Beatriz, la abogada
Coincido con Beatriz, una abogada, con varios secretos, por casualidad, en un bar, y pasan cosas.
Esta que os voy a empezar a contar, es la historia de Beatriz, una abogada madrileña, que trabajaba en los servicios jurídicos de un banco, de 30 años, con una afición algo peculiar, a la que, poco a poco, fui convirtiendo, en una puta, partiendo de, lo que a priori, parecía una mujer atractiva, pero, normal.
Yo mismo os contaré la historia.
**Boadilla del Monte (Madrid)
jueves
por la mañana**
Ese día, tenía cita con el departamento jurídico de un conocidísimo banco de España, para hacer unas gestiones, para unos clientes, que habían tenido algunos problemas, y yo estaba haciendo lo posible, por intentar mediar con el banco, para poner solución, al conflicto.
Al vivir cerca de donde tenía que acudir a la cita, y como no tenía otra cita antes, ese día, no madrugué mucho, me levanté a las 8, desayuné, me arreglé, y, en torno a las 9:30, agarré el coche, y me fui a la sede central del banco, donde tenía programada la cita, para las 10 de la mañana.
Aparqué en las cercanías del ML, y, cuando llegó, lo tomé, porque hay parada en la sede central del banco, y, me parecía más cómodo, que ir en coche, como siempre, porno aparcar.
Llegué a la sede central del banco, y pregunté por el servicio jurídico, me indicaron dónde estaba, y conseguí llegar, hasta la oficina que correspondía.
Toqué la puerta del despacho en el que me dijeron que tenía la cita, y sonó un:
“Adelante”
Era una voz femenina, la voz de Beatriz.
Entré en el despacho, y me encontré, por primera vez, con Beatriz.
Una mujer rubia, pelo largo, 170cm de altura, cuerpo natural, pero parecía bastante cuidado, incluso con algo de gimnasio, labios que decían “bésame” …
Había algo, en su tono de piel, que me llamaba la atención, pero no sabía muy bien porqué...
Me llamó la atención, lo bien vestida que iba, a la par
que,
provocando, pues llevaba una falda de cuero, muy corta y negra, una camisa blanca, y unos zapatos de tacón, que parecían de marca y muy caros, con unos tacones de vértigo.
Beatriz me indicó que me sentara en una silla que había para recibir las visitas, y yo le expuse el problema jurídico que había.
Estuvimos hablando, apenas 10 minutos, lo mínimo para poder intentar resolver el asunto, yo notaba que, Beatriz, me miraba con cierta curiosidad, pero, sin
sonreír
en ningún momento.
Tras la conversación, quedamos en hablar por teléfono, porque la gestión, se tenía que solucionar, con ayuda de otro departamento, y ya, nos despedimos, por el momento, porque ambos teníamos cosas que hacer y clientes que atender, yo en mi bufete, y, ella, en el banco.
Jueves, ya por la tarde, de nuevo en Boadilla, pero en la ciudad
Después del primer encuentro con Beatriz, las diferentes gestiones del día, me llevaron a acabar la jornada, en un bar de Boadilla, en el que había quedado con un cliente, para entregarle unos papeles, y, de paso, tomar algo, pues teníamos algunos negocios en común, y, ya era casi, un amigo.
Había acabado ya la conversación con mi amigo, y me disponía a salir ya del bar, para ir a mi casa, en Las Lomas, cuando, Beatriz, entró, sola, al bar, y, sin que yo me diera cuenta, fue hasta la mesa en la que estaba.
Beatriz me llamó por mi nombre, y yo, la reconocí, enseguida; iba vestida igual que por la mañana, aunque había añadido un abrigo a su indumentaria (Era normal, no de cuero, por desgracia)
Le pregunté a Beatriz, si estaba sola y le apetecía sentarse a tomar algo conmigo, porque yo ya estaba libre, y no tenía ninguna prisa por irme a mi casa.
Beatriz me respondió que sí, que, además, le apetecía charlar conmigo, porque, durante nuestro encuentro, por la mañana, le había parecido interesante.
Nos pedimos dos copas de vino blanco, y una ración de croquetas, y, mientras que nos servían, comenzamos a hablar.
Primero, estuvimos hablando de temas económicos y legales, algo aburridos, para algunos, pero que, a los dos nos gustaban, debido a nuestras profesiones.
Poco a poco, la conversación, fue tomando tintes más personales, y pude saber de Beatriz, que, en ese momento, no tenía pareja, y que, le costaba encontrar a alguien que quisiera una relación de pareja con ella, porque tenía un pequeño problema en la piel, llamado vitíligo, que, por desgracia, en algunas situaciones, causaba rechazo, por el simple desconocimiento.
Esta situación, que yo ya conocía, por mi gusto por la dermatología, y que, sospeché, al verla ya en la oficina, pero, no lo tenía del todo claro, lo tenía que confirmar, a mí no me importó, no es algo que sea una línea roja para mí, en una relación de pareja.
(Nota del autor: Mi única línea roja, a nivel de pareja, es con menores de edad o incapaces)
Beatriz también me dijo algo, que fue lo que me empezó a poner cachondo, y es que tenía todos los carnets de conducir, del A al E, porque, el mundo del motor, era una de sus pasiones (Algo que teníamos en común)
Mientras hablábamos, vi que, de repente, Beatriz, comenzó, como, a “bailar”; me dijo que era debido a que se estaba meando, pero, como le gustaba aguantarse el pis, pues, era una situación normal, que tenía una gran capacidad de aguante, en cuanto al pis se refería, y que no me preocupara.
Eso me gustó mucho, y, reconozco que, me empezó a poner cachondo, porque era algo, digamos, diferente, y vi un gran potencial, para humillar y poder joderle, y eso me gustó.
Le pregunté a Beatriz, cuál era su récord de horas sin mear, y me respondió que 31 horas, pues un día, había hecho pis a las 10 de la mañana, y, no volvió a hacer pis, hasta las 17 horas, del día siguiente. (De 10 a 10, son 24 horas, y 7 más de 10 a 17, en total, 31 horas)
Yo me quedé muy gratamente sorprendido, y no quise preguntar más, simplemente, fue Beatriz quien me dijo que, llevaba desde esa mañana, en torno a las 7, sin mear, por eso, en ese momento, empezaba ya a “bailar” (Más de 12 horas seguidas, sin mear)
Mientras conversamos, estuvimos disfrutando de las copas de vino blanco, y de las croquetas, Beatriz se pidió otra copa de vino blanco, porque era muy bueno, para su
aguantamiento
de pis...
Beatriz me dijo que vivía en la casa, de, Antonio, un productor de TV, que era, ya mayor, y gay, porque, a cambio de hacerle compañía, y de llevarle asuntos legales, le dejaba vivir en su enorme casa; y me ofreció ir con ella a su casa, para que le conociera, por si le podía ayudar en sus negocios.
Yo acepté, y fuimos al parking, a agarrar, cada uno, nuestro coche; Beatriz me pidió que la siguiera, y que no habría problema con la caseta de vigilancia de la entrada de Las Encinas, pues ella diría al vigilante, que yo iba con ella.
En Las Encinas, Boadilla del Monte
Llegamos a la urbanización, Beatriz conducía un Mercedes CLK con más de 20 años, pues aún llevaba las placas provinciales, que se dejaron de poner en septiembre de 2000, y yo, iba en el
Touareg
. (Más tarde, descubrí que, a Beatriz, al igual que a mí, le gustan los coches del tipo,
Youngtimers
)
Pasé el control de seguridad, sin problemas, yo aparqué dentro de la mansión de Antonio, y, Beatriz, pasó dentro, pero, al garaje, y me pidió que la esperase, que enseguida iba a por mí, para entrar en la casa.
Me llamó la atención que, en la parcela, había varios vehículos aparcados, incluso una
grúa
porta vehículos
, una tractora y un autobús.
Dos minutos después, vi a Beatriz, ya caminando, que me hacía una seña, para indicarme que ya estaba y que era hora de entrar en la casa; la verdad, con el abrigo y todo, se veía espectacular.
Yo, ya iba bastante caliente, porque pensaba que iba a haber tema, con Beatriz, y que iba a disfrutar con ella, durante mucho tiempo, sobre todo, con el tema del pis.
Pasamos dentro de la casa, y fuimos, directamente, al despacho de Antonio, que, ya nos estaba esperando, porque, en el bar, Beatriz le había avisado, por
, de mi llegada.
Estuvimos un rato hablando con Antonio, que me pareció un tanto, peculiar, tenía algo de pluma (Que no tiene porqué ser malo, espero que el colectivo LGTB no se ofenda), pero, parecía buena persona, me dio un poco de pena que viviera solo, en una casa tan grande.
Mientras hablábamos, yo me bebí un refresco de cola, pero, Beatriz, volvió a tomar, otro vaso de vino blanco, de nuevo, con la excusa, de aguantar el pis...
Después de la charla, en la que estuvimos hablando de algunos problemas con “El Maligno” que tenía Antonio, y en los que yo me ofrecí a mediar, Beatriz le dijo a Antonio, que se quería ir ya a la cama, pero que yo, me iba a subir con ella a su habitación.
Yo me quedé un poco sorprendido, por lo directa que Beatriz estaba siendo, pero, no dije nada, y acepté.
Así que, subí a la habitación de Beatriz, con ella, que me tomó de la mano, mientras subíamos por la escalera.
Al llegar a su dormitorio, que era enorme, Beatriz me dijo, que ya no podía más, por los tres vasos de vino blanco, que ya llevaba encima, y tenía que ir a mear, pero que la esperase, que no iba a tardar mucho en volver.
Un minuto después, oí un grito de placer, que provenía del baño, y, otro minuto después, del grito, volvió Beatriz, y me explicó que, cuando meaba, tras aguantar tanto tiempo el pis, era como si tuviera un orgasmo.
Ya con Beatriz más tranquila, me dijo que estaba algo caliente, y que tenía ganas de follar, así que, si yo también quería, estaría dispuesta, a que me la follase, pero, con la condición, de que antes, le dejara que se desnudase, para que yo la viera totalmente desnuda, pudiera ver su piel con vitíligo, y decidiese si me la follaba o no. (Para evitar malos entendidos o que luego, me diera reparo por su piel, fue algo muy honesto por su parte, y que yo haría si estuviera en su situación)
Si bien es cierto que, verla completamente desnuda y descalza, me impactó un poco, al principio, fue algo que, lejos de desagradarme, me puso muy cachondo, porque tenía muy buen cuerpo, tener la piel así, sólo lo hacía,
para
mí,
aún
más atractivo.
Una vez que ya la vi desnuda, empecé a sobar su cuerpo, y a meterle mano, pues Beatriz me dijo que tenía vía libre, para hacerle, lo que quisiera, porque, en realidad, y eso era algo que no se había atrevido a contarme hasta el momento, de nuevo, por miedo al rechazo, ella se sentía sumisa, y le encantaba, le excitaba, sentirse dominada, aunque, por diversos motivos, aún no había encontrado a nadie, que lograra romperla, destruirla, que era lo que ella quería.
En ese momento, detuve el sobeo de su bonito cuerpo, y, le dije a Beatriz, que no se asustara, pero que teníamos que hablar, porque a mí, también me iba el BDSM, y estaba en la búsqueda de una mujer a la que destruir, y que, también , por diversas circunstancias, aún no la había podido encontrar, sobre todo, debido a mis gustos algo extremos, que hacían difícil encontrar a alguien compatible conmigo, y con mis gustos raros.
Estuvimos un rato más, hablando, Beatriz estaba desnuda, al natural, y yo, aún con mi traje, el que llevaba, tras un día de trabajo.
Porno alargar demasiado esta primera parte, os contaré, en el siguiente capítulo, todo lo que Beatriz y yo, hablamos, y, a lo que conseguí que se comprometiera, conmigo.