Beatriz
Beatriz es amiga de mi hijo y desde ahora mi mejor amiga.
Nada más llegar a casa del trabajo recibo una llamada de teléfono:
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¿Diga?...Hola Pedro, dime...¿Hoy?...Está bien, hasta luego...besos.***
La llamada era de mi hijo, para comunicarme que más tarde vendría a casa con una amiga para merendar. Era la primera vez que Pedro traía a casa una chica, eso me produjo un estado de nervios. ¿Sería su novia o simplemente una amiga? En mi cabeza se hicieron muchas conjeturas. Por la edad de mi hijo era normal que tuviera novia, pero yo era "su juguete", conmigo podía hacer lo que quería, nunca le decía que no. Pero él es joven y es normal que conozca a una chica de su edad...Estaba echa un lío, ¿o estaba celosa?
El tiempo que tardó en llegar mi hijo con su amigo se me hizo interminable, para aliviar mi estado de nervios me tuve que preparar una tila. Luego estuve arreglando la casa, quería que todo estuviera listo y en orden para la chica y que ésta se encontrara a gusto en casa. Por fin llamaron al timbre:
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Hola Pedro, ¿cómo estás?
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Bien mamá. Mira te presento a Beatriz. Beatriz mi madre, mamá Beatriz.
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Buenas tardes señora, tanto gusto en conocerla.
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El gusto es mio hija, pasad no quedarse en la puerta.***
La chica se veía educada y tendría la misma edad que mi hijo, aproximadamente. Eso si, debo reconocer que era muy guapa. Alta, 1,70 de alta, más o menos, morena, media melena, tez blanca y unos ojos morenos grandes, intensos con una mirada cautivadora. Y del cuerpo mejor no hablar, escultural. No muy delgada, pero con unos pechos generosos un trasero respingón, en fin que mi hijo parece ser que había buscado otra mujer más joven, yo soy mayor y aunque le doy todos los caprichos, es normal que se quiera buscar una chica de su edad.
Beatriz traía puesto un vestido estampado, con una caída que le sentaba perfecto, por arriba le marcaba los pechos, y cuando caminaba le resaltaba el culo, una delicia de niña. Me estaba poniendo celosa, por un momento les imaginé a los dos en la cama, yo no tenía nada que hacer, mi hijo preferiría su cuerpo joven al mio.
Una vez que estuvieron en el salón le pregunté que si querían algo para tomar.
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Pues si mamá, tenemos hambre.
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Os voy a preparar un chocolate.
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Señora, deje que le ayude.
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No me llames señora que me haces mayor.
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Lo siento, Ana, dejame que te ayude.
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Está bien, acompañame a la cocina.***
Nos fuimos a la cocina y mi hijo se quedó en el salón preparando la mesa.
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Ana tu mandas, ¿qué voy haciendo?
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En el frigorífico está la leche y coge también una tarta que hay en un plato, nos lo vamos a comer con el chocolate.
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Vaya, tiene muy buena pinta, ¿la ha echo usted?
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Si.
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Me tiene que dar la receta.
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Acercame del armario que hay junto al frigorífico el cacao.
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¿De este?
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Si.***
Mientras se calentaba la leche Beatriz me estuvo contando mil cosas, a la chica le gustaba hablar y lo hacía con tanta educación y dulzura que daba gusto escucharla. Me contó que mi hijo y ella eran buenos amigos, que se conocieron en la facultad, que ella era la menor de tres hermanos, que su padre trabajaba de supervisor en unos grandes almacenes, que su madre tenía un pequeño negocio en su barrio. En un momento me contó su vida y la de su familia, pero lo que más me gustó fue el que me dijera que con Pedro sólo le unía una gran amistad, eso me hizo tranquilizar y que se me pasara el ataque de celos que tenía.
Una vez que el chocolate estuvo listo lo servimos en tazas y partimos la tarta en porciones que servimos en platos y lo llevamos todo al salón. Mi hijo nos ayudó a poner las cosas en la mesa.
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Mamá el chocolate está buenísimo, ¿no te parece Beatriz?
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Si, está delicioso. Y la tarta está riquísima, insisto en que me tiene que dar la receta.
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Vaya dos aduladores, no es para tanto, es un simple chocolate y una tarta de bizcocho.
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Ana, pero está muy buena y me gustaría tener la receta.
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Está bien, cunado lo recojamos todo te la doy, si no tenéis prisa.
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Va a tener que ser otro día mamá, yo me tengo que marchar y quiero acompañar a Beatriz a su casa.
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Tu vete donde quieras, yo no me voy sin que tu madre me de la receta de la tarta.
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Déjalo Beatriz, otro día vienes con más tiempo y te la doy.
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Yo no tengo prisa ninguna, además es usted una señora muy amable y me gusta su compañía.
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Bueno, por mi no hay inconveniente, ¿Tu qué dices Pedro?
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Yo nada, las mujeres sois las que mandáis.
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Pues no se hable más, me quedo con tu madre.***
Mi hijo se despidió, pero se comprometió a llevar a Beatriz a su casa cuando regresara.
Beatriz y yo nos quedamos solas en casa, aquella chica era muy agradable y simpática y su compañía me gustaba.
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Bueno Ana, me tienes que dar la recta de la tarta.
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Pues coge papel y lápiz y apunta.***
Beatriz sacó de su bolso una libreta y un bolígrafo y fue apuntando todo lo que le decía. Una vez terminado de darle la receta empezó a contarme mil cosas, aquella chica hablaba hasta "por los codos". Pero me gustaba todo lo que me contaba, era tan culta y educada que me tenía ensimismada, pensé en que sería la mujer perfecta para mi hijo, los pocos celos que aún tenía se me pasaron, me gustaba.
Seguimos hablando y hablando, hasta, y no se cómo pasó, que la conversación giró en torno a la depilación:
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...yo me depilo una vez a la semana, así tengo la piel siempre suave.
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Si, pero yo a mi edad cada vez me duele más.
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Le duele porque no lo hace con asiduidad.
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Pero entre la casa y el trabajo apenas tengo tiempo para mi.
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¿Cómo que no tienes tiempo para ti? Una mujer siempre tiene que tener tiempo para ella misma. Mira como tengo mis piernas siempre.***
Dicho y echo, se puso de pie, se levantó el vestido hasta más de la mitad de los muslos y me enseño las piernas. Me quedé cortada sin saber ni que hacer ni que decir.
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Venga Ana, tóqueme las piernas y compruebe por usted misma los suaves que las tengo.
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No...no hace falta...ya se ven.
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Venga mujer, no sea mojigata.***
Me agarró una mano y me la llevó a una de sus piernas. He de confesar que las tenía muy, muy suaves, como la piel de un bebé, pero acababa de conocer a aquella chica y esas confianzas no me parecían del todo bien. Pero Beatriz se había tomado una confianza como si nos conociéramos de toda la vida, se sentó de nuevo a mi lado y sin que me diera tiempo a reaccionar posó una de sus manos en mi muslo.
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Déjeme que vea como tiene usted las piernas Ana.
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Bien...con un poco de vello...pero bien
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¿Cómo que bien? Esto hay que arreglarlo, usted tiene que estar guapa para su marido.
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Bueno un día de estos me depilo...
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Un día de estos no, ahora.***
Todo esto me lo decía con su mano apoyada en mi muslo, la tenía muy suave y era una sensación agradable, no recuerdo que ninguna mujer me posara la mano en mis muslos.
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Entonces que, ¿se decide?
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¿Pero cómo quieres que me depile ahora?
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Si, venga. Además la voy a depilar yo misma.
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No, no. Déjalo otro día ya lo haré yo misma.
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Insisto, verá lo guapa que la dejo y así su marido se llevará una sorpresa cuando regrese a casa.
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Está bien, pero me depilo yo misma, tu si quieres me ayudas.
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Le pareceré pesada, pero insisto en depilarla yo misma, tengo más experiencia y el resultado será más satisfactorio.
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Está bien, pero debes tener cuidado hace tiempo que no me depilo y no quiero que me hagas daño.
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No te preocupes Ana, seré cuidadosa y ni se dará cuenta.***
Subimos al piso de arriba para coger los avíos de depilar y nos fuimos al cuarto baño para prepararlo todo y allí mismo me depilaría. Beatriz, mientras lo preparaba todo, me estuvo contando cosas de ella y de mi hijo, como se conocieron, la amistad que les unía, como le iba en la Universidad, en fin, mil cosas.
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Ana, ya está esto listo, quítese el vestido.***
Me quedé cortada, sin saber ni que hacer ni que decir. Beatriz volvió a insistir:
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Ana, necesito que se quite el vestido para poder depilarla.
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¿No será suficiente si me lo subo un poco?
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No. se lo tiene que quitar para que pueda depilarle toda la pierna.***
A pesar de que me sentía un poco avergonzada, le hice caso a Beatriz y me saqué el vestido, quedándome en bragas y sujetador.
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Ana, tienes un cuerpo muy bonito.
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No sea tonta, estoy gorda y a mi edad las carnes empiezan a ceder.
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¡Qué va! Tienes un cuerpo perfecto, seguro que a tu marido le encanta.***
Me quedé callada, aquella conversación me estaba poniendo colorada. Me senté en un taburete y apoyé las piernas en la taza del water, para que Beatriz pudiera empezar con la depilación. Aquella chica tenía unas manos de ángel y a pesar de llevar mucho tiempo sin ponerme la cera, apenas me hacía daño. Lo hacía con suavidad, me aplicaba la cera con mucho cuidado y luego con sus manos me daba masaje sobra la zona donde la había aplicado antes de dar el tirón. Cuando tiraba de la cera lo hacía con energía, por lo que apenas sentía dolor.
Estuvo un buen rato con la depilación, lo hacía lentamente, sin prisas, y cuando por fin terminó me preguntó si tenía una crema suavizante para después del depilado. Me puse de pie para ir a buscarla al dormitorio y ella se vino detrás de mi, entramos en el dormitorio y yo busque en los cajones de mi mesa de noche la crema.
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¿Cómo quieres que te la unte de pie o recostada en la cama?
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No, dejalo, ya me la pongo yo.
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El trabajo tengo que hacerlo completo.
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Bueno, entonces mejor me quedo de pie.***
Se puso de rodillas delante de mi, se untó crema en las manos y empezó a aplicármela en las piernas. Empezó por las pantorrillas, subió hasta las rodillas y finalmente llegó a mis muslos. Lo hacía despacio con una suavidad que antes nunca había sentido. Sus manos subían y bajaban por mis piernas, me apretaba un poco y luego aflojaba, y a mi aquello me estaba produciendo una sensación de placer que rozaba ya la excitación, por lo que tuve que decirle que ya estaba bien.
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Ana, ¿te molesta algo?
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No...no...es que creo que ya está bien...gracias por todo.
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Pero si aún no he terminado.
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Creo que ya está bien.
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No, la crema tengo que aplicártela bien sobre la piel, si no te va doler esta noche.***
Accedí a su petición y dejé que siguiera aplicándome la crema. Pero ahora ya no bajaba a mis pantorrillas, se centraba en mis muslos y sus masajes se habían vuelto muy lentos. Sus manos masajeaban todo el contorno de mis piernas y sus manos llegaban cada vez más arriba, yo permanecía inmóvil, algo tensa, pero tenía unas manos tan suaves y me gustaba tanto su tacto y como me acariciaba, que me dejé hacer sin protestar. Una de las veces que me aplicaba el masaje por la parte de atrás de mis muslos, sentí como una de sus manos se acercaba a mi trasero y como la punta de dos de sus dedos rebasan la línea de mis bragas y se introducían dentro acariciándome levemente las nalgas. Di un respingo y ella sacó los dedos rápidamente.
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Ana, ¿te he echo daño?
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No...no, no te preocupes, es que...
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¿Quieres qué lo deje ya?
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No...bueno si ya has terminado...por mi...
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Aún no he acabado.***
Aquella condenada chica me estaba haciendo disfrutar con sus caricias, pero tenía que parar, aquella situación se me podía ir de las manos, yo nunca había estado con una mujer, y ella era la amiga de mi hijo y no quería que supiera lo fácil que soy de calentar, porque me estaba poniendo realmente caliente.
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Déjalo ya Beatriz, ya está bien.
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Como quieras. A propósito me doy cuenta que tienes mucho bello púbico.
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Si.
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¿Te has planteado alguna vez depilartelo?
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No, nunca. Si acaso alguna vez me lo he recortado un poco con las tijeras.
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¿Y por qué no te lo depilas?
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No, me da miedo.
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Si lo hacemos con cuidado no tiene por qué dolerte y así le das una sorpresa a tu marido.***
Aquella chica me sorprendía cada vez más con su descaro, ¡me estaba proponiendo el depilarme la vagina!
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Entonces que Ana ¿le damos una sorpresa esta noche a Antonio?
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No, no...me da miedo...
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Venga mujer, ¿acaso te han dolido las piernas?
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No, pero es que...
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¿Y no se te han quedado suaves?
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Si, pero es que...no se...
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Pues no se hable más, quítate las bragas y échate en la cama con las piernas abiertas.
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Beatriz...no te molestes...quizás otro día...
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¿Otro día? Mejor ahora que estamos solas y no nos va a molestar nadie.
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¿Y si viene Pedro?
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Podemos echar el seguro de la puerta, y así si viene tendrá que llamar y nos dará tiempo a recogerlo todo.***
No se por qué accedí a sus peticiones, pero lo hice. Bajamos al salón para echar el seguro de la puerta. Una vez allí me propuso el quedarnos en el salón y que me sentara en el sillón para que pudiera depilarme allí mismo. Me quité las bragas y me senté en el sillón, Beatriz lo preparó todo y una vez que lo tuvo todo listo se acercó a mi y ella misma me agarró por los tobillos y me alzó las piernas y me las apoyó en los brazos del sillón. Allí estaba yo abierta de piernas con mi coño al aire dispuesto para que Beatriz me lo depilara.
Al igual que con las piernas me aplicaba la cera con mucha suavidad y delicadeza, más si cabe aún. Y poco a poco me fue depilando la vagina. Apenas me dolía, sólo un poco cuando tiraba de la cera, pero cuando lo hacía me soplaba en la zona y me aliviaba el dolor. Cuando por fin terminó cogió la crema suavizante y me la fue a aplicar, entonces yo se la quité de la manos.
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Déjame que me aplique la crema yo misma.
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¿Por qué? ¿No quieres qué termine yo el trabajo?
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No, ya lo haré yo misma, gracias.
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Insisto en que quiero terminar yo el trabajo.
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Es que no quiero abusar de tu confianza.
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Lo hago con mucho gusto.
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Está bien, pero ten cuidado.
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Descuida ni te darás cuenta.***
Una vez más accedí a sus peticiones. Se untó la crema en los dedos y empezó a aplicarla en mi vagina, suavemente con mucha delicadez, recreándose por todo la parte exterior de mi coño. A esa altura de la situación yo ya tenía los ojos cerrados, me estaba dando un placer que no había sentido nunca antes. Su delicadeza me estaba llevando al clímax, pero me tenía que controlar y a pesar de todo estaba consiguiéndolo cuando de pronto siento que uno de sus dedos me acaricia mi raja. Abrí los ojos y pude ver perfectamente como se lo llevaba a la boca y me decía:
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Ana eres muy sabrosa.***
Dicho esto se me cercó y me estampó un beso en la boca. Me quedé inmóvil sin saber qué hacer. Ella me agarró por la nuca mientras me besaba, sentí como su lengua se abría paso dentro de mis labios y encontraba mi lengua, me dejé hacer. Aquello era nuevo para mi, nunca antes una mujer me había besado, era una sensación nueva, muy agradable ya que lo hacía con una dulzura que nunca antes había sentido, me gustaba.
Separó sus labios de los míos y se me quedó mirando un momento, luego me subió el sujetador dejando libre mis pechos, se acerco y se metió uno de los senos en la boca, mientras que con su mano me acariciaba el otro. Me chupaba el pezón como nunca antes me lo había chupado nadie, apoyaba sus labios en la aureola y con su lengua me lamía los pezones. Estuvo así un buen rato cambiando de pecho de vez en cuando. Yo a esa altura de la situación estaba completamente entregada me dejaba hacer por aquella chica, además nunca había estado con una mujer, así que me dejé llevar.
Yo seguía sentada con las piernas apoyadas en los brazos del sillón, Beatriz dejó de jugar con mis pechos se sentó en el suelo y con sus manos separó los labios de mi coño.
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Ana, tienes un coño precioso.***
Acerco su boca y me estampó un beso en mi coño, luego dejó sus labios apoyados en mi vagina y con su lengua empezó a jugar con mi clítoris y de vez en cuando me la pasaba por dentro del coño. Aquello me provocó un orgasmo tan intenso que cerré las piernas dejándole la cabeza aprisionada con mis muslos. Ella ni se inmutó y siguió chupándome el coño, lo hacía con ansia como si le fuera la vida en ello, provocando que los orgasmos se sucedieron uno tras otro, me hacía disfrutar tanto que no pude evitar que incluso se me escapara un poquito de orín, pero a ella no le importaba, seguía chupando.
Por fin terminó, se incorporó y mientras me miraba se relamía los labios, tenía la boca llena de mis jugos y se los tragaba con gusto, se veía que le gustaba.
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Ana, me ha encantado conocerte.
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A mi también me ha dado mucho gusto conocerte.
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¿Te ha gustado lo que te he echo?
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Mucho, nunca antes había estado con una mujer y he de confesarte que me ha gustado mucho.
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Me alegro que hayas disfrutado.
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Si pero tu no has disfrutado y yo no se que tengo que hacer para que tu también disfrutes, solo tengo experiencia con los hombres.
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¿De verdad qué quieres hacerme disfrutar?
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Te lo mereces.***
Me agarró de la cabeza y me volvió a besar en los labios, pero ahora yo no permanecí inmóvil le respondí al beso y nuestras lenguas se entrelazaron en un beso pasional. Beatriz se desnudó, puede ver su cuerpo joven y casi perfecto, se sentó en el sillón y se abrió de piernas.
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Ana quiero que me beses el coño como si me besaras la boca e imagínate que mi clítoris es mi lengua.***
Hice lo mismo que hizo ella antes conmigo, le separé los labios del coño y acerqué mi boca. Empecé a darle besos por la parte de fuera y poco a poco me fui acercando hasta que pegué mi boca a si coño y se lo estuve chupando un buen rato. Aquello para mi era nuevo, pero he de confesar que me gustaba que disfrutaba haciéndolo, tanto que mientras se lo chupaba llevé una de mis manos a mi coño y me masturbé.
Cuando Beatriz llegó al orgasmo yo le acompañé con uno también. Aquello fue genial, tanto que yo misma tomé ahora la iniciativa y le di un apasionado beso en la boca.
Nos quedamos un rato abrazadas y fue Beatriz la que rompió el silencio:
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Ana, me has echo disfrutar mucho, Pedro tenía razón eres una mujer muy pasional.
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¿Pedro, qué te ha contado Pedro?
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Todo, pero no te preocupes se guardar bien los secretos, solo te pido que me incluyas en tus juegos sexuales de vez en cuando.***
Me quedé un poco perpleja pero acepté la propuesta de Beatriz de vernos otras veces, aquello me había gustado mucho.
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Está bien pero a cambio quiero que de vez en cuando vengas a casa para depilarme.
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Lo haré encantada.***
Nos volvimos a besar. Beatriz se despidió de mi quedando para otro día para depilarnos juntas.