Begoña, cuarta parte

Esta es la continuación de la aventuras de la joven travestí Begoña, algo después de los acontecimientos narrados en el caótico “Profundizando en Begoña”

Esta es la continuación de la aventuras de la joven travestí Begoña, algo después de los acontecimientos narrados en el caótico "Profundizando en Begoña"

Al volver a casa, después de ese fantástico y terriblemente caótico fin de semana, mi vida volvió a sus cauces habituales. Estudiar, con más o menos interés. Salir con mis amigos, con mucho menos interés. Y pasar los días uno detrás de otro, poco más o menos feliz. La mayor diferencia estaba en pequeñas cosas, como mi absoluta fijación en los anuncios de maquillaje y lencería y sobretodo en el recuerdo del rostro de André. De la forma y el tamaño de su pene, de su torso, de su piel, de su olor… ¿Estaba enamorándome de un hombre?.. O peor aún, ¿estaba ya enamorada? No puedo precisar eso con exactitud. Sólo se que cada vez era más difícil mantener mi posición de chico joven heterosexual cuando realmente pasaba las horas soñando y deseando con locura ser poseída y penetrada por un hombre, por mi hombre, por André. Ponerme las zapatillas deportivas o unos tristes jeans para ir a la universidad era una tortura al pensar en los preciosos zapatos de salón que llevaba hace solo unas semanas. He de confesar que a pesar de todo no dejé de mirar y observar a todas y cada una de las mujeres que me rodeaban. Amigas, conocidas, chicas que pasaban por la calle. Pero donde una vez hubo deseo ahora había interés, envidia y estudio. Las miraba pensando "eso no me lo pondría nunca", o "que sandalias tan bonitas" o "ese pintalabios no pega con ese bolso, monada". Al menos ese descarado interés en la apariencia femenina mantenía la fachada de mi "normalidad".

Mis pensamientos sobre André iban cada vez a más, al punto de echarle terriblemente de menos, cuando un día por fin, sonó el teléfono con número desconocido… El corazón me iba a explotar pensando en que fuera él. Efectivamente sonó la voz de André, con su precioso acento francés.

-¿Begoña?- preguntó

-Sí, soy yo ¿quién es?- pregunté con voz temblorosa y no demasiada convicción

-Soy André preciosa, no sabes cuanto me alegra oír tu voz.- dijo mientras yo me encendía de emoción. Si hubiera llevado bragas de seguro me hubiera meado en ellas de gusto.- Este fin de semana no hagas planes, te vienes conmigo de viaje.

  • De viaje, ¿a donde? No sé si podré escaparme, tengo compromisos familiares y…-intenté excusarme, pero me interrumpió bruscamente.

-Los suspendes, búscate una excusa pero el viernes por la tarde tienes que estar en casa de Ángel, pasaré a recogerte a las seis y media. El te pondrá al día.

-Pero

-No hay pero que valga reina, ¿no querrás decepcionarme no?

Cuando dijo esto casi me muero de miedo, ¿decepcionarle? ¡Claro que no! Ya me buscaría la vida pero allí estaría como un reloj.

-Claro que no precioso. Allí estaré.

-Muy bien princesa. El viernes a las 6 y media, ¿no faltes eh? te veo allí. Ciao.

-Ciao corazón.

Al despedirme noté como estaba toda temblorosa y sonrojada. Realmente me encontraba en apuros, estaba loca por ese hombre.

Convencer a mis padres de que debía ausentarme unos días y perderme el bautizo del hijo de mi prima fue algo más complicado de lo que pensé. Pero llegado el viernes por la mañana me fui, no muy convencida de tener del todo permiso, pero mi hombre me llamaba y tenía que ir a su encuentro. El viaje fue relativamente corto con respecto a los anteriores. Mucho más relajada y sin miedos que me distrajeran conseguí leer un poco, eso sí, entre los huecos que dejaban las escenas que mi incontenible imaginación creaba, casi todas ellas relativas al pene de André, o al mismo André besando mis labios, o simplemente imaginándome abrazada a él en una cama con sábanas de raso.

El taxi me dejó en la dirección de Ángel, que me recibió con gran alegría. Solté mis cosas y a diferencia de los otros días no me hizo desvestir para maquillar mi apariencia. Estuvimos tranquilamente charlando como dos buenos amigos. La charla fue relajada y entretenida, hablamos del último fin de semana y de lo contento que estaba André conmigo, que le había encantado. Escuchar esas cosas de boca de Ángel me tenían en una nube. Estaba segura que él sentía por mí algo parecido, y tenía las mismas ganas que yo de follarme y hacerme suya. Mientras charlábamos me fui cambiando y me puse mi precioso kimono dorado, alboroté mi pelo, el cual había dejado crecer desde el día de mi "violación" y que si bien no era una grandiosa melena, había alcanzado un volumen bastante interesante. Con la ayuda de Ángel, comencé a hacerme las uñas. Era hora de ir transformando mis manos en las de la preciosa travestí Begoña. Me puso unas uñas de porcelana, muy naturales, ideales para llevarlas varios días y pintarlas y despintarlas a mi gusto. Mientras me las colocaba muy despacio, casi como si fuese una operación quirúrgica me adelantó el plan del fin de semana. André me llevaría a la casa de campo de unos buenos amigos, donde tenía una especie de reunión de negocios. Así que pasaría todo el tiempo como Begoña. Lo cual me asustó un poco, pero sorprendentemente ni por un instante pensé en echarme atrás. Estaba convencida de poder pasar varios días entre desconocidos como mujer. Como la mujer de André, lo cual me excitaba terriblemente. Lamentablemente Ángel no nos acompañaría. Este sábado tenía una cita con un chico muy majo, travestí en la intimidad, de 22 añitos.

-Está un poco perdido y necesita de una buena amiga que le guíe.- me dijo guiñándome el ojo con malicia. Yo no pude evitar dejar escapar una risa cómplice.

Por lo visto, Irene, la travestí que conocí con Neus y Héctor había desaparecido de sus vidas y le pidieron a Ángel que les buscara una chica nueva. Irene era el primer intento del matrimonio y no habían sabido domarla bien. Así que ya sabía perfectamente por lo que iba a pasar ese chico. Lo iban a violar este mismo sábado, en el mismo sofá en el que estaba sentada fumando tranquilamente mientras Ángel me hacía las uñas. Al madurito maricón este le encantaba romper jovencitos. Exactamente como hizo conmigo. Exactamente como haría con este chico. Pero no estaba preocupada. Si lo había elegido Ángel seguro que al final se lo agradecería. Así que solo le dije que no le hiciera daño, como hizo conmigo, y sobretodo que me la presentara una vez terminada. Ángel no pudo evitar reírse y decirme lo zorra que me había vuelto y una vez más, que debería fumar menos exageradamente. Que tenía que parecer una señorita, no una loca.

Casi habíamos terminado una de las manos cuando Ángel cambió su expresión alegre y me dijo muy seriamente:

-Escúchame bien Begoña, acerca de este fin de semana. Estos días vas a ser la Putita de André. ¿Entiendes lo que quiero decir? Él va a ser prácticamente tu amo, no se te ocurra llevarle la contraria en nada, ¿me entiendes? Es muy importante.

-Claro, confía en mí.

-Verás princesita, André está pasando por un mal momento. –me dijo preocupado.

-¿Qué le ocurre? ¿Tiene algún problema?- pregunté asustada.

-Verás, dentro de este grupo de empresarios al que pertenece André, hay un sector donde se ha ganado algunos enemigos. Ha tenido éxito donde otros han fallado y hay quien puede considerarlo un desafío o una ofensa. Es muy complicado, no quiero aburrirte. Pero esta gente no es muy tolerante con las ofensas.

-¿Y que pinto yo en todo esto?- pregunté, completamente anonadada con la situación.

-Verás, que tú demuestres devoción por él puede darle puntos y afianzar su imagen ante los que no han tomado partido por él. Tener una preciosidad como tú a su lado puede darle mucho apoyo. Y él te estará enormemente agradecido. Pero por favor, no le digas que yo te dije nada de esto, él es muy orgulloso y puede sentirse herido. Simplemente dale todo tu apoyo y por supuesto, disfruta del fin de semana y de la casa de campo.

La verdad es que no conseguí entender la historia del todo. Pero realmente sentía que André me necesitaba y por descontado que tendría todo mi apoyo, y si tenía que mostrar devoción pues la mostraría, y de seguro que no me costaría mucho. Le obedecería en todo y les demostraría a todos que soy su perfecta Putita.

Una vez terminadas las uñas les di un barniz brillante, transparente dejándolas naturales al mismo tiempo que perfectas y sofisticadas. A continuación Ángel tiñó mi pelo en un precioso color rojizo. Estaba claro que había decidido que Begoña era pelirroja, y por cierto me encantaba. Me duché, hidraté mi piel y apliqué un maquillaje suave, natural y en tonos ocres y los labios en un tono marrón clarito precioso. Peiné mi pelo, dándole volumen y forma femenina. Al mirarme en el espejo vi mi imagen, la de una preciosa joven dulce y femenina, natural y encantadora. Ángel me dio para vestir esa tarde un pantalón ancho de satén marrón clarito y una blusa blanca de raso. A mi cintura un cinturón muy ancho de charol blanco y hebilla dorada. Dejé el cuello de la blusa abierto para dejar ver un collarcito de perlas, a juego con mis pendientes que me adornaban dándome una apariencia elegante y muy formal. Anillos en mis dedos, de diversas formas y adornos. El perfume de Loewe, por supuesto. Los zapatos de piel blancos, con muy poco tacón, y muy puntiagudos. Estaba realmente elegante. Toda una dama.

Ángel dejó mi bolso encima de la mesa con todo lo que necesitaría, y dos maletas enormes llenas de ropa y accesorios para todo el fin de semana. ¿Realmente necesitaría tantas cosas? Lo que si estaba segura es que estaba loca por abrir las maletas y ver todo lo que había dentro. Estaba terminando de repasar el contenido de mi bolso buscando un cigarrillo cuando sonó el timbre, era André. Mi corazón dio un vuelco al sentirle llegar. Saludó a Ángel con efusividad y salí a buscarle. Mis ojos brillaron al verle, estaba realmente guapo. Con los tacones que llevaba se veía que era mucho más alto y fuerte que yo. Nos besamos cariñosamente y sentí su mano apretar fuerte la mía. Terminamos de repasar todo y bajamos, mejor dicho, mis chicos bajaron las maletas al coche de André, al precioso deportivo negro donde chupé una polla por decisión propia por primera vez. Nos despedimos de Ángel y subimos al coche rumbo a la sierra.

A André se le veía muy relajado para estar al borde de la quiebra, del abismo financiero y personal, o lo que fuese que estuviera metido. Estaba siendo atento, divertido y cariñoso. Su mano acariciando mi rodilla por encima del satén del pantalón era una sensación extremadamente placentera. Charlamos durante todo el trayecto, nos reímos y tocamos prácticamente todos los temas de conversación. Cine, música, literatura… y por supuesto lo guapa que estaba. Por un instante nos miramos y André me dijo: "espera, voy a dar un pequeño rodeo en esa área de descanso", mientras me guiño un ojo de forma maliciosa.

Yo sabía perfectamente a qué se refería. Algo parecido acerca de un pequeño rodeo le dije el primer día que se la mamé en su coche. Así que repasé mi pintalabios en el espejo del acompañante mientras él sacaba el coche al área de descanso y aparcaba bajo un árbol. Subí el volumen de la radio y me incliné sobre su regazo. Desabroché su pantalón y muy despacio acaricié su miembro por encima del calzoncillo. Me acerqué a su sexo y pude sentir su fuerte olor, su aroma a macho. Aparté la tela del calzón y tomé su pene caliente entre mis dedos. Poco a poco lo acaricié hasta darle un tamaño importante. Besé la punta del glande de forma casi ceremonial y lo introduje en mi boca. Al igual que la primera vez fui directa al grano. A conseguir su orgasmo. De forma rítmica, segura y precisa fui aumentando el ritmo de mis caricias y chupadas hasta que se vino en mi boca entre espasmos y gemidos de placer. Por supuesto recogí todo su semen y lo tragué como una niña buena. Cuando estuvo completamente limpio, y su tamaño volvió a la normalidad me incorporé y limpié mis labios con un kleenex. Iba a salir a depositar el pañuelo de papel en una papelera cercana y a orinar cuando me fije en un chico de unos 15 o 16 años que nos había estado observando, absolutamente embobado. Con la boca abierta y sin poder pestañear. André encendió un cigarrillo y me ofreció otro a mí mientras me retocaba el maquillaje sin dejar de mirar al chico. Se le veía tímido y sensible, me recordó mucho a mí. Una vez retocada salí del coche a depositar el papel y sentí su mirada llena de excitación y deseo. Al volver le guiñé el ojo y me dispuse a orinar junto al árbol donde aparcamos. Deliberadamente abrí la cremallera de mi pantalón, bajé mis bragas y saqué mi pene para orinar de pie, a la vista del chico, el cual no podía creer lo que veía. Su confusión fue entonces completa y su erección notable. Terminé de orinar, abrí la puerta del coche y le dije:

-¡Adiós guapo!

Me despedí de él saludándole con la manita y él lleno de timidez agachó su roja carita y salió corriendo. Ya una vez en carretera miré a André divertida y en me respondió diciendo que no terminaba de creerse lo zorra que me había vuelto, y eso que Ángel se lo había advertido. Al anochecer llegamos a donde nos dirigíamos. La casa de campo era un pequeño hotel que el grupo había reservado en exclusiva para sus miembros. Así que todos los clientes durante el fin de semana y los empleados eran gente de confianza del grupo al que pertenecía André.

Era una casa enorme, casi una mansión. Enormes jardines la precedían, incontables ventanas delataban otras tantas habitaciones. Lujo, era la única palabra que podía describir aquello. Llegamos a la entrada y un par de camareros nos atendieron, bajaron nuestras maletas y las llevaron adentro. André me tomó del brazo y me acompañó al interior donde nos recibió un hombre mayor, de unos 55 años, corpulento y elegante que André me presentó como Don Fernando. Realmente me cayó simpático, no dejó de alabar mi belleza mientras nos acompañaba al recibidor donde me indicó que siguiera a los camareros con nuestras maletas, que tenía que hablar con André. Éste asintió dulcemente con la cabeza y me despedí de los caballeros dirigiéndome a mi habitación absolutamente embobada con los pasillos del hotel. No alcanzaba a imaginar cuánto le habrá supuesto al misterioso grupo la reserva en exclusiva del hotel, a no ser claro, que el hotel fuera de su propiedad. Una vez en la habitación 119 el camarero me dio mi llave y se fue despidiéndose brevemente y con discreción. Frialdad empresarial, sin duda. Cuando abrí mi puerta y me disponía a entrar pasó a mi lado una chica rubia que me saludó con timidez y se dirigió a su habitación. Iba vestida con un albornoz rosa, levemente maquillada y el pelo suelto. Hubiera jurado que era un travestí exactamente igual que yo, lo que me hizo pensar que el famoso grupo compartía algún gusto que otro, además de sus negocios.

La habitación era realmente preciosa, no excesivamente grande, pero si una preciosidad acogedora y cálida. La decoración, ligeramente recargada en lazos y sedas era en tonos beige sobre fondo blanco. Un poco "girly", hay que decirlo, pero me sentía como en el paraíso. Lo primero que hice fue desnudarme y darme un baño de sales perfumadas. Estuve media vida en el agua. Salí justo antes de empezar a arrugarme. Me sequé bien, hidraté mi piel y me vestí con una bata de seda, a juego con las sedas de la habitación. Me dirigí a la habitación a ver un poco la tele, encendí un cigarrillo y conecté el televisor a la espera de André. Los canales habituales no daban nada interesante y seguí buscando entre ellos a pesar de lo aburrido de la programación, cuando a partir del número 69 los canales se volvieron más interesantes. ¿Porno gay? En un gimnasio de lujo dos monitores de musculatura exagerada enculaban a un precioso jovencito después de arrancarle sus encantadoras mallas rosas. El joven intentaba escaparse pero los monitores iban a enseñarle un poco de disciplina física, así que a pesar de sus ruegos, gritos y llantos, el joven acabo penetrado por la boca y por el culo para disfrute de los dos forzudos monitores. Al final no se que pasó porque presa de una enorme excitación fui cambiando de canales entre el 69 y el 79 donde en todos había porno gay o con travestís. Definitivamente era un hotel interesante. Encendí un cigarrillo nuevo y busque en las maletas un dildo o un plug que con casi total seguridad Ángel habría guardado. Efectivamente, un precioso plug anal plateado junto a un bote de lubricante estaban esperándome en uno de los bolsillos laterales. Una vez metido en el sitio que le correspondía me percaté de que las maletas estaban absolutamente vacías. Estaba a punto de alarmarme pensando en un posible asalto o robo cuando el servicio de habitaciones llamó a la puerta. Era una camarera con toda la ropa que habíamos traído, perfectamente lavada y planchada. Le indiqué que la dejara en el armario cuando llegó André, con evidente expresión de preocupación. Una vez salió la camarera le pregunté que le ocurría rodeando su cuello con mis brazos y besando suavemente sus labios. Me indicó que no me preocupara, que todo iba bien, y que por favor me vistiera que nos esperaban para cenar.

-¿Qué me pongo André?- pregunté, buscando despertar su interés, mas que resolver una duda.

-Traje de noche, es una cena de gala, preciosa.

-Genial, entonces ya sé que ponerme. No tardo cielo.

Ya lo tenía decidido nada más ver el vestido, pero ver sonreír a André al responderme la pregunta merecía la pena. Era un precioso traje blanco plateado, con top-corpiño de escote palabra de honor de raso y encaje, y faldón de raso con vuelo y volantes de gasa. Una preciosidad. Medias de seda en color carne hicieron mis piernas brillantes y sedosas. Braguitas de satén y cintas de terciopelo color violeta, con un sostén y liguero a juego. Introduje mis preciosas prótesis dándome un busto proporcionado y elegante. Y la lencería estaba lista. Me subí a unos preciosos zapatos plateados con adornos en pedrería blanca de 10 centímetros de tacón. Me esmeré realmente bien a la hora de maquillarme. Base y polvos para darme una piel de terciopelo. Colorete en tonos ocres para dar profundidad y algo de brillo a mis mejillas. Delinear mis ojos con cuidado, alargándolos y dándoles forma más felina, y sombras grises y blancas para dar luz y sombras a mi mirada. Volumen y longitud increíble a mis pestañas con la máscara profesional. Y para terminar, el lunarcito falso con el lápiz de ojos que tanto me gusta. Es un poco "marica", no lo niego, pero me encanta ponérmelo desde el primer día. Mis uñas las pinté de un precioso rojo cereza, haciéndolas destacar entre el blanco del vestido, al igual que mis labios, bañados en un gloss efecto diamante del mismo rojo intenso. Perlitas en mis pulseras, collares y pendientes, y a pesar de tener tres pelucas a mi disposición, peiné mi propio cabello aplicándole una buena dosis de fijador para hacerle la raya a un lado y terminar de fijarlo con dos preciosos pasadores con diamantitos y perlitas, a juego con el tono del vestido y mis joyas. A mi entender estaba realmente preciosa. Salí para encontrarme con André, que vestía un elegante traje negro y camisa blanca, y éste solo pudo decir "¡Uauh!". Yo intenté no darle importancia y cogí mi bolsito blanco y un chal de raso blanco, toque de Loewe y lista. Estaba preparada para afrontar la fiesta, al grupo, a los "enemigos" de André y casi a mis padres si hiciera falta.

-Estás increíble Begoña. Me encanta como te has arreglado el pelo. Pero permíteme un momento, una cosita. – Me dijo abriendo una cajita de color rojo.- Por favor, no te quites esto en toda la noche Begoña. En toda la noche, ¿está claro?

De la cajita sacó una cinta para el cuello de seda roja, adornada con un precioso lacito de raso. Apartó el más pequeño de mis collares y me lo ató al cuello. El contraste con el vestido era divino. Me encantaba llevar su lazo, era como ser de su propiedad, y sentirme así me hizo estremecerme de placer. ¿Cómo iba a querer quitármelo?

Encendí un cigarrillo y salimos rumbo al salón. Andando con esos taconazos del brazo de mi hombre iba flotando en una nube. Al llegar al ascensor nos encontramos con una pareja. Ella era la chica que me crucé al llegar a mi habitación, se llamaba Sandra y efectivamente, era travestí. Iba vestida en un precioso traje chino de color negro, y a pesar de ir muy maquillada y perfumada no resultaba excesiva. Era innegable el poderío sexual que emanaba de ella. Casi podía sentir su pene desde aquí a pesar de no abultar nada en su vestido. El caballero se llamaba Luís, era madrileño y su amistad con André era evidente. Sandra y yo cruzamos miradas cómplices y nos sonreímos. Al entrar en el ascensor pude observar en el cuello de Sandra un lazo similar al mío, solo que el suyo era de color blanco. Seguramente alguna de las empresas del grupo los fabricaba. Le restó un poco de encanto al mío, pero me hizo sentir un poco más cerca de Sandra. Casi tenía una amiga.

El salón donde tenía lugar la recepción estaba decorado en el mismo estilo que la habitación, solo que las sedas y rasos eran dorados. El lujo era evidente, así como la homosexualidad del decorador estaba fuera de toda duda. Al llegar vi numerosas parejas y hombres de negocios, mayores, gordos, fuertes, delgados. Casi parecía un muestrario de tipos de hombre. Observando a todos en conjunto me sentí superorgullosa del evidente atractivo de mi hombre, al que miré parpadeando sensualmente, recibiendo una preciosa sonrisa de aprobación por su parte. Mientras André me presentaba a los numerosos "Luises", "Fernandos", "Josés", "Carlos" incluso "Hernanes", "James" y "Gerard". Entre todos los españoles había un importante número de miembros alemanes e ingleses. André era el único francés que yo vi por allí. Igual tenía algo que ver en la animadversión que sentían algunos miembros por mi hombre. Algunos de estos hombres estaban acompañados por preciosas jovencitas, elegantemente vestidas, con exagerados maquillajes y uñas larguísimas, subidas en enormes tacones, de las que si no todas, la mayoría, yo juraría que eran travestís. De todas las que me presentaron he de confesar que Sandra era la más guapa y la más amable. Fue muy dulce conmigo desde el primer instante. El resto me miraba con una expresión que no podría definir. Si bien no todas me miraban igual, la tónica general era de celos, mezclados con cierto aire de superioridad y deseo en algunas. Curiosamente casi todas llevábamos el mismo lacito al cuello. Sobretodo eran de color negro y alguno rosa. Solo había otro blanco además del de Sandra, y el mío parecía ser el único rojo. Por parte de los caballeros tengo que decir que todos fueron realmente amables conmigo, y sus miradas sí que eran claramente identificables. Lascivia y deseo. Lo que me llenaba de orgullo, sobretodo al pensar: "pobres, André es mi hombre y es el único que puede tomarme"

La velada se desarrollaba con tranquilidad. Estaba siendo una noche preciosa. Los canapés, que apenas si toqué, iban pasando sin parar. Los vinos, que probé un poco más que los canapés, estaban deliciosos. Prácticamente estuve cogida del brazo de mi hombre todo el rato, salvo para fumar un cigarrillo que tres caballeros se apresuraban a encender, o charlar con alguna de las chicas. Todo el mundo estaba siendo enormemente cortés conmigo. De vez en cuando alguien se le veía entrar o salir al jardín. O alguna pareja se arrinconaba tras una mesa y juraría que presencié alguna discretísima felación. Don Fernando, que parecía ser el anfitrión se acercó a mí ofreciéndome un cigarrillo y me preguntó amablemente por la velada, si estaba disfrutando, si estaba todo a su gusto, etc. Realmente era todo un caballero. Cuando le pregunté por el servicio de señoras más cercano se ofreció amablemente a acompañarme. Le indiqué donde iba a André y le besé cariñosamente mientras cogía del brazo a Don Fernando camino del servicio y le felicitaba por el precioso hotel donde nos había recibido. Pasé al baño, un precioso reservado rebosante de lujo, mármol y apliques en oro. Oriné, como una dama esta vez, y me acerqué al tocador para retocarme el maquillaje. Estaba aplicándome un poco de gloss en los labios cuando Don Fernando entró en el reservado y sin darme tiempo a reaccionar se situó detrás de mí inmovilizándome contra el mueble del tocador.

-Así que tú eres la famosa putita de André, ¿no? Se dice por ahí que la chupas como los ángeles ¡puta!- me dijo al oído mientras levantaba el faldón de mi vestido y me agarraba el sexo con su mano fuerte y masculina.

-¿Don Fernando? ¿Qué hace por dios? ¡No!- le grité temiendo lo peor cuando su otra mano agarró mi cabeza y la sujetó contra el espejo del tocador. Estaba por completo a su merced.

-Shhhhh! Calla puta, no hagas ni un ruido, ¿te enteras?- cuando dijo esto ya estaban bajadas mis bragas, mis piernas abiertas y su polla entre mis nalgas.

-No!! No por favor Don Fernando!! Le digo que nooo!!! – le grité sin que me hiciera el menor caso

Estaba a punto de gritar pidiendo ayuda cuando recordé las palabras de Ángel. André estaba en enormes dificultades y necesitaba mi apoyo. Seguramente Don Fernando era parte del grupo en contra de André y quería tomarse la revancha a través de mí. De repente vi que podía ayudar a André, si dejaba a Don Fernando violarme tal vez se apaciguaba su odio por mi hombre y la presión sobre él se aliviaría. Ya había sido violada antes, podía soportarlo

Don Fernando sacó violentamente el plug que afortunadamente lubricaba y dilataba mi ano y de un golpe metió todo su pene en mi culo. No era el más grande que me han metido, aun así el dolor fue intenso, la penetración ausente de cualquier cariño o suavidad fue violenta y dura. Fuertemente me follaba casi sin tiempo de relajar mi esfínter y permitir que su penetración hiciera menos daño. Las lágrimas caían a borbotones por mi cara mientras le suplicaba a mi violador que me tratara bien, que no me hiciera daño, que haría lo que él quisiera

De repente, en tres embestidas más se corrió dentro de mi culo, derrumbándose sobre mi espalda

-¡Oh! ¡Oh dios! Eres increíble, una putita deliciosa.- decía mientras sacaba su encogido pene de mi dolorido ano.

Al salir su semen se mezclaba con un hilillo de sangre, mucho menos de la que yo esperaba después del terrible dolor que sufrí. Después de que se despegara de mí, me senté en el inodoro, dejando que mi ano se vaciara del jugo de Don Fernando, mientras observaba a la chica que veía en el espejo, con la mirada perdida y los ojos llorosos. A su vez, Don Fernando se secó el pene con papel higiénico, se lavó las manos en el lavabo, se adecentó el traje y salió por la puerta acariciándome la cabeza.

No sé cuanto tiempo pasó antes de que entrara Sandra por la puerta del baño. Al verla dirigirse a mí con su expresión dulce y cariñosa me derrumbé y comencé a llorar como una niña pequeña. Sus caricias y dulces palabras consiguieron parar mi llanto y relajarme un poco.

-Deja que te limpie un poco cielo, espera.- me dijo mientras secaba mis lágrimas con un pañuelo.- Este Don Fernando es un bruto sin escrúpulos. Mira como te ha dejado. Al menos no tienes marcas el en rostro.

Me miraba dulcemente y me acariciaba el rostro. Yo cogía su mano e intentaba tranquilizarme, esperando que André no me viera así, y todo quedara en una horrible pesadilla. Lo único que podía y quería pensar es que había salvado a mi hombre, que había merecido la pena el sufrimiento.

-¿Has sangrado mucho?¿Te ha roto o lo has aguantado bien?

-No, no he sangrado mucho, creo que el plug que tenía dilató lo suficiente. – le dije mientras le mostraba el estado de mi ano y los restos de su semen por mi pierna

-Un plug anal, muy lista. Si vienes con ese collar tienes que estar preparada, claro.-respondió.

-¿Este collar?- pregunté confundida- ¿Qué le pasa al collar?

-¿¿¿No te han dicho lo que significan nuestros collares??? – Me preguntó sorprendida.- No me lo puedo creer corazón. Verás, por lo que he podido ver este tiempo, esta gente son apasionados de nosotras, las travestís. Y desde hace mucho tiempo se dedican a "captarnos" entre sus familiares, amigos y sobretodo ahora, Internet. Son realmente expertos y nos catalogan y dividen en categorías. El hombre que te capta se convierte en tu amo, y según su experiencia te pone un collar mediante el color indica tu rol o "categoría".

Yo apenas podía creer lo que estaba oyendo.

-El mío es blanco, eso significa que soy activa. Mi pene es enorme y los caballeros que quieren sexo anal me buscan y me lo piden. Si Luís, que es mi amo, está de acuerdo, me los follo. Si el collar es rosa, significa que son prácticamente mujeres. Están muy hormonadas y tienen su pene prácticamente atrofiado. Los de color negro indican que los que lo llevan son travestís pasivos principalmente, pero sus penes son completamente funcionales. Si una travestí de lazo negro le gusta a algún miembro, le pide permiso a su amo y puede acostarse con ella.

-¿Y el rojo?- le pregunté llena de miedo ante su respuesta.

-El rojo, corazón- dijo tomando mi mano entre las suyas – el rojo significa que cualquiera puede follarte sin pedirle permiso a tu amo, o a ti. – me dijo intentando ser lo mas suave posible.

-¿Cómo has dicho?

-El rojo es el de la violación cariño. Cualquiera en el grupo puede violarte, hombre o travestí. Y no puedes negarte. Puedes protestar, luchas o negar. Pero no servirá de nada. Al menos te diría tu amo que tienes que obedecer a todo, ¿verdad? Alguien te diría algo así.

En ese instante recordé la conversación con Ángel. Me sentí morir. Traicionada, engañada, vendida. Me volvió a engañar el muy cabrón. Pero, ¿y André?, ¿por qué me hacía esto si yo le amaba? Y estaba segura de que él sentía lo mismo por mi. Debía de haber una explicación. Tenía que preguntarle a Sandra

-Sandra, ¿por qué un amo le pone un collar rojo a su chica?

-Bueno, puede ser por muchas cosas. Por que sea un sádico, porque le deba un favor al grupo, o porque el collar rojo sea el que le vaya a la chica. ¿Es alguno tu caso?

-Creo que si.- le dije ruborizándome.

Estaba convencida que André tenía un problema con el grupo y sólo podía solucionarlo así. Entregándome podría salvar a mi hombre, así que debía ser fuerte por él. Un hombre tan dulce y cariñoso como André no podía ser un sádico. Y la otra posibilidad, la de que ese fuera mi color… Pensándolo bien, es la segunda vez que estoy en esta situación, y en las dos reaccioné igual. Y en ambas, a pesar del miedo no me han hecho ningún daño. ¿Es posible que disfrutara con estas situaciones? ¿Es posible que disfrute siendo violada?

Sandra seguía mientras tanto comprobando los estragos realizados por Don Fernando y llegó a la conclusión de que el daño no era ni mucho menos para tanto. El plug había dilatado casi del todo y el daño fue superficial. Sandra sacó de su bolso una cremita y me la aplicó en el culito. La sensación fue enormemente fresca y reparadora.

-Esto te calmará y dilatará lo suficiente. Y esto te ayudará a relajarte – y me ofreció una píldora de color rosa que acepté agradecida y confiada.

Mientras tomaba la pastilla me dijo:

  • Mira, cuando alguien vuelva a... Bueno, ya sabes, intenta que sea por la boca. Intenta que te den por atrás lo menos posible y mañana ven a verme. El único que puede retirarte esta noche es André, tu amo, así que quédate a su lado. No impedirá que alguien te lleve a un rincón y te viole, pero al menos puede que se aburra pronto y te acueste.

-Eres un sol Sandra, muchas gracias. – Le dije acariciando su mano dulcemente.

-No me tientes princesa que aún te puede doler.- me dijo guiñándome con complicidad.

-Tu no tendrías que violarme cielo.- le dije besando dulcemente su mejilla.

-¿Estás segura? Lo mío es muy especial, para muy tragonas

-Venga ya, ¿es para tanto?

Sandra se levantó el vestido y bajó sus braguitas. Abriendo sus piernas y separando con sus manos dejó ver un pene realmente impresionante, debía medir 20 cm. y no estaba erecto del todo. En erección debía resultar de verdad monstruoso.

-¿Qué te parece? Asusta, ¿verdad?

-¡Ay dios mío! ¡Que pollón tía! – dije llevándome las manos a la cara. – ¿Pero eso cabe todo? ¿Eso se puede…?

-Tranquila, que ya lo comprobarás. – me dijo divertida.

-¿Y hay muchos miembros que soliciten tus servicios?

  • ¡Uy! Ni te imaginas la de viejas tragonas que hay por aquí. El mismo Don Fernando es uno de los más asiduos.

La visión de Don Fernando empalado por mi nueva amiga Sandra me confortó enormemente, como si se hubiera hecho justicia y pudiera volver a caminar con orgullo. La conversación había tomado un cariz completamente distinto. Sandra había conseguido hacerme sonreír y relajarme. Estaba en verdad tranquila y serena, y el dolor de mi culito estaba completamente aliviado. Según Sandra podíamos quedarnos un poco más en el servicio, todos pensarían que era "el turno de Sandra" y mientras podría descansar.

-¿Ha habido antes muchos lazos rojos? – le pregunté curiosa.

-Pocos que yo recuerde. Llevo ya 5 años con Luís y sólo recuerdo dos. Hace unos tres años un alemán se trajo una chica a la que le puso un lazo rojo. Era realmente ordinaria, sin clase ninguna, y de seguro que no sabía que significaba el lazo rojo ni dónde se metía. Al final la violaron entre cuatro en el centro del salón. Ella no hacía más que llamar a su amo pidiendo socorro y éste se limitaba a reírse junto a dos o tres más. Fue un poco salvaje. Se la tuvieron que llevar las camareras al hospital. Nadie volvió a saber de ella.

Entonces empecé a asustarme de veras, igual estaba en un aprieto. Sandra siguió contándome mientras retocaba su maquillaje.

-¿Y la segunda? – pregunté temerosa.

  • La otra fue un poco antes de esta que mencioné. Ella si supo disfrutar de la noche. Claro que se lo habían explicado bien. Fue tal el éxito que se llegó a pensar que podían hacerlo con cualquiera. Lo de la chica que trajo el alemán fue vergonzoso. Tanto él como dos de los miembros fueron expulsados del grupo. Desde entonces eres el primer lazo rojo que ha vuelto por aquí. Y ciertamente han estado muy comedidos, pero ahora que Don Fernando te ha estrenado seguro que se aventura alguno más. Pero no creo que lleguen al mismo nivel ni mucho menos. Si André te ha puesto ese lazo es porque sabe que podrás pasar la prueba esta noche.

-¿Esta noche? ¿No todo el fin de semana?...

-¡Por favor! Claro que no, no hay culo humano que aguante tres días de "barra libre de polla". Mañana seguramente de ofrecerá el lazo negro.

Eso me hizo sentir un poco más tranquila. Esta noche puede ser interesante después de todo. He aprendido a disfrutar del sexo salvaje, de sentirme usada y en cierto sentido, violada. Y si por añadidura puedo ayudar a mi hombre a saldar su deuda, entonces me entregaría encantada.

-Una cosa antes de volver. – Me dijo Sandra.- Recuerda que la mayoría querrá violarte, así que aunque lo desees o estés más que dispuesta a entregarte opón algo de resistencia y finge que te violan. Es lo que buscan en un collar rojo. Y además es lo que le da morbo, que tú sabes disfrutarlo. – me dijo guiñándome su precioso ojo azul.

Entonces comprendí que ella también llevó un lazo rojo. Eso me dio toda la confianza que necesitaba. Se podía pasar la prueba. Me iban a violar en cada esquina. Mi hombre me había entregado para salvarse y yo lo asumí con orgullo. Me iba a dar el festival sexual más grande de mi vida, y pensaba llorar, negarme y suplicar. También estaba dispuesta a disfrutar de cada penetración, cada mamada y cada beso que me obligaran a recibir. Ese era el regalo de Ángel y André, sexo sin límites más allá de lo que había imaginado. Si me hubiera quedado en casa, si hubiera seguido con mi vida y no hubiera vuelto después de mi desvirgue, mi vida sexual hubiera sido tan normal y aburrida como la de un chico cualquiera, que lucha por meterla en una mujer medianamente atractiva que lleva los mismo pantalones que él.

Sin embargo, rodeada de lujo y sedas, enfundada en vestidos de raso y lentejuelas tenía a mi disposición el sexo más exótico y salvaje que pudiera imaginar. Solo tenía que ser travestí, ser violada, y disfrutarlo

Sandra y yo nos retocamos el maquillaje, arreglamos mi vestido y después de devolverme mi impecable aspecto, volvimos al salón, cogidas de la mano, entre las miradas de prácticamente todos los invitados. Caminando con garbo, contoneando mi trasero orgullosa de llevar mis enormes tacones, llegué a donde estaba André y le cogí del brazo buscando su protección. Él me susurró al oído:

-¿Todo bien nena?

-Tranquilo, - le respondí – esto es pan comido.

Poco a poco las miradas se fueron dispersando y cada cual volvió a lo suyo como si no hubiera pasado nada. Eso sí, el movimiento en los rincones del hotel y sobretodo en los jardines empezaba a ser más que evidente. Encendí un cigarrillo y tomé otra copa de vino cuando la mirada de Don Fernando se posó en mis ojos. El primer impulso fue el de bajar la cabeza, pero no lo hice, aguanté su mirada hasta que su expresión se tornó en sonrisa y me ofreció un saludo de aprobación antes de volver a prestarle atención a la otra chica con collar blanco que había en la sala. Estuve recordando paso a paso todo lo que ocurrió en el baño, y seguramente el efecto de la pastilla de Sandra debía estar haciendo efecto porque no hacía más que excitarme cada vez más. En ese momento se me acercó André y me susurró al oído:

  • Begoña, cariño, porqué no te das una vuelta por el jardín. Yo tengo unos asuntos que atender y estas señoritas – dijo indicándome a dos preciosas travestís de lazo negro – estarán encantadas de acompañarte.

-Claro corazón, – le dije complacida - será un placer.

Tomé el brazo de la más alta de las chicas. Una travestí negra de facciones marcadas y cuerpo fibroso llamada Beyoncé, que llevaba un vestido de seda muy ceñido a franjas blancas y negras. Iba muy maquillada y recargada de pulseras y anillos. Pero su trato era dulce y simpático. Abigail, su compañera, más bajita y ancha tenía la piel extremadamente suave y rosada. Maquillada en tonos tierra muy brillantes llevaba un vestido largo de terciopelo marrón, con collares de perlas plateadas muy grandes. Era realmente bella y femenina, pero no le debí de caer muy simpática. Hablando con Beyoncé, comentándole cuanto me gustaban sus pendientes llegamos a un rincón de los jardines, poco iluminado dónde había un banco enorme de piedra y sus dos amos y otro caballero más nos estaban esperando. Las dos chicas se retiraron y me dejaron a solas con los caballeros. Puse cara de asustada y temerosa y dije:

-Buenas noches caballeros, creo que no nos han presentado.

-Hola caperucita, somos los lobos – dijo el mayor de ellos, que no tenía pareja por cierto.

Los tres rieron y se incorporaron acercándose a mí. El más viejo, el que habló, se llamaba Don Hernán y se colocó detrás de mí, impidiendo que pudiera dar otro paso atrás. Gonzalo, el amo de Beyoncé y Amador, el amo de Abigail se situaron delante de mí. Ambos eran altos y fuertes. Hernán, más ancho que los otros eran de mi estatura. Su cara, con su barba de tres días rozaba mi mejilla mientras me susurraba:

-Puedes gritar todo lo que quieras puta, nadie vendrá a por ti.

-No por favor, no me hagáis nada. – Supliqué.

Mi súplica los excitó aún más pues su carcajada fue intensa y Gonzalo y Amador se frotaban los penes por fuera del pantalón. Hernán me sujetó fuerte por detrás, inmovilizándome mientras Gonzalo se sentaba en el banco de piedra y sacaba su enorme pene circuncidado, completamente erecto. Hernán me empujó hacia delante haciéndome caer de rodillas y Amador sujetó mi cabeza, empujándola con fuerza contra el pene de Gonzalo, que me golpeó en la mejilla. Su polla erecta se restregaba por mi cara, que ofrecía una expresión de terror y pánico. Al mirar a Gonzalo a los ojos le volví a suplicar que no lo hiciera pero él se limitó a decir:

-¡Si! Dale Amador, empújala aquí.

-¡No! – dije yo por última vez antes de sentir el pene de Gonzalo entrando por mi boca tras el movimiento seguro y firme de Amador, que empujó mi cabeza contra la entrepierna de Gonzalo.

Una vez inmovilizada por completo y sujeta por tres hombres no tenía que fingir. Lamí su polla con fruición, disfrutando de cada chupada, cada roce y cada sabor. Fui directa a conseguir su orgasmo. Me esmeré en hacerlo realmente bien, y debió ser así. No pasó mucho rato que Gonzalo empezó a gemir con fuerza y separando mi cara en el momento justo se corrió por toda ella. Bañándome la boca y las mejillas de semen caliente.

-¡Oh dios! Que bien la chupa esta puta. Dios, es verdad que la chupa como los ángeles.

-Seguro que sí. Casi diría que lo ha disfrutado la muy guarra.

De rodillas, aún sujeta por Don Hernán, pude sentir la lengua de Amador recogiendo el semen de Gonzalo que resbalaba por mi cara. Yo miraba al suelo, temblorosa, y he de confesarlo, terriblemente excitada cuando escuche al joven Amador decir:

-Fóllesela Don Hernán. Déle fuerte a la zorrita de André.

Yo miré un momento a Amador, suplicando que me dejaran con la mirada, pero al igual que antes, cuanta más debilidad ofrecía, mas se excitaban, pero menos daño me hacían.

Don Hernán me empujó contra el banco y levantó mi faldón. Bajó mis bragas y cogió mi sexo con su mano fuerte y grande.

  • Mirad que cosa mas pequeña tiene esta puta. Casi no es ni una polla, ¡Jajaja! – rieron divertidos al comprobar el tamaño de mi pene.

Amador ya restregaba su pene erecto por mi cara cuando sentí el pene de Don Hernán entrando por mi ano. El suyo tampoco parecía nada del otro mundo, pero era extrañamente largo. Yo lloraba y suplicara que no me violara, mientras el despacio seguía introduciendo su pene en mi culo. La sensación era extraña, nunca me habían penetrado tan profundo y de verdad me encantaba. Para entonces Amador ya tenía su polla en mi boca, así que mis gemidos de placer se apagaban en su pene, que lamía con ganas. Los dos estaban disfrutando de mi cuerpo mientras Gonzalo nos miraba encantado.

  • Esta puta está disfrutando, te lo digo yo.

  • Yo sí que estoy disfrutando, ¡dios mío como la chupa! – dijo Amador entre gemidos.

Las embestidas de Don Hernán me hacían disfrutar cada vez más mientras Amador no pudo evitarlo más y se corrió. Al igual que Gonzalo la sacó lo justo para bañar mi cara en semen caliente. Don Hernán le indicó a Amador que se acercara y limpió los restos de semen de su polla con la boca. Resultó ser una "chica mala" el señor Don Hernán. Poco después, cuando creí que iba a morir de gusto Don Hernán se vino inundando mi culo de semen cayendo rendido sobre mi espalda. Yo caí al suelo, rendida y extasiada. Mientas Amador ayudaba a Don Hernán a incorporarse y a adecentarse un poco, Gonzalo con su pene de nuevo en erección comenzó a masturbarse a la altura de mi cara. Explotó todo el semen que le quedaba en mi rostro. Yo lancé un pequeño grito cerrando mis ojos e intentando tapar con mis manos lo más posible, pero fue inútil, la mayor parte dio en mi rostro, que estaba ya literalmente bañado en semen. Los tres hombres se arreglaron la ropa lo más posible y se fueron dejándome tirada junto al banco, violada, usada y llena de semen. Me subí al banco con algo de dificultad y no sabía que hacer primero. Si limpiarme el semen, adecentarme el vestido, llamar a alguien o masturbarme fumando un cigarrillo después de la follada que había recibido.

Beyoncé apareció al poco tiempo con una toalla. Se sentó a mi lado, me cogió de la mano y me dijo.

  • Eres la sensación de este año cariño. Están todos locos contigo. No se habla otra cosa ahí dentro que no sea de tu collar rojo y tu habilidad con el francés.

  • ¿Francés? Si yo sólo hablo un poco de inglés – dije confusa mientras ella me miraba divertida. – Ah! Francés, vale, ya lo pillo.

Nos reímos divertidas y me ayudó a limpiarme todo el semen. Su piel era más suave de lo imaginado y sus enormes y brillantes labios le daban una sonrisa angelical. Acariciaba mi rostro secando y retirando cualquier resto de semen. Restauramos lo mejor posible mi maquillaje y encendimos un cigarrillo. Empezaba acostumbrarme a aquello. Disfrutaba del sexo violento y salvaje, y las chicas que venían a reconfortarme me tranquilizaban y me daban su cariño y su apoyo. Estuve hablando mucho con Beyoncé, de cómo la captó Gonzalo, de cómo pasó su primera fiesta y me dejó claro que con collar rojo o sin él, la primera noche es la más intensa. Pero que si la suya fue intensa y su collar era negro, no podía imaginar lo que estaba aguantando. Yo realmente disfrutaba del sexo salvaje, de sentirme usada y de las violaciones controladas. Pero empezaba a desear que mi hombre me hiciera caso, deseaba que André me defendiera y me salvara, deseaba sentirme amada. Quería que un caballero apuesto y poderoso, en lugar de violarme o follarme como a una puta, me hiciera el amor.

.continuará