Because change happenx

Lo que puede deparar un cambio devivienda.

Because change happenx

No es casualidad que mi historia empiece así, parafraseando un slogan de compañía de seguros, porque incluso las cosas que más damos por seguras en esta vida pueden zozobrar y desmoronarse en un abrir y cerrar de ojos (y, precisamente, de abrir "ojos" va esta historia).

Sucedió hace ya tiempo, quizás 7 u 8 años atrás (nunca he sido demasiado bueno para recordar fechas), cuando estaba estudiando Ciencias Políticas en la universidad. Vivía en un piso de estudiantes muy acogedor con dos chicas también universitarias que había conocido en mi primer año de carrera y con las que hice migas en todos los sentidos. No sé cómo pasó pero al poco tiempo de conocernos nos habíamos instalado juntos y lo compartíamos todo, en especial la cama, una king size convertida en "especial" mesa de billar para nuestros encuentros a tres bandas.

La cosa iba muy bien entre los tres pero al cabo de un año la cosa se fue empezando a enfriar; ya no había esa química tan brutal que me había dejado exprimido completamente durante todo ese tiempo. Al final pasó lo que tenía que pasar: que tres son multitud y allí sobraba yo. Día a día esas dos diosas cuyos cuerpos había llegado a conocer tan bien se habían ido enamorando la una de la otra hasta que sus celos mutuos me echaron no sólo de su vida, sino también de su casa (bueno, sus celos y el hecho que yo me negara a participar en unos jueguecitos en que mi ojete era el protagonista –para fortalecer vínculos y romper la monotonía, decían ellas que servía aquello, que no era justo que ellas compartieran conmigo todos sus agujeros y yo, por el contrario, no lo hiciera).

Y qué iba a hacer yo!!! Con los exámenes acercándose y pesando sobre mi cabeza como una espada de Damocles no tenía demasiado tiempo para dedicarme a buscar piso y es que mis padres me habían amenazado con cerrar el grifo si no mejoraban mis resultados (pero cómo iba yo a tener tiempo hasta entonces para estudiar si todo lo que hacía era follar, follar, y más follar y ¡joder! Si cuesta cumplir con dos mujeres a la vez cuando no descansas casi ni para dormir como para ponerse uno en sus reatos libres a ir a clase o a repasar apuntes).

Maldije a ese par de putones por lo que me habían hecho y más cuando ni dando voces entre mis compañeros de facultad pude encontrar dónde alojarme. Sólo un amigo me dejaba compartir, por lástima creo yo, su piso durante 2 ó 3 noches hasta que encontrara algo y gracias a que su compañero de piso había tenido que irse a casa de sus padres por problemas familiares.

Y ahí me tenéis a mí, maldiciendo mi suerte y jurando por todo el santoral que en años volvería a follar con mujer alguna por todo lo que me estaban haciendo pasar esas dos (ya sé que la promesa era bastante exagerada y estúpida y que estaba fuera de lugar pero en caliente uno dice las mil barbaridades).

De manera que tuve que aprovechar esos dos días para ir a la carrera buscando un piso, fuera cual fuera, ya que debía estudiar. Pasé por más de 30 pisos pero o estaban demasiado habitados (no os podéis llegar a imaginar la de gente que cabe en determinadas casas) o eran demasiado inestables (vamos, que ni el huevo de Colón era tan viejo) o eran demasiado caros. Hasta que llegué a un oque había dejado para el final como último recurso por si fallaba lo demás ya que estaba ubicado en una de las zonas más "chic" de la ciudad y suponía que su precio sería desorbitado: era un pequeño chalet de dos plantas con piscina y jardín, así que fui más por curiosidad que por convicción, pero es que la necesidad apretaba.

Llamé a la puerta y… SORPRESA!!! Aparecieron dos pares de tetas en el zaguán bien puestas que me quedé sin poder apartar los ojos de ellas (de las tetas). Cuando pude recordar qué hacía allí fui subiendo la vista hacia las caras propietarias de tan lindos atributos, quienes con sonrisa picarona me preguntaron si venía por el anuncio del piso. Balbuceé un "s…s…ssí" como pude y me hicieron pasar al salón para explicarme las condiciones del alquiler.

Antes de continuar creo que es mejor que expliqué cómo eran ellas: Las dos morenas; Sandra de larga melena y ojos color miel, delgadita, sobre el metro setenta, un culete respingón y muy bien puesto y unos pechos que sin ser grandes eran de buen tamaño. Miriam lucía una media melena hasta los hombros, medía un metro ochenta aproximadamente y, aunque también delgada, era más generosa en proporciones que la otra. Lo mejor de ella (y eso que tenía un cuerpo de infarto) eran sin embargo sus ojos, de un color azul intenso que hacían que te perdieras en la profundidad de su mirada.

Ambas llevaban puesta ropa informal, de la de andar por casa: unos tejanos viejos y, destacando, unas camisetitas que dejaban ver buena parte de su nutrido escote. Sí señor, esa era una buena forma de iniciar la negociación sobre el precio del piso: centrando la atención del enemigo en otros quehaceres.

Cuando ya esperaba el mazazo del precio y me preparaba para decir adiós y gracias, Sandra me dijo:

Bueno, supongo que querrás saber el precio así que te lo diremos sin rodeos. El alquiler del piso es de 15.000 pesetas al mes, gastos incluidos.

Lo flipas, nen!!! Ahí no sabía si buscar la cámara oculta o preguntar directamente dónde estaba el truco.

No mires con esa cara –intervino en esas Miriam- no es ninguna broma. Realmente no tenemos ninguna necesidad de alquilar puesto que la casa la tenemos completamente pagada y el único motivo por el que lo hacemos es para tener algo de compañía. Ya sabes, la zona se presta a los ladrones y no está de más que se vea actividad durante todo el día por el interior. Además, parece que dos mujeres solas son un botín apetecible para algunos depravados que rondan por aquí.

Eso sí –terció Sandra-, tenemos algunas condiciones (ahí aparecía el truco –sí ya sabía yo que no podía ser verdad que fuera todo tan bonito…-). Sólo si las aceptas completamente te alquilaremos la habitación: 1º Nada de ir fisgoneando (aceptable); somos muy celosas de nuestra intimidad y no nos gusta que nos vayan espiando. 2º Respetar la intimidad de las habitaciones; dentro de tu cuarto eres libre de hacer lo que te dé la gana. Además no entrarás en las nuestras ni nosotras en la tuya sin permiso (esto era de agradecer, que nadie se metiera donde no lo llamaban). 3º Así como tu habitación es tu espacio sagrado, los espacios comunes son de todos y no hay intimidad que valga allí (hasta aquí había ido asintiendo a todo lo que decían). 4º Nosotras no nos metemos en lo que tú haces y tú no te metes en lo que hacemos nosotras; no pedimos explicaciones no las aceptamos (asentimiento de nuevo por mi parte). 5º Nada de traer compañía aquí; esto es una casa, no un picadero (en otras circunstancias me hubiera levantado para salir por la puerta y no volver, pero tal y como venía yo me pareció perfecto alejar completamente a las mujeres de mi vida, así que asentí). 6º Cuando nosotras estemos en la piscina tú no podrás salir al jardín ni mirar por las ventanas (me pareció una soberana estupidez pero por lo mismo que la anterior condición acabé asintiendo: no tenía intención de acostarme con ninguna de las dos, por más buenas que estuvieran –y lo estaban-. Mejor, con todo, evitar la tentación). 7º El lavabo es compartido y no tiene pestillo, así que cuidado con no llamar antes de entrar (raro que no lo tuviera, pero bueno). 8º Las tareas de la casa serán compartidas (normal, pensé)

y 9º Si te pedimos un favor o te mandamos hacer algo lo cumplirás, sin rechistar; después de todo vivirás aquí casi por la patilla

Pañolada blanca en el estadio. Pero qué se habían creído esas mujeres. Te ponen el caramelo en la boca para que luego resulte que te quieren para ser el chico de los recados o la chacha multiusos. Se me llevaban los demonios por haberme dejado embaucar tan fácilmente y por casi creerme el cuento que me contaban. Supongo que se me debió de notar en la cara porque en seguida intentaron suavizar la situación diciéndome que la condición la ponían para abusar de mí sino que era simplemente una precaución para evitar repetir malas experiencias pasadas.

El hecho cierto es que no me convencieron demasiado con sus palabras, pero como necesitaba casa urgentemente y excepto ese pequeño detalle todo me pareció en principio correcto, acabé aceptando con lo que al día siguiente ya estaba instalado con ellas. En fin, mejor sería ser recadero a veces que vivir en cualquiera de los otros pisos que había visitado con anterioridad a ése.

Me tocó por habitación una que quedaba al final de las escaleras del piso de arriba, a mano derecha, la más pequeña según deduje, pero no me pareció mal. Supongo que me la dieron porque, como pude comprobar en seguida, era la única cuyas ventanas no daban a la piscina.

Como tenía los exámenes encima me pasé los días encerrado en mi cuarto estudiando como un loco ero a pesar del esfuerzo era demasiado tarde y acabé con una buena colección de calabazas en la cesta. Consecuencia: mis padres me cerraron el grifo tal y como ya me habían amenazado que harían y tuve que buscarme un trabajo en una discoteca para sufragar mis gastos (suerte, pensé entonces, que el piso sólo costaba lo que costaba, que si no…). El efecto inmediato de todo ello fue que dejé prácticamente de coincidir con mis caseras ya que ellas trabajaban fuera durante el día y cuando llegaban por la noche yo ya me había ido a trabajar y cuando venía yo del curro ellas ya estaban casi por irse de nuevo al trabajo. Se puede decir fácilmente que la convivencia era casi perfecta: el trato era correcto, cada uno iba a su bola y todavía no había sufrido en propias carnes la "cláusula recadero".

Con las semanas nos fuimos conociendo mejor, aprovechando las tardes de los domingos en que llegábamos a coincidir un poco más. De esa manera pude saber que ambas dirigían una empresa de importación, catalogación y distribución de prendas de vestir, algo así como una gestoría de la moda en la que preparaban la producción que venía del extranjero para su distribución inmediata por parte de las grandes marcas del país. Pero nada más allá de eso.

En todas nuestras conversaciones no se hablaba de la vida íntima y tampoco hice ningún intento por sonsacarles información, no tanto por las normas de la casa cuanto que pasaba absolutamente de buscar lío con ellas, por no volver a repetir errores pasados y quedarme en la calle de nuevo. Se puede decir que estaba bien como estaba, a pesar de tener la tentación tan cerca: la mente es poderosa y con convicción me imponía a mis instintos.

Y llegó el buen tiempo y con él las sesiones en la piscina; solo. Y con la primavera se empezó a alterar todo. Hacía tanto que no cataba los verdaderos placeres de la vida que acabé ahogando mis penas en alcohol para olvidar, aunque, eso sí, convencido todavía de mi estúpida decisión. Las chicas también empezaron con las sesiones de piscina, de las que sólo oía el griterío y los chapoteos que hacían las dos. Parecía que se lo pasaban en grande pero yo debía mantenerme al margen de todo ello (lo prometido es deuda).

Una noche, volviendo de trabajar con unas copas de más en el cuerpo vi algo que me echó los esquemas por el suelo. Bueno, verlo supongo que lo vi porque la casa estaba a oscuras y porque llevaba tal ciego que me hizo dudar de si veía lo que veía o si sólo me lo imaginé debido a la calentura: cuando entraba en mi cuarto oí unos jadeos, me giré y al estar la puerta de la habitación de una de las chicas entreabierta, por el resquicio pude ver cómo una de ellas se estaba tirando a la otra a cuatro patas. JODER!!! Eso era salir del fuego para caer en las brasas!!! Me habían echado de un piso dos lesbianas conversas y ahora resultaba que me había metido en otro piso lleno de ellas. Me consolé pensando que tampoco quería (ni podía) nada con ellas.

Sin embargo, el recuerdo de aquello se fue anclando en mis pensamientos más calenturientos asÍ que, en contra de las normas de la casa –lo reconozco-, empecé a fisgar. Qué se le va a hacer!!! Soy un hombre… y de tan caliente como iba me empecé a bañar en pelotas en la piscina, eso sí, sólo cuando llegaba de madrugada a casa del trabajo y como ni el agua me bajaba el hinchazón de la entrepierna aproveché la enorme tele del comedor para acabar cada una de mis sesiones de baño con una soberana paja viendo una de las pelis porno que guardaba en el cuarto. Y tanto va el cántaro a la fuente que un día pasó lo que tenía que pasar. Estaba tan cansado al venir del trabajo que el baño y la paja me relajaron demasiado por lo que acabé quedándome dormido en el sofá en pelotas. Me desperté sobresaltado pasado el mediodía. Menudo un lío en el que me acababa de meter! Seguro que de esa me echaban a patadas de la casa.

Pasé un día de perros esperando que llegara la noche y con ella mi sentencia definitiva.

Cuando llegué del trabajo de madrugada vi luz en el comedor. "Problemas", pensé. Entré por la puerta con la cabeza gacha esperando la bronca del siglo y, a cambio, me vi a mí mismo en la pantalla del televisor en una de mis sesiones de cinco contra uno y las chicas riendo y haciendo comentarios jocosos.

Se puede saber qué coño es esto! –pregunté indignado.

Eso mismo nos preguntábamos nosotras –me espetó tajante Sandra-. Creíamos que había quedado claro que "tus cosas" –remarcó señalando a la pantalla- las hacías en tu cuarto.

Sí, pero eso no os da ningún derecho a grabarme –protesté.

Si te consuela, no te grabábamos a ti –intervino Miriam-. Las cámaras las pusimos por si entraban a robar pero hay que reconocer que no está nada mal lo que hemos cazado in fraganti –añadió mordiéndose sensualmente el labio inferior al acabar, a la vez que dirigía una descarada mirada a mi entrepierna.

Con estas palabras me quedé petrificado. Dios sabía lo que querrían ahora esas dos diablesas. Sin embargo, no pasó lo que os imagináis: no se abalanzaron sobre mí, ni me empezaron a desnudar ni acabamos follando como locos en el sofá. No pasó por el contrario desapercibida para ellas la reacción inmediata que sus palabras provocaron en mi pantalón en forma de pene luchando por salir a devolver el halago.

Ahora tendrás que hacer todo lo que te mandemos

O si no, qué? –contesté haciéndome el gallito.

O haremos circular el vídeo por toda la red. Será muy divertido

Tuve que rendirme a la evidencia de que me tenían cogido por las pelotas y que me tocaría hacer vete tú a saber qué cosas. Así pues, me convertí en el chico de los recados, en el fregaplatos, en el limpiacristales, en todo, vamos. Que no había tarea de la casa que no tuviera que hacer.

Tras tres meses en esta situación, ya estaba que me subía por las paredes de harto que me tenían así que una noche de sábado fui a hablar con ellas para acabar con todo.

No puedo más. Lo dejo

Qué te pasa? El trabajo te agobia? –preguntó burlona Miriam.

Estoy harto. Haced lo que queráis pero ya no aguanto más esto.

Hagamos un trato –propuso Sandra.

De qué se trata –pregunté receloso.

Sandra miró a Miriam como buscando su aprobación a lo que ésta asintió así que dijo

Te liberaremos de tus obligaciones si te acuestas con nosotras.

Ja, ja, ja!!! Menos cachondeo –contesté-. Me quieres hacer creer que vais a dejar de torturarme si me acuesto con vosotras?

Sí –dijo Miriam-. Pero tendrás que hacer igualmente "todo" –remarcó- lo que te propongamos. Si lo haces serás libre de hacer a partir de ese momento lo que te plazca sin chantajes. Si no, colgaremos el vídeo en la red y te irás del piso.

Me miraban con ademán demasiado serio como para tomar el ofrecimiento a guasa así que pregunté

  • Prometido?

Lo juramos.

Pues adelante. Sólo una pregunta antes de empezar: no se suponía que vosotras erais lesbiana.

No sé de dónde has sacado tú eso pero, tranquilo, ahora verás bien lo que somos –puntualizó enigmáticamente Sandra.

Quién recordaba ahora haber jurado no follar!!! Además, por librarme de todas esas tareas haría lo que fuera. Y qué cojones, estaban tan buenas esas dos que no me importaban ya promesas pasadas.

Nos fuimos al cuarto de Miriam y allí, en la penumbra (sólo estaba abierta la luz del pasillo), empezó la juerga.

Miriam se abalanzó sobre mí y empezó a besarme comiéndome la boca con furia, estirándome el labio inferior con sus dientes cuando se apartaba para volver a atacar con renovadas fuerzas. Mientras, Sandra se arrodilló lanzándose a por mi pene y empezando a acariciarlo por encima del pantalón mientras lo besaba delicadamente con sus labios. Me estaba volviendo loco con ese juego tan lento y con esas caricias que provocaban, al roce con la tela, una hinchazón enorme en mis calzoncillos. La tortura duró poco más de dos minutos (que se me hicieron eternos) cuando decidió bajarme el pantalón y liberar a la presa. Al deslizar hasta mis tobillos los calzoncillos, salió mi pene como un resorte empalmado, palpitante y morado de ansia y de expectativas.

Fíjate Miriam lo que tenemos aquí. Parece que el pequeñín está desafiante.

Habrá que bajarle los humos, o crees?

Y echándome ya desnudo sobre la cama me tumbaron en el borde y empezaron a dedicarse plenamente ambas a darme una soberbia mamada. Sandra, colocada a mi lado sobre la cama, empezó por el glande, pasando lenta, agónicamente, la punta de la lengua por la cabeza de mi pene, dedicando un lengüetazo aquí, un beso allí, un mordisquito suave después hasta que con maestría se la introdujo en la boca, apretando el tronco con los labios mientras lo presionaba levemente con los dientes y dedicaba unos rápidos lengüetazos a la punta. Dios, qué delicia de labios tenía esa mujer! Si los ojos de Miriam eran divinos, la sensual carnosidad de la boca de Sandra me hacía flaquear las piernas.

Mientras, Miriam se lanzó a por mis testículos. Me abrió las piernas y colocándose de rodillas frente a la cama usó su lengua para dejar un leve rastro de saliva por el escroto que luego se dedicó a reseguir soplando suavemente, provocándome un cosquilleo que me subía por toda la columna vertebral. Satisfecha con el resultado empezó a recorrerlos a fondo con su lengua introduciéndoselos, primero uno, luego el otro, en la boca y usando su lengua con gran maestría. Yo no paraba de gemir como un loco y más cuando por sorpresa dejó esa zona para ir bajando con su lengua hacia el perineo. Quise protestar y zafarme de esa intrusión en terreno prohibido pero el placer fue tal que en lugar de eso le pedí entre jadeos que no parara.

Libre ya de restricciones, se ayudó de sus dedos para recorrer suavemente la sensible piel de esa zona, ávida de recibir las atenciones de ka chica, de manera que cuando acercó sus dedos peligrosamente al agujero de mi culo, en lugar de saltar alguna señal de alarma, me acabé de relajar para dejarla hacer, tanto que casi sin querer llegué al orgasmo de forma brutal.

Estallé en mil chorros de semen que fueron a parar dentro de la boca de Sandra quien, lejos de apartarse, entomó la que se le echaba encima y, chorro tras chorro, los fue alojando en su cálida boca hasta que por la cantidad que lancé empezó a caerle por la comisura de los labios. Ni corta ni perezosa hizo algo que me sorprendió: se lo tragó todo, algo que aún no había visto que ninguna chica hiciera. Miriam se acercó a continuación a Sandra y la besó en los labios recogiendo todo lo que le había resbalado por la cara y, a su vez, tragándoselo también.

Cuando acabaron con su juego se acercaron a mí y ambas me besaron con ansia, pasándome la lengua por toda la boca y jugando con la mía. Y qué sensación más rara! Tenían gusto a mí (debo puntualizar que, por curiosidad, años atrás –en los albores del descubrimiento de mi sexualidad- había ya probado mi propio esperma así que no me resulto asqueroso notarlo en boca de ellas, y más cuando lo habían sabido exprimir tan divinamente).

Eres un poco lanzado, no? –inquirió Sandra-. Si sólo habíamos empezado.

Ya lo sé –contesté un tanto avergonzado de no haber aguantado más- pero es que en la vida me habían dado tanto placer con una mamada. Además, llevaba el rifle cargado y ya se sabe lo que pasa. Pero no os preocupéis –hice ademán con la cabeza para que miraran a mi pene ya en semierección- todavía queda munición.

Eso parece –dijo Miriam, acariciando de nuevo con su mano mi escroto hasta que mi pene recuperó la compostura después del primer round, de nuevo esperando dar mucha guerra.

Ahora me toca a mí –me adelanté a decir.

Intenté incorporarme para lanzarme sobre los pechos de Miriam pero entre las dos volvieron a tumbarme y de nuevo empezaron el mismo juego aunque ahora era Miriam la que se dedicaba a mi pene mientras que Sandra bajó hasta mis piernas para dedicarse a mi culo. Y las dejé hacer, porque estaba en el séptimo cielo y porque lo estaba disfrutando como no recordaba haberlo hecho nunca. Por eso no me preocupé cuando el dedo de Sandra dejó de hacer círculos alrededor del ano para empezar a inspeccionar el interior. Era, eso sí, muy molesto, sin llegar a ser doloroso, como la sensación que te queda en el cuerpo cuando te ponen un supositorio, pero podía más el gusto de ambas bocas dedicadas a mi pene y testículos (Miriam lo hacía genial recorriendo arriba y abajo el tronco con su boca y jugando con su lengua en mi glande mientras acompasaba sus movimientos bucales con su mano derecha, aferrada a la base del pene, y que implacablemente pretendía llevarme a un segundo orgasmo). Al final, el dedo índice de Sandra acabó por pasar hasta el fono, con lo que instintivamente empecé a apretar el esfínter, a lo que ella me respondió con unos lengüetazos en el perineo que en poco rato vencieron el instinto para dejar paso al placer.

Relájate –me repetía- verás cómo al poco te acaba gustando y me pides que no pare.

Y cuánta razón tenía la muy zorra. No tardó en empezar a deslizar hacia fuera el dedo tan pronto como paré de apretar, introduciéndolo de nuevo para volver a empezar ese mete-saca digital que resultaba diabólicamente excitante y placentero.

De pronto, paró de nuevo y se puso a hurgar dentro del recto hasta que rozó algo que me hizo dar tal salto que casi se la saco a Miriam por la nuca.

Veo que acerté con el punto G –sonrió triunfalmente Sandra.

Dios, no paréis, por favor, no paréis –imploré incorporándome. A esas alturas mis jadeos era casi gritos que debían de oírse por lo menos a dos manzanas.

Te gusta? –preguntaron casi al unísono.

Me encaaaaanta –contesté dejándome caer de nuevo en la cama al tanto que ellas proseguían con su magistral labor.

Juro que habría intentado quitarles la ropa y participar activamente en esa fiesta yo también devolviéndoles el favor (sí, a esas alturas ellas seguían con su ropa puesta) pero me tenían tan anonadado con la mamada a dos bocas (y sobretodo con la inspección anal, hay que reconocerlo) que no podía ni levantar la mano de la cama. Y pensar que no había querido que mis anteriores compañeras de piso se acercaran a mi culo, y allí estaba yo, con un dedo en el culo y gritando del gusto que me daba… Si me vieran en ese momento!!!

Estaba en estos pensamientos, al borde del paroxismo de tan agradable que resultaba aquello, cuando Miriam me puso un dedo en la boca, que empecé a lamer tal y como ella lo hacía con mi pene hasta que al rato lo retiró. Entonces algo comenzó de nuevo a resultar molesto. Miriam se había a Sandra y mientras seguía chupando fue deslizando el dedo que yo había lamido hasta mi ano pretendiendo encontrarse con el de Sandra en mi interior.

Joder, eso ya era demasiado! Una cosa era un dedito (muy placentero, todo sea dicho) y otra que hicieran con mi culo una boca de metro.

Alto, alto, alto!!! Por aquí sí que no paso –gruñí.

Es que ya no recuerdas en qué habíamos quedado? – terció Sandra malhumorada por aquella grosera interrupción en su labor- Quieres verte en la red y en la calle, o qué?

Vamos, chiquitín, es que acaso lo estabas pasando mal hasta ahora? –trató de conciliar Miriam tras dejar su labor-. Te garantizamos que te va a gustar el doble que hasta ahora. O no te ha encantado con un solo? Si se te oía gemir desde la otra punta de barrio.

Bueno, sí –contesté algo turbado-, sólo es que me he sobresaltado. Pero garantizadme que no habrá dolor.

Tranquilo, amor, en cuanto te duela, tú avisa y vamos más despacio.

Si no hay más remedio

Así que, de nuevo, cada uno a lo suyo: yo tratando de relajarme al máximo, porque ya que lo iban a hacer de todas formas, de nada servía ponerse a las malas; y ellas a chupar y a horadarme. En mala hora me pajeé frente a la tele

Sandra, que no había sacado el dedo de mi culo durante ese breve lapso de tiempo siguió con el mete-saca interrumpido mientras Miriam volvía a darme su dedo a probar y volvía a la carga con él en mi culo a la vez que volvía a tragarse mi pene hasta la mitad.

Era tal mi grado de excitación que si no hubiera sido por esa doble intromisión anal me hubiera vuelto a correr en poco tiempo.

Poco a poco Miriam iba intentando introducir su dedo en mi culo acompasando sus movimientos a los del índice de Sandra, que se encargaba de meterlo y sacarlo rítmicamente, acariciando con la yema del dedo y con la uña las paredes de mi recto, propiciándome latigazos de placer por toda la espina dorsal. Cuando vio que el trabajo de Miriam estaba ya avanzado paró en su labor e iniciaron ambas una acompasada entrada triunfal con sus dedos que finalizó con una breve exploración interna y con un nuevo y sincronizado mete-saca.

Y tenían razón. Tras los primeros momentos de dolor, molestias e incomodidad apareció una más que agradable a la vez que indescriptible sensación que se apoderó de mí y me hizo gozar el doble de lo que lo había hecho con un solo dedo. Estaba con los ojos en blanco, la boca completamente abierta por la mandíbula desencajada de placer y agarrándome con fuerza a las sábanas para minimizar la fuerza de mis espasmos. En un momento estuve de nuevo al borde del orgasmo pero entonces pararon de golpe con la prospección.

No paréis, no paréis –imploré-. No seáis cabronas.

Con calma, chiquitín, no querrás acabar tan pronto, verdad? Aún nos queda mucha fiesta por delante, te lo aseguramos.

Y cuando vieron que el peligro de corrida había pasado, reanudaron la actividad. Así estaba, con el pene tan duro y tan hinchado que me llegaba a causar dolor. Suerte que Miriam no paraba de mamármelo con maestría, minimizándolo.

Qué bien la chupas, Miriam, sigue, sigue… aaah, aaah… más, dadme más y no paréis, por Dios!!!

Quieres más? –dijo Sandra- pues ahora lo tendrás.

Y sacándome de golpe el dedo del culo se puso en pie y salió de la habitación. Entretanto Miriam suplió la falta de Sandra metiéndome dos de sus dedos, hurgando con suavidad y acariciándome el ano con sus otros dedos.

Al poco rato apareció Sandra a contraluz en la puerta de la habitación con aire triunfal y con las manos en la espalda. Su silueta se perfilaba magnífica y apetecible a la tenue luz del pasillo.

Qué llevas ahí detrás? –le pregunté, incorporándome sobre los codos.

Lo que venías implorando hace un momento, que te diéramos más

Y diciendo esto sacó las manos de su espalda y apareció en ellas un pene de goma de dimensiones, a mi vista, bastante considerables, que empezó a blandir a modo de porra, golpeándose con él la palma de la mano izquierda mientras lo agarraba con fuerza con la derecha.

No pretenderás

Sí, lo pretendo –interrumpió mi conato de protesta-. A estas alturas no hace falta que vengas quejándote por todo. Sólo reconoce que te gusta lo que te hacemos, que te apetece y libérate. Verás cómo lo disfrutas al máximo.

Tenía razón la chica. Desde el momento en que desaparecía el dolor tras cada intrusión el placer era indescriptible así que me dije que lo mejor era dejarlas hacer pues suponía que sabían lo que se hacían y que si habían llegado hasta ese punto no era para quedarse sólo metiéndome dos deditos sino para sodomizarme en toda regla. Sólo recé para que eso quedara en casa y nadie se enterara.

Adelante entonces, soy tooooodo vuestro- remarqué-. Haced de mí lo que queráis.

No te arrepentirás. Te vamos a hacer gozar como nunca hasta ahora –y saliendo de la puerta donde había estado perfectamente enmarcada hasta ese momento se adentró en la penumbra del cuarto para cumplir su palabra.

Miriam, ajena a todo lo que no fuera mi pene y mi culo, había seguido a lo suyo a pesar de todo hasta ese momento en que se retiró de mis partes traseras centrándose en exclusiva en mi exageradamente hinchado pene y dejó el campo libre para que Sandra iniciara su labor final en mi culo.

Antes de venir a mí, sin embargo, se fue a la mesilla de noche de Miriam y extrajo de ella un bote que, supuse (y deseé), sería de lubricante. Efectivamente, lo abrió, se puso un poco en las yemas de los dedos y empezó a masajearme el agujero del culo con ellos, extendiendo con suavidad y estilo la vaselina hasta que consideró que estaba en su punto, momento en el cual puso un poco más en la punta del pene de goma acercándolo a continuación al punto de perforación.

Aguardé expectante hasta que empecé a notar las primeras presiones ejercidas para introducirlo. Contuve el aliento para evitar gritar de dolor mientras aquello pretendía partirme en dos. En realidad era más pequeño de lo que me había parecido a primera vista pero en ese momento lo sentía como si me intentaran meter entera la torre de Pisa por el culo, empezando por la base. Tras unos momentos, el dolor disminuyó. Sandra había parado para permitir que mi esfínter se fuera acomodando al intruso y para conseguir que me relajara. Y es que, instintivamente, al notar aquello tratando de colarse, había hecho presión en su contra muy a pesar de que la continua mamada de Miriam (hay que ver el aguante de esa mujer que aún no se había cansado de subir y bajar, subir y bajar) contribuía a relajar mis músculos anales (supongo que por eso no había parado en todo ese tiempo).

En ese momento Miriam dejó lo que tenía entre manos (mejor dicho, en la boca) y se colocó a horcajadas sobre mí y de espaldas (con lo que tuve un glorioso primer plano de su culo en los tejanos que –todavía- llevaba puestos) y acto seguido me agarró de los tobillos subiéndome las piernas hasta que mi culo quedó en una posición franca para que Sandra acabara de meterme el consolador por el culo.

No pude evitar gritar cuando reinició su labor porque dolía mucho, demasiado, pero me había comprometido a aguantar así que me conformé con seguir gritando (tampoco es que pudiera hacer mucho más por la "llave" que me estaba aplicando Miriam o sea que lo tenían todo atado y bien atado: de allí sólo podía salir con el culo bien abierto). Pero el dolor no remitía y se me estaba haciendo eterno… hasta que paró de nuevo.

A esas alturas, por el dolor y por la falta de atenciones de Miriam, mi pene estaba en su mínima expresión. Tenía, por suerte, tiempo de nuevo para ir aclimatándome al intruso y retomar fuerzas para la siguiente fase. Lo noté muy adentro (después de todo nunca antes había entrado nada por ahí) así que pregunté si faltaba mucho.

Acabamos de empezar, chiquitín. Voy muy despacio para no causar ningún estropicio irreparable. Aguanta que lo estás haciendo muy bien. Y piensa que luego me lo agradecerás.

Se incorporó y me dio un largo y lujurioso beso que pareció reanimar mi masculinidad para, acto seguido, volver a la labor.

La tercera fase se inició con un nuevo pinchazo de dolor en el ano que bajó lo poco que había subido por el cálido y húmedo beso. Y en eso estuvimos durante una hora larga que se me hizo muchísimo más que eterna: introduciéndolo, parando y acomodando y volviendo a introducir más juguetito hasta que por fin mi última defensa cedió (no sin dolor) y aquello, sin más, se me metió hasta el fondo de las entrañas. Miriam me soltó las piernas y yo empecé a jugar con mis músculos anales para acabar de adaptarme a aquella nueva situación.

De pronto me di cuenta de que ya era irreparable, había perdido mi virginidad anal y, sin embargo, con el paso de los minutos aquello me empezaba a gustar. A medida que remitía el dolor empezaba a notar en las paredes de mi esfínter aquella presencia invasora con la que empezaba a hacer migas. Sin embargo, seguía habiendo dos fuerzas en pugna, pues mientras mis músculos anales, instintivamente, trataban de echar de allí al nuevo inquilino, Sandra mantenía firme su mano para retener al invitado en su nueva casa.

Al poco rato, ya sin pizca de dolor en mi cuerpo, vino a mí la hasta ese momento última sorpresa: no sólo consolaba aquello sino que también vibraba. Y con la vibración empezó a retirarse el invitado de su cueva hasta que, ya a punto de salir, Sandra volvió a meterlo hasta el fondo con suavidad, sin prisas. El vaivén era delicado, amoroso diría yo, tratando por todos lo medios de hacerme disfrutar y comprender lo que significaba aquello, el placer al que acababa de acceder y que multiplicaría exponencialmente mi concepción del buen sexo.

Y verdaderamente disfrutando de la follada que me empezaba a dar Sandra con su amigo de goma recordé una anécdota que se contaba de Diderot cuando éste preguntó a una de sus amantes quién disfrutaba más del sexo, si los hombres o las mujeres a lo que ella le respondió preguntándole: cuando te rascas con el dedo dentro de la oreja, dónde sientes más placer, en el dedo o en la oreja? Cuánta razón tenía aquella mujer; estaba alucinado con aquella nueva sensación: invasiva y ligeramente molesta a la par que extraordinariamente placentera y adictiva. Las sensaciones se sucedían alocadamente y yo sólo trataba de gozar, sin pensar en qué significaba lo que me estaba pasando.

Miriam, por su parte, que se había mantenido hasta ese momento como una espectadora de excepción debió de ver que era el momento de reincorporarse al grupo puesto que se lanzó de nuevo hacia mi pene, que volvía a estar pidiendo guerra, enhiesto, brillante, inmenso como no recordaba haberlo visto nunca antes, y lo devoró con la maestría y el saber hacer ya demostrado antes.

Con tantas atenciones no pude contenerme por más rato y el semen volvió a salirme a borbotones. Miriam, que ya había notado que me venía, rodeó con sus labios la cabeza de mi falo y acumuló todo el semen en su boca para, a continuación, acercar sus labios a los míos y compartir mi propia cosecha. Nuestras lenguas jugueteaban entre todo aquel mar de esperma hasta que lo empujó todo dentro de mi boca e incorporándose me ordenó que me lo tragara.

Obedecí al momento y tras eso volvió a unir sus labios a los míos en un frenesí de besos y lengüetazos tan dulces como salvajes. Sandra también quiso participar de aquello y se unió a nosotros encima de la cama con lo que fui alternando los cálidos labios y las juguetonas lenguas de aquellas dos mujeres.

La verdad es que no sé decir qué mes pasó entonces pero a pesar de la excitación, de los besos, o quizás a consecuencia de ambos fui cayendo en un estado de sopor que fue aumentando hasta que me quedé dormido como un bebé.

Desperté a la mañana siguiente, todavía desnudo y con una extraña sensación en mis entrañas. Sin siquiera abrir los ojos deslicé una mano hasta mi culo y descubrí lo que suponía: que el amigo de Sandra seguía perfectamente alojado donde se había quedado cuando me dormí, ayudado por una especie de arnés que, supuse, me habían colocado ellas tras dormirme y que impedía que pudiera escaparse.

Abrí los ojos y gracias a la poca luz que se colaba por las aberturas de la persiana a medio bajar comprobé que ambas estaban tumbadas a mi lado, con los ojos abiertos, mirándome con una mezcla de ternura, picardía y lujuria. Habíamos dormido los tres en la cama de Miriam según deduje.

Cómo te has levantado, chiquitín –dijo Miriam. Dudé si eso era una pregunta o una afirmación.

Cómo!?! –acerté a decir.

Que cómo estás –añadió Sandra. Otra vez dudaba del sentido de la frase pero la mirada que ambas dirigieron a mis partes bajas me hizo salir de toda duda-. Si te has despertado con ganas de guerra, te la daremos

No en vano hubiera estado con la tienda de campaña puesta si hubiera llevado ropa. De pronto pensé "cómo podía ser aquello. Dos mujeres impresionantes para mi solo y ni siquiera les había quitado la camiseta!!!" Me habían dado un repaso y yo ni las había tocado. Eso tendría que arreglarlo.

Lo siento, creo que no estuve a la altura ayer –susurré a media voz.

Pero qué dices, hombre – dijo Miriam-, te dijimos que había cuerda para rato pero hasta donde llegamos estuviste magnífico. Te portaste como un campeón. Luego, bueno, te quedaste dormidito y viendo tu cara de felicidad no nos atrevimos a despertarte

Con todo, parece que el sueñecito te ha sentado muuuuuy bien –apuntilló Sandra, que parecía ansiosa por retomar la lección de la noche pasada.

Y, de nuevo, sus bocas se unieron a la mía y nuestras lenguas se fundieron en una especie de menaje a tríos bucal que fue endureciendo y agrandando nuestra relación (en realidad, mi pene era el que reflejaba de forma más vehemente el resultado de lo que sucedía) pero cuando empecé a acariciar sus cuerpos por encima de la ropa (llevaban puestos unos pijamitas cortos de verano que dejaban al descubierto sus esculturales piernas y silueteaban sus apetecibles cuerpos) me apartaron las manos, se bajaron de la cama y esgrimiendo un "nos sigue tocando a nosotras aún, no hemos acabado contigo todavía, chiquitín" empezaron un sensual espectáculo lésbico frente a mí.

Miriam y Sandra se pusieron la una frente a la otra y empezaron a besarse con suavidad, delicadamente para, poco a poco, comenzar a jugar con sus lenguas que se entrelazaban como serpientes enroscándose en su presa y acabar finalmente comiéndose la boca con fruición y desespero a la vez que iban toqueteándose por encima de la ropa magreándose el culo, las piernas y la espalda la una a la otra. En un momento dado Sandra agarró la cabeza de Miriam entre sus manos y la obligó a acercar la cara a sus pechos, erguidos tras la fina pieza de tela y que mostraban, desafiantes, sendos pezones duros e imponentes. Deseé en ese momento fervientemente estar en el lugar de Miriam para abalanzarme a beber de esos deliciosos cántaros de miel que se escondían todavía.

Cuando Miriam estuvo en posición se dedicó a mordisquear suavemente el pezón derecho de Sandra por encima de la ropa arrancando suspiros y grititos de aprobación de ésta. Entonces Sandra soltó a la presa, quien aprovechó para desabrochar paso a paso, lentamente, los botones del sobrante pijama acrecentando así mis ansias y mi erección (y es que todavía no había podido ver los pechos de aquellas diosas).

Qué espectáculo se me presentó entonces. Unos senos duros y erguidos aparecieron ante mí mostrando un pezón oscuro y grueso rodeado de una aureola considerable que me llamaban a gritos: cómeme, lámeme, acércate… Y como hipnotizado por una llamada silenciosa me incorporé y me acerqué a ellas.

Al verme acercarme pararon y me soltaron una reprimenda. "Eres muy malo. Ahora te vas a estar quieto por las malas" y me ataron a una silla con las manos en la espalda y sin siquiera la posibilidad de relajar la tensión de mi entrepierna… Eso sí, soltaron el arnés y se aseguraron que la polla de plástico siguiera bien adentro de mis entrañas.

Al acabar de atarme volvieron a lo suyo y esta vez fue Sandra la que le quitó la parte superior del pijama a Miriam a la vez que sus manos recorrían ese de para de tetas, todavía más grandes que las de su compañera de juegos e igual de apetecibles. Los juegos de ambas no paraban e iban alternándose para ir recorriendo con sus lenguas sus respectivos bustos.

Sandra era más animal, se comía literalmente los pechos de Miriam, le mordía levemente los pezones a la vez que con las manos amasaba esas tetas a las que no podía ni acercarme, pellizcando el pezón que dejaba su boca libre y arrancando verdaderos gritos de placer y aprobación en su partener. "Sííí… mááááásss, huuuummmmmm… no paressss, ahhhh…" no se cansaba de repetir ésta.

Miriam era más suave, más tierna, aunque no por eso menos fogosa. Lamía con fruición los pechos de Sandra haciendo círculos desde el exterior hacia la aureola hasta llegar al pezón dándole pequeños y rápidos lengüetazos que arrancaban en Sandra suspiros entrecortados.

Yo por mi parte representaba en el aire lo que me gustaría estar haciendo en ese momento con esos dos pares de tetas, boqueando y sacando la lengua en un intento vano por llegar pero imaginándome (no podía hacer más) que en mi boca estaban esos manjares prohibidos.

Ahhh, mmmmmm... Mira Sandra, el pequeño está… mmmmm… hambriento –soltó Miriam entre jadeos – qué bocaaahhh mmmásss graaande tiene!!! –ambas se volvieron hacia mí.

Será para comernos mejor, no? Aunque no parece muy feroz este lobo. Más bien parece un cachorrillo… –y se acercó y empezó a lamer y mordisquearme la oreja.

No seáis malas, joder. Estoy que me voy

De verdad? –y acompañó los lengüetazos agarrando con su mano derecha mi pena y masturbándome muuuy suave y lentamente.

Aaahhh. No aguantaré muchooo –y diciendo yo esto Miriam me empezó a mordisquear la otra oreja mientras con su mano izquierda encendía de nuevo el pene de goma y me susurraba al oído

Tienes hambre?

Sííí –contesté agitando como un loco la cabeza arriba y abajo forzando a que las chicas dejaran sus tareas bucales.

Te ves capaz de comerte tooodo lo que hay, lobito? –preguntó de nuevo Sandra apartándose de mi y recorriendo sensualmente con sus manos sus peligrosas curvas para que me fijara bien en ellas.

TOOOOODO!!! No me voy a dejar nada por comer.

Seguro? –añadió Miriam, que también se apartó para juguetear ante mi cara con sus pezones-. Eres lo suficientemente hombre para no dejar ninguna parte de nosotras sin recorrer?

Claro que sííí –aquellas preguntas era obvio para mí que sobraban pero si querían confirmación de todo era capaz de firmar ante notario que yo maté a Manolete sólo por poder soltarme ya y lanzarme sobre sus pechos. Mi pene me dolía de tanta excitación y el martilleo de aquel vibrador en mi culo no ayudaba a que pudiera pensar racionalmente.

Te gustan nuestros cuerpos? Los quieres probar? –reiteró Sandra. Joder qué desesperantes se estaban poniendo pero he de reconocer sin embargo que me excitaba aún más el jueguecito y el impás. Iban a ver esas dos quién era yo cuando me soltaran. Me iban a pedir a gritos que parara de follármelas. Pero no lo haría hasta que no saliera humo por sus coños.

Sí, sí, sí, sí

Sólo una pregunta más y te soltamos –Sandra se había acercado de nuevo a mí y me lo había susurrado al oído-. Ahora que sabes lo que se siente –y diciendo esto cogió el vibrador y empezó a hacer círculos con él en mi culo- si pudieras elegir –y aumentó el ritmo y la vibración- y fuera posible –y me comió la oreja de nuevo-, aquí y ahora, qué preferirías, follarnos –y apretó sus pechos contra mi cuerpo sintiendo las punzadas de sus duros pezones en mi trémula carne- o que te folláramos? –y se lanzó a la carga con el vibrador adentro y afuera, follándome despiadadamente con él-. Piénsalo, chiquitín, te gusta esto que te hago? Yo sé que sí, no hay más que ver la cara que pones, lo estás disfrutando, verdad? Deseas que te follemos. Sólo dilo. Anda, va

Yo sólo podía contestar con jadeos y con ronquidos guturales. No era capaz de pensar. Aquello metido en mi culo bloqueaba mis neuronas, concentradas en sentir el enorme placer que aquel sucedáneo de pene me estaba dando en las paredes del esfínter. Cómo era posible aquello… me encantaba, sí, lo reconozco. Era viciante. De verdad que sabían negociar aquellas dos… tenían la contienda ganada incluso antes de empezar. En lo único que pude pensar fue en que seguro que además del que ahora se alojaba en mi culo debían de tener una colección de arneses para empalar a pobres incautos como yo… Qué bien lo habían planificado todo… Obviamente mi cara delataba a las claras cuál iba a ser mi respuesta y es que habían llevado la cosa tan bien hasta ese punto que no me había casi violentado la situación. Había fluido todo naturalmente hasta ese punto en que me sometería libremente a la sodomización por parte de dos lesbianas adictas al strap-on.

Sí, sí, folladme, llenadme el culo mientras os lamo todo el cuerpo de arriba abajo. No voy a dejar nada, nada por lamer y chupar.

Así me gusta, chiquitín. Sabíamos que no nos defraudarías –terció Miriam-. Ahora sólo cumple tu palabra –y me estampó en la boca un apasionado beso que me hizo perder la respiración.

Estando casi sin aliento me liberó para volver a quedarme sin aire con el agradecimiento que Sandra me dio a continuación, jugando con su lengua en mi boca y comiéndome literalmente. Qué delicia de labios… Me hubiera dejado ahogar aferrado a ellos

Cuando se sació de besos se apartó de mí y ambas se fueron al centro de la habitación otra vez situándose de espaldas a mí. La visión era espectacular: frente a mí dos mujeres de bandera vestidas sólo con unos minúsculos pantaloncitos de pijama de los que iban a desprenderse en breve. Me iba a abalanzar sobre sus coños cuando las pillara y las dejaría secas de tantos orgasmos.

Se agarraron las piezas de ropa por la cintura y lentamente, con mucha sensualidad, fueron bajando la tela, presentándose ante mi dos culos im-presionantes como nunca los había visto antes cubiertos únicamente por sendos minúsculos tangas negros (ya tiene razón ese dicho de nuevo cuño de que si antes había que apartar las bragas para poder ver el culo ahora había que apartar el culo para poder ver las bragas). Si sus tetas eran perfectas, sus culos eran sublimes. Por dios, que no tardaran mucho en soltarme o me correría de sólo verlas. Tal era mi grado de excitación.

Tras dejar a un lado el pantalón, sus manos se posaron de nuevo en sus respectivas caderas para proceder a retirar la última frontera para el polvazo que se avecinaba. Tendrían el pubis depilado completamente? Un pequeño hilito de pelo o quizás un triangulito? Daba igual. Yo sólo quería ver ese par de coños que me iba a comer.

Muy lentamente, más si cabe que con los pantalones, contoneándose, recreándose en el momento, centímetro a centímetro, la casi inexistente pieza de ropa dejó su envidiable para quedar exiliada en el frío suelo de la habitación.

Seguían de espaldas a mí. Por qué no se giraban? No lo aguantaría mucho más… los segundos pasaban lentamente, al ritmo de las palpitaciones de mi exageradamente abultado pene, que marcaba el tiempo con doloroso interés, pero ni Sandra ni Miriam hacían el menor ademán de girarse. Simplemente permanecían con las manos en sus respectivas entrepiernas, cerradas a cal y canto por detrás, haciendo movimientos circulares alrededor de sus clítoris.

Tienes hambre? –por fin Sandra rompió el silencio, dando el que, supuse, era pistoletazo de salida para mi participación activa en la fiesta-. Serás capaz de lamernos enteritas?

SÍ, SÍ, SÍ, Sͅ Vamos, vamos –más parecía yo un náufrago al que le ofrecen una hogaza de pan duro que otra cosa-. Comida, comida, dadme ya… no voy a dejar nada

Seguro?

No lo dudes, Miriam!!! Os voy a comer. Dadme almeja, dadme conejo, dadme

SALCHICHA!!! Se habían dado la vuelta de golpe con los brazos en jarras al son de mi demanda y donde se suponía que debía haber dos vulvas sonrosadas y húmedas había dos vergas en erección que competían en tamaño y grosor con la mía y con sus capullos, brillantes y palpitantes, preparados para que diera cumplimiento a mis inconscientes promesas. En ese momento sí que me sentí como un náufrago y de verdad que esas dos querían alimentarme a base de pan duro. Como dicen los Mojinos Escozíos en su canción "…y me lo comí, vaya si me lo comí, y en mala hora me lo comí…" Joder!!! Y encima estaba atado. Quería gritar, quería correr, quería huir de ahí pero ni mi voz ni mis piernas me respondían. Estaba paralizado, las piernas me flaqueaban, estaba hecho un flan… todo mi cuerpo temblaba sin responder a mis órdenes. Bueno, todo no… Extrañamente, mi pene seguía erguido, desafiante, más aún que antes de descubrir la sorpresa mayúscula que escondían mis dos caseras en la entrepierna.

No sé si era por el martillo pilón que tenía en el culo metido, porque en el fondo ya lo intuía o porque inconscientemente deseaba que me follaran (y qué mejor que una buena polla de verdad y no un sucedáneo de plástico) pero el hecho es que mi polla seguía en su sitio, firme en su posición, saludando a sus colegas y dándoles la bienvenida. Además, yo mismo les había casi implorado que me follaran y, de hecho, ya lo estaba haciendo el vibrador. Joder, si es que hasta me estaba ya excitando el nuevo status quo. Esto había que disfrutarlo; ya lo racionalizaría después.

Pero bueno, chiquitín, si vas a resultar un vicioso de cuidado. Casi ni te has inmutado.

A ver –contraataqué-, vais a venir vosotras o tengo que arrastrar la silla

Las cartas ya estaban boca arriba sobre la mesa así que ya no hacía falta irse con chiquitas. Rápidamente se sobrepusieron a la sorpresa de mi respuesta, se acercaron raudas y veloces y me liberaron de mi prisión.

No me había planteado en ningún momento hasta entonces que el hecho de ser follado implicaría también chupar algo que no fuera un coño pero qué más daba ahora. Me lancé de rodillas al suelo y me abalancé sobre la verga de Miriam, gruesa, venosa y cabezona y me la tragué hasta la mitad, sin contemplaciones. Yo ya estaba lanzado a estas alturas y lo que quería era saciar mis instintos, que afloraban rabiosamente. Succioné esa maravilla como me lo había hecho a mi la noche anterior su propietaria atrapándola entre mis labios y jugando con la lengua en su capullo, ayudándome con la mano derecha a masturbarla mientras que con la izquierda me abría paso hasta su culo, tarea que Miriam se encargó de facilitarme abriéndose de piernas al máximo. Qué sensación!!! Aquel pene reaccionaba instantáneamente a mis estímulos, palpitando e hinchándose, mostrándome que el camino era el adecuado.

Diosss, parece que lo hayas hecho toda la vida!!! Chupasss como un profesionaaalhhh

Y diciendo esto agarró mi cabeza entre sus manos y aferrándose empezó a follarme la boca con embestidas al principio suaves, luego salvajes mientras yo sólo podía entomar y, de tanto en tanto, dar algún que otro lengüetazo furtivo a su pene.

Entretanto Sandra tampoco había perdido el compás de los acontecimientos arrodillándose junto a mí y empezando a masturbarme suavemente a la vez que tomaba con su mano libre el vibrador y me follaba el culo con un ritmo endiabladamente placentero.

Me encontraba al borde de la eyaculación y quería que Miriam se corriera antes que yo así que le metí dos dedos en el culo a fondo, sin avisar. Eso pareció dar el resultado apetecido puesto que se tensó casi de inmediato, me agarró más fuerte si cabe la cabeza y mi boca se inundó de un mar de caliente esperma que alojé como pude puesto que no podía zafarme, teniendo que tragar una parte para evitar ahogarme.

Al momento le flaquearon las piernas y, tras recuperar las fuerzas, se arrodilló frente a mí y me estampó un lujurioso beso con el que arrancó sus propios restos y que me llevó a correrme también con una fuerza y una cantidad inusitada, que dejó su estómago y la mano de Sandra completamente encharcadas.

Ésta de inmediato se lamió la mano y soltando el vibrador se dispuso a continuación a limpiar a su amiga, tarea a la que dedicó todo su empeño. Miriam se lo agradeció dándole un morreo de órdago con el que se pasaron mi esperma de una boca a otra.

Bueno, qué –interrumpí- alguien va a follarme o tengo que seguir con este trozo de plástico en el culo? Tanto alardear y ahora resultará que todo era palabrería barata.

Uy uy uy, está desafiante el chico –dijo Sandra girándose hacia mí-. Te vas a enterar ti de lo que vale un pene –e incorporándose me levantó de un tirón, me arrancó el vibrador del culo y me echó sobre la cama de Miriam-. Vas a pedir piedad, por bocazas

Dicho esto se sentó a horcajadas sobre mi pecho y sin ningún tipo de miramiento me la metió en la boca.

Chupa, cabrón, lubrícala bien porque pienso partirte en dos!

Cuando consideró que ya tenía suficiente fue bajando por mi cuerpo hasta que alojó su verga en la entrada de mi ano, completamente abierto por la acción del sucedáneo y sin más, me la enterró hasta el fondo, dejándola ahí. Fue un poco inesperado y molesto, no doloroso, pero me gustó. Qué diferencia con el vibrador. Aquel pene se sentía caliente, húmedo, lleno de vida, qué gozada. A todo esto, Sandra dejó caer su cuerpo sobre mí y me susurró al oído:

Te gusta, verdad? La sientes bien metida hasta el fondo? Ahora verás qué bueno es lo que te daré.

Y comiéndome la oreja empezó a retirarla lentamente hasta que cuando estuvo a punto de salírsele el capullo volvió a empujar hacia adentro empezando un vaivén suave que fue incrementando de ritmo progresivamente.

A todo esto, Miriam, que había permanecido en el suelo de la habitación recuperando fuerzas, se recostó a mi lado en la cama, poniéndome su polla a la altura de la cara, invitándome a repetir la experiencia. Ni corto ni perezoso me lancé de nuevo sobre el pene en semierección, que volvió a su máximo esplendor en poco rato gracias a mi esmerado tratamiento.

Ohhh, ahhh, qué boca tienes, cabronazo. Chupa, chupa!!!

Sandra por su parte me estaba dando con una fuerza brutal, haciéndome rebotar como una pelota con cada embestida. Notaba su pene en cada recoveco de mi recto y el roce al atravesar mi esfínter me estaba volviendo loco de placer. Intuí por sus gritos y el gesto de su cara que no tardaría mucho en venirse así que me puse a jugar con mis músculos anales haciendo presión sobre la verga de la morena cada vez que la metía para aflojar cuando se retiraba. Era un poco complicado por la rapidez y fuerza de las acometidas pero al final mi esfuerzo tuvo su premio: Sandra explotó en mi interior llenándome el culo de un semen caliente hasta el punto de quemarme las entrañas y cuando ya dejó de eyacular se dejó caer sobre mi con su polla aún adentro.

Joder, nene, qué culo tienes y qué bien lo trabajas. Estás seguro que es tu primera vez?

Miriam no quiso entonces quedarse atrás y sacándomela de la boca le dijo a Sandra:

Nena, si tan bueno dices que es ese culo no quiero esperar más para follármelo.

Todo tuyo y disfrútalo, vale la pena.

Se apartó entonces y se dejó caer a mi lado sobre la cama, extenuada por el esfuerzo aunque satisfecha. Miriam no perdió el tiempo y relevó a la otra entre mis piernas. Ella me la metió con suavidad, hasta el fondo.

Uyuy, qué caliente está esto. Y qué acogedor. Ya tiene razón Sandra, chiquitín. Tu culo promete ser puro vicio.

Lentamente empezó con el metisaca acompañado por mis movimientos musculares de presión, que resultaban tan placenteros para ella –a tenor de los jadeos y gritos que soltaba- como para mí, pues aumentaban significativamente el roce y con él las sensaciones.

Más, más, dame más, no pares –realmente disfrutaba en ese momento del sexo como nunca lo había hecho.

Qué culo, joder!!! Si follas como entomas vas a ser dinamita pura, chiquitín.

Luego te devuelvo el favor y te lo demuestro.

Y me besó en los labios, tiernamente, mientras proseguía incansable metiéndomela sin cesar. Por mi parte la agarré del culo, firme y prieto al tacto, para ayudarla a que llegar hasta el fondo de mi ser y para que no dejara esa gloriosa labor que tanto estaba saboreando. Así estuvimos un buen rato, disfrutando deliciosamente de nuestros cuerpos, gozando lenta y placenteramente hasta que Miriam, al borde del orgasmo, se salió de mi culo e incorporándose empezó a masturbarse con fuerza hasta que estalló en grandes chorros de esperma que me llegaron hasta la cara, aunque la mayor parte cayó en mi pecho y estómago.

Eres delicioso, chiquitín. He disfrutado muchísimo de tu culo.

A mí también me ha encantado. Uuuf!!! Y pensar que me echaron del piso por no dejármelo hacer y, por dios, que ahora no pararía ni loco!

Qué dices?

Nada, nada! Otro día te lo cuento –me excusé.

Sí, sí, lo esperó así –afirmó inquisitivamente.

Basta ya de cháchara –dije para cambiar rápidamente de tema-. Ahora quiero tu culo para mí. Tengo unas ganas locas de follarte! Mira lo malito que estoy!!! –Mi pene era el culpable. Seguía erguido tras la paja de Sandra y no hacía ninguna pinta ni intención de bajarse.

Tranquilo. Déjame a mí.

Miriam se levantó de la cama y me dio la mano para que también lo hiciera. Me sentó en una silla, se colocó a horcajadas sobre mí y agarrando mi polla la dirigió hacia su culo y, lentamente, se sentó sobre mí empalándose a medida que descendía. Gimió de dolor un poco en el proceso, hasta que estuvo completamente inundada de mí. Entonces se acomodó haciendo círculos con su pelvis y progresivamente fue ascendiendo y descendiendo de nuevo, marcando en todo momento el ritmo y la profundidad de la penetración. Se la notaba excitada y "llena", acelerando ahora y frenando luego para sacar todo el partido de la ocasión. Yo por mi parte era como un espectador de todo eso. Permanecía sentado (obviamente) y me concentraba en el placer que se acumulaba en mi pene: sus músculos anales eran una maravilla; me comprimían y estrujaban la polla de una manera enloquecedora, acompañando armónicamente el ritmo marcado por su propietaria. Se notaba que dominaba la materia. Tenía la boca abierta (no había manera de cerrarla) y me caía hasta un hilillo de baba. Me tenía completamente enajenado, paralizado, únicamente preocupado por recibir placer. Ido como estaba no noté la presencia de Sandra hasta que posó una mano en mi cabeza y, acercándola a ella, su pene se coló por mi boca. Volví de mi exilio mental y me centré en ese invitado ya que con Miriam nada podía hacer más que dejarle a ella toda la acción.

El pene de Sandra era algo más largo que el de Miriam aunque no tan grueso, eso sí, igual de sabroso. Chupé y chupé con esmero, a lo cual Sandra me correspondió mesándome el pelo y elogiando las virtudes puteriles de mi boca y mi lengua. Lejos de sentirme ofendido, eso me animó a proseguir y mejorar la técnica, cosa que logré tras "duros" esfuerzos haciendo llegar al orgasmo a Sandra por segunda vez esa mañana. De nuevo mi boca se convirtió en depósito de una leche caliente que su dueña quiso saborear conmigo a la vez que nuestras lenguas se entrelazaban y perseguían en ese mar blanco. En eso estábamos los dos cuando Miriam, que quizás se había sentido apartada de los juegos, aceleró brutalmente la cabalgada, saltando literalmente encima mío y, viendo que lograba su objetivo, se dejó caer de golpe, se la enterró hasta el fondo y se dedicó a exprimirme con sus músculos anales hasta que notó que ya no quedaba nada más, momento en el que se desplomó sobre mí, completamente exhausta.

Ha sido extraordinario, pero necesito un descanso –imploré.

Tienes razón. Será mejor dejarlo por un rato, pero no te escaquees. Ahora que hemos empezado no vamos a parar.

Tampoco dejaría que pararais –contesté. Desde luego, qué fácilmente me había convertido en un adicto

Vaya, vaya. Si vas a resultar insaciable.

Nos fuimos los tres a la ducha y bajo el agua de la regadera, a la par que nos enjabonábamos los unos a los otros, se deslizaban nuestras manos hacia nuestras pollas, exprimidas pero morcillotas y con ganas de más, y hacia nuestros culos, colándose un dedo por allá, un par por aquí. Yo además me lancé a por sus tetas, chupando un pezón por acá, estrujando una teta por allí, mordisqueando otro pezón. Fue muy excitante pero no llegamos a más. Flotaba en el ambiente un pacto tácito de tregua que respetamos.

Al salir de la ducha nos secamos unos a otros continuando con el juego y el sobeteo y, desnudos, bajamos a la cocina a desayunar tranquilamente. Ya no había nada que esconder.

Qué era eso que decías antes de tus compañeras de piso? –me atraganté cuando Miriam rompió el silencio con semejante preguntita. Creía que la cosa quedaría en un comentario fuera de lugar y ya no se sacaría el tema, pero no. A ver cómo me las arreglaba ahora.

Nada, nada, tonterías

No, no, no. Seguro que no lo era. Qué ha dicho exactamente, Miriam? –ya no había escapatoria. Ahora las dos estaban en el interrogatorio.

Algo así como que sus anteriores compañeras de piso pretendían sodomizarlo y que, por no dejarse, lo echaron.

Es eso cierto? –las miradas no admitían nada más que la verdad así que, simplemente, asentí.

Cuenta, cuenta. Tenemos tiempo. Es domingo y no vamos a ninguna parte.

Si no hay más remedio

Así que empecé a contarles toda la historia que ya sabéis. Parecía que la situación las excitaba porque, sentadas a mi lado, no perdían detalle de mis explicaciones a la par que sus pezones se ponían duros y sus penes recuperaban todo su esplendor eréctil.

Era curioso, ahí delante de mí tenía a dos mujeres preciosas con unos cuerpos de infarto y, en medio de todo aquello, se alzaban un par de penes que, lejos de desentonar con el armónico conjunto ni resultar estridentes, resultaban un complemento exótico para dos bellezas asimismo exóticas. No sé si me he explicado. Muchos quizás pensarán que estoy más p’allá que p’acá o que soy una rara avis o un mariconazo acabado pero en ese momento, y aún hoy, no las veo a ellas ni a otras muchas como ellas más que como mujeres. Vale que algunas tienen un rabo de espanto (de los que hacen que mires el tuyo con vergüenza) pero quién puede decir que no ha visto nunca una tía de las que ha pensado "me la follaría aquí y ahora" y resulta que de haberla intentado abordar el follado habría sido él (que se si digan sino a los de there’s something about Miriam). Y es lo que me pasa a mí: el pene de esas dos mujeres me volvía loco, pero si esos mismos penes pertenecieran a dos tíos los dejaba para que sus amos los disfrutaran solitos; vamos, que el pene me iba por ser de ellas, no por ser pene.

Total, y volviendo al relato, que les quedó bien claro cómo había ido a parar a su casa. Entonces empezaron ellas con una batería interminable de preguntas sobre cómo se llamaban, cómo eran, si me gustaba follármelas, si no me había planteado aunque fuera remotamente dejarme dar por el culo cuando me lo pedían (visto el resultado del momento), que si dónde vivían, que si tal, que si cual… Vaya, que ni la GESTAPO en sus mejores tiempos hubiera llegado a su nivel.

Yo, por mi parte, tenía especial interés en finiquitar el tema así que, viendo que estaban que se salían, propuse de manera muy poco inocente ir a la piscina a refrescarnos. Esas dos mujeres necesitaban que les bajara la temperatura y entre el agua y mis recién descubiertas habilidades esperaba lograrlo.

Salí corriendo hacia el jardín sin darles siquiera tiempo a protestar, a lo que no tuvieron más remedio que seguirme al trote. Qué espectáculo!!! Me giré un momento en mi carrera para ver si venían y fue sublime: un ir y venir de tetas y pollas arriba y abajo que trataban de alcanzarme, sin éxito, pero con qué esmero. Dudé un instante si parar y empezar ahí mismo, pero aparté la idea rápidamente y seguí la marcha hasta el borde de las piscina, me paré y me lancé de cabeza al agua, sintiéndome al instante reconfortado por el frescor matinal del líquido elemento.

Siguieron al mío dos chapuzones casi simultáneos y rápidamente una marabunta de manos y piernas se aferraron a mí. La marea me arrojó al borde de la piscina entre besos, caricias y toqueteos genitales. Notaba un pene por detrás de mí restregándose contra mis nalgas mientras que el otro se paseaba por mi estómago mientras las dueñas me hacían ahogadillas y reían malvadamente tras cada logro (conseguido, sea dicho de paso, por mi pasividad y colaboración, que si no…). Pronto el juego tomó el derrotero previsto de antemano así que en poco rato estaba yo ensartado por Sandra a la par que se la chupaba a Miriam, que se había sentado al borde de la piscina para ello. Qué delicioso era aquello! La combinación de la penetración con el agua le daba a todo una novedosa perspectiva, ya que me podía dejar ir, siento Sandra la que aguantaba todo mi peso a pulso (reducido gracias al agua) de tal manera que yo era como una brocheta: empalado por delante y por detrás y "colgado" de ambas vergas.

Al rato intercambiamos posiciones y fui yo quien se sentó fuera del agua a la par que Sandra se convertía en mamadora y enculada. Para acabar, cerramos el círculo siendo yo quien gozaba del culo de Miriam, que se la chupaba a su amiga.

Cuando parecía que estábamos los tres por acabar Sandra se levantó, se fue al interior de la casa y volvió con una galleta en la mano

Jugamos? –se limitó a decir.

No hubo contestación. Simplemente salimos del agua y nos dispusimos a darle a la zambomba con todas nuestras fuerzas alrededor de la galleta. No me hubiera desencantado quedarme el último y saborear el combinado de espermas, pero pudo más en ese momento mi instinto competitivo y me la machaqué a conciencia, acabando con rapidez y dejando a las dos morenas con su labor, que no dudaba que sería breve. Tras un grito triunfal por la que consideré una fácil victoria me estiré en una tumbona del jardín, cerré los ojos y me dispuse a relajarme.

Cuán breve había de ser mi merecidísimo descanso porque al momento noté una agradable calidez sobre mi pecho y vientre.

Uy, qué galletita tan jugosa!!! Y es de nata!!!

Probémosla.

Y tras haberse corrido sobre mí, limpiaron su propio esperma con avidez. Finalmente me besaron y soltándome un "abre la boquita" acabé comiéndome la galleta con mi semen. Qué se le va a hacer

Tenía intención de quedarme un rato en la tumbona, pero ellas me pidieron que les pusiera crema para no quemarse, así que fui dentro de la casa, cogí el tarro de la crema del cuarto de baño y regresé al jardín. Ambas se habían recostado cara abajo, así que primero a una y luego a la otra les unté las espaldas, los respectivos culos (en los que me recreé un buen rato) y las piernas. Entonces se dieron la vuelta y repetí la operación con su pechos (cuidados y encremados con esmero y con deliberada lentitud) y sus vientres, para acabar con unos suaves untados de penes que se convirtieron en dos buenas pajas que las dejaron más que relajadas y satisfechas. Pasamos el resto de la mañana tomando el sol en el jardín, echados en las tumbonas y friéndonos a conciencia.

Pedimos al mediodía comida preparada y tras acabar de comer nos sentamos en el sofá del comedor a charlar.

Creo que podemos borrar las cintas, no crees Sandra?

Sí, el chiquitín ha resultado ser cumplidor y ha superado las expectativas –Hablaban como si yo no estuviera, pero claramente provocándome-. Ahora es libre de hacer lo que quiera.

Ah, sí? Pues quiero repetir siempre que me plazca. Y, por cierto, no quiero que dejéis de grabarlo nunca… y podéis empezarlo a hacer ahora.

Me levanté del sofá, me arrodillé y me abalancé sobre ellas, sentadas y desnudas todavía y me serví el postre: plátano. Gratamente sorprendidas me dejaron hacer a mi libre albedrío, sabedoras de que las cámaras de la sala dejarían testimonio gráfico de todo lo que acontecería.

Tenía un pene en cada mano y los iba masturbando a la vez que iba alternándolos en mi boca. Cuando estuvieron bien duros me incorporé y me senté, sin más, sobre el de Sandra y me lancé a cabalgarla con furia. Me sorprendía a mí mismo pero aquello resultaba ser más fuerte que una droga: me sentía lleno, más allá de la literalidad de la expresión. Miriam se puso de pie sobre el sofá y me ofreció de nuevo su pene, que recibí gustosamente. Tras un rato de cabalgadura Miriam me pidió que la llenara y, saliéndome de Sandra me tumbé sobre ella en el suelo y la penetré suavemente para iniciar un bombeo acelerado. Al poco, sentí las manos de Sandra en mi culo, jugueteando con mi ano.

Tranquilo. Ahora te vas a sentir más lleno que nunca.

Y me la metió sin más. Menuda una fiesta. Ahora estábamos haciendo un trenecito de lo más divertido. Acompasamos nuestros ritmos hasta que noté cómo Sandra se dejaba caer sobre mí a la par que mi culo se humedecía y llenaba de semen. La presión que había ejercido sobre mi próstata con la enculada hizo que no tardara mucho en venirme. Ya desacoplados nos pusimos al lado de Miriam y le regalamos una buena mamada a dos bocas que la hizo correrse a borbotones.

El día acabó con una nueva ducha comunitaria tras la cual compartimos una opípara cena mientras visionábamos en la tele las mejores jugadas de nuestro polvo vespertino y nos fuimos a dormir juntos y bien revueltos a la cama de Sandra.

Huelga decir que dejé de trabajar en el pub por las noches y que me convertí en un miembro más (nunca mejor dicho) de aquella peculiar familia que habíamos formado. Acepté de buen grado la cláusula recadero, que ahora no era una imposición de un ya extinguido contrato de alquiler, sino una obligación más aparejada al hecho de pertenecer a aquella casa, así que cuando acababa de estudiar cumplía como uno más con las cargas y obligaciones y por la noche teníamos sesiones de sexo desenfrenado en las que dábamos rienda suelta a nuestra lujuria y que eran convenientemente grabadas para la posteridad. Incluso alguna tarde libre me entretenía a pajearme mientras rememoraba frente a la tele la fiesta de la noche anterior.

Una noche de sábado, tras nuestra sesión de sexo, me dijeron:

Tenemos un regalo-sorpresa para ti. Pero no te lo daremos hasta mañana.

Ah sí!!! Y no me lo podéis dar ahora?

No. Tendrás que esperara pacientemente. Ya sabes que nunca te hemos defraudado con las sorpresas

Eso ya lo sé… bueno, esperaré, si no hay más remedio.

Otra cosa. Tendrás que estar fuera de casa toda la mañana y no podrás volver hasta la hora de comer.

JOOODER!!! Y qué hago yo toda la mañana? Pensaba aprovechar todo el día –dije, agarrando sus pollas.

No seas vicioso. Valdrá la pena la espera, te lo aseguramos. Sólo sé paciente –y me dieron al unísono sendos besos en la mejilla.

De acuerdo

Así que me levanté pronto por la mañana, las dejé retozando en la cama y me fui a dar una vuelta por la ciudad. No había nada abierto así que me metí en un bar y pasé las horas tomando cañas, leyendo el periódico y mirando lo poco que hacían por la tele. Cuando iban a tocar las dos me llamó Miriam al móvil y me dijo que la sorpresa estaba a punto y que me fuera ya para casa.

Al entrar en casa, ¡sorpresa! Eso sí que no me lo esperaba: me amordazaron con una de esas mordazas de cuero con una especie de bola en la boca y a continuación me vendaron los ojos. No sé si estaba preparado para una sesión de sadomasoquismo y más si a mí me tocaba jugar de masoquista. No hubo tampoco palabras: me colocaron unos auriculares de obra en las orejas y una máscara sobre nariz y boca y a partir de ese momento estuve aislado del mundo. Sólo percibía sensaciones táctiles, siempre las mejores sin embargo.

Las chicas me llevaron al piso de arriba con cuidado de que no me estampara contra el suelo (estaba a su absoluta merced) y una vez en una de las habitaciones –no sabría decir cuál- me desnudaron completamente, me tumbaron boca arriba encima de la cama y me ataron las manos al cabezal.

Hubo un largo vacío en ese instante. Estaba allí aislado del mundo y no sucedía absolutamente nada. Qué sensación más agobiante. Si al menos hubiera podido ver u oír algo me habría relajado, no sé si poco o mucho, pero aquello era asfixiante. Dónde se habían metido? Cuándo empezaría la cosa? En que consistía la sorpresa? Empezaba a creer seriamente que aquello no me iba a gustar nada de nada, pero tampoco podía abrir la boca para protestar. Estaba completamente expuesto a lo que quisieran hacerme.

Tras una eternidad de espera volvió la percepción. Dos pares de manos enfundadas en guantes de látex se posaron sobre mi cuerpo y se dispusieron a recorrerlo con lentitud y sensualidad. Bueno, al menos la agonía de la espera había acabado y sucedía algo, fuera lo que fuese. Lo único inquietante eran los guantes. Para qué los querrían las chicas? Pronto, para bien o para mal, lo iba a descubrir así que era mejor dejarlas hacer.

Fueron pasando por mi pecho, por mi vientre y finalmente se posaron en mi pene. Una mano lo agarró con delicadeza y me empezó a masturbar con ritmo suave. Mientras, otra se posaba en mi escroto y jugaba con mis huevos como si fueran unas de esas bolas de relax. La tercera y cuarta manos me abrieron las piernas y se pusieron a jugar con mi culo. El agujero ya estaba más que dado así que directamente los dedos empezaron a desaparecer en mi interior. Privado del resto de sentidos, las percepciones táctiles aumentaban en intensidad sobremanera. Notaba hasta el más leve cambio de presión, de ritmo y de intensidad en cada una de las acciones sobre mis partes bajas. Era realmente placentero.

Pasado el rato la acción seguía la misma tónica y a pesar del intenso placer empezaba a resultarme monótono. Pronto cambió la cosa, sin embargo. Las manos juguetonas de mi culo se apartaron y dejaron paso a un intruso de mayor tamaño. No era una de las pollas de las chicas. Era más grande y al contacto resultaba frío y sin vida así que deduje al instante que intentaban meterme un consolador por el culo. Ahora les daba por el strap-on! Bueno, sería divertido. Lenta pero inexorablemente la polla de plástico fue entrando. A pesar de tener el culo bien dado resultó molesto puesto que aquello tenía un tamaño considerablemente mayor que los originales de sus propietarias. No obstante, no fue difícil acomodarse al invitado y al poco rato estaba siendo follado a buen ritmo. Quienquiera que fuera de las dos me puso las piernas sobre su hombros para facilitarse la labor y fue disfrutando de mi culo durante un buen rato mientras la otra debía de permanecer a la expectativa porque había abandonado la paja que me hacía cuando la primera me enculó.

Más tarde el consolador se retiró junto con su usuaria y un nuevo invitado llamó a mi puerta trasera. Supe que era otro por la forma del cabezal y especialmente por el grosor, mayor que el anterior. Vuelta a la perforación y, logrado el objetivo, un continuo metisaca tanto o más placentero que antes. Realmente la única palabra que se me ocurre para describir la sensación es, aun a costa de ser repetitivo, es que estaba "lleno".

No entendía por qué utilizaban esas imitaciones en lugar de sus hermosas vergas pero el resultado era plenamente satisfactorio. No sabía si eso era la sorpresa o únicamente los prolegómenos pero aunque todo se redujera a eso estaba valiendo la pena. Poder centrarse únicamente en sentir cómo te revientan el culo y te lo taladran, ajeno a todo el mundo exterior y focalizando toda tu atención en ese sólo punto que te lleva irremediablemente al orgasmo, era bueno, realmente bueno. Todo mi universo se concentraba en mi culo, sólo existía mi culo y esa polla que lo llenaba. El placer y las sensaciones eran indescriptibles, únicas, orgásmicas.

No tardaron en llegar los espasmos previos al orgasmo y, en cuestión de segundos, me corrí abundantemente. Incluso había podido disfrutar más de mi propia corrida privado de los otros sentidos. Acabar de correrme, salirse el consolador del culo y notar dos bocas ansiosas sobre mi vientre y mi polla resiguiendo mis restos fue todo uno. Cuando estaba de nuevo limpio y reluciente los auriculares fueron retirados de mis orejas.

Te ha gustado, chiquitín? –era Miriam quien me lo había susurrado al oído. A falta de poder hablar asentí con la cabeza- Uy, olvidaba que estás así. Ahora te saco todo esto.

Por supuesto! Ha sido increíble. Gracias por la sorpresita –sin embargo seguía maniatado y con la venda en los ojos.

Esa NO era la sorpresa. Ese SÓLO era el regalo.

Entonces desató la venda de los ojos y… SORPRESA MAYÚSCULA!!! Ante mí estaba Miriam y estaba Sandra… y armadas con sendos arneses recién usados y con una cara de absoluta satisfacción estaban Ana y Eva… MIS ANTIGUAS COMPAÑERAS DE PISO!!! Me habían follado la rubia y la pelirroja. Lancé una mirada asesina a las dos morenas.

SERÉIS CABRONAS!!! ASÍ SE PUEDE CONFIAR EN VOSOTRAS!!! CUANDO ME SUELTE VAIS A SABER LO QUE ES BUENO, TRAIDORAS… Y VOSOTRAS DOS OS VAIS A ENTERAR TAMBIÉN.

Tranquilo chico, que no es para tanto. Si estabas gozando cuando creías que éramos nosotras, a qué viene este escándalo? –Miriam estaba contrariada por mi reacción.

Yo confiaba en vosotras. Lo nuestro no debía salir de esta casa –me derrumbé y casi me eché a llorar.

No sufras –se acercó de nuevo a mi oído y en un tono casi imperceptible añadió-, ellas no lo saben todo, todavía.

Nooo? –la miré extrañado.

No –siguió en voz baja-. Creen que somos lesbianas como ellas y que hemos conseguido lo que no pudieron lograr contigo ellas. Pero ahora, si te portas bien, vamos a darles su merecido por echarte de aquel pisito tan mono, vale? Puedo soltarte sin que hagas una locura?

No contesté al instante. Prefería meditar porque aún estaba por cometer unos cuantos homicidios (alegaría enajenación mental y legítima defensa si hacía falta). Ahora bien, la perspectiva de devolverles el "favor" a mis antiguas compañeras no quería perdérmela. Ya pasaría cuentas con Miriam y Sandra más adelante.

Está bien; me comportaré.

Entonces, tras ser liberado, se acercaron a mí Ana y Eva, un poco recelosas y a la expectativa por mi primera reacción pero animadas por Sandra a hacerlo. Seguían estando tan buenas como las recordaba y ese instrumental que llevaban colgando les daba ese "aire exótico" de las morenas que últimamente me había hecho perder el norte. No sé si fue por la cara de implorar perdón (aunque sus ojos lucían con el brillo de la victoria recién conseguida), por el cuadro que representaban aquellos sucedáneos de pene que les colgaban de la entrepierna o porque lo habían hecho realmente bien y lo había gozado mucho, pero no me abalancé sobre ellas para estrangularlas. Simplemente las dejé acercarse.

Hola –dijeron al unísono. Sin respuesta por mi parte. Se lo iba a poner un poco difícil, a pesar de todo. Fue Eva la que habló entonces.

Lo sentimos mucho –sin embargo sus pezones bien erectos y un brillo intenso en sus muslos denotaban bien a las claras que sus palabras no se correspondían con su pensamiento.

Creíamos que te gustaría la sorpresita. Total, ya lo habían hecho ellas antes y por lo que no dijeron te gusta mucho, o no? –Ana empezaba a tomar confianza y a cambiar el tono-. Tu pajarito parece que confirma mis teorías. Todavía sigue bien duro. Lo ves, Eva?

Venga… perdónanos

Que quede clara una cosa –rompí el silencio con un tono autoritario y cortante-. No negaré en absoluto que me ha gustado la follada que me habéis dado, pero no puedo llegar a perdonaros el que me echarais del piso de aquella manera. Eso no se hace.

Verás, nosotras

Ni nosotras ni qué perro muerto. Para estar en paz debería tomarme cumplida venganza por aquello. Si no es así no hay nada más que hablar –no sabía si estaba llevando la cosa demasiado lejos pero había que echar toda la carne en el asador y a ver qué pasaba.

Y qué quieres de nosotras? –coño, eso era mejor de lo que esperaba. Miriam y Sandra me miraron complacidas.

Para empezar –había que pensar rápida- ahora estáis a mi disposición. Haré de vosotras lo que me plazca, sin dañaros claro está. Segundo, no hay protestas y no hay negativas y, finalmente, todo lo que aquí ha pasado o pase quedará aquí. Que no se os ocurra iros de la lengua nunca y menos de que me gusta que me den. Entendido?

De acuerdo

Las dejé sentadas en la cama y me fui con Sandra y Miriam a mi cuarto para ver cómo apañábamos las cosas. Cuando quedó claro volví, cogí a Eva de la muñeca y la llevé al cuarto de Miriam donde la até a cuatro patas en la cama y le vendé los ojos. Regresé al cuarto de Sandra e hice lo mismo con Ana. Regresé a mi cuarto donde Sandra y Miriam ya estaban desnudas y tras chupársela a ambas un rato para ponérselas a tono las envié a sus respectivos cuartos. Yo por mi parte tomé la cámara de vídeo y me dispuse a grabarlo todo. Tenía la intención de hacerles creer a cada una que yo me las follaba y gravar cómo mis caseras eran en realidad quienes las sodomizaban.

Así fue. Me dirigí primero al cuarto de Sandra y tras empezar a gravar le susurré al oído a la rubia que tendría que pedir que parara. Se excitó e intentó abalanzarse sobre mí pero las ataduras se lo impidieron. Como compensación, sin embargo, Sandra se la metió en la boca a la vez que yo le decía "chúpamela, zorra". Repetí la operación en la otra habitación. Para cuando volví a la primera, Sandra ya estaba follándole el coño a Ana, quien no paraba de chillar y gemir. Yo no perdía detalle de nada a través del objetivo de la cámara.

Estuve alternando las habitaciones durante rato y fui tomando imágenes de cómo mis antiguas compañeras de piso eran enculadas sin compasión y de cómo al final se tenían que tragar el caliente esperma de las morenas.

Al acabar desaté a Eva y la llevé, todavía con los ojos tapados, al cuarto de Sandra. Ahí también desaté a Ana y conduje a ambas al comedor donde las senté en el sofá. Enchufé la cámara a la tele, puse la grabación en marcha, me coloqué detrás del sofá junto a las morenas y les destapé los ojos a Eva y Ana. Entonces vieron que eran mis caseras las que se las habían ventilado así como su auténtica naturaleza. Se giraron y nos vieron a los tres desnudos y nuestros tres penes de nuevo con ganas de jaleo.

Ahí empezó una gran orgía. Eva se lanzó a por mi pene en tanto que Ana hizo lo propio con el de Miriam. Sandra, por su parte, se abalanzó a por el coño de Eva y lo devoró con fruición. Cuando lo vio suficientemente húmedo se la envió de un empellón hasta el fondo y empezó a bombear con fuerza. Por su parte Miriam se sentó en el sofá y Ana se empaló en ella para, a continuación, empezar a morrearla con auténtica pasión.

Yo abandoné la cálida boca de Eva y me acerqué por detrás a Ana. Miriam, que vio mi intención, paró durante un momento en su acometida para permitirme la penetración anal de la rubia. Ésta, lejos de amedrentarse, me animó lascivamente a que la follara con furia, cosa que hice junto con Miriam de muy buen grado.

Eva, por su parte se había salido de Sandra y ahora era la pelirroja la que le estaba dando fuerte a la morena con el arnés. Ésta no tardó mucho en correrse. Eva recogió lo que pudo y ambas se fundieron en un apasionado beso lleno de contenido.

Por mi parte, ya no podía más así que, sin más, me corrí en el culo de Ana a la vez que Miriam lo hacía en su coño. Ana, llena hasta los topes, se dejó caer, rendida aunque satisfecha, con más ganas de juerga por lo que, mientras Miriam y yo nos dábamos besos y nos acariciábamos las vergas sentados en el sofá. Se fue a por su arnés y regresó con la clara intención de devolverle el favor a Miriam, quien gustosamente le cedió su culo para los jueguecitos de la otra, a la vez que me pedía la polla para chupármela.

Tuve que dejarlo al poco rato porque Eva volvió a por mí y me pidió si la dejaba encularme de nuevo. Por toda respuesta obtuvo mi culo en pompa, que no tardó en ser horadado de nuevo. Sandra fue entonces la que ofreció su delicioso manjar para que nuestros paladares lo saboreasen, así que lo fue turnando entre los cuatro hasta que se corrió en mi boca.

Miriam y yo seguíamos ensartados a la par que las chicas nos pajeaban al ritmo de sus embestidas, no tardando tampoco mucho en corrernos de nuevo. Finalmente, acabamos todos completamente rendidos y tirados en el sofá, cuerpo sobre cuerpo.

Cuando hubimos descansado nos fuimos los cinco a la ducha en la que tras los sobeteos de rigor acabamos follándonos a las chicas y corriéndonos los tres en su cara y pechos. Bajamos luego a la cocina, donde tomamos algo para reponer fuerzas.

Te lo tenías bien callado esto!!! –era Ana la que me atacaba. No supe qué contestar.

La verdad –intervino Sandra- costó hacerle entrar en el juego pero al final valió la pena, no creéis?

Por supuesto que sí!!! –contestaron las otras tres casi al unísono.

Habrá que repetirlo, no? –propuse.

Ya lo creo que sí –dijo Eva-. Y me parece que cada día.

Cada día? –me extrañé- Explícate.

Lo cierto es que ana y Eva –se interpuso Miriam- vivirán a partir de hoy aquí

SÍÍÍ!!! NOS TRASLADAMOS!!!

Y el otro piso?

Bueno –era Miriam de nuevo-, lo cierto es que cuando supimos lo que te habían hecho, Sandra y yo nos propusimos vengarte así que indagamos quién era el propietario de su piso, lo compramos y las obligamos a abandonarlo.

Y toda esta parafernalia que habéis montado?

Verás, el trato era algo más complejo. Como amenazaban con denunciarnos si las echábamos les ofrecimos… TU CULO.

JODER!!!

De qué te quejas, si te ha encantado. Ahora bien, ellas debían dejarse hacer lo que quisieras tú a cambio de obtener tu culo y si la cosa se desarrollaba como ha pasado se vendrían a vivir con nosotras.

O sea, que yo aquí no he sido más que un mero comparsa. Por cierto, sabían lo vuestro?

Eso no. Siempre viene bien mantener algo de suspense hasta el final, no crees?

Y en eso sois unas maestras –sentencié.

Así que desde ese día vivimos los cinco en la misma casa y no hay día aburrido ni noche tranquila.

Espero que os haya gustado a todos y a todas y que me mandéis vuestros comentarios, sugerencias, protestas y proposiciones (si son indecentes, mejor): BRUCE_J_REILLY@HOTMAIL.COM

Chiquitín