Beatriz recibe al Amo
Así es un día cualquiera en la vida de Beatriz, así recibe a su Amo cuando llega a casa.
Calculo que quedarán menos de cinco minutos para que llegue. Repaso mi vestuario, mis zapatos… centro la anilla del collar mirándome al espejo y me arrodillo para recibirle. Solo pienso en causarle la mejor impresión. Se retrasa un poco más de lo previsto hasta que por fin oigo girar la llave y la puerta se abre. Ahora solo veo sus zapatos porque no debo mirarle a los ojos. Busco a tientas su mano que cojo entre las mías y le beso el dorso. - Hola Amo -, alcanzo a decir. Le sigo a gatas por la sala hasta que se sienta en el sofá. Le quito los zapatos, los calcetines y le lamo los pies.
Pasan unos segundos hasta que por fin le pregunto: -¿ Qué quiere Amo ?- Solo hace falta un gesto para entender que debo quitarle el pantalón y acariciarle. Recuerdo los gestos precisos que más le agradan y noto, aliviada, cómo su polla crece al instante entre mis manos. Me concentro en la tarea durante varios minutos hasta que me atrevo a pedirle permiso para chuparla. Lo descarta y me recrimina que no tenga el aceite a mano. He vuelto a fallar, ¿cómo es posible? Me disculpo y voy a buscarlo.
De nuevo reclinada, aplico una discreta cantidad de lubricante entre mis manos y vuelvo al masaje con suavidad, casi sin tocar, como él me ha enseñado. Le noto relajado y tranquilo. Siento su polla en todo su potencial, bien dura y sé que está disfrutando. Me siento poderosa y feliz. A estas alturas creo que acabará corriéndose, aunque nunca es posible saberlo con certeza. Un inoportuno calambre me obliga a cambiar de postura y temo que me recrimine por moverme sin necesidad. Debo mantenerme en forma.
Instintivamente acelero el ritmo para ajustarlo a su excitación creciente, que intuyo ya en su momento final. No me recrimina, así que interpreto que lo estoy haciendo bien. Noto que va a eyacular y sé que debo evitar que se derrame, porque no le gusta. Me siento insegura chupándosela sin haberle pedido permiso, pero creo que es lo más oportuno. Siento su orgasmo en mi boca y lamo para dejarle limpia la polla. Termina y me retiro discretamente.
Espero su reacción reclinada a sus pies. Uno de mis zapatos se ha salido y me lo hace notar. Pido perdón mientras me lo vuelvo a calzar. Se dirige a mí para decirme que está contento con mi actitud. Le doy las gracias y me siento reconfortada. Entonces aprovecho para preguntarle si quiere cenar. Le digo lo que hay, elije, y entonces me pide el pijama. Vuelvo y cuando voy a ponerle el pantalón, me dice - Déjalo -. Se cambia solo y yo me voy a la cocina para hacer su cena. Hubiera deseado ponérselo yo.