Luís, vaya presentación, eh?.- me dijo José para terminar de humillarme.

Así fue como conocí a Cristian, el hombre del que me enamoraría. Follada, usada, manchada y avergonzada. Si hay una manera mejor de presentarse a alguien que me lo digan

Continuará